domingo, 31 de octubre de 2010

Planificación Indicativa / Santiago Niño Becerra *

Tranquilos: no se trata de una lección de Historia Económica ni de recordar batallitas (aunque algunas, de vez en cuando es bueno recordarlas). ¿Se acuerdan de la Planificación Indicativa (PI)?.

La PI nació en Francia a finales de los años 40 y estuvo en vigor hasta finales de los 60. En España la tuvimos presente con aquellas cosas incorrectamente denominadas ‘Planes de Desarrollo’. La PI no dejaba de ser una operativa que indicaba qué era conveniente hacer y cómo hacerlo, pero tenía una característica importante: era obligatoria para el sector público: al Estado le marcaba, y orientativa para el privado: a las empresas les sugería, claro que contaba con un arma muy poderosa para que las sugerencia fuesen aceptadas: había ayudas, accesos a créditos, facilidades de procedimientos administrativos, que eran mucho más accesibles si el ente privado se amoldaba a lo marcado por la PI. 

La operativa se quedó con el calificativo ‘Indicativa’ porque era suficientemente ambiguo como para no ofender a nadie y suficientemente diferenciador como para marcar diferencias con la otra planificación existente en el momento: la Central. Como concepto fue muy útil para levantar una Europa rota por la II Guerra Mundial (de una forma u otra PI se aplicó en todos los países europeos). Ni que decir tiene que el invento fue abrazado en cuerpo y alma por el ‘desarrollismo Franquista’. 

Bien, pues la PI ha vuelto, ¡ha vuelto!, ¡en Bruselas!, en la UEM. Conocen mi tesis: desde los meses de Junio / Julio las cosas están empezando a hacerse de otra manera, fundamentalmente porque se ha visto (admitido: si) la imposibilidad de enderezar las cosas: resolver los problemas, utilizando las herramientas que se han estado utilizando, lo que supone admitir el fracaso de lo que hasta ahora se ha estado haciendo: los planes E y decir que mañana hará sol. 

Esto, evidentemente, no se ha admitido de forma directa, sino indirecta, por un lado a través de un mensaje claro: ‘ahora hay que estabilizar la economía mediante lo único viable: la austeridad, con todo lo que supone, si’, por otro a través de medidas que sin ruido se están introduciendo, no ya a nivel de países: los países ya arreglarán su casa por la cuenta que les tiene, sino medidas que se están adoptando en Bruselas (con conexión con Londres, Frankfurt, NYC, Tokio y HK, doy por supuesto). 

Son medidas que, de entrada, afectaron a los presupuestos: a partir del 01.01.2011 antes de que los presupuestos sean aprobados por los Parlamentos de los países tendrán que pasar censura (y hay gentes que se escandalizaron cuando dije que la democracia, tal y como la conocemos, está desapareciendo); medidas que, después entraron en el Sector Financiero: se podrá llegar a la intervención física y directa de una entidad financiera del país que sea por parte de un comité de expertos (no de políticos) en el caso de que se considere que esa entidad no está haciendo lo que debe de la manera que debe; medidas que, para que tengan credibilidad, han de ir acompañadas de otras medidas: sanciones, multas, castigos, penas, para aquellas economías que no sólo no cumplan lo fijado, sino, también, para aquellas que no sigan las recomendaciones, medidas que serán aplicadas científicamente: por técnicos, a quienes no alcancen unos índices prefijados, a quienes no lleguen a unos parámetros establecidos; y con esto están ahora. 

(Por cierto, entre los parámetros que se baraja utilizar están algunos que la economía española va a incumplir de lleno: los costes laborales, por ejemplo; pero se notan ausencias palpables: niveles de productividad (¿será porque aquí palmarían los gordos?, ausencias significativas: tasas de desempleo, o de pobreza (¿será porque importa un bledo el número de pobres que tenga un país?), y ausencias sorprendentes: volúmenes de emisiones de GEI (¿será porque lo de la contaminación está muy bien cuando las cosas van bien pero tanto dan cuando van mal?). Ya, ya, todos somos iguales pero algunos son más iguales que otros). 

Podría pensarse que esto es fruto de la situación, de que ‘la crisis está forzando a adoptar medidas especiales de forma transitoria’, una especie del denominado Período Especial que se instaló en Cuba tras la salida de la URSS; pienso que no, y aquí estamos entrando ya de lleno en la recuperación de la crisis. 

El fracaso de Junio / Julio ha llevado a la asunción (de momento en la cúpula, claro) de que el actual modelo ya ha de ser sustituido por otro, por otro nuevo, naturalmente; un modelo que supere las limitaciones y las carencias en las que este ha caído; un modelo que sea eficiente en el uso de los recursos, y algo así no puede dejarse simplemente a ‘la iniciativa privada’ sino que debe ser diseñado por quienes de verdad saben qué sucede y tienen capacidad de influir en como-las-cosas-suceden: las grandes corporaciones y las instituciones internacionales. 

La crisis será un periodo de contracción brutal, de empobrecimiento, de retroceso, pero, a la vez ha de ser el momento en el que se construya el nuevo modelo: nuestro, hasta ahora, maravilloso modelo se coció durante la Gran Depresión. Y eso ha de ir haciéndose, sin perder tiempo, aunque sin asustar a nadie, al menos, de momento. 

Bien, en eso estamos, cada día desde hace un par de meses, estamos viendo cosas nuevas: así seguiremos durante los próximos dos o tres años; luego, pienso, cuando ya dejemos de caer, se pasará de la fase de consulta y ensayo operativo a la de experimentación, para, cuando la crisis se haya superado, tener ya un modelo totalmente operativo cargado en el disco duro y listo para su normal funcionamiento. Siempre ha sido así, ¿por qué no ha de seguir siéndolo?. 

(Fallece el ex presidente Néstor Kirchner y las acciones y bonos argentinos se disparan; parecería que tendría que ser al revés, ¿no?: se va la persona de más influencia hoy en el Peronismo, lo que augura tensiones, ¿verdad?, pues no: las Bolsas suben porque se da por supuesto que alguien va a venir que hará las cosas de un modo tal que las compañías cotizadas aumentarán sus beneficios. ¿Las posibles tensiones?, se dan por descontadas). 

(*) Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

Reino de España: cambio de gobierno para un proyecto neo-felipista / Antoni Domènech · G. Buster · Daniel Raventós *

El cambio de gobierno no ha podido ser más claro en su mensaje central: mantenimiento del equipo económico neoliberal, y reconstrucción de un proyecto político del PSOE de la mano de Alfredo Rubalcaba sobre la base de una alianza con la derecha vasca y canaria (PNV y CC), abierta a la incorporación de la derecha catalana (CiU) tras la previsible victoria de ésta en las elecciones autonómicas catalanas del próximo 28 de noviembre. La pregunta es: ¿hasta qué punto es viable este proyecto?

El resultado de la huelga general del 29 de septiembre, que fue analizado ampliamente en Sin Permiso, mostró la desafección de la base social trabajadora que había sostenido el proyecto político de Zapatero, defintivamente pulverizado y aventado tras las medidas económicas abiertamente neoliberales del 9 de mayo. Los diez millones de huelguistas tuvieron su reflejo en las encuestas de opinión: una caída de 14,5 puntos en la intención de voto. 

A partir de ahí, el desarrollo de la crisis política del Gobierno no ha podido ser más rápida y contundente: victoria en las primarias internas del PS de Madrid de Tomás Gómez frente a la candidatura de Ferraz, apoyada por Zapatero; declaración del Cercle d´Economia de Catalunya, resumida por La Vanguardia con el titular: "La burguesía catalana rompe con Zapatero"; el atronador abucheo que le dedicó la extrema derecha en el desfile militar del 12 de octubre; las descaradas declaraciones de Barreda, un barón castellano-manchego del PSOE, exigiendo una rápida transición a lo que ha dado en llamarse "poszapaterismo"; en fin, las dolorosas dudas manifestadas por el FMI sobre el proyecto de presupuesto para el ejercicio 2011 y la sugerencia de la necesidad de un Plan B de nuevas medidas de austeridad…

En veinte días, las consecuencias del definitivo descrédito ante su propia base social se han traducido en señales, no de los mercados –que por la colocación de la deuda y su estabilidad han mostrado cierta satisfacción con las medidas adoptadas el 9 de mayo—, sino de los sectores de la gran burguesía y de la propia nomenclatura del PSOE ante el peligro de que la fuerte polarización social tras la huelga, sumada a la evidente descomposición del Gobierno y a la perspectiva de una probable victoria del PP en las elecciones de 2012 empujasen a la radicalización de la resistencia social a medio plazo y a la progresiva apertura de un gran espacio político a la izquierda del PSOE. 

Las imágenes de la huelga general en Francia, que dura más de una semana, han sido el amedrentante telón de fondo de estas cavilaciones.

El Gobierno Rubalcaba-Salgado

A todo ello ha buscado responder el cambio de Gobierno, no por previsto menos sorprendente en su alcance y su profundidad: es un giro que pretende sentar las bases de un nuevo proyecto político. Aunque su determinación corresponde constitucionalmente a Zapatero –que parece recuperar, aunque sea efímeramente, la iniciativa política—, es evidente que detrás se encuentra el sólido Alfredo Rubalcaba, convertido desde su triple mandato de Vicepresidente primero-portavoz del Gobierno, ministro del Interior y secretario general del grupo socialista en el Congreso, en un igual con más poder y mucha mejor valoración pública que el desvaído y errático presidente del Gobierno.

El nuevo proyecto se basa, en realidad, en una vuelta al pasado: al esquema de alianzas del final del "felipismo" con las burguesías vasca y catalana, más o menos pretendidamente inspirado en el "prietismo" de los años 30. A esa alianza del tardofelipismo vienen ahora a incorporarse la canaria y, de manera menos confesable, la navarra. Pero para un adecuado reparto de papeles, ese esquema exige que PNV y CiU gobiernen en Vitoria y en Barcelona, como ya lo hacen CC y UPN en sus respectivas comunidades. Lo que acarrea, huelga decirlo, el sacrificio de los partidos socialistas vasco, catalán, canario y navarro, condenados a la subalternidad política. Es verdad que este esquema podría asegurar la estabilidad parlamentaria hasta 2012 y garantizar la aplicación del durísimo programa de austeridad y ajuste neoliberal. Pero es una condena segura de cara a las elecciones generales al erosionar de mala manera el bloque social de las izquierdas y su articulación política. (Se puede observar que el diario
El País ha mantenido durante los años del zapaterismo la necesidad de esta orientación política en su línea editorial; no puede, pues, sorprender su satisfacción con el cambio de Gobierno.)

El equipo económico que dirige desde la Vicepresidencia segunda Elena Salgado es el segundo pilar del proyecto, que busca tranquilizar a los "mercados", bajo la atenta vigilancia de la Comisión Europea, respecto de la coherencia neoliberal de los presupuestos de 2011. Unos presupuestos que incrementan los estímulos económicos y las transferencias al sector empresarial, y no sólo no tocan fiscalmente a los rentistas inmobiliarios y financieros, sino que bloquean cualquier subida fiscal con mínima progresividad: idóneos para ganarse a los representantes políticos de las distintos estratos socioeconómicamente dominantes y de las varias oligarquías autonómicas sobre las que pretenderse levantarse la política de alianzas concebida por Rubalcaba.

Lo que no aseguran estas políticas es estabilidad social. Al contrario: la contrarreforma del mercado de trabajo y de las pensiones han abierto en toda Europa un nuevo ciclo de luchas sociales. En el Reino de España, las cifras de paro previstas en los presupuestos del 2011 son del 18,9%, con tasas de crecimiento del PIB por encima del 1,5% —que ya han descartado todos los analistas económicos y el FMI, para reducirlas al 0,6%—, y no hay que descartar que estas políticas de austeridad provoquen no solo una muy débil recuperación sin empleo, sino incluso una segunda zambullida en la recesión. Es lo que ha ocurrido en Estados Unidos, obligando a la Reserva Federal a un cambio radical de orientación, a desatar una guerra financiera mundial de divisas y a volver a pensar en políticas económicas anti-cíclicos.

¿Recuperar la base social perdida?

Junto a estos dos pilares fundamentales del nuevo proyecto, que definen al Gobierno como Rubalcaba-Salgado, se observa también un intento activo de cerrar cualquier espacio a la izquierda del PSOE. La designación de Valentín Gómez al frente de la cartera de Trabajo busca reabrir el diálogo social, con concesiones limitadas en el terreno de la reforma de las pensiones, frente a la perspectiva de resistencia sindical y social prolongada que han abierto las direcciones de CC OO y UGT. 

La entrevista publicada en El País con el nuevo ministro de Trabajo (1) no deja lugar a dudas sobre las líneas rojas que le han sido impuestas. No ha pasado eso desapercibido tampoco para los sindicatos de clase. El análisis del cambio de Gobierno de CC OO y las declaraciones de su secretario federal, Toxo, son un reflejo de que existe una consciencia cabal del callejón sin salida en que podría meterles esta oferta de concertación social del nuevo gobierno.

Algo parecido puede decirse del nombramiento de Rosa Aguilar como ministra de Agricultura y Medio ambiente, cuyo objetivo evidente es cooptar cualquier recomposición del ecologismo político como componente esencial de un proyecto de izquierda alternativa. Limitaciones personales aparte, no es aventurado augurar que sus limitaciones políticas no tardarán mucho en verse: bastará estar atentos en las próximas semanas al reto decisivo de la cumbre de Naciones Unidas contra el cambio climático de Cancún y a la correspondiente presión de las eléctricas a favor de la energía nuclear, con debate incluido sobre el almacenamiento de residuos.

La salida del Gobierno de la Vicepresidenta, primera María Teresa Fernández de la Vega, Moratinos, ministros de Exteriores y Cooperación, y Espinosa, de Agricultura –los tres que en los debates previos a mayo habían mostrado abiertamente dudas y reticencias sobre la eficacia y conveniencia del giro neoliberal—, es el símbolo del agotamiento del propio zapaterismo como proyecto político y del desplazamiento a la derecha del nuevo gobierno, abandonada toda posibilidad o pretensión de recuperar su naturaleza "equilibrista" entre los intereses encontrados de clase. 

La política de coordinación y comunicación del Gobierno recaen en Rubalcaba, subordinada a su política de alianzas, mientras que la gestión de la administración central y su reflejo legislativo pasa a un recuperado Ramón Jáuregui, compensación melancólica para el PS de Euskadi. 

El nombramiento de Leire Pajín como ministra de Sanidad y Asuntos sociales, lejos de ser una reafirmación de la agenda social orientada a los jóvenes y a los desempleados como primeras víctimas de las políticas de austeridad, es –como ha declarado el propio Zapatero en el Comité Federal del PSOE— la constatación de que ese pretendido 58% de gasto social en los presupuestos del 2011 es en realidad un paquete de medidas de recorte, empezando por unos ministerios de Igualdad y de Vivienda degradados a secretarías de Estado.

Mayor importancia reviste que Leire Pajín ceda la secretaría de organización del PSOE a Marcelino Iglesias, lo que permitirá a José Blanco presidir el comité electoral como responsable de articular e imponer dentro del PSOE la prioridad del proyecto político de alianzas de Rubalcaba frente a las previsibles rebeldías de los barones territoriales, entre los que destaca Tomás Gómez en Madrid. Porque si el proyecto de Rubalcaba y Salgado tiene la vista puesta en las elecciones legislativas de 2012, el horizonte de los barones territoriales se cierra en mayo del 2011: para poder enfrentarse con ciertas posibilidades al PP necesita mantener lazos con la izquierda social y política. 

Manuel Chaves mantiene la Vicepresidencia tercera, competente en temas autonómicos, lo que verosímilmente habrá de servir para dar cobertura política a toda la operación: él es el presidente del PSOE y Rubalcaba, ex ministro de Felipe González. No puede dejar de llamar poderosamente la atención que las señas de identidad y legitimidad del nuevo proyecto político que se propone ahora al PSOE tengan que buscarse en el aberrante pasado "felipista" para poder dar por clausuradas las veleidades del "zapaterismo".

Crisis larvada en el PSOE

Se puede observar que esta maniobra política fulminante ha tenido un éxito inicial en las filas del propio PSOE. La sensación de desmoronamiento aireada por los barones territoriales ha dado paso al aplauso encendido en el Comité Federal del 23 de octubre con que ha sido recibido el cambio de gobierno. Las voces críticas surgidas tras la huelga general han pasado a segundo plano con esta vistosa recuperación aparente de la iniciativa política –calificada por alguno con el palabro "remonte"—. 

El grupo mediático PRISA la ha acompañado y magnificado como corresponde. Zapatero ha resumido la nueva coyuntura con una fórmula de meditada profundidad, como suya: "hay que ver la cara que se les ha quedado a los del PP". Mientras tanto, sigue cayendo 12,6 puntos en la primera encuesta realizada tras el cambio de Gobierno (2).

El debate sobre la sucesión de Zapatero ha pasado a un segundo plano, con el argumento de que "los abuelos no suceden a los nietos", según la ingeniosa expresión de
El País, aunque hayan pasado a conformar este proyecto de futuro todas las veteranas figuras del "felipismo". 

Si Zapatero se hace la ilusión de ser él quien rentabilice la "remontada", se la hace vanamente. Será sacrificado como chivo expiatorio tras los resultados de las elecciones municipales y autonómicas como principal responsable del desplome. No deja de ser curioso que haya correspondido a Tomás Gómez, cuyo principal capital político es haberle dicho "no" y ganar las primarias de Madrid, pedir en el Comité Federal del PSOE que Zapatero se defina ya frente a las obvias aspiraciones de Rubalcaba de ser quien se proponga o, al menos, designe al sucesor. 

Una parte importante de esta operación –consecuencia directa de las lecciones aprendidas por el aparato central del PSOE en las primarias de Madrid, que perdió— pasa por evitar a toda costa las consultas de opinión entre las bases en congresos y primarias. La ministra de Defensa, Carme Chacón, que se postula sin reservas como candidata a la presidencia, ya ha cuestionado las intenciones de Rubalcaba. Tampoco hay que esperar estabilidad interna en el PSOE, a pesar del episódico entusiasmo desplegado en el Comité Federal.

Porque, siendo evidente el interés material de los socios de la derecha nacionalista y de la elite financiera en el nuevo proyecto de Rubalcaba y Salgado, es más que dudoso el que pueda despertar entre los trabajadores, las capas medias laicas y los profesionales urbanos que habían conformado hasta ahora el grueso de la base social del "zapaterismo". Si el PSOE obtuvo 10,5 millones de votos en las pasadas elecciones, al menos un 60% de ellos han secundado o apoyado la huelga general del pasado 29 de septiembre. 

Y el problema para que sea viable cualquier proyecto desde el PSOE es que tiene ante todo que reconstruir su base social, especialmente dañada por las políticas de austeridad. El principal argumento esgrimible es el miedo a una victoria del PP, que, recrecido, verosímilmente añadiría a una endurecida política de austeridad neoliberal toda una batería de contrarreformas en el terreno de las conquistas democráticas y los derechos de cuarta generación. 

También aquí pueden encontrar inspiración en la herencia del "felipismo", que optó por chantajear a la izquierda social durante el referéndum sobre el ingreso en la OTAN preguntando quién gestionaría el posible triunfo del NO. Ese chantaje, como dijo en su día Manuel Sacristán, tuvo también consecuencias "para dentro": degradó indeciblemente la calidad de la vida democrática del Reino de España. 

Otro paralelismo con la actual situación: los "mercados financieros", a los que no ha elegido nadie, y los banqueros centrales, a los que tampoco ha elegido nadie, deciden; al "pueblo soberano" no le queda sino acatar esas decisiones (cuestionadas, dicho sea de paso, por todos los economistas competentes). Como queda dicho en una de las agudas viñetas de El Roto: "si mandan los mercados, ahorrémonos los gobiernos".

Euskadi

Además del miedo a la derecha ante la ausencia de una alternativa política plausible a la izquierda, el proyecto Rubalcaba trae un as bajo la manga: rentabilizar políticamente la derrota policial de ETA, la consiguiente pacificación del País Vasco y la vuelta al redil autonomista del Estatuto de Gernika de la derecha católica vasca (PNV).

El pacto de estabilidad legislativa firmado con ocasión de los presupuestos de 2011, con la transferencia de 30 de las 32 competencias pendientes previstas por el Estatuto de Gernika –la reforma del cual, aprobada en el Parlamento vasco, fue sonoramente rechazada en el Congreso de los Diputados en la anterior Legislatura— sitúan al PNV en el centro de la política institucional en la Comunidad Autónoma Vasca y marginan al Lehendakari socialista, Patxi López, por mucho que éste las vaya a gestionar en lo inmediato: lo hará bajo el vigilante control de Urkullu, quien, además, le supera ampliamente en valoración política e intenciones de voto. 

La contrapartida es la separación del PNV, o al menos de su dirección actual, de cualquier veleidad soberanista que pudiera abrir puertas a un pacto nacionalista con una reconstruida y ampliada izquierda abertzale: el fin de ETA habrá de ser rentabilizado al alimón por Rubalcaba y Urkullu.

El escenario político más cambiante es, sin duda, el del País Vasco. El anuncio de la nueva tregua unilateral de ETA ya no busca negociar con el Gobierno central, sino permitir el protagonismo y la reconstrucción de la izquierda abertzale con una nueva configuración que la habilite para luchar por la legalización de un partido de masas y la construcción de un frente democrático nacional con otras fuerzas abertzales menores, como Eusko Alkartasuna, lo que no se hará sin repetidos llamamientos al PNV para que se pronuncie sobre el derecho a decidir del pueblo vasco. 

Este giro de orientación radical de la izquierda abertzale, a cuya cabeza se ha situado su vieja guardia política, ha sido expuesto no solo por Arnaldo Otegi desde la cárcel en una entrevista concedida a El País (3) sino también, en una conferencia pública en Hernani hace escasos días, por Antxon Etxebeste, antiguo dirigente de ETA. Tras el desencuentro en la huelga general del 29 de septiembre, la dirección del sindicato de la izquierda abertzale LAB ha mantenido encuentros con la dirección de CC OO de Euskadi en el mismo sentido.

La respuesta alternativa necesaria de la izquierda social y política 

 
El cambio de gobierno y el intento de recuperar la iniciativa política con un nuevo proyecto encabezado por Rubalcaba plantea, obvio es decirlo, varias cuestiones de interés para la izquierda social y política.

Constatadas la amplitud y la radicalidad del giro de la dirección del PSOE hacia la derecha, su búsqueda de un esquema de alianzas con las derechas nacionalistas periféricas y las inequívocas señales de sumisión incondicional emitidas hacia los grandes poderes económicos fácticos, nacionales e internacionales; constatado el logro de la estabilidad política parlamentaria hasta 2012; constatado todo eso, hay que decir que nada de eso garantiza ni la estabilidad política general ni la social. 

El miedo a la victoria de un PP recrecido y con ánimo de desquite en 2012 es inversamente proporcional a las vacilaciones que puedan surgir en la resistencia social a la contrarreforma del mercado laboral y de las pensiones por parte de las direcciones sindicales. También es inversamente proporcional a las dificultades para construir una alternativa de izquierda creíble en todo el Reino de España a partir de un bloque electoral de las fuerzas socio-políticas de la izquierda realmente existente. 

El proyecto "neo-felipista" de Rubalcaba solo puede convencer o a hooligans con intereses banderizos creados, o a una base social amedrentada, más rendida al sufragio del mal menor que entregada al mal humor abstencionista. ¿Habrá que repetir que ninguna de las dos cosas es buena?

El debate desarrollado en los sindicatos sobre cómo dar continuidad a la huelga general del 29 de septiembre se adivina decisivo, determinante. Tienen que optar entre el cortísimo callejón sin salida del "diálogo social" propuesto por Valentín Gómez en términos de ese mal menor pretendidamente ineluctable que es cada vez más mal y cada vez menos menor, o encontrar una estrategia de firmeza que permita la acumulación de fuerzas: por lo pronto, a partir de las resistencias a los ataques del gobierno central y de la patronal en los sectores y empresas, con el declarado objetivo de un crecimiento de la productividad fundado en el aumento del número de horas trabajadas, en la reducción de los costes sociales y en la llamada "flexiseguridad".

La convocatoria de una nueva huelga general solo podrá ser realista en esta perspectiva, haciendo frente a las deficiencias detectadas en los sectores con menor participación en la huelga del 29 de septiembre, lanzando campañas de afiliación y utilizando las elecciones sindicales como una gigantesca plataforma para discutir democráticamente en las empresas la perspectiva de resistencia y una nueva huelga general a medio plazo.

En toda la Unión Europea se ha iniciado un nuevo ciclo de luchas sociales y movilizaciones sindicales, cuyos mejores ejemplos han sido las huelgas generales prolongadas de Grecia y las distintas huelgas y extraordinarias movilizaciones en Francia. Se han convocado también huelgas generales en Portugal, Dinamarca, Bélgica, Irlanda y Gran Bretaña. 

Hasta ahora, el resultado inmediato de la huelga general ha sido un giro a la derecha del Gobierno del PSOE, un cambio de personas para consolidar las políticas neoliberales y apoyarlas en una política de alianzas con los beneficiarios directos de las mismas. No es, pues, suficiente una mera táctica sindical, sino que los propios sindicatos deberían comenzar a determinar una estrategia de largo alcace y largo plazo que, por la fuerza misma de las cosas, logre proyectar sus reivindicaciones en las instituciones democráticas del Reino. 

Como bien señaló Toxo, "una ley se cambia con otra ley", y la salida de toda huelga general, para mal o para bien, siempre es política. Para articular un bloque electoral de izquierda, un bloque capaz de federar en un solo esfuerzo a todas las fuerzas de izquierda alternativa en nuestro país, un bloque que pueda hacer las veces de polo político alternativo de atracción externo a las aún confusas izquierdas que aparecen en el PSOE, es imprescindible una contribución de las principales estructuras de la izquierda social realmente existente, comenzando por los sindicatos de clase.

NOTAS:

(1)http://www.elpais.com/articulo/economia/reforma/pensiones/ha/ser/pactada/elpepueco/20101024elpepieco_1/Tes

(2) Encuesta de Sigma 2 publicada por El Mundo en su edición de 24-10-2010. El PP obtendría según estos datos el 46,4% en las próximas elecciones generales de celebrarse ahora, es decir, una mayoría absoluta, y el PSOE se situaría en el 33,8%. http://elmundo.orbyt.es/2010/10/23/elmundo_en_orbyt/1287856586.html Véase asimismo la encuesta publicada pocos días antes del cambio de Gobierno por el diario Público http://www.publico.es/espana/340956/brecha-historica-entre-pp-y-psoe, en la que la ventaja del PP sobre el PSOE era de 13,4 puntos.

(3)http://www.elpais.com/articulo/espana/estrategia/independentista/incompatible/violencia/armada/elpepuesp/20101017elpepunac_1/Tes

(*) Antoni Domènech es el editor de SinPermiso. Gustavo Búster y Daniel Raventós son miembros del Comité de Redacción.

Nouriel Roubini: "Al paso que vamos la próxima crisis financiera será aún peor"

WASHINGTON/NUEVA YORK.- Los economistas, y probablemente los periodistas económicos, han hecho algo parecido al ridículo en esta crisis. Casi nadie la vio venir. Casi nadie supo explicar lo sucedido. Aun hoy casi nadie sabe qué diantre va a ocurrir. Y no solo eso: la mayor parte de los avances de esa ciencia lúgubre que es la economía en los últimos 30 años son, según el Nobel Paul Krugman, "espectacularmente inútiles en el mejor de los casos, absolutamente dañinos en el peor". Hoy lo entrevista 'El País'.


Nouriel Roubini es uno de los pocos que fueron capaces de anticipar esta crisis (y otras muchas que nunca llegaron a materializarse, por cierto). Polémico, poco querido en Wall Street, visionario y tremendamente pesimista -apodado Doctor Catástrofe con toda justicia-, durante años sus colegas le tildaron de loco, de agorero recalcitrante, de profeta con ínfulas. Pero acertó. Pronosticó la secuencia exacta de las mutaciones de la crisis desde el inicio. Y siguió pesimista en 2009, cuando los brotes verdes, cuando la recuperación de los mercados provocó que otros oráculos se pasaran al bando de los optimistas y perdieran sus credenciales. "No soy un pesimista: me considero un realista", asegura en una entrevista peculiar, realizada a caballo entre Washington y Nueva York. Más vale que se equivoque: "Aún no hemos salido de esta y ya viene otra crisis: la cuestión es solo cuándo".

Roubini (Estambul, 52 años) es algo parecido a una estrella de la farándula. Firma docenas de autógrafos, estuvo en la última edición del festival de Cannes por su participación en dos películas, es vecino de la actriz Scarlett Johanson en su loft de TriBeCa (Nueva York), colecciona arte, proyecta películas independientes para sus amigos y da multitudinarias fiestas que le han granjeado una merecida fama de crápula. Y trabaja a destajo: puede que nunca gane el Nobel, pero ha superado ya a Krugman en el star system de la academia por sus menciones en la prensa internacional. Cotiza al alza: viaja constantemente, se reúne con políticos, financieros y banqueros centrales de todo el mundo, es el oráculo de moda y acaba de publicar un libro excelente, Cómo salimos de ésta (Destino), en el que ajusta cuentas con los cegatos y disecciona la crisis y lo que está por venir. ¿Adivinan? Bingo: más problemas.

"Vienen años de bajo crecimiento económico por muy bien que salgan las excepcionales y en ocasiones insólitas medidas de política fiscal y monetaria que se han puesto en marcha. Vienen años dolorosos por la resaca del alto endeudamiento público y privado en el mundo rico. La buena noticia es que podemos evitar una recaída en la recesión. La mala es que no se puede hacer mucho más que eso", asegura a modo de diagnóstico general.

Roubini atendió hace un par de semanas a este periódico en un pasillo de la sede del Fondo Monetario Internacional, en Washington, durante apenas unos minutos. Venía de Tokio y Seúl, y tenía mucha prisa: se marchaba a Kiev y a su Estambul natal esa misma tarde. La charla se reanudó la semana siguiente, por teléfono, desde su despacho en su consultora RGE, en Nueva York. Puede que los viajes cambien el estado de ánimo de algunas gentes, pero el tono de Roubini es parecido esté donde esté: "Las crisis son animales de costumbres. Se parecen a los huracanes: actúan de manera relativamente previsible, pero pueden cambiar de dirección, amainar e incluso resurgir sin avisar. Esta fue primero una crisis financiera muy modesta, después mutó en crisis económica, más tarde fue crisis fiscal y ahora es crisis de divisas. Y esto no ha terminado: estamos justo antes de la siguiente etapa, ahora viene cuando en muchos de los países más castigados la deuda privada se convierte en deuda pública y resurgen los problemas fiscales", advierte.

¿Cómo se detiene un huracán? Roubini da una receta general: más regulación. "La banca es la semilla del problema, el ojo del huracán, y todo lo que se haga por darle una vuelta de tuerca a la regulación llegará ya demasiado tarde y será demasiado poco; y aun así hay que reconstruir los diques financieros para hacer frente a futuras crisis. Al paso que vamos la siguiente crisis financiera será aún peor que esta".

Roubini es un tipo singular, tal vez como su peripecia personal. Hijo de judíos iraníes, pasa sus primeros años en Irán y vive después en Israel (recientemente, por cierto, ha vaticinado que un eventual ataque nuclear de Israel a Irán podría complicar las cosas). Cursa sus estudios universitarios en Italia y se doctora en Harvard. Ha enseñado en Yale y sigue haciéndolo en la Universidad de Nueva York. Habla inglés, italiano, hebreo y farsi. Ha sido asesor del FMI, de la Reserva Federal y del Tesoro estadounidense con Bill Clinton como presidente. Ahora preside su propia consultora, con 80 empleados y 1.000 clientes institucionales. Pasa dos terceras partes de su tiempo en la carretera -se define como "nómada global": los tópicos no perdonan ni siquiera a los gurús- y, en términos económicos, no es ni keynesiano ni un neoliberal de la Escuela de Chicago: "Soy pragmático, ecléctico, centrista".

El Doctor Catástrofe -un supervillano de cómic creado en los años sesenta- se transformó en Roubini en 2004, cuando el economista empezó a hablar de un aterrizaje brusco de la economía norteamericana. En esa época pronosticó también una debacle del dólar -causada por los desequilibrios globales- que no se ha producido. Pero lo que le cambió la vida fue un seminario en el FMI en otoño de 2006: allí contó que venía un descalabro financiero, el pinchazo de la burbuja inmobiliaria en el Atlántico Norte y, en última instancia, una depresión profunda. Unos meses después, en el Foro de Davos, hizo lo mismo. Nadie le creyó. Otros muchos también acertaron: "Robert Shiller o Kenneth Rogoff, por ejemplo, pronosticaron algo parecido en varios trabajos. La diferencia es que la prensa amplificó el acierto de Roubini. Creo que se trata de un economista serio con un buen olfato", asegura el profesor Guillermo Calvo desde Nueva York. Pero esa opinión es casi una excepción.

La mayoría de los expertos consultados para este reportaje critica el trabajo de Roubini, la mayoría de ellos con la condición del anonimato. "Exagera a menudo, al menos en público", asegura Daniel Gros, del CEPS. "Puede acertar en algunos diagnósticos, pero falla con facilidad y sus recetas son una locura", añade José Carlos Díez, de Intermoney, que recuerda que en su última visita a España llegó a pedir que se cerraran los mercados ante la sobredosis de incertidumbre que se venía encima, en octubre de 2008, justo después de la quiebra de Lehman Brothers.

Y sin embargo, se le escucha. Un alto funcionario del FMI contaba hace unos días que en primavera de 2007, cuando nadie veía problemas, el director de Asuntos Monetarios del FMI, Jaime Caruana, citaba ya a Roubini y aseguraba que el gurú ya le había puesto cifras al agujero de la banca: un billón de dólares, poco más o menos la misma estimación que hizo inicialmente el FMI pero con varios meses de retraso. "Desde hace mucho tiempo, en economía a las trampas se les llama modelos. Roubini cree que la economía está demasiado dominada por las matemáticas. Él bebe de campos muy diferentes, con un enfoque más amplio: viaja, escucha distintos puntos de vista de primera mano, intenta ver las cosas desde distintos ángulos, y además usa esos modelos, con los que está familiarizado desde hace más de veinte años. Esa es la clave de sus aciertos", asegura el coautor del citado Cómo salimos de ésta, el historiador económico Stephen Mihm, en una conversación telefónica.

El caso es que Roubini sigue viendo el horizonte sombrío. La crisis va por barrios: "Estados Unidos está algo mejor que Europa; y la periferia de Europa peor que el centro. Y aún dentro de Europa, Grecia y algunos países del Este están peor que Irlanda y Portugal, y esos dos países tienen más problemas que España", dispara.

Sus prescripciones son distintas en unos y otros casos. "Estados Unidos tiene margen para un segundo estímulo como el que propone Obama. Y su banco central está haciendo los deberes. Pero a la larga no podrá mantener su déficit fiscal: los riesgos se acumulan, y las presiones sobre el dólar dejan una especie de equilibrio del terror financiero. Estados Unidos devalúa su moneda con la política monetaria [la expansión cuantitativa: la máquina de imprimir dinero que supone la compra de deuda] y los países emergentes, empezando por China, siguen comprando bonos estadounidenses e impiden así que el dólar baje más. Hay un riesgo de crisis del dólar, como ya he afirmado en otras ocasiones, que provocaría serios problemas en todo el mundo. Pero no veo que eso vaya a ocurrir a corto plazo".

Para Estados Unidos, Roubini ve riesgos: de recaída si no se estimula la economía, de crisis del dólar -a la larga- si no se solucionan sus abultados déficits. Para Europa, ve más dificultades. Una década perdida a la japonesa o incluso algo peor: una espiral parecida a la que sufrió Argentina en 2001. "A pesar del plan de rescate anunciado, a pesar de las ayudas a Grecia y a pesar de las pruebas de esfuerzo a la banca, la deuda de los países periféricos sigue presentando problemas. Y el crecimiento en Europa, especialmente en los PIGS [acrónimo de Portugal, Italia, Grecia y España], va a ser muy bajo e incluso negativo. El panorama asusta", dice. "Con esas deudas tan altas y con los planes de austeridad, la deflación es un riesgo serio. Y en esa tesitura, países como Grecia van a tener que reestructurar su deuda, y eso generará una nueva crisis fiscal: ya no es una cuestión de si va a ocurrir, sino solo de cuándo".

Llegan las bofetadas. Roubini considera que tanto el Banco Central Europeo como Alemania están usando políticas equivocadas, por decirlo de forma suave. "La tozudez del BCE, que se empeña en ver fantasmas de inflación, es un desastre para Europa y en particular para los países periféricos. El euro se ha ido por las nubes por la negativa del BCE a dar pasos en la compra de bonos parecidos a los de la Reserva Federal. Como siga en esa línea y el euro llegue a 1,60 por dólar habrá desaparecido cualquier posibilidad de recuperación, y probablemente veamos que junto a Grecia algún otro país tenga que pedir rescate. Irlanda y Portugal son los peor situados. España ha conseguido desmarcarse y está algo mejor, aunque está metida en otros líos".

Roubini nunca ha sido optimista con España. Al inicio de la crisis fiscal griega fue muy duro: "Si cae Grecia es un problema para la UE; si cae España es el desastre". Ahora rebaja la dosis: "España está mucho mejor que Grecia, y mejor que Irlanda o Portugal. Pero tiene una deuda privada enorme, un paro muy elevado que no va a bajar a medio plazo y un pinchazo inmobiliario en el que los precios aún tienen que caer más. Las pruebas de esfuerzo de la banca fueron muy positivas y la competitividad está mejorando, pero créame si le digo que los ajustes han sido duros pero probablemente tengan que ser aún más severos. Sobre todo si Alemania -con esa manía de la austeridad fiscal- y el BCE -incapaz de ser menos rígido- persisten en sus graves errores".

En fin, Roubini en estado puro: "El principal riesgo es la recaída en la recesión o un largo estancamiento, combinado con la deflación: con niveles de endeudamiento público y privado tan altos, eso supondrá suspensiones de pagos en familias, empresas, bancos y, finalmente, Gobiernos".

Hay quien dice que Roubini es como un reloj parado: con todo lo que dispara, acierta dos veces al día. Antonio Torrero, catedrático de la Universidad de Alcalá, asegura que al menos "tiene la valentía de ir a contracorriente" y apunta con tino que "además, da la impresión de venderse estupendamente". Rogoff, que durante años fue uno de sus valedores en la academia, ha explicado que "si uno está sentado junto a miembros del BCE y alguien pregunta qué es lo peor que puede ocurrir, lo primero que se oye es: veamos qué dice Roubini". Últimamente su fama le ha llevado al cine: aparece en Wall Street II y la aún no estrenada en España Inside Job.

Roubini, cómo no, tiene también un análisis sobre esa querencia del cine por la economía, por esa versión del capitalismo mágico de los tres últimos años, irreproducibles en un guión creíble. "No hay forma de hacer una buena película sobre el capitalismo. La realidad es más dramática, impredecible y sorprendente que cualquier película", concluye el oráculo, que esta semana viajó hacia Argentina para dar una de sus conferencias apenas unas horas antes de la muerte de Kirchner.

Discurso de despedida de Oskar Lafontaine en el II Congreso de 'Die Linke' celebrado en Rostock, 15 y 16 de mayo de 2010

Discurso de despedida de Oskar Lafontaine dado en el congreso de Rostock de Die Linke, en mayo de 2010. Va en tres bloques repartidos a lo largo del texto traducido. Un discurso impresionante, valiente, y muy, muy combativo en estos duros tiempos que corren, habla claro y de forma contundente sobre las causas de la crisis y las salidas posibles. Lafontaine se retira por motivos de salud, pero su partido, Die Linke, sigue en su línea de firmeza. El análisis de Lafontaine y sus propuestas son imprescindibles para comprender el momento actual de la situación en toda Europa.


I
Damas y caballeros, en primer lugar, un saludo a los invitados a nuestro congreso. Estimados compañeros y compañeras, amigas y amigos, cuando hace cinco años, después de las elecciones en Renania del Norte-Westfalia, comenzamos nuestra andadura y pusimos en marcha la nueva izquierda en Alemania, ninguno de nosotros podía adivinar lo que ocurriría…

 Hoy podemos decirlo: hemos establecido el sistema de cinco partidos en la República federal. Somos el partido fundado después de la guerra con más éxito en la República federal. Después de todo este tiempo, estamos representados, como lo están Los Verdes, en trece parlamentos regionales y somos más fuertes en el Parlamento federal, aunque los medios de comunicación no se den cuentan de ello. Pero lo digo una vez más: somos más fuertes que Los Verdes y que la CSU. [1] También de esto deberían darse cuenta más a menudo los medios de comunicación. Somos más fuertes que estos dos partidos. También ha sido un triunfo para nosotros formar grupo parlamentario en los estados occidentales. Estoy especialmente contento de que entre todos lo hayamos conseguido, de que nuestros compañeros y compañeras en Renania del Norte-Westfalia estén en el parlamento de su estado. Quiero felicitar a Bärbel Beuermann, Wolfgang Zimmermann y a todos los compañeros y compañeras que han conseguido este gran éxito. No depende de nosotros decir sí o no a una coalición de gobierno. Quiero decirlo una vez más: tan sólo depende de bajo qué condiciones estamos dispuestos a participar en una coalición. Lo digo aquí oficialmente: estamos preparados para participar en una coalición rojo-rojo-verde. No somos fáciles. Estamos dispuestos a participar si eso supone frenar los recortes sociales en el Senado. Éste es un objetivo en el que todos podríamos unirnos y luchar juntos. [2]
Ninguno de nosotros había esperado que estuviésemos tan preparados en este momento. A menudo me preguntan si no abandono la política con algo de melancolía. Más bien la abandono con un sentimiento de agradecimiento hacia muchos de los compañeros y compañeras que han hecho posible este éxito electoral, este triunfo. En primer lugar, hacia aquellos que no son funcionarios del partido ni tienen ningún cargo. También me embarga un sentimiento de agradecimiento hacia nuestros votantes, porque nuestro mejor programa no vale nada si no contamos con el apoyo de los ciudadanos de Alemania.
Pero también me embarga hoy un sentimiento de agradecimiento especialmente hacia aquellos con los que he trabajado en los últimos años. Quisiera mencionar, en primer lugar, a mi co-presidente, Lothar Bisky. (Querido Lothar, sé que sin tu apoyo desde el comienzo este proyecto nunca hubiera arrancado. Gracias de todo corazón por este apoyo). Quiero hacer una mención especial también hoy a Gesine Lötzsch, porque desde el comienzo trabajó para que en el grupo parlamentario se reuniesen Este y Oeste. Ésta es una tarea a proseguir en el futuro. Por eso se merece todo nuestro apoyo. (Permitidme un paréntesis: he leído en la prensa que me lleva la contraria muy poco. Esto es mentira, queridos compañeros y compañeras, pues a menudo no se ha mordido la lengua. Debo traicionar el secreto. Pero cuando me ha expresado sus desacuerdos, lo ha hecho bajo la mirada de más ojos. Por eso la aprecio de una manera especial. No expresa su opinión solamente en las entrevistas de después. Muchas gracias, Gesine).

Pero quisiera agradecer muy especialmente –como comprenderá todo el mundo en esta sala– a Gregor Gysi, que me ha sido un compañero leal, con quien hemos conseguido juntos muchas cosas. Sin él nunca lo hubiéramos conseguido. Y después de que hubiera leído en ese semanario del odio, que es Der Spiegel, que Gregor es un IM de Oskar, quisiera aquí decirlo sin tapujos: yo he sido y seré un IM de Gregor. [3] Seguiremos trabajando solidariamente. Y aún otra cosa más, ahora que he mencionado estos tres nombres: sin el PDS (Partido del Socialismo Democrático, por sus siglas alemanas) Die Linke nunca hubiera sido posible. Agradezco a todos los que han construido el PDS, también a los presidentes del Este, que a menudo me han criticado duramente. Sin ellos esto no hubiera sido posible. También agradezco a los miembros de la WASG (Alternativa electoral por el Trabajo y la Justicia Social, por sus siglas alemanas), en primer lugar a Klaus Ernst, que me ha telefoneado una y otra vez para devolverme al ruedo. (Si todo el mundo estará contento con eso no lo sé, pero querido Klaus, te agradezco que me hayas convencido para participar una vez más. Juntos hemos conseguido de veras muchas cosas. Gracias de corazón). Agradezco a Ulrich Maurer, que proviene del antiguo comité ejecutivo del SPD, en el que trabajamos juntos tanto tiempo, haber apoyado mi trabajo en Die Linke. Se necesita también apoyo y se necesita en especial compañeros que conozco desde hace muchos años, en los que uno puede confiar. Muchas gracias, querido Uli. Y agradezco al presidente saarlandés, Rolf Linser, que ha coordinado durante dos décadas ver.di [el sindicato de oficios varios y sector servicios] en el Sarre. Él ha mantenido abiertas mis opciones en el Sarre. Sin su trabajo, los buenos resultados electorales en el Sarre no hubieran sido posibles, y mi trabajo a escala federal no hubiera sido posible en la forma en que ha tenido lugar.
Queridos amigos y amigas, hemos sido muy claros desde que irrumpimos como factor corrector de la política neoliberal. Quisimos cambiar la política de los otros partidos y lo hemos logrado. Hemos cambiado -volveré más adelante sobre ello- la política del resto de partidos, con el apoyo de la evolución de la economía mundial, que ha reforzado nuestros objetivos, y la hemos cambiado posiblemente incluso más de lo que Los Verdes modificaron la política del resto de partidos en la fase de su fundación.
Somos el partido del socialismo democrático. El socialismo democrático es lo que queremos. Y podemos también decir lo que queremos decir con ello. No es tan difícil. Socialismo democrático quiere decir una sociedad sin explotación ni opresión. Tan fácil como eso. Así se encuentra no solamente en la tradición del movimiento obrero. Se encuentra en las raíces de todos los movimientos de emancipación de todo el mundo. Para mí el socialismo democrático siempre fue un movimiento hacia la libertad de la Humanidad tanto como de la libertad de cada individuo. Por eso descansa en una gran tradición histórica. Me refiero a las revueltas de esclavos en Roma, a las guerras campesinas en la Edad Media, a la Revolución francesa, a la Revolución de noviembre de 1918, a la que aún hoy deberíamos regresar para debatir, y me refiero también a la Revolución pacífica de 1989. En esta tradición de lucha por la libertad está el socialismo democrático, estamos todos nosotros. Somos un gran movimiento de liberación. La lucha por una mayor libertad acompaña a la historia de la Humanidad, no se detiene. La libertad, en las sociedades modernas, requiere de una organización social a la que denominamos democracia. Quien habla sobre democracia y libertad debe también ser capaz de explicar qué quiere decir con ello. Libertad no significa otra cosa que el derecho de cada individuo a decidir sobre su propia vida tanto como le sea posible. La frontera de este derecho está únicamente limitada en el mismo derecho de los demás. Aquí yacen también las raíces más profundas de la democracia, una sociedad en la que los intereses de la mayoría consiguen prevalecer. La democracia sólo es posible cuando cada individuo puede decidir su propia vida tanto como le sea posible. Eso quiere decir que la mayoría puede prevalecer, pero sin imponer su voluntad a la minoría.
Ahora vivimos en todo el mundo una situación en la que la democracia y la libertad están amenazadas como nunca antes lo han estado. Lothar Bisky ya lo ha dicho en su discurso: yo nunca podría habérmelo imaginado hace unos años. La crisis financiera que ahora muestra su rostro más amargo es el resultado de lo que hace quince años dijo el entonces presidente del Bundesbank, Tietmeyer, en el Foro económico mundial: vosotros los políticos –lo digo con mis palabras– ya no tenéis nada que decir. Ahora estáis todos bajo el control de los mercados financieros internacionales. 

Entonces este análisis fue celebrado. La democracia está acabada. Los parlamentos y los gobiernos son solamente parlamentos títeres y gobiernos títeres detrás de los cuales los mercados financieros hacen sus negocios y deciden rescatarse sin que se sepa lo que están haciendo realmente. Por eso podemos decir hoy con toda exactitud que somos un movimiento de regeneración democrática, porque –ahora quiero traicionar un gran secreto– nosotros, el partido supuestamente incompetente en materia económica, nosotros, estos populistas y demagogos, nosotros somos los únicos que hemos proporcionado respuestas modernas a la crisis financiera y a la crisis económica mundial. ¡Los únicos! Todos los demás nos copian.
Nuestro programa se puede resumir en tres letras: KFW. Con ello no nos referimos a la reconstrucción de las instituciones crediticias (Kreditanstalt für Wiederaufbau). Nos referimos al keynesianismo, a la regulación de los mercados financieros y al gobierno económico a nivel europeo. Estos son los tres pilares de nuestra política económica. El keynesianismo ha rescatado a la economía mundial en esta crisis. Sin keynesianismo, sin la inyección de dinero de los estados y los bancos centrales, la economía mundial se habría desplomado. Pero ahora viene algo nuevo, algo que la teoría económica orientada a la oferta y la demanda aún no ha comprendido: el keynesianismo sólo puedo funcionar si se vuelven a regular los mercados financieros. Si eso no sucede, entonces se mueve en el vacío, el dinero de los bancos centrales cae en manos de especuladores y no se produce ninguna reconstrucción económica sino que la destrucción de la economía sigue su camino. Por eso podemos estar orgullosos de estas dos cosas. El keynesianismo y la regulación de los mercados financieros: ésta es la receta de futuro. Ninguna otra cosa ni salvará ni reactivará la economía mundial. El gobierno económico europeo: desde hace años lo hemos reclamado una y otra vez en el Parlamento federal. Nos hemos referido a ello, hemos dicho que no hay otra forma de ayuda. No es necesario ir al fondo de la cuestión para ver las conexiones. No de otro modo fue como aumentaron los salarios de los griegos. No de otro modo fue como los salarios de los alemanes no subieron lo suficiente. El mecanismo de equilibrio era sencillo: la moneda griega había sido devaluada. La moneda alemana había sido revaluada. Ése era el mecanismo de equilibrio para los –en términos económicos precisos– costes laborales.

Y cada uno debe plantearse: ¿Qué pasaba entonces? ¿Cuándo se acabó aquello? Aquella era entonces la respuesta de la economía en el resto de países europeos: llamemos como testigo principal a Jaques Delors: necesitamos un gobierno económico europeo. Necesitamos una instancia que coordine a partir de ahora la política financiera, que coordine la política impositiva, que coordine, por encima de todo, la política salarial, o se acabará el euro. Costes salariales diferentes y desarrollos económicos diferentes requieren de mecanismos de equilibrio. Ése es el sentido de un gobierno económico europeo. Nosotros, Die Linke, fuimos los únicos que reivindicamos esto en el Parlamento federal. Y mientras reclamábamos un programa económico europeo común mientras arreciaba la crisis, en el Parlamento se llamó a que cada uno ponga orden primero en su propia casa. Esta es la regresión al nacionalismo de la que ha hablado Lothar. “Que cada cual ponga orden en su propia casa”. Eso se acabó hace algún tiempo. No podemos hacer retroceder la historia. Debemos encontrar mecanismos de regulación internacionales. Mecanismos de regulación internacionales quiere decir: coordinación mundial con el keynesianismo –lo que, con un año de retraso, ha terminado por ocurrir–, regulación mundial de los mercados financieros y un gobierno económico europeo.

No se puede desentender uno de estas tareas con excusas y decir que no podemos hacer nada en casa. De haber aprobado el parlamento una sola ley acerca de lo que hemos cuestionado de la desregulación en los últimos años, si pudiésemos retroceder, entonces muchos negocios criminales se hubieran sin duda prohibido. El gobierno rojiverde –no debe olvidarse que no siempre estuvieron por la regulación como lo están ahora– extendió la alfombra roja a los tiburones. Y la Gran coalición mantuvo en su programa que debíamos extender el mercado de la securitización. Todas estas “armas de destrucción masiva” siguen desplegadas en Alemania. Con una sola ley, todas estas medidas de desregulación podrían haberse revocado. Entonces los hedge funds estarían prohibidos en Alemania y tampoco tendríamos fondos comunes de reserva. Habríamos prohibido el trasiego de carteras y habríamos prohibido sobre todo el comercio criminal con los paraísos fiscales. Esto es un verdadero escándalo. Ahora podéis ver con claridad lo que está ocurriendo realmente: el gobierno de la república actuando de contrabandista de los defraudadores de la ley. Financian con 18.000 millones de euros al Commerzbank, que en su publicidad comercial llama al fraude fiscal. Ése es el estado de la cuestión en nuestra sociedad.

II
El segundo punto clave de nuestra respuesta a la situación económica mundial es la restitución del estado social. Es clave en una política de izquierdas. Con ello lo que queremos decir es que debemos volver a crear una prestación para los desempleados que merezca realmente ese nombre. Tenemos una propuesta para ello. No decimos solamente que estamos en contra de algo. Decimos que queremos una prestación por desempleo en la que se pague un mes por cada año cotizado. Es una propuesta razonable. Es una regulación racional, recompensa el trabajo de toda una vida. Nuestro lema sigue siendo: debe ponerse fin al Hartz IV, porque no queremos que el objetivo sea forzar a la gente a tener un trabajo tras otro, año tras año, que esté muy por debajo de su cualificación y muy por debajo de su antiguo salario. Si ha podido existir es porque es la base del dumping salarial y el trabajo precario en Alemania. Queremos una pensión que permita a los ancianos una vejez lo más digna que pueda imaginarse. La destrucción de los fondos de pensiones públicos es una catástrofe. Todos los demás partidos han puesto su grano de arena para que ello suceda. Y puede expresarse en cifras: quien haya ganado 1.000 euros al mes en Alemania tiene, después de 45 años de trabajo, el derecho a una pensión mensual de 400 euros. Increíble. La media de los estados de la OCDE es de 730 euros. ¿Qué tiene de especial en Alemania para que se castiguen así las pensiones? Por eso decimos: nosotros, Die Linke, luchamos por los fondos de pensiones públicos que permitan una vida digna en la vejez. Eso significa que las deducciones deben desaparecer de las fórmulas para las pensiones. Así de sencillo.

El tercer punto es la sanidad pública. Nadie se atreve a explicar qué quieren decir cuando dicen sin más que defienden la igualdad. Igualdad, dicen, significa que el conserje contribuya igual a la seguridad social que el director general. Esto es tremendamente justo. Todos reciben el mismo servicio, todos tienen que contribuir lo mismo. Esta perversión de los así llamados liberales nos devuelve una vez más a lo antes dicho.
Queremos la justicia social. Nosotros tenemos otros significado de la igualdad. El estado social, queridos amigos y amigas, es también el fundamento para la libertad. Quien no se da cuenta de eso, no ha comprendido lo que es la libertad. Quien a finales de mes no sabe si podrá pagar su alquiler, quien no sabe si podrá seguir llenando el cesto de la compra, no es libre. Quien no puede planificar su vida no es libre. Quien no puede planificar su vida tampoco puede participar en la vida democrática. Por eso las actuales condiciones laborales son un ataque a la libertad. Los contratos temporales y la subcontratación son un ataque a la libertad. Los Minijobs son un ataque a la libertad. Nunca aceptaremos estas formas de exclusión porque sabemos lo que la libertad significa, porque nos entendemos a nosotros mismos como un movimiento de emancipación. No debemos nunca olvidar que en una sociedad rica se excluye a muchas personas, que estas personas se ven obligadas a llevar una vida privada de libertad.
Quien quiera renovar la democracia debe saber lo que la democracia significa. Frente al resto de partidos, hemos sostenido que la «democracia es la sociedad en la que  prevalecen los intereses de la mayoría.» No es tan difícil. Hemos dicho que, en un sentido más amplio, si los salarios descienden y si las pensiones descienden aún más, si las prestaciones sociales se desploman más todavía, entonces ya no prevalecen los intereses de la mayoría. Lo mismo vale para la crisis financiera. Es una broma afirmar que los cientos de miles de millones para salvar a los banqueros fueron proporcionados en interés de la mayoría. Por eso debemos reconstruir la democracia, para que sea de nuevo posible que prevalezcan los intereses de la mayoría.

Este proyecto comienza naturalmente por nosotros mismos y por eso estoy orgulloso de que en el nuevo esbozo del programa las bases son la instancia que decide la dirección que han de tomar las decisiones. Ningún otro, queridos amigos y amigas: son los militantes quienes tienen la última palabra y no el congreso del partido. Y quien quiera razones, sólo tiene que echar un vistazo al SPD. De haber sometido el SPD a sus militantes la Agenda 2010, el Hartz IV, la participación en la guerra de Afganistán, hoy contaría con seguridad entre el 35 y el 38 por ciento de apoyo. Estoy convencido de ello. Podemos aprender algo más de los últimos años. Debemos tomar todas nuestras decisiones con nuestros militantes y nuestros votantes, sino fracasaremos y retrocederemos y queremos evitar eso a toda costa. Por eso estamos aquí: para trabajar para la militancia. Los referendos son en una democracia parlamentaria una posibilidad de abrir caminos para que prevalezcan los intereses de la mayoría. Y los sistemas parlamentarios no son, y esto puede verse en todo el mundo, ninguna garantía para ello. Habría que someter a referéndum el programa Hartz IV o la decisión de retrasar la jubilación a los 67 años. Si se hubieran aprobado así, yo no tendría absolutamente nada que decir.
 
Y luego tenemos aún algo más. Queremos estar en la tradición de la izquierda europea, en la tradición de [Rosa] Luxembrug y [Karl] Liebknecht de la huelga general, de la huelga política, si la mayoría ha de enfrentarse a los recortes sociales. [4] Obviamente, ésta no puede realizarse sin los militantes. Los dirigentes sindicales que son escépticos tienen aquí razón. Podría citar no obstante para convencerlos del número de socialistas europeos que han abogado por ello, empezando por Aristide Briand, un joven abogado que en una ocasión en Nantes reclamó como una de las primeras reivindicaciones la de la huelga general. [5] Es naturalmente indispensable que participen los afiliados y los militantes. Pero no deberían de frustrarse constantemente. Por eso y para eso debe organizarse la resistencia y no que todo se quede en una reunión, con un discurso y al final todos se van a tomar una cerveza y en la práctica no se hace nada. Si ésta es la forma de protestar, entonces más bien dañamos a la democracia, porque quienes protestan quieren que se consiga algo. Por eso no es tampoco ninguna bagatela que también sea una de las características que definen a Die Linke. Debemos poner fin nada menos que a la infiltración del sistema parlamentario mediante el cabildeo. Debemos poner fin a la puesta en almoneda de la política, que durante todo este tiempo ha tenido lugar a una escala como nunca antes había sucedido. Y por ello estamos a favor de prohibir que las empresas financien a los partidos, como ocurre en Francia, y estamos a favor de limitar las donaciones individuales a una suma relativamente modesta, como en Francia. Los afectados por el Hartz IV no pueden corromper las decisiones políticas, los propietarios de los hoteles Mövenpick pueden hacerlo a gran escala. Esto no es democrático. Queremos que cada voto tenga el mismo peso. Y si los demás no colaboran, entonces deberían dar una muestra de su honestidad como la de los deportistas de élite. Los deportistas llevan tradicionalmente en sus camisetas a sus patrocinadores. Fue una contribución a la transparencia y a la apertura en democracia. Imagínenselo: se reúne el parlamento, el presidente abre la sesión y entran uno tras otro todos los grupos parlamentarios y aquí llegan: vemos en primer lugar a [el presidente de los liberales] Guido Westerwelle con una camiseta de Mövenpick, seguido por la canciller con una camiseta del Deutsche Bank, tras ella, los socialdemócratas con la camiseta Daimler Benz y nuestros queridos Verdes entran vistiendo la camiseta de Hoffentlich Allianz. Sólo Die Linke entraría en el pleno con ropa de calle. Sería toda una imagen.

III
Nuestro programa de regeneración democrática toca el nervio con la cuestión de la propiedad. Esta es la idea motora del movimiento obrero desde sus comienzos. Para nosotros es válido un sencillo principio que es revolucionario: la propiedad se funda en el trabajo. Somos la única fuerza política que nos tomamos en serio este principio. Somos la única sociedad en la que cada vez más propiedad no se funda en el trabajo, pero por eso mismo nosotros, Die Linke, queremos cambiarla. Queremos que la propiedad se funde nuevamente sobre el trabajo, no sobre la herencia, la corrupción y la especulación.

Así aparece por lo demás en el código civil: «quien mediante la manipulación o la transformación de una o más materias manufacture un bien, adquiere la propiedad de este nuevo objeto.” Éste es el artículo 950 del código civil, que se contraviene a diario en nuestra economía. Si se tomase esta ley seriamente, entonces deberíamos remodelar completamente nuestro orden económico. Es una debilidad de nuestra Ley fundamental que en ella no se defina la propiedad. Somos la única fuerza política que pregunta: ¿Qué pertenece a quién? ¿Por qué? Esta pregunta debe responderla toda sociedad en que se alcance la igualdad. Nosotros decimos que la gran fortuna de BMW no la han creado la señora Klatten y Quandat, sino decenas de miles de trabajadores. La gran fortuna de Schäffler no la ha creado la señora Schäffler, sino decenas de miles de trabajadores. Y la gran fortuna de Volkswagen no la ha creado el señor Piech, sino decenas de miles de trabajadores a los que deberá devolverles su fortuna. Ésta es una reivindicación central de Die Linke. [6]
Die Linke tampoco elude la desposesión, sino que quiere revocar por todos los medios la insidiosa desposesión que sucede en el día a día económico. Y quien quiera discutirlo con nosotros debe responder, qué pertenece a quién y por qué motivos. Es mi deseo que el poema de Brecht “Preguntas de un obrero ante un libro de historia” encabece nuestro programa. En este poema se presentan las cuestiones fundamentales. “Tebas, la de las Siete Puertas, ¿quién la construyó? / En los libros figuran los nombres de reyes. / ¿Arrastraron los reyes los grandes bloques de piedra?” Ésta es la principal falacia de nuestra sociedad: muchos creen que los grandes capitanes de industria “han arrastrado los grandes bloques de piedra.” Una falacia elemental que ha sobrevivido durante siglos. Ahora somos capaces de diferenciar la cuestión de la propiedad. Los suecos han nacionalizado todos sus bancos durante la crisis económica. Cuando redactamos en nuestro programa que queremos la socialización de los bancos se producen también en nuestras filas irritación. Y por supuesto, que el significado de la nacionalización no es popular entre la población, lo sabemos de sobras. [7] Tampoco es la llave maestra que abre todas las puertas –volveré sobre ello más adelante– pero se trata de anclar el sector financiero nuevamente al control democrático y eso sólo puede suceder si el estado toma la responsabilidad de las grandes instituciones. Quisiera explicar este razonamiento. Es un hecho desconocido que todos los grandes bancos e instituciones se han nacionalizado desde hace mucho tiempo. Nos jugamos miles de millones con la nacionalización de estas instituciones. El ganador cosecha los beneficios, pero si ha hecho algo mal, entonces tenemos un accionista, el padre estado. Esta nacionalización torpe la rechaza Die Linke. Queremos, ya que se han socializado las pérdidas, que también se socialicen los beneficios.
Lo mismo vale para las empresas energéticas. En Francia no hubo bajo ningún pretexto debate, y tampoco en otros estados, pero entre nosotros, como era de esperar, sí que la hubo, porque estamos fijados ideológicamente como apenas ninguna otra sociedad. Queremos remunicipalizar el sector energético. Ésta es también una cuestión clave del programa en Renania del Norte-Westfalia. Queremos convencer a Los Verdes de que sólo un sector energético descentralizado es respetuoso con el medio ambiente. Cuando Los Verdes actúan como santos patronos de la [compañía eléctrica regional] RWE y del resto de empresas energéticas, no son Verdes, son reaccionarios, y esto hay que decirlo claramente. Luego surge otra cuestión clave en relación con la economía general: ¿Qué ocurre con las industrias clave? Es nuestro deber discutirlo. Hay quien apuesta por la participación estatal y hay quien, entre quienes me cuento, quieren la democracia industrial, aumentando la participación y las decisiones de los trabajadores. Es éste un debate que debemos resolver. Hemos puesto el ejemplo de Opel. Quienes fueron los primeros que suplicaron una participación del Estado, y quienes hubieron de oírlo no pudieron más que sorprenderse, fueron Merkel y [el presidente de la CDU en Hesse, Roland] Koch. Fue entonces cuando Gregor y yo dijimos: no queremos ninguna VEB,[8] porque con esta fórmula para combatir la crisis nos han querido dar una lección a nosotros, que defendemos la democracia industrial. Nosotros queremos la libertad desde abajo, diferenciar a los individuos. La organización de los trabajadores es la utopía del futuro, la utopía de un partido verdaderamente de izquierdas.
Y por supuesto queremos apoyar al pequeño comerciante y empresario. Fuimos los únicos en el Parlamento que, en interés de los pequeños comerciantes, pedimos la reintroducción de una amortización decreciente para todas las mercancías. Fuimos los únicos que quisimos eliminar las exenciones personales (Mittelstandsbauch) en interés de los pequeños comerciantes y somos los únicos que queremos implantar el salario mínimo y reforzar la demanda doméstica en interés de los comerciantes que hacen sus negocios y ganan su dinero aquí, en Alemania. Quien aspire a una sociedad ecológicamente sostenible debe aspirar a otro reparto de poder. En el sector energético debería ser comprensible por sí mismo. El principio ecológico es también un principio de descentralización y de distribución de poder. La democracia industrial también es ecológica, como las recientes investigaciones en economía han demostrado. Ahí tenemos a premios Nobel que lo han demostrado científicamente: si los bienes son administrados colectivamente, eso es sostenible. [9] Se trata de una razón más para la democracia industrial en un sentido amplio. Y la guerra es tan poco verde como la desregulación de los mercados financieros. Eso es lo que Los Verdes no han entendido: que con la desregulación de los mercados financieros la catástrofe ecológica está servida. Véase el caso de la economía petrolera en el Golfo de México.
Termino. La guerra es la peor forma de destrucción medioambiental. Y estoy orgulloso de poder decir hoy que somos el único partido antibelicista en Alemania. Somos los únicos que seguimos en la tradición del movimiento obrero. Somos los únicos que mantenemos las tesis sobre el imperialismo del movimiento obrero, tesis que son, lisa y llanamente, el resultado de un análisis social. Es así de cierto y la guerra en Oriente próximo así lo muestra: las guerras no se libran por la libertad y la democracia, son y serán siempre guerras por las materias y los mercados y en ello Die Linke no participará jamás. Esto también se aplica a la sedicente intervención humanitaria, que por desgracia aún sigue en el programa del SPD, y que también por desgracia sostienen Los Verdes. No existen explicaciones éticas racionales. Lo he dicho cientos de veces y lo digo hoy también: mientras se pueda salvar a millones de personas del hambre con muchísimo menos dinero, mientras se pueda salvar a millones de personas de la enfermedad y la muerte con muchísimo menos dinero mientras una “intervención humanitaria” cuesta muchos miles de millones, la guerra no tiene ninguna justificación ética.
Queridos amigos y amigas, Lothar y yo pasamos hoy el relevo. Creo que podemos estar contentos de haber conseguido mucho con vosotros. Y ahora depende de vosotros y de todos nuestros militantes que sigamos este camino sin desviarnos. Hemos tenido éxito y una estrategia de éxito no se sustituye nunca. Seguiremos siendo el partido que representa la justicia social y la democracia.
En este sentido, ¡os deseo muchísima suerte! [10]
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Notas: [1] Christlich-Soziale Union in Bayern , Unión Social-Cristiana de Baviera, partido hermano de la CDU (Unión Cristiano-Demócrata). [2] Las conversaciones para la formación de una coalición gubernamental rojo-rojo-verde (SPD-LINKE-Verdes) en Renania del Norte-Westfalia finalmente fracasaron. En el momento de traducir este texto, se barajaba la posibilidad de una “coalición Jamaica” (CDU-SPD-Verdes) y una “coalición semáforo” (SPD-FDP-Verdes). Finalmente se cerró una coalición rojiverde en minoría. [3] Siglas de Inofizielle Mitarbeiter, informador no-oficial de la Stasi, los servicios de seguridad del estado en la extinta RDA. [4] La legislación alemana prohíbe la huelga general por motivos políticos. [5] Aristide Briand (1862-1932), político socialista francés partidario del fortalecimiento de las relaciones franco-alemanas y de la creación de una unión social europea. [6] Susanne Klatten (nombre de soltera: Susanne Hanna Ursula Quandt) es la heredera de los propietarios de BMW y la persona más rica de Alemania. El grupo Schäffler es el mayor fabricante de maquinaria para la industria aeroespacial y automovilística. [7] Verstaatlichung en el original. Literalmente: “estatalización”. [8] Volkseigener Betrieb , en la extinta República Democrática Alemana, empresa de propiedad estatal. [9] Referencia a Elinor Ostrom (1933), premio Nobel de economía en el 2009 por sus investigaciones sobre la propiedad comunal. [10] Glück auf en el original. Se trata del saludo tradicional de los mineros alemanes. En regiones mineras como la cuenca del Ruhr y el Sarre (de donde procede Lafontaine) el uso se extendió a los sindicatos y el SPD.

(Fuente: El Viejo Topo, n. 270-271, julio-agosto 2010)

miércoles, 27 de octubre de 2010

Guerra de divisas: entre la política interna y la cooperación internacional / Federico Steinberg *


Introducción



El ministro de Finanzas de Brasil, Guido Mantega, afirmó en las asambleas de otoño del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial a principios de octubre que las principales potencias han entrado en una “guerra de divisas”. Desde entonces, el nerviosismo y la preocupación han invadido las portadas de la prensa económica mundial y la retórica bélica, aplicada a la economía, ha elevado la tensión hasta límites no vistos desde el estallido de la crisis financiera. Si estos problemas cambiarios son el principio de una ola de devaluaciones competitivas que termina llevando al aumento del proteccionismo como en los años 30 todos deberíamos estar preocupados. En aquella ocasión, estas políticas de empobrecimiento del vecino no llevaron al crecimiento, tensaron las relaciones económicas internacionales y abrieron guerras comerciales que solo se cerraron tras la Segunda Guerra Mundial.


Sin embargo, la economía internacional todavía está lejos de esta situación, y además cuenta con instrumentos de cooperación internacional que deberían permitirle evitar el escenario de unilateralismo, descoordinación, nacionalismo y desglobalización que dañaría de forma significativa las perspectivas de crecimiento de la economía mundial. Esto no significa que la situación pueda enderezarse rápidamente. Es mucho más probable que los movimientos sean graduales y poco espectaculares. Pero, en todo caso, todos los protagonistas de esta incipiente batalla ganarían si rebajan el nivel de tensión. Esto contribuiría a buscar una solución cooperativa en la cumbre del G-20 que se celebrará en Seúl a mediados de noviembre. De hecho, el problema de los tipos de cambio podría servir para que el G-20 recuperara el impulso que tuvo al principio de la crisis, en 2008 y 2009, y que ha ido perdiendo en las últimas dos cumbres, sobre todo en la de Toronto del pasado mes de junio.

Lo ideal sería que en la cumbre del G-20 se lograra un acuerdo para que China aprecie nominalmente su moneda y la desligue del dólar; EEUU, Japón, la zona euro y el Reino Unido coordinen una expansión monetaria a través de medidas de facilitación cuantitativa; y las restantes economías emergentes especifiquen claramente qué tipo de controles de capital piensan utilizar en el caso de que sus monedas se aprecien demasiado como consecuencia de la política monetaria expansiva estadounidense. Esta solución cooperativa permitiría que los ajustes de los tipos de cambio reales contribuyeran a reequilibrar la economía mundial; es decir, a aumentar la demanda de los países con superávit por cuenta corriente y reducir la de aquellos que tienen déficit. También permitiría alejar el riesgo de deflación que se cierne sobre los países ricos y legitimaría el uso de ciertos controles de capital en potencias emergentes como Brasil y la India, que están experimentando grandes entradas de capital que les generan inflación y burbujas en los mercados de activos y podrían ser la semilla de una próxima crisis financiera. De hecho el “Marco para el crecimiento sostenible y equilibrado” que el G-20 aprobó en la cumbre de Pittsburgh en septiembre de 2009 estaba pensado precisamente para facilitar este proceso de reequilibrio del crecimiento mundial bajo la supervisión del FMI. Y las propuestas que los países del G-20 han discutido en la reunión preparatoria de Ministros de Economía y Finanzas de finales de octubre iban en esa dirección.

Sin embargo, esta solución coordinada, que ya se compara con el acuerdo del Plaza de 1985, que entonces sirvió para depreciar el dólar, será difícil de plasmar en un acuerdo. Ello se debe a varios motivos: (1) a la resistencia de China a reevaluar su tipo de cambio por motivos políticos internos; (2) a la desconfianza de las autoridades estadounidenses hacia China y otras economías emergentes que intervienen en los mercados cambiarios y acumulan reservas en dólares; (3) a la incertidumbre sobre cuál será el impacto de una nueva oleada de facilitación cuantitativa por parte de la Reserva Federal, el Banco Central de Japón y el del Reino Unido, que podría o no contribuir a la lucha contra la deflación pero que afectará a los tipos de cambio; (4) a la indiferencia con la que el Banco Central Europeo (BCE), siguiendo fielmente el guión que marca Alemania, está tratando el problema de la volatilidad de los tipos de cambio y la fortaleza del euro; y (5) a la peligrosa sensación general de que cada país tenderá a buscar soluciones a sus propios problemas sin atender a las necesidades de la economía mundial, algo que afecta especialmente a los países relativamente pequeños que se ven incapaces de evitar que las políticas unilaterales adoptadas por las grandes potencias les afecten de forma adversa. Esto último es aplicable a países tan diversos como Corea, Suiza, Brasil, Tailandia o Indonesia, que ven como sus monedas se están apreciando sin que puedan evitarlo. Pero también a países de la periferia de la zona euro, que ven como el corsé que les supone la moneda única y la actitud conservadora del BCE dificultan la recuperación vía exportaciones debido a la fortaleza del euro. En definitiva, los determinantes políticos internos están obstaculizando una solución cooperativa al nivel internacional.

Este artículo analiza los distintos ángulos del conflicto cambiario y sus posibles soluciones. Primero, compara la situación actual con la de los años 30 y explica la relación entre devaluaciones competitivas y proteccionismo. Segundo, explora los condicionantes políticos internos que explican la posición de los principales países en relación a los tipos de cambio. Por último, evalúa la viabilidad de las distintas propuestas de coordinación que se han planteado, incluidas las destinadas a modificar la posición de China. A lo largo del trabajo se muestra que, por el momento, la economía mundial se encuentra lejos de una guerra abierta de divisas o de una oleada de devaluaciones competitivas que conduzcan al proteccionismo. Pero eso no significa que se pueda bajar la guardia. Es necesario abordar el problema y obtener avances graduales para evitar una escalada de conflicto e inestabilidad, que podría tener nefastas consecuencias para la economía mundial.

Devaluaciones competitivas como antesala del proteccionismo
 
El espectro que planea sobre la economía mundial es el de las devaluaciones competitivas, también llamadas políticas de empobrecer al vecino. Estas prácticas tienen como objetivo promover las exportaciones debilitando la moneda nacional mediante la intervención directa en el mercado cambiario, la relajación de la política monetaria o la adopción de controles de capitales. Ya fueron utilizadas en los años 30 y tuvieron nefastas consecuencias colectivas porque como el tipo de cambio es la relación entre dos monedas es imposible que todas se deprecien al mismo tiempo. Además, el mantenimiento de tipos de cambio artificialmente bajos suele ser la antesala del proteccionismo, que por el momento en esta crisis se ha mantenido a raya (según el Banco Mundial sólo el 2% de la reducción del comercio mundial en esta crisis ha sido causada por un aumento del proteccionismo mientras que en los años 30 la cifra equivalente fue de casi el 50%).


Durante la Gran Depresión de los años 30, los países que más elevaron sus aranceles no fueron los que experimentaron una recesión más severa ni un mayor aumento del desempleo, sino los que a partir de 1931 se mantuvieron dentro del patrón oro (que era un sistema de tipos de cambio fijos que no les permitía devaluar). Los países que decidieron abandonar el patrón oro –es decir, romper su compromiso con esta regla que Keynes calificó de “bárbara reliquia” por su incompatibilidad con la autonomía de la política monetaria y sus efectos deflacionarios– pudieron sortear mejor la crisis y no elevaron tanto sus aranceles.

En la actualidad no existe un sistema global de tipos de cambio fijos. Pero como China fija su tipo de cambio al dólar desde 1995, EEUU se encuentra en la misma situación que la de los países que no podían devaluar en los años 30, lo que explica el aumento de las presiones proteccionistas y de la retórica anti-china en EEUU (dentro de la zona euro también se dan algunas tensiones entre Alemania y los países con déficit por cuenta corriente por la existencia de la moneda única y la imposibilidad de devaluar). Pocos discuten ya que China manipula su tipo de cambio. Sus reservas han alcanzado los 2,6 billones de dólares (aproximadamente la mitad de su PIB), una cifra demasiado elevada como para que pueda justificarse que son un colchón necesario contra posibles imprevistos. Y su resistencia a apreciar el yuan supone, como ha señalado Martin Wolf, que China está intentando hacer con EEUU lo mismo que Alemania con Grecia: obligarle a recuperar su competitividad vía deflación en vez de permitiendo un ajuste en el tipo de cambio nominal. Pero como EEUU no es Grecia, tiene instrumentos para liberarse de la presión china, e incluso contraatacar, como veremos en la siguiente sección. Por el momento, el Congreso norteamericano, que en su configuración actual de mayoría demócrata es más proteccionista que el Ejecutivo, ha aprobado una ley que le permitiría establecer aranceles contra los productos chinos de forma unilateral, lo cual está prohibido por la OMC al tratarse de medidas discriminatorias. Pero ambos colosos saben que una guerra comercial no beneficiaría a ninguno.

En definitiva, la experiencia de la Gran Depresión, que tanto ha contribuido a enfrentar con políticas adecuadas la crisis actual, indica que una guerra de divisas podría ser el desencadenante del proteccionismo que tanto se quiere evitar. Por lo tanto, es una prioridad buscar soluciones cooperativas al problema de las monedas para que EEUU no eleve sus aranceles y otros países lo imiten, lo que abriría una guerra comercial que obstaculizaría la recuperación y socavaría la credibilidad y legitimidad de la OMC.
Política interna: ¿qué preocupa a cada país?
 
Aunque existen soluciones cooperativas sobre la mesa, en un entorno de débil crecimiento económico en los países ricos y rápidos cambios geopolíticos a escala global, los condicionantes políticos internos dificultan las soluciones coordinadas. Por lo tanto, es importante entender qué preocupa a los principales actores y cuál es su margen de maniobra.


China
 
China, identificado desde occidente como “el problema”, ha encontrado en la política cambiaria el instrumento más efectivo para aumentar el crecimiento y el nivel de empleo, en el que se basa la legitimidad de su régimen político. Un yuan barato permite a China fortalecer su sector exportador y atraer inversión directa extranjera, lo que se traduce en creación de empleo y en un gradual incremento del nivel de vida de su población. Asimismo, la promoción del sector exportador manufacturero es clave en el aumento de la productividad, que a largo plazo es la variable fundamental para incrementar los niveles de renta per cápita. Por último, la intervención cambiaria es un instrumento más eficaz que las subvenciones a las exportaciones, que por su propia naturaleza discriminan entre sectores y además no son legales bajo las normas a las que China se comprometió cuando se integró en la OMC en 2001. Por lo tanto, aunque China ha permitido una ligera apreciación del yuan (tanto entre 2005 y 2008 como a partir de junio de 2010) y la posición de su Banco Central sobre el tipo de cambio es ambigua porque la debilidad de la moneda produce inflación y recalienta la economía, por el momento no parece que el gobierno vaya a cambiar su política, especialmente si recibe presiones externas.


Además, hay que recordar que China tiene un sistema financiero muy intervenido y mantiene fuertes controles de capital. Esto le permite preservar la autonomía de su política monetaria y contrarrestar los efectos inflacionistas de la intervención en los mercados cambiarios mediante la esterilización, la contracción del crédito y las subidas de los tipos de interés, algo que otros países en desarrollo que han liberalizado más su sector financiero y su cuenta de capitales no pueden hacer. En definitiva, los determinantes políticos internos hacen que el gobierno prefiera enfriar su economía con instrumentos que no contribuyen a reequilibrar la economía mundial (como lo haría una reevaluación del yuan), pero le permiten contener la inflación y seguir creando empleo y crecimiento a través del sector exportador.

EEUU, Japón y el Reino Unido
 
En EEUU los condicionantes internos son diferentes. El problema no es el valor del dólar en sí, sino el riesgo de deflación y la persistencia del desempleo. Es cierto que un dólar más barato es un instrumento para hacer frente a estos problemas, pero no es el único. De hecho, la Reserva Federal ha anunciado que si la inflación continúa bajando llevará a cabo una nueva batería de medidas de expansión monetaria. Como los tipos de interés ya están en el 0% iniciará otra oleada de expansión cuantitativa; es decir, imprimirá dinero para comprar activos, lo que elevará su precio, reducirá su rentabilidad e incentivará a los bancos a prestar más al sector privado. El efecto de esta medida será un dólar más barato y una salida de capitales desde EEUU hacia los países emergentes (incluido China), que tienen tipos de interés más elevados, lo que se suele denominar carry trade. En este sentido, puede decirse que, como EEUU tiene la moneda de reserva global y puede imprimir todo el dinero que quiera, con su facilitación cuantitativa puede “inflar” al resto del mundo, y cuenta con una munición ilimitada para ello.


Ahora bien, como lo que realmente preocupa al presidente de la Reserva Federal Ben Bernanke es el riesgo de deflación, la expansión cuantitativa no debería considerarse como una devaluación competitiva orquestada para dañar a China y a las otras economías emergentes. Es una acción legítima por parte de un país que tiene poco margen para la expansión fiscal y emplea la política monetaria para evitar la deflación, que de producirse sería catastrófica porque elevaría el valor real de las ya abultadas deudas de hogares y empresas norteamericanas. Pero Bernanke, que se encuentra entre los banqueros centrales que más temen la deflación y que más abogan por establecer un objetivo concreto de inflación para infundir confianza y anclar las expectativas, dejará de imprimir dinero y retirará liquidez tan pronto como la demanda se reactive y los precios y el empleo se recuperen. Si no lo hiciera la inflación se dispararía, algo que la Reserva Federal tampoco está dispuesta a aceptar. El problema es que como la facilitación cuantitativa a gran escala nunca se ha llevado a cabo antes de esta crisis nadie sabe con certeza cuáles serán sus efectos sobre el crédito, el empleo, los precios o el crecimiento. Lo que sí se sabe es que se traducirán en una salida de capitales de EEUU, así como que reforzará la tendencia a la depreciación del dólar. 

Japón (y en menor medida el Reino Unido) se encuentran en unas situación similar a la estadounidense, aunque sus acciones tienen mucho menor impacto internacional. Japón se está planteando otra ola de facilitación cuantitativa, es el único país avanzado además de Suiza que ha intervenido directamente en el mercado cambiario para debilitar su moneda y ha aprobado un nuevo paquete de estímulo fiscal. Todas estas medidas van destinadas a luchar contra la deflación, cuyos devastadores efectos ya sufrió en los años 90. El Reino Unido podría volver a expandir el balance de su banco central, sobre todo si el enorme recorte fiscal que el gobierno de Cameron ha anunciado tiene efectos deflacionistas.

La zona euro
 
En la zona euro las cosas se ven de otra manera. Para el BCE no hay riesgo de deflación (aunque según el FMI el 66% de los países con riesgo alto de deflación son de la zona euro). Por lo tanto, para satisfacción de Alemania e incomodidad de Francia y los países periféricos (incluida España), el BCE ha iniciado su estrategia de salida monetaria retirando algunas de las líneas de liquidez extraordinarias que estableció al estallar la crisis, lo que en la práctica supone que, aunque los tipos de interés permanecen en el 1%, se ha iniciado una contracción monetaria. Estas medidas han disparado el valor del euro, lo que reduce la competitividad precio de las exportaciones de la eurozona, dificulta la recuperación e incrementa la probabilidad de que efectivamente los precios europeos caigan. En definitiva, el euro está soportando la mayor parte de la carga del ajuste cambiario global. Además, como el BCE permanece impasible ante la apreciación de la moneda única (y es plenamente independiente para hacerlo), nada indica que la fortaleza del euro vaya a detenerse, especialmente si los demás países avanzados se embarcan en la facilitación cuantitativa mientras el BCE restringe su oferta monetaria.


En todo caso, el impacto de un euro fuerte sobre España es menos dañino que sobre la media de los países de la zona euro por dos razones. Primero, porque más del 55% de las exportaciones españolas tienen como destino la zona euro (más que la media de la UE) y estas ventas no se ven afectadas por la apreciación de la moneda única, aunque sí por la pérdida de competitividad precio de los productos españoles derivada del diferencial de inflación positivo con la eurozona. Segundo, porque un euro fuerte abarata las importaciones de petróleo y la tasa de dependencia del petróleo en España es prácticamente del 100%, muy superior a la de la media de la zona euro.

El resto de emergentes
 
El último grupo de países relevantes en esta guerra de divisas lo forman las economías emergentes que, aun siendo importantes exportadores, no intervienen tan agresivamente sobre su tipo de cambio como China y algunos países exportadores de energía. Se trata fundamentalmente de los países de América Latina, la India, Corea del Sur, Singapur, Indonesia, Malasia y Tailandia (Suiza también entraría en esta categoría, aunque es un país rico).


Como la recuperación está siendo mucho más rápida en el mundo emergente que en el desarrollado, se están produciendo importantes flujos de capital hacia estos países, que ofrecen rentabilidades esperadas para la inversión muy superiores a las de los países desarrollados, tanto en depósitos bancarios como activos de mayor riesgo (según el Instituto de Finanzas Internacionales estos flujos de capital alcanzarán en 2010 los 825.000 millones de dólares, cuando en 2009 representaron sólo 581.000 millones). Además, si los países avanzados continúan aumentando la liquidez mediante la facilitación cuantitativa, dichos flujos se incrementarían, perjudicando a estos (inocentes) países al menos por dos motivos. Primero, porque ejercen una fuerte presión al alza sobre sus tipos de cambio, lo que afecta negativamente a sus exportaciones y puede llevarlos a tener déficit por cuenta corriente (o ampliarlos si ya los tenían). Segundo, porque aceleran la inflación y pueden dar lugar a burbujas en los mercados de activos que, en caso de un cambio de expectativas y una reversión de los flujos de capital (lo que se conoce en la literatura académica como un sudden stop), pueden dar lugar a crisis financieras como las que ya sufrieron en los años 90.

Aunque estos países han acumulado importantes reservas como medida de auto-protección contra las crisis, están optando por intervenir directamente para depreciar sus monedas o imponer controles de capital para limitar la entrada de capital (Brasil ha elevado del 2% al 4% el impuesto sobre las entradas de capital no productivo y Tailandia ha anunciado un impuesto del 15% para los inversores extranjeros que adquieran bonos). De hecho, el propio FMI, que tan crítico fue con controles de capital en las últimas décadas, parece bendecir ahora estas prácticas como medida preventiva contra el recalentamiento de sus economías. Pero si estos controles se generalizan, se produciría un proceso de desglobalización financiera con consecuencias negativas para el mundo emergente a largo plazo.

En definitiva, como estos países están recibiendo sin culpa alguna las externalidades negativas de las políticas de China y EEUU, se justifica que impongan impuestos y controles a las entradas de capital. Sin embargo, sería preferible que no tuvieran que hacerlo, lo que requiere de una solución coordinada a nivel internacional.

Conclusión

Hacia una solución cooperativa en el G-20
 
A pesar de la divergencia de intereses a corto plazo entre los distintos países y de que sus problemas políticos internos hacen difícil forjar un acuerdo internacional, todos entienden que el recrudecimiento de la incipiente guerra de divisas no beneficiaría a nadie. De hecho, todos los países (incluida China) han admitido que el crecimiento mundial a largo plazo pasa por resolver los desequilibrios macroeconómicos globales, lo que requiere, entre otras cosas, atajar el problema de los tipos de cambio. Por lo tanto, es muy posible que el G-20 sea capaz de ir tomando medidas que poco a poco dejen atrás la actual retórica cuasi-bélica a favor de una solución de compromiso. La cuestión es qué medidas tomar.


Por el momento, todos los esfuerzos están centrados en cambiar la actitud de China. Para ello parece haber dos estrategias: una de confrontación, que ha venido liderando EEUU y que es poco probable que de resultados; y otra basada en la persuasión por parte de una amplia coalición liderada por EEUU, donde la revalorización del yuan forme parte de un paquete de negociaciones más amplio.

La primera opción, la de confrontación, consiste en que EEUU imponga distintas políticas a China para obligarle a revaluar el yuan. Se han propuesto aranceles unilaterales, la prohibición a China de adquirir títulos de deuda pública estadounidense o la intervención de la Reserva Federal comprando yuanes. Aunque estas propuestas son bien recibidas por el ala más dura de la sociedad estadounidense, es poco probable que sean efectivas. Los aranceles dañarían los beneficios de las empresas estadounidenses, encarecerían los bienes de consumo en EEUU y darían lugar a una guerra comercial; la prohibición de comprar títulos dejaría a EEUU sin su mayor financiador del déficit por cuenta corriente; y, como el yuan no es convertible, es imposible que la Reserve Federal lo adquiera en grandes cantidades. Por ello, la Administración Obama no está apoyando la estrategia de confrontación. Entiende (correctamente) que hay que persuadir a China para que cambie de política porque las amenazas no darán resultado.

Ahí aparece la segunda estrategia, donde el G-20 es clave porque se trata de forjar una coalición multilateral de “todos contra China”, de forma que el aislamiento lleve al gigante asiático a modificar sus posiciones en un contexto en el que algunas voces dentro de China ya alertan sobre los peligros de mantener indefinidamente un yuan tan barato. En esta estrategia son esenciales los demás países emergentes que, por primera vez, están siendo abiertamente críticos con la política cambiaria china, tanto porque daña la competitividad precio de sus propias exportaciones como porque podría forzar a EEUU a una expansión monetaria que les generaría problemas. Esta posición beligerante de países como Brasil, la India y Corea, es importante porque permite romper el bloque de los países emergentes, que en los últimos años han formado una sólida piña contra EEUU y la UE en los foros económicos internacionales.

El segundo aspecto clave para que China cambie su posición es llevar la negociación más allá del tema de los tipos de cambio, vinculándola a los desequilibrios por cuenta corriente, la reforma del FMI, la búsqueda de un sustituto al dólar como moneda de reserva internacional, e incluso a otros aspectos no económicos donde China quiere obtener algo de los países avanzados. Esta estrategia ha empezado a materializarse en la Cumbre de Ministros de Economía y Finanzas del G-20 de finales de octubre en Corea. En esta reunión preparatoria de la de presidentes, que tendrá lugar en Seúl a mediados de noviembre, se ha acordado aumentar las cuotas (y por tanto dar más votos) a los países en desarrollo en el FMI, permitiendo así que la institución sea más representativa de la economía mundial y por lo tanto más legítima (el ajuste llevará a China desde la sexta a la tercera posición, quedando sólo por detrás de EEUU y Japón en número de votos). Además, en una histórica decisión, los países europeos han acordado ceder definitivamente dos de sus ocho sillas en la Junta Directiva del FMI (sobre un total de 24) a los países emergentes. Aunque los detalles de este acuerdo no se concretarán hasta 2012 es posible que otro “gesto” sea que los países avanzados permitan que el próximo director gerente del FMI sea un chino, terminando así con la regla no escrita según la cual un europeo siempre ocupa este cargo.
Por último, EEUU ha propuesto limitar los déficit o superávit por cuenta corriente de cualquier país al 4% para reducir los desequilibrios macroeconómicos globales. Aunque la propuesta no ha sido aceptada por el rechazo de Alemania, Japón y Brasil, ha permitido abrir el debate sobre la política cambiaria china de forma multilateral y no como un conflicto bilateral entre EEUU y China (el superávit por cuenta corriente de China es del 5% y va en aumento, por lo que ponerle un límite del 4% obligaría a China a revaluar el yuan o aumentar su demanda interna).

En este contexto cabe destacar que la resistencia de Alemania a aceptar esta propuesta podría llevar a los países de la zona euro con déficit por cuenta corriente, como España, a plantear en el Eurogrupo que los recurrentes superávit por cuenta corriente de Alemania son tan peligrosos para la zona euro como los de China para el conjunto de la economía mundial. La resistencia de Alemania a aumentar su demanda interna hace tan difícil resolver los desequilibrios internos en la zona euro como la lentitud de los países periféricos en poner en marcha más reformas estructurales. Por ello, ahora que el debate de los desequilibrios macroeconómicos a nivel global señala a China como culpable, España haría bien en liderar una coalición en la zona euro que planteara lo mismo en relación a Alemania.
(*) Federico Steinberg es investigador principal de Economía Internacional del Real Instituto Elcano y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid