domingo, 7 de noviembre de 2010

Los problemas de Obama (y de Zapatero) / Vicenç Navarro *

Las elecciones estadounidenses han sido una derrota predecible para el Presidente Obama, consecuencia de los errores que ha cometido durante su mandato y que se han traducido en una enorme abstención entre sus bases electorales, y muy en particular, entre su principal eje de apoyo, es decir, sindicatos y movimientos sociales progresistas, tales como el movimiento feminista (Now), el movimiento ecologista y el movimiento de derechos civiles. Para entender esta derrota, hay que comprender que en EEUU los candidatos del Partido Demócrata no pueden ganar elecciones con sólo el voto de este eje de su base electoral (que son las izquierdas del Partido Demócrata). 

De ahí la necesidad que tienen tales candidatos de aliarse también con otras sensibilidades menos a la izquierda que estos agentes sociales. Pero de la misma manera que no pueden ganar con sólo el apoyo de las izquierdas, “tampoco pueden ganar sin tal apoyo, pues éste es esencial para la movilización de sus bases electorales”. Esto ocurre también, por cierto, en España, como comentaré más adelante.

Pues bien, desde el principio, las decisiones tomadas por el Presidente Obama establecieron las bases de su derrota. Me apena mucho decir que así lo predije a los pocos meses de su nombramiento como Presidente. Y aún me sabe peor haber tenido razón. Me hubiera encantado estar equivocado, y por desgracia, no lo estaba.


Tres decisiones claves antagonizaron a las izquierdas del Partido Demócrata. Una fueron los nombramientos de su equipo. Un candidato como Obama, que había movilizado a las bases del partido con el mensaje de cambio, se rodeó de personajes conservadores y neoliberales heredados del gobierno Clinton, muchos de ellos responsables de decisiones (como Lawrence Summers) que habían contribuido a generar la enorme crisis financiera. 

De manera predecible, tales personajes continuaron llevando a cabo políticas públicas continuistas de las que había llevado a cabo el Presidente Bush. De ellas, la más notoria fue el rescate de Wall Street con fondos públicos (700.000 millones de dólares) en términos tan favorables a la banca, que indignaron, no sólo a las izquierdas, sino a la gran mayoría de la población. 

Ni por un momento Obama consideró propuestas alternativas, como el desarrollo de una banca pública (como sugirió Joseph Stiglitz), o condicionar la ayuda a la cesión de créditos, con clara penalización de los comportamientos especulativos (como propuso Paul Krugman). El equipo que nombró Obama era profundamente anti-izquierda. En realidad, su jefe de gabinete, Rahm Emanuel, era la bestia negra de las izquierdas. Había sido el congresista demócrata más próximo a Wall Street, que había purgado (durante la administración Clinton) las listas de candidatos del Partido Demócrata a fin de excluir a las izquierdas.

El segundo error del Presidente Obama fue abandonar completamente el compromiso, que había adquirido durante su campaña, de pasar una ley por el Congreso que facilitara la sindicalización de las personas que desearan hacerlo. El 62% de la población laboral en EEUU indica que preferiría sindicalizarse, pero no lo hacen porque, o bien la empresa es demasiado pequeña, o el empresario dificulta tal sindicalización.

 La ley que Obama se comprometió a proponer al Congreso durante la campaña electoral hubiera facilitado tal sindicalización, prohibiendo al mundo empresarial que pusiera obstáculos a tal proceso. Lo único que Obama hizo a favor de los sindicatos fue nombrar a una sindicalista como Ministra de Trabajo. Pero por lo demás, los temas de protección de los derechos laborales y sindicales tuvieron poca prioridad en su administración. Ello decepcionó en gran manera a los sindicatos.


Y el tercer gran error fue la manera como se hizo la Reforma Sanitaria. Durante su campaña había indicado que todas las propuestas de reforma del sistema sanitario que se habían hecho durante la campaña electoral (incluidas las realizadas por el Partido Republicano) serían consideradas seriamente por su Administración. Pero cuando convocó a representantes de las reformas sanitarias, excluyó deliberadamente la propuesta de las izquierdas, es decir, de los sindicatos y de los movimientos sociales progresistas. Tal propuesta –llamada “single payer”- reducía considerablemente el protagonismo que las compañías de seguro sanitario tienen en la gestión de los servicios sanitarios, dando mayor capacidad de dirección y gestión a los gobiernos estatales y al gobierno federal. 

Los proponentes de tal reforma ni siquiera fueron convocados a la reunión, y ello, a pesar de que, como indiqué antes, contaba con el apoyo de los sindicatos, del movimiento feminista (Now), de los movimientos ecologistas y del movimiento de los derechos civiles. Las propuestas republicanas, sin embargo, sí que fueron consideradas. El producto final aprobado por Obama mantenía el protagonismo de las compañías de seguro (que financiaron parte de su campaña y de los miembros del Senado y del Congreso que decidieron sobre la reforma). 

Es más, la financiación de la cobertura sanitaria de los que hasta entonces carecían de ella (45 millones de estadounidenses) sería a costa de aumentar los impuestos de aquellos que ya tenían cobertura y reduciendo la financiación del programa de cobertura pública a los ancianos (Medicare), sin apenas tocar los beneficios exuberantes de las compañías de seguro. Con ello antagonizó, además de a los ancianos, a los sindicalistas que, por regla general, suelen tener mayor cobertura sanitaria (que aportaban un porcentaje elevado en la financiación de la reforma sanitaria).

Las izquierdas estaban enojadas e irritadas con el Presidente Obama. Habían jugado un papel clave en la victoria de Obama y luego fueron marginadas. Ni que decir tiene que el Presidente Obama también aprobó legislación que fue bien recibida por las izquierdas. Entre ellas estaba la Ley de Estímulo Económico, en la que la oficina del Vicepresidente (próximo a los sindicatos) jugó un papel importante. Invirtió 800.000 millones de dólares en estimular la economía, lo cual evitó que ésta cayera en una Gran Depresión.

 Pero cedió innecesariamente a las peticiones del Partido Republicano, bajando los impuestos como medida de estímulo, en lugar de aumentar los fondos públicos para crear empleo. Un tercio del estímulo consistió en reducir impuestos, otro tercio en inversión pública para crear empleo (los sindicatos querían dos tercios), y otro tercio en ayuda a los estados. Pero por grande que parezca el estímulo, el hecho es que la cantidad debiera haber sido mucho mayor, pues el vacío económico creado por la explosión de la burbuja inmobiliaria era diez veces mayor que el estímulo.

Otra medida fue la nacionalización de GM y Chrysler (pagando 60.000 millones), lo cual fue aplaudido por los sindicatos. Pero en lugar de convertirlos en cooperativas, como la española Mondragón (que es lo que deseaban los sindicatos) las sanearon y las quieren ahora vender, con la oposición, de nuevo, de los sindicatos. 

Y en sanidad, la ley prohíbe que las compañías de seguro excluyan a personas con enfermedades crónicas, limitando la capacidad de selección de pacientes que caracteriza el sistema de aseguramiento privado. Pero la reforma dejó intacto el enorme poder de tales compañías, creando gran frustración entre las izquierdas. Y así un largo etcétera. De ahí su abstención, que le ha costado la Cámara baja.

¿Es la situación relevante para el gobierno Zapatero?

La situación política de España es muy distinta a la de EEUU. Y el gobierno federal estadounidense es muy diferente al gobierno español. Y, sin embargo, hay algunos puntos en común. En ambos países, los partidos gobernantes, definidos como progresistas, están en profunda crisis como consecuencia de las políticas llevadas a cabo por sus gobiernos, el gobierno Obama en EEUU y el gobierno Zapatero en España. 

En ambos países, sus bases electorales les están abandonando, en respuesta a sus comportamientos y políticas públicas. Tanto el gobierno Zapatero como el gobierno Obama, tras prometer un cambio, hicieron nombramientos en sus equipos económicos que señalaban una orientación económica de carácter liberal, que sembraron las bases para el distanciamiento político de las bases electorales. 

Solbes había sido el Comisario de la UE, encargado de imponer la ortodoxia liberal a los países de la UE; David Taguas (procedente de la Banca) había llegado a proponer la privatización total de la Seguridad Social, tal como había hecho el General Pinochet en Chile; Jordi Sevilla había rechazado el aumento de gasto público y de impuestos en España (el país de la UE que tiene menor carga fiscal y menor gasto público); Miguel Angel Fernández Ordóñez, es bien conocido como un ultraliberal; Miguel de Sebastián (también procedente de la Banca), había indicado que el estado protector debiera debilitarse a costa del estado facilitador; y así un largo etcétera. La orientación del equipo económico ha sido claramente liberal (ver mi artículo “El mayor problema del gobierno socialista español y que los cambios de esta semana no resuelven”. Sistema 22.10.10). 

Los keynesianos de izquierda no existieron en el gobierno Zapatero, ni se les esperaba. Las políticas redistributivas brillaron por su ausencia, hecho que ha culminado con las políticas actuales de una excesiva e innecesaria dureza, desarrolladas para impresionar a los mercados, implementadas por un equipo económico, también liberal, escogido por su capacidad de dureza.

Ni que decir tiene que ha habido elementos positivos en el gobierno Zapatero, como también los ha habido en el gobierno Obama. Entre ellos, el crecimiento del gasto público social y el desarrollo de la Ley de la Dependencia. Pero esta última estuvo siempre subfinanciada, y el crecimiento del gasto público se hizo a base del elevado crecimiento económico, no como consecuencia de políticas impositivas redistributivas. 

Sus políticas fiscales fueron continuistas con las seguidas por el gobierno Aznar anterior, acentuando su regresividad. Estas intervenciones iban configurando el marco dentro del cual se desarrolló la respuesta del gobierno Zapatero a la crisis, respuesta que es de una ortodoxia liberal que conducirá a un desastre político, resultado, como en el caso Obama, de la enorme alienación de su electorado. 

Así pasó con Schröder en Alemania, y así pasó con el New Labor (muy admirado por los tecnócratas del socialismo español), y así está pasando en EEUU y en España. No es la crisis, sino la manera como los partidos progresistas socialdemócratas están respondiendo a la crisis (convirtiéndose en partidos socioliberales) lo que está llevando a tales partidos a sus derrotas.

(*) Vicenç Navarro es catedrático y miembro del comité científico de ATTAC España

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