jueves, 23 de septiembre de 2010

Frivolidad / Josep Ramoneda *

¿Qué es más grave, que el presidente Nicolas Sarkozy ordene la expulsión sistemática de los gitanos de Francia o que la comisaría Viviane Reding cometa una descortesía diplomática al censurar al Gobierno francés por esta decisión? Para el presidente Zapatero las palabras subidas de tono de la comisaria europea son más reprobables que el miserable ataque a los gitanos del presidente francés. ¿Convicción? ¿Frivolidad? ¿Cobardía?

No quiero creer que Rodríguez Zapatero apoye a Sarkozy por convicción. Hay razones para pensarlo, no en vano Zapatero es responsable del blindaje de las vallas de Ceuta y Melilla, que envían a los inmigrantes del mundo subsahariano el terrible mensaje de que la muerte es el peaje que Europa exige para entrar en ella. 

Pese a ello, no puedo creer que Zapatero apoye por convicciones ideológicas el patético ensayo de limpieza étnica ordenado por Sarkozy. Es cierto que los bandazos ideológicos de Zapatero hacen difícil seguir su evolución. Es cierto también que Zapatero es un presidente en apuros y ya se sabe que el pánico a la derrota ciega a los que tienen poder. Al tiempo que despierta su interés por las llamadas del populismo. Pero pese a todas estas razones, sigo queriendo creer que Zapatero no apoya a Sarkozy por convicciones ideológicas y morales.

¿Por qué le apoya entonces? Por una suma de frivolidad y cobardía. Viviane Reding lo ha descrito con nitidez: "No se puede echar a un grupo étnico de un país". En vez de defender a la comisaria europea, que ha tenido el coraje de acusar de violación de este principio fundacional de la Unión al Gobierno de uno de los grandes de Europa, Zapatero se acurruca ante el poderoso Sarkozy. ¿Por qué? Porque le debe demasiado. 

Sarkozy metió a Zapatero en el G-20, sabiendo que con ello se lo ganaba para siempre. Y así ha sido. Zapatero es sarkodependiente. Y esta dependencia le impide ver que es más importante defender los valores democráticos de un atropello innoble como el de Sarkozy, que hacer de figurante en las reuniones de los grandes.

Da la impresión de que Zapatero agotó todo su coraje en su primera decisión: la retirada de las tropas de Irak. La respuesta de Estados Unidos a aquel gesto de elemental razón democrática, anonadó al presidente. El ejercicio del poder hizo el resto. Nunca más se ha atrevido a dar un paso valiente. Y se metió en una empresa tan equivocada en los conceptos como vacua en los resultados -la Alianza de Civilizaciones- para poner a buen recaudo su conciencia cada vez que le entraba el vértigo del riesgo.

La decisión de Zapatero -y de la mayoría de sus colegas- de apoyar los desmanes del presidente francés testifica obviamente del mal estado de la Unión Europea, que vive un momento de plena desagregación en que los Gobiernos estatales vuelven a comer terreno a la Comisión. Sería una excepcional noticia que la comisaria Reding consiguiera realmente que Europa sancionara a Francia como corresponde por algo que choca frontalmente con la idea de una Unión Europea nacida, precisamente, para que no volvieran nunca más los odios étnicos, la furia contra el otro.

Pero, además, Zapatero deja en mal lugar a España, donde la convivencia con los gitanos se ha llevado siempre de manera muy razonable. Y obliga a preguntarse si es que el presidente contempla la posibilidad de ordenar actuaciones parecidas a las emprendidas por su amigo francés. Del líder de la oposición, Mariano Rajoy, ya sabemos que sí. Con su defensa de Sarkozy, Rodríguez Zapatero da coartada a una oposición ávida de exhibir palo contra el débil. 

Al mismo tiempo, el presidente aumenta el estado depresivo de su partido. El PSOE, como toda la izquierda europea, vive un momento de gran desconcierto ideológico. En silencio, ha aceptado que se aplicaran a la crisis las recetas de los mercados y de las grandes corporaciones y que la política del Gobierno renunciara a su autonomía. Ahora, en silencio, tiene que asistir a algo que repugna al ideario de cualquier partido democrático y de izquierdas: la validación de unos actos de humillación sádica del paria por espurios intereses partidistas.

Con su incapacidad para conducir y controlar el relato de la narración de la crisis, Zapatero había tocado fondo políticamente. Con su apoyo a Sarkozy en el lamentable episodio de los gitanos ha tocado fondo ideológicamente. "Es legal", argumentó el presidente. ¿Hay que explicarle al presidente que legal, en el caso que lo fuera, no significa que sea defendible ni moral ni políticamente?

(*) Filósofo y periodista

El País 23. 9. 10.

12 preguntas sobre el decrecimiento a Carlos Taibo


MADRID.- El del decrecimiento no es un proyecto que sustituya a todo lo que el conjunto de luchas contra el capitalismo ha supuesto desde mucho tiempo atrás: es, antes bien, una perspectiva que permite abrir un nuevo frente de contestación del capitalismo imperante. En ese sentido parece razonable afirmar que en el Norte desarrollado de principios del siglo XXI no es imaginable ningún proyecto anticapitalista consecuente que no sea al mismo tiempo decrecimentalista, autogestionario y antipatriarcal.


1. En el momento presente, ¿es inequívocamente saludable el crecimiento económico?
La visión dominante en las sociedades opulentas sugiere que el crecimiento económico es la panacea que resuelve todos los males. A su amparo – se nos dice – la cohesión social se asienta, los servicios públicos se mantienen, y el desempleo y la desigualdad no ganan terreno.

Sobran las razones para recelar, sin embargo, de todo lo anterior. El crecimiento económico no genera -o no genera necesariamente- cohesión social, provoca agresiones medioambientales en muchos casos irreversibles, propicia el agotamiento de recursos escasos que no estarán a disposición de las generaciones venideras y, en fin, permite el asentamiento de un modo de vida esclavo que invita a pensar que seremos más felices cuantas más horas trabajemos, más dinero ganemos y, sobre todo, más bienes acertemos a consumir. Frente a esto se impone la certeza de que, dejado atrás un nivel elemental de consumo, el acrecentamiento irracional de este último es antes un indicador de infelicidad que una muestra de lo contrario. Es razonable adelantar, por lo demás, que la crisis general por la que atravesamos está llamada a permitir que la conciencia en lo que respecta a estos sinsentidos se asiente en una parte significada de la ciudadanía.

2. ¿Cuáles son los pilares en los que se asientan los sinsentidos del crecimiento?
Son tres los pilares en los que se sustenta tanta irracionalidad.

* El primero es la publicidad, que nos obliga a comprar lo que no necesitamos y, llegado el caso, exige que adquiramos, incluso, lo que nos repugna.
* El segundo es el crédito, que históricamente ha permitido allegar el dinero que permitía preservar el consumo aun en ausencia de recursos.
* El tercero es la caducidad de los bienes producidos, claramente programados para que en un período de tiempo breve dejen de funcionar, de tal suerte que nos veamos en la obligación de comprar otros nuevos.

Por detrás de todo ello despunta, en palabras de Z. Bauman, la certeza de que “una sociedad de consumo sólo puede ser una sociedad de exceso y prodigalidad y, por ende, de redundancia y despilfarro”.

3. ¿Debemos fiarnos de los indicadores económicos que hoy empleamos?
Los indicadores económicos que nos vemos obligados a utilizar -así, el producto interior bruto (PIB) y afines- han permitido afianzar, en palabras de J.K. Galbraith, “una de las formas de mentira social más extendidas”. Pensemos que si un país retribuye al 10% de sus habitantes por destruir bienes, hacer socavones en las carreteras, dañar los vehículos…, y a otro 10% por reparar esas carreteras y vehículos, tendrá el mismo PIB que un país en el que el 20% de los empleos se consagre a mejorar la esperanza de vida, la salud, la educación y el ocio.

Y es que la mayoría de esos indicadores contabiliza como crecimiento -y cabe suponer también que como bienestar- todo lo que es producción y gasto, incluidas las agresiones medioambientales, los accidentes de tráfico, la fabricación de cigarrillos, los fármacos y las drogas, o el gasto militar. Esos mismos indicadores apenas nada nos dicen, en cambio, del trabajo doméstico, en virtud de un código a menudo impregnado de machismo, de la preservación objetiva del medio ambiente – un bosque convertido en papel acrecienta el PIB, en tanto ese mismo bosque indemne, decisivo para garantizar la vida, no computa como riqueza-, de la calidad de los sistemas educativo y sanitario – y en general de las actividades que generan bienestar aunque no impliquen producción y gasto -, o del incremento del tiempo libre.

De resultas puede afirmarse que la ciencia económica dominante sólo presta atención a las mercancías – lo que se tiene o no se tiene -, y no a los bienes que hacen que alguien sea algo (F. Flahault), en un escenario en el que “las ideas rectoras de la modernidad son más, mayor, más deprisa, más lejos” (M. Linz).

4. ¿No son muchas las razones para contestar el progreso, más aparente que real, que han protagonizado nuestras sociedades durante decenios?
Son muchas, sí. Hay que preguntarse, por ejemplo, si no es cierto que en la mayoría de las sociedades occidentales se vivía mejor en el decenio de 1960 que ahora: el número de desempleados era sensiblemente menor, la criminalidad mucho más baja, las hospitalizaciones por enfermedades mentales se hallaban a años luz de las actuales, los suicidios eran infrecuentes y el consumo de drogas escaso. En EE.UU., donde la renta per cápita se ha triplicado desde el final de la segunda guerra mundial, desde 1960 se reduce, sin embargo, el porcentaje de ciudadanos que declaran sentirse satisfechos. En 2005 un 49% de los norteamericanos estimaba que la felicidad se hallaba en retroceso, frente a un 26% que consideraba lo contrario.

Son muchos los expertos que concluyen, en suma, que el crecimiento en la esperanza de vida al nacer registrado en los últimos decenios bien puede estar tocando a su fin en un escenario lastrado por la extensión de la obesidad, el estrés, la aparición de nuevas enfermedades y la contaminación.

5. ¿Por qué hay que decrecer?En los países ricos hay que reducir la producción y el consumo porque vivimos por encima de nuestras posibilidades, porque es urgente cortar emisiones que dañan peligrosamente el medio y porque empiezan a faltar materias primas vitales. “El único programa que necesitamos se resume en una palabra: menos. Menos trabajo, menos energía, menos materias primas” (B. Grillo).

Por detrás de esos imperativos despunta un problema central: el de los límites medioambientales y de recursos del planeta. Si es evidente que, en caso de que un individuo extraiga de su capital, y no de sus ingresos, la mayoría de los recursos que emplea, ello conducirá a la quiebra, parece sorprendente que no se emplee el mismo razonamiento a la hora de sopesar lo que las sociedades occidentales están haciendo con los recursos naturales. Aunque nos movemos -si así quiere- en un barco que se encamina directamente hacia un acantilado, lo único que hemos hecho en los últimos años ha sido reducir un poco la velocidad sin modificar, en cambio, el rumbo.

Para calibrar la hondura del problema, el mejor indicador es la huella ecológica, que mide la superficie del planeta, terrestre como marítima, que precisamos para mantener las actividades económicas. Si en 2004 esa huella lo era de 1,25 planetas Tierra, según muchos pronósticos alcanzará dos Tierras -si ello es imaginable- en 2050. La huella ecológica igualó la biocapacidad del planeta en torno a 1980, y se ha triplicado entre 1960 y 2003. En paralelo, no está de más que recordemos que en 2000 se estimaban en 41 los años de reservas de petróleo, 70 los de gas y 55 los de uranio.

6. ¿Cuál es la actitud que ante lo anterior exhiben nuestros dirigentes políticos?
Los dirigentes políticos, marcados por un irrefrenable cortoplacismo electoral, prefieren dar la espalda a todos estos problemas. De resultas, y en palabras de C. Castoriadis, “quienes preconizan ‘un cambio radical de la estructura política y social’ pasan por ser ‘incorregibles utopistas’, mientras que los que no son capaces de razonar a dos años vista son, naturalmente, realistas”. Todo pensamiento radical y contestatario es tildado inmediatamente de extremista y violento, además de patológico.

La idea, supersticiosa, de que nuestros gobernantes tienen soluciones de recambio se completa con la que sugiere que la ciencia resolverá de manera mágica, antes o después, todos estos problemas. No parecería lógico, sin embargo, construir un “rascacielos sin escaleras ni ascensores sobre la base de la esperanza de que un día triunfaremos sobre la ley de la gravedad” (M. Bonaiuti). Más razonable resultaría actuar como lo haría un pater familias diligens, que “se dice a sí mismo: ya que los problemas son enormes, e incluso en el caso de que las probabilidades sean escasas, procedo con la mayor prudencia, y no como si nada sucediese” (C. Castoriadis). No es ésta una carencia que afecte en exclusiva a los políticos. Alcanza de lleno, antes bien, a los ciudadanos, circunstancia que da crédito a la afirmación realizada por un antiguo ministro del Medio Ambiente francés: “La crisis ecológica suscita una comprensión difusa, cognitivamente poco influyente, políticamente marginal, electoralmente insignificante”.

7. ¿Basta, sin más, con reducir determinadas actividades económicas?
A buen seguro que no es suficiente con acometer reducciones en los niveles de producción y de consumo. Es preciso reorganizar en paralelo nuestras sociedades sobre la base de otros valores que reclamen el triunfo de la vida social, del altruismo y de la redistribución de los recursos frente a la propiedad y al consumo ilimitado. Los verbos que hoy rigen nuestra vida cotidiana son “tener-hacer-ser“: si tengo esto o aquello, entonces haré esto y seré feliz. Hay que reivindicar, en paralelo, el ocio frente al trabajo obsesivo. O, lo que es casi lo mismo, frente al “más deprisa, más lejos, más a menudo y menos caro” hay que contraponer el “más despacio, menos lejos, menos a menudo y más caro” (Y. Cochet). Debe apostarse, también, por el reparto del trabajo, una vieja práctica sindical que, por desgracia, fue cayendo en el olvido con el paso del tiempo.

Otras exigencias ineludibles nos hablan de la necesidad de reducir las dimensiones de muchas de las infraestructuras productivas, de las organizaciones administrativas y de los sistemas de transporte. Lo local, por añadidura, debe adquirir una rotunda primacía frente a lo global en un escenario marcado, en suma, por la sobriedad y la simplicidad voluntaria. Entre las razones que dan cuenta de la opción por esta última están la pésima situación económica, la ausencia de tiempo para llevar una vida saludable, la necesidad de mantener una relación equilibrada con el medio, la certeza de que el consumo no deja espacio para un desarrollo personal diferente o, en fin, la conciencia de las diferencias alarmantes que existen entre quienes consumen en exceso y quienes carecen de lo esencial.

S. Latouche ha resumido el sentido de fondo de esos valores de la mano de ocho “re“: reevaluar (revisar los valores), reconceptualizar, reestructurar (adaptar producciones y relaciones sociales al cambio de valores), relocalizar, redistribuir (repartir la riqueza y el acceso al patrimonio natural), reducir (rebajar el impacto de la producción y el consumo), reutilizar (en vez de desprenderse de un sinfín de dispositivos) y reciclar.

8. Esos valores, ¿son realmente ajenos a la organización de las sociedades humanas?
Los valores que acabamos de reseñar no faltan, en modo alguno, en la organización de las sociedades humanas. Así lo demuestran, al menos, cuatro ejemplos importantes. Si el primero nos recuerda que las prácticas correspondientes tienen una honda presencia en muchas de las tradiciones del movimiento obrero – y en particular, bien es cierto, en las vinculadas con el mundo libertario -, la segunda subraya que en una institución central en muchas sociedades, la familia, impera antes la lógica del don y de la reciprocidad que la de la mercancía.

Pero lo social está a menudo presente, también, en lo que despectivamente hemos dado en llamar economía informal. En muchos casos “el objetivo de la producción informal no es la acumulación ilimitada, la producción por la producción. El ahorro, cuando existe, no se destina a la inversión para facilitar una reproducción ampliada”, recuerda S. Latouche. Y está presente en la experiencia histórica de muchas sociedades que no estiman que su felicidad deba vincularse con la acumulación de bienes, y que adaptaron su modo de vida a un entorno natural duradero. No se olvide al respecto a los campesinos que, en la Europa mediterránea, plantaban olivos e higueras cuyos frutos nunca llegarían a ver, pensando, con claridad, en las generaciones venideras. Tampoco debe olvidarse que muchas sociedades que tendemos a describir como primitivas y atrasadas pueden darnos muchas lecciones en lo que atañe a la forma de llevar a la práctica los valores de los que hemos hecho mención.

9. ¿Qué supondría el decrecimiento en las sociedades opulentas?
Hablando en plata, lo primero que las sociedades opulentas deben tomar en consideración es la conveniencia de cerrar – o al menos de reducir sensiblemente la actividad correspondiente – muchos de los complejos fabriles hoy existentes. Estamos pensando, cómo no, en la industria militar, en la automovilística, en la de la aviación o en buena parte de la de la construcción.

Los millones de trabajadores que, de resultas, perderían sus empleos deberían encontrar acomodo a través de dos grandes cauces. Si el primero lo aportaría el desarrollo ingente de actividades en los ámbitos relacionados con la satisfacción de las necesidades sociales y medioambientales, el segundo llegaría de la mano del reparto del trabajo en los sectores económicos tradicionales que sobrevivirían. Importa subrayar que en este caso la reducción de la jornada laboral bien podría llevar aparejada, por qué no, reducciones salariales, siempre y cuando éstas, claro, no lo fueran en provecho de los beneficios empresariales. Al fin y al cabo, la ganancia de nivel de vida que se derivaría de trabajar menos, y de disfrutar de mejores servicios sociales y de un entorno más limpio y menos agresivo, se sumaría a la derivada de la asunción plena de la conveniencia de consumir, también, menos, con la consiguiente reducción de necesidades en lo que a ingresos se refiere. No es preciso agregar -parece- que las reducciones salariales que nos ocupan no afectarían, naturalmente, a quienes menos tienen.

10. ¿Es el decrecimiento un proyecto que augura, sin más, la infelicidad a los seres humanos?
Parece evidente que el decrecimiento no implica en modo alguno, para la mayoría de los habitantes, un entorno de deterioro de sus condiciones de vida. Antes bien, debe acarrear mejoras sustanciales como las vinculadas con la redistribución de los recursos; la creación de nuevos sectores que atiendan las necesidades insatisfechas; la preservación del medio ambiente, el bienestar de las generaciones futuras, la salud de los ciudadanos y las condiciones del trabajo asalariado, o el crecimiento relacional en sociedades en las que el tiempo de trabajo se reducirá sensiblemente.

Al margen de lo anterior, conviene subrayar que en el mundo rico se hacen valer elementos – así, la presencia de infraestructuras en muchos ámbitos, la satisfacción de necesidades elementales o el propio decrecimiento de la población – que facilitarían el tránsito a una sociedad distinta. Hay que partir de la certeza de que, si no decrecemos voluntaria y racionalmente, tendremos que hacerlo obligados de resultas del hundimiento, antes o después, del capitalismo global que padecemos.

11. ¿Qué argumentos se han formulado para cuestionar la idoneidad del decrecimiento?
Los argumentos vertidos contra el decrecimiento parecen poco relevantes. Se ha señalado, por ejemplo, y contra toda razón, que la propuesta se emite desde el Norte para que sean los países del Sur los que decrezcan materialmente. También se ha sugerido que el decrecimiento es antidemocrático, en franco olvido de que los regímenes que se ha dado en describir como totalitarios nunca han buscado, por razones obvias, reducir sus capacidades militar-industriales. Más bien parece que, muy al contrario, el decrecimiento, de la mano de la autosuficiencia y de la simplicidad voluntaria, bebe de una filosofía no violenta y antiautoritaria. La propuesta que nos interesa no remite, por otra parte, a una postura religiosa que reclama una renuncia a los placeres de la vida: reivindica, antes bien, una clara recuperación de éstos en un escenario marcado, eso sí, por el rechazo de los oropeles del consumo irracional.

12. ¿También deben decrecer los países pobres?
Aunque, con certeza, el debate sobre el decrecimiento tiene un sentido distinto en los países pobres – está fuera de lugar reclamar reducciones en la producción y el consumo en una sociedad que cuenta con una renta per cápita treinta veces inferior a la nuestra -, parece claro que aquéllos no deben repetir lo hecho por los países del Norte. No se olvide, en paralelo, que una apuesta planetaria por el decrecimiento, que acarrearía por necesidad un ambicioso programa de redistribución, no tendría, por lo demás, efectos notables en términos de consumo convencional en el Sur.

Para esos países se impone, en la percepción de S. Latouche, un listado diferente de “re“: romper con la dependencia económica y cultural con respecto al Norte, reanudar el hilo de una historia interrumpida por la colonización, el desarrollo y la globalización, reencontrar la identidad propia, reapropiar ésta, recuperar las técnicas y saberes tradicionales, conseguir el reembolso de la deuda ecológica y restituir el honor perdido. 

Gracias, Pepín / Carlos Taibo *

Cuando pienso en el recién fallecido José Vidal-Beneyto son tres los recuerdos que, al calor de mis últimos encuentros con él, me vienen a la cabeza. El primero, y el más firme, trae a la memoria una pregunta que siempre me formulaba: cuéntame, Carlos –decía-, quiénes son los jóvenes pensadores que debo leer.

Qué sorprendente resultaba que en un mundo en el que la gente de la edad de Pepín lo común es que mostrase poco más que desdén ante lo que hacían los más jóvenes, alguien siguiese en la brecha de un aprendizaje incesante que descubría nuevas materias e ideas, y que invitaba a rehuir esa suerte de magisterio condescendiente al que tantos gustan de entregarse.

El segundo de mis recuerdos me obliga a rescatar que, con ocasión de un curso de verano de los que se celebran en El Escorial, y luego de que yo reivindicase -lo hago cada vez con mayor frecuencia e intensidad- el benefactor ascendiente de nuestra tradición libertaria, Vidal, que procedía de otros mundos y arrastraba al respecto, de muchos decenios atrás, alguna cautela cuasi familiar, se sumó, orgulloso y sin dobleces, a la reivindicación. 

No lo hizo, en cambio, y por cierto, el tercero de los participantes en aquella mesa redonda, que por algo será conserva su aura de prestigio en esos pasillos del poder en los que el dinero pesa mucho más que el talento y el coraje.

Me atrevo a adelantar, en suma, que Vidal arrastraba una amargura que a duras penas acertaba a ocultar: la que nacía de pensar qué es lo que pudo ser y de certificar qué es lo que al cabo fue. Lo digo -ahora sin certezas- porque lo más sencillo es que una y otra vez el amigo Pepín le diese vueltas a qué es lo que, en el decenio de 1970, hicieron mal para permitir que se alumbrase un país -varios, para mejor decirlo- tan triste y tan castigado como este en el que nos hallamos. 

Suponer que a José Vidal-Beneyto le llenaba de orgullo la transición política que retratan con arrobo los manuales al uso es olvidar quién era nuestro amigo, siempre dispuesto a revisarlo todo y siempre cercano a quienes, en el paraíso terrenal que dicen que habitamos, seguían viviendo en el infierno. Gracias, Pepín.

(*) Carlos Taibo. Profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM)

China, Japón, EE. UU. / Paul Krugman *

La semana pasada, el ministro de Economía de Japón declaró que él y sus colegas querían hablar con China sobre las compras de bonos japoneses por parte de este último país, a fin de "analizar sus intenciones" (jerga diplomática que significa: "Parad ya"). La noticia hizo que me entrasen ganas de darme cabezazos contra la pared por la frustración. 

Verán, los altos cargos de la política estadounidense se han negado una y otra vez a hacer algo respecto a la manipulación de la moneda china, por miedo -al menos en parte- a que los chinos dejen de comprar nuestros bonos. Pero en las circunstancias actuales, las compras de nuestros bonos por parte de los chinos no nos ayudan, sino que nos perjudican. Los japoneses lo entienden. ¿Por qué nosotros no?

Algunos antecedentes: si el debate sobre la política monetaria china parece poco claro, es únicamente porque mucha gente no quiere hacer frente a la cruda y simple realidad, o sea, que China, adrede, está manteniendo su moneda artificialmente débil. Las consecuencias de esta política también son crudas y simples: en la práctica, China está gravando las importaciones al tiempo que subvenciona las exportaciones, lo cual está fomentando un enorme superávit comercial. 

Puede que oigan afirmar que el superávit comercial de China no tiene nada que ver con su política monetaria; si así fuese, sería la primera vez que pasa eso en la historia económica mundial. Una moneda infravalorada siempre genera superávit comerciales, y China no es una excepción.

Y en una economía mundial deprimida, cualquier país que tenga un superávit comercial artificial está privando a otras naciones de unas ventas y unos empleos muy necesarios. Y repito, cualquiera que asegure lo contrario está afirmando que China está por alguna razón exenta de la lógica económica que siempre ha sido válida para todos los demás.

Entonces, ¿qué deberíamos estar haciendo? Los funcionarios estadounidenses han tratado de razonar con sus homólogos chinos, alegando que una moneda más fuerte redundaría en interés de China. En eso tienen razón: una moneda infravalorada fomenta la inflación, erosiona los salarios reales de los trabajadores chinos y despilfarra los recursos chinos. Pero aunque la manipulación monetaria es mala para China en su conjunto, es buena para las empresas chinas con influencia política (muchas de ellas, de propiedad estatal). De modo que la manipulación monetaria continúa.

Una y otra vez, las autoridades estadounidenses han anunciado avances en el asunto de la moneda; en cada ocasión ha resultado que les han tomado el pelo. Allá por junio, Timothy Geithner, secretario del Tesoro, elogiaba el anuncio hecho por China de que se pasaría a un tipo de cambio más flexible. 

Desde entonces, el yuan ha subido un total de 1 punto (sí, es correcto), un 1% respecto al dólar, y gran parte de la subida se ha producido en los últimos días, justo antes de las vistas previstas en el Congreso sobre el problema de la moneda. Y como el dólar ha bajado respecto a otras monedas importantes, la ventaja artificial de China en cuanto a los costes ha aumentado de hecho.

Está claro que no va a pasar nada hasta que -o a menos que- Estados Unidos demuestre que está dispuesto a hacer lo que normalmente hace cuando otro país subvenciona sus exportaciones: imponer un arancel temporal que compense la subvención. ¿Y por qué esa medida no se ha puesto nunca sobre el tapete?

Como ya he indicado, una respuesta es el miedo a lo que pasaría si los chinos dejaran de comprar bonos estadounidenses. Pero este miedo está completamente fuera de lugar: en un mundo inundado de ahorros en exceso, no necesitamos el dinero de China, sobre todo porque la Reserva Federal podría y debería comprar todos los bonos que vendan los chinos.

Es cierto que el dólar bajaría si China decidiese deshacerse de algunas participaciones estadounidenses. Pero esto ayudaría de hecho a la economía estadounidense, ya que haría que nuestras exportaciones fuesen más competitivas. Pregunten a los japoneses, que quieren que China deje de comprar sus bonos porque esas compras están impulsando al alza el yen.

Aparte de los miedos financieros injustificados, hay una explicación más siniestra para la pasividad de EE UU: las empresas tienen miedo a las represalias chinas.

Piensen en un problema relacionado: las subvenciones claramente ilegales que China ofrece al sector de las energías limpias en su país. Estas subvenciones deberían haber dado pie a una queja formal por parte de las empresas estadounidenses; de hecho, la única organización dispuesta a presentar una queja ha sido el sindicato de trabajadores del acero. ¿Por qué? 

Como contaba The New York Times, "las multinacionales y asociaciones comerciales del sector de las energías limpias, al igual que muchos otros sectores, se han mostrado reacias a presentar denuncias comerciales, temerosas de la fama que tienen los funcionarios chinos de tomar represalias contra las empresas conjuntas en su país, y hasta de negar el acceso al mercado a cualquier empresa que tome partido en contra de China".

Esta clase de intimidación ha contribuido a que no se tomen medidas en relación con la moneda. De modo que este es un buen momento para recordar que lo que es bueno para las empresas multinacionales suele ser malo para EE UU, especialmente para sus trabajadores.

Así que la duda es: ¿los responsables políticos de EE UU van a dejarse asustar por los fantasmas financieros e intimidar por las coacciones empresariales? ¿Seguirán de brazos cruzados ante unas políticas que benefician a intereses específicos de China a costa de los trabajadores tanto chinos como estadounidenses? ¿O por fin, por fin, reaccionarán? No cambien de canal.

(*) Paul Krugman es profesor de economía en Princeton y premio Nobel de Economía 2008

La ira de los multimillonarios norteamericanos / Paul Krugman *

La ira corre como un reguero de pólvora por todo Estados Unidos. Esta ira candente es, ciertamente, un fenómeno minoritario, no algo que caracterice a todos nuestros compatriotas. Pero la minoría iracunda está realmente furiosa. La forman quienes sienten que les están quitando cosas a las que tienen derecho. Y están dispuestos a vengarse.

No, no me refiero al Tea Party.
Me refiero a los ricos .
Son épocas terribles para muchos en este país. La pobreza, sobre todo la pobreza acuciante, aumentó con el derrumbe económico; millones de personas perdieron sus hogares. Los jóvenes no encuentran trabajo; los de 50 años o más que son despedidos temen no volver a trabajar.

De todos modos, si usted quiere encontrar una furia política de verdad –del tipo que lleva a comparar al presidente Obama con Hitler, o a acusarlo de traición– no la encontrará entre esos estadounidenses sufrientes. La encontrará en cambio entre los muy privilegiados, gente que no tiene que preocuparse por perder su empleo, su casa o su seguro de salud, pero que está indignada, muy indignada, ante la sola idea de pagar impuestos moderadamente más altos .

Ahora que se avecina la hora decisiva para el destino de los recortes fiscales de Bush, la ira de los ricos creció y en algunos sentidos también cambió su carácter.

En primer lugar, la locura se generalizó . Una cosa es cuando un multimillonario despotrica en una cena. Otra cuando la revista Forbes publica una nota de tapa alegando que el presidente de los Estados Unidos está tratando deliberadamente de hundir a EE.UU. como parte de su programa “anticolonialista” keniano. 

Al parecer, cuando se trata de defender los intereses de los ricos las reglas normales del discurso civilizado (y racional) dejan de aplicarse.

Entre los innegablemente ricos, se ha impuesto un sentimiento beligerante de derecho: es su dinero, y tienen derecho a conservarlo. 

El espectáculo de los estadounidenses de altos ingresos, las personas más afortunadas del mundo, revolcándose en la autocompasión y la superioridad moral sería gracioso, excepto por una cosa: es posible que se salgan con la suya . Prácticamente todos los republicanos y algunos demócratas corren en auxilio de los ricos oprimidos.

Mire, los ricos no son como usted y yo: ellos tienen más influencia . En parte, tiene que ver con los aportes de campaña, pero también con la presión social, dado que los políticos pasan mucho tiempo en contacto con la gente adinerada. O sea que cuando los ricos enfrentan la perspectiva de pagar un 3 o 4% extra de su ingreso en impuestos, los políticos sienten su dolor.

Y cuando termine la pelea fiscal, de una manera o de otra, puede estar seguro de que quienes actualmente defienden los ingresos de la elite volverán a exigir reducciones en la Seguridad Social y la ayuda a los desocupados. Estados Unidos debe tomar decisiones muy difíciles, dicen; todos tenemos que estar dispuestos a hacer sacrificios.

Pero cuando dicen “nosotros” quieren decir “ustedes”. El sacrificio es para la gente corriente.

(*) Paul Krugman es profesor de economía en Princeton y premio Nobel de Economía 2008

Zapatero como problema / Juan Torres López *

José Luis Rodríguez  Zapatero va a pasar a la historia como el presidente al que le da igual 8 que 80 o el que si le pone barba, San Antón, y si no, la Purísima Concepción. Se le llena la boca hablando de derechos y luego lleva a cabo el recorte social más brutal de la historia de la democracia. 

Dice defender la socialdemocracia y el bienestar pero en los últimos meses ha hecho suyas las propuestas neoliberales más duras de los últimos decenios diciendo que así defiende a los trabajadores: ha privatizado y bancarizado las cajas de ahorros para satisfacer a los banqueros, han tomado decisiones fiscales reaccionarias que han costado un dineral a las arcas del estado, ha facilitado la evasión fiscal de los ricos, de los bancos y las grandes empresas mientras que se niega a poner en marcha planes efectivos de lucha contra el fraude fiscal, ha recortado gastos allí donde más lo sufren las clases trabajadoras, ha anunciado recortes en las pensiones recurriendo a los mentirosos argumentos que viene utilizando la banca para poder quedarse con el ahorro de los trabajadores, ha hecho una reforma laboral que es la que más derechos laborales limita en toda la historia de la democracia, le ha regalado un pastel publicitario de docenas de miles de millones de euros a las televisiones privadas. 

Habla mucho de igualdad pero no cumple ni las leyes de igualdad que él mismo llevó al Parlamento, por ejemplo, no elaborando el análisis del impacto de género de las medidas que toma contra la crisis; se jacta de sus leyes sociales, como las de dependencia, pero no toma medidas fiscales adecuadas para financiarlas; y su mandato va a terminar con un incremento impresionante de la desigualdad de género porque su lucha contra la crisis, por decirlo de alguna manera, comporta un sesgo masculino muy negativo para las mujeres. 

Para colmo, el gran defensor de la alianza de civilizaciones ha apoyado las medidas xenófobas del presidente francés contra los gitanos, además de atacar en plan machista a la comisaria de justicia europa que tuvo agallas de decirle las cosas claras a Sarkozy … 

Y todo ello, sin mencionar los continuos cambios de opinión de su gobierno, las rectificaciones en cuestiones importantes, las cesiones ante las presiones de los poderosos, las declaraciones contradicotias, las chapuzas de decretos improvisados en 28 horas o de medidas costosísimas que incluso desconocen los ministros correspondientes….Por eso digo que le da igual 8 que 80.
Ahora va a las Naciones Unidas y defiende lo que en España niega. 

Me refiero a que acaba de defender en la Asamblea de la ONU la imposición de una tasa sobre las transacciones financieras internacionales, la conocida como Tasa Tobin. Yo me alegro que la haya hecho y lo aplaudiría pero es que lo hechos ponen demasiado en evidencia que se trata de una propuesta más falsa que un euro de hojalata por la sencilla razón de que hace muy pocos meses su grupo parlamentario la rechazó aquí en España y porque se negó a mantenerla cuando ejercía como presidente de la Unión Europea. 

Zapatero no solo se opuso a esa medida cuando la propusieron otros grupos parlamentarios de izquierda sino, lo que es peor, mantuvo en un cajón la misma propuesta que hacían algunos parlamentarios de su propio partido.

Se puede gobernar bien o mal, a favor de unos o de otros pero lo malo de Zapatero es que además de terminar de hacerlo para los ricos va a pasar a la historia como el presidente al que le da igual decir hoy una cosa y mañana otra distinta afirmando al mismo tiempo que sigue pensando lo mismo que cuando hacía lo contrario.

Y lo increíble es que el partido socialista no reaccione cuando es tan evidente que Zapatero y su completa carencia de proyecto político se han convertido en la causa directa del creciente desafecto de la gente hacia su propio partido. Sus militantes y dirigentes se limitan a llorar e imprecar por las esquinas sin hacer nada, mascullando su desacuerdo en silencio o en voz tan baja que solo se oye en los corros de amigos. 

Al parecer, porque el propio Zapatero impone su poder inmenso y la ley del silencio que obliga a los afiliados, según dice Jesús Leguina, a estar quietos mirando al mar. Ello sabrán lo que hacen pero se trata de una situación muy desgraciada porque los trabajadores españoles necesitan un partido socialista fuerte y comprometido con su auténtico ideario y no con los intereses de los poderosos. 

Al paso que se va, Zapatero va a provocar el mayor descalabro electoral de la historia del PSOE y no parece que dentro de su partido haya reacciones para evitarlo, ni siquiera de los miles de socialistas auténticos, comprometidos con el bienestar y el cambio social. 

(*) Juan Torres López es miembro del Consejo Científico de ATTAC

Los sindicatos llevan razón / Vicenç Navarro *

Existe una visión muy generalizada en amplios sectores políticos y mediáticos españoles (incluyendo algunos de izquierdas) que considera que el nivel de integración de las economías de los países en la economía mundial global es tal que la globalización económica es, en realidad, la que determina lo que un país puede hacer o dejar de hacer. 

En esta visión, los estados deben someterse a los dictámenes de ese orden económico globalizado, hasta el punto de que el sistema democrático dentro de cada país desaparece y se convierte en irrelevante. La última versión de este determinismo globalizador es la respuesta de la Unión Europea y de España al dictamen de los mercados financieros.

 Se subraya en los mayores medios de información que, en respuesta a las exigencias de estos mercados, no hay otra alternativa que llevar a cabo políticas impopulares (tales como las políticas de austeridad de gasto público y social, y las desreguladoras del mercado de trabajo que faciliten el despido, entre otras) para tranquilizar a los mercados y evitar así que estos penalicen a tales estados, dificultando el pago de la deuda soberana y la obtención de crédito.
 
Se nos dice que no entender esta realidad y oponerse a estas políticas, tal como hacen los sindicatos en la Unión Europea (también en España) y los partidos a la izquierda de los partidos gobernantes es “estúpido”, tal como afirmaba Fernando Vallespín en su artículo de El País “La huelga zombi” (17-09-10). Este artículo, además de criticar a tales partidos y sindicatos “por demonizar el capitalismo”, señalaba que un indicador de la inevitabilidad de las políticas realizadas por el Gobierno español era la falta de propuestas de políticas públicas alternativas por parte de tales agentes sociales e instrumentos políticos. 

Decía Vallespín que muchos de ellos no habían hecho propuestas (porque según él no existían) de cómo, por ejemplo, compaginar “el gasto público social con la respuesta necesaria para evitar el pago de excesivos intereses debido a los mercados financieros”. En realidad, tal artículo (tanto en su contenido como en su tono insultante) es representativo de la hostilidad presentada por los cinco rotativos de mayor difusión del país hacia la convocatoria de huelga general y hacia sus convocantes –los sindicatos– y los partidos que apoyan tal convocatoria.

Tal argumento de inevitabilidad es, sin embargo, profundamente erróneo. Su función no es explicar la realidad económica, sino justificar unas políticas públicas, detrás de las cuales están la banca –que causó la crisis financiera– y la gran patronal –que facilitó la aparición de la crisis (ver mi artículo “La causa de la crisis”, Público, 09-09-10)–, así como las instituciones dominadas por el capital financiero (como el Fondo Monetario Internacional) y las derechas europeas (como el Consejo Europeo, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo). 

En realidad, las políticas que están desarrollando los gobiernos de la eurozona, en respuesta a las presiones de aquellas instituciones, son las mismas políticas que han estado presionando durante muchos años. Quieren utilizar la crisis (que ellos provocaron) para conseguir lo que han deseado siempre. Y utilizan ahora el argumento de los mercados financieros (como antes utilizaron el argumento de la globalización) para subrayar que no hay alternativas a las políticas que ellos proponen.

La realidad, sin embargo, es distinta. Los mercados financieros hablan con muchas voces, y no puede concluirse que lo que están exigiendo sea la reducción del déficit mediante la reducción del gasto público. La agencia Moody’s, por ejemplo, indicó (30-06-10) que el problema de España eran “las débiles perspectivas de crecimiento de su frágil economía” (que la reducción del gasto público acentuará). 

Los países que están experimentando mayores dificultados (los famosos PIGS, Portugal, Irlanda, Grecia y España) tienen, por cierto, el menor gasto público de la eurozona, y sus políticas fiscales son las más regresivas. Pero, independientemente de lo que dijeran tales agencias, el hecho más importante es que el mismo establishment europeo que está proponiendo estas medidas impopulares tiene en sus manos el poder para imponer su voluntad sobre tales mercados (ver mi artículo “Otras políticas públicas son posibles y necesarias”, 29-07-10 en www.vnavarro.org). 

No es cierto que los estados deban someterse a los mercados. Los estados y la Unión Europea pueden controlar los mercados. La evidencia de ello es abrumadora. Lo que ocurre es que la enorme influencia política del capital financiero sobre tales estados hace que se sigan aquellas políticas impopulares. Y ahí está la raíz del problema, un problema que es político más que económico: las relaciones de poder dentro de cada Estado.

La Unión Europea que tenemos es la Europa que han ido configurando las derechas con la ayuda del socioliberalismo, que ha construido una Europa a las espaldas de las poblaciones de sus estados miembros, que presenta sus propias propuestas como las únicas posibles. Pero existen alternativas, y también en España. No es cierto que –como Vallespín afirma– los sindicatos y las izquierdas no hayan hecho propuestas alternativas. Para cada política neoliberal existen propuestas alternativas.

En lugar de intentar conseguir fondos para el Estado congelando las pensiones y disminuyendo los salarios de los empleados públicos, se ha propuesto revertir las políticas fiscales regresivas que restaron ingresos al Estado. Y en lugar de gastar cantidades ingentes en la banca y en las cajas, se ha propuesto hacer de las cajas bancos públicos, para facilitar el crédito, y así un largo etcétera.

El hecho de que Vallespín parezca desconocer tales propuestas puede deberse a que sólo lee los diarios de mayor difusión donde, en su avalancha hostil en contra de la huelga general, nunca aparecen tales alternativas, como parte de una discriminación antidemocrática contra las izquierdas. Pero ahora, además de ignorarlas, importantes voces del establishment mediático las insultan, llamándolas “estúpidas”. La abundante evidencia existente sobre estas alternativas, sin embargo, hace merecedores de tal calificativo a quienes lo utilizan.

(*) Vicenç Navarro es catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra y profesor de Public Policy en The Johns Hopkins University.

¿Deflación?, ¿qué deflación? / Santiago Niño Becerra *

“La deflación en …………. se debe a que el sector empresarial ha sufrido un problema de sobredeuda durante mucho tiempo después del estallido de la burbuja. Es por eso que se redujeron drásticamente los precios de sus activos al tiempo que aumentaba su deuda. Las corporaciones no han hecho otra cosa desde entonces que devolver el dinero prestado a los bancos y apenas han invertido. Eso nos ha llevado a esta fase deflacionista actual con una falta significativa de demanda”. 

En menos de cinco segundos apunte el nombre de un país en la línea de puntos que se halla al principio del párrafo anterior. El resultado es ….., ¡exacto!: Japón. Son palabras de Mr. Naoyuki Haraoka, director ejecutivo de la Japan Economic Foundation, y fueron publicadas en la Pág. 18 de El País Negocios del 05.09.2010. (Sugerencia: lean todo el artículo-entrevista). 

No podía haber sido expresada con mayor claridad la situación que está viviendo Japón, si, pero -y de ahí el acertijo-, ¿no me negarán que en la línea de puntos podía haber sido escrito el nombre de diversos países: de muchos países. (Existe diferencias, claro: en el caso de Japón una apreciación relativa del Yen debido, entre otras razones, a la repatriación de capitales que se está produciendo). 

De las palabras de Mr. Haraoka yo destacaría especialmente tres: ‘deflación’, ‘sobredeuda’ y ‘demanda’: las 3Ds. Veamos. Voy a proponerles un juego: lean el párrafo con el que comienzan estas líneas haciendo abstracción de quien lo dice, del tiempo en el que está dicho, y del país al que se refiere y léanlo haciendo incidencia en esas tres palabras referidas. Pruébenlo. Tras leerlo dos o tres veces a lo que llegarán es a una especie de lugar descontextualizado en el que ‘demanda’ enlaza con ‘sobreduda’ y con ‘deflación’ de tal modo que acaban conectando, por ejemplo, así: 

Es necesario que haya sobredeuda para que pueda haber demanda, sólo entonces habrá inflación -que, si es procedente, ya será corregida- por lo que la deuda tendrá que continuar aumentando a fin de que continúe aumentando la demanda. (Evidentemente por ‘inflación’ debe entenderse ‘no caída en el nivel de precios’). 

¿Qué es lo anterior?, pues el resumen del resumen de lo que ha sido el modelo económico con el que nos hemos estado desempeñando en este último más de medio siglo. ¡Y ha funcionado!: se realimenta al hacer la inflación de mantenedor del proceso; pero encierra un problema muy grave: se agota, acaba agotándose, ¿por qué?: por un lado, la deuda no puede crecer indefinidamente; por otro, la búsqueda de una mayor competitividad lleva al incremento de la productividad y a la caída de los precios. 

Nuestro modelo, el que hemos estado utilizando, el aún en vigor, nació ya con los genes de su agotamiento (esto les suena, ya, pero la revolución obrera no tiene nada que ver aquí). Para crecer hacía falta consumo, para continuar creciendo hacía falta más consumo, pero la renta era insuficiente y sólo podía crecer en función de la productividad, por lo que la deuda fue la única solución; pero la capacidad de endeudamiento acaba llegando a su máximo, a su tope.  

Además, al ir aumentando la capacidad productiva y al hacer eso todos los entes fabricantes, había que aumentar la productividad a fin de rentabilizar esa capacidad, pero cuanto más se profundizaba por esa línea más tenía que crecer la capacidad de endeudamiento, pero cuanto más aumentaba la productividad más factor trabajo era excedentario por lo que la renta media tendía al decrecimiento y, con ella, el consumo. 

Todo lo que se está haciendo para ‘arreglar’ la situación apunta a eso, a ‘arreglar’ el problema de la baja demanda, tanto la vía USA de continuar con los estímulos como la europea de ir por la estabilización: es un tema de tiempo; pero lo que no se ha planteado hasta ahora es algo que, pienso, es obvio: eso que se denomina ‘deflación’: precios a la baja en una situación de consumo átono, es la situación normal del nuevo modelo que traerá la crisis: consumir lo necesario en un escenario de fabricación ultraeficiente de aquello que sea útil. 

A algo así hoy se le denominaría deflación, ¿verdad?.
(Un posible nuevo impuesto a las entidades financieras no resuelve los problemas del sector, argumentan los dirigentes de éstas; pienso que tienen razón. Los problemas del sector financiero mundial y de cada una de las entidades financieras diseminadas por el planeta son consecuencia de una forma de hacer las cosas que se justificaba por las reglas de funcionamiento de un modelo; cierto es que las entidades financieras han hecho cosas malas, pero buenas a la luz de esas reglas de funcionamiento, y eso es así aunque ahora convenga decir otra cosa. 

Es como con los caramelos. Si un tierno infante se toma un caramelo nada malo sucederá (si no es alérgico a ningún componente del caramelo, claro), pero si se toma treinta en una tarde cogerá un empacho épico. Para una familia, para una empresa, para una entidad financiera, para un Estado, un nivel de endeudamiento del 15% o del 20%, en la mayoría de los casos es inocuo, una deuda que equivalga al 150% o al 200% de tales ingresos puede permitirse, forzarse, pero es físicamente insostenible. Lo que pasa es que tal y como han sido las cosas con el primer nivel de deuda ya era imposible crecer: para crecer había que pasar al segundo.

Un nuevo impuesto a las entidades financieras no supondría lo que debería: modificar esas reglas de funcionamiento, pero con él se obtiene pasta. Ya, ya: si se paga, claro). 
(Suecia: pienso que la economía sueca no está donde está debido al Gobierno anterior, pienso que cualquiera que hubiese sido el Gobierno anterior la economía sueca se hallaría donde está, o muy cerca. Suecia está mucho menos mal que el resto de países europeos ‘a pesar de sus políticos’: cosas como la estructura de su PIB, su nivel de población, su practicidad a la hora de enfocar las decisiones, es lo que ha determinado que Suecia esté así: menos mal que los demás, y en eso, pienso, la política ha influido muy poco. Que nadie intente hacer extrapolaciones extrañas que a ninguna parte van a llevar: Suecia es Suecia, y los demás son los demás). 

(*) Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

Profesor Santiago Niño Becerra: 'A medio plazo lo único que hay que hacer es sobrevivir'


BARCELONA.- Santiago Niño Becerra (Barcelona, 1951) elige su despacho del Instituto Químico de Sarrià, para realizar esta entrevista. Y reconforta detenerse en el hall climatizado a respirar del sofoco de Barcelona…; a observar lo clásico del edificio, al alumnado y a los docentes que vienen y van por este centro jesuita y elitista (universidad privada Ramon Llull) que ya cumplió el siglo. Ahí están las camisetas y otros souvenirs en una vitrina para el recuerdo. Los venden. Otro producto de consumo más –también lo educativo– de los muchos que genera este mundo desarrollado asolado por una "crisis sistémica", estertor previo al fin del sistema capitalista, según dice este catedrático de Estructura Económica en 'El País Semanal'. 

Una pausa antes de sumergirnos en ese futuro terrible que, vaticino, nos va a pronosticar este hombre prolífico y polémico por sus análisis siempre radicales y neocon (para él parece no existir lo social ni otro poder que no sea el económico) que ha ido volcando en artículos en la web (lacartadelabolsa.com) y en el libro El crack de 2010, otro más de las decenas sobre la crisis económica que se ven en las librerías, aunque el suyo (Los Libros del Lince) ya va por la 15ª edición. Niño Becerra afirma que la debacle económica que está sucediendo y estamos viviendo nada tiene de pasajera, ni se va a resolver en un pispás. No. El castillo de naipes se cae.

"A medio plazo lo único que hay que hacer es sobrevivir. Hemos estado viajando en un crucero fabuloso y ahora, de golpe, es un bote de remos". Y se ha esfumado ya ese "ir a más" en el que nos movíamos hace poco para despeñarnos por el "ir a menos". Para siempre. "Creo que estamos aún en un momento de concienciación. La gente espera un milagro, necesita creer que es posible". Pero no. 

"Vamos hacia una época en términos humanos horrible, no es una época que a mí me guste. La persona como tal valdrá poco… tenderemos más hacia un colectivismo, algo más budista". ¿Y eso es negativo? "Bueno, pensar en colectivo no es tan estupendo… quiere decir que si disponemos de una sola dosis de antibiótico, por ejemplo, y usted es un genio, el antibiótico será para usted". ¿Ah, sí? ¿Quién decidirá eso? "Alguien lo hará, por el bien de la comunidad". Uff, ni un respiro, en este embudo último en que vivimos.

Y esto es lo de menos. Lo de más es que este declive implica otro peligro –el gran peligro en realidad–: la merma afectará al actual sistema político. "La democracia", asegura, "solo se puede dar en la abundancia". Y no se inmuta. Lo que se avecina, según él, tiene el color sombrío del recorte de derechos, libertades, igualdad… 

Muy criticado por sus tesis, que algunos definen de "profecías apocalípticas y repetitivas", Niño Becerra es vecino desde hace 30 años de la localidad costera de Vilassar de Mar; está casado, con un hijo. Es hombre de físico menudo, media melena lacia y barba gris a lo pombo. Un señor que parece poco dado a pensar en glamour alguno, que viste camisa azul y suspira de vez en cuando, impaciente, porque no se entienda lo que quiere decir (y dice mucho; no para) o porque no comprenda tu afición a circunvalar la charla e ir hacia otros territorios.

¿Cómo se gestó su libro 'El crack de 2010'? Llevo desde hace cinco años publicando artículos y el libro es la consecuencia de un proceso personal. Y llevaba mucho investigando sobre el agotamiento del modelo económico, llegaba a su fin. ¿Qué me hacía sospecharlo? El aumento de la deuda privada. Me pregunté por sus implicaciones... Entonces lo que aquí analizamos (junto a otros dos profesores) fue la evolución del PIB en cada país, las tasas de variación anual desde 1950… A partir de aquí vimos que el perfil evolutivo económico actual es igual al de la Gran Depresión. Si se compara la evolución de la variación del PIB entre 1923-1930, es igual a la de entre 2003-2010. Y de ahí nació.

¿De dónde salía el dinero para consumir tanto? Esa era la gran pregunta… Se lo daban. En 1996, el nivel de deuda privada en España era del 65% del PIB. En 2008 llegó al 220%. ¿Qué había sucedido? Aumento continuado de la deuda de empresas y personas físicas. Se lo daban. ¿Quiénes? El sistema, a través de las entidades financieras para que consumiéramos. Prácticamente todo el crecimiento se ha producido a base de deuda. No de salarios, ni de beneficios, España tiene los salarios más bajos de la UE por su baja productividad. Esto es lo realmente grave.

¿Y esto es culpa de los trabajadores…? Es culpa de la historia y de la estructura del PIB que tenemos. Más del 35% del PIB se genera a través de la construcción, el automóvil, el turismo y la hostelería…Actividades de poco valor; en consecuencia, los salarios que se pagan son bajos. ¿Qué tipo de PIB genera Suecia? Uno de alto valor. Tiene alta productividad y los salarios son elevados. Un dato que para mí es estremecedor es que España en 2006 tenía igual productividad que Suecia en 1975… España tiene una historia triste, de carencias, desde hace siglos. Y ni el modelo alemán que quieren implantar con la Reforma laboral va a funcionar. Porque aquí sobran personas, no horas de personas como allí, dada la mano de obra poco formada que tenemos; que es en realidad, la que necesitamos.

Es decir que el retraso que existía en la España franquista sigue tal cual… Evidentemente. A ver, España ha crecido. La gran suerte fue que nos dejaran entrar en la Comunidad Europea en 1986 y eso permitió que llegasen inversiones extranjeras y que se pudiese exportar; vinieron extranjeros a residir, turismo a borbotones, etcétera, pero lo que es la productividad, eso sigue igual. Tenemos, por ejemplo, 18 plantas de ensamblaje de automóviles, 18. Pero ningún centro de decisión en este sector. En Francia dicen "cerramos la fábrica de Renault de Valladolid" y la cierran, y no pasa nada. En España se diseña muy poco y no se decide nada. Los grandes turoperadores turísticos no son españoles. Esa es la dinámica, un pez que se muerde la cola. Para mayor inri, hay 46 millones de habitantes. Si fueran cinco como Finlandia, sería menos grave. Es decir, hay una combinación de factores tremenda en los que yo entiendo que ningún Gobierno tiene la culpa, o todos son culpables.

Usted no culpa a nadie, ni PP ni PSOE… Exacto, da lo mismo, igual que la Banca y las Cajas. Para mí no tienen culpa.

¿No es eso determinista? Si nadie tiene la culpa y nada se puede hacer… Entiendo que en la mayoría de los casos se hace lo que se puede hacer, no lo que sería deseable. Esta crisis es fruto de algo maravilloso, que fue el modelo que se puso en marcha tras la Segunda Guerra Mundial. Y que ha propiciado la protección social que tenemos. ¿Qué sucedió? A inicios de los setenta empezó a agotarse y la perversión vino por el lado del crédito. El modelo aumentó enormemente su capacidad productiva y la única forma que había de darle la vuelta a esto, de tirar para adelante, era que la gente consumiera. Tengo alumnas que en el armario tienen 30 blusas de temporada…

Uf, eso no es nada, todos nos hemos dejado arrastrar, hemos gastado más de lo que podemos, seguro que también usted… Claro, la inmensa mayoría ante la pregunta de si le gustaría tener un Porsche, dirá que sí. Todos no, pero la mayoría sí. Que todos hemos gastado alguna vez por encima, seguro, y yo también, claro. No, en casas no. Mire, por ejemplo, el año pasado, en buenos restaurantes en París con mi esposa… Pero lo básico es que las deudas tienen que estar en relación con los ingresos, y eso no se ha cumplido.

Y nadie, expertos, Ministerio de Economía, lo vio y avisó 'esto está yendo fatal…' Y les dijeron 'tú te callas'. En todos los ministerios de economía europeos hay gente muy válida y el Servicio de Estudios del Banco de España es uno de los mejores. Lo vieron, pero no había alternativa: o se crecía así o no se crecía. Hay una fecha crucial: 1991, Guerra del Golfo y derrumbe de la URSS. El modelo estaba caducado. Es cuando se producen las recesiones que aquí llegan tras las Olimpiadas y la Expo. Bien, entonces a alguien se le ocurrió –en EE UU, claro– que la única forma para seguir –no para cambiar, para seguir– era dar más crédito. Y el mundo entró en una orgía de crédito.

Sí en EE UU, el negocio de las hipotecas basura, dar dinero a quien no puede pagar… Pero, y no se ría, ¡si lo deseable era que no pagaran! Le cuento la historia real. El esquema es perverso, pero genial. Se daba una hipoteca a la gente a la que nadie se la concedía y encima le decían que los dos primeros años prácticamente no tenía que pagar. ¿Dónde estaba el negocio? Por dos lados. Primero, como damos por supuesto que ya nos vamos a ocupar nosotros de que esto sea así, es decir, que el precio de la vivienda siga subiendo, nos dirán "no puedo pagar, aquí tienen las llaves". Y segundo, cojo estas hipotecas, las estructuro, titulizo y negocio. ¡Es genial! ¿Problema? Que el precio de las casas no siguió subiendo. Y llegó un punto en que la cantidad de bonos emitida y la cantidad de hipotecas amasada, teniendo en cuenta la gente que no pagaba, era desmesurada. En Detroit se podía comprar una casa por un dólar.

¿Y ahora peligran hasta las pensiones…? A Michael Portino, subsecretario de Hacienda con John Mayor, en 1992, le preguntaron si la gente cobraría pensión y él dijo que toda persona que entonces tuviera menos de 40 años no cobraría. Esto va a ser así. Fíjese en un dato curioso, en 1997 en España hacían falta ocho años para acceder a una pensión, no a la máxima sino a una. Ahora se habla de 20 años… Y nadie ha dicho ni pío. Estamos en una posición, todos en general y cada uno en particular, de salvar la situación, pura supervivencia.
Al mirarle mientras cuenta parece un personaje de otro siglo, encajado en un despacho austero: una mesa, una ventana, un ordenador, una botella de agua en la mano y sus tesis en la cabeza. "Si usted me pregunta cuál es la mayor burrada que ha hecho la humanidad ha sido desperdiciar los recursos. Pero el desperdicio ha llevado al crecimiento". No admite una fisura de optimismo en su discurso liberal siempre; provocador a ratos, muy dado al impacto. Ejemplos: "¿Movimientos de población? Bueno, Europa entre 1865 y 1910 expulsó a 50 millones de personas. Sí, pero es que entonces había donde ir, EE UU, y eran bienvenidos, había que crecer y eran necesarios… Ahora ya no". ¿Masas de empobrecidos por todo el mundo? ¿Y quietos? Difícil de imaginar.Pero hasta para eso tiene respuesta: se legalizará la marihuana como se hizo con el alcohol en los años treinta del siglo XX. Niño Becerra se rige por una verdad: "La economía siempre es la protagonista. No lo es la política… Eso es una falacia. Cuando el señor Eisenhower dijo: 'Lo que es bueno para General Motors es bueno para Estados Unidos y viceversa', pues era verdad. Si el director de la Shell llama a Obama por teléfono, este se pone; pero si el que telefonea es Sarkozy, no es tan seguro ya que coja el aparato".

Vayamos hacia delante. Haga un retrato robot de lo que será 2020. Habrá cambio de modelo. El pos Segunda Guerra Mundial se basó en ir constantemente a más a través del consumo, público, privado, empresarial… El problema de ir a más es que llega un punto en que se agota. Uno no puede poner 60 teles en casa, aunque cuesten un euro. Y consume y desperdicia muchos recursos. Hoy, por ejemplo, se sabe que queda uranio para 65 años.

Esto lo vienen diciendo los ecologistas hace mucho. Sí, pero cuando empezaron a decirlo –el movimiento ecologista empieza en los setenta, no es casualidad– entonces no había que oírlo, no tocaba.

Bueno, en Alemania, por ejemplo, sí los escucharon. Hubo (hay) Partido de los Verdes y hasta gobernando… Sí, pero los Verdes de hoy no tiene que ver con el partido de los setenta. ¿Por dónde íbamos? 2020. El objetivo no es ir a más, sino ir hacia donde sea necesario (lo cual es ecológicamente más sostenible; la contaminación bajará) que se base en la productividad. Los políticos tendrán poquísimo peso, lo tendrán los técnicos. Un escenario en el que se fabricará lo que sea necesario. Habrá crédito, sí, pero para fabricar o investigar lo necesario e importante. Y la gente tendrá que cambiar de chip, tendrá que ir a ver una puesta de sol en tren…

Usted recibe muchas críticas por sus teorías, le voy a comentar algunas: que solo ve y habla de países ricos y los ricos hemos dejado de ser el 'Mundo'. Hay otros emergentes, los BRIC… ¿Se refiere a China, país del que dicen que el 40% de créditos dados por su banca es incobrable?

… que lo que falla en sus análisis es que olvida que ni los políticos ni los ciudadanos están dispuestos a permanecer impasibles ante una crisis que devore la riqueza, lo social, el futuro… ¿Usted cree realmente que alguien va a tomar el palacio de invierno…? Yo no.

… y tampoco tiene en cuenta a la población, su voluntad, su acción. Hoy todo es más global. Si aquí vamos mal y en otros sitios peor… la gente se moverá, vendrá a Europa en masa… No les dejarán, es decir, de la misma forma que se permitió –hablando de España o Francia– que hubiera inmigración para hacer pisos, se puede coger y prohibir a la gente que venga. Fíjese con qué ha amenazado Francia ahora a Rumania. Ordenas tu casa o te vetamos en el espacio Schengen.

Pero ética y políticamente eso es…
La ética cambia, ¿no?

Quizá, pero el peso de la ciudadanía también y el acceso a la información ahora es mayor que… Mire, la productividad de descarga de un buque en el puerto de Londres en 30 años ha aumentado casi un 3.000%. ¿Qué quiere decir esto? Que hace falta menos mano de obra. No nos engañemos, en España nunca más volverán a construirse 800.000 viviendas al año.

Insisto, la gente ha de vivir de algo, ¿alguna alternativa…? El modelo sustitutivo… Teniendo en cuenta donde estamos, país desarrollado, 2010, ya no hay nada para sustituir a los dos millones y medio de personas que construían pisos en España, nada. En el mundo, unos estamos mucho peor que otros. A día de hoy, la tasa de paro en España es del 20%; en Holanda, 5%. La de paro juvenil aquí del 40%; en Austria, 10%. En España vamos a un mayor empobrecimiento. Y fuera. ¿Sabía que en Sudáfrica, que sobra gente a mansalva, se están robotizando minas? El 45% de la población allí tiene menos de 20 años. Quien dice África, dice Asia; China es otro tema, es importadora de recursos. En un estudio de hace años se demostraba que si el 100% de la población del África subsahariana desapareciera, no pasaría nada. ¿Por qué? Porque los minerales seguirían ahí. Este es un cóctel explosivo, claro. Pero la realidad es que la tecnología cada vez necesita menos gente. Y los recursos no se pueden desperdiciar porque hasta que la tecnología no consiga otros, tenemos un proble-
ma. Y cada vez se necesitan más. Si China tuviera hoy igual cantidad de coches por habitante que EE UU, se bebería el 100% del petróleo del mundo. No le van a dejar tener la tasa de coches que tiene EE UU.

¿Quién les detendrá? Debido a la necesidad, un grupo de técnicos coordinados a nivel internacional, técnicos en lo monetario, dirá que hay que ir por ahí. ¿Significa eso un retroceso democrático? Sí. La democracia es para la abundancia. Cuando no la hay es difícil ser demócrata.

En las democracias precisamente se intenta proteger a los que menos tienen y no solo a una clase boyante, es decir, proporcionar mecanismos que permitan que los servicios sociales sean iguales para todos, eso no solo tiene que ver con la abundacia sino con la justicia… Se hizo un estudio –creo que el Gobierno británico no tiene intención de sacarlo– para dar dinero a las universidades según número de alumnos inteligentes y pobres que tuvieran. Es decir, no dar dinero de forma indiscriminada, sino según capacidad y renta. ¿Por qué? Porque los recursos son escasos y por la ley de la igualdad y oportunidad.

Claro, a eso se tiende en democracia entre otras cosas… En Finlandia hace años las multas de tráfico estaban en función de la renta; lo quitaron. Parece interesante, ¿no? Pues no. Ni en Finlandia. La democracia alemana, por ejemplo, a pesar de ser muy joven, es bastante más sólida que la española. Tras la Segunda Guerra Mundial, los alemanes trabajaron una hora para el Estado. Promueva esto aquí. Una democracia auténtica va muy asociada al nivel de desarrollo de un país.

Quiere decir que esos países latinoamericanos o africanos que intentan democratizarse no lo conseguirán… El país latinoamericano más avanzado democráticamente hablando ha sido Costa Rica, pequeño, poca población. Y tenía un problema: gran parte de su economía dependía de una sola empresa. Un país grande como Brasil, si evaluamos, por ejemplo, la evolución del señor Lula desde que era un líder sindical… Desgraciadamente, política y economía no van de la mano.

Un panorama poco optimista... Bueno, vayamos a la recuperación. ¿Va a llegar? Sí. Pero jamás volveremos a lo de antes, que alguien vaya a un banco y le den un crédito por el 130% del valor de la vivienda. La recuperación vendrá, dejaremos de caer, las cosas se estabilizarán…

… poco optimista sobre todo por la asociación entre crisis y democracia. Pienso que la libertad política –es muy fuerte esto– se compra. En EE UU, cuna de la democracia, el salario medio de un afroamericano es entre el 30% y el 40% más bajo que el de un blanco a igualdad de trabajo. Y, por definición, es menos libre, tiene menos opciones. La evolución democrática, política, está en relación con la capacidad decisoria a nivel financiero. Si quiere lo saca: de verdad, las dos únicas comunidades autónomas en España, las dos únicas que tienen una auténtica autonomía, son Euskadi y Navarra, porque tienen autonomía financiera. Nos puede gustar o no, pero hasta que no aumente la renta de Marruecos la democracia allí no aumentará. La democracia tal como la entendemos se limitará. Y sobre lo que dice de acceso a la información, creo que estamos a un paso de regular Internet.

Pura profecía totalitaria de Orwell (en su libro '1984') entonces para 2020… Vamos en esa dirección, por recursos limitados. Y en esto soy optimista. Si ahora se da carta libre para que todos vayan al Ártico a explotar el petróleo, va a ser un desastre. Se va a regular, por necesidad. Pero a la vez se frena la libertad; se empieza regulando allí y luego se regula la temperatura de tu casa. Hace 15 años todo era genial. La economía tiene dos definiciones: la ciencia que estudia la abundancia y yo creo que esta es la correcta, la que administra la escasez.

Otras críticas: sus teorías responden a una concepción darwinista, habla mucho de las clases medias, se olvida de los pobres… Los pobres han sido necesarios hasta ahora para elevar al mayor número posible a la categoría de clases medias, de ahí el tema de la movilidad social, que en España lleva estancada 30 años. Y han sido necesarios a lo largo del XIX y XX para producir. Pero hoy no, hasta las clases medias son innecesarias.

Usted vaticina el fin de la clase media. Y no soy el único. La clase media fue inventada por necesidad. Yo creo que la lectura "mala" de mi libro puede llevar a una defensa de unas élites tipo, yo que sé, la nobleza del siglo XV y tal, pero no, eran unos inútiles. ¿Usted sabía que en Suecia ya hay robots que reparten medicamentos en hospitales?

Hay un libro de Jeff Rubin, que fue experto en asuntos de petróleo, que habla de que el mundo va a ser cada vez más pequeño, los núcleos de desarrollo y economía van a reducirse… Sí, esto ya tiene un nombre, clusters. Yo creo que vamos hacia una clusterización. El concepto de Estado cada vez tendrá menos importancia, y de nación o región, vamos hacia la creación de clusters, incluso transregionales, que colaboren entre sí y creen sinergias. Un ejemplo podría ser la costa mediterránea española y francesa, aunque cada uno siga siendo un país distinto. Esto en Alemania lo tienen avanzadísimo, la zona de Hamburgo… Creo que otro de los cambios que se va a producir es que el fenómeno de la deslocalización revertirá, debido al coste del transporte. De hecho está empezando a pasar… En EE UU se reinstalan fábricas de tornillería en minas abandonadas… Con máquinas, ojo, y uso de factor trabajo cero.

Usted tiene un hijo de 23 años. ¿Qué opina de esto? En casa no quieren saber nada de economía, ni mi esposa ni él. Creo que esa generación tan denostada, la del 85 al 95, es más lista de lo que parece… Son mis alumnos. Y dicen: "Muy bien, ¿nos dan? Pues ¿para qué vamos a esforzarnos, nos dan para que tengamos la vida fácil y no molestemos?… pues aprovechemos… Pero creo que en el momento en que no puedan tener… se adaptarán, no son revolucionarios, no van a hacer la revolución…

La muestra en la que usted se basa es limitada, sus alumnos son un grupo de élite ya muy seleccionado… Bueno, no sé… igual me equivoco.

Es decir, que la masa de 20 años igual no tiene nada que ver con lo que usted tiene en clase… Pero vamos a ver: tasa de paro juvenil más del 40% en España. Entre 16-19 años, 60%. Por pura lógica estos chicas/os tendrían que estar pegando gritos por la calle y no lo hacen, no son revolucionarios… Estarán de botellón, se irán a Somalia y se fumarán un canuto, pero no son folloneros.

Siderurgia y ciencia-ficción

Santiago Niño Becerra es profesor “por evolución”. Economista durante 20 años en lo privado, sector siderurgia, se colapsó en 1991: “Trabajaba 20 horas, dormía 3. Me tomé un año sabático. Luego me sumé a la creación de la Facultad de Economía en la Ramón Llull, y aquí ando”. Y la siderurgia, ¿cómo va? “Cambiando. Ahí sí que existe disociación entre mundo rico y pobre. La ultratecnificada en uno; la común, al otro”.

Lector de ciencia-ficción (Ray Bradbury, su favorito: ‘Crónicas marcianas’) y fan en lo económico de John K. Galbraith (“cirujano de la realidad”), dice que la enseñanza le gusta, pero decepciona: “Esperas rendimientos que no se dan. Escribir es más libre: dependo de mí”. Su otro vicio es la fotografía, tomarlas y manipularlas: “Un retrato: el único presente, un instante irrepetible”.