domingo, 26 de septiembre de 2010

Pobreza y hambre / Francisco Poveda Blanco *

Se ha sabido que las cenas que se celebraban en Nueva York por iniciativa del segundo y tercer magnate del mundo -Warren Buffet y Bill Gates-, con la asistencia de otras personas inmensamente ricas e influyentes, han servido para lograr que cuarenta multimillonarios de los EE UU decidan donar en vida o en sus testamentos, al menos la mitad de su fortuna para obras sociales. Se cifra en 230.000 millones de dólares la cantidad alcanzada para tan encomiable proyecto, The living pledge (el compromiso de dar), y se confía en otros amigos en la abundancia, para unirse al reto de tan filantrópica iniciativa.

La ejemplaridad contrasta con el comportamiento de los países ricos en el Foro sobre Pobreza de la ONU, que una vez más han incumplido sus compromisos al no alcanzar los Objetivos del Milenium (ODM). En la clausura de la Cumbre, el presidente Obama, en línea con su predecesora, la canciller alemana, Angela Merkel, defendió un cambio de actitud en la lucha contra la pobreza, pero siguió resistiéndose a suscribir el 0,7%, sin sentir el menor rubor porque su país sea, comparativamente, uno de los menos solidarios con el tercer mundo, al destinar sólo 20 centavos por cada 100 dólares de presupuesto. 

 Es vergonzoso que los presupuestos de EE UU y el de tantos otros países desarrollados, contengan enormes partidas para mantener o iniciar guerras fraticidas, al tiempo que incumplen los compromisos menos cuantiosos con el tercer mundo para erradicar una pobreza crónica que atenaza a casi 1.000 millones de personas atrapadas en un hambre insufrible, agravada por la crisis económica y alimentaria, pese a que en este irresponsable mundo se producen alimentos que bastarían para todos sin el egoísmo del mundo desarrollado.

El laberinto del hambre crónica conduce hacia la muerte. Lo dice el refrán "el hambre viene sola, pero no se va sola": la falta de medios, la ausencia de ayudas y asistencia médica causa verdaderos estragos. Por ejemplo, cada seis segundos muere un niño por malnutrición; cada día mueren en su gestación o al parir 960 mujeres embarazadas; la diarrea o la deshidratación mata a millones de niños y ancianos. Son muertes evitables, como ha señalado Ariane Arpa, directora general de Intermón Oxman, porque bastaría con que cada país cumpliera el compromiso contraído de donar el 0,7% de sus presupuestos, menos de lo que el mundo gasta en caramelos.

Estremece la frase de Alberto Morlachetti, "quien muere de hambre, muere asesinado", y sonroja que las terribles noticias e imágenes que habitualmente recibimos sobre la pobreza y el hambre no acaparen nuestra atención. En un ejercicio de no implicación miramos hacia otro lado, sin detenernos siquiera en la crueldad de una situación de la que todos somos cómplices. 

Quizá la solución nos parezca inalcanzable, porque no dedicamos ni un segundo a exigir a los poderes públicos, a las instituciones y organismos el cumplimiento de sus promesas, en contraste con el mucho tiempo que destinamos al seguimiento de lo intrascendente, al mundo de la farándula, del deporte, a sus insustanciales protagonistas, al marujeo televisivo, a la basura.

La propuesta de Zapatero de implantar, primero, el impuesto sobre los beneficios bancarios, y después, con el apoyo de Sarkozy, el impuesto a las transacciones financieras internacionales (la Tasa Tobín), como impuesto finalista para ayudar al tercer mundo, ha tenido mala acogida entre nosotros. No me sorprende que Botín y González, como presidentes de nuestros dos primeros bancos hayan mostrado su rechazo, pese a que no les falte dinero para sus proyectos de expansión: están en su papel. Pero me enerva que una propuesta con tan loable destino, se dé por inútil antes de discutirla, y que Victorio Valle, director general de la Fundación General de Cajas (FUNCAS), la califique de "imbecilidad".

La Confederación Española de Cajas de Ahorro (CECA), considera que "sólo servirán para encarecer el crédito a las familias y las empresas". Es claro que considera que de su pago se resarcirá la banca cargándoselo a sus clientes. En este país, los impuestos, incluso los directos, cuando recaen sobre los poderosos, siempre acaban trasladándose sobre los otros. Dolores de Cospedal, dice que le parece buena idea pero "duda de que Zapatero tenga credibilidad y confianza a nivel internacional para liderar esta propuesta".

Se puede acusar a Zapatero de cometer errores, pero negarle crédito en materia de ayuda al desarrollo, cuando España supera a países como Alemania, Canadá, EE UU, Japón e Italia, entre otros, es paradójico. Quienes le han criticado cuando ayuda a los países pobres, no pueden negarle una capacidad de sobra probada en tal objetivo. Cuando, como señala el director general de la FAO "el hambre sigue siendo la mayor tragedia y el mayor escándalo del mundo", hay que aplaudir todas las iniciativas para combatirla. 

Mientras nos chirrían las entrañas al saber que parte de los millonarios depósitos bancarios de la Santa Sede están sujetos a investigación por blanqueo de dinero, nos preguntamos sobre las equívocas prioridades del mundo. Salvador Allende también lo hizo al decir, "¿es justo que el hombre ponga un pie sobre la luna? ¿No sería más justo que los grandes países pongan los pies sobre la Tierra y se den cuenta de que hay millones de personas que no tienen trabajo y se mueren de hambre?". Digno de reflexión. 

(*) Catedrático de Economía Aplicada y Derecho Financiero y Tributario de la Universidad de Alicante

http://www.diarioinformacion.com/opinion/2010/09/26/pobreza-hambre/1048185.html

Pobrezas humanas / Eduardo Galeano

Pobres, lo que se dice pobres, son los que no tienen tiempo para perder el tiempo.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que no tienen silencio, ni pueden comprarlo.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que tienen piernas que se han olvidado de caminar, como las alas de las gallinas se han olvidado de volar.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que comen basura y pagan por ella como si fuese comida.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que tienen el derecho de respirar mierda, como si fuera aire, sin pagar nada por ella.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que no tienen más libertad que la libertad de elegir entre uno y otro canal de televisión.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que viven dramas pasionales con las máquinas.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que son siempre muchos y están siempre solos.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que no saben que son pobres".

http://www.bolinfodecarlos.com.ar/pobrezas_humanas.htm


Me caí del mundo y no sé por donde se entra. (Para mayores de 30)

Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco..
 
No hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los críos, los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.
 
Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda, incluyendo los pañales.
 
¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó botar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el pañuelo de tela del bolsillo.
 
¡¡¡Nooo!!! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades. ¡Guardo los vasos desechables!
 
¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez!
 
¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!
 
Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida!
 
¡Es más!
 
¡Se compraban para la vida de los que venían después!
 
La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, vajillas y hasta palanganas de loza.
 
Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de refrigerador tres veces.
 
¡¡Nos están fastidiando! ! ¡¡Yo los descubrí!! ¡¡Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.
 
¿Dónde están los zapateros arreglando las media-suelas de los tenis Nike?
 
¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando colchones casa por casa?
 
¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista?
 
¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?
 
Todo se tira, todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más y más basura.
 
El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad.
 
El que tenga menos de 30 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el que recogía la basura!! ¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de... años! Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII)
 
No existía el plástico ni el nylon. La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en la Fiesta de San Juan.
 
Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban. De 'por ahí' vengo yo. Y no es que haya sido mejor.. Es que no es fácil para un pobre tipo al que lo educaron con el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo', pasarse al 'compre y bote que ya se viene el modelo nuevo'.Hay que cambiar el auto cada 3 años como máximo, porque si no, eres un arruinado. Así el coche que tenés esté en buen estado . Y hay que vivir endeudado eternamente para pagar el nuevo!!!! Pero por Dios.
 
Mi cabeza no resiste tanto.
 
Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que, además, cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real.
 
Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo) Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.
 
Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita. ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?
 
¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron?
 
En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos.. . ¡¡Cómo guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!! ¡¡Guardábamos las tapas de los refrescos!! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia-calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela. ¡Tooodo guardábamos!
 
Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables. Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned-beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.
 
Las cosas no eran desechables. Eran guardables. ¡¡¡Los diarios!!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para pone r en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver. ¡¡¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne!!!
 
Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los goteros de las medicinas por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía 'éste es un 4 de bastos'.
 
Los cajones guardaban pedazos izquierdos de pinzas de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en una pinza completa.
 
Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden 'matarlos' apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada: ¡¡¡ni a Walt Disney!!!
 
Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: 'Cómase el helado y después tire la copita', nosotros dijimos que sí, pero, ¡¡¡minga que la íbamos a tirar!!! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.
 
Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. ¡¡¡Ah!!! ¡¡¡No lo voy a hacer!!! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad son descartables.
 
Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo,pegatina en el cabello y glamour.
 
Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la 'bruja' como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la 'bruja' me gane de mano y sea yo el entregado. 
 

¡Ciudadanos europeos, uníos! / Boaventura de Sousa Santos *

La suerte está echada. El juego está claro y cuanto más tarde identifiquemos las nuevas reglas más elevado será el coste para los ciudadanos europeos. La lucha de clases ha regresado a Europa. Lo ha hecho en términos tan nuevos que los actores sociales están perplejos y paralizados. Como práctica política, la lucha de clases entre el trabajo y el capital nació en Europa y, tras muchos años de confrontación violenta, fue en Europa donde se dio de manera más equilibrada y donde dio sus frutos más favorables. 

Los adversarios comprobaron que la institucionalización de la lucha sería mutuamente beneficiosa: el capital consentiría altos niveles de tributación y la intervención del Estado a cambio de no ver amenazada su prosperidad; los trabajadores conquistarían importantes derechos sociales a cambio de renunciar a una alternativa socialista. Así surgió la concertación social y sus resultados más envidiables: altos niveles de competitividad asociados a altos niveles de protección social; el modelo social europeo y el Estado del bienestar; la posibilidad, sin precedentes en la historia, de que los trabajadores y sus familias pudieran hacer planes de futuro a medio plazo —educación de los hijos, compra de vivienda—; la paz social; el continente con los niveles más bajos de desigualdad social. 

Todo este sistema está al borde del colapso y los resultados son imprevisibles. El informe que el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha publicado sobre la economía española es una declaración de guerra: la acumulación histórica de las luchas sociales, de tantas y tan laboriosas negociaciones y de equilibrios tan duramente obtenidos, se echa por tierra con inaudita arrogancia y a España se le hace retroceder decenios en su historia: reducir drásticamente los salarios, destruir el sistema de pensiones, eliminar derechos laborales —para facilitar los despidos, reducir la indemnizaciones—. La misma receta se impondrá a Portugal, como ya se ha impuesto a Grecia y a otros países no sólo de Europa del sur. 

Europa esta siendo víctima de una OPA [Oferta Pública de Adquisición] por parte del FMI, cocinada por los neoliberales que dominan la Unión Europea, de Merkel a Barroso, escondidos tras el FMI para no pagar los costes políticos de la devastación social. El sentido común neoliberal nos dice que la culpa es de la crisis, que estamos viviendo por encima de nuestras posibilidades y que no hay dinero para tanto bienestar. Pero cualquier ciudadano medio entiende esto: si la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) calcula que 30.000 millones de dólares serían suficientes para resolver el problema del hambre en el mundo y los gobiernos insisten en que no hay dinero para ello, ¿cómo se explica que, de repente, hayan surgido 900.000 millones para rescatar al sistema financiero europeo? 

La lucha de clases regresa bajo una nueva forma, aunque con la violencia de hace un siglo: esta vez es el capital financiero quien declara la guerra al trabajo. ¿Qué hacer? Habrá resistencia, pero para ser eficaz tiene que tener en cuenta dos hechos nuevos. En primer lugar, la fragmentación del trabajo y la sociedad de consumo dictarán la crisis de los sindicatos. Nunca los que trabajaron lo hicieron tanto y nunca les resultó tan difícil identificarse como trabajadores. La resistencia tendrá un pilar en los sindicatos, pero la lucha va a ser muy frágil si no es compartida en pie de igualdad por movimientos de mujeres, ambientalistas, consumidores, de derechos humanos, de inmigrantes, contra el racismo, la xenofobia y la homofobia. La crisis afecta a todos porque todos son trabajadores. 

En segundo lugar no hay economías nacionales en Europa y, por tanto, la resistencia o es europea o no existe. Las luchas nacionales serán un blanco fácil de los que claman por la gobernabilidad, al mismo tiempo que desgobiernan. Los movimientos y organizaciones de toda Europa tienen que articularse para mostrar a los gobiernos que la estabilidad de los mercados no puede construirse sobre las ruinas de la estabilidad de las vidas de los ciudadanos y sus familias. No se trata de socialismo; es la demostración de que o la Unión Europea crea las condiciones para que el capital productivo se desvincule relativamente del capital financiero o el futuro es el fascismo, que deberá ser combatido por todos los medios. 

(*) Boaventura de Sousa Santos es sociólogo y profesor catedrático de la Facultad de Economía de la Universidad de Coimbra (Portugal), Distinguished Legal Scholar de la Universidad de Wisconsin-Madison y Global Legal Scholar de la Universidad de Warwick. Doctor en Sociología del derecho por la Universidad de Yale. Es director del Centro de Estudios Sociales y del Centro de Documentación 25 de Abril

Empecemos por romper los grandes bancos / Larry Elliott *

Caminamos como sonámbulos hacia una crisis aun más honda. Ya es hora de pellizcarnos y de que nos embarquemos en reformas fundamentales.

Es el año 2025, y termina la década de la desintoxicación. Se han rebajado drásticamente los déficits, los consumidores tienen dinero en el bolsillo, los precios de la vivienda se están disparando y los bancos obtienen beneficios récord. 

Se ignoran los cantos de sirena que avisan de que poco se ha hecho por enfrentarse a aquellas debilidades estructurales del sector financiero que casi provocaron una catástrofe en 2008. Sube de tono la tradicional invocación del “esta vez es distinto”. Salvo que no lo es. La euforia engendra la complacencia y estalla una crisis financiera, igualita a la de la primera década del siglo, sólo que mayor.

Este, desgraciadamente, es el futuro, a menos que quienes hacen política se den cuenta de que el problema más acuciante no son los préstamos públicos, el IVA o la Seguridad Social sino lo que piensan hacer con los bancos, que, pese a lo que los políticos digan, no es gran cosa. 

Hay cada vez más apoyo internacional al plan de Barack Obama de un impuesto a los bancos con el fin de proporcionar un seguro para el caso de una futura crisis. Y se trabaja actualmente a fin de aumentar la supervisión internacional y en nuevas reglas que garanticen un freno a los préstamos bancarios en periodos de auge.

Pero apenas si es suficiente. La verdadera reforma del sector financiero significa hacer preguntas fundamentales. ¿Plantea riesgos inherentes la actual estructura? ¿Están estafando los bancos a sus clientes? ¿Podríamos idear un sistema más sensato? Para las cuales la respuesta, en los tres casos, es que sí. Plantea riesgos inherentes tener bancos que son “demasiado grandes como para venirse abajo”, especialmente cuando saben que el Estado los rescatará cuando las cosas se pongan serias. 

Un sistema bancario que funcionara adecuadamente habría visto cómo los 200.000 millones de libras del dinero creado por el ajuste cuantitativo descendían en cascada para ir a parar a los negocios desesperados por obtener capital circulante, en vez de ser utilizado como fichas de casino para hacer subir los precios de los activos. Y sabemos que es posible concebir un sistema más sensato, porque se hizo en la década de 1930, la última vez en que los bancos dejaron todo hecho un absoluto estropicio.

En vez de limitarse a pequeños ajustes, los políticos deberían estar examinando tres cuestiones: el volumen y estructura de los bancos, la forma en que operan y el modo en que pagan impuestos. Las propuestas actuales no hacen nada por alterar la estructura del sistema bancario, sólo llevarán a cabo cambios modestos respecto a cómo funcionan y son una segunda opción deficiente en lo que respecta a que paguen impuestos de forma más justa.

El núcleo del problema es que los bancos son hoy demasiado grandes y demasiado complejos, un argumento esgrimido en una conferencia esta semana por Andrew Haldane, director de estabilidad financiera del Banco de Inglaterra. Haldane afirmó que no había evidencia de que “más grande” signifique “mejor” en banca. Por el contrario, sostuvo: “El máximo de eficiencia en la escala de la banca podría ser relativamente modesto”.

Se trata de una conclusión importante, porque la defensa de los megabancos consiste en que pueden llevar a cabo cosas que bancos más pequeños no podrían, haciendo así que nos valga la pena aceptar los riesgos de instituciones “demasiado grandes para venirse abajo”. Hoy parece que las ventajas son ilusorias. Los costes potenciales, sin embargo, no lo son, y exceden con mucho las subvenciones directas de los contribuyentes a los bancos durante la crisis.

Cuando haya pasado la tempestad, la factura puede ascender acaso a 20.000 millones de libras, pero eso no es nada comparado con los costes económicos de más entidad de la recesión más larga y más profunda que ha sufrido Gran Bretaña desde la Segunda Guerra Mundial. La producción (output) es un 10% más baja de lo que habría sido de haber continuado el crecimiento a su ritmo normal, y eso asciende a 140.000 millones de libras.

La economía no se recobrará jamás de ciertas pérdidas, y esto aumenta substancialmente los costes a largo plazo. Los economistas han estimado cuánto le han costado los bancos a la economía global: asumiendo que la producción tiende a aumentar en un 3,25% y que el 25% de la producción nunca se recupera, las pérdidas del PIB serían de 60 billones de dólares. Para el Reino Unido, el coste es de 1,8 billones de libras, mayor que el actual rendimiento anual de la economía.

Se trata de un precio demasiado alto para soportarlo, ya sea por parte de los bancos o del contribuyente. Haldane señala que otras industrias han resuelto el problema del “demasiado grandes como para venirse abajo”. 

El sector informático solía ser una estructura enormemente concentrada dominada por IBM, mientras que ahora es una estructura modular fragmentada en la que no domina ninguna empresa de fabricación de hardware. El punto de partida de la reforma, por tanto, debería consistir en una fragmentación de los grandes bancos y una rehabilitación de la vieja división entre banca comercial y de inversión.

Esa medida garantizaría que los bancos operasen de manera distinta, volviéndoles más receptivos a las necesidades de sus clientes. Pero sería necesario garantizar que la inversión fuera allí donde más se necesita. Si los ministros quieren bajos tipos de interés y ajustes cuantitativos (inyectar dinero) para conseguir que se actualice la industria o capital de arranque para iniciativas empresariales verdes, puede que sea necesario que adopten un enfoque más práctico en esas instituciones en el que el gobierno es el accionista mayoritario. La alternativa consistiría en un banco de inversión del Estado.

Por último, nos queda la cuestión de las cargas fiscales. Obama quiere que los bancos financien el coste del próximo rescate, pero su plan es defectuoso. La existencia de ese fondo simplemente alentaría a los bancos a correr riesgos aun mayores, mientras que la tasa propuesta para los bancos no sería apenas lo bastante grande como para cubrir los costes económicos completos de una crisis. En el Reino Unido, recaudaría cerca de 1.000 millones anuales, algo minúsculo en comparación con los recortes del gasto que se van a necesitar durante los próximos dos parlamentos como consecuencia directa de la crisis financiera.

Una opción bastante mejor consistiría en un impuesto a las transacciones financieras, una de las opciones que actualmente considera el Fondo Monetario Internacional. Por desgracia, hasta aquellos países más interesados en el impuesto a las transacciones – Alemania y Francia – ejercen su influencia para respaldar el plan de Obama, basándose en que algo es mejor que nada.

Con ello queda ilustrado el reto al que se enfrentan los reformadores: los bancos dejan sentir su peso y los políticos son débiles. John Kay lo resume nítidamente en la edición de abril de la revista World Economy: “La industria de servicios financieros es hoy la fuerza más poderosa de Gran Bretaña y los Estados Unidos. 

Por si acaso alguien lo dudaba, los últimos dos años lo han demostrado. El sector ha conseguido subvenciones y garantías de extraordinaria magnitud aportadas por el contribuyente sin condiciones substanciales para una reforma de consideración. Pero no se han encarado los problemas centrales que dieron lugar a la crisis, y mucho menos resuelto. Resulta por tanto inevitable que la crisis se vuelva a repetir”.

En realidad, no es inevitable otra crisis. Pero, tal como están las cosas, caminamos como sonámbulos hacia ella.

(*) Columnista de 'The Guardian'

El FEEF o la tapa de tapar agujeros / Santiago Niño Becerra *

El futuro Fondo Monetario Europeo: la actual (en ciernes) Facilidad Europea de Estabilidad Financiera. Es verdaderamente curioso: las Tres Agencias de Calificación (ya saben cuales) han dado la máxima garantía a los papeles que emita la FEEF cuando los emitan … si llegan a ser emitidos, que está por ver, y no porque no vayan a ser necesarios sino porque nadie los acepte 
 
Lo que decíamos: se da la máxima calificación a unos papeles que serán garantizados por las economías de unos países -repletos de déficit y de deudas- que de un modo u otro tuvieron que meter el 25% de su PIB en sus sistemas financieros a fin de que no se fueran al garete sus entidades financieras cargadas con unos activos cuyo valor real nadie quiere conocer, unas entidades financieras que constantemente necesitan unos fondos que obtienen en el BCE’s bar. Kafkiano (cuanto menos). 

Lo mejor: esas emisiones, de producirse, se harán con garantía de los Estados miembros de la UEM; pregunta: ¿los PIIGS también van a participar en tales garantías?. 

La tapa de tapar agujeros: se tapan agujeros creados por el drenaje de unas reservas que no existían destinadas a dar cobertura a unos créditos respaldados por unos papeles sin garantía a fin de que el sistema siguiese creciendo. Hoy en clase un alumno (estamos a principio de curso) ha hablado de ‘los excesos cometidos por las personas’, tanto por las físicas como por las jurídicas, sí: se percibe como exceso algo que era así porque no podía ser de otro modo. Sencillamente genial: se diseña el operativo, se expande, con su desempeño se obtienen beneficios galácticos, y luego, cuando ya ha dado de si todo lo que de si podía dar, se demoniza. 

El modelo colapsa, y para arreglarlo se pone en marcha una herramienta cuyo funcionamiento es idéntico a la herramienta que colapsó, con el agravante de ese viaje es el de vuelta. ¡Demasiao!. 

Y para redondear la jugada se nombra / elige / designa al cuarto garante en importancia a … ¡España! Una economía con un déficit del 11%, una tasa de desempleo del 20% y una tasa de pobreza del 20%. 

(La OCDE le dice a USA que debería subir sus impuestos pero siempre y cuando esa subida no socave el crecimiento (http://www.oecd.org/document/47/0,3343,en_2649_34569_46047343_1_1_1_37443,00.html). ¿Cómo es posible aumentar hoy los impuestos sin que el crecimiento quede afectado, máxime en una economía como la USA en la que el consumo representa casi el 70% del PIB?. Lo es, es posible: que los demás sigan financiando a USA. Y eso, ¿es factible?, pienso que no. 

Recuerden: nos venden que el problema es de exceso de gastos: de ahí las demandas de austeridad, pero, en realidad, el problema es de falta de ingresos: la recaudación ha caído. La recaudación no va a volver a aumentar: ni se va a volver a un nivel de actividad como antes, ni el gasto, en general, va a volver a ser el que fue: la salida de la crisis no esté en el ir-a-mas, y la eficiencia lleva a un ir-a-menos; ahí se encuentran las dos posturas; ya: aún falta, aún falta). 

(Miren esta frase: “Una compañía que apuesta su futuro en su gente debe prescindir de ese 10% más bajo y seguir prescindiendo de él cada año para mejorar su nivel de competitividad y liderazgo”. Fue pronunciada por Jack Welch, a la sazón presidente de General Electric, comentando, en Mayo del 2001, su estrategia de personal basada en el “Ranking Forzado”. (El País Negocios 03.06.2001). 

¿Por qué la saco ahora a relucir?, pues a raíz del comentario que me hizo un alto directivo de una multinacional en el sentido de que su compañía, ahora, estaba empezando a ir por ese camino. Eso es ‘búsqueda de una mayor productividad’, y con esas políticas el desempleo aumenta, y en muchos sitios, en muchos, no puede ser absorbido. ¿Adivinan, por ejemplo, dónde?). 

(*) Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Lull.-

La problemática de los paraísos fiscales / Alberto Garzón Espinosa *

Hoy en día, y especialmente desde la reciente crisis financiera, prácticamente todo el mundo ha oído hablar de los paraísos fiscales. Su nombre suele estar asociado a la corrupción o a la evasión fiscal, y normalmente son entendidos como instrumentos utilizados para bien ocultar ingresos procedentes de actividades ilegales o bien ocultar ingresos que siendo legales deberían haber sido declarados ante el Estado. 

Sin embargo, su extensión y trascendencia va mucho más allá de esta simple descripción. No en vano, y como veremos someramente, los paraísos fiscales también agravan las crisis financieras y contribuyen a su gestación, son un canal que agudiza las desigualdades y la pobreza, permiten y protegen la delincuencia financiera, y socavan las democracias al condicionar el comportamiento de los países en materia fiscal y de política económica. 

En este documento vamos a esbozar algunas ideas que serán de utilidad para un primer acercamiento al fenómeno de los paraísos fiscales. 

¿Qué son los paraísos fiscales?
Lo primero que debe tenerse en cuenta es que no existe una definición precisa de lo que se entiende por paraíso fiscal. El fenómeno es de una complejidad tal que las instituciones internacionales que lo han estudiado (Fondo Monetario Internacional, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, etc.) no han llegado a ningún consenso acerca de lo que son realmente los paraísos fiscales. Una muestra de ello es la inmensa cantidad de formas que existen para hacer referencia a ellos: jurisdicción o enclave offshore, jurisdicción o enclave de baja tributación, enclave extraterritorial, oasis fiscal, tax havens (refugios de impuestos), centros extraterritoriales, etc. 

No obstante, y para el propósito que aquí nos proponemos, hemos optado por quedarnos con la siguiente definición: 

"[Son paraísos fiscales] todos los centros financieros que desarrollan una actividad desregulada, descontrolada y ajena a las regulaciones comunes a los demás países con los que se relacionan, por estar destinados de modo especial a las empresas o a los particulares no residentes, actividad incentivada por la escasa o nula tributación" (Hernández Vigueras, 2005)

Se trata pues de territorios cuyas regulaciones, fundamentalmente fiscales y financieras, son establecidas con el fin de atraer dinero procedente del exterior que no tendrá como destino la actividad productiva del país receptor1. Hablamos entonces de paraísos fiscales sólo para extranjeros, ya que para los residentes las regulaciones suelen ser mucho más estrictas. Es la razón por la que se habla también de sistemas duales: un sistema de juego muy flexible y laxo para los extranjeros que convive con un sistema fuertemente regulado y supervisado para los residentes. 

Los organismos internacionales establecen una serie de características que serían comunes a todos los paraísos fiscales, y a partir de las cuales elaboran sus listas negras. Como hemos dicho, todos los organismos difieren al considerar si algunos territorios son o no verdaderos paraísos fiscales precisamente por diferencias en el criterio de asignación. Así, mientras la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (OCDE) considera que hay 40 paraísos fiscales2, el Fondo Monetario Internacional (FMI) contabiliza 46, el Senado de Estados Unidos sólo 35, y la Tax Justice Network sube la cifra hasta 72. 

Dicho esto, y teniendo presente que las características difieren en intensidad entre un paraíso fiscal y otro, vamos a ver algunas de las más importantes. 

La primera de todas es su fiscalidad nula o reducida, que es utilizada para atraer el dinero. Hay que tener en cuenta que el dinero se mueve por el sistema financiero global (ver más adelante) buscando revalorizarse, es decir, aumentar de valor. Para las empresas, bancos y otros agentes que mueven ese dinero los impuestos son entendidos como un coste que reduce sus beneficios y, por lo tanto, su rentabilidad. La lógica de estos agentes será, en consecuencia, la de reducir sus cargas impositivas utilizando todo tipo de mecanismos y uno de ellos, el que aquí nos ocupa, es el uso de los paraísos fiscales. 

Una segunda característica es la laxa normativa financiera. Es posible hacer prácticamente todo en el ámbito financiero de un paraíso fiscal: desde crear nuevas instituciones financieras (bancos o entidades para los bancos) en unos instantes y sin apenas requerimientos hasta constituir empresas enteras o holdings (conglomerados de empresas), pasando por el secreto bancario (la discreción y reserva profesional que tienen los bancos y sus empleados para no revelar el verdadero propietario de las cuentas o activos materiales). 

Una tercera característica es la ya mencionada naturaleza de enclave, esto es, de territorio con un sistema regulatorio dual: diferente para residentes y para extranjeros. A las entidades que se establecen en los paraísos fiscales, especialmente si son entidades financieras, no se les aplica prácticamente ninguna regulación (cosa que sí ocurriría en caso de estar establecidas en el país de origen3). 

Por esta misma razón se suele dar una relación desproporcionada entre el nivel de actividad financiera y la economía real del territorio en cuestión. Un ejemplo significativo es el de la isla de Sark, que en el año 2005 tenía 575 habitantes, 15.000 empresas y 1 solo residente era director de 2.400 empresas.

Una cuarta característica es su condición de territorios con autogobierno suficiente para determinar su propia regulación en materia fiscal y económica, sin que ello signifique que tengan que tener la condición de países. A veces se entiende también que algunos territorios dentro de los propios Estados también pueden ser paraísos fiscales debido precisamente a esta capacidad. 

Por otra parte, y debido a que los paraísos fiscales también compiten entre ellos, muchos de ellos se han especializado en algún tipo de servicio (especulación con títulos, registro de buques, etc.). 

En todo caso, y merece la pena reseñarlo, toda la actividad económica en los paraísos fiscales es muy poco transparente. No existen datos precisos del movimiento real de dinero por dichos territorios, y de forma oficial sólo podemos contar con datos parciales y con estimaciones. Algunas estimaciones cuantifican en más de un tercio del PIB mundial el volumen de transacciones que pasan por los paraísos fiscales. 

¿Quiénes y cómo utilizan los paraísos fiscales?
Fundamentalmente tres tipos de agentes diferentes: bancos, empresas multinacionales e individuos de grandes patrimonios. Si bien todos estos agentes se aprovechan de los paraísos fiscales en beneficio propio, sus fines concretos y sus mecanismos difieren de unos a otros. 

Los bancos tienen un papel clave en las economías de nuestro tiempo. Tradicionalmente, y desde la existencia del capitalismo, los bancos han tenido un rol crucial como intermediarios financieros. El dinero que se depositaba en ellos (por ejemplo por los trabajadores) era prestado a empresas que lo necesitaban para llevar a cabo su actividad (por ejemplo para comprar maquinaria y pagar salarios). Los bancos ganaban porque prestaban más caro que lo que pagaban a los depósitos. 

Sin embargo, hoy esa función ha perdido importancia, y los bancos destinan ese dinero no tanto a prestarlo a las empresas sino a invertir en los mercados financieros. Ese dinero se invierte en acciones, bonos, obligaciones, etc. para poder revalorizarlo, y la forma habitual de hacerlo es constituyendo fondos de inversión colectiva. Estos fondos no son más que "entidades" creadas por los bancos que recogen dinero de muchas fuentes (personas individuales, ahorro empresarial o incluso de otros fondos) y sumados se invierten en cualquier producto financiero (acciones, por ejemplo).

Al cabo de un tiempo, cuando se han revalorizado, se devuelve a los propietarios últimos el nominal (el dinero invertido) más los intereses, quedándose el banco con una importante comisión. Tipos de fondos son los conocidos fondos de pensiones privados o los fondos de inversión a secas. Un tipo de fondo muy agresivo y nada regulado son los llamados fondos de cobertura o hedge funds, que se constituyen en su mayoría en paraísos fiscales para operar con facilidad, y su acción es muy perjudicial para la economía mundial. No obstante, lo que interesa ahora mismo es comprender que el dinero viaja, que se mueve continuamente buscando crecer, y lo hace lógicamente buscando minimizar costes y maximizar beneficios. 

Por otra parte, por la importancia que tienen los bancos en nuestra economía (basta ver los recientes y millonarios rescates financieros), los bancos suelen estar sometidos a supervisión estatal. Se les imponen normas financieras que intentan mitigar su exposición al riesgo y su actividad perjudicial, algo que se consigue examinando los balances contables de los bancos. 

Sin embargo, los paraísos fiscales funcionan en este caso como válvulas de escape. Los bancos pueden crear sucursales, filiales o incluso otras entidades independientes en los paraísos fiscales para evitar estas regulaciones. 

Así, aunque en realidad el riesgo está asumido en última instancia por el banco matriz (el que está en el país que sí tiene regulación) puede disponer de un enorme entramado de otras empresas de su propiedad que están operando desde los paraísos fiscales y que están asumiendo riesgos imperceptibles para los reguladores. Cuando ocurre un evento como una quiebra en el paraíso fiscal o una crisis financiera generalizada los bancos tienen que asumir todas las pérdidas de sus entidades, trasladándose de forma inmediata a los países. 

Finalmente baste decir que los requisitos de apalancamiento (endeudamiento sobre dinero original) no existen en los paraísos fiscales. Esto significa que cualquier empresa o fondo de inversión puede realizar operaciones no con su dinero sino con tanto dinero prestado como quiera. En caso de beneficio, la rentabilidad es mucho más alta, pero en caso de pérdida el problema es gravísimo y muy contagioso (los impagos se suceden unos a otros). 

Las empresas multinacionales o transnacionales (ETN) son agentes que también utilizan los paraísos fiscales para sus actividades. Sabido es que las ETN fragmentan sus actividades buscando maximizar sus beneficios. Así, pueden tener sus oficinas administrativas en España, sus fábricas en Rumanía, sus servicios de teleasistencia en Argentina y su sede en algún paraíso fiscal. Se trata de minimizar costes en cada campo, allí donde la mano de obra es más barata, los costes medioambientales y los impuestos más bajos, o los requisitos legales sean menores. 

El uso de los holdings o conglomerados empresariales es muy habitual. Se trata de entidades creadas para ser propietarias de un grupo de empresas independientes entre sí, y al estar registrado el holding en un paraíso fiscal tendrá que pagar menos impuestos y, en muchos casos, los dividendos e intereses cobrados estarán exentos. 

Desde los paraísos fiscales las empresas o filiales de las ETN también podrán obtener financiación (dinero para llevar a cabo sus actividades) vía préstamos o emisión de títulos de forma mucho más barata. Veremos también el caso de Enron, que utilizó centenares de entidades registradas en paraísos fiscales para ocultar sus balances contables y sus cuentas amañadas. 

Otro mecanismo utilizado es la transferencia de precios. Las ETN pueden manipular los precios de las mercancías de tal forma que a través de diversas combinaciones acaben pagando muy pocos impuestos. Como ejemplo tenemos el caso de las exportaciones. Una ETN en un país normal puede exportar a una filial en un paraíso fiscal unos productos a un bajo precio (bajo beneficio, lo que supone un bajo impuesto) para que luego la filial pueda venderlo mucho más caro (alto beneficio, sin impuesto por estar en paraíso fiscal); todo ello, por supuesto, sin que la mercancía se haya movido realmente de sitio. 

En otros casos, que tendremos oportunidad de ver con detalle, las ETN registran una gran cantidad de empresas en paraísos fiscales para poder llevar a cabo actividades marítimas. Es el tema de las banderas de conveniencia: cada buque está registrado en un paraíso fiscal como una empresa en sí misma, con el objetivo de reducir riesgos. Pero además, entran en juego otros actores como el armador y el propietario de la carga, todos ellos siempre ocultos tras un entramado complejísimo de entidades registradas en paraísos fiscales. 

El caso del Prestige es sin duda representativo. El Prestige navegaba bajo pabellón de Las Bahamas, y era propiedad de una sociedad registrada en Liberia, que a su vez era propiedad de una familia griega. El armador o gestor del buque era una sociedad griega que había contratado una tripulación de trabajadores filipinos y rumanos y a un capitán griego. Y la carga era propiedad de una sociedad de Suiza que era a su vez propiedad de un holding (entramado de empresas) ruso que estaba registrado en Liechenstein. 

Las personas de grandes patrimonios (High net worth individual) son aquellas que tienen activos líquidos (no propiedades, sino valores que se pueden transformar en dinero contante y sonante con facilidad) por valor superior al millón de dólares. Debido a la reducción de impuestos generalizada en el mundo desde los años setenta y, entre otras cosas, también a la existencia de los paraísos fiscales estas personas han incrementado sus fortunas de forma espectacular en los últimos decenios. 

Operan fundamentalmente en paraísos fiscales y a través de gestores que muchas veces son bancos (normalmente es la Banca Privada). Estas grandes sumas de dinero de estos individuos se canalizan a través de diversas formas (todo tipo de fondos) para revalorizarse, utilizando los paraísos fiscales de forma preferente. 

Los paraísos fiscales, no en vano, sirven especialmente para la protección de todo tipo activos. A través de mecanismos como los fideicomisos (personas que detentan la propiedad de algo sólovirtualmente) las grandes fortunas pueden esquivar las regulaciones fiscales de sus propios países e incluso las leyes sobre herencia y sucesiones. La Banca Privada asesora a estas grandes fortunas creando unos complejos entramados de empresas y entidades que ocultan la propiedad de las mismas, evitando así las posibles inspecciones fiscales. 

Hay muchos mecanismos a través de los cuales todo ello se puede conseguir, como veremos, pero algunos son tan sencillos como abrir cuentas anónimas o numeradas en paraísos fiscales y gastar el dinero de las mismas mediante tarjetas de crédito. Hoy en día existe libertad plena de movimientos financieros y es posible pagar con una tarjeta cualquiera en cualquier establecimiento (o sacar dinero de un cajero) y con cargo a una cuenta en un paraíso fiscal. 

Existen también otras formas que se usan para evadir impuestos o hacer fraude fiscal. Son habituales en deportistas de élites que ubican su residencia en algún paraíso fiscal, pero también por otros profesionales (médicos, consultores, etc.). A veces, algunos de estos profesionales crean empresas en paraísos fiscales para que sean éstas las propietarias de sus activos (coches, casas, etc.) y las que sean contratadas para efectuar servicios (atención médica, por ejemplo), de forma que evitan así la tributación. 

En definitiva...
Hablamos de la interrelación entre territorios (normales y paraísos fiscales) sometidos a regulaciones fiscales y económicas diferentes. Los paraísos fiscales se usarían como escenario para que determinados agentes (bancos, ETN, etc.) reduzcan costes y maximicen beneficios mediante distintos mecanismos que casi siempre sirven para evitar los impuestos a los que se les sometería en caso de actuar en territoriosnormales. 

Esos mecanismos son siempre contratos de algún tipo o una combinación de ellos, como de forma general hemos visto más arriba. Y en esos contratos entran en juego productos financieros (acciones, bonos, derivados, etc.) que sirven al objetivo último de maximizar beneficios minimizando el pago de impuestos. 

Las consecuencias son múltiples. Desde el incremento de la inestabilidad financiera y las criiss financieras, hasta los conocidos casos de corrupción y blanqueo de dinero procedente de actividades ilícitas, pasando por la agudización de la desigualdad y la pobreza. 

El impacto que tiene la existencia de los paraísos fiscales va, no obstante, más allá también de los mecanismos que se utilizan en ellos, ya que su mera existencia es un elemento que presiona a los regímenes fiscales de los países desarrollados y los lleva a competir en condiciones de desigualdad. Así, los países ricos se ven presionados a reducir sus cargas impositivas para evitar en cierta medida la huída de dinero, provocando un incremento de la desigualdad (por el efecto redistributivo de los impuestos) y deteriorando los servicios públicos. 

Pero, además, un escenario como el actual donde, como dice Galeano, el dinero es más libre que la gente, las democracias se ven subordinadas a la actuación de los mercados. En este sentido, hay un ejemplo claro y sencillo: cómo han operado algunos fondos de inversión (residentes en paraísos fiscales) en el reciente ataque especulativo contra Grecia y España, que ha obligado a los gobiernos a llevar a cabo reformas radicales que merman gravemente el bienestar de sus poblaciones. 

(*) Posgraduado en Economía Internacional y Desarrollpor la Universidad Complutense y editor de 'Economía Crítica'.

El factor Alemania: la creación de un mercado común con Estados Unidos / Jean Claude Paye *

La crisis del euro se deriva de una decisión política, la de las autoridades de la UE de empeñar la moneda común en lugar de reestructurar la deuda nacional griega. Esa reestructuración habría salvaguardado el euro, pero habría que haber echado mano de los bancos y que estos últimos perdieran en la operación parte de sus créditos pendientes. No obstante, la protección de algunas decenas de miles de millones de euros de las instituciones financieras no justifica que se haya arriesgado tanto.

Lo fundamental, haciendo presión sobre la moneda común, es que paguen los trabajadores, y efectuar así una gigantesca transferencia de ingresos de los hogares hacia las empresas, principalmente hacia las instituciones financieras.

El tamaño de esa transferencia es tal, que resulta necesario otorgar todos los poderes a los mercados y a su brazo armado, la Administración estadounidense. La crisis del euro se desencadenó por el ataque concentrado de las agencias de calificación estadounidenses Standard & Poors, Moody’s y Fitch contra la deuda de Grecia, España y Portugal.

Esa ofensiva está destinada a devolver a EE UU los capitales extranjeros necesarios para cubrir el creciente déficit de su balanza financiera. Es una señal de advertencia a países como China, que había empezado a reequilibrar sus reservas de divisas comprando euros en lugar de dólares. Para EE UU, en efecto, es un asunto urgente.

Hasta 2009, la financiación de sus déficits y la defensa del dólar estaban garantizadas por el saldo positivo de sus flujos financieros, pero no logró compensar sus déficits en ese ejercicio y se convirtió en un saldo negativo de 398.000 millones de dólares. En el ámbito puramente económico, la ofensiva contra el euro sigue el mismo sesgo que la lucha contra el fraude fiscal iniciada por Obama en 2009. Se trata de devolver los capitales al regazo de Estados Unidos.

Esa acción táctica viene reforzada por una operación estratégica: un movimiento encaminado al desmantelamiento de la UE en beneficio de una unión económica que abarque los dos continentes, cuya manifestación más visible es el proyecto de creación de un gran mercado trasatlántico. Sólo en función de ese objetivo se puede comprender la actitud de Alemania que, tanto en la lucha contra el fraude fiscal como en el del ataque al euro, ha constituido un apoyo a la ofensiva estadounidense.

La UE se construyó alrededor de Alemania y se estructuró sobre sus intereses. Siendo el país más productivo económicamente en el momento de la creación del mercado común, ha podido, sin limitaciones políticas, sin gobierno económico ni transferencias importantes hacia las zonas desfavorecidas, sacar todo el partido a sus ventajas económicas comparativas. Hasta este año, la zona euro absorbe las tres cuartas partes de las exportaciones alemanas.

Alemania, mediante las declaraciones de sus responsables políticos y de sus banqueros, así como mediante la reiterada exhibición de sus vacilaciones, ha contribuido a la eficacia de la ofensiva contra el euro. Para ese país, los beneficios de dicha acción son inmediatos. La bajada de la moneda común permite aumentar las exportaciones alemanas destinadas al exterior de la zona euro. Además, puede financiar sus propios déficits a mejor precio.

La “construcción europea” está en una encrucijada. Aunque hasta ahora ha permitido un desarrollo permanente de Alemania, ese proceso ya no puede continuar en la misma modalidad. La UE no puede salir de la crisis sin instaurar un gobierno económico que dirija una política económica común, una armonización del desarrollo y, para ello, asegurar unas transferencias bancarias consecuentes hacia los países y las regiones desfavorecidas. En lugar de reestructurar la deuda de los países en dificultades, para lo que habría que haber recurrido a los bancos, Europa ha instaurado dos fondos de intervención. 

El objetivo de los 110.000 millones de euros de ayuda a Grecia, al igual que los 750.000 millones de préstamos y garantías, es someter a los países receptores a las condiciones del FMI, donde EE UU tiene la mayoría de los derechos de voto. Los 750.000 millones de ayuda previstos servirán para reembolsar a los bancos en detrimento del poder adquisitivo del contribuyente, y ese desembolso a las instituciones financieras acrecentará la recesión.

La construcción europea fue impuesta por Estados Unidos que, después de la guerra, la convirtió en una condición para las ayudas del Plan Marshall. Se ha llevado a cabo alrededor de Alemania, cuyos intereses eran complementarios a los de EE UU. El ataque contra el euro y la operación de desmantelamiento de la UE se derivan así de una ofensiva lanzada por EE UU, a quien da el relevo también la primera economía del viejo continente, así como las instituciones de la UE.

La Comisión y el Consejo confirman así su participación en la descomposición de la Unión y en su integración en una nueva estructura política y económica transatlántica bajo dirección estadounidense, papel que ya han desempeñado en las negociaciones de los acuerdos sobre la transferencia de datos personales de la ciudadanía europea a EE UU y las que van encaminadas a la creación de un gran mercado que agrupe los dos continentes.

(*) Sociólogo, abogado, economista, egresado de la Ecole nationale d'administration francesa, diplomático, ex secretario general de la OCDE y autor de 'El fin del Estado de Derecho'