domingo, 14 de noviembre de 2010

La guerra de divisas en que ha venido a parar la mayor burbuja financiera de todos los tiempos / Michael R. Krätke *

«Hemos ganado la guerra y ahora perdemos con la paz», fue una de las frases más oídas durante la última conferencia del Fondo Monetario Internacional. Sorprendentemente, el pasado fin de semana los ministros de economía del G20 acordaron firmar un tratado de paz. En él la reforma del FMI, largo tiempo aplazada, aparece esbozada en sus características generales.

De lo que se trata en el fondo es de la distribución de los porcentajes de derecho a voto en el seno de la organización. Esta "cuota" es la que decide la participación y el derecho de voz de los 187 países miembros del FMI, y en principio debería de estar determinada por el peso de cada país en el conjunto de la economía mundial. 
 
Hace mucho tiempo que la actual distribución de votos no se corresponde de hecho con el peso de los países miembros en la economía mundial, pues mientras los países europeos cuentan con una representación mucho mayor a la que les corresponde, los países en vías de desarrollo están subrepresentados. Para corregir este punto un 6'4% del derecho será redistribuido. Y lo será a favor de China y el resto de los estados BRIC [Brasil, Rusia, India y China] y a costa de Europa. China se convertirá así en el número 3 del FMI, después de los EE.UU. y Japón, mientras Brasil e India son promovidos a la cúpula de los grandes, de quienes cuentan con su propio asiento en el directorio ejecutivo.

Con este acuerdo los europeos han de abandonar dos de los asientos con los que hasta ahora contaban. Eso afecta a los italianos, los españoles, los daneses, los belgas, los holandeses o los suizos, que siempre habían reclamado un grupo con derecho a voto dentro del FMI. El peso de los francos como centro financiero hará que éstos den voz a Suiza. 
 
Tras esta redistribución Europa seguirá teniendo una representación mayor a la que le corresponde, si bien inferior (40% para la Unión Europea, más del 30% para la Eurozona) a antes de la reforma. Los EE.UU. mantienen su rol privilegiado –una posición de facto con derecho a veto con un 17% del derecho a voto y el dólar como moneda fuerte a pesar de su debilidad– a falta de una alternativa de una moneda mundial (Weltgeld).

¿Por qué este consenso? En su lucha por la hegemonía del dólar, Estados Unidos ha ofrecido a los BRIC un acuerdo: un incremento de poder en el FMI a cambio de la cooperación y varias concesiones en la guerra por el control de la economía mundial, y más concretamente en detrimento de los europeos. Europa es un enemigo fácil. 
 
Si los países de la UE o de la zona euro hablasen con una misma voz en el FMI, tendrían un porcentaje mayor de derecho a voto que los EE.UU. y los países en vías de desarrollo juntos. Con tan sólo un asiento en el directorio dominarían la partida. Si no lo hacen porque son incapaces de despojarse de los ropajes nacionalistas.

¿Quiere evitar el G20 una guerra monetaria, un armisticio en la carrera por la depreciación? Oficialmente sí, aunque el dólar sigue perdiendo inexorablemente valor. Eso aligera la deuda de los EE.UU. en detrimento de todos los demás. Aunque los chinos siguen devaluando su propia divisa –en los últimos dos años, un 16%–, la gran pelea entre los países con déficit y superávit en el mundo no ha llegado todavía a su fin. 
 
El intento de los americanos por embridar el déficit por cuenta corriente, una suerte de "pacto de estabilidad", junto con el freno a la exportación a la economía mundial bajo la supervisión del FMI, está llamado a fracasar ante la resistencia de los campeones del mundo en materia de exportación, China y Alemania.

Endeudados hasta las cejas como están, los deficitarios países ricos del norte están cada vez más acorralados: la receta japonesa, tasas a interés cero y exceso de dinero, no funciona; los paquetes de estímulos sin una orientación clara hacia la reconstrucción de la economía son salvas al aire; los ciclópeos programas de austeridad estrangulan la economía. Todo lo que queda es la manipulación monetaria. Exportar, crecer a costa de los demás, cargarle a otro las pérdidas milmillonarias de la crisis financiera –en una palabra: devaluar.

Los chinos están haciendo lo posible para sostener el euro y otras divisas. Pero con ello sólo se retrasa el declive del dólar, con lo cual no podría, de hecho, evitar la revaloración del yuan. A pesar de los récords históricos de la moneda china, crece la presión política. Pero las admoniciones ayudan poco, porque entre tanto los países asiáticos han amasado gigantescas reservas de dólares (solamente China posee 2'65 billones de dólares, Japón 1'05 billones, India 266 mil millones), que podrían de facto determinar el curso del dólar. 
 
El euro es, tras la crisis de deuda de primavera, más fuerte que nunca, los inversores huyen como alma que lleva el diablo del dólar, los préstamos estatales europeos se venden como rosquillas, y sus compradores son nada menos que los bancos centrales asiáticos. 
 
El precio de las materias primas sube como la espuma, se registra un verdadero "florecimiento de materias primas" (Rohstoffblüten) y vemos un creciente uso de las materias primas como moneda, se dispara el precio del oro: todo consecuencia directa e inevitable de la debilidad del dólar. Gracias al exceso de dinero y las devaluaciones se produce un nuevo boom de los carry trade [1], los mercados de divisas echan humo y florece la especulación de divisas: el G20 está muy lejos de una política monetaria mundial coordinada.

Como mayor ganador de la crisis económica mundial aparece un FMI reformado y reforzado. Pero los problemas estructurales de la economía mundial solamente se han desplazado y pospuesto, no resuelto. A pesar de todo el triunfalismo alemán, la crisis económica mundial no se ha superado ni de lejos. En los EE.UU. la crisis financiera sigue, imparable, su marcha hacia la siguiente fase, en la que los tribunales de justicia pondrán freno a millones de deshaucios y ventas forzosas de propiedades inmobiliarias. 
 
Pues los derechos de propiedad de los bancos, aun dependiendo de los más extravagantes productos financieros titulizados, no están sólo al albur de los vientos. Estamos en puertas de la próxima oleada de depreciación, y con ella, de la próxima crisis bancaria en los EE.UU., lo que acelerará el declive del dólar. Nos guste o no: seguimos metidos en la mayor burbuja financiera de todos los tiempos. Y nos explotará en la cara.

NOTA T.: [1] El carry es el retorno que produce un activo mientras lo mantenemos en nuestra posesión (si es positivo) o el costo de mantener un activo (si es negativo). El carry trade es una técnica que los grandes inversores llevan practicando en el mercado de divisas desde sus inicios. Consiste en la diferencia entre el carry negativo de un activo que hemos pedido prestado a bajo costo y el carry positivo de un activo en el que hemos invertido. La inversión en divisas supone comprar una divisa para simultáneamente vender otra, o lo que es lo mismo, nos financiamos en una divisa e invertimos ese dinero en otra. El inversor de esta forma apuesta a que una de las divisas se va a apreciar (divisa de inversión) respecto a la otra (divisa de financiación). (Información de Wikipedia)

(*) Michael R. Krätke, profesor de Sociología, miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO, profesor de política económica y derecho fiscal en la Universidad de Ámsterdam, investigador asociado al Instituto Internacional de Historia Social de esa misma ciudad y catedrático de economía política y director del Instituto de Estudios Superiores de la Universidad de Lancaster en Gran Bretaña.

Lección de economía para Obama / Marshall Auerback *

Al Presidente le encantan los momentos aleccionadores. Pues bien, está a punto de recibir una buena lección cuando el nuevo Congreso haya tomado posesión el próximo mes de enero. Durante las elecciones de mitad de mandato, se nos dijo constantemente que las empresas y los hogares estaban tan atemorizados con la perspectiva de un futuro con mayor presión fiscal asociada con un mayor déficit público que no gastaban ni invertían. 

Nuestro gobierno derrochador era, pues, el responsable de lapidar el crecimiento económico (a pesar de que la mayoría de programas de gasto siguieron la línea política marcada por Bush y se centraron en el rescate de los ricos). El gasto creó un incesante coro, oído ininterrumpidamente cuando los resultados electorales fueron anunciados el martes por la noche, acusando al “socializante” estímulo fiscal de lapidar el crecimiento, y tuvimos que oír que el regreso a la austeridad fiscal (vivir dentro de nuestras posibilidades, igual que lo hacen los hogares) era la clave para recuperar la senda del crecimiento económico.

Pero ahora ha llegado el momento de que la brigada de la austeridad actúe de verdad, o se calle para siempre. ¿De dónde van a recortar? ¿Cómo van esos recortes a devolvernos a tiempos de prosperidad económica? Cuando oigo a gente como el congresista Eric Cantor discutir sobre la necesidad de que el Gobierno adelgace, me pregunto si realmente contempla o no que el objetivo final de su partido, si tiene éxito, va simplemente a transferir la deuda de vuelta hacia las empresas y los hogares.

Para ser aleccionado, uno necesita que su maestro sea un experto en su disciplina. Pero los tutores de Wall Street del Presidente han demostrado ser unos auténticos charlatanes de la economía. Son más responsables que nadie de haber tirado a esta economía a la cuneta tan invocada por Obama durante la campaña de las elecciones de mitad de mandato.

Así pues, intentemos darle al Presidente una nueva lección. Dios sabe que la va a necesitar cuando discuta estas cosas con gentes del estilo de Rand Paul. Cuando el Gobierno tiene superávit, el sector privado tiene que estar en situación deficitaria, y viceversa. Hay distintas posibilidades de reparto entre los componentes externos e internos del sector privado, pero en conjunto la situación de este sector debe ser el reverso del balance del Gobierno. Esta es una realidad contable fundamental. 

Así que el Presidente puede empezar señalando que cuando el nuevo Congreso con mayoría republicana y sus aliados del Tea Party argumentan que el Gobierno debe estar en situación de superávit, ello equivale a decir que el sector privado debe encontrarse en situación deficitaria. La realidad es que hoy las exportaciones netas de EEUU no son lo suficientemente fuertes como para respaldar simultáneamente una reducción de la deuda privada y un superávit de las cuentas públicas mientras se estimula a la vez el crecimiento hacia un nivel de pleno empleo. 

Si el sector exterior es deficitario, las ecuaciones contables elementales obligan a que un superávit del Gobierno quede siempre reflejado en un déficit privado interior, que es exactamente lo que ocurrió durante los años noventa. 

Es muy simple. Si estamos ante una situación de déficit por cuenta corriente (que es exactamente lo que tenemos hoy en los EEUU), y si tanto el Estado como el sector privado nacional desarrollan planes para reducir el gasto y amortizar la deuda, entonces la demanda agregada será insuficiente, lo que generará una reducción de la producción y de los ingresos. Estos cambios en la estructura de ingresos llevarán al presupuesto por la senda del déficit y arruinarán los planes de ahorro del sector privado. 

Así que, eventualmente, las balanzas reales sumarán cero. Pero, sin embargo, ni el Estado ni el sector privado nacional estarán en vías de alcanzar sus objetivos. Reducir el gasto público ahora significa reducir el crecimiento. Los estabilizadores automáticos van a activarse. Los ingresos fiscales van a caer aún más. El déficit va a crecer. Consecuentemente, el intento de obligar a la gente a “vivir dentro de sus posibilidades”, tal y como desea nuestro nuevo líder republicano del Congreso, creará de hecho el efecto contrario.  

Durante los primeros dos años de su Presidencia, la “estrategia negociadora” de Obama, si así puede llamársela así, parecía indicar que no ya que iba a contar con los Republicanos, sino a intentar nada menos que a tejer una alianza con el otro bando. Pero, a fin de cuentas, una negociación requiere la buena voluntad de la otra parte para alcanzar un acuerdo. Nada más lejos de la realidad. Si las tácticas del Presidente hubieran sido usadas por el Rey Salomón, el niño hubiera terminado partido por la mitad a fin de honrar el espíritu del “compromiso bipartidista”.

Eso se acabó. El momento de la confrontación llegará muy pronto. Tenemos a finales de año, de entrada, la llegada de la fecha de caducidad de los recortes fiscales de Bush. El Presidente puede perfectamente decidir extender estos recortes fiscales de forma permanente. O él y su partido pueden también decidir que dicha provisión sólo sea aplicable a aquellos que ganen menos de 250.000$. ¿Qué ocurrirá si los Republicanos no aceptan el acuerdo? El bloqueo legislativo puede provocar que los impuestos suban con el año nuevo, afectando directamente a la demanda agregada.  

¿Y que sucederá con el techo del gasto? El nuevo Congreso debe votar sobre su aumento a principios de año. A pesar de que muchos de nosotros hemos argumentado que un Estado soberano no tiene ningún límite OPERATIVO en términos de gasto, también es cierto que se han impuesto muchas restricciones LEGALES que crean problemas de solvencia para los EEUU. El diseño institucional americano es hoy aún un reflejo de las condiciones del patrón-oro, superado hace años.

Tomen en consideración un simple ejemplo: supongan que la cuenta del Tesoro Público está a cero y que éste, sin embargo, emite un cheque. ¿Será el cheque rechazado? Durante los viejos tiempos del Patrón-oro, ello significaba que ya no quedaba oro en el sótano. Si el Tesoro le prometía a alguien más oro, no se lo podía dar. El cheque, entonces, sería rechazado, y el Banco Central estaría obligado a aumentar los tipos de interés para atraer más flujos de oro hacia el país a fin de financiar el gasto futuro.  

Pero ya no vivimos bajo las reglas del Patrón-oro, y para que el Tesoro pueda emitir su cheque, debe comprometerse a un techo en su gasto, además de contar con leyes que den un mandato al Tesoro emitir Bonos que permitan financiar todo el gasto público. Podríamos fácilmente burlar esta obligación dejando que las cuentas del Tesoro estén en números rojos (en descubierto) en su banco, la Reserva Federal. La Fed podría necesitar dejar al Tesoro en números rojos en su casilla de la hoja de cálculo del banco que registra su situación, tal y como Winterspeal ha señalado.  

Actualmente, esto es ilegal. Sin embargo, cuando en el pasado el Tesoro no tenía suficientes fondos en sus depósitos en la FED, sorteaba temporalmente este problema vendiendo bonos a algunos depositarios que tienen permitido comprar los bonos con créditos sobre el depósito del tesoro. El Tesoro transferiría entonces su depósito a la FED ante de gastar. 

Ello resultaba normalmente en un débito de reserva de las cuentas de estos bancos, pero la FED permitiría entonces una “flotación” (por ejemplo, posponer el débito), porque el posterior gasto del Tesoro oermitiría luego restablecer las reservas. Esa práctica, sin embargo, sólo puede funcionar durante algunos días, porque si el nuevo Congreso no eleva el techo de gasto o cambia la ley que obliga a financiar nuestro gasto vía emisión de bonos, el Gobierno de los EEUU habrá decidido rechazar sus propios cheques. Su próxima decisión, previsiblemente, tendría que ser la de declararse en quiebra.

Esa es la limitación legal. Es una locura, pero es real. También significa, por ejemplo, que alrededor de 80.000 millones de dólares de capacidad de gasto serán retirados de la economía en el momento en que caduca el plazo de extensión temporal de la cobertura del desempleo. Eso puede encender emocionalmente a las bases republicanas, pero nos puede brindar también un pequeño placer. 

Consideren la posibilidad –como Lawrence O’Donnell hizo el martes por la noche— de que el nuevo senador de Kentucky, Rand Paul, lidera una rebelión evitando el debate sobre permitir al Gobierno aumentar el techo del gasto. ¿Cómo reaccionarían los multimillonarios que han financiado a candidatos del Tea Party cuando uno de los suyos actúa de forma irracional y crea una nueva crisis financiera? 

Ante el hecho de que el Congreso sea incapaz de aumentar el techo del gasto, el gobierno de los EEUU se vería obligado a declararse en suspensión de pagos. Es cierto que los mercados, durante algunos días, se lo tomarían con calma, pero, tras algunas semanas, ¿seguirían siendo optimistas?

¿Les parece a ustedes que todo esto es harto improbable? Pues repasen la historia del Congreso y su “Contrato con América” de 1994, aquel Congreso liderado por el entonces portavoz de la Cámara, Newt Gingrich. Bajo su dirección, el Congreso norteamericano decidió suspender el pago de la deuda estadounidense, rechazando aumentar el techo de gasto.  La única razón de que el gobierno de la nación no suspendiera pagos fue que el Secretario del Tesoro, Robert Rubin, consiguió realizar un pago desde una cuenta hasta ahora no revelada al Congreso. 

Cada vez que el techo del gasto que se autoimpone el Congreso está a punto de romperse, el debate reaparece, y entonces nadie llega nunca a concebir la posibilidad de que los bonos de los EEUU puedan dejar de ser considerados como seguros. Normalmente hay una buena razón para ello: después de que los miembros del Congreso hayan agitado como se debe manos y brazos y se hayan quejado oportunamente de las cargas que el Congreso está transfiriendo a las generaciones futuras, el límite máximo de la deuda se acaba elevando siempre. 

Pero eso muy bien podría cambiar ahora, sobre todo teniendo en cuenta el fanatismo de algunos de nuestros nuevos congresistas y senadores. ¿Tendrá Obama la fuerza suficiente para hacer algo al respecto? ¿Explicará que la venta de bonos es una operación completamente voluntaria y autoimpuesta por cualquier Estado soberano? 

Probablemente no, particularmente si se atiende a la conferencia de prensa que dio a primera hora de la mañana. La reducción del déficit era uno de sus mensajes principales. Pero más le vale al Presidente que encuentre muy pronto algo mejor que decir. Porque el siguiente “momento aleccionador” lo aguarda a la vuelta de la esquina. 

(*) Marshall Auerback es un reconocido analista económico norteamericano. Investigador veterano del prestigioso Roosevelt Institute, colabora regularmente con New Economic Perspectives y con NewDeal2.0.

Sobre el llamado "mal menor" / Antonio Gramsci

¿Susto o muerte? ¿Novísimo Laborismo o Cameron? Puede ser peor aún: ¿Berlusconi o Fini? ¿Condoleeza Rice o Sarah Palin? O tal vez mejor: ¿”Agenda abierta” de Zapatero, Salgado, Valeriano Gómez y Rubalcaba o “agenda oculta” de Rajoy, Aguirre, Rato y Gallardón? En todo caso: un viejo problema de las épocas históricas regresivas sobre el que Gramsci reflexionó tan lacónica como lúcidamente desde una prisión musoliniana hace más de 70 años. Inter folia fructum; un clásico es precisamente eso, y sirve precisamente para eso: entre sus hojas siguen asomando frutos, y sigue instruyendo siempre.

“El concepto de mal menor es uno de los más relativos. Enfrentados a un peligro mayor que el que antes era mayor, hay siempre un mal que es todavía menor aunque sea mayor que el que antes era menor. Todo mal mayor se hace menor en relación con otro que es aún mayor, y así hasta el infinito. No se trata, pues, de otra cosa que de la forma que asume el proceso de adaptación a un movimiento regresivo, cuya evolución está dirigida por una fuerza eficiente, mientras que la fuerza antitética está resuelta a capitular progresivamente, a trechos cortos, y no de golpe, lo que contribuiría, por efecto psicológico condensado, a dar a luz a una fuerza contracorriente activa o, si ésta ya existiese, a reforzarla.” [Quaderno, 16 (XXII)]

Los salarios y la pendiente hacia la deflación / Paul Krugman *

He recibido muchos comentarios en el sentido de que preocuparse por la deflación es cosa de todo punto errada a la vista de la evolución de los precios de las materias primas. Pero ya he explicado muchas veces que no deberíamos centrarnos en los precios volátiles (como los de las materias primas), sino en los precios de curso lento y viscoso, es decir, en la inflación subyacente. Se me permitirá ahora añadir esto: los precios de evolución más lenta y viscosa son, sin disputa, los del trabajo. ¿Por qué, pues, no centrarse en los salarios?

Es verdad que ello presenta algunos problemas prácticos, que tienen que ver con efectos de composición, horas extras, etc. Con todo y con eso, si lo que se busca es otro indicador del gran deslizamiento hacia la deflación a que estamos asistiendo, vale la pena echar un vistazo al cuadro, en el que se presenta el porcentaje de variación interanual en los salarios por hora de todos los trabajadores desde marzo de 2007 hasta julio de 2010. Así pues, la niponización de nuestra economía sigue su curso.
 
(*) Paul Krugman fue premio Nóbel de Economía en 2008.

The Manchurian Candidate / Santiago Niño Becerra *

 Me estoy refiendo a la buena: John Frankenheimer (1962). Continuamos con Herr Wolfgang Schäubel y sus planteamientos. Pienso que lo que quiere decir que los PIIGS tengan que pagar cada vez más para que les compren su deuda (eso, y no otra cosa significa ‘el incremento de la prima de riesgo’, aunque se sepa no debe olvidarse) es que los posibles compradores de más deuda de los PIIGS / aquellos que ya tienen deuda de los PIIGS, no están convencidos de que puedan pagar lo que deben. 

‘Lo que deben’, ¿qué significa?, porque, claro, ‘lo que se debe’ no es sólo lo que debe el Estado, o los entes regionales, o los ayuntamientos, es decir, lo que puede denominarse deuda pública, ‘lo que se debe’ es la deuda total: España: cuatro billones. De hecho, cavilo: si la deuda pública española no es elevada: menos del 70% del PIB y España tiene los problemas de credibilidad que tiene, ¿no será que esos mercados y esos inversores se están fijando en otras cosas además de en la deuda pública?, ¿no será que el temor reside en las dudas de que España pueda atender su deuda total?; el Estado, sí, las regiones y ayuntamientos, claro, pero, y sobre todo, las empresas no financieras y las financieras, y, más lejos, las familias. 

En mi opinión, subrayo: en mi opinión, lo que sucede con Irlanda (relean lo que sobre Irlanda escribí el 28.09.2004) es que, pura y simplemente, a quienes Irlanda les debe dudan muchísimo que Irlanda les pueda pagar, ¿por qué lo dudan?, pues porque esas/os quienes ven lo que detrás de Irlanda hay, es decir, ven la capacidad que Irlanda tiene para generar pasta con la que pagar, y lo que ven no les gusta nada de nada. 

Con Grecia pasó algo parecido, pero Grecia fue rescatada. Lo que ven en Portugal tampoco les gusta, pero Portugal es candidato a ser rescatado como todo apunta a que será Irlanda (ya, la pregunta entonces es: ¿pagarán los rescatadores?. Y en España, se estarán preguntando, ¿les gusta lo que ven?; pienso que no, que no les gusta nada, el problema estriba en que España, por su tamaño, es irrescatable. 

En este contexto alcanzan todo su significado las palabras del Ministro de Finanzas de la RFA. Suponiendo que algún país de la UE no va a poder pagar lo que debe, ese país será monitorizado, su deuda estudiada, y su política económica ‘readaptada’ a fin de acoplarla a las posibilidades de pago del país; y, ¿qué deuda será contemplada?, pienso que toda la deuda, lo que significa entrar en toda la deuda pública y en la no-pública, y continúo pensando que deuda no-pública será estatalizada. 

Luego vendrán las quitas: lo que ese país es imposible que pague aunque su población se muera de hambre. ‘Eso recuerda al Consenso de Washington’, dice el del fondo, pienso que no, al Consenso le importaba un rábano lo que sucediese en un país endeudado, ahora sí importa: no deben haber disturbios, ni altercados. 

En esta línea de la credibilidad van las medidas del Gobierno de The UK, la última: que pueda perder el subsidio de desempleo quien rechace una oferta de empleo realizada por los servicios públicos de ocupación, lo que tiene dos efectos: 1) la población ocupada aguantará más lo que le echen a fin de no ser despedida y tener que aceptar el empleo que le ofrezcan, y 2) tareas que hoy no son hechas debido a que el Sector Público no tiene fondos serán realizadas, tareas que precisen poquísimos medios materiales y mucho factor trabajo, claro; se harán porque saldrán ‘gratis’: su coste será el del subsidio de paro. 

De rebote se conseguirá otra cosa: adelgazar las estadísticas de desempleo: alguien que esté recogiendo hojas en Hyde Park, por ejemplo, puede tener un doctorado en matemática transfinita, por lo que estará supersubempleado, pero como no estará parado … Y el Gobierno sigue firme en su postura: http://www.bloomberg.com/news/2010-11-10/osborne-rejects-imf-call-to-revise-spending-cuts-if-u-k-growth-falters.html. Y habrá más paro, y más pobreza, ya. 

La situación hacia la que, cada vez más, estamos evolucionando -todos- es hacia la del saneamiento. ‘Reducción del déficit’, dice el del fondo, no, sa-ne-a-mien-to: eliminación de lo no necesario y (esta vez sin ‘o’) reaprovechamiento de lo que se pueda. Es lo de The UK, si, pero también es lo propuesto por Frau Merkel: que quienes son acreedores deberán apechugar con parte del coste del saneamiento. ‘¿Y quiénes no puedan soportar esa quita?’, vuelve a intervenir el del fondo, pues eso significará que esos quienes no se hallan saneados, significará que sus planes de negocio se basaban en futuribles inconsistentes, querrá decir que son palos que no pueden aguantar la vela de que les toca aguantar. 

Ya, lo que dijo en 1937 Ms. Robinson: “Si no existiese ningún sistema regular de subsidios de paro -o de ayuda a los pobres que sea preferible al suicidio-, un hombre que se quede sin trabajo debe ganarse la vida como sea. (...) Por lo tanto, salvo en condiciones peculiares, una caída de la demanda efectiva que reduce, a su vez, la oferta de empleo en las industrias establecidas, no conducirá al desempleo en el sentido de la inactividad total, sino que obligará a los desempleados a llevar a cabo diversas actividades: vender cerillas en el Strand, cortar leña en el bosque, cultivar patatas en sus huertos particulares (...), es natural calificar estos empleos inferiores como el desempleo encubierto”. Pero aquello era otra crisis sistémica, muy semejante a esta, pero con un muy distinto final. 

Y el crash: la admisión de que es imposible salir de donde se está utilizando las herramientas que se han estado utilizando, el fracaso de los planes de estímulo, de rescate, de ayuda, la imposibilidad de sanear un sistema financiero ya que ello comportaría el derrumbe que se quiere evitar, la expulsión de ciudadanas/os de Rumanía decretada en Francia por innecesarios, la guerra de divisas que está larvando la siguiente oleada proteccionista, el escenario que ha dado lugar al presupuesto británico del 2011, lo que lentamente se ha ido, se va adelantando: “‘La OCDE no sitúa la recuperación en 2011, sino que prevé “hasta 2015 o 2017, un futuro mediocre de bajo crecimiento, alto desempleo y alto déficit”’ (http://www.elpais.com/articulo/economia/OCDE/descarta/cualquier/probabilidad/Espana/pague/deudas/elpepueco/20101004elpepueco_9/Tes, 04/10/2010). Eso ha sido el crash, un crash con sordina, amortiguado por el 30% del PIB que, de una u otra forma se ha estado inyectando en las economías desarrolladas. Y del crash, a la caída. 

Y ya empieza a oírse la palabra pánico. Si, se oye, pero pienso que el hecho de que se tenga que intervenir a Irlanda no genera pánico, pienso que el pánico se desataría al ver tumultos ante las oficinas de un bando irlandés, por seguir con Irlanda, y eso, sigo pensando, va a ser evitado a toda costa. 

(*) Santiago Niño-Becerra es catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.