domingo, 21 de noviembre de 2010

Rabia mal dirigida / Noam Chomsky *

“Aquel radical incorregible de siglo XVIII, Adam Smith, refiriéndose a Inglaterra, diría que los principales arquitectos del poder eran los dueños de la sociedad (por esos días los mercaderes e industriales), y estos se aseguraban de que las políticas del gobierno se atuvieran religiosamente a sus intereses, por “penoso" que fuera el impacto sobre la población inglesa o peor, sobre las víctimas de la "salvaje injusticia de los europeos" en otros países.”

Nunca antes había sido testigo del grado de irritación, suspicacia y desencanto como al que nos enfrentamos en los EE. UU por las elecciones de mitad de mandato. Desde que los demócratas llegaran al poder, han tenido que vérselas con nuestro monumental mosqueo por la situación socioeconómica y política en la que estamos.

En una encuesta de la empresa Rasmussen Records del pasado mes, más de la mitad de la “ciudadanía americana” asegura ver con buenos ojos el movimiento Tea Party: este es el espíritu del desencanto.

Los motivos de queja son legítimos. En los últimos 30 años, los salarios reales de la mayoría de la población se estancaron o disminuyeron, mientras que la inseguridad laboral y la carga de trabajo seguirían en aumento, lo mismo que la deuda.Se ha acumulado riqueza, pero sólo en unos cuantos bolsillos, provocando desigualdades sin precedente alguno.

Estas son las consecuencias derivadas de la “financiarización” de la economía que viene produciéndose desde los años 70, y el correspondiente abandono de la producción doméstica. Avivando el proceso, la manía desregulatoria favorecida por Wall Street y apoyada por economistas fascinados por los mitos de la eficiencia del mercado.

El público advierte que los banqueros, responsables en buena parte de la crisis financiera, y a los que hubo que salvar de la bancarrota, se encuentran disfrutando de beneficios récord y suculentas bonificaciones, y mientras, las cifras de desempleo continúan en el 10 por ciento.La industria se halla a niveles de la Gran Depresión:uno de cada seis trabajadores en paro, y con la pinta de que los buenos trabajos no van a volver.

La gente, y con razón, quiere respuestas, y no se las da nadie, exceptuando unas pocas voces que cuentan historias con cierta coherencia interna: eso es, en caso de que uno deje la incredulidad en suspenso y se adentre en su mundo de disparate y engaño.

Pero ridiculizar las travesuras del Tea Party no es lo más acertado. Sería mucho más apropiado intentar comprender qué es lo que subyace tras el encanto del popular movimiento, y preguntarnos a nosotros mismos por qué una serie de personas justamente cabreadas están siendo movilizadas por la extrema derecha y no por el tipo de activismo constructivo que surgiera en tiempos de la Depresión, tipo CIO (el Congreso de las Organizaciones Industriales).

En estos momentos, lo que oyen los simpatizantes del Tea Party es que toda institución (gobierno, corporaciones y cuerpos profesionales) está podrida, y que nada funciona.

Entre el desempleo y los embargos, los Demócratas no tienen tiempo para denunciar las políticas que condujeron al desastre. Puede que el Presidente Ronald Reagan y sus sucesores Republicanos hayan sido los grandes culpables, pero estas políticas ya despuntaron con el Presidente Jimmy Carter, y se intensificaron con el Presidente Bill Clinton. Durante las elecciones presidenciales, el electorado principal de Barack Obama serían las instituciones financieras, que afianzaron su primacía sobre la economía en las últimas décadas.

Aquel radical incorregible de siglo XVIII, Adam Smith, refiriéndose a Inglaterra, diría que los principales arquitectos del poder eran los dueños de la sociedad (por esos días los mercaderes e industriales), y estos se aseguraban de que las políticas del gobierno se atuvieran religiosamente a sus intereses, por “penoso" que fuera el impacto sobre la población inglesa o peor, sobre las víctimas de la "salvaje injusticia de los europeos" en otros países.

Una versión más moderna y sofisticada de la máxima de Smith es “la teoría de inversión en partidos políticos” del economista político Thomas Ferguson, que considera las elecciones como eventos en los que grupos de inversores se unen para poder controlar el estado, seleccionando para ello los arquitectos de aquellas políticas que sirvan a sus intereses.

La teoría de Ferguson resulta útil para predecir las estrategias políticas para largos periodos de tiempo. Esto no es ninguna sorpresa. Las concentraciones de poder económico buscarán de manera natural extender su influencia sobre cualquier proceso político. Lo que ocurre es que, en los EE. UU, esta dinámica es extrema

Y aún así, puede argumentarse que los derroches empresariales tienen una defensa válida frente a las acusaciones de “avaricia” y desprecio por el bien común. Su tarea es maximizar las ganancias y la tajada de mercado; de hecho, ese es su deber legal. De no cumplir con esa obligación, serían reemplazados por alguien que lo hiciera. También ignoran el riesgo sistemático: la posibilidad de que sus transacciones perjudiquen la economía en su conjunto. Ese tipo de “externalidades” no es de su incumbencia, y no porque sean mala gente, sino por razones de tipo institucional.

Cuando la burbuja estalla, los que tomaron los riesgos corren al refugio del Estado niñera. La operaciones rescate, una especie de póliza de seguro gubernamental, es uno de los perversos incentivos que magnifican las ineficiencias del mercado.

“Cada vez está más extendida la idea de que nuestro sistema financiero recorre un ciclo catastrófico", escribieron los economistas Peter Boone y Simon Johnson en el Financial Times de enero. “Cada vez que sucumbe, confiamos en que sea rescatado por las políticas fiscales y el dinero fácil. Este tipo de reacción muestra al sector financiero que: puede hacer grandes apuestas, por las que será generosamente recompensado, sin tener que preocuparse de los costes que ocasione, porque será el contribuyente el que los acabe pagando” a través de rescates y otros mecanismos, y como consecuencia, el sistema financiero “resucita otra vez, para apostar de nuevo y volver a caer”.

El día del juicio final es una metáfora que también se aplica fuera del mundo financiero. El Instituto del Petróleo Americano, respaldado por la Cámara de Comercio y otros grupos de presión, ha intensificado sus esfuerzos para persuadir al público de que abandone su preocupación por el calentamiento global provocado por el hombre, y según muestran las encuestas, con bastante éxito. Entre los candidatos republicanos al Congreso en las elecciones de 2010, prácticamente todo el mundo rechaza la idea del calentamiento global.

Los ejecutivos responsables de la propaganda saben de sobra que el calentamiento global es verídico, y nuestro futuro, incierto. Pero la suerte de las especies es una “externalización” que los ejecutivos tienen que ignorar, por cuanto lo que se impone es el sistema de mercado. Y esta vez el público no podrá salir al rescate cuando finalmente se desate el peor de los escenarios posibles.

Tomando prestadas las palabras de Fritz Stern, el distinguido estudioso de la historia alemana: “tengo edad suficiente como para acordarme de aquellos días escalofriantes y amenazadores en los que los alemanes descendieron de la decencia al barbarismo Nazi”. En un artículo de 2005, Stern indica que tiene el futuro de los Estados Unidos en mente cuando repasa un “proceso histórico en el que el resentimiento en contra de un mundo secular desencantado encontrara la liberación en el éxtasis del escape de la razón".

El mundo es demasiado complejo para que la historia se repita, pero de todos modos, hay lecciones de las que acordarse cuando registremos las consecuencias de otro ciclo electoral. No es pequeña la tarea a la que habrá de enfrentarse el que desee presentar una alternativa a la indignación y la furia descarriada, que ayude a organizar a los no pocos descontentos y sepa liderar el camino hacia un futuro más prospero.

(*) Noam Chomsky es el intelectual vivo más citado y figura emblemática de la resistencia antiimperialista mundial. Es profesor emérito de lingüística en el Instituto de Tecnología de Massachussets en Cambridge. Su libro más reciente es Hopes and Prospects.

El tsunami de las comisiones de déficit / Dean Baker *

Durante el desempleo masivo de la Gran Depresión, Keynes una vez bromeó diciendo que si no podían encontrar algún trabajo productivo que fuera necesario, con tal de reducir el desempleo podían simplemente pagar a trabajadores para que cavaran hoyos y los volvieran a llenar. Keynes estaba siendo sarcástico, pero parece ser que el personal de Washington recogió esta sugerencia. Esa es la única explicación plausible para la proliferación de comisiones de déficit en la capital de nuestra nación.

Hay tres comisiones de déficit preparadas para compartir su sabiduría con la ciudadanía americana antes de final de año. Estas tres comisiones tienen dos características importantes en común: ninguno de sus miembros advirtió sobre la catástrofe que generaría el desplome de la burbuja inmobiliaria, y todos creen que es una buena idea recortar la Seguridad Social.

 
El país está actualmente experimentando la peor recesión económica de los últimos 70 años con más de 25 millones de personas sin empleo, subempleadas, o habiendo renunciado a buscar trabajo. Podría haber sido adecuado para una comisión que pretende asesorar sobre el futuro de los programas sociales más importantes del país, así como del presupuesto en general, incluir al menos una persona que fuera suficientemente despierta para anunciar los 8 billones de dólares de burbuja inmobiliaria que arruinaron la economía.

Pero estas comisiones que quieren decir al público lo que es mejor para nosotros no sienten la necesidad de tomarse molestias con trivialidades como la destrucción de la economía. De hecho, las comisiones incluyen muchas de las personas que han ayudado a nuestra economía a salir del precipicio. Ellos ven sus credenciales en esta capacidad, y la usan como préstamo para su credibilidad. Es algo así como un oficial del Titanic usando su experiencia como base para ser nombrado capitán de barco.
 
En realidad, estas comisiones no tienen mucho más que su prestigio como apoyo a sus recomendaciones para recortar la Seguridad Social y el seguro médico estatal [“Medicare” en el original: sistema sanitario público de Estados Unidos del que gozan básicamente los mayores de 65 años. T]. Aunque los medios de comunicación han hecho grandes esfuerzos para tratar de crear temores sobre el déficit presupuestario, es fácil demostrar que estos temores son injustificados.

A corto plazo, Estados Unidos tiene un importante déficit presupuestario por la simple razón que el gasto del sector privado se ha derrumbado. La aritmética es sencilla. El derrumbe de la burbuja en los bienes inmobiliarios residenciales y no-residenciales, llevó a una caída en la demanda inmobiliaria anual de más de 600.000 millones de dólares al año.
 
Con una pérdida total de 1,2 billones de dólares en la demanda del sector privado, la opción del gobierno es impulsar la economía incurriendo en mayor déficit, o dejar la economía para que contrate y permitir que la tasa de desempleo aumenté aún más. Si los miembros de nuestras comisiones pregoneras del déficit conocieran su economía, habrían estado advirtiendo de la burbuja inmobiliaria en 2002-2006. Entonces podríamos haber evitado este derrumbe económico, y podríamos haber tenido menos déficit.
 
Es importante darse cuenta de que la deuda en que estamos incurriendo en el presente no genera ninguna carga para las generaciones futuras. Estamos planteando usar recursos que de otra forma serían gastados ociosamente, no detrayendo recursos del sector privado. Mientras los pregoneros del déficit nos amenazan reiteradamente con la perspectiva de que nuestros hijos deberán pagar billones de dólares en intereses de deuda, la Junta de la Reserva Federal puede simplemente comprar y retener esta deuda, sin ningún tipo de carga neta de intereses para las generaciones futuras (el Tesoro paga intereses sobre la deuda de la Reserva Federal, la cual reembolsa los pagos de intereses al Tesoro a final de año, sin dejar ninguna carga neta de intereses).

El hecho de que las proyecciones a largo plazo muestren un serio problema de déficit aun después de la recuperación económica, se debe a proyecciones de explosiones de los costes sanitarios. Hasta más de la mitad de nuestra sanidad es pagada por el sector público, si los costes sanitarios realmente crecen sin control, entonces nos van a llevar a problemas de déficit muy serios. Por supuesto, si los costes sanitarios siguen el camino previsto, entonces también devastarán al sector privado.
 
El tema es que tenemos un problema de sanidad. Si no arreglamos nuestro sistema sanitario, nuestra economía va a estar en serios problemas, uno de los cuales será el gran déficit presupuestario. Si arreglamos nuestro sistema sanitario, entonces no habrá problema de déficit a largo plazo.

La historia fundamental es que, a corto plazo, no hay problema de déficit; el problema es una caída de la demanda del sector privado causada por el derrumbe de la burbuja inmobiliaria. A largo plazo, el problema de déficit es en realidad un problema de un sistema sanitario quebrado. Los hechos son tan claros como pueden serlo.
 
De este modo, ¿por qué tenemos todas estas comisiones de déficit? Es simplemente la forma moderna de Washington de cavar hoyos y volverlos a llenar. Da a esta gente algo que hacer. Esperemos que termine siendo inocuo.


(*) Dean Baker es codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR). Es autor de Plunder and Blunder: The Rise and Fall of the Bubble Economy, así como de False Profits: Recoverying From the Bubble Economy.

Reino Unido: castiguen a los ricos, no a los desempleados (sobre el “Welfare to Work”) / Viv Smith *

El plan de empleo de los Conservadores ataca a los desempleados. El programa de mano de obra barata nos agrede a todos. Los Conservadores han lanzado un ataque brutal a las personas en paro para desviar las críticas a los verdaderos parásitos: los ricos.

El Libro Blanco de esta semana obligará a los desempleados que solicitan subsidios de paro a realizar trabajos no remunerados: si se niegan a hacerlo, perderán el subsidio.

Los jefes y la prensa de la derecha están encantados. El Daily Mail anunció con alegría: “En una nueva ofensiva contra los parásitos sociales, los desempleados irresponsables tendrán que participar en un programa de trabajo exigente, estilo EE.UU., que incluirá la obligación de realizar labores de jardinería, limpieza de basura y otras tareas manuales por sólo 1 libra la hora”.

El programa permitirá eliminar puestos de trabajo y cancelar costes al utilizar mano de obra prácticamente gratuita. A cambio, los desempleados mayores de 25 años recibirán un mermado subsidio de 65 libras con 45 centavos, y apenas 51 libras con ochenta y cinco centavos en el caso de menores de 25.

Se parte de una gran mentira: que hay montones de puestos de trabajo disponibles y que si no se trabaja es porque uno no se esfuerza en encontrarlos.

 
Recortes
En toda Gran Bretaña hay 459 mil puestos de trabajo y por término medio por cada uno compiten cinco personas, de los 2,5 millones de desempleados, sin incluir los 1,2 millones de trabajadores a tiempo parcial que desean trabajar a tiempo completo. Y sin incluir tampoco a los cientos de miles más que perderán sus trabajos gracias a los recortes de los Conservadores.
 
Los desempleados no son los culpables sino las víctimas de este sistema, cuyos auténticos responsables son los más ricos y mimados, así como los millonarios Conservadores.
 
El gabinete gubernamental –donde abundan personas que nunca han trabajado en su vida- planea castigar a gente como Louise Whiteside, una escocesa de 23 años. 
 
Licenciada de la Universidad de Dundee con un título de primera clase, no encuentra trabajo. Contó al Socialist Worker: “Ayer solicité un puesto de camarera en un hotel, por el que se han presentado otras 250 personas. En tres meses, llevo solicitados 150 trabajos y he repartido mi curriculum por todo Edimburgo, Dundee y Dumfries y Galloway. Me esforcé mucho en la Universidad y no esperaba encontrarme con esto. Creo que tendré que irme a vivir a casa de mis padres. Son repugnantes las mentiras que cuentan los Conservadores acerca de los que cobramos el subsidio de paro. Si quieren animarnos a trabajar, que nos den puestos de trabajo en lugar de destruirlos.”
 
Pero los planes no se limitan a atacar a los desempleados. Holly Smith, representante sindical de GMB en el departamento de residuos de un ayuntamiento de Brighton, cree que todos los trabajadores están en el punto de mira. “Si el patrono puede conseguir que alguien trabaje sin remuneración, ¿por qué pagarían a otra persona lo debido?”, se pregunta.
 
“Se dejarán de tener en cuenta las normas de salud y seguridad. Hacemos un trabajo físico duro, manipulando agujas, vidrios rotos, vómitos ¿esperan que lo hagan personas sin formación, incluso con problemas de salud? Es como la esclavitud, una forma de explotación.”
 
Enfrentados a los recortes de presupuesto, los ayuntamientos despedirán a los trabajadores, que luego tendrán que hacer el mismo trabajo gratuitamente.

Sindicatos

Hace diez años, cuando en Nueva York se adoptó un programa similar, miles de trabajadores sindicados fueron reemplazados por desempleados.
 
El nuevo programa perjudicará sobre todo a las personas discapacitadas y a los padres y madres sin pareja, porque tienen menos flexibilidad y muchas menos posibilidades cuando hay tantos competidores.
 
Afirma Colin Hampton, coordinador de los Centros de Trabajadores en Paro de Derbyshire: “Cuando un gobierno consigue que la gente trabaje por el subsidio del paro, peligran los trabajos de todos. Primero te dejan sin trabajo y luego dicen que hay que acostumbrarse a trabajar: es indignante”. 
 
En 2008, se publicó un informe de revisión de programas similares aplicados en EE.UU., Canadá y Australia. Según este informe: “Hay pocas pruebas de que la participación en el programa incremente las posibilidades de encontrar trabajo. Incluso puede reducirlas, al limitar el tiempo disponible para la búsqueda de empleo.”
 
Los Conservadores piensan que los desempleados son débiles e impotentes. Tenemos que enfrentarnos a ellos, unidos los trabajadores y desempleados. Es esencial que los sindicatos adopten el liderazgo en esta lucha.
 
El problema es el desempleo, no que la gente sea reacia a trabajar
 
Woods Keiths, de 37 años, vive en Kent y se formó como maestro. A raíz de la muerte de su padre, padeció una crisis y dejó de trabajar. Lleva tres años en el paro. Nos contó: “Cuando acudí esta mañana al centro de desempleo, se hablaba del nuevo programa: la gente estaba furiosa. Todos preguntaban “¿Y dónde están los trabajos?”
 
“Constantemente estoy buscando trabajo. En los dos últimos meses en Kent se ofertaron solo cinco puestos en la enseñanza. Para el último se presentaron ochenta personas, y era un empleo de apenas unos pocos meses.
 
“Las otras ofertas de la semana pasada eran de soldador y constructor, que requieren una formación que yo no tengo, y otro puesto a tiempo parcial y nocturno, que tampoco puedo realizar porque perdería mi actual subsidio de vivienda. 
 
Estoy obligado a participar en el programa “Welfare to Work”, lo que quiere decir que tengo que presentarme ante una empresa privada que quiere hacerme trabajar sin remuneración. Me ofrecieron hacer embalajes, 30 horas semanales: un trabajo por el que antes se pagaba a alguien. No pienso robárselo a nadie.
 
Para mí es deprimente cobrar el subsidio de paro sin encontrar trabajo y tener que malvivir con lo que recibes, sin poder alternar socialmente. El problema no es que la gente sea reacia a trabajar; el problema es que no hay trabajo.”
 
El nuevo programa “Welfare to Work” del Ministerio de Trabajo y Jubilaciones está dirigido por una empresa privada llamada Maximus.
 
En los nueve primeros meses de 2010 sus beneficios se incrementaron en 19’4 por ciento, hasta alcanzar los 131 millones de libras. Su jefe supremo, Richard A. Montoni, obtuvo el año pasado una remuneración de 2 millones de libras. Parece que en la Gran Bretaña conservadora no todos se están sacrificando.


(*) Viv Smith escribe regularmente en www.socialistworker.co.uk

Inmigración / Santiago Niño Becerra *

El actual ‘problema de la inmigración’ es, pienso, un problema exclusivamente económico.  Los inmigrantes fueron traídos para que generasen un PIB que de otra forma no se hubiese generado entonces, o que hubiese sido mucho menor del que ha sido. Se les dejó venir, pero no se les dijo que ese permiso era temporal y limitado a un horizonte muy concreto: mientras fuesen necesarios; muchos ya han dejado de serlo, pero aquí permanecen, y de una forma o de otra esa situación, convertida ya en auténtico problema, va a tener que ser abordada. M. Sarkozy lo ha hecho, adecuada o inadecuadamente: mañana se verá. Soy de los que piensa que los problemas deben ser afrontados en cuanto se detectan, siempre, todos, pero más este, y desde la vertiente que corresponda. 
 
Hoy, en el planeta, pienso que el problema de la inmigración es económico en el 99,99% de los casos; tratar de verlo de otra forma es engañarse, y como suele suceder en este tipo de circunstancias, el tiempo no está de nuestro lado. Un ejemplo al respecto: España. 

El presidente de la República de Ecuador ha estado recientemente en España y ha expresado su inquietud por la situación en que se hallan y en la que pueden llegar a encontrarse ciudadanos del país debido a la combinación de dos fenómenos perversos: una elevada deuda hipotecaria (principalmente, aunque no sólo) en relación a unos bajos o muy bajos ingresos personales, algo que a cada día que pasa está afectando a un mayor número de residentes en España procedentes de diversos países, entre ellos de Ecuador. 

Sucedió cuando ‘España iba bien’: se trajo a decenas de miles de inmigrantes para que construyeran pisos, para que limpiasen en hoteles, para que sirviesen en restaurantes, para que vendieran cervezas en chiringuitos de playa, inmigrantes que eran remunerados con unas menores cuantías que a trabajadores nacionales equivalentes, inmigrantes que tenían menos garantías legales que sus equivalentes españoles, inmigrantes que, en muchos casos, permanecían en España de forma ilegal; se les trajo porque eran necesarios, sólo por eso: por nada más, y por eso se permitió su permanencia. 

La inmensa mayoría de esos inmigrantes eran pobres y procedían de países subdesarrollados (el ingeniero de sistemas sueco que está trabajando, como ingeniero, en la planta que Volkswagen tiene en Landaben es un inmigrante, con la ley en la mano lo es, pero en el día a día, ¿quién lo considera como tal?). 

Metieron las horas que les dijeron, donde les indicaron y en las condiciones que les marcaron, y no protestaron, y con la remuneración que les dieron consumieron lo que en su país muchos no habían podido soñar, y entre lo que consumieron había viviendas. 

Ha sido la crónica de una muerte anunciada: incrustados en una sociedad consumista en un momento de hipercosumo, sus carencias llevaron a esas personas a una dinámica de compras en muchos casos masivas, compras financiadas por un crédito cuyo acceso les fue permitido, favorecido, e incentivado. 

Cuando los ingresos de muchas de esas personas han menguado debido a la caída de actividad de los sectores en los que mayormente fueron ocupados, sus impagos se han disparado lo que ha implicado un aumento de la precariedad de gran parte de esas personas. 

El Presidente de Ecuador, el Sr. Rafael Correa, ha expuesto esa situación de precariedad en la que se hallan numerosos miembros de la ciudadanía ecuatoriana inmigrada en España al tener que enfrentarse al desempleo y al impago de sus créditos. Tremendo, ya, pero, ¿quién o quiénes tienen la responsabilidad de ese desastre?. 

Se trata de una situación muy simple pero, a la vez, muy compleja porque se están mentando razones y elementos que son extraeconómicos. Las ciudadanas y los ciudadanos ecuatorianos -por seguir con el ejemplo- que solicitaron créditos a entidades financieras españolas lo hicieron de forma libre, y libres de concedérselos, o no, eran las entidades que se los concedieron. 

En toda relación contractual debe suponerse que ambas partes conocen sus propias condiciones, y ha de suponerse que conocen los riesgos propios y de la otra parte. Y siempre ha de tenerse muy claro que en Economía, las deudas, alguien, de alguna manera, en alguna parte y en algún momento, las acabará pagando.  

A partir de aquí se abre un abanico de posibilidades de gran complejidad que la actual situación de crisis complica exponencialmente. En el fondo, fondo, el problema se resume en una sola frase: el precio de la vivienda se está hundiendo y la oferta de inmuebles es infinitamente superior a la demanda: una de las razones últimas por la que en USA a personas sin casi recursos se les concedieron créditos hipotecarios entre el 2003 y el 2007 fue el supuesto de que el precio de la vivienda iba a continuar creciendo, por lo que no sólo era indiferente que los prestatarios satisficieran, o no, sus cuotas hipotecarias, sino que, durante el boom de la vivienda, casi, casi preferible era que no lo hiciesen. Pero esa situación no se está dando ahora ni, pienso, va a darse en décadas. 

Al problema de la imposibilidad de devolver sus créditos se añade otro elemento: gran parte de la oferta de trabajo aportada por la inmigración recibida por España en estos pasados años ha dejado de ser necesaria y no es previsible que vaya a serlo en un futuro inmediato. A partir de aquí, la pregunta: ¿cómo van estas personas a hacer frente a sus deudas?. 

(‘Reforma de las pensiones’: mi lectura: reducción de las pensiones medias debido a que la caída de la actividad provocada por la crisis sistémica que ha comenzado va a reducir los ingresos -para pagar pensiones-. ‘Alargar la edad de jubilación’: mi lectura: reducir el tiempo medio que, de media, un pensionista estará percibiendo su pensión -media- reducida por la reforma de las pensiones. 

Se dice de alargar la edad de jubilación, pero el desempleo tiende al alza y las necesidades de factor trabajo a la baja. Los salarios tienden a vincularse con una productividad que las/los perceptoras/es de esos salarios no controlan. 

Si se sube la ‘cuota obrera de la seguridad social’ (lenguaje pretérito) la renta disponible decrece, y tampoco se aseguran las pensiones futuras, aunque su importe medio haya descendido: ¿alcanzarán los fondos disponibles para pagar a un montón de jubilados que puede que lleven desempleados desde años antes de su retiro?; ya: pueden volverse a rebajar los importes de las pensiones, y a quienes trabajan se les puede animar que no se jubilen, aunque seguramente percibirán un menor salario: su productividad puede descender. 

¿Los jóvenes?. ¡Que crudo lo tienen!. Una creciente formación de un creciente número de sus integrantes, y una demanda de trabajo a la baja. Los mejores, los megacracks, ningún problema, pero hasta ahora se había dicho que todos tenían cabida en el sistema (¿de quién es la responsabilidad de que existan los ni-ni?), parece que ya no. 

Pienso. Actividad en reducción, oferta de trabajo al alza, demanda de trabajo a la baja, salarios medios a la baja, ingresos totales de la seguridad social en descenso, al igual que las percepciones por desempleo. Es el declinar del modelo de protección social, sí, pero no sólo: es el estado de bienestar en el que se hallaba la economía: está finalizando). 

(*) Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

Un G-20 para poco / Josep Borrell *

Hace un par de semanas me preguntaba en estas páginas digitales si en Seúl se produciría un armisticio en la “guerra de las monedas” y se evitarían las tentaciones proteccionistas que de ella se pueden derivar. La reunión previa de los ministros de economía permitía albergar una débil esperanza. Pero visto lo ocurrido, hay que reconocer que la cumbre del G – 20 del pasado 12 de  noviembre no ha servido para nada.

Uno de los mayores desequilibrios creados por la globalización de la economía es el de las balanzas comerciales de algunos países. De un lado están los que producen a bajo precio y exportan a tipos de cambio infravalorados y gracias a ello acumulan excedentes masivos, como es el caso de China

Y del otro los que consumen muy por encima de sus medios, financiando a crédito ese consumo, endeudándose masivamente y acumulando déficits comerciales insostenibles. Es el caso prototipo de los EE.UU, pero no nos olvidemos de nosotros mismos porque el modelo de crecimiento español ha adolecido del mismo problema estructural. Antes de la crisis España era tenía el segundo déficit comercial más grande del mundo en volumen y todavía ahora tenemos el mayor déficit comercial del mundo en términos del PIB.

Hay por un lado los países “hormiga” , como China, Japón y Alemania, que  consumen poco y exportan mucho, y los países “cigarra”, como EE.UU., España y el Reino Unido, que consumen mucho y para ello importan demasiado. Entre ellos se han producido esos desequilibrios globales (“global imbalances”) que han contribuido al colapso del sistema financiero y son una de las causas subyacentes de la crisis.

Tratar de  resolver ese desequilibrio era uno de  los objetivos de la cumbre del G – 20 en Seúl del pasado día 12. Pero los intereses nacionales de los países representados han sido mas fuertes que la necesidad de una cooperación solidaria entre ellos y ninguna decisión relevante ha podido ser adoptada.

Confiar a un grupo de trabajo del FMI la elaboración de indicadores que permitan evaluar el riesgo que esos desequilibrios comportan no es gran cosa. Es más bien una puerta de salida para camuflar un desacuerdo total puesto que no hace falta ningún grupo de trabajo para confirmar lo que ya se sabe, es decir que estos desequilibrios constituyen un serio peligro para la economía global.

Parece que atrás han quedado ya los días en los que, frente al abismo abierto por la crisis financiera, las reuniones del G 20 permitieron tomar medidas coordinadas para hacerle frente. Parece como si, apenas vueltos a un mínimo de normalidad, los intereses nacionales han prevalecido de nuevo.

Así, Seúl  ha mostrado los límites de la capacidad del G – 20 de regular la globalización económica y financiera poniendo las bases de un sistema de gobernanza que evite la generación de una nueva crisis. Y decimos nueva cuando no podemos decir que ya hemos superado la actual, como muestra el nuevo episodio de la crisis de la deuda europea que está viviendo Irlanda .

Paradójicamente, es esta crisis irlandesa lo que está evitando, por no decir salvando, al euro de convertirse en una divisa sobrevaluada frente al  dólar y al yen. Para mantener funcionado su capacidad exportadora, China mantiene su moneda permanentemente devaluada a través de un férreo control del mercado de capitales y compras masivas de dólares que le han hecho acumular gigantescas reservas de cambio. 

Sólo para mantener el valor de ese tesoro de guerra comercial China necesita evitar que el dólar se devalúe. Y los EE.UU., incapaces de conseguir una reevaluación del yuan que  frene su deficit comercial con China, responden haciendo presión a la baja sobre el dólar produciéndolos en gran cantidad a través de ese plan de compra de Deuda pública por la Reserva Federal por 600.000 millones de dólares sacados de la maquina de imprimir.

Así se ha interpretado el objetivo de ese plan, oficialmente destinado a relanzar la anémica economía americana. Aunque las autoridades americanas lo nieguen enfáticamente, el propio Greenspan lo considera como un intento deliberado de devaluar el dólar. Pero no es menos cierto que todo el mundo tiene interés en que la economía americana vuelva a crecer y que ésta es la mejor contribución que Obama puede hacer a la solución de la crisis económica global.

El problema son los procedimientos empleados para ello. Esos dólares buscaran mejores oportunidades de inversión y muchos países emergentes temen que contribuyan a la formación de burbujas especulativas en sus economías. Por eso algunos han empezado a poner impuestos a las entradas de capital.

Lo cierto es que corregir esos desequilibrios, que no son sino la expresión de la forma en la que se ha organizado la economía globalizada, será una tarea lenta. Guste o no, es difícil y lleva su tiempo reorientar la economía china hacia la demanda interior, lo que implica que los chinos consuman mas, para lo hace falta que dispongan de más renta disponible y menos temor al futuro, lo que a su vez necesita una redistribución de los frutos del crecimiento y la creacion de un sistema de protección social .

Tan difícil como es orientar la economía americana hacia la exportación, lo que implica un menor consumo interno. A ambas cosas ayudaría sin duda un realineamiento de los tipos de cambio de sus monedas que en absoluto se puede decir que correspondan hoy a los fundamentales de esas economías.

Pero eso no lo va a conseguir el G – 20. El FMI fue creado en 1945 para ejercer el papel de gendarme monetario que hoy tampoco tiene fuerza para ser. Salvo que unas nuevas reglas de juego se la den. Pero, ¿quién le pone el cascabel al gato monetario?

(*) Josep Borrell es ex presidente del Parlamento Europeo