sábado, 18 de diciembre de 2010

Desafortunadas palabras de Aznar / Pedro Egío *

"¿Por qué no se reconoce abiertamente que ni el Estado del Bienestar ni el trabajador han sido la causa de la crisis económica y por qué no se arbitran medidas que realmente vuelvan a impedir esto, en vez de tapar los agujeros financieros de los bancos y especuladores o rescatar países al 7% de interés?"

 Unas declaraciones que no han alcanzado gran difusión, quizá porque sus correligionarios han entendido que no les hacen mucho favor, sobre todo por estas palabras que voy a subrayar. Decía Aznar el 5 de diciembre pasado en Nueva Jersey, en la clausura del segundo congreso de su partido en Estados Unidos: «No puede ser que la gente quiera empezar a trabajar lo más tarde posible y jubilarse lo antes posible».
 
El texto completo de las declaraciones puede obtenerse fácilmente mediante buscador en la web, mas quiero centrarme tan sólo en esta máxima que tiene pleno sentido aun desgajada de su contexto, porque su contexto —el momento crítico en que nos encontramos— es obvio. Voy, pues, a señalar sus infortunios. Y es que en esta afirmación, no muy pulida lingüísticamente, por aliterativa y en tono un tanto despectivo, como lo muestra el uso del vocablo ´gente´ en su sujeto, hay muchos ´peros´ que hacer.

En primer lugar ¿no estamos intentando volver al trasnochado mito del ´español vago´, al señalar que estamos mal acostumbrados en nuestro deseo de ´trabajar lo más tarde posible´, despreciando otras explicaciones más plausibles sobre las causas de la crisis?

En segundo lugar ¿es cierto que los/as jóvenes mileuristas quieran estar de brazos cruzados y no poder independizarse para vivir su vida con sus chicos/as formando, llegado el caso, sus propias familias? ¿No es más bien que carecen de oportunidades acordes con su formación y que las condiciones laborales que se les ofrecen son la mayoría de veces precarias, insuficientes ni tan siquiera para pagarse piso de alquiler?
 
Un tercer ´pero´, igualmente obvio: salvo casos de enfermedad, o previstos por la ley ¿los españoles —que se jubilan, por cierto, cinco años después de los franceses— han llorado alguna vez por jubilarse antes de los 65, así, públicamente y montando revuelo? ¿Ha visto usted a algún sindicato reivindicar rebajar la edad de jubilación en la situación actual al menos?

Cuarto: ¿Por qué no empezamos ya a asumir en el discurso económico que la máquina de la economía no es el capital, sino el tabajador? ¿No empezamos a asumir que el capital se ha mordido la cola a sí mismo y que no ha sido el trabajador quien ha horadado la situación de confort que ha vivido, por cierto, sólo un quinto del planeta?

Quinto: ¿Por qué, antes de suprimir el Estado de Bienestar —que es con lo poco con que cuenta el trabajador— no se suprimen los movimientos de especuladores, avaros, fortunas puestas a recaudo en paraísos fiscales, o se suben los impuestos proporcionalmente, a fin de que la crisis no la paguen los más débiles y no se profundiza en la separación entre ricos y pobres, toda vez que hoy día está bien asentado el principio de la igualdad de todos los hombres?

Idem: ¿Por qué no se persigue con todo ahínco el fraude fiscal, que no genera el trabajador, al menos a gran escala, sino el que tiene dinero que esconder? ¿No será porque los que dictan la manera de resolver esta crisis están imbuídos hasta los ojos en el fango del sistema?

Idem: ¿Por qué no reunimos a expertos más neutrales para organizarnos más equitativamente y, sin embargo, volvemos a dejar la solución de esta crisis en manos de los que la causaron en primera instancia? ¿No será momento, aunque no sea fácil, de replantear las relaciones laborales, si no desde la óptica de la dictadura del proletariado, que en la mayoría de casos ha arrojado resultados asfixiantes, no sólo desde el capricho y la codicia de los que más fortuna amasaron gracias al trabajador de a pie, y que pueden volver a reproducir los vicios que hasta aquí nos han conducido?

En octavo lugar, aunque se dice a veces —con los dientes cerrados, como sintiendo tener que soltarlo—, que la banca y los especuladores originaron la crisis ¿por qué no se reconoce abiertamente que ni el Estado del Bienestar ni el trabajador han sido su causa y por qué no se arbitran medidas que realmente vuelvan a impedir esto, en vez de tapar sus agujeros financieros o rescatar países al 7% de interés?

Noveno: ¿Qué piensa hacer el sistema con los parados de larga duración que sí quieren y tienen urgente y obvia necesidad de trabajar? ¿Cómo puede predicarse tanto ´a trabajar´ y al tiempo sacudirnos toda la mano de obra que nos estorbe a cambio de nada o casi nada?
Décimo: ¿Qué piensa hacer el sistema con el número ingente de desheredados, de personas sin casa, no precisamente por holgazanería, sino por, dejémoslo en ´descuido´ de los empleadores o prácticas bancarias dudosas?

Estábamos impresentablemente acostumbrados a la división entre pobres del tercer mundo y ricos del primero sin que ni siquiera la Iglesia parezca sonrojarse ya y ahora, señor Aznar, suma usted esa frase: «No puede ser que la gente quiera empezar a trabajar lo más tarde posible y jubilarse lo antes posible», en un contexto en que esa escisión entre pobres y ricos empieza a estar brutalmente establecida, en cada ciudad, en cada barrio, casi en cada calle»

Claro, es más sencillo, sale más barato, golpear en los lomos de los esclavos, abusando de que la gran mayoría de seres humanos ha perdido conciencia de la situación, engatusados con los gadgets, los juguetitos y un sueldo más generoso durante los últimos veinte años, que sobre todo ha servido para que el sistema engordara tan peligrosamente como hemos visto.

Es una pena que las personas no tomen —así me lo parece— conciencia real de la situación, y besen las manos, cuando vayan a las urnas, de quienes están dispuestos a arrebatarles su llamado Estado de Bienestar, como si ese Estado de Bienestar fuera lujo inmerecido. Las manos de los que ahondan en la diferencia de clases que parecía afortunadamente abolida durante unas décadas, abusando de que la mayoría dormimos o vivimos muchas horas en la nube.

Señor Aznar: el español no es vago por naturaleza ni tampoco tonto; puede que esté algo enajenado ¡pero puede despertar!
 
(*) Miembro del Foro Ciudadano de la Región de Murcia

Vidal-Beneyto / Anónimo

La corrupción perjudica gravemente a la democracia

Podría haber dedicado mi Obituario del Año a Benoît Mandelbrot, a Paul Samuelson -que casi llegó vivo a 2010-, a Tony Judt, pero hablaré de José Vidal-Beneyto, fallecido hace casi ocho meses. Su obra universitaria, sus ensayos y sus columnas en El País, durante tantos años en la última página de Internacional, justo ante de los editoriales, en el formato anterior al rediseño del diario en 2007, eran un ejemplo de análisis lúcido, implacable y esclarecedor. No hacía falta estar de acuerdo con él para apreciar su cultura enciclopédica, su capacidad de análisis y su brillantez. 

En una de sus últimas contribuciones, cuando ya su artículo semanal se había convertido en una tribuna mensual en la Cuarta Página de Opinión de El País, hablaba de la corrupción, y recordaba un país, Francia, el segundo país, según las estadísticas, más corrupto de Europa, cuya peripecia política sigo muy de cerca.



Pienso qué habría dicho Vidal-Beneyto, cuyo último ensayo está dedicado a la corrupción, del affaire Bettancourt, que el mayordomo, como el de la foto de abajo, sacó a relucir en sus aspectos más políticos, en primavera, para ser sucedido, en otoño, por el affaire Karachi. El primero implica a la clase política local y la segunda es síntoma de la extensión a nivel planetario de la infame red Françafrique, que se contentaba antes con las antiguas colonias del continente negro, y la llegada a la mismísima Francia de sus conexiones, ya sea con ostentosas mansiones de mandatarios africanos, ya sea mediante retrocomisiones pasadas por paraísos fiscales. 

En todo momento, los dos escándalos tienen algo en común: el fango de la financiación de los partidos políticos en Francia: con cheques expedidos por la señora Bettancourt, a cuya nónina trabajaba la esposa del ministro de Hacienda y tesorero del partido gobernante, con retrocomisiones para campañas electorales producidas por la necesidad de corromper a los compradores extranjeros de armas, con intermediarios como ayuda.


'Un fil à la patte', de Georges Feydeau, en la Comédie Française. (Foto: Christophe Raynaud de Lage


Como prueba, un botón. Todos estos titulares están sacados de la edición del 11 de diciembre de Le Monde:



Raymond Aron, uno de los profesores de Vidal-Beneyto, hizo una lista de las amenazas a la democracia en los países desarrollados en su último ensayo -dejando a un lado las Memorias de 1983, publicadas unas semanas antes de su muerte, y que le valieron un éxito monumental, a él, aislado en una intelectualidad marcadamente situada a la izquierda-, titulado Plaidoyer pour l’Europe décadente (1977): la corrupción, los grupos de presión, el inmovilismo, el hedonismo en vez de la ciudadanía… 

En una sociedad tan aparentemente rebelde como la francesa, se encuentra la mayor dosis de desconfianza y atomización de Occidente, la mayor frialdad hacia el capitalismo y el más claro apego al Estado como defensor de la soberanía nacional popular, la práctica religiosa y el sindicalismo más débiles -relacionados por Emmanuel Todd, admirador de Aron desde la izquierda, él mismo nieto Nizan, que formó en los años 20 una peculiar amistad con Sartre y Aron en su etapa de estudiantes universitarios-, la frustración y la desconfianza campan a sus anchas, con instituciones alejadas y monárquicas, de cortes al estilo del siglo XXI, con participaciones récords en elecciones presidenciales y abstenciones masivas en legislativas y regionales. 

Es La société de Défiance, como la llamaron Pierre Cahuc y Yann Algan, una sociedad que se autrodestruye en la sospecha de todas las instancias, a todos los niveles, y que por eso acude siempre al Estado, antónimo de sociedad civil. El imposible acuerdo sobre las pensiones, tres años después del ensayo de Cahuc y Algan, lo atestiguan. 

La debilidad de la concertación social, de la representatividad sindical, de las divisiones feudales de las organizaciones patronales-empresariales, que funciona mejor cuando la compra de voluntades, la colusión y colisión interesadas, el soborno y la corrupción engrasan la maquinaria (caso de la UIMM, Unión de Industrias Metalúrgicas y ciertos sindicatos), la caída en la afiliación de partidos -convertidos en maquinarias de funcionarios y cargos públicos: el 50% de los miembros del PS son alcaldes, concejales, cargos cantonales, diputados regionales, diputados, senadores y eurodiputados-, etcétera. 

Todos estos factores encierran y aíslan la política de la ciudadanía y la hacen más permeable a la corrupción, a la oligarquización de la política, a los conflictos de intereses constantes y permanentes: saltan de empresas privadas a los ministerios, como F. Mer y T. Bréton, o vuelven a la empresa privada directos desde los despachos, caso de T. Bréton, o ayudantes de la actual ministra de Economía, a Areva, a France Telecom, Caisse d’Epargne-Banque Populaire.

Soy bastante menos pesimista en cuanto a la supuesta hedonización del ciudadano. Nuevas actitudes cívicas, de organización en la Red, de activismo social remplazan el carné de afiliación sindical o partidario, la sociedad civil regenera sus tejidos de manera mucho más acelerada de lo que los sociólogos pueden interpretar y detectar. 

Esas nuevas tendencias de asociacionismo urbano, ecológico, de derechos cívicos, de protección de consumidores, de supervisión y vigilancia de industrias, empresas, laboratorios, muestran la desconfianza de los ciudadanos, esa desconfianza de la que hablábamos. Pero, a la vez, esa desconfianza es un ingrediente necesario en una actitud crítica de la sociedad civil hacia el poder. 

Un poder que fusiona lo Político y lo Económico; las acusaciones a WikiLeaks de desprestigiar los aparatos públicos en beneficio de los conglomerados privados, hasta el momento relativamente poco afectados por las filtraciones, erran el blanco, porque los cables muestran la relación estrecha entre operaciones estatales y diplomáticas e intereses empresariales, en forma de visitas de Estado seguidas de cortejos de empresarios, hasta la defensa de los intereses privados por encima de consideraciones derechohumanistas, la modulación de las relaciones bilaterales en función de la primacía de las inversiones públicas (EDF) o privadas (Bouygues). 

El Poder Económico y Político son uno solo, uno e indivisible, y los conflictos de intereses, de los que habla el ex alto comisionado de Sarkozy Martin Hirsch en Pour en finir avec les conflits d’intérêts, son la regla. 

Por eso, la exigencia de transparencia, que supera con mucho a WikiLeaks, por parte de estas tendencias de asociaciones de la sociedad civil: el trabajo de laboratorios y agencias públicas en el caso del antidiabético Mediator, la composición de alimentos, genéticamente modificados o no, las denuncias de financiación ilegal/irregular, de abuso de bienes sociales, de modificación de las atribuciones y competencia de las instancias jurídicas que investigan todas estas tramas, la reivindicación de su independencia -en este terreno, la entrada en política de Eva Joly como candidata ecologista da mala imagen, porque se corre el riesgo de politizar la judicatura-, es una de las caras, la buena, de la desconfianza ciudadana.

La política no ha salido indemne de esa ola inmensa de erosión en la confianza social en iglesia, partidos, sindicatos, empresas, escuela, ideologías… En primer lugar, por la caída en estima del papel de los partidos políticos, en la colusión de estos con complejos privados, en la financiación oscura, en la puerta giratoria Gobierno-Sector Privado-Medios de Comunicación. 

En segundo lugar, last but not least, el incumplimiento de la Promesa de la política, que podría haberse beneficiado de la secularización de la misma -fin de las grandes ideologías, de los grandes relatos y narraciones-, al tiempo que se mantiene al Estado como instrumento de última instancia para responder a los deseos y necesidades de sociedad y ciudadanos-individuos. 

Hay quien dice que en el paso de ciudadano a individuo se ha pasado de la reclamación pública y política a la búsqueda de satisfacción hedonista y egoísta del yo. No lo creo, el patrón de cliente/usuario de servicios públicos o empresas privadas no es tan pasivo y silencioso ante la maquinaria del Estado, reclama y lo hace consciente de sus derechos, puestos en picota más que nunca en la era del supercapitalismo, del hípercapitalismo (La cultura Mundo: Respuesta a una Sociedad Desorientada, de Gilles Lipovetsky y Jean Serroy).

Todo se complica, se entremezcla, se lía, se embarulla. Los Medios de Comunicación, que Vidal-Beneyto estudió en profundidad, deberían servir a la sociedad civil, decepcionada y reclamante, pero está sometida a las lógicas de las industrias culturales y la propagación de cierta cultura hegemónica. Vidal-Beneyto avisó de ello, él ayudaba a su manera, con sus columnas y tribunas, ensayos y conferencias, a poner luz, a enfocar el objetivo, a diseccionar categorías enumeradas y detalladas, a poner un poco de orden en la explosión de información, en la sobreinformación (too much information kills information); lo hacía desde una ambición interdisciplinaria, que escape de los silos especializados del conocimiento en que tantos caen, y del que no pueden salir. 

Décadas después de que Edgar Morin publicara El método, hay que recordar que en las artes, la filosofía, la medicina, la empresa, la educación y la investigación en general debería primar la interdisciplinariedad, el mestizaje, la hibridación, que enriquecen y fertilizan el pensamiento, lo liberan de la cadena del monocultivo e inyectan en la genética del saber (y el hacer) la lucidez y la fortaleza ante la realidad que nos toca vivir, el presente y el futuro que éste nos proyecta ante nosotros. 

Al leer a Vidal-Beneyto podíamos disfrutar por cómo conjugaba Economía Política, Sociología, Ciencia Política, Historia, Filosofía, Teoría de la Comunicación, etc. Informaba y analizaba; ponía encima de la mesa el cadáver, lo abría con el bisturí afilado y lo cerraba. Analizaba y sintetizaba, descomponía y recomponía, hacía a las veces de periodista e intelectual, no se limitaba en la frontera, en la Gran Muralla China, de tantas redacciones, entre Periodismo e Intelecto, entre Información y Opinión. Iba un paso más allá de esa separación, se atrevía a superar la especialización, la compartimentalización mental y metodológica.

Cuando podemos comprobar los hechos a través de cientos de periódicos, cadenas de radio, televisiones, sitios de Internet, Vidal-Beneyto subía un escalón más, devolvía, daba de nuevo, al Intelectual el papel de síntesis, de elevarse sobre la mera denuncia. No sé si el periodismo más elemental debe caminar por esos senderos, pero el de los intelectuales, especie en vías de extinción, sí, desde luego. Hay que encender la lámpara en la sala de autopsia, mejor dicho en el quirófano, porque no nos encontramos con muertos, sino con vivos muy vivos, con el ritmo cardíaco cada vez más rápida. 

Los intelectuales deberían poner la luz sobre el problema, realizar la incisión, teniendo cuidado de no introducir infecciones (La traición de los intelectuales, 100 años después, es muy útil; la supeditación a la ideología y la superioridad moral son una benda; en Le président des riches, el matrimonio Pinçon evoca las palabras de un banquero, según el cual el mejor ministro de Economía de la Historia francesa fue el socialista Bérégovoy, quien terminó suicidándose, él, que estaba limpio y llevaba calcetines agujereados, aunque lo injuriaban y acusaban de corrupción; le sobrevivieron Crésson, Dumas, Tapie y tantos otros, acusados/condenados por nepotismo, corrupción y pillados con prostituas) ni de dejarse el instrumentan dentro del paciente, descubrir y contarlo e interpretarlo. 

Las soluciones las darán los ciudadanos, la pregunta la debe plantear el intelectual, como dice Manuel Cruz. Vidal-Beneyto hacía precisamente eso. Por eso lo he elegido, porque no sufría el síndrome del periodista y/o intelectual, tal y como lo entiende en un cable de WikiLeaks la legación diplomática americana en Francia:
Les grands journalistes français sont souvent issus des mêmes écoles élitistes que beaucoup de responsables gouvernementaux. Ces journalistes ne considèrent pas forcément que leur premier devoir est de surveiller le pouvoir en place. Nombre d’entre eux se voient plutôt comme des intellectuels, préférant analyser les événements et influencer les lecteurs plutôt que de rapporter des faits.
Vidal-Beneyto hacía las dos cosas, informaba y analiza. Encendía en nosotros la pregunta a la que responder, la duda, la chispa de la inteligencia, como decía un personaje de un filme de Godard. En eso podría radicar el futuro de los intelectuales. Dudo de que sean capaces de hacerlo.