domingo, 27 de febrero de 2011

Causas y soluciones para una crisis civilizatoria / Daniel Gómez Cañete *

Las crisis globales no son accidentes del sistema, sino la consecuencia lógica de la política económica global. 

¿Es posible que las diversas crisis que amenazan el bienestar de los habitantes del planeta estén relacionadas entre sí? ¿Tienen que ver la crisis climática, la crisis energética, la crisis alimentaria y la crisis financiera? ¿Es posible que el terrorismo, especialmente el de origen islamista radical y la militarización de la política estén también relacionados con las demás crisis? 

Al menos un autor así lo piensa. Nafeez Mosaddeq Ahmed, director ejecutivo del Institute for Policy Research and Development en Londres ha publicado recientemente un libro, User's Guide to the Crisis of Civilization (Pluto Press, 2010), en el que plantea un completo argumento sobre el carácter sistémico de las crisis globales y su interrelación.

Según Mosaddeq, las crisis globales no son aberraciones de un sistema global que se puedan solucionar con ajustes menores, sino que son crisis surgidas directamente de la ideología y estructura de la política económica global. Por tanto, este autor no cree que las reformas sean la solución a estas crisis, sino que será necesario una drástica reconfiguración del sistema mismo.

La relación entre las diferentes crisis es fácil de identificar. Como hemos comentado antes, la crisis climática y la crisis energética son en realidad una sola crisis: la crisis de un modelo energético basado en más de un 80% en los combustibles fósiles, cuya combustión produce emisiones que desestabilizan el clima y cuyo uso exponencial tendrá con toda probabilidad fecha de caducidad en este mismo siglo.

La dependencia del sistema agroindustrial mundial de los combustibles fósiles incide directamente en la seguridad alimentaria. El encarecimiento de los insumos fósiles presentes en forma de fertilizantes y combustibles para el trabajo agrícola hace subir los precios de los alimentos, al mismo tiempo que se destinan tierras de cultivo a los biocombustibles (o peor, se desforestan zonas que dejan de fijar el CO2 atmosférico). 

El cambio en los usos del suelo refuerza el cambio climático, y los efectos de este, especialmente los cambios en el régimen de precipitaciones, empeoran las perspectivas de la producción agrícola.

Otra de las consecuencias del encarecimiento de la energía es el de poner de manifiesto las debilidades del sistema financiero internacional. Diversos autores han identificado la crisis petrolera de precios de 2008 como uno de los detonantes de la crisis financiera. Pero esta crisis no ha sido causada por los problemas energéticos, sino más bien por un conjunto de políticas como el llamado Consenso de Washington, que no solo fueron incapaces de predecir y evitar la crisis, sino que fueron los principales promotores, favoreciendo la generación de riesgo y la proliferación de la deuda.

Como se ha explicado aquí otras veces, bajo la idea de que la deuda no es solo ya el último recurso para generar crecimiento, sino el principal instrumento para conseguirlo, se esconde otra que impregna casi todos los aspectos de la cultura económica predominante, a saber, que los recursos, al ser siempre sustituibles son en la práctica infinitos, y que los mercados, gracias a los avances tecnológicos y los sistemas de precios, se encargarán de resolver cualquier problema, incluidos los medioambientales.

En lo tocante al terrorismo internacional, Nafeez Mosaddeq afirma que la globalización del terrorismo internacional es una consecuencia de la dependencia de los estados occidentales del petróleo, y recuerda cómo las redes terroristas de Al Qaeda han sido financiadas por países como Arabia Saudí, estados del Golfo Pérsico, Argelia, Azerbaiyán, entre otros. Regimenes autoritarios que violan sistemáticamente los derechos humanos y que a cambio de su petróleo y gas reciben ingentes divisas y ayuda militar.

Y si nuestra dependencia del petróleo y el gas nos hace cómplices de dictaduras religiosas y sátrapas de todo tipo, el efecto del terrorismo internacional además pone en riesgo las libertades dentro y fuera de las fronteras de Occidente. Mientras se proyecta la fuerza militar en Oriente Medio, se recortan las libertades civiles dentro de nuestras fronteras, ¡para protegernos de una amenaza terrorista que nosotros mismos hemos ayudado a alimentar consintiendo la existencia de petrodictaduras!

Ante una situación tan compleja no hay otra solución que promover cambios radicales: una auténtica democratización de la política y la economía. Mosaddeq ofrece algunas recetas: ampliar el acceso y control sobre los recursos productivos, una mayor governanza liderada por la comunidad, una reforma monetaria basada en la abolición del interés, mecanismos para una mayor distribución de la riqueza, inversiones a gran escala y a nivel comunitario en energías renovables descentralizadas, empresas agrícolas más pequeñas, localizadas y orgánicas, y una profunda revisión de la condición humana basada en la ciencia y no reduccionista ideológicamente.

¿Les parece radical? Más radicalmente negro parece un futuro de crisis sistémicas que se alimentan unas a otras.

(*)  President de l'Associació per a l'Estudi dels Recursos Energètics (AEREN) en Catalunya 

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