sábado, 30 de julio de 2011

La izquierda y el 15-M / Juan Carlos Monedero *

«Primero te ignoran. Luego se ríen de ti. Después te atacan. Entonces ganas»
Mohandas Gandhi


Coraje e imaginación para pensar diferente

El pensamiento crítico necesita imaginación y coraje. Imaginación para poder pensar aquello que ha sido intencionalmente oculto por el poder. Esas rendijas de luz que fueron cementadas apenas empezaron a alumbrar. No es fácil. Aquellas realidades que “pudieron ser” no están a la vista. Su posibilidad sólo se convoca cuando se mira la realidad con ojos dolientes. Cuando necesitas un instrumento que te ayude a pensar lo que ya estás intuyendo. Sin malestar no hay voluntad de transformación. La desazón es la entrada del cambio. El pensamiento crítico es un constante Pepito Grillo que parece tocar en la puerta de la tristeza a cada rato. Por eso la imaginación debe llamar sin cansancio a la esperanza.

Hace falta también coraje. Porque buscar alternativas molesta a los que han encontrado alguna ventaja en lo que existe. Los privilegiados, de partida defienden su privilegio. Por eso el pensamiento crítico es más difícil que el pensamiento obediente. Se gana la animadversión de los asentados. “No se puede, lo vas a empeorar, vas a estropear otras cosas” forma parte del arsenal intelectual de la reacción. Con frecuencia, el que protesta tiene más papeletas para ser cuestionado que el que ha creado el problema. Pero en tiempos de “crisis”, solo el pensamiento “crítico” tiene claves para acertar en el diagnóstico. Economistas críticos, politólogos críticos, sociólogos críticos señalaron los problemas del sistema. Pero era más cómodo abrazar, a lo sumo, operaciones cosméticas (como la tercera vía o el fin de la historia o la muerte de Estado) para enmascarar la renuncia a la honestidad intelectual...

La derecha no se equivoca contra el 15-M
El movimiento 15-M (por darle un nombre) ha recibido muchos ataques desde diferentes sectores políticos. La derecha descerebrada –la que recibe la consigna y luego argumenta- intentó crear vinculaciones entre la acampada de Sol y supuestos grupos de apoyo a ETA. La acusación era tan irreal que pronto decayó. Otra acusación conservadora, más acerada, centró los ataques en el supuesto “perroflautismo” del movimiento, esto es, asumir que se trataría de gente ociosa, “ni-ni”, que viviría del cuento y decidió protestar desde la Internet que pagan sus padres. ¿Perroflautas con carreras, doctorados, estancias en el extranjero, idiomas, experticia informática, experiencia profesional –en todo tipo de trabajos precarios- y apoyados por algún premio Nobel de Economía?

La iglesia, como siempre, ayudó a remozar la coartada nacional-católica y no dudó en echar la culpa del laicismo generalizado a esos manifestantes que tienen un concepto del amor diferente del que se adoctrina o desliza con maneras de cine oscuro en no pocos colegios clericales. Y decimos coartada porque, cada vez con más claridad, el único interés de la élite de la derecha es económico, siendo la ideología un acompañante funcional de sus verdaderos intereses. En ese reproche desde la derecha a las reclamaciones del 15-M está esa voluntad patronal de crear una conciencia ciudadana subordinada y sumisa que permita recuperar la tasa de beneficio en tiempos de tribulación económica (algo que la siempra más pragmática derecha catalana ha entendido con claridad, no dudando en enviar, como adelantada de un futuro gobierno estatal de la derecha, a los mossos para reprimir al movimiento con una dureza directamente proporcional al miedo a perder privilegios económicos). “¿Pero porqué protestan? Yo cuando era joven…?”. Como si las nuevas generaciones anclaran en sus cabezas conciencias de los años cuarenta en vez de ser hijos de su tiempo y de sus posibilidades. “¡Ya hubiera querido yo a tu edad!”. Aunque ya ni eso es verdad. Los jóvenes no tienen ni siquiera la posibilidad de imaginar cómo será el futuro dentro de 20 años.

El 15-M como la última moda para una socialdemocracia sin programa
La izquierda ha tenido sus matices al valorar el movimiento. El PSOE empezó reprimiendo –Rubalcaba mandó a los antidisturbios en Madrid la noche del 15-M y también la del 16-M- hasta que vio que esa actitud alimentaba el incendio. Entonces pasó a ver las quejas como una “bienintencionada” protesta que decaería con las vacaciones de verano, no dudando, como vimos en Valencia o vemos en los desahucios, en volver a mandar a la policía cuando se pusiera en cuestión de manera real la legitimidad del sistema.

Pero como la socialdemocracia renunció a decir cualquier cosa de izquierda cuando abrazó la tercera vía, el 15-M le permite ahora sortear su renuncia de ayer y saludar las peticiones de los indignados como si fueran un programa novedoso que, llenos de generosidad, se apresuran a hacer propio. Rehenes de la última moda desde que renunciaron al arsenal marxista (incapaces, siquiera, de asumir todos los desarrollos del posmarxismo), han saltado de Giddens a Pettit, de Lakoff a Stiglitz, de Vallespín o Savater a Rifkin. Siempre como un discurso retórico que les llevaba a tararear la música pero ahorrarse la letra. Ahora está el 15-M. ¿La penúltima operación de lavado de cara? El PSOE lleva demasiado tiempo viviendo de la condición poco democrática de la derecha española. Aunque ese camino también se agota. La operación Rubalcaba no se da cuenta de que si aceptara realmente el discurso de la indignación, debiera regresar a unos tiempos en lo que por ser socialdemócrata, como mal supo Oloff Palme –y nuevos asesinos actualizan-, podías levantar las iras de los poderosos. Y no estábamos ante una crisis como la actual. No son tiempos de operaciones cosméticas. La bandera del 15-M agitada por el brazo nervioso de Rubalcaba tiene una credibilidad similar a la bandera blanca ondeada en un barco pirata lleno de marineros tuertos con el cuchillo en la boca.

Oscilaciones de la otra izquierda sobre los indignados
IU también ha oscilado a la hora de entender el movimiento. La dirección de Madrid lo despreció con maneras de nuevo rico (las encuestas decían que iba a subir en el conjunto del Estado más de los tristes 30.000 votos finales). Algún concejal de Madrid, con maneras de John El Cobra, recordó a alguno de sus compañeros comprometidos con el movimiento, que debían escoger entre la “chusma” de la calle o las instituciones. La dirección federal, más atenta, ha querido acercarse pero no ha terminado de entender que es un espacio cuyo círculo de representación no debe usurparse (lo que le valió a Cayo Lara el desafortunado chaparrón en un deshaucio).  Y otro tanto ocurre con el recién creado partido dentro de IU, Izquierda Abierta, que sabe que su futuro depende de conectar con la indignación popular pero  se ve lastrado por un exceso de biografía y por las urgencias electorales.

Si bien es cierto el acercamiento al 15-M por parte de algunas fuerzas políticas en reconstrucción (es el caso de Izquierda Anticapitalista, al igual que muchas bases de IU que se creen la refundación o la necesidad de crear frentes amplios), tampoco desde esos sectores se han ahorrado las críticas, apoyándose inicialmente en la natural confusión del primer momento, donde gentes de UPyD, falangistas, anarcocapitalistas y yuppies neoliberales llegaron en algunos lugares a asumir la portavocía. Los intentos de cooptar el movimiento por parte de neofalangistas, mariocondes o garcíatrevijanos (que proponen una relación caudillesca entre el líder y el pueblo, al margen de partidos o instancias intermedias), han alimentado esas críticas. Pero la sospecha viene de fondo y tiene que ver con la conversión de la izquierda tradicional en una suerte de feudo vallado conceptualmente que, encerrado con el juguete roto de su ideología acorralada, terminar por despreciar lo que ignora.

Hay una mirada desde la izquierda radical que no confía en el 15 M por asuntos que no ha terminado de entender, no siendo el menor de ellos el diferente momento de politización de las gentes que configuran el movimiento (en ocasiones, incluso, marcado por una clara condición “pre-política), lo que se ha querido despachar con adjetivos poco amables que no aciertan en ver la potencialidad del movimiento (“dóciles, descafeinados, amigos de la no violencia o perezosos intelectuales”). ¿Debilita el 15-M a la izquierda o la refuerza? La respuesta es evidente. Mientras la izquierda duda, la derecha oficial, por el contrario, lo tiene muy claro. Y conforme se acerquen las fechas electorales, el PP y CiU van a exigir con mayor insistencia que se acabe el movimiento indignado. Por que el 15-M sirve para frenar desahucios, para regresar la protesta a las universidades, para agitar a los sindicatos, para que el PSOE intente colgarse alguna etiqueta progresista, para denunciar el deterioro medioambiental, los riesgos de la energía nuclear o el ecocidio capitalista, para que la izquierda desunida entienda que debe unirse, para que los poderosos -los que tuvieron miedo hace cuatro años y dijeron que iban a refundar el capitalismo-, vuelvan a inquietarse. Sirve para que Strauss-Kahn se sienta vigilado, para que las Cajas de Ahorro sepan que sabemos que nos están robando, para que la SER y la COPE digan a cada rato que el movimiento está muerto y resucite, para que podamos hablar de una nueva Constitución hecha por el pueblo soberano, para entender que la Transición fue una transacción, para decirle a la democracia que ese sistema electoral le hace desmerecer ese nombre, para cargarle al capital su estricta responsabilidad en el hambre de Somalia y en los desahucios en Murcia, Madrid o Sabadell. Para que cosas que eran imposibles vuelvan a aparecer como posibles.

Saber las cosas de otra manera
Lo cierto es que el 15M ha demostrado una manera diferente de empezar a operar políticamente. Contaba Antoni Domenech, citando a Marx, que el movimiento “no lo sabe pero lo hace”. Y, además, funciona. En poco más de dos meses ha alterado la agenda política, ha resucitado de cada una de sus anunciadas defunciones, ha movilizado a la ciudadanía crítica que ya había renunciado a creer en la esfera pública y ha reformulado la mirada de los que sin tirar la toalla cada vez tenían menos argumento para habitar el doliente patio de la izquierda. En esa voluntad de resurrección, el 15-M ha venido a contarnos otra vez que hay gente que es marxista sin saberlo. Les basta haber dado el salto del dolor al conocimiento. Haber pensado en las causas del dolor, haber señalado culpables y disponerse a repetir tantas veces como sea menester que no están dispuestos a aguantarlo. Una generación que ha vivido con muchas comodidades materiales no tiene por qué tener la misma conciencia que un obrero precarizado. Una patina de formación marxista ayudaría a afirmar con El Roto: “Si tengo coche, vacaciones y chalet en la sierra ¿para qué voy a acabar con el sistema?”. Pero la condición cíclica del capitalismo ha puesto delante de los ojos la lógica del sistema. Y el movimiento, una vez más contra todo pronóstico, está sabiendo leerla.

El 15M es, como dijo Ibáñez de cada momento prerrevolucionario, “una gran conversación”. En ese diálogo, tan contrario a los monólogos neoliberales (“¡Esto es lo que hay!”, “¡Lo tomas o lo tomas!”), la gente ha empezado a politizarse. Que los más avanzados regañen a los más rezagados no sirve para gran cosa. Hemos visto rechazar banderas republicanas al comienzo del movimiento. Y hemos visto el 24-J un Madrid sembrado de saludos al abuelo que ya no está, mientras el aire madrileño ondeaba de banderas republicanas que le agradecían el esfuerzo que hizo cuando luchó contra el franquismo. Hemos escuchado un repetido “no somos políticos” en los inicios de la acampada Sol, y hemos escuchado a Sol, delante del Congreso, corear las lágrimas de un viejo comunista cantarín y revolucionario al que querían como líder del 15-M. Hemos visto cómo gente que hace unos meses aún era carne de anuncio, gritaba al unísono: “a-anti-anticapitalista”, cuando los caminos de la crisis, en Barcelona, Badajoz, Grecia o Tharir, le enseñaban que el problema no estaba en el sistema sino que era el mismo sistema. Lo que no ha sido capaz de hacer ninguna protesta clásica, esa que sabe que existe la clase obrera pero que aún no ha entendido que no se la puede representar.

Los primeros pasos de una sociedad que se había olvidado de la política
El 19-J, un jovencito arrancó una pegatina de Juventud sin futuro que brillaba lustrosa en la redondeada nalga de bronce de la escultura de Botero en el cruce de la calle Génova con el paseo de la Castellana. A todas luces ese joven era ingenuo, bienintencionado e, incluso, seguramente estaba poco concienciado. La escultura de Botero no tenía la culpa del mal gobierno. Pero cuando haya que protestar por, digamos, el pacto del euro, ese muchacho va a estar, seguro, en los piquetes de protesta. Y cuando la policía le golpee –porque la policía, como hemos visto en Grecia, va a golpear en cuanto siga viendo que este movimiento tiene serias intenciones-, va a entender muchas cosas. Porque ya está en la calle, y no en un centro comercial comprando marcas repetidas ni viendo malas teleseries ni haciendo un botellón hasta caer desplomado. Y se acordará él mismo de la pegatina, porque nadie le insultó ni le montó un escándalo por una supuesta tibieza política aquel mediodía.
En una reunión de partido con jóvenes interesados, después de las presentaciones de los recién llegados, que repetían la fórmula, “soy simpatizante pero no militante, soy simpatizante pero no militante”, “soy simpatizante pero no militante”, un viejo afiliado de la primera hora espetó: “Pues miren ustedes por dónde que yo soy militante pero no simpatizante”. ¿Quién es su sano juicio puede aguantar de primerizo o primeriza una reunión de partido? ¿Es que no está grabada a sangre y fuego en la conciencia de partido de nuestro país la justificación de la falta de amabilidad que escribió Brecht en “A los que nazcan después”? Que necesitamos nuevas formas de socialización política es evidente. El 15-M ayuda. Igual que ayudó el No a la guerra, pese a que allí había, incluso, gente de derechas declarada y convencida. Ni los doce apóstoles hubieran resistido el stress test de algunos puristas de la izquierda. Los comienzos, como en los Big Bang, pueden permitirse alguna que otra impureza. Las buenas intenciones las compensan. Lo contrario que los politizados que han pisado demasiadas novilladas. Mucha teoría y un exceso de malicia. Y el movimiento, además, es antitaurino.

El Manifiesto de la calle se escribe con las marchas
El capitalismo funciona con una severa y probada lista de contraindicaciones y efectos perversos. Y necesita, por su lógica -no por su maldad, que es mera coincidencia-, alimentar su “molino satánico” con, al menos, la mitad de la humanidad. Romper la rutina para ver este genocidio silencioso es el principal mérito del 15-M. Hacen falta muchos puentes y alguna que otra trinchera. El 15-M emplaza a cada cual con aires de novedad. No se puede seguir poniendo una vela a dios y otra al diablo. La universidad, los sindicatos, los intelectuales, los estudiantes van a construir después de Sol una lista diferente de “abajo firmantes” que tiene que dar respuesta desde el  propio movimiento a cada instante. Ya no se trata de una foto ni de acuerdos copulares. No se trata de hablar con el movimiento. Se trata de ponerse en movimiento. Va siendo hora de que también llegue la Transición a los famosos y permita cambiar la fama de televisión por el respeto hacia las ideas. Gracias a que el 15-M ignora muchas cosas, no necesita olvidar todo aquello que le importuna o le frena. No hay bulas. Escuchas en una asamblea hablar a alguien y no sabes que es un premio Nobel de economía: lo que dice es sensato o no lo es. Y eso ahorra muchas imposturas. Ya no se puede poner una vela a la SGAE y otra a la Puerta del Sol.
El 15-M ha clausurado la añagaza de querer tener el aprecio de lo nuevo mientras se sigue despreciando lo novedoso con maneras viejas, gastadas y llenas de trampas. El movimiento quita los velos a los caducos espejos sin tirar ni una piedra, sin expulsar a nadie después de una reunión del Santo Oficio, sin usar las comas o los adjetivos para hacer diferencias. No despreciemos a la serpiente porque no tiene cuernos. La caricia del 15-M puede ser demoledora. Y si ayuda a acabar con este sistema putrefacto ¿cómo no sentirla como propia? “Somos hijos del bienestar pero no vamos a ser padres del conformismo”. Esta frase del movimiento ¿no está diciendo con claridad cual es el lugar desde el que se empieza a pelear? Y también cuando alguien dice: “68, apártate que nosotros vamos en serio”. Demuestra que algo se ha aprendido del pasado.  Porque del simbolismo del 68 lo que queda es Cohn-Bendit pidiendo bombardear Yugoslavia bajo cobertura verde, y una generación que lleva treinta años mandando y se cree con derecho a dictar –a derecha y a izquierda- cómo deben hacerse las cosas.

Son tiempos confusos que necesitan aclaraciones. Unas, autogestionadas, de ignorantes aprendiendo con ignorantes (ahí los “expertos” sólo servirían para restar interés al aprendizaje). Otras, acompañadas, donde los experimentados estarán junto a los novatos hasta que pedaleen solos. También harán falta momentos de “liderazgo amable”, cuando la parálisis pueda medir mal los tiempos y haga falta gente que defienda, con contundente amabilidad, sus puntos de vista, ayudando a que no se descubra por enésima vez el Mediterráneo ni a que sea necesario escarmentar en cabeza propia. Y también son momentos de ruptura. Sólo puedes recuperar la relación con los padres una vez que te has marchado de casa. Hay momentos en donde más importante que los que están son los que no están. En España, donde una parte importante de la izquierda aún no ha hecho ninguna transición, claro que hace falta algún tipo de adanismo. Inventarte para que no ahormen los que te necesitan etiquetado.

La alegría frente a la violencia
Si la izquierda revolucionaria cayó en el culto a la violencia. Si la izquierda reformista cayó en el culto a las instituciones. Si la izquierda rebelde cayó en el culto a la indisciplina, el necesario encuentro de estas tres almas de la izquierda reinventa las formas de lucha y reclama poner fin a su divorcio. Jugando con sus posibilidades: desobediencia ante la violencia, institucionalización de la desobediencia, violentar la institucionalización. Las únicas guillotinas, sabe el 15-M, son simbólicas. ¿Violencia para qué? Si el cóctel Molotov sólo sirve para alegrar la vista y el brazo del que lo lanza, es contrarrevolucionario. Son importantes los logros de la Comuna de París, no el martirio de su fracaso.

El 15-M tiene algo que ha perdido la izquierda: sinceridad y alegría. La mentira tiene las patas muy cortas. Las reconstrucciones de la izquierda que no estén anclados en la verdad de la gente, van a ser flor de un día. Porque en vez de ilusión, van a transmitir tristeza. Aunque se quieran esconder bajo propuestas de disciplina militarista o con alertas ante el feroz lobo derechista. Las viejas formas, aunque aún no se hayan marchado, están marchitas, y el apresto artificial se desvanece con el amanecer. Es propio de gentes grises y tristes.Ni valen ni son deseadas. Hemos aprendido que un socialismo triste es un triste socialismo.Y lo decían las marchas de los sesenta en América Latina: somos mayoría, somos alegría.

Estamos ante una crisis estructural del sistema construido por la confluencia del capitalismo, del Estado nacional y del pensamiento moderno. La izquierda tiene que superar estas tres grandes autopistas. Utilizar el aparato del Estado para empoderar a la ciudadanía. Utilizar el desarrollo capitalista para frenar su depredador crecimiento sin sacrificar bienestar en ningún rincón del planeta. Utilizar la razón ilustrada para alumbrar el sentimiento ocultado y levantar ciudades de tolerancia, justicia y libertad dialogadas. Sin vanguardias, sin luchas armadas, sin represión popular, sin devolver golpe por golpe. Lo ha resumido el movimiento sin necesidad de rescatar las diferencias entre táctica y estrategia: “sin violencia somos más”.

Un libro para el 15-M: El principito de Maquiavelo
El principal riesgo del 15-M es caer en la melancolía. Querer dar respuesta en apenas unas semanas a un sistema que lleva cinco siglos desplegando sus tentáculos por cada rincón de la vida social por todo el planeta. No es necesario. Cada protesta es una tesela en un gran mosaico que se va construyendo cada vez que se dice “no” al sistema y se le da una dentellada a esa lógica depredadora del capital, el Estado y la Modernidad. Nos corresponde a cada cual empezar la tarea de traducción de cada pelea, a la búsqueda del significado global que nos entregue el cuadro completado. Por eso, el principal logro del 15-M ha sido dinamitar la “autorización política”, esto es, romper ese silogismo falaz: “democracia es votar, los gobiernos electos son democráticos, los gobiernos democráticos pueden hacer lo que quieran hasta las siguientes elecciones”. Mientras el movimiento construye su programa, ningún gobierno tiene un cheque en blanco. Tampoco el PP en el caso probable de que arrase en las próximas elecciones generales.

Claro que hay ingenuidad en el 15-M. La que acompaña todo gesto generoso. Por eso levanta tantas simpatías. Los partidos, por el contrario, perdieron la credibilidad cuando se empató la militancia con algún tipo de ventaja. Material o, quizá, solamente simbólica (a veces a través de una tradición familiar que genera afinidad). Se sabe que pertenecer a un partido es formar parte de un grupo con reglas disciplinarias y, con frecuencia, clientelares. Cuando alguien te habla de un partido –como cuando alguien te habla de una iglesia- tiene voluntad proselitista. Por el contrario, el 15-M parece traer al frente la máxima zapatista: “para todos, todo; para nosotros, nada”. Cuando te hablan del 15-M nadie te está vendiendo nada. Cuando te invitan al 15-M, tienes la sensación de que te están invitando a algo tuyo. No quiere tu voto, no quiere tu dinero, no quiere tu adoctrinamiento, no quiere tu inmolación, no quiere tu sumisión a líderes o siglas. Quiere que despiertes. ¿Cuándo fue la última vez que un partido pidió al pueblo que despertara?
Hace unos años, en una pregunta en segundo curso de la carrera de políticas acerca del último libro de política que habían leído, una alumna contestó que El principito de Maquiavelo. Esa respuesta, que entonces nos hizo reír, hoy debe hacernos pensar. Porque el libro del movimiento es, precisamente, El principito de Maquiavelo: una mezcla sabia de ingenuidad y sensatez. Ingenuidad para salir del cinismo de partido y del sarcasmo del sistema. Sensatez porque son tiempos de abrir las conciencias. Los fines de ciclo capitalistas siempre han desembocado, después de la fase financiera, en guerras. Con el desarrollo de las armas logrado, ese escenario apenas permite ser pensado. Es verdad que el 15-M ha conectado con el grueso de la población –todos intuyen que hay bastantes probabilidades de que el sistema termine cayendo sobre sus espaldas, incluidos los votantes de la derecha-, pero no deja de ser cierto que aún son más los votantes en las elecciones, los militantes de partidos y sindicatos, los que se quedan en sus casas, que los comprometidos con el movimiento indignado. Están sentadas las bases para que seamos más los que estemos dispuestos a dedicar parte de nuestro tiempo a cambiar las cosas, pero falta actualizar ese momento.

De ahí la importancia de las asambleas, de convocar una concentración en Madrid en verano y en puente y tener éxito, de llevar a los barrios la posibilidad de que los problemas se hagan voz. Es momento de incrementar la conciencia haciendo también la tarea de traducción: para que los movimientos hablen entre sí; para que los movimientos hablen con los partidos; para que los partidos hablan entre ellos. Pero las urgencias electorales no deben anegar el largo aliento del 15-M. Estamos hablando de poner en marcha un nuevo contrato social y eso necesita muchas voluntades llenas de credibilidad. La que se restaría si cualquier ingeniería electoral le quitara el oxígeno al niño que está creciendo. El mejor escenario electoral será, en cualquier caso, un mal resultado electoral. Y ese escenario electoral será además patético si no es capaz de dar respuesta a un pueblo cansado de mentiras que quiere atreverse a reinventar muchas cosas. Es tiempo de que la mujer del César, el César y todos los que les acompañen, no solamente sean muy buenos, sino que también lo parezcan. Quien sea generoso de verdad, que dé un paso al frente y dos hacia detrás.

Como si fueran embajadores de la Alta República Democrática Ibérica, los indignados que marcharon hacia Madrid, recibían en cada pueblo el “cuaderno de quejas” de una ciudadanía que había visto anegados todos los canales de diálogo. Aun desconociendo su programa, sus líderes, su estructura, las gentes de los pueblos sabían que el diagnóstico de los indignados es correcto. Ha ido sumando todas las críticas a los rotos del sistema desde hace más de una década. Ha convocado el otro mundo posible de los Foros Sociales Mundiales, ha vuelto a decirle al FMI que 50 años bastan, le reprocha a las inmobiliarias los pisos vacíos y los desahucios, carga contra los insultos al Estado de derecho y a la división de poderes, dice que además de votar, quiere hacer política, es más listo que la televisión y sabe cosas que ya no salen en ningún programa, entiende que los paraísos fiscales son cárceles para la humanidad y quiere edificios de cristal para que la corrupción no se esconda, ha aprendido a trenzar en red la inteligencia colectiva (no dejando esa fortuna a los Bill Gates de turno) y sabe, por si le faltan las fuerzas, que ayer hubo otros que lucharon por la pelea que les tocó, y reclaman esa memoria como parte de un hilo común de emancipación. Todo ese mosaico, de repente y junto. El 15-M.

Como en una homeopatía del corazón, las columnas de indignados fueron avanzando por los caminos de España en el mes de julio, limpiando las arterias taponadas mientras daban voz a la gente. Hasta lograr que el corazón de Sol volviera a latir esperanzado y lleno de oxígeno. El verano volvió a ser cálido en Madrid. Como en los mejores momentos del final del franquismo; como en los mejores momentos del referéndum contra la OTAN; como en los mejores momentos del No a la guerra. Sol palpitando lleno de pueblo consciente. Con el músculo del 15-M tan vivo. Hasta entregar en el Congreso ese cuaderno de quejas recogido por todo el país.

Nada es fácil. Es más lo que resta que lo conseguido. Pero la inquietud del poder es el mejor síntoma. El neoliberalismo ha tenido su mejor baza en hacer creer a la gente que no existía alternativa. Ahora no hace falta una alternativa cerrada para estar en desacuerdo. Cada conciencia que se despierta es un palo en la rueda del sistema. Sin falsos optimismos pero sin el pesimismo de la inteligencia abscesado en el cerebro. Y esta sensación de que las cosas apenas están empezando.

(*)  Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología. Profesor titular de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid y Director del Departamento de Gobierno, Políticas Públicas y Ciudadanía en el Instituto Complutense de Estudios Internacionales.

sábado, 9 de julio de 2011

¿Quién manda aquí? / Patricio Hernández *

Una de las reclamaciones de ese acontecimiento trascendental de la vida pública española contra la degradación de la democracia que es el Movimiento 15-M, ha sido la de pretender recuperar el viejo principio liberal de la separación de poderes (Montesquieu).

No les falta razón a los indignados. El poder ejecutivo no sólo ignora paladinamente y sin rubor las promesas y compromisos electorales por los que fue elegido (en lo que sólo puede considerarse estrictamente como un fraude antidemocrático) sino que controla plenamente al legislativo y prácticamente al judicial.

Nuestra democracia ha derivado, auxiliada por la Ley Electoral y otros mecanismos, en un sistema partitocrático que hace que pequeñas oligarquías controlen los actuales partidos y a su través la representación parlamentaria —sin papel apenas para la militancia y mucho menos para los electores— y desde aquí a los principales órganos judiciales, elegidos por reparto entre el duopolio político realmente existente o bien por la endogamia de las conservadoras élites de la casta judicial.

Pero resulta a estas alturas una ingenuidad imperdonable creer que el poder determinante reside en las instituciones democráticas del Estado-nación, afectadas por la creciente impotencia y pérdida de autonomía de la política en lo que Catoriadis llamó «ascenso de la insignificancia».

Al preguntarnos dónde está realmente el poder, aun dentro del muy limitado ámbito nacional, hemos de analizar las relaciones entre el poder económico, el político y el mediático. Y es justamente de su complicidad y concurrencia de intereses, de su íntima alianza y acuerdo al margen de los ciudadanos, de donde vienen los problemas de la democracia considerada como gobierno del pueblo. Lo que en Italia se personifica y visualiza bien en la detestable figura de Berlusconi, aquí se reproduce con más actores pero con muy similares resultados (en una especie de fáctico berlusconismo sin Berlusconi).

Si miramos las veintiséis grandes empresas del Ibex 35, cuyo 37% está en manos de veinte familias de empresarios y de las que se sabe que al menos veintiuna de ellas tienen filiales en paraísos fiscales para escapar al control fiscal de nuestro país (sólo el BBVA, según la revista Capital, tiene veintisiete sociedades con sede en conocidos paraísos fiscales como Jersey o las Islas Caimán, o países como Luxemburgo o Suiza) comprobaremos que en sus consejos de administración el 10% de los puestos está ocupado por políticos que tiene o tuvieron cargos públicos muy relevantes (expresidentes y exministros, repartidos entre el PP y PSOE casi por igual). Si incluyéramos al segundo nivel político (exdirectores generales y exsubsecretarios) el cómputo se dispararía.

El control financiero. Recientemente, el Tercer Informe del Grupo de Estados contra la Corrupción (GRECO) del Consejo de Europa ha denunciado la persistente falta de transparencia en la financiación de los partidos políticos españoles, después de más de treinta años de democracia. Los partidos —dice por su parte un informe del Tribunal de Cuentas—obtienen el 70% de sus recursos de la banca, con la que mantienen altas deudas, que además les son condonadas en muchos casos en aparente contradicción con los inflexibles criterios que exhiben como ley de hierro frente a sus deudores.

Estos bancos controlan a su vez la mayor parte de los medios de comunicación privados (en tanto los políticos controlan los públicos). Casos especialmente relevantes son el BBVA, con amplia presencia en el grupo Vocento y en otros medios; o el Santander (BSCH) con participación determinante entre otros, en el grupo Prisa. Entre estos dos grupos de comunicación controlan más del 50% de los medios españoles. Una estimación aproximada señala que dos de cada tres noticias que recibimos proviene de un medio controlado finalmente por el poder financiero, que se ocupa en sus líneas editoriales de «la defensa a ultranza del sistema económico con el que se enriquecen, el ocultamiento de sus operaciones oscuras, la complicidad con los poderes que les ayudan a desarrollarlas y el ataque a cualquier opción política, social o ética que intente enfrentarse a su ideología y modelo» (Pascual Serrano, Traficantes de información).

Esta misma idea la expresa Joan Barril en el en el prólogo del libro El fin de una época, de Iñaki Gabilondo: «En la actualidad la capacidad de informarnos y de darnos un criterio responde a las necesidades económicas de aquellos que han convertido los medios en meras industrias auxiliares de la creación y el mantenimiento de las grandes fortunas».

Así no nos puede extrañar que —como ha subrayado Josep Ramoneda— la evidencia de que el presidente del principal banco de España ha estado defraudando a Hacienda durante muchos años no haya producido reacciones ni comentarios de la clase política ni de los medios de comunicación, que explica porque «la capacidad de intimidación de un banco de esta envergadura es infinita».

Las alianzas opacas. En estas condiciones ¿a quién puede extrañar que, como denuncian Ecologistas en Acción, exista un compromiso oculto del Gobierno con las grandes compañías eléctricas —con esa profusa representación de políticos en sus órganos directivos— para compensarles con 11.000 millones por la reducción de su cuota de mercado debido al descenso del consumo y al desarrollo de las renovables?

Son estas alianzas opacas entre las élites de los poderes las que degradan y vacían de sustancia la democracia y provocan la desafección ciudadana, que se ha acelerado con la crisis económica hasta convertirse en el tercer problema para los ciudadanos, pero que es anterior y en constante aumento en el periodo democrático (según datos del CIS el porcentaje de población poco o nada satisfecho con el funcionamiento del sistema democrático era ya de un 26,3% en 1998, pasó a un 34,4% en 2004 y llegó al 47,1% en 2010).

Esta baja calidad de la democracia española además de con la ausencia de transparencia está relacionada con la escasa participación ciudadana en la vida pública, que es estructural (por poner un ejemplo, en todo el periodo democrático los ciudadanos españoles han sido llamados a consulta en referéndum en sólo cuatro ocasiones, si incluimos el referéndum de la Reforma Política y el de la Constitución).

La nuestra sería una democracia defectuosa y llena de déficits, una democracia infantilizada con una clase política en funciones gerenciales que enfrentada a la crisis económica se somete bovinamente al principio fundamental de restaurar el business as usual, para que el mundo siga siendo «bueno para los negocios».

Paradójicamente, los nuevos rebeldes del 15M quizás sean —como los bárbaros del poema de Kavafis— nuestra última esperanza en construir lo que ellos llaman una ‘democracia real’, es decir, basada en el principio de la soberanía popular y en la efectiva participación de los ciudadanos, una democracia cultural y moralmente adulta.

(*) Presidente del Foro Ciudadano de la Región de Murcia

jueves, 7 de julio de 2011

El 15-M: defensa radical de un moderado / Joan Romero *

Ahora que arrecia la tempestad contra el Movimiento del 15-M, cuando todas las baterías mediáticas ultraconservadoras apuntan contra este movimiento ciudadano justamente indignado, cuando ya se les califica abiertamente de izquierdismo radical incluso desde posiciones templadas, ahora que el sistema se pone en marcha para estigmatizarlo, para calificarlo de movimiento antisistema o para devaluarlo, precisamente ahora, quiero manifestar mi público apoyo a este movimiento social. Porque creo honestamente que vale la pena hacerlo. Porque sus razones son decentes y justas. Porque con voluntad y liderazgo político creo que hay otros guiones posibles al dictado desde el pensamiento único. Porque participo de su nivel de indignación. Porque muchos días yo también tengo la sensación de que mis representantes en los Gobiernos no me representan.


Lo verdaderamente sorprendente es que haya tardado tanto en cristalizar, en mitad de tanta injusticia, de tanta contradicción, de falta de referentes, de liderazgos políticos claros y de una quiebra moral sin precedentes. El epicentro ha estado en las plazas públicas, pero el hipocentro, que es lo importante, tiene causas más profundas. Básicamente, exigen reformas políticas y más democracia. Transparencia, participación, defensa del interés general y que la política se entienda como un servicio y no como un oficio. Lo mismo que pensamos millones de españoles y de europeos. No tiene nada que ver con Mayo del 68. No es un movimiento antisistema, sino todo lo contrario. Tampoco es solo un movimiento de jóvenes. Y no creo que sea un movimiento efímero.
¿Cuáles son las causas que explican este movimiento? En primer lugar, hay que buscarlas en las rupturas del modelo productivo y en los efectos sobre el empleo del proceso de globalización de la economía. Se ha iniciado una espiral hacia abajo en las condiciones laborales y salariales en Europa, una "carrera hacia el fondo" que se concreta en precariedad laboral e incertidumbre. Y uno de los rasgos más destacables de esta nueva geografía de los "superfluos", como diría Ullrich Beck, es que aunque se produzcan mejoras en las condiciones de vida de amplias capas de población, una parte significativa queda extramuros. Se van prefigurando "sociedades sin asiento", "sociedades rotas" en las que se empobrecen las clases medias y se amplía la distancia entre los "incluidos" y los "excluidos", entre el "centro" del sistema social y la "periferia", al tiempo que se reducen las posibilidades de movilidad social.

La gran novedad del siglo XXI es que estos procesos son estructurales y nada tienen quever con la situación y los mecanismos de solidaridad orgánica del capitalismo industrial. La exclusión social y la precariedad es amplia y no hay perspectivas de que puedan mejorar sus vidas. En lacerante contraste, muchos ciudadanos comprueban entre impotentes, irritados y desconcertados, cómo se amplía la brecha de las desigualdades y las diferencias salariales dentro de cada país, cómo se intentan imponer como inevitables las soluciones neoliberales y cómo muchos de quienes provocaron la quiebra moral del capitalismo y nos han llevado hasta el abismo (que pagaremos los de siempre) siguen en sus puestos, sin responder de su actuación criminal y con sus salarios obscenos incrementados. Por eso tenemos derecho a preguntarnos ¿Quiénes han vulnerado realmente las líneas rojas?

En segundo lugar, no está claro para muchos ciudadanos dónde está el poder, qué capacidad tienen hoy los Estados frente a los mercados y cómo la democracia representativa, a escala estatal, puede contrarrestar procesos globales que no conocen fronteras. Muchos ciudadanos experimentan sensación de incertidumbre, indefensión, soledad y temor. Que han quedado a la intemperie y que los Gobiernos y los partidos no tienen respuestas. Y en gran medida así es. En menos de 20 años han cambiado muchas de nuestras preguntas, no tenemos todavía las respuestas adecuadas y ya no es posible resolverlas con respuestas de los años ochenta.

En tercer lugar, quieren evidenciar el descrédito de la política y la endogamia de los partidos políticos. Desde hace más de dos años, las encuestas oficiales del Centro de Investigaciones Sociológicas indican que los partidos son percibidos como el tercer problema de los españoles, después del desempleo y la economía. La brecha entre los ciudadanos y los partidos políticos se amplía a medida que la crisis económica se hace más profunda y duradera. Este desapego se ha hecho más profundo debido a los numerosos casos de corrupción política, mala gestión de las cuentas públicas, deterioro de servicios y manipulación de la información.

Esta situación no es exclusiva de España, y las reacciones sociales son muy distintas. En este caso, el movimiento español del 15-M creo que ha focalizado muy bien la naturaleza de los problemas y ha planteado una agenda de reformas políticas y de innovaciones democráticas que merecen atención y que tienen recorrido. Básicamente, exigen la reconstrucción de algunos conceptos fundamentales: el funcionamiento de los partidos políticos, la democracia, el interés general y la ética pública. En definitiva, reclaman más y mejor democracia, desde la escala local a la global, y mayor autonomía de la política frente a los mercados. Ninguna de las medidas cuesta dinero. Solo se requiere voluntad política.
Por todo ello han contado hasta ahora con una amplia corriente de simpatía entre casi el 80% de la sociedad española. Hasta ahora se ha tratado de un movimiento crítico, disidente, cívico y ejemplarmente democrático que ha hecho de la red su mejor instrumento. Si son capaces de evitar expresiones de coerción y violencia, si saben gestionar su enorme potencial con inteligencia, no será un movimiento efímero y pueden contribuir a que se inicien algunas reformas políticas en España e incluso ser efecto demostración para otros países europeos.

Pero que nadie se equivoque. Aunque este movimiento desapareciera, las causas del malestar social persistirán, porque son reales, profundas y estructurales. Atención, porque cuando las personas no encuentran respuestas adecuadas pueden surgir movimientos sociales de interés y capaces de focalizar bien los problemas y sus causas, como el del 15-M. Pero también son posibles otras opciones, como por ejemplo, la tentación de buscar salidas populistas, abrazar expresiones políticas xenófobas, apoyar posiciones de violencia o, sencillamente, dar una patada al tablero de ajedrez. La historia de Europa durante todo el siglo XX está llena de enseñanzas al respecto. Y la historia reciente de muchos países europeos, desde Finlandia, hasta Suecia o Francia, también. Sin perder de vista los 65.905 votos de Plataforma per Catalunya, básicamente procedentes de los barios urbanos más castigados por la exclusión, y su representación en 39 municipios.


(*) Joan Romero es catedrático en la Universidad de Valencia.

martes, 5 de julio de 2011

Las voces del 15-M en el libro 'Nosotros, los indignados'

MADRID.- Cuatro miembros del #15-M, todos ellos indignados y comprometidos desde las primeras reivindicaciones presentan un libro sobre el movimiento titulado, 'Nosotros los indignados'. Sus nombres son Klaudia Álvarez, Pablo Gallego, Fabio Gándara y Óscar Rivas y cuentan sus motivos para estar indignados, con un prólogo de Stéphane Hessel.

Klaudia es profesora en Barcelona. Tiene 35 años, una gata, un trabajo que le gusta, buenos amigos, una familia y hasta su propia casa, que habrá logrado pagar cuando cumpla los 70. Pero, está indignada. Y lo está porque su padre hace demasiado que está en paro, y sus amigas encadenan contratos precarios, incluso su propio trabajo sigue siendo temporal después de ocho años.
Klaudia abrió una cuenta en Twitter y como dice ella misma, "la semilla del diablo se instaló en mi cabeza". Seguía activamente las revoluciones árabes a través de la red social. Poco a poco, esta maestra encontró también en Facebook a otros contrarrevolucionarios con los que marcó ilusionada un día en el calendario: el 15 de mayo de 2011. En tres meses escasos la idea de una movilización ciudadana asindical y apartidista cobró cuerpo en sesenta ciudades. La #spanishrevolution estaba en marcha.
El #pásalo surgió su efecto y el 15 de mayo, tras un invierno de trabajo y aprendizaje continuo, Klaudia se vio subida a un camión, en la plaza de Catalunya de Barcelona, micrófono en mano, delante de 15.000 personas indignadas que estallaron al grito de: "¡Sí se puede!".
Klaudia Álvarez (Barcelona, 1976), licenciada en Comunicación Audiovisual y con un posgrado en Gestión y Producción Cultural, ha trabajado para el Instituto Cervantes en Lisboa y el Ayuntamiento de Barcelona. En la actualidad es profesora de Imagen y Sonido en Terrassa y estudia Bellas Artes en la Universidad de Barcelona. Coordina el equipo de comunicación de Democracia Real Ya.
"Soy un joven hastiado de la situación de España y sé que no estoy solo". Con estas palabras, Pablo Gallego arrancó el 9 de febrero de 2001 en su blog el post titulado Mayo del 68 en España. Ese mismo día posteó su entrada en el perfil de Juventud en Acción y poco después se incorporaba al germen de Democracia Real Ya (DRY), la Plataforma de Coordinación de Grupos Pro-Movilización Ciudadana.
Pablo se autoproclama un sí-sí. Sí estudia y Sí trabaja. Preocupado por su futuro y por el de sus amigos, siente que hay mucho por denunciar. Pablo tiene dos carreras, habla inglés y alemán y ha estudiado en el extranjero. Se planeta marchar fuera a trabajar, a buscar su oportunidad. Justamente, esta oportunidad es la que Pablo cree ha empujado a miles de personas a salir a la calle para pedir un sistema "más justo, solidario y libre".
Pablo empezó a investigar sobre el origen de la crisis y sobre sus consecuencias y comprendió que había muchos motivos por los que indignarse "la corrupción, el gasto público, la especulación inmobiliaria, la privatización de las cajas, la inacción de la ciudadanía y el abismo entre los políticos y los ciudadanos".
Pablo Gallego (Cádiz, 1988) es diplomado en Ciencias Empresariales por la Universidad de Cádiz y cursa el segundo ciclo de la licenciatura de Investigación y Técnicas de Mercado en ICADE, en Madrid. Actualmente realiza prácticas de empresa en una multinacional alemana del sector de la automoción y participa en el concurso del Proyecto Empresarial ICADE.
Fabio Gandara se autodefine como un #indignado más, pero no lo es. Él prendió la mecha en febrero de 2011 cuando en un chispazo de inspiración creó un grupo en Facebook y envió un mensaje a sus amigos en la red: *Únete*. De aquella plataforma surgió Democracia Real Ya. Sorprendido, vio como, en pocas semanas, la decena de internautas desorientados que charlaban en Twitter se transformó en una auténtica comunidad de #indignados.
Fabio es gallego, tiene 26 años y cumple con todos los estándares educativos: licenciado en Derecho y Políticas, cursando un máster, experiencia laboral, idiomas... Sin embargo, se siente parte de la supuesta "generación perdida" española.
"Para que muchos despertásemos -dice Fabio-, fue necesario que un valiente hombre de 93 años, luchador incansable a lo largo del siglo XX, nos hiciera esa exhortación: la sociedad civil debe diferenciarse de la política para garantizar una democracia real". Este hombre era Stéphane Hessel y sus palabras, recogidas en el libro ¡Indignados!, las inspiradoras de este fenómeno que encontró en las redes sociales su altavoz.
Fabio Gándara (Santiago de Compostela, 1984) se trasladó a Madrid con 18 años para estudiar las carreras de Derecho y Ciencias Políticas y de la Administración. Ha trabajado dos años en el bufete Cuatrecasas y cursó un máster de especialización en Política Territorial y Urbanística. Compagina la preparación de unas oposiciones estatales con las labores de activismo en la plataforma ciudadana Democracia Real Ya.
Óscar Rivas fue un indignado más el pasado 15-M. Acudió a la convocatoria de Democracia Real Ya en Madrid para participar en la fiesta popular, así como para documentar audiovisualmente el evento. Este periodista de 38 años, que ha encadenado trabajos precarios con diversos intentos de proyectos empresariales, sintió que ese día, no sólo él sino miles de personas, estaban dando fe de cómo el sistema ha tratado a los jóvenes en este país.
Adscrito a la comisión de comunicación, llegó a pasar 32 horas seguidas al pie del cañón para dar vida Ágora Sol Radio, la emisora que emitió desde la misma plaza y que dio voz a las miles de personas que se acercaban a diario y contaban su historia de indignación.
La experiencia en Sol no sólo dio a Óscar una nueva visión sobre la posibilidad de un cambio social y la sorpresa de sentirse apoyado por tantos ciudadanos que mostraban su acuerdo con los acampados, sino que le mostró la dificultad por llegar a acuerdos y pensar en colectivo.
Óscar Rivas (Madrid, 1972) estudió sonido y ha trabajado en el ámbito de la producción musical y en RNE. Ha desarrollado varios proyectos relacionados con el mundo de la comunicación, entre ellos la creación de RESER Escuela de Comunicación. Trabaja como freelance en proyectos de comunicación, además de impartir clases de radio.

Esclavos en Europa / Ignacio Ramonet

Dos siglos después de la abolición de la esclavitud, regresa una práctica abominable: la trata de personas. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que 12,3 millones de personas en el mundo se ven sometidas, por redes ligadas a la criminalidad internacional, a la explotación de su fuerza de trabajo en contra de su voluntad y en condiciones inhumanas.

Tratándose de mujeres, la mayoría son víctimas de explotación sexual mientras muchas otras son específicamente explotadas en el servicio doméstico. También se da el caso de personas jóvenes y en buen estado de salud que, bajo diversos engaños, son privadas de su libertad con el fin de que partes de sus cuerpos alimenten el tráfico ilegal de órganos humanos.

Pero la trata se está extendiendo cada vez más a la captura de personas que sufren explotación de su fuerza de trabajo en sectores de la producción muy necesitados de mano de obra barata como la hostelería, la restauración, la agricultura y la construcción.

A ese tema preciso, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) dedicó en Viena, los días 20 y 21 de junio pasado, una Conferencia internacional con la participación de autoridades políticas, organismos internacionales, ONGs y reconocidos expertos (1).

Aunque el fenómeno es mundial, varios especialistas subrayaron que la plaga del trabajo esclavo está aumentando imparablemente en el seno mismo de la Unión Europea. El número de casos revelados por la prensa, cada vez más numerosos, sólo constituyen la punta del iceberg. Las organizaciones sindicales y las ONGs estiman que hay en Europa centenares de miles de trabajadores sometidos a la execración de la esclavitud (2).

En España, en Francia, en Italia, en los Países Bajos, en el Reino Unido y en otros países de la UE, numerosos migrantes extranjeros, atraídos por el espejismo europeo, se ven atrapados en las redes de mafias que les obligan a trabajar en condiciones semejantes a las de la esclavitud de antaño. Un informe de la OIT reveló que, al sur de Nápoles, por ejemplo, unos 1.200 braceros extracomunitarios trabajaban 12 horas diarias en invernaderos y otras instalaciones agrícolas sin contrato de trabajo y por sueldos miserables. Vivían confinados en condiciones propias de un campo de concentración, vigilados militarmente por milicias privadas.

Este “campo de trabajo” no es el único en Europa. Se ha descubierto, por ejemplo, en otra región italiana, a centenares de migrantes polacos explotados del mismo modo, a veces hasta la muerte, esencialmente para la recogida de tomates. Se les había confiscado su documentación. Sobrevivían subalimentados en una clandestinidad total. Sus “propietarios” les maltrataban hasta el punto de que varios de ellos perdieron la vida por agotamiento, o por los golpes recibidos, o empujados al suicidio por desesperación.

Esta situación concierne a miles y miles de inmigrantes sin papeles, víctimas de negreros modernos en los más diversos países europeos. Según varios sindicatos, el trabajo clandestino en el sector agrícola representa casi el 20% del conjunto de la actividad (3).

En esta expansión de la trata de trabajadores esclavos, el modelo económico dominante tiene una gran responsabilidad. En efecto, la globalización neoliberal –que se ha impuesto en los tres últimos decenios gracias a terapias de choque con efectos devastadores para las categorías más frágiles de la población– supone un coste social exorbitante. Se ha establecido una competición feroz entre el capital y el trabajo. En nombre del libre-cambio, los grandes grupos multinacionales fabrican y venden en el mundo entero. Con una particularidad: producen en las regiones donde la mano de obra es más barata, y venden en las zonas donde el nivel de vida es más alto. De ese modo, el nuevo capitalismo erige la competitividad en principal fuerza motriz, y establece, de hecho, la mercantilización del trabajo y de los trabajadores.

Las empresas multinacionales, al deslocalizar sus centros de producción a escala mundial, ponen en competencia a los asalariados de todo el planeta. Con un objetivo: minimizar los costes de producción y abaratar los salarios. En el seno la Unión Europea, eso desestabiliza el mercado del trabajo, deteriora las condiciones laborales y hace más frágiles los sueldos.

La globalización, que ofrece tan formidables oportunidades a unos cuantos, se resume para la mayoría de los demás, en Europa, a una competencia sin límites y sin escrúpulos entre los asalariados europeos, pequeños empresarios, y modestos agricultores, y sus equivalentes mal pagados y explotados del otro lado del mundo. De ese modo se organiza, a escala planetaria, el dumping social.

En términos de empleo, el balance es desastroso. Por ejemplo, en Francia, en los dos últimos decenios, ese dumping causó la destrucción de más de dos millones de empleos únicamente en el sector industrial. Sin hablar de las presiones ejercidas sobre todos los salarios.

En semejante contexto de desleal competencia, algunos sectores en Europa, en los que existe una carencia crónica de mano de obra, tienen tendencia a utilizar a trabajadores ilegales. Lo cual estimula la importación de migrantes sin papeles, introducidos en el seno de la UE por traficantes clandestinos que en muchos casos les obligan al trabajo esclavo. Numerosos informes evocan claramente la “venta” de braceros agrícolas migrantes.

En el sector de la construcción, muchos trabajadores jóvenes extracomunitarios, sin papeles, se hallan bajo el control de bandas especializadas en la trata de personas, y “alquilados” a empresas alemanas, italianas, británicas o griegas. Estos trabajadores esclavos se ven forzados por las bandas que los explotan a pagar sus gastos de viaje, de alimentación y de alojamiento cuyo total es en general superior a lo que ganan. De tal modo que pronto, mediante el sistema de la deuda, pasan a “pertenecer” a sus explotadores (4).

A pesar del arsenal jurídico internacional que sanciona esos crímenes, y aunque se multipliquen las declaraciones públicas de altos responsables que condenan esa plaga, hay que reconocer que la voluntad política de poner fin a esa pesadilla resulta más bien débil. En realidad, las patronales de la industria y de la construcción  y los grandes exportadores agrícolas influyen en permanencia sobre los poderes públicos para que hagan la vista gorda sobre las redes de importación de migrantes ilegales.  

Los trabajadores sin papeles constituyen una mano de obra abundante, dócil y barata, una reserva casi inagotable cuya presencia en el mercado del trabajo europeo contribuye a calmar los ardores reivindicativos de los asalariados y de los sindicatos.

Los partidarios de una inmigración masiva siempre han sido las patronales. Y siempre por el mismo motivo: abaratar los sueldos. Los informes de la Comisión Europea y de Business Europe (la patronal europea), desde hace decenios, reclaman siempre más inmigración. Los patronos saben que cuanto mayor sea la oferta de mano de obra, más bajos serán los salarios.
Por eso ya no sólo los negreros modernos explotan a los trabajadores esclavos; ahora se está desarrollando una suerte de “trata legal”. 

Véase, por ejemplo, lo que sucedió en febrero pasado en Italia, en el sector de la industria del automóvil. El grupo Fiat colocó al personal de sus fábricas ante un chantaje: o los obreros italianos aceptaban trabajar más, en peores condiciones y con salarios reducidos, o las fábricas se deslocalizaban a Europa del Este. Enfrentados a la perspectiva del paro y aterrorizados por las condiciones existentes en Europa del Este donde los obreros están dispuestos a trabajar sábados y domingos por salarios miserables, el 63% de los asalariados de Fiat votaron a favor de su propia sobreexplotación...

En Europa, muchos patronos sueñan, en el marco de la crisis y de las brutales políticas de ajuste, de establecer esa misma “trata legal”, una especie de esclavitud moderna. Gracias a las facilidades que ofrece la globalización neoliberal, amenazan a sus asalariados con ponerlos en competencia salvaje con la mano de obra barata de países lejanos.

Si se quiere evitar esa nociva regresión social, hay que empezar por cuestionar el funcionamiento actual de la globalización. Es hora de comenzar a desglobalizar.

(1) Bajo el título: "Preventing Trafficking in Human Beings for Labour Exploitation: Decent Work and Social Justice", la Conferencia fue organizada por la Representante especial y Coordinadora para la lucha contra la trata de seres humanos, Maria Grazia Giammarinaro, y su equipo, en el marco de la Alianza contra la trata de personas.
(2) Léase el informe: Combating trafficking as modern-day slavery: a matter of rights, freedom and security, 2010 Annual Report, OSCE, Viena, 9 de diciembre de 2010.
(3) Léase el informe: The Cost of coercion, OIT, Ginebra, 2009.
(4) Cf. No trabajar solos. Sindicatos y ONG unen sus fuerzas para luchar contra el trabajo forzoso y la trata de personas en Europa, Confederación sindical internacional, Bruselas, febrero de 2011.

José Manuel Naredo, economista y estadístico español: "La burbuja devoró los ahorros del país"


PALMA DE MALLORCA.- José Manuel Naredo (1942), economista y estadístico, fue uno de los primeros investigadores en hablar en España de 'economía ecológica'. En 2010 codirigió para el Ministerio de Vivienda el  ́Libro Blanco de la Sostenibilidad en el Planeamiento Urbanístico Español ́. Ahora analiza el modelo inmobiliario en un libro.

—¿Haremos honor a nuestra condición y tropezaremos con la misma piedra del boom inmobiliario cuando pase esta crisis?␣
—No me parece bien meter en un mismo saco a toda la gente. Habrá algunos que estén deseando tropezar muchas veces con esa piedra, porque se han forrado. Sin embargo, otros seguirán pagando durante decenios las hipotecas con unos valores inflados. Y el Estado tiene que salvar cajas de ahorros con el dinero de los españoles. Unos pagan los platos rotos y otros han sacado tajada. Habría que hacer un diagnóstico acertado para que la ciudadanía tuviera información de lo que ha ocurrido y de los problemas que ha generado la burbuja inmobiliaria.
La finalidad del libro ́El modelo inmobiliario español ́ es elaborar el diagnóstico de lo que ha ocurrido, sus consecuencias y los posibles remedios y alternativas.

—¿Cómo ha funcionado la burbuja inmobiliaria y quién se ha beneficiado de ella?␣
—Se han beneficiado los que han conseguido añadir varios ceros al valor de determinados terrenos y obtener unas plusvalías jugosas, por la varita mágica de las recalificaciones y reclasificaciones que les permitía pasar las hectáreas de suelo rústico a metros cuadrados de superficie construida. En este proceso hay colectivos que se han lucrado masivamente, algunos sin invertir y sin riesgo, como los gestores de suelo. Buscaban por los municipios suelo para reclasificar, meter volumen construido y ofrecerlo a promotores y constructores.
Pero cuando ya han sacado la plusvalía, las viviendas se han quedado en el esqueleto. La burbuja funciona de sacar plusvalías. Al mismo tiempo se piensa que van a subir los precios inmobiliarios y la gente compra porque piensa que va a subir. Y sube porque la gente compra y cada vez compra más a crédito, gracias a la bajada de tipos de interés y la ampliación de los plazos... Se ha financiado esta burbuja que ha devorado el ahorro de los españoles y que, después, se ha financiado con el endeudamiento exterior de la economía española, que es lo que ahora lastra la crisis. Y todo esto con unos riesgos superconcentrados de las entidades financieras y muy en particular de las cajas de ahorro que han concentrado su exposición al riesgo inmobiliario de forma espectacular.
—Y parece que los especuladores esperan volver a las andadas.␣
—La crisis no ha durado todavía lo suficiente para que aún piensen que se puede volver a las andadas. Sin duda, pueden esperar sentados. Si la financiación de la burbuja ha devorado el ahorro del país una vez, no lo puede devorar otra vez de inmediato. Cuando España ha pasado de ser el país con menor porcentaje de endeudamiento respecto a la renta disponible de nuestro entorno a estar por encima de todos, incluido EE UU... En los años finales del boom los hogares pedían más dinero a los bancos de lo que aportaban... Todo esto no podía prolongarse indefinidamente, era imposible, aunque nuestros políticos miraran para otro lado.
Ha sido un boom de precios pero también de construcción pues se ha sobredimensionado el parque inmobiliario y se ha producido un stock inmobiliario muy potente en busca de compradores. Es lo que lastra el mercado, que tardará al menos un lustro en digerirlo.
—¿Qué ha influido más en la burbuja el ansia de los especuladores por sacar tajada o que nadie renuncia al beneficio de comprar un piso y venderlo por el doble?␣
—Son las dos caras de la misma moneda. Se generan expectativas de subidas de precios y se desata la burbuja, que hace que los particulares que compran pisos vean cómo se revalorizan, y se induce a la gente a comprar viviendas en propiedad, porque trae a cuenta. Es la simplificación total del modelo inmobiliario el que empuja a comprar vivienda en propiedad. Y también la falta de diversificación financiera. ¿Qué hacen los hogares? O ingresan su ahorro a plazo, con una rentabilidad bajísima o se lo juegan en la bolsa o lo invierten en ladrillo. En otros países hay más diversificación financiera, hay entidades especializadas en alquiler que emiten en los mercados financieros, ofreciendo productos de gran seguridad y apreciable rentabilidad. Esta posibilidad no existe en este país.
—Además de engullir las viviendas vacías habrá que decidir qué hacer con las proyectadas.␣
—Ése es el problema: si se añaden las viviendas en venta a las que están en construcción y las que están con licencia pero no iniciadas, nos topamos con más de dos millones de viviendas. Esto es lo que lastra cualquier repunte en el sector inmobiliario, porque es absurdo iniciar nuevas viviendas cuando ya existen tantas pendientes de venta. Se intentan terminar viviendas en construcción y rematar operaciones de suelo para hacer que luzcan mejor en el activo de las empresas. Es el caso de la ́Operación Chamartín ́ en Madrid con 17.000 viviendas. No tiene sentido construirlas ahora, pero si consolidar la operación para que luzca en el balance de la inmobiliaria -del Grupo BBVA-, en el que figura y que ya no sea una entelequia. Es el forcejeo en el que la crisis de liquidez ha pasado a ser crisis de solvencia.

—¿Se podría renunciar a construir las viviendas pendientes?␣
—Hay que tomar conciencia de que sufrimos las consecuencias de un modelo inmobiliario agotado, que no permite resolver los principales problemas que tiene planteados el país y pide a gritos su reconversión. ¿Cuál es el primer problema? Que hay un exceso e infrautilización del suelo urbanizable, de infraestructuras y viviendas. ¿Cuál sería el principal objetivo del planeamiento? Gestionar en régimen de escasez los dos grandes stocks patrimoniales que son el suelo y el patrimonio construido, reconvertirlos y reutilizarlos para paliar la carga excesiva de la deuda inmobiliaria. Esta opción debería plantearse en un plan, donde se reorientara el modelo hacia las antípodas del actual. ¿Cómo sería eso? Habría que ir desde privilegiar la vivienda como inversión a hacerlo como bien de uso. Desde la realización de plusvalías hacia el cobro de rentas, desde la construcción de nuevas viviendas a la rehabilitación, reutilización y ocupación del patrimonio construido, de la vivienda libre a la vivienda social. Pero lo que no tiene sentido es dar dinero a las cajas de ahorro y que se coman ellas los stocks de vivienda que tenían. Se deberían canjear esos stocks y reconvertirlos en vivienda social.


—Su propuesta para salir de la crisis es firmar un Pacto de Estado de la reforma del modelo inmobiliario. ¿Qué incluiría?␣
—Un diagnóstico claro para plantear los objetivos: reconvertir o reutilizar los stocks de suelo, infraestructuras, vivienda, paliar la carga de la deuda, etc. Un problema es que se han cedido las competencias en urbanismo a los gobiernos autonómicos y locales. Aunque el Estado mantiene competencias de mínimos en medio ambiente, y si se vincula el urbanismo a la sostenibilidad, como es de cajón, el estado podría recuperar la posibilidad de coordinar ese giro. Pero los gobiernos regionales y locales están con unos problemas de financiación tremendos al haber vinculado buena parte de sus ingresos y a la burbuja. Habría que replantear la financiación de los ayuntamientos y las comunidades, pero no sin contrapartidas.
No tiene sentido un Plan E de dar dinero a tontas y a locas sin contrapartida alguna a los ayuntamientos. Tiene que haber exigencias. Hay una cuestión que es básica. Debería establecerse un protocolo de mínimos, en el que exista una estrategia de reconversión del modelo. Ese protocolo debería tener un núcleo administrativo responsable de la gestión a nivel regional, municipal o de mancomunidades. Este núcleo sería responsable de normas e instrumentos e incluiría un sistema de información que abarque todo el territorio y que incluya un proceso de participación ciudadana. Serían las tres patas sobre las que tendría que apoyarse esta reconversión del modelo. Sin ellas no debería dárseles financiación.
Habría que hablar más de metabolismo económico, con todas sus dimensiones, con visión integrada y un cambio de lógica... Es lo que dicen los documentos de la Unión Europea. Que se asegurara esa visión integrada, ese cambio de lógica que supondría ver el proceso como proyecto urbano, con todo su metabolismo, y su incidencia territorial. Implantar los sistemas de información, los núcleos administrativos responsables y el proceso de participación, que concretaría el compromiso público institucional hacia esa reconversión.

lunes, 4 de julio de 2011

Declaración de la Asamblea General de la Red Europea Contra la Pobreza


  'Europa necesita un nuevo corazón'
La Asamblea general tuvo lugar en medio de la indignación creciente por el fallo de las instituciones europeas y de los gobiernos de los Estados miembro en adoptar medidas de solidaridad protegiendo a las personas en lugar de los mercados. Como respuesta a la crisis actual, los delegados han declarado que Europa no recibirá el apoyo de la ciudadanía si estos consideran que estan minando las bases de sus « Estados de Bienestar »

EAPN observa que en toda la Unión Europea, los planes de rescate y de salida de la crísis estan agravando los niveles de pobreza y amenazan la cohesión social, mientras refuerzan el dominio de los mercados financieros y de las agencias de especulación. Sobre todo en aquellos países que están sujetos al cumplimiento de los acuerdos financieros de la UE y el FMI, con concesiones de créditos a unas tasas de interés punitivas, la respuesta a la crisis ha sido dominada por planes de austeridad que afectan especialmente a las personas más vulnerables de la sociedad.

Mientras reforzaban estos programass de austeridad insostenibles, la Unión Europea y los Estados miembro, rechazaron de manera persistente la imposición de una disciplina económica o una responsabilidad financiera a los sistemas financieros que han causado la crisis, a escala internacional y en el seno de la Unión Europea. Además, parece que el Banco Central Europeo antepone el interés de los bancos al bienestar de la ciudadanía europea.

Con estas actuaciones, Europa no será nunca capaz de bajar las tasas de pobreza. Además, su respuesta a la crisis quebranta las perspectivas a corto y largo plazo para garantizar unas sociedades más igualitarias y justas. En este contexto, no sorprende pero resulta profundamente inquietante, que el apoyo al proyecto de integración europea se encuentre en su nivel más bajo.

EAPN alega que hay otras alternativas a estas medidas draconianas de austeridad. La Asamblea General pide a los dirigentes europeos dar un nuevo impulso al proyecto europeo mediante:

1. Colocar el desarrollo social y sostenible y la solidaridad en el corazón de las prioridades y los derechos de la persona en el centro de los esfuerzos de lucha contra la pobreza y la exclusión social.


2. Fijar objetivos ambiciosos y coherentes de reducción de la pobreza y la exclusión social, reflejando los tres indicadores acordados por el Consejo Europeo (junio 2010) y garantizar un seguimiento riguroso de los progresos conseguidos, beneficiando a todas las personas en situación de pobreza, incluyendo las más desfavorecidas. El fallo, año tras año, en el logro de los objetivos establecidos de reducción de la pobreza, se tiene que considerar como inaceptable mediante este seguimiento.

3. Defender y promover el « Estado de Bienestar » y los derechos sociales como un pre-requisito indispensable para la recuperación económica. Esto incluye el seguimiento de la Recomendación sobre Inclusión Activa, mediante la adopción de una Directriz en el Marco Europeo, sobre los esquemas de una Renta Mínima Adecuada, medidas para apoyar el acceso de todos y todas a servicios de calidad y medidas de activación de empleo positivo.

4. Defender los bienes públicos comunes (por ej. agua, salud, transporte, servicios sociales) como un derecho fundamental.

5. Reforzar la economía real, lo que implica apoyar la economía social y la inversión productiva en la elaboración y aplicación de estratégias del mercado laboral, basadas en la creación y apoyo de empleo de calidad y oportunidades para todos y todas.

6. Frenar el sistema destructor del comercio especulativo, obligando a los bancos a asumir su parte del desastre, introduciendo impuestos sobre las transacciones financieras para financiar la inversión social. Y garantizar un alto nivel de transparencia para luchar contra la corrupción.

7. Combatir la evasión fiscal, con abolición, sobre todo, de los paraisos fiscales, especialmente aquellos establecidos en territorio de la Unión Europea y perseguir de manera más estricta la lucha contra el crimen organizado a nivel paneuropeo, a fin de erradicar los mecanismos que contribuyen de una manera decisiva a las causas de la pobreza y la exclusión social.

8. Crear las condiciones para que los Estados miembro puedan conseguir préstamos a tasas de interés razonables y promover la solidaridad en el seno de la Unión Europea.

9. Desarrollar mecanismos de vigilancia de las tendencias de la riqueza y de las desigualdades en todos los Estados miembro, a fin de promover y aplicar medidas de reducción de las desigualdades en ingresos y bienestar.

(La 22ª Asamblea General de EAPN tuvo lugar en Lisboa, Portugal, del 16 al 18 junio 2011. Delegaciones de 27 países y de 11 Organizaciones Europeas tomaron parte los debates y actividades de esta Asamblea. Finalmente, la Red ha acogido entre miembros a las Redes de EAPN Islandia, Serbia y la Antigua República Yugoslava de Macedonia).