viernes, 28 de octubre de 2011

La deuda soberana y el refuerzo del sector financiero / Ángel Tomás Martín *

En un artículo publicado recientemente, exponía lo que podría ser una buena solución para liberar al sistema bancario de sus activos inmobiliarios no deseados y actualmente sensiblemente depreciados, sustituyéndolos por tesorería con destino obligado a la creación y expansión de empresas como única solución para la regeneración de la crisis. 
 
Alemania sigue buscando la solución para inyectar al sistema financiero el capital necesario para evitar la espiral creciente de deterioro generalizado de sus balances, que de no materializarse en un plazo relativamente corto, llevaría al mayor desajuste económico jamás conocido. 
 
Carecer de la liquidez necesaria crea desconfianza y paralización económica, dejando a España prisionera del endeudamiento público, (incluyendo a las Comunidades Autónomas y a las Corporaciones Locales) y del endeudamiento privado (personal, empresarial y del sistema bancario).

Inyectar tesorería a la banca a través de cualquiera de los sistemas posibles, crearía los cimientos necesarios para iniciar el crecimiento de la economía comunitaria; pero el monumental nivel de la deuda soberana, ya con difícil colocación, forzaría de nuevo su suscripción utilizando los nuevos fondos de recapitalización, y por tanto, seguiríamos con estancamiento y posiblemente recesión.

Ayudar y agilizar las entidades de crédito saneando sus balances, sin acometer antes o en paralelo la solución del endeudamiento de todos los Estados asociados, nos llevará a un círculo vicioso de resultado letal.

La situación de endeudamiento público se ha intentado paliar de forma desordenada y con parches, sin aplicar todos los recortes necesarios ni la austeridad a que obliga una práctica presupuestaria proporcional a las posibilidades de recaudación reales. Los administradores públicos han derrochado sin tasa y han prescindido de todos los sistemas administrativos de control e intervención legalmente establecidos, relajando y desoyendo a los Órganos Supervisores Oficiales del sistema financiero.

Ciertos gobiernos europeos, sin el nivel de conocimientos de economía suficientes, se olvidaron de estudiar “la desviación de la continuidad”, y de revisar la recurrencia de la etapa de auge, y así le ha ido a Europa, sin que se salve tampoco EEUU. Nuestra prepotencia y presunción no ha ido acorde con la dimensión de los desequilibrios larvados.

La eurozona se construyó por medio de adhesiones desordenadas y con ausencia de intereses privados; estamos pues, en el “coste de oportunidad de la utilización de los recursos financieros”. Algunos estadistas deberían imitar a tantos buenos y ejemplares empresarios, verdaderos emprendedores y creadores de puestos de trabajo, que cimentan su gestión siendo eficaces, previsores y éticos, operando sobre expectativas y observando los cambios de tendencias.

Los esfuerzos separatistas y nacionalistas contribuyen a la desunión de la política y la economía en Europa. Sirva de ejemplo la llamada muerte lenta de Bélgica y de algún otro país
de la Unión, que invitan a reflexionar sobre la importancia de unificar las políticas económicas, financieras y fiscales. La gestión indisciplinada siempre conduce al mismo recorrido: gastar desordenadamente y contraer un endeudamiento creciente con dificilísima posibilidad de amortización, eso sí, recurriendo al préstamo exterior y a la subida de impuestos que acabarán soportando las familias y las empresas. No reconocer los errores, ni dar paso a otros con más preparación y valía es la gran pesadilla que se ha de soportar.

La incompatibilidad de financiar la banca sin resolver el endeudamiento soberano, es la duda y paralización en que se encuentra la Comisión Europea ante el temor de ver frustrado el intento posiblemente absorbido por las inevitables nuevas emisiones carentes de la suficiente garantía estatal. La amenaza de quitas a determinados países periféricos, no solo desprestigiaría por muy largo tiempo, sino que dañaría de nuevo la tesorería de los bancos que fueron inducidos a suscribir en anteriores emisiones.

En la nueva etapa que hemos de emprender, no debemos repetir errores básicos anteriores.
Citemos algunos sin pretender ser exhaustivos:

– Aprobar presupuestos irreales o falsos.

– Falta de análisis y fijación de techo a los presupuestos de las distintas Administraciones

– Ausencia de auditorías profundas y fiables de las contabilidades Públicas.

– Suprimir Intervenciones Generales del Estado, ejemplares y necesarias siempre.

– Falta de adopción de todas las medidas exigidas por Bruselas a fin de alcanzar el 3 por ciento del PIB para el 2013, sin cuya consecución no recibiremos el apoyo necesario.

– Atrasar la publicación de “las previsiones reales de la economía” (pospuesta recientemente para después del 20N con grave perjuicio para las comunidades autónomas).

– Prescindir de las “aportaciones participativas en empresas patrimoniales”.

Hemos perdido mucho tiempo y la estabilidad del euro necesita con urgencia un gran liderazgo capaz de aunar voluntades y esfuerzos, de promover regulaciones obligatorias y de establecer los controles y sanciones concretas aplicables a los Miembros de tendencias personalistas e insolidarias.

(*) Economista y empresario

martes, 25 de octubre de 2011

La banca, el fraude fiscal y el New York Times / Vicenç Navarro *

El New York Times ha ido publicando una serie de artículos sobre Emilio Botín, presentado por tal rotativo como el banquero más influyente de España, y Presidente del Banco de Santander, que tienen inversiones financieras de gran peso en Brasil, en Gran Bretaña y en Estados Unidos, además de en España. En EEUU el Banco de Santander es propietario de Sovereign Bank.

Lo que le interesa al rotativo estadounidense no es, sin embargo, el comportamiento bancario del Santander, sino el de su Presidente y el de su familia, así como su enorme influencia política y mediática en España. Un indicador de esto último es que ninguno de los cinco rotativos más importantes del país ha citado o hecho comentarios sobre esta serie de artículos en el diario más influyente de EEUU y uno de los más influyentes del mundo. Es de suponer que si se escribieran artículos semejantes, por ejemplo, sobre el Presidente Zapatero, tales reportajes serían noticia. No así en el caso Emilio Botín.

Una discusión importante de tales artículos es el ocultamiento por parte de Emilio Botín y de su familia de unas cuentas secretas establecidas desde la Guerra Civil en la banca suiza HSBC. Por lo visto, en las cuentas de tal banco había 2.000 millones de euros que nunca se habían declarado a las autoridades tributarias del Estado español. Pero, un empleado de tal banco suizo, despechado por el maltrato recibido por tal banco, decidió publicar los nombres de las personas que depositaban su dinero en dicha banca suiza, sin nunca declararlo en sus propios países. Entre ellos había nada menos que 569 españoles, incluyendo a Emilio Botín y su familia, con grandes nombres de la vida política y empresarial (entre ellos, por cierto, el padre del President de la Generalitat, el Sr. Artur Mas).

Según el New York Times, esta práctica es muy común entre las grandes familias, las grandes empresas y la gran banca. El fraude fiscal en estos sectores es enorme. Según la propia Agencia Tributaria española, el 74% del fraude fiscal se centra en estos grupos, con un total de 44.000 millones de euros que el Estado español (incluido el central y los autonómicos) no ingresa. Esta cantidad, por cierto, casi alcanza la cifra del déficit de gasto público social de España respecto la media de la UE-15 (66.000 millones de euros), es decir, el gasto que España debería gastarse en su Estado del Bienestar (sanidad, educación, escuelas de infancia, servicios a personas con dependencia, y otros) por el nivel de desarrollo económico que tiene y que no se gasta porque el Estado no recoge tales fondos. Y una de las causas de que no se recojan es precisamente el fraude fiscal realizado por estos colectivos citados en el New York Times. El resultado de su influencia es que el Estado no se atreve a recogerlos. En realidad, la gran mayoría de investigaciones de fraude fiscal de la Agencia Tributaria se centra en los autónomos y profesionales liberales, cuyo fraude fiscal representa –según los técnicos de la Agencia Tributaria del Estado español- sólo el 8% del fraude fiscal total.

Es también conocida la intervención de autoridades públicas para proteger al Sr. Emilio Botín de las pesquisas de la propia Agencia Tributaria. El caso más conocido es la gestión realizada por la ex Vicepresidenta del Gobierno español, la Sra. De la Vega, para interrumpir una de tales investigaciones. Pero el Sr. Botín no es el único. Como señala el New York Times, hace dos años, César Alierta, presidente de Telefónica, que estaba siendo investigado, dejó de estarlo. Como escribe el New York Times con cierta ironía, “el Tribunal desistió de continuar estudiando el caso porque, según el juez, ya había pasado demasiado tiempo entre el momento de los hechos y su presentación al tribunal”. Una medida que juega a favor de los fraudulentos es la ineficacia del Estado así como su temor a realizar la investigación. Fue nada menos que el Presidente del Gobierno español, el Sr. José Mª Aznar, que en un momento de franqueza admitió que “los ricos no pagan impuestos en España”.

Tal tolerancia por parte del Estado con el fraude fiscal de los súper ricos se justifica con el argumento de que, aún cuando no pagan impuestos, las consecuencias de ello son limitadas porque son pocos. El Presidente de la Generalitat de Catalunya, el Sr. Artur Mas, ha indicado que la subida de impuestos de los ricos y súper ricos tiene más un valor testimonial que práctico, pues su número es escaso. La solidez de tal argumento, sin embargo, es nula. En realidad, alcanza niveles de frivolidad. Ignora la enorme concentración de las rentas y de la propiedad existente en España (y en Catalunya), uno de los países donde las desigualdades sociales son mayores y el impacto redistributivo del Estado es menor. Los 44.000 millones de euros al año que no se recaudan de los súper ricos por parte del Estado hubieran evitado los enormes recortes de gasto público social que el Estado español está hoy realizando.

Pero otra observación que hace el New York Times sobre el fraude fiscal y la banca es el silencio que existe en los medios de información sobre tal fraude fiscal. Tal rotativo cita a Salvador Arancibia, un periodista de temas financieros en Madrid, que trabajó para el Banco Santander, que señala como causas de este silencio el hecho de que el Banco Santander gasta mucho dinero en anuncios comerciales, siendo la banca uno de los sectores más importantes en la financiación de los medios, no sólo comprando espacio de anuncios comerciales, sino también proveyendo créditos –aclara el Sr. Salvador Arancibia- “….medidas de enorme importancia en un momento como el actual, donde los medios están en una situación financiera muy delicada”. De ahí que tenga que agradecer al diario que se atreva a publicarlo, porque hoy, artículos como los que publica el New York Times y el mío propio, no tienen fácil publicación en nuestro país. Es lo que llaman “libertad de prensa”.

(*)  Catedrático de Políticas Públicas y de Economía Aplicada en la Universidad Pompeu Fabra y actualmente profesor en la Universidad Johns Hopkins de Baltimore.

lunes, 24 de octubre de 2011

La crisis mucho más allá de la Unión Europea / Eric Toussaint *

“… el movimiento de los Indignados ha ganado una gran amplitud en España, así como en Grecia, y comienza a encontrar cierto eco en Estados Unidos y en otros continentes. Estas movilizaciones, si bien muy importantes, no están todavía en medida de obtener cambios radicales. Tenemos que apoyarlas activamente. A tal efecto, el éxito de la jornada del 15 de octubre de 2011 es prometedor.”
 
Incluso si Europa se ve grandemente afectada, la crisis no se limita a la Unión Europea: casi todas las economías de los países más industrializados están en estado semicomatoso. Según los países, el desempleo permanece muy elevado o incluso aumenta. Lo mismo ocurre en los países llamados «emergentes», incluidos los BRIC (Brasil, Rusia, India, China), donde el fuerte crecimiento tiende a disminuir. 
 
Las Bolsas del planeta, salvo raras excepciones, han caído considerablemente en 2011 (entre el 1 de enero y el 15 de octubre de 2011, –15% en la zona euro, en Japón y en China; -4% en Estados Unidos; –8% en Gran Bretaña; –22% en el Brasil; –19% en Rusia; –17% en India). El oro, valor refugio en tiempos de crisis, ha subido muchísimo (+20% entre enero y octubre de 2011).

Lo que llama la atención es la excesiva volatilidad que caracteriza toda una serie de precios: las Bolsas caen pero conocen rebotes temporales; el dólar cae pero conoce momentos de alza; la paridad entre el dólar, el euro, el yen, la libra esterlina, el franco suizo (otro valor refugio) es muy inestable; el precio de las materias primas se mantiene a un nivel elevado pero experimenta sacudidas importantes. En pocas palabras, la economía real (la producción) disminuye y la esfera financiera es presa de sobresaltos. Los bancos constituyen el eslabón vulnerable, pero cuentan con el apoyo incondicional de los poderes públicos.

Desde el punto de vista de las relaciones Norte-Sur, la situación económica de los países emergentes y en desarrollo es envidiable, comparada con la de los países del Norte |1|. Si consideramos el estado de las reservas internacionales como un indicador, los países emergentes están en posesión del doble de las reservas de los países más industrializados.
 
En efecto, los países emergentes disponen de 6,5 billones de dólares (6.500 000.000.000 US$) de reservas internacionales (de los cuales la mitad corresponde a China, a la India 400.000 millones; a Brasil 350.000 millones, a Rusia 500.000 millones) frente a los 3,2 billones del Norte (de los cuales un tercio corresponde a Japón). El G20, club tan ilegítimo como el G7 que lo ha convocado, es incapaz de encontrar soluciones.

Una nueva expresión se pone de moda: países ricos altamente endeudados (PRAE), que eclipsa otra expresión de moda desde hace unos quince años en los pasillos del FMI y del Banco Mundial: países pobres altamente endeudados (PPAE). La deuda, pública y privada, está en el centro de la crisis.


Si tomamos en cuenta las relaciones entre clases sociales a escala planetaria, vemos que en todas partes las clases dominantes incrementan su riqueza, utilizan la crisis para aumentar la precariedad de la condición de los asalariados y de los pequeños productores. En los países del Atlántico Norte, de la Europa mediterránea y central, el reembolso de la deuda pública se uriliza como pretexto para imponer una nueva ola de austeridad. El costo de las catástrofes producidas por el sistema financiero privado está sistemáticamente a cargo de los poderes públicos, que pasan a su vez la factura a los asalariados y a los pequeños productores (a través de impuestos, reducciones de gastos sociales y despidos). 
 
Las desigualdades sociales se agravan. Los movimientos sociales populares experimentan grandes dificultades para constituir un frente coherente de resistencia, sin hablar de un intento de comenzar una contraofensiva. Nuevos fenómenos de protesta en las calles aparecen tras los pasos de las primaveras tunecina y egipcia. Así, el movimiento de los Indignados ha ganado una gran amplitud en España, así como en Grecia, y comienza a encontrar cierto eco en Estados Unidos y en otros continentes. Estas movilizaciones, si bien muy importantes, no están todavía en medida de obtener cambios radicales. Tenemos que apoyarlas activamente. A tal efecto, el éxito de la jornada del 15 de octubre de 2011 es prometedor.|2|.

(*) Historiador y politólogo belga. Es presidente del CADTM-Bélgica (Comité por la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo).
 
Notas:

|1| En Internet, véase http://www.cadtm.org/Deuda-de-los-paises-en-desarrollo falta de previsión, 6 de enero de 2011. Véase igualmente: Damien Millet, Daniel Munevar, Eric Toussaint, http://www.cadtm.org/Las-cifras-de-la-deuda-2011 20 de mayo de 2011; y también el libro de Damien Millet y Eric Toussaint (dir.) La deuda o la vida, Icaria editorial, Barcelona, 2011, capítulo 19. Se debe hacer una puntualización fundamental: aun cuando los indicadores económicos tradicionales indican un crecimiento económico sostenido de los países emergentes, la crisis alimentaria (debido a un excesivo aumento de precio de los alimentos) azota a una gran parte de la población del Sur del planeta. Los efectos del cambio climático degradan igualmente las condiciones de vida de las poblaciones de varios países particularmente afectados. La explotación frenética de algunos recursos naturales a causa del elevado precio de las materias primas provoca estragos crecientes tanto para las personas como para el medio ambiente, en particular las minas a cielo abierto y la explotación de hidrocarburos en lugares particularmente sensibles (por ejemplo, en el delta del Níger,).


|2| Véase: http://www.cadtm.org/El-15-de-octubre-de-2011-Una-gran , 16 de octubre de 2011, 

Movimiento y política / Manuel Castells *

El 15 de octubre del 2011 marcó un hito en la emergencia de los movimientos sociales en la era internet. Cientos de miles de personas se manifestaron en más de mil ciudades de 82 países respondiendo a una convocatoria inicialmente sugerida por un grupo de Facebook llamado Propuestas Post-15M y asumida por Democracia-Real-Ya-Internacional y Takethesquare. La iniciativa se perfiló en una reunión de redes de activistas en Barcelona a inicios de septiembre convocando la manifestación global del 15-0 bajo el lema #unitedforglobalchange. Los manifestantes criticaban al capitalismo financiero causante de la crisis y a gobiernos percibidos como estando a su servicio. No hubo líderes ni comité de dirección. Sólo asambleas y redes locales conectadas en redes globales.

Paralelamnte surgió otra iniciativa en julio de la revista Adbusters, radicada en Vancouver y especializada en la crítica de la publicidad. Difundió en internet la imagen de una bailarina danzando sobre el toro de Wall Street con una frase: "Nuestra única demanda: ocupa Wall Street. El 17 de septiembre ven con tu tienda". Esa fecha es el día de la Constitución de EE.UU. y la demanda era separar dinero y política. A partir de ahí grupos diversos empezaron a preparar la ocupación. Y simultáneamente indignados en todo el mundo decidieron por su cuenta asediar los centros financieros de sus países.

Tras las revoluciones árabes, las revueltas en Grecia, los indignados en España y Europa, la masiva movilización contra el Gobierno en Israel y la rápida difusión de ocupaciones y manifestaciones, con apoyo de los sindicatos en cientos de ciudades de EE.UU., la convergencia de las protestas el 15-0 señaló el carácter global del movimiento. Pero cada cual incluye sus propias reivindicaciones y proclamas. En Barcelona una asamblea propuso pasar "de la indignación a la acción" con el lema "Nuestras vidas o sus beneficios". En Madrid y otros lugares fueron consignas distintas. Y la web de los acampados de Nueva York hizo explicita la conexión entre movimientos: "De Tahrir Square a Times Square".

Y es que no hace falta liderazgo porque cualquier iniciativa se difunde viralmente por internet, sumándose a ella quienes están de acuerdo y añadiendo de su propia cosecha. Si hubiese un comité global de dirección sólo pequeños grupos de activistas se darían por aludidos. Si hoy se puede hablar del nacimiento de un nuevo movimiento social de alcance global es porque carece de liderazgo o ideología unificada y por disponer de internet como plataforma flexible de difusión de iniciativas, debate de ideas y coordinación de acciones.

Este movimiento en continua metamorfosis no puede ser encasillado política o ideológicamente. La inmensa mayoría son gente de todas edades y opiniones que se indignan por diversos motivos y coinciden en que no tienen confianza en los actuales canales de representación política. De ahí que intelectuales y dirigentes políticos vaticinan día tras día su disgregación mientras sigue subiendo como la espuma. O bien, tras reconocer su fuerza a regañadientes, acaban desdeñándolo por no tener resultados concretos, por no organizarse en un proyecto político. Tales actitudes revelan un desconocimiento de la práctica de los movimientos sociales en la historia. Los movimientos sociales tienen efectos políticos, frecuentemente fundamentales, pero no son políticos en el sentido tradicional del término, no se refieren a la ocupación del Estado. Los movimientos cambian la mentalidad de las personas y, por tanto, los valores de la sociedad, son fuente de creación y cambio social. Los partidos políticos trabajan sobre lo que ocurre en la sociedad para gestionar las instituciones que rigen la vida social. Cuando las instituciones pueden escabullirse del control ciudadano, parece que el poder es de los partidos y todo depende de resultados electorales. Pero cuando surge una distancia creciente entre representantes y representados, cuando el modelo económico, ecológico, de protección social o de modo de vida entra en crisis o es cuestionado, entonces los movimientos sociales son la fuente de renovación de la sociedad, el único antídoto contra la esclerosis de una política sometida a las fuerzas irracionales del mercado y a las racionales de la codicia.

Sin embargo, dícese, toda esa energía social tiene que canalizarse en opciones políticas. No siempre. Hay distintos ritmos del paso de lo social a lo político: lentos en periodos de estabilización, acelerados en momentos de crisis en donde se busca una nueva política. Por eso las crisis conducen a veces a opciones demagógicas y líderes populistas, paladines de la xenofobia y aventureros de la violencia. Pero también surgen voces y prácticas de profundización de la democracia que van cambiando las reglas del juego. Algunos partidos aprenden la lección y se apuntan al cambio para sobrevivir. Otros se atrincheran y descalifican. En ciertos casos se desintegran y a la clase política existente la echan a gorrazos, mientras su espacio empieza a ser ocupado por nuevos actores políticos impensables hasta entonces (ecologistas, piratas, alianzas electorales en torno a principios democráticos (control de los bancos, reforma de elecciones) o en defensa del respeto de derechos sociales (salud, educación, vivienda) ) en contraste con los partidos que aparentan defender intereses generales pero que en realidad defienden los del partido. Las formas de transformación política son variopintas y contextuales. Requieren movilización y tiempo. Y sólo son eficaces situándose fuera del sistema político para obligarlo a cambiar: vaciándolo de votos mientras no haya opciones válidas, imponiendo fórmulas de control de la gestión con desobediencia civil a políticas contrarias a los programas votados, defendiendo el control del ciudadano sobre el uso específico de sus impuestos, etcétera.

La única opción no es votar por uno u otro. Puede ser también elaborar e imponer reformas políticas que aseguren la participación ciudadana en decisiones concretas, mande quien mande. Cuanto más funcione la democracia participativa más efectiva será la democracia representativa. Otra política es posible. Pero sólo tomará forma tras un periodo de indignación y acción. La vida no termina el 20-N. De hecho acaba de empezar.
(*) Catedrático de Sociología

sábado, 22 de octubre de 2011

Crimen de lesa humanidad en Libia / Stella Calloni *

¿Se puede llamar  triunfo de la democracia, la libertad, la razón, a la ejecución brutal del líder de un país, capturado herido, en un territorio arrasado por una invasión colonial, bombardeado día por día desde el 19 de marzo pasado por la Organización del Atlántico Norte (OTAN) y por  los mercenarios y tropas especiales extranjeras llevados por esta coalición de la muerte?
 
¿A esto y al asesinato de más de 70 mil personas, al asedio y bombardeo  durante más de un mes sobre  una ciudad pequeña como Sirte le llaman democracia, libertad y razón, el presidente de Estados Unidos Barack Obama y otros europeos, entre ellos  el “socialista” José Luis  Rodriguez Zapatero de España, sin ningún pudor?. Sin olvidar las sonrisas de David Camerón. Nicolás Sarkozy o de Silvio Berlusconi, que hoy festejan en una Europa incendiada por la protesta  cuyo futuro es oscuro y trágico, como toda vuelta atrás en la historia
 
Obama dijo también que espera “la conformación de un gobierno interino”. Entonces ¿qué gobierno es el que reconoció junto a sus socios en la aventura colonial en agosto psado  y el que  instó a reconocer en la última Asamblea de la ONU?.
 
¿El mismo que estaba conformado por escasos hombres libios, como mascarón de proa, mientras que la  mayoría eran mercenarios de Al Qaeda y cuya bandera monárquica quedó flameando en ese recinto, para deshonra del mundo?.
 
Todo esto actuado bajo un falso “humanitarismo” para “proteger” los derechos humanos del pueblo libio, al cual los invasores masacraron sin piedad alguna, aplicando atroces torturas y asesinatos, incluyendo racistas, como lo  denunció  la propia Amnesty Internacional.
 
La calidad moral y humanitaria de los invasores ha sido claramente expuesta por los escasos seguidores de la verdad, mediante notas, videos, transmisiones directas  como lo hace Telesur de Venezuela desde el terreno de los acontecimientos, periodistas verdaderamente libres si la libertad es sinónimo de verdad y desafío al discurso único maniqueo y brutal del imperio.
 
Es posible que a la izquierda “moderna y “superada” no le guste la palabra “imperio”, aunque no se sabe como le llamen a esto o qué definición existe que reemplace incluso a lo establecido en los diccionarios del mundo.
 
Lo que sucede en Libia es una invasión imperial-colonial, aprobada por Naciones Unidas, resistida  con todo su derecho (universal por cierto) por el pueblo libio y su mejor dirigencia.
 
La inmoralidad quedaba asentada desde que el 23 de agosto pasado el llamado  Consejo Nacional de Transición (CNT) de Libia -organización no creada por el pueblo, al que dejaron fuera de toda decisión, sino por las potencias invasoras- ofreciera pagar  un millón 600 mil dólares y amnistiar a quien “mate o entregue vivo” al líder libio  Muammar El Khadafi.
 
Desde el momento en que el 19 de marzo pasado  Francia y Gran Bretaña comenzaron a bombardear Libia con la OTAN detrás. adelantado la intervención  en gran escala a partir del 31 de ese mes, la “mano extranjera” fue la ejecutora del plan maestro de Estados Unidos con el objetivo de apoderarse del petróleo, el gas, el oro, el agua, las reservas de más de 270 mil millones de euros, que ingenuamente Khadafi creyendo en la “decencia europea” depositó en sus bancos.
 
Y detrás también está el  proyecto estadunidense de golpear al euro, y de control de Africa, con la creación del Comando Africom, mediante un diseño absolutamente recolonizador y una extendida Doctrina Monroe, destinada a la colonización de América Latina en el siglo XIX (1823) y rescatada en pleno siglo XXI por el aspirante a candidato a la presidencia del Partido Republicano Mitt Romney, quien el  pasado 7 de octubre sostuvo que Dios había creado a Estados Unidos para dominar al mundo y advirtió que su país “debe conducir al mundo o lo harán otros”.
 
El pueblo europeo será también otro gran perdedor en esta y otras guerras. Los gobiernos de Europa sustentaron  el diseño fascista del control del mundo que reconocen dirigentes como Romney en Estados Unidos, que es a la postre el país que se quedará con lo mejor en el reparto criminal de los restos de un país arrasado con el silencio cómplice del mundo. Hoy mismo por CNN había quienes exigían una actuación similar a la de Libia contra Cuba, Venezuela y otros países. El fundamentalista Romney no está solo en el país del Ku klux Klan y del  Tea Party y los terroristas cubano- americanos de Miami que bien acompañan a los lobos aullantes del sistema.
 
Miles de bombardeos han arrasado la infraestructura moderna creada por  Khadafi en beneficio de su pueblo, al que  sacó de las tinieblas del colonialismo y cuyo nivel de vida-reconocido por organismos internacionales- era el más alto de la región.
 
Ahora las empresas de los aliados de la OTAN se disputan también la “reconstrucción” del país que destruyeron, lo que será pagado con el dinero robado y saqueado a los libios.
 
Durante más de ocho meses los bombardeos mataron a miles de personas, dejando gravemente heridos y mutilados a otros miles mientras los mercenarios  violaron a mujeres, torturaron y ejecutaron bajo atroces sufrimiento a una buena parte de la población negra y africanos que vivían en ese país. Y todo esto en una población de poco más de seis millones de habitantes.
 
¿Qué hará el fiscal de la Corte Penal Internacional, Luis Moreno Ocampo  ante los crímenes de lesa humanidad cometidos por los invasores de Libia?.
 
Quizás si accionara como corresponde  remediaría en algo  la ilegalidad de su actuación anterior al decidir el juzgamiento de Khadafi y sus hijos cuando la OTAN bombardeaba Libia matando a uno de éstos y su familia, entre ellos tres niños.
 
Moreno Ocampo acusó a Khadafi por un  supuesto bombardeo contra manifestantes en Trípoli que nunca existió, todo a pedido de la ONU para tratar de crear un justificativo falso a su resolución 1973.
 
El coro de periodistas e intelectuales que repitió este discurso falso no sólo provino de la derecha colonial y tradicional aliada del poder hegemónico sino de algunos sectores de izquierda “socialdemócrata” -si puede haberla- o centroeuropeístas y de otros tan radicales que su pureza está más allá del bien y el mal, lo que finalmente sirve a las peores causas.
 
El brutal asesinato de Khadafi televisado como un mensaje de terror demuestra de qué se trata la acción “humanitaria” del poder hegemónico en Libia.
 
El relato único para crear un consenso mundial sobre el tema Libia se desmorona, pero la impunidad que le aseguró  el aterrador silencio de la comunidad internacional, salvo dignas y honrosas excepciones hará que ahora sea uno de los “modelos de acción” que se intente imponer sobre aquellos países del mundo en proceso de liberación o desobedientes a las órdenes de Washington.
 
O de Wall Street,como sea que sea la verdadera esencia imperial que avance en esta expansión sin fronteras en el mundo soñada por el más delirante fundamentalismo de las últimas décadas, en lo que también se esconden las decadencias, las crisis morales y económicas, los cantos de sirenas, que finalmente sólo son cantos   fatuos y sirenas falsas.
 
En la lista de los “próximos” siguen  varios países  además de sus actuales intentos contra Siria y el burdo  complot que le atribuyen a Irán, que hace aguas por todas partes, tanto que hasta fue cuestionado  por congresistas de Estados Unidos,
 
Por lo pronto la alegría de los mercenarios que esperan repartirse el botín de la recompensa,que seguramente quedará en manos de sus jefes de las tropas especiales-tan criminales como ellos- de Estados Unidos, Francia Gran Bretaña y otros.
 
La realidad es que la OTAN ha creado un héroe, un mito, una leyenda que comenzará a andar por los caminos y las cuevas, por el desierto, por los silencios plagados de murmullos de un pueblo que llora a escondidas la muerte de su líder y de todos los que han perecido para que los invasores cumplan su objetivo de no dejar nada en pie, salvo los bienes por los que llegaron en nombre del “humanitarismo”.
 
La resistencia heroica obligó a los atacantes a mostrarse ante el mundo cada vez más como fuerzas invasoras y se hizo evidente el uso de mercenarios  llevados al lugar con la implicancia que esto tiene para el pueblo libio.
 
Khadafi ha pasado a la eternidad, porque su asesinato miserable, cobarde y cruel, ternina convirtiendo al líder libio  en un modelo de dignidad para la  resistencia que habrá de continuar sobre escombros y cenizas, como sucede en Afganistán e Irak (diez años después en el primer país y ocho en el segundo) pero esencialmente sobre la memoria del genocidio de un pueblo que nunca olvidará y que nos reclama  solidaridad.
 
(*) Periodista argentina, corresponsal en Cuba de 'La Jornada' de México

Movimiento 15-M. "No saben por qué protestan" / John Brown *

Las últimas afirmaciones de Zygmunt Bauman sobre el 15-M resultan cuanto menos sorprendentes. El sociólogo y pensador polaco considera en unas declaraciones recogidas por El País que este movimiento es fundamentalmente "emocional" y que “si la emoción es apta para destruir resulta especialmente inepta para construir nada. Las gentes de cualquier clase y condición se reúnen en las plazas y gritan los mismos eslóganes. Todos están de acuerdo en lo que rechazan, pero se recibirían 100 respuestas diferentes si se les interrogara por lo que desean”. La emoción sería, por lo tanto, inestable y fluctuante y haría que el actual movimiento, que el el 15 de octubre se manifestó como potencia política en las calles y plazas del mundo entero, sólo sirviera para destruir. Un movimiento fundado sobre la "emoción" carecería, a su juicio de capacidad constituyente y sólo podría configurarse como una desordenada multitud, una hidra de 100 o mil cabezas.

El problema de Bauman es tal vez que no ha participado nunca directamente en una asamblea ni un debate del movimiento. Basta acercarse a una asamblea para observar cómo el movimiento se ha dotado de un dispositivo de limitación de la "emoción" sumamente eficaz. Llaman, en efecto, la atención el tono y las maneras civilizados, resultado de una disciplina de debate colectivo muy particular, que proscribe los aplausos y las interrupciones verbales o sonoras de la palabra del orador. Un lenguaje gestual silencioso puntúa las intervenciones: las aplaude, las rechaza, critica el lenguaje agresivo o denigrante etc. Por otra parte, la palabra, en las asambleas abiertas del 15-M no tiene como origen ni como destinatario un grupo que afirma una identidad cerrada, sino el ciudadano "cualquiera" reunido con otros "ciudadanos cualesquiera". Ni las pasiones del liderazgo, ni las de la identidad colectiva tienen libre curso en este medio.

Lo que se afirma en su diferencia es la singularidad "cualquiera", pero se trata de un cualquiera positivo, no de aquel por el que no se opta y constituye un residuo, sino el que supone una opción abierta por un otro con quien se busca lo común. En latín este "cualquiera" se denominaría con la palabra "quislibet" que designa al "cual quiera", al "cual" que se acoge y que es causa de amor (el verbo
libeo que se encuentra en el componente libet, está directamente relacionado con la raíz del término libido). Tal vez la pasión política fundamental suscitada por el movimiento sea ese amor civil del otro cualquiera, del otro, distinto de mí con quien, sin embargo, estoy en comunidad. Sin duda, el reverso de este amor es la indignación, definida en el sentido de Spinoza como "el odio hacia quien ha hecho mal a otro". La indignación es fuente de antagonismo y de posible destrucción, pero su origen es el reconocimiento del otro cualquiera como un igual; un igual que no lo es por ser propietario, con igualdad de derechos en el mercado respecto de otros propietarios, sino como alguien que tiene igual acceso a lo común del lenguaje, del afecto, de la producción etc.

Difícilmente puede sostenerse, pues, que el 15-M sea un fenómeno meramente emocional desprovisto de pensamiento y que sólo sirva para destruir el orden existente. Sólo cabe suponer que Bauman se ha dejado llevar por un sentido "vulgar" de la palabra "indignación" definida por el Diccionario de La Real Academia como " Enojo, ira, enfado vehemente contra una persona o contra sus actos" y ha atendido más a la designación periodística del movimiento (los
indignados) que a su realidad. Efectivamente, lo que está ocurriendo en las calles y plazas de medio mundo en los últimos meses, y con particular intensidad en las de España, es un auténtico experimento de producción política de pensamiento que contrasta con el desierto intelectual y moral en que se mueve el agonizante discurso del poder. La palabra pública tal y como se profiere y se utiliza en las asambleas abiertas es un medio privilegiado de producción de "nociones comunes", de ideas adecuadas y verdaderas que van, precisamente, más allá de la pasión y de la emoción individual o colectiva. En los espacios del 15-M está renaciendo un espacio público que el neoliberalismo había destruido junto a la propia política. Un espacio público donde el contraste organizado de puntos de vista, la necesidad de argumentar lo que se afirma ante un auditorio diverso e imprevisible, la necesidad de contradecir mediante argumentos etc. generan racionalidad.

Esta racionalidad surge, sin embargo, a partir de una palabra que, al no ser proferida por grandes expertos ni sabios reconocidos podría considerarse de poco peso. Sabemos, no obstante, desde la antigüedad -y Hannah Arendt nos lo ha recordado en toda su obra- que no existe un saber de la política, una ciencia de la cosa pública que unos posean y que se imponga a todos como una verdad. Sólo han llegado a pretender gobernar sobre la base de este saber regímenes como el absolutismo y su avatar liberal; por lo demás sin demasiado éxito. La única racionalidad, la única verdad de la política surge del debate público entre singularidades cualesquiera. Esto es algo que Maquiavelo y Spinoza ponen en el centro de su teoría de la democracia: una asamblea siempre tiene menos posibilidades de equivocarse gravemente que un sólo individuo porque en ella las distintas pasiones se moderan y llegan a abrirse paso las nociones comunes. Por ello la democracia, o cualquier forma de gobierno que se rija por el principio democrático es más estable y menos pasional que una monarquía donde sólo el monarca tenga el poder decisorio. Por esta razón también el único régimen estrictamente absoluto, el más libre de influencias externas y menos propenso a las pasiones tristes, no es la monarquía mal llamada "absoluta" basada en la decisión exclusiva del monarca, esto es fundamentalmente en las emociones del monarca, sino la democracia, en cuanto es capaz de enraizar en una racionalidad colectiva. Frente a las teorías absolutistas de un poder basado en el saber trascendente de uno o de unos pocos, el Spinoza del
Tratado Teológico-Político sostenía lo siguiente a propósito de la potencia racional que es a la vez efecto y principio de la democracia: "en la democracia son menos de temer las órdenes absurdas que en otros gobiernos, pues resulta casi imposible que la mayoría de una gran asamblea dé su aprobación a un absurdo. Además, el fundamento y el objeto de este régimen es, como hemos demostrado también, poner coto a los desarreglos de los apetitos y mantener a los hombres cuanto sea posible en los límites de la razón, a fin de que vivan juntos en paz y concordia; pues si se retira este fundamento, todo el edificio acabará necesariamente por derrumbarse." La multitud, su supuesta liquidez, su insumisión a la regla de la uniformidad y del uno, que tanto parece temer Bauman, no son, así, causas de la irracionalidad ni del imperio de la emoción sino auténticos instrumentos de construcción de una racionalidad común.

Por la razón antes señalada, tampoco puede decirse que el 15-M carezca de organización ni de programa. Lo que ocurre es que su organización se genera y reproduce al ritmo mismo del debate y de la movilización colectiva. Su programa es perdurar como nueva figura de la democracia. No es proponer al poder que cambie tal o cual aspecto de su ejecutoria. A pesar de que las primeras reivindicaciones del movimiento proponían al poder un cambio en las formas de representación a través, por ejemplo, de una nueva ley electoral, el lema central del movimiento, "no nos representan", ha ido cargándose de un juevo contenido mucho más radical. Ya no se trata de pedir que nos representen mejor: lo que se ha comprobado es que el espejo de la representación está roto, hecho añicos y que es imposible recomponerlo. Al poder capitalista neoliberal ya no hay mucho que proponerle. Lo que queda es que el trabajador colectivo, cognitivo, precario, migrante que se congrega en las plazas haga lo que mejor sabe hacer: comunicarse y organizarse como nueva comunidad política en éxodo respecto del mando del capital. Las manifestaciones y ocupaciones del 15-M al 15 de octubre y las que seguirán son demostraciones de vida y de racionalidad frente a un poder vacío. Sorprende que un gran analista del presente como Zygmunt Bauman haya olvidado el pasado reciente de su propio país o el de la Alemania del Este donde el principio del fin de esa caricatura del capitalismo que fue el "socialismo real" lo marcaron unas grandes manifestaciones ignoradas por unos gobernantes que las consideraban carentes de pensamiento y de programa.

(*) John Brown es autor del libro 'La dominación liberal'

jueves, 20 de octubre de 2011

Democracia, constitucionalismo y crisis / Gerardo Pisarello *

La agudización de la crisis ha colocado a la democracia en el centro de una áspera disputa. En Nueva York y Atenas, en El Cairo y en Madrid, en Marsella, Londres, Barcelona o Reikavik, miles de jóvenes precarios, trabajadoras y trabajadores despedidos, maestros, pensionistas, personas hipotecadas e inquilinos expuestos al desahucio, artistas, migrantes, periodistas e internautas, vecinos afectados por la privatización o el deterioro de la sanidad, la educación, el agua o el transporte, denuncian la degradación de la vida política y económica. Afirman que no quieren ser “una mercancía en manos de políticos y banqueros”. Y exigen, en un grito que atraviesa el planeta: “¡Democracia real ya!”.

Esta demanda democratizadora contrasta de manera visible con el desconcierto o la pasividad de las clases gobernantes. En su boca, la democracia continúa presentándose como el más legítimo de los regímenes políticos. Mientras tanto, el grueso de los elementos con los que ésta suele identificarse –el gobierno de las mayorías, el pluralismo político, la protección de las minorías vulnerables, la vigencia de libertades públicas amplias- se encuentra en crisis. Decisiones cruciales para la seguridad material y la autonomía de amplios sectores de la población son adoptadas por grupos privados carentes de legitimidad electoral o de control ciudadano alguno. Entidades financieras, grandes inversores, oligopolios informativos, agencias de calificación de deuda, empresas transnacionales, concentran un poder inédito, capaz de colonizar partidos, parlamentos y tribunales y de reducir consignas como las de “una persona un voto” a poco menos que quimeras.

Naturalmente, la percepción de estos fenómenos está condicionada por la idea de democracia que se profese. Las concepciones liberal-tecnocráticas dominantes, de hecho, minimizan esta distancia entre el ideal democrático y su práctica efectiva. Para ello, suelen reducirlo a una simple técnica de recambio periódico de las élites gobernantes. Esta concepción restrictiva de la democracia, que permite descalificar como demagógica o maximalista cualquier crítica que pretenda mirar más allá de estas premisas, oculta, no obstante, su sentido histórico profundo. Y acaba por dar cobertura a regímenes que, cada vez más, operan como oligarquías isonómicas, es decir, como regímenes controlados por minorías económicas que apenas admiten, de manera selectiva, el disfrute de algunas libertades públicas.

Esta tensión entre democracia y oligarquía, o si se prefiere, entre Constitución democrática y Constitución oligárquica, no es desde luego nueva. Fue lúcidamente entrevista por pensadores como Aristóteles y atraviesa la historia de la humanidad desde la antigüedad hasta nuestros días. En ella no faltan, al igual que hoy, teorías y prácticas empeñadas en despojar al principio democrático de su componente igualitario y emancipatorio, marginándolo o reduciéndolo a una pieza inofensiva de la organización social. Estos intentos se han presentado bajo diferentes ropajes. Como necesario antídoto contra la “tiranía de las mayorías”. Como defensa de la Constitución mixta frente a la Constitución popular, siempre expuesta a los “humores de la multitud”. O simplemente como una apuesta por la democracia limitada, moderada, frente a la extremista democracia pura o absoluta. Dispuestos a ganar el sentido común, estos argumentos han intentado cubrirse con la bandera de la moderación, del rechazo a la hybris, al exceso. Pero han dado voz, invariablemente, a temores e intereses exaltados, vinculados a posiciones elitistas y a plutocracias de diverso signo.

Que para identificar esta persistente corriente antidemocrática se evoque a Termidor no es baladí. Termidor fue el mes –según el calendario revolucionario francés- en que tuvo lugar el golpe de Estado de 1794 contra el movimiento democrático que surgió de la caída de la Monarquía y de la proclamación de la República. Dicho golpe supuso la interrupción de un proceso vigoroso de lucha por la extensión de los derechos políticos y sociales de la población, comenzando por sus miembros más vulnerables. Desde entonces, Termidor ha quedado identificado con los procesos de desdemocratización realizados en nombre de la gran propiedad y del gobierno de los notables (y a veces, también, con la degradación burocrática y despótica de las reacciones contra otras tiranías o plutocracias).

De ahí su importancia en los tiempos que corren. Y es que la llamada globalización neoliberal, el capitalismo financiarizado al que ha dado lugar, también podrían considerarse el último capítulo de un largo Termidor. De una honda recomposición en las relaciones de poder que, apelando al ideal democrático, ha acabado por desnaturalizarlo en beneficio de un orden constitucional con fuertes componentes oligárquicos. Esta contrarreforma tiene una fuerza innegable. Pero no es inevitable ni irreversible. Como ocurre con otros conceptos usados en vano, la noción de democracia puede ser rehabilitada, rescatada del naufragio. Para comenzar, si se vincula a su mejor herencia histórica. La que entronca con el constitucionalismo revolucionario de los siglos XVII y XVIII, con el constitucionalismo democrático republicano de entreguerras, en el siglo XX, e incluso con experiencias como las del llamado nuevo constitucionalismo latinoamericano, ya en el siglo XXI. La que va de Efialtes y Aspasia de Mileto a Thomas Paine y Karl Marx, de Flora Tristán y Rosa Luxemburg a Patrice Lumumba y Martin Luther King. Ello nos ayudaría a verla, no ya como un simple mecanismo de renovación de élites, sino como una inveterada tradición emancipatoria. Una de las pocas quizás, capaz de abanderar hoy las exigencias de millones de mujeres y hombres a favor del autogobierno político y económico de todas las personas y pueblos y de la reproducción sostenible de la vida en el planeta. 

(*) Gerardo Pisarello, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona, es miembro del Comité de Redacción de SinPermiso. 

miércoles, 19 de octubre de 2011

Datos para confirmar la lucha de clases en España / Alberto Garzón Espinosa *

Hay quien piensa que vivimos en el mejor de los mundos posibles y que ya no existen las clases sociales. Piensan que todos somos iguales y que es anticuado hablar de ricos y pobres. Pero yo desde luego impugno ese pensamiento, y no lo hago gratuitamente sino porque los datos apoyan precisamente la posición contraria. No sólo siguen existiendo clases sociales sino que están cada vez más separadas como consecuencia de las políticas llevadas a cabo por los diferentes gobiernos.

En este artículo vamos a repasar varios artículos académicos y bases de datos estadísticas para visualizar cómo la desigualdad de renta y riqueza entre individuos y hogares ha aumentado en España en el período reciente. Además evaluaremos de dónde provienen los ingresos de los diferentes estratos sociales, lo que nos permitirá entender cómo afectan las políticas económicas a la desigualdad. Aprovecharé para sacar algunas conclusiones, en mi opinión cruciales, de política económica.

Para empezar conviene aclarar dos términos parecidos pero no iguales: renta y riqueza. Las rentas son todos los flujos de dinero que entran como ingresos cada período. Los salarios, por ejemplo, son un tipo de renta. Pero también los intereses ganados cada año por tener títulos financieros, los dividendos derivados de las acciones y otros mecanismos financieros similares son parte de las rentas. Por otra parte, la riqueza es un stock y tiene que ver con la cantidad de dinero acumulada en el tiempo. Por ejemplo, una vivienda, bienes materiales como coches y yates, o la propiedad de la tierra es considerada parte de la riqueza.

Distribución de la riqueza
¿Cómo es la distribución de la riqueza en España en términos de hogares para el año 2002? Pues los datos del Banco de España recogidos en el estudio de Davies, J., Sandström, S., Shorrocks, A., y Wolff, E. (2008) reflejan lo siguiente:
El 25% de los hogares más pobres tienen el 2′1% de la riqueza del país. El 50% más pobre tiene el 13′2% de la riqueza. El 75% más pobre tiene el 34.7% de la riqueza. Y el 90% más pobre tiene el 58′1% de la riqueza. Todo ello supone que el 10% más rico tiene el 41′9% de la riqueza. Pero si miramos aún más arriba comprobamos que el 1% más rico tiene el 18′3%; el 0′5% más rico tiene el 13′1%; y el 0′1% más rico tiene el 5′6% de la riqueza del país.
No es una desigualdad elevada si la comparamos con los datos de otros países, especialmente Estados Unidos (donde el 1% de las familias tiene el 32′7% de la riqueza) o Suiza (donde el 1% de las familias tiene el 34′8% de la riqueza). Pero es desde luego un dato que refleja estupendamente cómo la riqueza está fatalmente repartida, por más que nos hayan hecho creer que aquí somos todos iguales. El mismo estudio refleja que el 10% de la población mundial tiene el 70% de la riqueza de nuestro planeta.

Distribución personal de la renta
En lo que se refiere a distribución de la renta hay varias formas de medirla. Las dos fundamentales son la distribución funcional de la renta (que diferencia entre la parte de la renta total de un país que se va a salarios y la parte que se va a beneficios) y la distribución personal de la renta (que diferencia los diferentes tipos de renta que reciben los individuos del país).

Sobre la distribución funcional de la renta ya hablamos en su momento, y puede leerse este artículo que hice con datos de la Comisión Europea, y sabemos que entre 1994 y 2006 la parte de los salarios cayó un 8%. También explicamos aquí la importancia económica que esto tiene y el papel que ha jugado esta dinámica en la gestación de la crisis actual.

Sobre la distribución personal de la renta hay numerosos estudios, todos señalando las mismas tendencias. El más reciente y riguroso es el de Alvaredo, F., y Saez, E. (2009), dos expertos en el ámbito de la desigualdad de ingresos. Este completo estudio ha estudiado la tendencia de la desigualdad de la renta en su perspectiva histórica. Hay un gráfico extraído de dicho trabajo, y lo que señala es que la mayor desigualdad de la renta en este país fue en los años treinta del siglo pasado. Además, se concluye también que la desigualdad crece a partir de los años ochenta y de nuevo, otra vez, a partir de los noventa. Aunque la metodología de cálculo de un tiempo y otro es diferente, los autores señalan que actualmente (2005, pero así son las estadísticas…) padecemos una desigualdad del mismo nivel que la que existía en 1947, en plena dictadura.

Pero puede que nos interese saber qué está pasando en estos últimos veinte años con la participación del ingreso que tienen los más ricos. Hay gráfico es clarísimo al respecto: es el 1% más rico de la población el que se ha beneficiado del crecimiento reciente de la economía española.

La pregunta que nos hacemos casi sin querer en este punto es: ¿y de dónde obtienen los más ricos esos ingresos crecientes? Y en la respuesta tenemos la esencia de la crisis, la explicación de los rescates actuales y el reflejo de lo que es el capitalismo moderno. Ni más ni menos. Es algo que ya se había demostrado para Estados Unidos, Francia y Alemania, pero otro gráfico lo resume bastante bien también para España.

Resulta que los más ricos (el 0′01% más rico, concretamente) ha visto crecer sus ingresos debido a dos factores: el crecimiento de los salarios y, sobre todo, el crecimiento de las ganancias de capital. Las ganancias de capital aquí son los resultados de procedimientos especulativos tales como comprar barato y vender caro títulos financieros (como acciones, por ejemplo). Por lo tanto su nivel tiene mucho que ver con el buen estado del sistema financiero y, por supuesto, con la existencia de oportunidades de inversión razonables (por ejemplo burbujas especulativas).

Cualquiera que ahora mismo tenga dudas que lo piense con tranquilidad. En momentos de euforia financiera, por ejemplo como en los años 2000 con las puntocom o en los años recientes con las subprime, mercados de futuros y demás, son los más ricos los que participan en ese festín. Los ingresos que de aquella fiesta se derivan recaen sobre los participantes, que son aquellos que pueden participar. Por supuesto la mayor parte de la población o no participa o lo hace en cantidades minúsculas (a través de humildes fondos de inversión, por ejemplo). Lo que se puede resumir en que: las finanzas representan a las clases altas de las sociedades modernas. Sus éxitos son los éxitos de los más ricos. Quizás así se entienda mejor el verdadero carácter de los rescates financieros a los acreedores de deuda pública o a los bancos.

Esto es algo que confirma el Banco de España a través de su Encuesta de Presupuestos Familiares (2007). El 40% de los hogares más pobres tenían un 6′7% de activos financieros sobre el total de activos, mientras que el 10% de los hogares más ricos tenía el 16′60%. Pero más aún: los hogares más pobres tenían el 60% de sus activos financieros depositados en cuentas corrientes en los bancos, mientras que sólo un 8′5% en acciones y un 27′80% en fondos de inversión diversos. El 10% de los hogares más ricos, en cambio, tenían sólo el 16′60% de sus activos financieros en cuentas corrientes, y el 32′40% en acciones y el 36′40% en fondos de inversión. Cada producto (cuenta corriente, acciones, fondos de inversión) proporciona diferentes rentabilidades, siendo las acciones y fondos de inversión los más rentables. Eso significa que cada año que pasa, y en ausencia de impuestos progresivos, los ricos se hacen cada vez más ricos porque invierten de forma más rentable.

Esto quedaría mitigado si existieran impuestos progresivos, es decir, que cuanto más rico es uno más contribuye a las finanzas públicas (dinero que se utiliza para proporcionar servicios “más baratos” al resto de la sociedad). Pero aunque eso es así en la teoría, en la práctica resulta que los que cobran más de 600.000 euros pagan un tipo efectivo del 27′4% y los que cobran 120.000 euros pagan un tipo efectivo del 30′2%. Y la explicación reside en que el sistema impositivo español hace que los ingresos derivados de ganancias de capital (de la especulación) paguen mucho menos en impuestos (entre el 19% y el 21%) que lo que son los ingresos derivados del trabajo (que es variable pero con un máximo aproximado del 45%).

Conclusiones políticas
En plata. La mayoría de la población cuyos ingresos provienen fundamentalmente de los salarios paga más impuestos que aquellos que tienen ingresos mixtos y realizan ganancias de capital. Además, en contextos de auge financiero mientras los salarios reales caen (entre 1995 y 2006 cayeron un 6%) las ganancias de capital se multiplican. Se incrementa la desigualdad y los mecanismos del Estado para redistribuir pierden efectividad porque los gobiernos (PP y PSOE) han desactivado la mayoría o los han deteriorado.

El sistema económico capitalista se caracteriza por tener una tendencia inherente hacia el incremento de la desigualdad (por el diferente lugar que ocupan las personas en la actividad productiva), pero el Estado tiene mecanismos para mitigar eso y evitar tanto estallidos sociales como crisis económicas. En los últimos veinte años tanto el PP como el PSOE han rebajado los impuestos, especialmente a los ricos, y han tolerado mecanismos de evasión fiscal como los paraísos fiscales. Eso ha dañado enormemente las finanzas públicas, dejándolas indefensas ante la crisis, pero también ha permitido que la desigualdad crezca sin límites. Los muy ricos se han hecho cada vez más ricos. Y por supuesto lo han hecho poniendo en riesgo el sistema en su conjunto, que finalmente ha terminado por entrar en crisis. Una crisis que ahora, paradójicamente, están pagando los que menos se han beneficiado de los llamados períodos de “bonanza económica”.

Controlan los medios de comunicación, que son conglomerados financieros, y nos hacen creer que somos todos iguales. Pero es mentira, y los datos están ahí para quien quiera verlos. Sólo la presión social y la búsqueda de soluciones colectivas, previa concienciación de la situación, puede hacer que cambiemos el rumbo de esta sociedad.

(*) Economista de ATTAC y candidato de IU en las elecciones generales