lunes, 21 de noviembre de 2011

La economía productiva: la gran ausente del debate electoral / Carlos Berzosa *

Los debates económicos que se están produciendo en la campaña electoral, por los dos partidos mayoritarios, se centran en debatir si lo que hay que llevar a cabo son políticas de austeridad para reducir el déficit, o si hay que relajar tanto el ajuste como la velocidad de reducción del déficit. 

También se hace referencia a los impuestos, la derecha, aunque de momento no se atreve a proclamarlo, considera que hay que disminuirlos, mientras que el candidato socialista plantea la necesidad de subir los impuestos a los ricos, algo que varios economistas desde estas columnas venimos preconizando hace tiempo. Bienvenidas sean de todos modos estas propuestas, aunque llegan algo tarde. La coalición Izquierda Unida sí que hace proposiciones más progresistas, acerca de los impuestos, el gasto público y actuaciones hacia los mercados financieros.

La derecha mantiene la falacia de que bajar impuestos puede ser un estimulante económico, debido a que ello supondrá el aumento de la renta disponible por lo que las economías domésticas aumentarán el consumo, lo que supondrá un acicate para la recuperación de las ventas de las empresas y como consecuencia se creará empleo. 

La reducción de impuestos proclamada que beneficiará a los ricos más aún, supondrá ajustes presupuestarios más duros de los que ya se llevan a cabo actualmente para reducir el déficit, y provocará un aumento de la desigualdad. Hay que tener en cuenta de que disminuir impuestos no supone necesariamente el aumento del consumo, y lo que sí es evidente es que los recortes del sector público afectan muy negativamente a la demanda efectiva. Este efecto en el descenso de la actividad económica es muy superior al impacto, presumiblemente favorable, que pueda tener la bajada de los impuestos.

La idea que tratan de extender, por todos los medios de comunicación a su alcance, de que la reducción de los costes laborales, con bajadas de salarios, abaratamiento del despido, son un acicate para que los empresarios puedan generar empleo, resulta a todas luces falsa. El problema para crear empleo reside no solamente en las políticas macroeconómicas que se aplican, que no cabe duda de que son importantes, sino en la evolución de la estructura productiva. El problema del desempleo tan elevado en nuestro país no es consecuencia del mercado laboral existente, ni en el exceso de contratos que se dan, sino en el comportamiento de la economía real.

Ha habido escasas referencias a la economía real en el debate electoral, siendo como es precisamente esta actividad económica de donde tiene que venir la recuperación, y que es la que explica, en gran parte, los graves problemas por los que pasa la economía española. Hay que señalar que, por lo que a mí respecta, solamente he escuchado en el debate de televisión de los cinco candidatos hablar de investigación y transferencia de tecnología a unos de ellos, en concreto al representante del PNV. Si bien en su conjunto, a mi juicio, Gaspar Llamazares estuvo el mejor de todos ellos, planteando los problemas candentes de la sociedad actual, en concreto, entre otros, el de la corrupción.

Resulta evidente que la política económica es fundamental, ya he hecho referencia en otras ocasiones a lo nefasto que puede llegar a ser la aplicación de las políticas de ajuste para la recuperación y para la igualdad en derechos y oportunidades, así como la existencia un sector público de la dimensión del español, muy inferior a otros países desarrollados, y la vigencia de un sistema fiscal regresivo y con tanto fraude, pero un hecho evidente que hay que tener en cuenta es en que se basa el crecimiento económico y el tipo de desarrollo que se está dando. 

El crecimiento español en las últimas décadas, así como la creación de empleo, se ha sustentado en gran parte en el sector de la construcción, y en todas aquellas empresas que de alguna forma se encuentran estrechamente ligadas al mismo. Una expansión que creó demasiadas ilusiones, como el de España va bien, o de que una vez superada Italia en renta por habitante, se iba a pasar a Francia. 

La burbuja especulativa enriqueció a muchos, al tiempo que supuso el encarecimiento de los pisos, generó un auge urbanístico desordenado, y significó elevados costes ecológicos. Mientras esto sucedía, la economía española padecía un gran déficit comercial, y perdía productividad frente a los países de la Unión Europea. No se atendía suficientemente la investigación, desarrollo y transferencia de tecnología.

De manera, que se ha estropeado el principal motor de crecimiento y de creación de empleo, y aunque hay otros, no cabe duda de que el reto principal que tenemos ante nosotros es el cambiar el motor principal, lo que significa apostar por ganar en productividad, pero no bajando salarios, sino en innovar en la tecnología de los medios de producción, mejorar la cualificación de la mano de obra y la organización del trabajo, e impulsar la novedad de los bienes de consumo. Es cierto de que este es un proceso a medio y largo plazo, pero si no se empieza ya siempre estaremos lamentándonos de no haber realizado los deberes a su debido tiempo. El hecho por lo que debemos preocuparnos no es que no se inicie ese camino, sino que se va en dirección contraria con los recortes a la educación e investigación.

No se puede confiar la posible recuperación en el turismo, o una vez más en la construcción, sino en conseguir una economía en la que el conocimiento predomine sobre la especulación y el enriquecimiento rápido y fácil. El Partido Popular, que tiene toda la probabilidad de ganar el 20-N, dice poco sobre la economía, pero lo que plantea, o lo que está haciendo en las Comunidades en las que gobierna, es muy preocupante para el futuro que nos aguarda.

Los mercados siguen atacando a las economías que se muestran más vulnerables y ni las políticas de ajuste, ni los cambios en la Constitución, ni los gobiernos de un color o de otro, sirven para calmarles. La lección no se quiere aprender pero hacen falta actuaciones a escala global, dentro de la Unión Europea, y en el marco de los Estados, muy diferentes a las que se han estado haciendo. Desde luego lo que queda claro es que las propuestas de la derecha no son solamente una opción desde el punto de vista económico, sino que son un grave error.

(*) Catedrático de la Facultad de Economía de la Universidad Complutense y miembro del Consejo Científico de ATTAC

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