sábado, 31 de diciembre de 2011

viernes, 9 de diciembre de 2011

Las aterradoras intenciones de los tecnócratas de la eurozona / Ann Pettifor y Douglas Coe *

A medida que la economía mundial trata sin éxito de recuperarse, pues de lo contrario amenaza con implosionar, estamos siendo testigos de un desarrollo político y social en Europa profundamente alarmante, aunque fuera inevitable. Es importante que entendamos y nos preparemos para las implicaciones que deparan los acontecimientos recientes.

La buena noticia es que los políticos y los responsables políticos en la OCDE y la UE están forzados finalmente a reconocer la escala del desastre económico que amenaza la estabilidad social y política. La mala noticia es que esto no está conduciendo a una mejor comprensión de la crisis, o al menos a admitir sus causas.

Contrariamente, se sigue representando la crisis estrictamente como una crisis de deuda soberana, y no como una crisis del privado y liberalizado sistema bancario. En lugar de reconocer que el aumento de deuda soberana es resultado y síntoma de una crisis en el sector financiero privado, los responsables políticos de la UE continúan culpando a la deuda pública como la causa. Las defectuosas políticas para reducir la deuda pública, que incluso la están incrementando, son ahora la constante en el discurso público. Mientras tanto, la crisis en el sistema bancario privado se sigue ignorando –así como la amenaza inminente de bancarrotas.

Como resultado, la crisis económica y financiera global que comenzó en agosto de 2007 se ha intensificado. Sigue lejos de resolverse justamente porque sigue estando sin explicación. El 14 de noviembre de 2011, como prueba ante la comisión de finanzas del parlamento alemán, el presidente del Bundesbank Jens Weidmann "atribuyó la culpa a la crisis de confianza de los políticos de la Eurozona" según Der Spiegel.

Debido al errado diagnóstico y al mal punto de enfoque de los influyentes tecnócratas y responsables políticos, los 'remedios' económicos aplicados solo sirven para prolongar y agravar esta crisis.

No hay que dejarse engañar, la situación se está deteriorando severamente. De acuerdo con The Economist, el número de desempleados de entre 15 y 24 años dentro de la OCDE –los países más ricos del mundo- es más alto que nunca desde que la organización comenzó a recoger datos en 1976:

•    En España, el desempleo está en 5 millones, o el 21,5% de la fuerza de trabajo (a pesar de la repatriación de miles de inmigrantes latinos sin trabajo). Entre los jóvenes, el desempleo representa un asombroso 46,2%.

•    En Irlanda, encumbrada como historia de un éxito, la tasa de desempleo se ha triplicado hasta el 14,2% desde la peor crisis bancaria en Europa y el subsiguiente colapso del boom inmobiliario en 2008. Y ello a pesar del hecho de que la emigración es ahora la más importante desde el siglo XIX, con una estimación de 100 irlandeses dejando el país cada día.

•    La tasa de desempleados en Grecia alcanzó el récord del 18,4% en agosto, cuando el número de desempleados creció casi un 50% durante el año, a 907.953. Los jóvenes griegos continúan siendo los peor parados, con un desempleo del 43,5% para la categoría de 15 a 24 años, el doble que hace tres años.

•    En EEUU, a pesar de una menor vigorosidad en la aplicación de la austeridad, la tasa oficial de desempleo es del 9%, más del doble que la anterior a la crisis, en 2007, que fue del 4,4%. Pero estas estadísticas no incluyen los trabajadores que se han desanimado en la búsqueda de empleo, o los que trabajan a tiempo parcial cuando preferirían trabajar a tiempo completo. Si esos se incluyeran, según la Oficina de Estadísticas del Trabajo (citado en la web de Bond Vigilantes) "11,4 millones de estadounidenses no tienen ingresos, no pagan impuestos sobre la renta y no contribuyen en la producción de bienes y servicios". Casi el 15% de los ciudadanos de EEUU (45,8 millones) utilizan cupones de alimentos. 


Ahora mismo la atención está puesta en la Eurozona. Su mal concebida unión monetaria –modelada como el patrón oro de los años 20, que imponía similares restricciones a la soberanía de los gobiernos– ha comenzado a desmoronarse. Simultáneamente proliferan las crisis de deuda soberana. Pero esas son, repetimos, meros síntomas, no causas.

Afirmamos una vez más: la crisis no es de deuda soberana. En lugar de eso se trata fundamentalmente de la bancarrota del sistema financiero privado globalizado, y la implosión de las impagables deudas contraídas a lo largo de treinta años por bancos privados y otras instituciones financieras.

Como consecuencia, la globalización –un sistema financiero liberalizado que ha favorecido a los poderosos– está implosionando. Y la culpabilidad de ello se centra –tanto por parte de los tecnócratas como de políticos– no sobre los bancos centrales, los creadores de las políticas y los banqueros privados, sino en los débiles. Del mismo modo en que los países ricos de la Eurozona culpan a las economías de la periferia más pobres, nos viene a la cabeza un paralelismo: el Capitán del Titanic aferrado a los restos de barco, culpando por su destino a las víctimas que se están ahogando.

Con este erróneo enfoque viene la aparente y aterradora intención de las autoridades de hacer tragar la mala "medicina" –la austeridad– en las gargantas de la victimas europeas, y hacerlo a expensas de la democracia.

Este proceso comenzó, por supuesto, en Grecia. Si damos crédito a los rumores, ante la amenaza de un golpe militar, el Primer Ministro Papandreu puso el destino de su país en las manos de su gente a través de un referéndum, siguiendo la línea trazada por el Presidente de Islandia. Los "mercados" y los políticos del oeste se subían por las paredes. Se sacó a Papandreu y se nombró a ese constructo orweliano llamado gobierno de unidad nacional. El gobierno lo conduce Lucas Papademos, un antiguo banquero del BCE quien dijo una vez que "los beneficios macroeconómicos y microeconómicos por introducir el euro en Europa y Grecia son numerosos". La coalición que el señor Papademos dirige "incluye cuatro autoproclamados racistas, entre los cuales algunos neo-fascistas y un neo-nazi de cierto renombre" según escribe Yanis Varoufakis.

Como hemos argumentado y predicho repetidamente, particularmente en nuestro reportaje The economic consequences of Mr Osborne (julio 2010), la austeridad o "consolidación fiscal" no rebaja la deuda, más bien la incrementa. La austeridad no estimula la actividad económica, la deprime –tal y como se hace evidente allá donde se practica. La peligrosa imposición de políticas de austeridad ha intensificado la crisis financiera y puede conducir finalmente a una forma moderna de fascismo, como Gideon Rachman advirtió recientemente en el Finantial Times:

"Marine Le Pen, del partido de extrema derecha National Front, tendrá un gran impacto en las elecciones presidenciales de Francia en 2012, aunque probablemente no gane. En Holanda el gobierno está apoyado por votos del Freedom Party (Partido de la Libertad) liderado por Geert Wilders, que está situado en segunda posición en las encuestas. La extrema derecha austríaca Freedom Party está empatada con el partido gobernante People's party (Partido Popular). En Finlandia el nacionalista True Finns (Verdaderos Finlandeses) continúa ganando terreno y obtiene fácilmente el 20% en las encuestas.

Imaginen que el panorama político europeo se pareciese a un comienzo de colapso bancario, que la gente perdiera sus ahorros y sus trabajos, y que hubiese otra profunda depresión. En este punto los votantes estarían suficientemente desesperados y desilusionados como para votar a partidos extremistas en amplio número."

La idea de "tecnócrata" está concebida para tranquilizar. Nos quieren hacer creer que estos individuos tienen una maestría sobre asuntos económicos que está más allá de las habilidades e inteligencia de las víctimas de la crisis financiera privada –la gente ordinaria y sus representantes democráticos. Con la aceptación del gobierno de los "tecnócratas", debemos tener por seguro que se aplicarán políticas para estabilizar los mercados, para evitar la destrucción de empleo, las quiebras bancarias o la pérdida de ahorros. Sin embargo estos son precisamente los mismos funcionarios y autoridades responsables de la liberalización financiera en curso que desencadenó la quiebra bancaria en 2007, el aumento del desempleo y la pérdida de ahorros. Estos son los desprevenidos tecnócratas que no fueron capaces de predecir el colapso global, que han actuado sólo en interés de los amos financieros a expensas de las víctimas, y que ahora se están instalando en las más altas esferas políticas europeas prescindiendo del mandato del pueblo.

En realidad estos tecnócratas han operado en la maquinaria de la Haute Finance (altas finanzas) a todo nivel, tanto en el sector privado financiero como en las estructuras de gobierno correspondientes. Ahora, en el nivel más alto, están representados los intereses de los banqueros, incluyendo Goldman Sachs, el banco conocido por el "Vampire Squid" ("calamar vampiro"), su codicia y su control sobre las mentes de responsables políticos.

•    Mario Monti, nombrado apresuradamente senador vitalicio para que pudiese tomar el puesto como Primer Ministro italiano, ha co-dirigido la Comisión Trilateral, siendo un miembro destacado del exclusivo Bilderberg Group de economistas y asesor de Goldman Sachs y Coca Cola.

•    Mario Draghi, gobernador del Banco Central Europeo es un ex-ejecutivo de Goldman Sachs. 


•    Lucas Papademo, primer ministro griego, es ex-vicepresidente del BCE y dirigió el Banco Central de Grecia, trabajando con Goldman Sachs para idear complejos instrumentos derivados que disimulasen el tamaño de la deuda de su gobierno y permitirle así entrar en el euro.

La idea que esta gente sirve al bien común de la sociedad es una clase de engaño de lo más peligroso e injusto. Peligroso debido a la probable reacción del público como resultado de su errado diagnóstico de la crisis y su determinación para imponer la "medicina" equivocada de la austeridad a víctimas inocentes de la crisis.

Con el fracaso de la austeridad completamente patente, los tecnócratas continuarán desviando toda responsabilidad o culpa. Pese al reconocimiento del fracaso del diagnóstico y la estrategia de los banqueros y economistas, los tecnócratas seguirán culpando a los políticos, pensionistas y sindicatos por no implementar la estrategia de la austeridad con suficiente contundencia.

Entretanto se van armando de argumentos en contra de quienes cuestionan la valía de las políticas de austeridad. La más reciente es la idea de los problemas "estructurales" inherentes, que no es otra cosa que el sistema de bienestar social, un razonable horario laboral, salarios y condiciones de vida de los países de la UE. Todo ello se sostiene, por lo que parece, por estar en camino de resolver una crisis bancaria privada con una deuda excesiva e impagable: una crisis que amenaza ahora con la bancarrota de bancos por todo el mundo. En el caso de Grecia e Italia, la retórica dirigida a los pensionistas, los desempleados y los pobres es el racismo y el imperialismo.

Como Lord Skidelsky nos recordaba, la misma ortodoxia que conducía las políticas de austeridad al comienzo de los años 30 en occidente orientaron las acciones del gobierno de 1931 en la Alemania de Bruning. Estas políticas cimentaron el camino al ascenso del nazismo. Las políticas de austeridad –con la vigorosa oposición de Keynes– fueron el último golpe para una Alemania aplastada por la derrota y el desastroso ciclo de auge y depresión que siguió al país tras la vuelta al patrón oro entre 1924 y 1931. Las reparaciones fueron fácilmente sorteadas por una ingente cantidad de préstamos provenientes de instituciones financieras de todo el mundo, de una manera que ni el mismo Keynes pudo anticipar. Fueron estas políticas financiera y fiscal las que llevaron a Hitler al poder. Él fue la elección de los tecnócratas y fue asesorado en cada paso por Hjalmar Schacht, el Presidente del Reichbank y ministro de economía hasta 1937. Schacht fue el amigo cercano y confidente del equivalente a lo que hoy sería el "grupo de Frankfurt": Monstagu Norman, luego gobernador del Banco de Inglaterra, y Benjamin Strong, el jefe de la Reserva Federal.

A pesar de este precedente histórico alarmante, hay otro paralelismo más esperanzador.

Quizás podría ser igualmente instructivo, para el día de hoy, la suspensión de la democracia británica en septiembre de 1931, cuando el Gobierno Nacional reemplazó a la coalición laborista de 1929. Este gobierno abandonó silenciosamente la austeridad y procedió a adoptar lentamente medidas promovidas por las fuerzas progresistas –sin olvidarnos de Keynes– que ignoraban o renegaban de las políticas del anterior gobierno. El Gobierno nacional liberó a Gran Bretaña de las cadenas del patrón oro, procediendo a una política de expansión monetaria y más silenciosamente a expandir la política fiscal.

Es posible que los tecnócratas gobernantes en Grecia e Italia sigan estos ejemplos y hagan lo mismo, distanciándose gradualmente de sus propias recetas fallidas de austeridad. Sin embargo, a la vez que ellos mismos deben darse cuenta de que el presente curso es un desastre –y ya hemos visto horrendas contorsiones políticas por parte, por ejemplo, de la OCDE– los tecnócratas no quieren exponerse a un desprestigio ante la situación, permitiendo políticas progresistas lideradas por una verdadera oposición democrática, porque esto alteraría el status quo.

Después de todo, la mayor amenaza para el orden establecido es que las verdaderas fuerzas representativas tomen el control de su propio destino en la calles de Atenas, Milán, Nueva York o Londres. Esto pondría en marcha una reinstauración democrática, políticas para una sociedad más próspera y justa, y el desmantelamiento del orden establecido actual.

Mientras esperamos esa reinstauración, el demonio debe ser servido a toda costa, llevando al mundo si ninguna duda por una senda peligrosa.
(*) Ann Pettifor y Douglas Coe son especialistas en temas económicos relacionados con la deuda. Ambos escriben en primeeconomics.org

martes, 6 de diciembre de 2011

Alemania pretende dominar las economías de la Unión Europea / Manuel Castells *

Según el Daily Telegraph el Gobierno británico prepara planes de evacuación de sus ciudadanos de países del sur de Europa en caso de explosiones sociales subsiguientes a la desintegración del euro. Bancos y empresas multinacionales elaboran simulaciones sobre el fin del euro. El ministro alemán de Finanzas ha dicho que podría ser necesario crear un euro nórdico con países que sigan políticas fiscales semejantes a Alemania. 

The Economist prevé que "si no hay un cambio dramático de actitud por parte del Banco Central Europeo y los líderes europeos la moneda única podría desintegrarse en un plazo de semanas". El apocalipsis financiero tiene fecha: el 9 de diciembre, día de la cumbre europea para tratar de la crisis.

La cuestión es si el BCE interviene comprando deuda pública de los países en riesgo de quiebra o emitiendo eurobonos respaldados por los países participantes en el euro. Ni el BCE ni Alemania están por la labor y el bloqueo continúa. El BCE sigue priorizando el control de la inflación en una economía moribunda. Aunque Draghi redujo la tasa de interés primaria, aún está más alta que a principios del 2011.

La cabezonería del BCE resulta de una ideología económica que olvida que lo principal para poder pagar es que las economías crezcan. Y para eso es necesario un equilibrio entre rigor y estimulo fiscal. Pero la razón del bloqueo del BCE es la política alemana de rechazar financiamiento público de absorción de la deuda. Dicha actitud, que está matando al euro, tiene motivaciones de política interna, con una opinión pública alemana tan soliviantada contra los "dispendiosos europeos del sur" como ignorante de que gracias al euro pueden exportar a esos países y sus bancos hacen negocio prestándoles para que compren. Pero hay algo más en juego. 

Se trata de dominar a las economías y, por tanto, a los países de la Unión en función de los criterios económicos, y en definitiva sociales, definidos por Alemania. Es decir homogeneizar el espacio europeo a partir de los intereses germanos. Incluyendo cambiar la Constitución de países, tal y como hizo un servil Zapatero, acatando ordenes de Merkel. Merkel juega una partida de póquer llegando al límite para conceder un acuerdo de última hora a cambio de garantías sancionables de que todos los europaíses se comprometan a seguir sus dictados. 

Mientras, Sarkozy intenta posicionarse como proeuropeo para apuntarse el tanto de que convenció a su Angela. Piensan que así las deudas de Italia, España, Portugal, Irlanda y Grecia estarían garantizadas y los mercados frenarían su apuesta especulativa sobre la quiebra de países enteros y el fraccionamiento del euro.

Ocurre, sin embargo, que esa interpretación limita los cálculos de inversores a la pura especulación. Los datos muestran que la inversión se orienta fundamentalmente por las perspectivas de crecimiento económico. Y con una previsión de caída del 2% del PIB en la zona euro en el 2012, la consolidación de la deuda no es suficiente para atraer inversión. 

Una recesión quiere decir más paro, aumento de prestaciones sociales y más déficit. A menos que se ponga en práctica lo que de verdad se esta cociendo: recortes masivos del gasto publico, aun con recesión, como condición para prestar a los gobiernos a fin de que puedan pagar a los bancos. Todo ello bajo la amenaza de retirar la garantía del fondo de estabilización europeo y sumir a países enteros en el caos. 

La partida es fuerte y por ahora Merkel está ganando. Una a una las ovejas descarriadas del Mediterráneo van entrando en el redil de la austeridad germánica so pena de desuello. Pero ni así es seguro que sobreviva el euro. Porque el aumento anunciado del Fondo de Estabilización hasta un billón de euros fracasó porque no pudieron engañar como chinos a los chinos, de quienes se esperaba una jugosa contribución. La respuesta de las economías emergentes en la reunión del G-20 fue que no tenían por qué salvar a Europa. De ahí el intento de que sea el FMI el que preste a corto plazo (hasta 600.000 millones a Italia). 

El FMI no tiene suficiente dinero. Lo tendría que conseguir de los emergentes a cambio de incrementar el poder de esos países en el Fondo. Larga negociación mientras la economía se hunde. Y como ya nadie se fía de la deuda pública europea, hasta la ultima emisión de deuda alemana la semana pasada fracasó en los mercados.

Los condicionamientos políticos de los avales del BCE y el Fondo de Estabilización no los hacen creíbles en el mercado financiero generando una incertidumbre que va secando el crédito internacional a bancos y gobiernos y podría conducir a quiebras en cadena a corto plazo. 

Como la quiebra de algunos bancos europeos y españoles parecía inminente, los seis grandes bancos centrales han intervenido conjuntamente para inyectar liquidez en dólares, la divisa más demandada, en el mercado interbancario dando oxígeno a la banca mientras los políticos negocian.

Con este panorama, la inefable ministra de Economía en funciones sigue insistiendo en que España es solvente y que el Fondo europeo es suficiente, contra toda evidencia, como hizo Zapatero. Y tal vez esto es lo más nocivo de la situación que vivimos. Se mantiene a los ciudadanos al margen de lo que de verdad está pasando y no se les informa de qué alternativas tienen, so pretexto de que no cunda el pánico.

Pues sepan que es posible la desintegración del euro, que en ese caso sus ahorros en euro-pesetas se devaluarían en 40% y que se impondrían controles de cambios y restricciones de disponibilidad bancaria. Los ricos y las grandes empresas ya han hecho sus provisiones al respecto, cambiando en divisas o en oro o exportando capital. Pero el ciudadano de a pie sigue en la oscuridad y sin poder proteger su menguante peculio por falta de instrumentos. 

Y mientras tanto agoniza la economía real y se juega una peligrosa partida de poder en la que el euro es un arma de dominación.

(*) Sociólogo y profesor universitario

sábado, 3 de diciembre de 2011

La gran regresión / Ignacio Ramonet

Está claro que no existe, en el seno de la Unión Europea (UE), ninguna voluntad política de plantarle cara a los mercados y resolver la crisis. Hasta ahora se había atribuido la lamentable actuación de los dirigentes europeos a su desmesurada incompetencia. Pero esta explicación (justa) no basta, sobre todo después de los recientes “golpes de Estado financieros” que han puesto fin, en Grecia y en Italia, a cierta concepción de la democracia. Es obvio que no se trata sólo de mediocridad y de incompetencia, sino de complicidad activa con los mercados.

¿A qué llamamos “mercados”? A ese conjunto de bancos de inversión, compañías de seguros, fondos de pensión y fondos especulativos (hedge funds) que compran y venden esencialmente cuatro tipos de activos: divisas, acciones, bonos de los Estados y productos derivados. 

Para tener una idea de su colosal fuerza basta comparar dos cifras: cada año, la economía real (empresas de bienes y de servicios) crea, en todo el mundo, una riqueza (PIB) estimada en unos 45 billones (1) de euros. Mientras que, en el mismo tiempo, a escala planetaria, en la esfera financiera, los “mercados” mueven capitales por un valor de 3.450 billones de euros. O sea, setenta y cinco veces lo que produce la economía real...

Consecuencia: ninguna economía nacional, por poderosa que sea (Italia es la octava economía mundial), puede resistir los asaltos de los mercados cuando éstos deciden atacarla de forma coordinada, como lo están haciendo desde hace más de un año contra los países europeos despectivamente calificados de PIIGS (cerdos, en inglés): Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España.

Lo peor es que, contrariamente a lo que podría pensarse, esos “mercados” no son únicamente fuerzas exóticas venidas de algún horizonte lejano a agredir nuestras gentiles economías locales. No. En su mayoría, los “atacantes” son nuestros propios bancos europeos (esos mismos que, con nuestro dinero, los Estados de la UE salvaron en 2008). Para decirlo de otra manera, no son sólo fondos estadounidenses, chinos, japoneses o árabes los que están atacando masivamente a algunos países de la zona euro. 

Se trata, esencialmente, de una agresión desde dentro, venida del interior. Dirigida por los propios bancos europeos, las compañías europeas de seguros, los fondos especulativos europeos, los fondos europeos de pensiones, los establecimientos financieros europeos que administran los ahorros de los europeos. Ellos son quienes poseen la parte principal de la deuda soberana europea (2). Y quienes, para defender –en teoría– los intereses de sus clientes, especulan y hacen aumentar los tipos de interés que pagan los Estados por endeudarse, hasta llevar a varios de éstos (Irlanda, Portugal, Grecia) al borde de la quiebra. Con el consiguiente castigo para los ciudadanos que deben soportar las medidas de austeridad y los brutales ajustes decididos por los gobiernos europeos para calmar a los “mercados” buitres, o sea a sus propios bancos...

Estos establecimientos, por lo demás, consiguen fácilmente dinero del Banco Central Europeo al 1,25% de interés, y se lo prestan a países como, por ejemplo, España o Italia, al 6,5%... De ahí la importancia desmesurada y escandalosa de las tres grandes agencias de calificación (Fitch Ratings, Moody’s y Standard & Poor’s) pues de la nota de confianza que atribuyen a un país (3) depende el tipo de interés que pagará éste por obtener un crédito de los mercados. Cuanto más baja la nota, más alto el tipo de interés.

Estas agencias no sólo suelen equivocarse, en particular en su opinión sobre las subprimes que dieron origen a la crisis actual, sino que, en un contexto como el de hoy, representan un papel execrable y perverso. Como es obvio que todo plan de austeridad, de recortes y ajustes en el seno de la zona euro se traducirá en una caída del índice de crecimiento, las agencias de calificación se basan en ello para degradar la nota del país. Consecuencia: éste deberá dedicar más dinero al pago de su deuda. Dinero que tendrá que obtener recortando aún más sus presupuestos. Con lo cual la actividad económica se reducirá inevitablemente así como las perspectivas de crecimiento. Y entonces, de nuevo, las agencias degradarán su nota...

Este infernal ciclo de “economía de guerra” explica por qué la situación de Grecia se ha ido degradando tan drásticamente a medida que su gobierno multiplicaba los recortes e imponía una férrea austeridad. De nada ha servido el sacrificio de los ciudadanos. La deuda de Grecia ha bajado al nivel de los bonos basura. 

De ese modo los mercados han obtenido lo que querían: que sus propios representantes accedan directamente al poder sin tener que someterse a elecciones. Tanto Lucas Papademos, primer ministro de Grecia, como Mario Monti, Presidente del Consejo de Italia, son banqueros. Los dos, de una manera u otra, han trabajado para el banco estadounidense Goldman Sachs, especializado en colocar hombres suyos en los puestos de poder (4). Ambos son asimismo miembros de la Comisión Trilateral.

Estos tecnócratas deberán imponer, cueste lo que cueste socialmente, en el marco de una “democracia limitada”, las medidas (más privatizaciones, más recortes, más sacrificios) que los mercados exigen. Y que algunos dirigentes políticos no se han atrevido a tomar por temor a la impopularidad que ello supone.

La Unión Europea es el último territorio en el mundo en el que la brutalidad del capitalismo es ponderada por políticas de protección social. Eso que llamamos Estado de bienestar. Los mercados ya no lo toleran y lo quieren demoler. Esa es la misión estratégica de los tecnócratas que acceden a las riendas del gobierno merced a una nueva forma de toma de poder: el golpe de Estado financiero. Presentado además como compatible con la democracia...

Es poco probable que los tecnócratas de esta “era post-política” consigan resolver la crisis (si su solución fuese técnica, ya se habría resuelto). ¿Qué pasará cuando los ciudadanos europeos constaten que sus sacrificios son vanos y que la recesión se prolonga? ¿Qué niveles de violencia alcanzará la protesta? ¿Cómo se mantendrá el orden en la economía, en las mentes y en las calles? ¿Se establecerá una triple alianza entre el poder económico, el poder mediático y el poder militar? ¿Se convertirán las democracias europeas en “democracias autoritarias”?

Notas

(1) Un billón = un millón de millones.
(2) En España, por ejemplo, el 45% de la deuda soberana lo poseen los propios bancos españoles, y los dos tercios del 55% restante, los detentan establecimientos financieros del resto de la Unión Europea. Lo cual significa que el 77% de la deuda española ha sido adquirida por europeos, y que sólo el 23% restante se halla en manos de establecimientos extranjeros a la UE.
(3) La nota más elevada es AAA, que, a finales de noviembre pasado, sólo poseían en el mundo algunos países: Alemania, Australia, Austria, Canadá, Dinamarca, Francia, Finlandia, Países Bajos, Reino Unido, Suecia y Suiza. La nota de Estados Unidos ha sido degradada, en agosto pasado, a AA+. La de España es actualmente AA-, idéntica a la de Japón y China.
(4) En Estados Unidos, Goldman Sachs ya consiguió colocar, por ejemplo, a Robert Rubin como Secretario del Tesoro del Presidente Clinton, y a Henry Paulson en esa misma función en el gabinete de George W. Bush. El nuevo presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, fue también vicepresidente de Goldman Sachs para Europa de 2002 a 2005.