jueves, 13 de enero de 2011

La ”sociedad civil”... del gran capital vuelve a la ofensiva / Jaime Pastor

En las últimas semanas, aprovechando la alerta generada por la crisis de la “deuda soberana”, estamos viendo una ofensiva creciente de los grandes “lobbies” capitalistas, ejemplificada en la Declaración y la Propuesta impulsadas por la Fundación Everis, presentadas ante el Rey el pasado 16 de noviembre, y en la reunión este sábado 27 de noviembre de representantes de grandes empresas con Zapatero.

Conviene no dejar pasar iniciativas y actos como éstos, ya que nos encontramos ante un plan estratégico en toda regla que amenaza con intensificarse en los próximos meses (la Fundación Transición Española anuncia ya un seminario para proponer la reedición de los Pactos de la Moncloa...) y a la que urge responder en todos los planos, incluyendo entre ellos el cada vez más importante de las ideas fuerza en torno a las interpretaciones de la crisis, de quiénes son sus verdaderos responsables y de la necesidad y/o la posibilidad de otra política a favor de una salida de izquierdas.

Aquí sólo se apuntan algunos de los rasgos más sobresalientes de lo abordado esos encuentros con el fin de llamar la atención ante la tarea que tenemos por delante. Porque lo más dramático es que esa agresividad capitalista contrasta con la posibilidad abierta que tenemos de demostrar ante la población, con ejemplos como el fracaso del “milagro irlandés” (y el intento de “rescate” que busca una nueva socialización de pérdidas), que más neoliberalismo y más despotismo oligárquico no sólo conducen a mayores injusticias de todo tipo sino también a una profundización de la crisis sistémica y de régimen que dicen querer atajar.

Los documentos presentados por el presidente de la Fundación Everis, el incombustible Eduardo Serra (cuyo “sentido de Estado” le permitió pasar del gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo al de Felipe González y, luego, al de Aznar Aznar, siempre en puestos clave) y sus amigos (entre ellos, José María Fidalgo), se caracterizan por un lenguaje tecnocrático que, más allá de constatar algunos de los problemas reales de la economía y la sociedad españolas, no puede ocultar cuáles son sus verdaderas intenciones. 

La primera es convertir a los 100 “líderes empresariales” y “expertos” a los que ha juntado (entre ellos, por cierto, sólo 4 mujeres empresarias y 1 “experta”) en presuntos representantes de la “Sociedad Civil” (con mayúsculas) española, queriendo aprovechar así la crisis de representatividad tanto de los partidos políticos como de los sindicatos e incluso de la propia CEOE para erigirse como protagonistas. 

Por eso mismo optaron por trasladar directamente sus propuestas al Rey sin pasar siquiera por ZP o la ministra Salgado, la cual se ha convertido en una visitante habitual de la Zarzuela dispuesta a seguir instrucciones de una Corona al parecer también afectada por la crisis en sus negocios.

¿Por una “Big Society” a la española?

Basta leer la lista de los personajes reunidos por Eduardo Serra para comprobar que en su gran mayoría sólo son representativos de unas elites que proponen poner en pie nuevas formas de “gobernanza” despótica al servicio de una salida más neoliberal si cabe de la crisis actual. Esto último es más evidente cuando, “frente al Estado y los Políticos”, se remiten nada menos que a unas declaraciones de David Cameron para proponer la construcción también aquí de una “Big Society” dispuesta a aceptar las medidas ultra-thatcherianas que estamos viendo ya en Gran Bretaña. Ése parece ser, pues, su “modelo”, con el que por cierto también simpatiza el líder de la “oposición” Rajoy.

La segunda intención que se puede intuir es que detrás de toda la jerga sobre la necesidad de “construir entre todos la España admirada del futuro” está la decisión ideológica de presentar una radiografía y un diagnóstico del “Modelo Productivo”, el “Marco Productivo” y el “Modelo de Estado” en donde las desigualdades sociales, de clase, de géneros o de naciones y etnias o el cambio climático -y los consiguientes antagonismos y conflictos de intereses, valores y derechos en juego- son subsumidos en nombre de la mejora del “valor país” que permita pasar del “Spain is different” al “Spain is unique”: o sea, la gravedad de la crisis obligaría a un patriotismo económico nacional-español. 

Como siempre, esa ideología se disfraza de crítica de las ideologías y de otras políticas posibles emitiendo opiniones tan demagógicas como la que sostiene que “Hay que ‘desideologizar’ la Política. Todos somos ecologistas, pacifistas y demócratas”; o incluso que “algunos planteamientos del tipo ‘factor-capital-buscando-explotar-al-trabajo’ o ‘clase-rica-contra-clase-pobre’, deben ser erradicados del debate por estar ya fuera de contexto, y por ser perversos y estériles, en el nuevo marco de progreso y Sociedad del Bienestar que ha logrado España”. 

Que afirmaciones como éstas hayan sido suscritas por el exlíder de CCOOO, José María Fidalgo, revelan hasta qué punto de degradación política ha llegado semejante personaje.

Pero el propósito principal que cabe desvelar de los argumentos de esta “Sociedad Civil” es que los “cambios urgentes, estructurales y sistémicos” a los que apuntan son todos aquéllos que sirvan para desarrollar una “estrategia de país” –en el plano educativo, científico, de innovación, productivo, energético y de Estado de bienestar “responsable”- dirigida a una “reformulación urgente del valor país, todo ello siempre desde una óptica de obligada competencia global”. 

En resumen, según ellos, habría que relanzar el “país” para implicarse con mayor intensidad en la carrera competitiva que desde hace tiempo se ha desencadenado a escala global y que con la actual crisis sistémica amenaza con acabar con todo lo conquistado desde abajo a lo largo de la historia contemporánea. 

Porque detrás de esas generalidades y a la hora de concretar vemos que lo que se pide desde este foro nos suena ya muy conocido: “necesidad urgente de flexibilización del Mercado Laboral”, cuestionar la “sostenibilidad del Sistema de Pensiones” o del Estado del Bienestar, garantizar “Pactos y gobernanza en consenso”, “clarificar” el modelo autonómico (no, desde luego, en el camino hacia un federalismo plurinacional) o buscar un “sistema electoral ajustado a las nuevas necesidades del país” (que sin duda no sería el proporcional sino que probablemente se encaminaría hacia otro que favoreciera más si cabe la “gobernabilidad” frente a la representatividad de la población), además de la “adaptación de asociaciones empresariales y sindicatos a los nuevos retos del país” (se supone que para restaurar la ilusión del “diálogo social” en nombre del “interés nacional”).

Junto a todo esto no faltan algunos guiños a las preocupaciones sociales y ambientales, eso sí, siempre que se subordinen a la religión del “crecimiento”, ahora redefinido como el “nuevo paradigma de crecimiento sostenible”, que ha de ser económico, social y ambiental; pero ya sabemos que incluso con esos aditivos siempre acaba primando el primero sobre los demás, siguiendo la vieja cantinela del presidente de la Comisión Europea, Durao Barroso, cuando decía que lo importante es lo económico y que lo demás puede esperar...hasta que lleguen las
“vacas gordas”.

Si quedaba alguna duda sobre las fuentes de inspiración de una Declaración y una Propuesta que se presentan como “una visión optimista pero contundente de la Sociedad Civil española”, basta leer las referencias bibliográficas y hemerográficas que aparecen al final: con algunas excepciones (como una obra de Krugman y alguno próximo intelectualmente), sobresalen entre ellas las de ultraliberales como Friedrich Hayek, Xavier Sala i Martí, Pedro Schwartz, Emilio Lamo de Espinosa y Amando de Miguel.

La bolsa...o la vida

Respecto a la reunión en la Moncloa con 37 grandes empresarios (la mayoría forma parte del Ibex 35 y, pese a la crisis, sigue viendo aumentados sus beneficios y guardando parte de ellos en paraísos fiscales), ha quedado claro de nuevo que el gobierno se inclina cada vez más descaradamente del lado del Gran Capital y de su obsesión por cumplir con la sagrada ley de la “Competitividad” mediante nuevos ataques contra los y las de abajo y el medio ambiente, bajo la vigilancia estrecha de la Unión Europea (o sea, del poder político-financiero alemán) y el Fondo Monetario Internacional.

Para ello ZP ha mostrado su disposición a aplicar “con determinación y con la máxima celeridad” todas las reformas (en realidad, contrarreformas) que se consideren necesarias desde estos “lobbies” y organismos internacionales: entre ellas, la de las pensiones (antes de febrero), la energética (¿a favor de las nucleares?), la fusión y privatización de las Cajas (antes del 24 de diciembre) y la creación de mejores condiciones de inversión, eso sí, para poder exportar, a la búsqueda de una demanda en el exterior que aquí no se quiere generar mediante políticas que fueran al menos de tipo keynesiano.

Todo ello con la tan cacareada intención de generar “confianza” (otra palabra sagrada) entre “los mercados” y aplazar el “rescate”, sin ni siquiera exigir a cambio transparencia sobre las cuentas reales del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, compromisos a favor de la lucha contra el fraude y la evasión fiscal o disposición a asumir una mayor carga impositiva. Al contrario, parece que el gobierno va a seguir los consejos del presidente de Caja Madrid, Rodrigo Rato, quien insiste en que más vale pasarse en las contrarreformas que en no llegar.

La relación entre las dos reuniones mencionadas queda, además, bastante diáfana si en ambas comprobamos que se repiten 12 grandes empresarios: en cabeza, los de Telefónica y Banco Santander, seguidos por los de BBVA, La Caixa, Inditex, Repsol, Iberia, Planeta,

Endesa, FCC, Acciona y Abengoa

A la vista de este panorama hace falta que el mundo de la ciencia, de la universidad y de la cultura críticas hagan oír su voz y su denuncia de las propuestas procedentes de los “expertos” de los grandes poderes económicos, siguiendo la estela de Manifiestos como los que desde la Universidad de Sevilla y el CSIC o de la Economía Crítica se promovieron en meses pasados, en confluencia con un movimiento estudiantil que tiene que volver a ocupar el espacio público.

La experiencia de la Huelga General del 29-S aquí y las luchas que se están desarrollando y extendiendo por Europa deben servir también de acicate para abrir definitivamente un nuevo ciclo de movilización sostenida que vaya acompañada de mejores argumentos, razones y propuestas capaces de hacer salir a una mayoría de la población de la resignación y el miedo al futuro en que ahora se encuentra. 

Porque frente a la “Sociedad Civil” y “Anónima” de los “mercados” nuestra tarea sigue siendo la de ir reconstruyendo un amplio bloque social, político y cultural transnacional capaz de “contraatacar” e insistir en que lo urgente no es “salvar la bolsa” (ni tampoco el euro) sino garantizar la sostenibilidad de la vida en este planeta.

Dentro de ese clima general de indignación creciente –aunque por desgracia todavía expectante- frente al nuevo episodio del “Gran Saqueo” que se prepara es significativo el eco que están teniendo distintas iniciativas surgidas de redes sociales críticas o llamamientos como el de Eric Cantona a sacar dinero de los bancos.  

La izquierda radical haría bien apoyando, pese a sus limitaciones, iniciativas como ésa, al igual que las Jornadas convocadas por las grandes centrales sindicales para el 15 y el 18 de diciembre, o la Huelga de Consumo y por el reparto de la riqueza y el trabajo propuesta por CGT y con el apoyo de diversas organizaciones sociales para el 21 de diciembre. 

Todas ellas deberían servir para ir sembrando una “digna rabia” capaz de expresarse en los centros de trabajo y en la calle y de ir avanzando hacia objetivos más ambiciosos como el de una Huelga General a escala de la UE o, al menos, de los pueblos de Europa más afectados por las contrarreformas en marcha.