sábado, 15 de enero de 2011

¿Estamos en manos de delincuentes? Conferencia del Dr. Arcadi Oliveres, experto en economía mundial

BARCELONA.- Conferencia de Arcadi Oliveres, Doctor en Ciencias Económicas y experto en economía mundial. En este caso habla de dirigentes corruptos, entidades corruptas, el fraude fiscal que los ricos cometen en España, las guerras y el tráfico de armas y de drogas.

Guinea Ecuatorial y Teodoro Obiang Nguema, Banco Santander y Emilio Botín, Marruecos y Hassan II, la pobreza, la deuda, el fraude fiscal, la guerra, las armas, España...merece la pena escuchar las palabras de Arcadi Oliveres sobre estas realidades:

Otro periodismo es posible (I) / Olga Rodríguez

“El porqué es lo que convierte al periodismo en un juego de adultos, y la única manera de explicar el porqué es mediante periodistas absoluta y enteramente comprometidos con la cobertura de un asunto determinado o una institución.” David Simon, ex periodista y guionista de The Wire.

Decían los maestros periodistas que para ejercer este oficio se precisa empatía, capacidad de ponerse en la piel del otro, conocimiento de idiomas y culturas, viajar, especializarse y profundizar en los temas de actualidad, tener los ojos y oídos bien abiertos y estar en contacto con la calle, porque es en ella – y no en las redacciones- donde se producen las noticias y donde se puede palpar la realidad.

Pero en España parece que se ha optado por otro modelo de periodismo. Consiste en fichar a la entrada y la salida de las empresas y permanecer en ellas, en las redacciones – más que redacciones habría que llamarlas oficinas- nueve o diez horas seguidas con la mirada fija en el ordenador, viendo cómo caen, uno tras otro, los teletipos.

De ese modo los periodistas limitan su mirada: los que se encargan de la información internacional ven la actualidad a través de dos o tres grandes ojos, los de las dos o tres grandes agencias de noticias del mundo. Estas agencias suelen hacer un trabajo digno, pero su cobertura es insuficiente para narrar el mundo.

Es una situación un tanto orwelliana: los grandes medios de comunicación, conocidos como mass media, prescinden cada vez más de sus propios ojos y oídos, de su propia red de corresponsales o enviados especiales, y depositan toda la tarea periodística en las agencias de noticias.

Lo mismo ocurre con la información nacional: los periodistas suelen ver el país a través de las notas de prensa y comunicados de organismos oficiales -o de ruedas de prensa a veces sin derecho a preguntas- porque el modus operandi impuesto en las redacciones no les deja tiempo para indagar en otros temas.

Y así, la tarea de los periodistas de los mass media se ve reducida cada vez más al copy-paste: me llega el teletipo o el comunicado, lo copio, y poco más.

Sin duda alguna el medio de comunicación en el que más se produce este fenómeno es la televisión: un ciudadano enciende la tele, comienza a hacer zapping y comprueba que en todos los canales le cuentan las mismas noticias, con los mismos planos, las mismas imágenes, el mismo enfoque.

LAS REDACCIONES

Buena parte de las redacciones ya no son lugares de debate en los que la actualidad y la polémica hierven al vertiginoso ritmo de la curiosidad insaciable de los periodistas.

Ahora son espacios más bien silenciosos, en los que hay jefes que valoran cada vez menos la especialización y el conocimiento; en los que introducir gracietas en la narración de una noticia te da más puntos que tener una agenda cargada de contactos y de fuentes de información procedentes de todas las esferas políticas y sociales.

LOS JEFES

Muchos directivos de las empresas periodísticas no son periodistas, sino gerentes que buscan la obtención del máximo beneficio económico sin importarles en demasía la calidad de la información.

Tanto es así, que grandes empresas informativas se preocupan más que por informar, por aparentar que informan; procuran elaborar infoentretenimiento y huyen del periodismo que busca contestar a las grandes preguntas.

LAS CAUSAS

¿Por qué apuestan por pisotear el periodismo?

Recabar y elaborar información cuesta dinero, tiempo y esfuerzo; es mucho más barato limitarse a copiar lo que dicen las agencias de noticias, las instituciones políticas o económicas o los organismos oficiales.

Esta es la idea que prima en los grandes despachos de los medios de comunicación de masas, pero es más que cuestionable.

Cualquier empresario sabe que las apuestas por productos de calidad pueden generar beneficios a largo plazo; pero para eso se necesita paciencia y, en el caso de la información, cierto sentido de responsabilidad pública, algo de lo que carecen por completo estos gurús del no-periodismo.

EL PODER

Buena parte de los mass media centran la información en los poderosos para obtener influencia en las altas esferas: Abramos las páginas de un periódico y contemos cuántos representantes de la política e instituciones aparecen en las fotos. Serán la mayoría.

Y así los pobres, los desposeídos, los anónimos, la gente de la calle, contemplan a través de los medios cómo los integrantes del poder político, económico y financiero gozan de un altavoz diario del que ellos carecen.

Unos pueden permitirse diariamente moldear el lenguaje al servicio de sus intereses: tendrán espacio asegurado en los mass media, sus palabras serán repetidas una y otra vez en los medios audiovisuales.

Los otros no disponen casi nunca de un altavoz: al periodismo les resultan indiferentes.

Actualmente en este oficio se premia y se pone medallas al que frecuenta a los políticos, come con ellos, informa sobre lo que dicen, sobre si seguirán o no en la próxima legislatura, sobre si brillaron o no en su intervención en el Pleno del Congreso, sobre si mienten o no mienten, sobre sus promesas, sobre sus alianzas y rupturas.

Es una información sin duda necesaria, pero suele carecer de la profundidad requerida en los tiempos que corren.

El debate político actual es pobre y suele estar al servicio de los grandes poderes, no de los ciudadanos. Con frecuencia invisibiliza las realidades con la que cualquier buen historiador del futuro definiría la etapa de nuestro presente.

Por eso el espacio informativo que ocupan los representantes del poder político no suele dejar lugar para dar respuesta a las grandes preguntas que deberíamos estar contestando entre todos:

¿Quién está detrás del poder político?

¿Cómo es posible que en 2009, el año de mayor recesión económica en España, el sueldo medio de los consejeros ejecutivos y altos directivos de las empresas del Ibex 35 fuera de un millón de euros anuales?

¿Por qué los gobiernos han puesto tanto empeño en rescatar a las entidades financieras y no nos rescatan a los ciudadanos?

¿Qué ha ocurrido para que Europa se plantee mermar los derechos de los trabajadores e incluso retrasar la edad de jubilación, cuando solo hace diez años debatía reducir o no la jornada laboral a 35 horas semanales?

¿Por qué el hambre, la desnutrición o las desigualdades suelen ser consideradas tragedias naturales inevitables y nadie ha sido condenado por contribuir a su existencia?

¿Tendrán los gobernantes de los países desarrollados remordimientos nocturnos al recordar que con solo el uno por ciento del dinero destinado al rescate de las entidades bancarias en 2009 se habría podido garantizar el cumplimiento de los Objetivos del Milenio establecidos para erradicar la pobreza extrema en el mundo, tal y como ha denunciado la ONU?

¿El aumento de la desigualdad entre pobres y ricos es una tendencia al alza? Es decir, ¿se superará a peor el dato actual – ofrecido por Naciones Unidas- que indica que el 1% de la población mundial acapara el 35% de la riqueza del planeta, mientras que la mitad de la población mundial solo disfruta del 1% de la riqueza?

¿Cuáles son los nombres y apellidos de quienes ganan dinero especulando con el precio de los alimentos?

¿Cuánto dinero ganan nuestros gobiernos vendiendo armas a Estados que atacan población civil y ocupan ilegalmente territorios ajenos?

¿Por qué hay ejércitos de países desarrollados que matan a población civil en nombre de la lucha contra el terrorismo?

¿Para qué algunos países occidentales ocupan y atacan países en nombre de la democracia y la libertad?

¿Se mantendrá esta jerarquía que sitúa el dinero y el poder por encima de los seres humanos y de la Tierra?

¿Hasta dónde llegará este periodismo al servicio del poder o de los beneficios económicos, sumergido en un terrible síndrome de Estocolmo, secuestrado por sus peores enemigos?

La respuesta a esta última pregunta depende no solo de quienes llevan las riendas de los mass media, sino de todos los que ejercemos este oficio.