domingo, 27 de febrero de 2011

Obama, los halcones y el crepúsculo imperial / Alejandro Nadal *

La Casa Blanca ha enviado al Congreso su proyecto de presupuesto para el próximo año fiscal. El objetivo central es la eliminación del déficit con reducciones anuales del gasto por 400 mil millones de dólares (mmdd) para el próximo quinquenio. Se planea reducir el déficit en más de un billón (castellano) de dólares a lo largo de los siguientes 10 años.

El debate alrededor del presupuesto es una muestra de lo mal que están las cosas en Estados Unidos. Por un lado están los halcones de las finanzas públicas sanas. Para ellos el principal enemigo de la economía es el gasto público descontrolado. Como si la crisis hubiera sido provocada por el dispendio fiscal. En lugar de enfrentar esa narrativa torcida, Obama ha preferido doblarse y tratar de conciliar. Éste será uno de sus errores más graves y es producto de su negativa a entender las raíces del problema y a hacer efectiva su promesa de cambio.

La economía de Estados Unidos continúa sometida a grandes presiones. El crecimiento esperado para los próximos años será mediocre e incapaz de absorber el desempleo que trajo la crisis. Si bien ese desempleo (9.7 por ciento) es elevado, si se toman en cuenta las medidas más realistas del propio Bureau of Labor Statistics (BLS), resulta que más de 12 por ciento de la PEA está desocupada.

Datos oficiales revelan que de las 10 recesiones que sufrió la economía estadounidense entre 1950-2010, el desempleo en la crisis actual ha sido el más alto y el más tenaz. En la recesión de 2001 (cuando explotó la burbuja de las ilusiones dot.com) Estados Unidos perdió 2 por ciento de sus empleos y tardó cuatro años en recuperarlos. En la crisis actual se perdió 5 por ciento y todavía se está muy lejos de restablecerlos.

El desplome en la demanda efectiva sigue siendo la principal amenaza para la economía estadounidense. En los años anteriores a la crisis de 2007 el endeudamiento de las familias mantuvo artificialmente el consumo y el nivel de vida de la población. Hoy ese recurso no está disponible por muchas razones: una de ellas es el colapso en el valor de los activos residenciales que se utilizó para apalancar el endeudamiento. El precio de esos activos ha caído más de 30 por ciento y se espera se reduzca 15 por ciento adicional. De cumplirse ese pronóstico, el derrumbe de precios de casas será el más espectacular en la historia de Estados Unidos.

El desempleo y, para cerrar el círculo, los bajos salarios que recibe una gran parte de la fuerza de trabajo, también explican la insuficiencia de la demanda agregada. Los salarios reales siguen en el estancamiento que marcó las últimas tres décadas. La clase política y la elite se niegan a entender que Estados Unidos requiere un viraje decisivo en su política de ingresos y que sólo una estrategia redistributiva permitirá iniciar los cambios estructurales necesarios para sanear la economía. 

Con los precios de las casas en declinación y con los salarios estancados, la demanda efectiva permanecerá por debajo de la línea de flotación. Y aún con las bajas tasas de interés que aplica la Reserva Federal, ni los bancos quieren prestar ni las familias endeudarse. Los límites de la política monetaria quedaron evidenciados desde hace ya dos años. Queda entonces la política fiscal.

El crecimiento en el déficit fiscal en Estados Unidos se debe a tres factores. Primero, el colapso económico ha reducido de manera notable los ingresos tributarios, lo que era de esperarse. Segundo, los programas de salvamento que beneficiaron a Wall Street y otras empresas en bancarrota, así como el estímulo fiscal, dispararon el déficit. El tercer factor es el pago de intereses que todo esto implica.

Es decir, el déficit está íntimamente ligado a la coyuntura de la crisis, pero no la generó. Es más, de no haber sido por el estímulo fiscal de 2009, el crecimiento sería todavía menor y la recaudación habría disminuido más. Ese estímulo ya se agotó y fue descontinuado. Y ahora se insiste en reducir el gasto porque hay que eliminar el déficit a toda costa.

No hay que olvidarlo: en diciembre la Casa Blanca y el Congreso (ya dominado por los republicanos) acordaron extender los recortes a los impuestos de los ricos por un monto de 900 mmdd. Hoy descubren que hay un déficit de 1.6 billones que hay que recortar a toda costa. La economía política del presupuesto es clarísima. Los privilegios de los ricos no serán tocados mientras se castigan los apoyos a los más pobres en rubros como salud y educación. Literalmente, a mucha gente le va a doler este presupuesto (mañana le llegará la hora a la seguridad social).

Y ¿el gasto militar? Los recortes no vendrán de los rubros medulares de la seguridad nacional, aunque algo contribuirá la retirada (disfrazada) de Irak y Afganistán. En cambio, el gasto federal en educación, energía, infraestructura, ciencia y medio ambiente caerá 2 por ciento del PIB: la muestra más clara del crepúsculo imperial. ¿Será también el signo del ocaso de la administración Obama?

(*) Miembro del Consejo Científico de ATTAC. Economista doctorado en París. Profesor investigador del Centro de Estudios Económicos y de “El Colegio de México”, colabora en el cotidiano mexicano de izquierda La Jornada.

Legalizar la corrupción / Susana Merino *

Nadie o muy pocos se asombran ante las publicaciones estadounidenses que informan de las millonarias cifras que las grandes empresas destinan a “aceitar” los engranajes del Congreso de los EE.UU. sea cual sea el partido político dominante, demócrata o republicano.

La diferencia entre nuestra subdesarrollada corrupción y la de ellos reside en que allí el “lobbysmo”, es decir, la intervención de las grandes redes corporativas a favor de sus respectivos intereses actúan desembozadamente a la luz de las leyes que aprueban y protegen su actuación. Este sistema de presiones no solo actúa en el ámbito político, sino que también lo hace en los medios, en la ciencia, en las universidades. Y en todo espacio público o privado del que pueda extraer beneficios económicos.

En estos días la prensa empresaria se ha mostrado escandalizada por las revelaciones de Wikileaks acerca de denuncias de la embajada estadounidense sobre la corrupción nacional que “confirman las fundadas sospechas de una rampante corrupción en el gobierno de los Kirchner y, a su vez, una enorme debilidad del sistema judicial para investigar los casos en los que se presume que están envueltos funcionarios de primera línea”. (La Nación, 10/02/11)

No es menor el ejemplo de los EE.UU. de lo que es la verdadera corrupción. Uno de sus conocidos periodistas Matt Taibbi, de la revista Rolling Stones, la define así: “se trata de la toma de posesión gradual del gobierno por parte de una pequeña clase de iniciados conectados, quienes utilizaron el dinero para controlar las elecciones, comprar influencia y debilitar sistemáticamente las regulaciones financieras». Algo que el economista Simon Johnson, ex funcionario del FMI confirma diciendo “la industria de las finanzas ha capturado con eficacia nuestro gobierno” Es decir que un “lobby” es un equipo especializado en presión política financiado por las multinacionales que se dedica a influir en las decisiones gubernamentales.

Esta práctica del “lobbying” extendida y aceptada en gran parte del mundo en los EE.UU. se considera esencial para el buen funcionamiento del gobierno y está específicamente protegida por la First Amendment to the U.S. Constitution ya que según sus fundamentos sirve para crear foros que “facilitan la resolución de conflictos desde diferentes puntos de vista”. 

De este modo los “lobbystas”, agrega, proveen de información, análisis y opiniones a los gobernantes y más especialmente a los congresistas con el objeto de que puedan tomar sus decisiones en el marco de un equilibrado balance (¡!) entre los intereses de los diferentes grupos. Tales son los principios que fundamentan la legalización del “lobbying”.

Estos procedimientos nada tienen en común, desde luego, con el ejercicio de la democracia puesto que contrariamente a lo que se constituye en derecho a opinar que confiere el voto ciudadano el nivel de influencia de un lobbista no dependerá de un voto sino de los recursos -tiempo y dinero- que aquel pueda destinar a lograr sus objetivos.

No son pocos los ciudadanos estadounidenses que reconocen el cinismo que encierra esta metodología, y son conscientes de que en estos tiempos solo los lobbistas tienen acceso a los ámbitos del poder. Una conocida anécdota exhibe con claridad la atmósfera en la que y cómo funcionan las influencias en esas esferas: Samuel Ward fue un conocido lobbysta del siglo XIX, es decir, muy anterior a la sanción de la Lobbyst Act pero algo así como un precursor del lobbismo actual, cuya excesiva influencia sobre los legisladores de su época despertó las sospechas del gobierno. 

Decidido éste a investigarlo, cuando se le preguntó acerca de los suntuosos banquetes que organizaba para los políticos, el autodenominado Rey del Lobby contestó: “En las buenas comidas la gente no habla de negocios, pero da, tal vez, a los caballeros la posibilidad de hablar civilizadamente sobre temas civilizados”.

A raíz del aparente desorden en que se desarrollaba este tráfico de influencias el Congreso de los EE.UU. decidió en 1995 sancionar la actual Lobbying Disclousure Act que permite a toda clase de asociaciones civiles, incluso gobiernos y partidos políticos extranjeros, tener representantes en el Congreso, sin que el Gobierno ejerza actualmente ningún efectivo control sobre ellos. 

Es tal su influjo que ya ha sido considerado el cuarto poder invisible y el manejo y pago de secretas influencias y privilegios no solo se centra en los congresistas sino que abarca jueces federales, ejecutivos destacados, policías y militares… de modo que en todos los niveles existen personeros dispuestos a obstaculizar, enmendar, impulsar o aprobar los proyectos legislativos y las normas de las agencias reguladoras.

Pero ya no se trata de “lobbistas” aislados, sino de verdaderas empresas con esa específica función que como en tantos otros órdenes venden sus servicios al mejor postor y entre otros a los considerados más importantes: el lobby judío, el del complejo militar industrial, el de las empresas farmacéuticas (que el año pasado destinó a esta tarea 107 millones de euros) las petroleras, los sindicatos y, aunque suene extraño, también los ecologistas.

Según algunas informaciones periodísticas, con ocasión del proyecto del Plan de Salud impulsado por Obama, las farmacéuticas contrataron a unos 3.000 representantes, de los cuales más de un tercio eran antiguos funcionarios federales, para defender y promocionar sus intereses frente al Senado, el Departamento de Salud y Servicios Sociales y otros organismos oficiales. Se calcula que en total, en el área metropolitana de Washington, hay 30.000 compañías especializadas en influir sobre el poder político, esencialmente el Congreso. O sea, 56 lobbies para cada legislador.

Su inclusión en la estructura política estadounidense se basa en el concepto de puerta giratoria. A un lado la política; al otro el sector privado. Y el lobbista entrando y saliendo de ambos. Todo buen lobbista tiene en su nómina a uno o varios ex políticos con excelentes contactos en el Congreso y en la Casa Blanca. Y, si son de partidos diferentes mejor, por lo que el lobby es, de hecho, una jubilación dorada para todo político, cualesquiera fuera su ideología o su nacionalidad.

Y como para muestra basta un botón, valga la mención de Felipe González, ex líder socialista, ex presidente del gobierno español, actual lobbista con una importante oficina de influencias desde la que realiza gestiones al más alto nivel (una de las últimas, su encuentro con el presidente iraní, Ahmedineyad), actúa como agente del magnate mexicano de los medios Carlos Slim (considerado el más rico del mundo) y embolsa cifras millonarias gracias a su asesoramiento a políticos y empresarios, especialmente en América Latina. Un camino que todavía parecen no haber intentado nuestros jubilados políticos, tal vez porque sus currículos no alcanzan los estándares necesarios para acceder a tan lucrativa profesión.

De modo que tanto nuestros columnistas como sus colegas del norte deberían comenzar por observar la propia viga en el ojo del imperio antes que la paja en el nuestro, a menos que como no sería difícil de imaginar, estén tratando de crear el clima propicio para poder penetrar con su ya experimentado sistema de “lobbying” empresario en nuestro todavía débilmente corrupto territorio. Una esfera de negocios que aún no ha sido ni suficiente ni adecuadamente explotada.

Supongo que de ese modo dejaremos de ser un país con solo algunos episodios de corrupción para transformarnos en un aventajado émulo de nuestros hermanos del norte, ya que, aunque incipiente y dispersa, no creo sea desdeñable nuestra local experiencia. ¡Solo es cuestión de legalizar la corrupción!

(*) Arquitecta argentina, editora del informativo semanal "El Grano de Arena" de ATTAC Internacional. Miembra de ATTAC Argentina 

Las rebeliones populares frente al neoliberalismo: desde Egipto a Wisconsin, EEUU / Vicenç Navarro *

Una de las causas de las movilizaciones en el mundo árabe fue la aplicación, por parte de las élites gobernantes, de políticas neoliberales que afectaron negativamente a las clases populares. Estas movilizaciones se habían ya iniciado meses y años antes, resultado de las medidas de austeridad (que incluyeron reducción de programas de protección social y disminución de salarios, eliminación de subsidios a los alimentos y desregulación de los precios de productos básicos), que crearon un gran malestar y que fueron las causas de que en estos países (en Túnez primero y en Egipto después) fuera la clase trabajadora, junto con sectores de las clases medias la que protagonizaran tales movilizaciones. 

Estas movilizaciones en protesta frente al neoliberalismo imperante están ocurriendo no sólo en países árabes, sino también en muchos otros países, incluyendo EEUU.

El último caso de estas protestas obreras ha ocurrido en el estado de Wisconsin, EEUU. El nuevo gobernador de tal estado, el republicano Scott Walker (de la corriente Tea Party) intentó aprobar una ley en el parlamento del estado que reduciría el sueldo de los funcionarios públicos un 7%, disminuyendo también sus pensiones, y obstaculizando además la sindicalización de los trabajadores en el sector público. Tal como indicó la Federación de los Sindicatos Estadounidenses (AFL-CIO) esta ley –de ser aprobada- sería un ataque frontal a los sindicatos de aquel país. La justificación que el gobernador Scott Walker dio para tomar tales medidas era que el presupuesto del estado tenía 137 millones de dólares de déficit. 

La respuesta de los sindicatos en Wisconsin fue inmediata. A los pocos días, Madison, la ciudad más importante de aquel estado vio la manifestación más grande que nunca existiera en aquella ciudad. Los sindicatos se manifestaron frente al Parlamento (y frente al domicilio particular del gobernador Walker), exigiendo la retirada de la propuesta de ley. Lo que es interesante es que los manifestantes no eran sólo sindicalistas, sino también usuarios de los servicios públicos conscientes de que estos recortes iban a afectar a la calidad de sus servicios. 

Muy llamativa fue la cantidad de niños y sus padres que acompañaron a los maestros en su protesta, hecho remarcado por los medios de información. Las encuestas mostraban también que la mayoría de la ciudadanía de Wisconsin se oponía a las propuestas del gobernador Walker y apoyaban las movilizaciones en contra de ellas. Entre los que apoyan tales movilizaciones, adhiriéndose a ellas, estaban, por cierto, los policías y bomberos que el gobernador Walker había excluido de sus medidas de recortes salariales, dándoles un trato favorable. Los policías y bomberos expresaron, sin embargo, su solidaridad con los otros empleados públicos saliendo a la calle con ellos. Estos hechos están siendo seguidos por todo EEUU.

Las derechas, lideradas por el Tea Party, están deseando que el gobernador Walker pueda llevar a cabo tales medidas, una vez hayan sido aprobadas por el Parlamento del Estado de Wisconsin, donde el Partido Republicano tiene mayoría. Aunque el argumento que se utiliza para defender estas medidas es la necesidad de cubrir el déficit del Estado de Wisconsin, la causa real de que se esté presionando, por parte del Partido Republicano, para que tales medidas se aprueben en el parlamento de Wisconsin es una causa política: la de debilitar a los sindicatos, los mayores adversarios que tiene el Partido Republicano, que consideran a AFL-CIO como uno de los mayores pilares del Partido Demócrata. 

En realidad, el déficit del presupuesto del Estado podría resolverse fácilmente aumentando los impuestos sobre la propiedad (entre otros), que el parlamento de Wisconsin, controlado por los republicanos, había reducido considerablemente durante los años de bonanza económica. Como siempre ocurre, el discurso económico, oculta en realidad, los argumentos políticos. 

El establishment económico y financiero del estado de Wisconsin, que se benefició enormemente de las políticas neoliberales de reducción de impuestos a las rentas superiores se resiste a que se reduzcan sus enormes ingresos (el 1% de la población estadounidense que tenía el 7% de la renta de todo el país en 1997, al principio de la “revolución neoliberal”, ha pasado a tener el 20% de tal renta) mediante el incremento de estos impuestos. De ahí que prefieran resolver el problema del déficit del estado de Wisconsin a base de reducir los servicios públicos a las clases populares en lugar de que suban sus impuestos. 

Los republicanos tienen a su lado a gran parte de los medios de información que intentan desacreditar al sector público indicando que los empleados públicos son unos “privilegiados”, que son unos “ineficaces”, y otro tipo de acusaciones previsibles a fin de conseguir el apoyo popular a aquellas medidas represivas. Hasta ahora tal campaña no ha sido exitosa y el 62% de la población estadounidense apoya a los empleados públicos.

¿Quiénes son los jóvenes?
Una última observación. Gran número de articulistas como Josep Ramoneda en EL PAÍS (“Un nuevo sujeto político”. EL PAÍS, 20.02.11) están enfatizando mucho el rol de los jóvenes en estas movilizaciones (desde Egipto, hasta Wisconsin), presentándolos como los nuevos agentes de cambio, sustituyendo con ello a otros agentes, como a la clase trabajadora a la cual, por lo visto, consideran inexistente o desaparecida. Ignoran o desconocen que la mayoría de estos jóvenes son y pertenecen a la clase trabajadora. Si se analizan las revoluciones que han existido en el siglo XX, se verá que en su mayoría, fueron los jóvenes los que lideraron estas rebeliones. No es, pues, una situación nueva. 

Lo que es nuevo es que se vea como una cosa nueva y ello es consecuencia del olvido de las categorías de análisis como clase social y lucha de clases, categorías que se consideran transcendidas y “anticuadas”, redefiniendo estas movilizaciones populares como movimientos estudiantiles con Internet y Facebook, categorías que son enormemente insuficientes para entender la realidad de los tiempos en que vivimos. La pregunta que no se hacen es a qué clase pertenece la mayoría de estos jóvenes. Ni que decir tiene que tanto la composición como la dinámica de clases varía con el tiempo. Pero de esta realidad no se puede ignorar su existencia, pues continúa siendo fundamental para entender nuestro entorno.

(*)  Vicenç Navarro ha sido Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Barcelona. Actualmente es Catedrático de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Pompeu Fabra (Barcelona, España). Es también profesor de Políticas Públicas en The Johns Hopkins University (Baltimore, EEUU) donde ha impartido docencia durante 35 años. Dirige el Programa en Políticas Públicas y Sociales patrocinado conjuntamente por la Universidad Pompeu Fabra y The Johns Hopkins University. Dirige también el Observatorio Social de España.

El presupuesto de Obama congelará a los pobres / Amy Goodman *

Esta semana, el Presidente Barack Obama hizo público su presupuesto para 2012 y orgulloso, pronunció las siguientes palabras: “Pedí que se congelara el gasto interno anual en los próximos cinco años. Este congelamiento reduciría el déficit en más de 400.000 millones de dólares durante la próxima década y llevaría este tipo de gasto -el gasto discrecional nacional- al menor nivel de nuestra economía desde la presidencia de Dwight Eisenhower”.

Presten atención a la palabra “congelar”. Eso es precisamente lo que podría sucederle a mucha gente si este presupuesto es aprobado tal cual fue propuesto. Mientras el gasto de defensa aumenta, luego de que el Pentágono realizara su mayor pedido de financiamiento desde la Segunda Guerra Mundial, el presupuesto propone recortar a la mitad el programa denominado Programa de Asistencia Energética a Hogares de Bajos Ingresos (LIHEAP, por sus siglas en inglés).

El programa LIHEAP ofrece fondos federales a los estados para que éstos puedan ayudar económicamente a hogares de bajos ingresos y así satisfacer sus necesidades energéticas, principalmente calefacción. La mayoría de los beneficiarios de este programa son personas de la tercera edad o discapacitados. El programa tiene actualmente un financiamiento de 5.000 millones de dólares y Obama está pidiendo que se reduzca a 2.570 millones –casi la mitad-. Es un programa de vida o muerte porque literalmente puede evitar que la gente se muera de frío y representa menos de la décima parte del 1 por ciento del presupuesto anual de 3,7 billones de dólares que fue presentado.

Comparemos esta cifra con el presupuesto militar. “Gasto de defensa” es una denominación incorrecta. Hasta 1947-48, el nombre oficial del Pentágono era (correctamente) Departamento de Guerra. En el presupuesto dado a conocer el Día de San Valentín, el Departamento de Defensa solicita 553.000 millones de dólares como presupuesto base, más un aumento de 22.000 millones con respecto a la asignación presupuestaria de 2010. 

La Casa Blanca solicitó lo que denomina “78.000 millones” en recortes, que el Secretario de Defensa Robert Gates está considerando. Pero como señala el Institute for Policy Studies: “El Departamento de Defensa habla de recortar su propio presupuesto –78.000 millones en cinco años- y la mayoría de los medios toma esto al pie de la letra, pero no debería hacerlo. El Pentágono sigue con la costumbre de planificar aumentos ambiciosos, para luego bajarlos y denominarlos recortes”.

El presupuesto de 553.000 millones de dólares del Pentágono ni siquiera incluye los gastos de guerra. Para mérito de Obama, los mismos están de hecho en el presupuesto. Recuerden cuando el Presidente George W. Bush se refirió varias veces a los gastos como necesidades de “emergencia” y presionó al Congreso para que aprobara fondos complementarios por fuera del proceso presupuestario habitual. Sin embargo, el gobierno de Obama dio a las guerras de Irak, Afganistán y Pakistán el apodo orwelliano de “Operaciones de contingencia en el extranjero” y solicita 118.000 millones de dólares. 

Si sumamos a esto los 55.000 millones para el Programa Nacional de Inteligencia (un punto del presupuesto cuya cantidad nunca se había revelado, según el experto del gobierno en asuntos secretos Steven Aftergood), el presupuesto militar/de inteligencia dado a conocer públicamente estaría en el orden de los tres cuartos de billón de dólares.

El presupuesto de 216 páginas que presentó el Presidente Obama no menciona ni una sola vez al Pentágono. Sin embargo, menciona el nombre del Presidente Eisenhower. En dos oportunidades atribuye a Eisenhower la creación del sistema nacional de autopistas interestatales y, como ya se mencionó, hace alarde de la propuesta de congelar el gasto: “Este congelamiento sería el mayor esfuerzo destinado a restringir el gasto discrecional de los últimos 30 años, y para 2015 disminuiría los fondos discrecionales para gastos no relacionados con la seguridad como parte de la economía, al nivel más bajo desde que Dwight Eisenhower fue Presidente”.

Si Obama va a referirse a su predecesor, debería aprender de la advertencia profética de Eisenhower, pronunciada en su discurso de despedida de 1961: “Nos hemos visto obligados a crear una industria armamentista permanente de enormes proporciones. Tres millones y medio de hombres y mujeres participan directamente en el establecimiento de defensa. La influencia total -económica, política e incluso espiritual- se siente en cada ciudad, en cada capitolio estatal, en cada oficina del gobierno federal. 

Reconocemos la necesidad fundamental de este desarrollo. Sin embargo debemos entender sus graves repercusiones. En los consejos del gobierno debemos tratar de evitar que el complejo militar-industrial adquiera influencia injustificada, ya sea buscada o no. Existe y seguirá existiendo potencial para que haya un aumento desastroso del poder en manos inadecuadas”.

Otro discurso de Eisenhower que debería guiar a Obama fue pronunciado en abril de 1953, ante la Sociedad Estadounidense de Directores de Periódicos, apenas dos semanas después de que asumiera como presidente. En ese discurso, el general devenido presidente, dijo “Cada arma que se fabrica, cada buque de guerra que se echa al agua, cada cohete que se dispara significa en última instancia un robo a quienes padecen hambre y no tienen alimento, a quienes tienen frío y no tienen abrigo”.

Estamos viviendo uno de los inviernos más fríos de la historia. Una de cada ocho personas en Estados Unidos utiliza cupones alimenticios, lo que representa el mayor porcentaje de la historia. Muchos otros también carecen de asistencia de salud, a pesar de los beneficios iniciales de la ley de reforma del sistema de salud aprobada el año pasado.

Los estadounidenses tienen frío y hambre y están desempleados. Al aumentar el gasto militar, que ya es superior a todos los presupuestos militares del mundo tomados en su conjunto, simplemente estamos llevando ese sufrimiento al exterior. Deberíamos tener claro cuáles son nuestras prioridades.

(*)  Periodista y escritora progresista estadounidense, proveniente de la Universidad de Harvard y conductora del programa radiofónico 'Democracy now'.


Solidaridad de ATTAC España con las rebeliones sociales del Norte de África


ATTAC España observa con alegría y preocupación las revueltas y revoluciones democráticas y sociales que están produciéndose en el Magreb árabe y bereber. Nadie, hasta hace muy poco tiempo, pensaba que los países del norte de África serían capaces de rebelarse frente a sus dictaduras o que un proceso revolucionario se desencadenaría en zonas a las que el eurocentrismo miraba con cierto desdén y suficiencia. 

Olvidábamos, o tal vez ignorábamos, que en Túnez y Egipto hace ya tiempo que numerosas huelgas obreras se estaban reprimiendo con sangre, que en ambos lugares, pero también en otros, numerosos presos políticos y de conciencia poblaban las prisiones, es decir que había una resistencia organizada, reprimida y, lo peor, ocultada por numerosos medios que ahora se apuntan a las revueltas y les dan soporte.

ATTAC Túnez y ATTAC Marruecos han tenido presos políticos en sus respectivos países, y de hecho en el momento de escribir este comunicado tememos por la suerte de varios hermanos marroquíes, por lo que debemos denunciar que las dictaduras del Magreb han sido sostenidas, armadas y apoyadas por la Unión Europea y los Estados Unidos, con la excusa de su colaboración en “la guerra contra el radicalismo islámico”. En este paquete incluimos a la Libia de El Gadhafi, desde hace al menos diez años aliado de Occidente.

Todos los países del Norte de África vivían regímenes autoritarios, de los que por ahora solo Túnez y en apariencia Egipto se han librado, y estos estados africanos han mantenido relaciones económicas privilegiadas con la U.E. y los EE.UU. Tales relaciones siguen siendo intensas en el caso del aprovisionamiento de hidrocarburos, pero también han recibido el dinero de los dictadores, sus familias y allegados, así como numerosos negocios recíprocos entre las oligarquías de ambos espacios. 

Hay, pues, una gran hipocresía por parte de nuestros gobernantes, y la democracia solo ha llegado o llegará gracias al valor y la determinación de sus pueblos. Nada más ha influido en tales procesos, o en los que en Marruecos y Argelia se están iniciando.

Las revueltas y la revolución tunecina tienen un origen social al que no le es ajena la nueva burbuja que el capitalismo financiero internacional está explotando ahora: la burbuja alimentaria. La especulación y el acaparamiento de alimentos con fines especulativos han generado la firme respuesta popular, que se puede reproducir en más lugares del mundo, pues esta situación no ha hecho más que comenzar.

ATTAC España constata además con satisfacción cómo estos pueblos han exigido democracia. Las ciudadanas y los ciudadanos árabes han sido y están siendo capaces de exigirla y reclamarla en Libia, Argelia y Marruecos, constituyéndose en los portavoces exclusivos de un empoderamiento cívico y democrático.

ATTAC España constata además que estas protestas cívicas se extienden por numerosos puntos del mundo árabe, lo que denota también un gran fallo de las políticas occidentales hacia ellos al seguir apoyando a monarquías corruptas.

ATTAC afirma que todo esto es también una respuesta a las políticas neoliberales impuestas a los pueblos, y cuyo fin acabarán estos exigiendo en todo el mundo, junto con un reparto justo de las rentas, unas medidas fiscales justas, el desarrollo de los servicios públicos y el acceso universal a la educación, la salud, el agua y el crédito.

ATTAC entiende que todo esto es un estallido radicalmente democrático y por la justicia, que hay que apoyar y defender, y, consecuentes con ello, llama al seguimiento de la Jornada del 20 de Marzo de 2011, convocada por el Foro Social Mundial en defensa de los pueblos árabes y de todos los procesos de cambio y avance del mundo, puesto que la solidaridad se demuestra de forma activa.

Cómo actúa y qué es una sociedad de consumo - Entrevista a Santiago Alba

El escritor y filósofo Santiago Alba ofrece en una entrevista para ATTAC TV una visión antropológica sobre cómo actúa y qué es una sociedad de consumo y sus consecuencias en relación con el sistema capitalista. 
 
Además, explica también qué es el gag visual y los peligros que encierra, y ofrece su punto de vista acerca de las posibles alternativas frente al capitalismo.
 
Por último, también nos da su opinión sobre la manera en que operan hoy en día los medios de comunicación y cómo la imaginación está siendo secuestrada por los grandes “fantasiosos” del sistema como puedan ser las grandes multinacionales y los mercados.
 

Paraísos fiscales: la cueva de Alí Babá / Francisco Morote Costa *

Si Alí Babá viviera en nuestros días no necesitaría esconder el producto de sus latrocinios en una apartada cueva de la montaña. Le bastaría con acudir a uno de los numerosos paraísos fiscales del planeta, sin necesidad de decir siquiera ¡Ábrete Sésamo!, y aunque se presentara con una pata de palo, un parche en el ojo, un loro sobre uno de sus hombros y un cofre lleno de monedas de oro sobre el otro, sería recibido por solícitos y atildados banqueros con los brazos abiertos y con todos los honores debidos a tan respetable caballero.

Porque así es como funcionan los paraísos fiscales, esos países y territorios de escasa o baja tributación fiscal, cuyas entidades bancarias acogen gustosamente y sin preguntas engorrosas el dinero de la evasión fiscal, del tráfico de drogas, de la trata de blancas, del tráfico de armas, de la corrupción política, etc, ofreciendo con las palabras ¡Secreto Bancario!, una protección mucho más efectiva y segura al dinero sucio que con la anticuada y vulnerable fórmula del ¡Ábrete Sésamo!

Billones y billones de dólares, de euros y otras monedas fuertes, que la alquimia de los paraísos fiscales blanquea puntualmente, quedan así fuera del alcance de los Estados y de sus sistemas tributarios, que de esa manera descargan todo el peso del esfuerzo fiscal no sobre la cuadrilla de desaprensivos y delincuentes que hallan refugio seguro a sus fortunas en esos paraísos fiscales, sino sobre los ciudadanos de a pie, sobre los trabajadores y el conjunto de las clases populares.

Está claro, pues, que mientras los paraísos fiscales existan será imposible establecer una auténtica justicia fiscal internacional y nacional. Y puesto que la voluntad de luchar contra esa lacra no es demasiado firme en los gobiernos que han hecho suya la filosofía neoliberal de las élites económicas que más deciden en el mundo, tendrán que ser las organizaciones altermundistas de la sociedad civil, de los movimientos sociales transformadores, las que tomen la iniciativa. Y lo han hecho, lo acaban de hacer en el Foro Social Mundial de Dakar. 

Por una parte, al lanzar una Campaña titulada “Acabemos con el secretismo de los paraísos fiscales”, dirigida a forzar al G-20 a tomar decisiones contundentes en ese terreno y, por otra parte, invitando a instituir una fecha anual, a partir de 2011, como “Día Internacional para la Supresión de los Paraísos Fiscales”, con los siguientes cinco objetivos:

1. Recordar la existencia de los paraísos fiscales a la opinión pública mundial

2. Informar y sensibilizar a la ciudadanía mundial sobre esta lacra internacional

3. Movilizar a la opinión pública para presionar a los partidos, gobiernos e instituciones políticas internacionales de cara a su eliminación

4. Denunciar y hacer públicos los nombres de los paraísos fiscales existentes y los que vayan surgiendo, donde están radicados y a qué países pertenecen

5. Denunciar y hacer públicos los nombres de las empresas y personas que tengan fondos depositados en los paraísos fiscales, a medida que se vayan conociendo.

En fin, no creo que pequen de antiglobalizadores por exigir la desaparición de los paraísos fiscales y, en cualquier caso, no lo serían más que el Director Gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), el señor D. Strauss-Khan, que en su día afirmó que había que dinamitarlos*.

(*) Miembro de ATTAC en Canarias

* ”Strauss-Khan quiere dinamitar paraisos fiscales y despedir malos banqueros”, en Finanzas, 17/02/2009

Precio del petróleo: soberana hipocresía / Rosa María Artal *

Las gentes de bien están muy preocupadas por el alza en el precio del petróleo que ha ocasionado la parada de la producción en Libia, debida a su vez, a que andan por allí a machetazo y bombardeo limpio y así no hay quien trabaje en la extracción del crudo. Lógicamente, extienden su inquietud a todos nosotros. 

El ministro de Industria español, Miguel Sebastián, sir in más lejos, explicó que “una subida del 10% del barril de crudo tiene un impacto de 6.000 millones en la economía española y, en el ámbito europeo, el equivalente a todo el presupuesto de la UE”. He leído también que a los “mercados” ha vuelto a darles su enésimo ataque de intranquilidad. Así que podemos echarnos todos a temblar. No es para menos, Repsol, la antigua empresa pública española, triplicó su beneficio neto el año pasado hasta alcanzar los 4.693 millones de euros. 

Veamos, en el año 2003, el precio del petróleo rondaba los 25 dólares barril. Como curiosidad, caben en él 159 litros. En Agosto de 2005, había más que duplicado su costo: estaba a 60 dólares. A partir de entonces comenzó una escalada vertiginosa para llegar a su máximo histórico en Julio de 2008: 147.25 dólares.

Casualmente, por aquellas fechas, los alimentos básicos también habían llegado a precios nunca conocidos. ¿Qué ocurría? En ambos casos lo mismo: especulación. Los nerviosos “mercados” se estaban poniendo las botas –si se me permite la expresión- a costa de millones de personas y gracias a eso que llaman invertir y provocar alzas en los precios con afán de lucro. Se da la circunstancia de que esto se lo manejan entre unos poquitos avisados.

Por aquella época, sí nos contaban también cómo subían el petróleo y las cosas de comer, pero las declaraciones, noticias y opiniones plañideras no señalaban culpables con la intensidad que lo están haciendo ahora.

Porque, señores, ahora sí los hay: los ciudadanos de las “petrodictaduras” y aledaños, se han hartado. Y se han echado a la calle. Se calcula que Gadafi se ha cargado ya a 10.000 manifestantes. Si ése hubiera sido el balance de un terremoto, tendríamos allí cámaras y enviados especiales para contarlo. Porque también el tirano les hubiera dejado entrar. Ahora no.

Nadie duda ya de que el encarecimiento del trigo fue una de las causas de la rebelión contra Mubarak. Voces alarmadas –en este caso con razón- vuelven a alertar de que los precios de los productos básicos alimentarios se han disparado a niveles insostenibles. Se ha evaluado ya su impacto: 44 millones de pobres más en apenas medio año. Hablan de malas cosechas, del socorrido recurso del tiempo: que llueve mucho o hay sequía. En 2008, Vicente Romero entrevistaba a Jean Ziegler, relator especial de la ONU, para un reportaje de Informe Semanal. Sus datos fueron concluyentes: 8 empresas controlan el 80% de los alimentos en el mundo.

Volvemos a las andadas. Estamos como dos meses antes de la caída de Lehman Brothers, primer derrumbe del entramado financiero mundial, ocurrido en Septiembre de 2008. Se han recuperado divinamente. Han hecho saber a sus empleados en los gobiernos mundiales que no pueden ponerse nerviosos. El petróleo ya estaba subiendo. Hace un mes sobrepasó eso tan bonito de “la barrera psicológica”, en este caso de los 100 dólares por barril. La sangre árabe lo ha subido, al parecer, 11 dólares más, 11. Por el momento, ya sé. Aún faltan 36 dólares para llegar al nivel que lo situó la codicia silenciada.

La Comunidad Internacional sigue un día más “muy preocupada”, cada vez más preocupada… y sin mover un dedo para detener la carnicería desencadenada por su amigo Gadafi. Más aún, la inoperante UE, no sabe si está más inquieta aún porque les va llegar una avalancha de desgraciados. Y ahí sí van a tomar alguna medida: ver como les ponen barreras para detenerlos. La Comunidad Internacional sigue reunida. Preocupada. Deliberando.

(*) Periodista y miembra del comité de Apoyo de ATTAC en España

Esperando a Keynes, que no ha venido (y ya ni se le espera) / Carlos Berzosa *

Skidelsky, el gran biógrafo de Keynes, escribió un buen libro con este título. Pero todo ha quedado en nada. Sí, se intervino por parte de los gobiernos para evitar la debacle del sistema financiero, y se pusieron en marcha políticas de estímulo. Las medidas se llevaron de algún modo a la práctica por los gobiernos obligados por la necesidad de políticas keynesianas. Pero tras esos primeros momentos de miedo y preocupación, se vuelve a las andadas.

Autores tan destacados como Krugman y Stiglitz han denunciado repetidas veces estas políticas, en las que se han entregado grandes cantidades de dinero a los bancos, pero sin exigir nada a cambio y permitiendo que se vuelvan a repartir bonus a los ejecutivos, tal vez como premio por habernos llevado al borde del abismo. La banca ha sido salvada con el dinero de los ciudadanos, y ahora corresponde a sus salvadores tratando de ahogarles con políticas de ajuste. 

También determinada prensa, como en estos últimos días la británica, denuncia esta situación y señala que quien gobierna no son los políticos, sino los banqueros, que vuelven a actuar como si nada hubiera sucedido, y como si no hubieran tenido ninguna responsabilidad en el desencadenamiento de la Gran Recesión. Y lo que es peor, imponen con su poder las políticas que se están llevando a cabo en los países europeos.

A su vez, el Fondo Monetario Internacional (FMI) hace un informe demoledor en el que se responsabiliza a sí mismo, en la época en que fue dirigido por Rodrigo Rato, de no haber sido capaz de predecir la crisis, y no solamente eso, sino de haber puesto como ejemplo de comportamiento a seguir el de la banca de Estados Unidos e Islandia. 

El FMI vivió en una burbuja en la que reinaba el optimismo mientras se gestaba la mayor crisis financiera desde la Gran Depresión. Como indica el director del FMI actual, Strauss- Kahn, el informe vuelve a poner de manifiesto que esta institución no estuvo a la altura de anticipar la crisis con la suficiente antelación ni de una manera efectiva. Y por eso espera que esta evaluación se tome como una aportación para mejorar la calidad de la supervisión.

En realidad, los fallos en la predicción fueron muchos, tales como que se había olvidado algo que había sucedido en crisis anteriores: la euforia financiera y especulativa que preside los momentos anteriores a cuando se produce el crack. Si los economistas de estas instituciones, en lugar de pasarse el día con los datos a vueltas, hubieran leído más a autores como Galbraith, seguramente no se hubieran cometido tantos errores. 

Porque fallaron además las agencias de calificación, organizaciones nefastas que tendrían que desaparecer, así como las auditoras, y los bancos centrales. Demasiados errores que ponen de manifiesto que lo que fallaba era todo un sistema financiero y de control y un sistema capitalista que abandonó los principios keynesianos para adentrarse en el camino de teorías económicas neoliberales que habían sido ya rebatidas por la historia.

Las autocríticas deberían servir para cambiar, pero nada de ello está sucediendo. Se han publicado numerosos libros sobre las causas de la Gran Recesión, y aunque con diferencias entre sí, hay una corriente que pone de manifiesto que la responsabilidad viene sobre todo del sistema financiero y de los procesos de desregulación que condujeron a la idea de que los mercados eran eficientes. Se rescata a Minsky como el gran autor que desarrolló la hipótesis de la inestabilidad financiera. 

Hace poco estaba olvidado, falleció hace unos años, y ahora no hay libro que se precie que no lo cite y lo considere el gran teórico de las crisis financieras. La conclusión a la que llega Minsky era, simplificando mucho, que el capitalismo es un sistema defectuoso cuyo desarrollo si no se limita, llevará a profundas depresiones periódicas y la perpetuación de la pobreza.

Importantes economistas desentrañan los orígenes de la crisis, pero no son escuchados por los órganos de decisión, y el regreso de Keynes no se produce. La economía no está gobernada por los que saben, sino por los poderes económicos y economistas a su servicio. Así nos va, y así nos va a ir de mal en los años próximos. Un libro de reciente aparición en castellano, “Capitalismo”, de Geoffrey Ingham, se ocupa de los teóricos cuya obra más valora: Adam Smith, Marx, Weber, Schumpeter y Keynes. El autor señala que el hecho de que su lista de teóricos clásicos del capitalismo termine con Keynes, que murió en 1946, podría interpretarse como reflejo de una concepción obsoleta de las ciencias sociales y sus preocupaciones anticuadas. 

Al reflexionar sobre esta posible interpretación, llega a la escandalosa conclusión de que en la segunda mitad del siglo pasado ningún científico social ha añadido algo que sea fundamentalmente nuevo a nuestra comprensión del sistema económico capitalista. Estoy de acuerdo con él y por eso Keynes no regresa, porque no interesa profundizar en la esencia de un sistema y sus muchos fallos.

(*) Catedrático de la Facultad de Ciencias Económicas y rector de la Universidad Complutense, de Madrid

El discurso económico al servicio del poder / José Manuel Naredo *

A estas alturas de la crisis aflora la noticia de que el Fondo Monetario Internacional, con Rato a la cabeza y 1.200 economistas más, no advirtieron de su llegada. ¡Vaya novedad! Parece que no nos hemos enterado todavía de que los servicios de estudio gubernamentales o de los grandes grupos empresariales tratan más bien de ocultar y edulcorar -no de identificar y subrayar- los problemas de la gestión económica. 

Y, en la medida en la que la función apologética hacia el statu quo capitalista de esos servicios de estudio se impone, su capacidad de interpretación y predicción se desvanece.

Para cumplir la función apologética antes mencionada se elabora un discurso económico equívoco, orientado a soslayar los principales problemas y a alimentar el conformismo. Por ejemplo, en España el lenguaje económico correcto negaba que existiera una burbuja inmobiliaria y vaticinaba, todo lo más, un “aterrizaje suave”. 

La predicción del “aterrizaje suave” fue todavía reiterada en 2006 por Botín, cuando hacía años que decaía la inversión extranjera en inmuebles, cuando el propio Banco Santander se había desprendido oportunamente de los suyos y cuando los empresarios más avezados del ladrillo “diversificaban” sus inversiones y vendían sus empresas, anticipando la magnitud del naufragio.

En este contexto encajan las insolventes previsiones de Solbes, las de Salgado… o las de Rato. Son el precio de haber cumplido bien su papel de soslayar los enormes desequilibrios y riesgos de las economías estadounidense y española que alimentaron la crisis, de minimizarla después y de atribuirla a causas ajenas.

La información de Wikileaks desvela el divorcio entre los diagnósticos oficiales y las confesiones privadas sobre la crisis de los más altos responsables financieros estadounidenses y británicos: en el verano de 2007 reconocían ya privadamente que estábamos ante una grave crisis bancaria de insolvencia, mientras que declaraban que se trataba sólo de una crisis pasajera de liquidez. 

Creo que no es tanto la competencia o incompetencia, como la censura implícita existente, la que separa hoy el discurso económico del poder divulgado por los media, de la opinión tanto más crítica y acertada como comúnmente silenciada de los analistas independientes.

(*) Economista y estadístico

Párrocos de un dios sucio / Luis García Montero *

Cuando los jóvenes poetas españoles celebraron en 1927 el homenaje a don Luis de Góngora, Gerardo Diego se encargó de hacer una antología de autores gongorinos. Confesó en su prólogo que le habían sido de mucha ayuda las descalificaciones de los eruditos. Si un escritor era despreciado por algún famoso académico, lo buscaba de forma inmediata, seguro de descubrir una mina de verdadera poesía. Los eruditos siempre acertaban al revés, como los meteorólogos de campanario.

Recuerdo ahora este curioso prólogo de Gerardo Diego. Siento una necesidad intelectual muy parecida cuando oigo hablar a los economistas institucionales y banquerizados. Cada vez que argumentan razones objetivas para adoptar una medida, creo que aciertan al revés y me decido a apoyar la opinión contraria. Esta crisis ha demostrado una vez más que, pese a utilizar un tono de análisis científico y una pretendida observación de leyes universales, los responsables de nuestras finanzas, ya sean expertos de la especulación y la deuda o dirigentes institucionales, se comportan como párrocos de un dios sucio llamado dinero. 

No piensan en la vida y la dignidad de la gente cuando elaboran sus ideas sobre el bien y el mal. Sólo les preocupan los beneficios del capital especulativo que representan. Sometidos a una ideología más que a una ciencia, podemos aplicarles la frase con la que el maestro Karl Kraus definió la idea de progreso argumentada por los negociantes que provocaron la Primera Guerra Mundial. Este tipo de economistas se dedican a “fabricar monederos con piel humana”.

El asalto en España a las cajas de ahorros es la gota que colma el vaso de la paciencia cívica. Es hiriente la autocrítica del FMI reconociendo que ha sido muy duro con los pobres y muy blando con los ricos. Esa no es una consecuencia de la mala gestión de Rato, sino la única razón de ser del FMI. Es ridícula la solemnidad intelectual de los economistas que, olvidando su incapacidad para evitar la crisis, hacen gala de su ciencia para exigir la liquidación de los derechos conquistados por los ciudadanos. 

Parecen médicos que, incapaces de diagnosticar una enfermedad, nos mandan a la farmacia a comprar venenos. ¿Pero en nombre de qué ciencia hablan? Los expertos del Banco de España, en vez de vigilar la salud del sistema financiero español, como era su obligación, se han dedicado a exigir el cumplimiento de los mandamientos neoliberales: congelación de salarios, recortes de gasto social y bajada de impuestos a los ricos. Esos mismos expertos han abanderado después la transformación de las cajas de ahorros en bancos por los problemas económicos que ellos no advirtieron.

Cuando oigo que hacen falta en las cajas profesionales de las finanzas en vez de representantes públicos, recuerdo que los responsables de la crisis no han sido los políticos, sino los profesionales de la especulación. Y recuerdo que ha habido banqueros muy profesionales descubiertos en graves estafas y perdonados gracias a su capacidad de presionar en el mundo político. Los meteorólogos de campanario aciertan al revés. Deberíamos consolidar los fundamentos de una banca pública. El único error en esto de las Cajas es que algunos políticos se han comportado como banqueros.

Cuando oigo hablar de las salidas a Bolsa y del rigor económico, recuerdo también que la mayoría de los proyectos solidarios que conozco (el patrimonio cultural, la integración de inmigrantes o la lucha contra la extirpación del clítoris a las niñas de un país africano), se subvencionan con apoyos de la obra social de las cajas. Su arraigo territorial, la obligación de invertir en proyectos sociales parte de sus beneficios, facilitaba que el dinero conservase todavía un tímido disfraz humano. Todo esto, y es el 50% del sistema financiero español, se desmantela y se pone en manos de los buitres de la especulación internacional. ¡Maldita sea!

Conviene que la rebeldía del pensamiento económico se instale en el centro de la preocupación de los ciudadanos. No el paro, las pensiones o la jubilación, sino las políticas que nos someten al camino marcado por los buitres y defendido por sus párrocos. Hay que converger en una plaza rebelde. Y las urnas son metáfora importante de esa plaza. La derrota empieza por nosotros mismos si no somos capaces de darle sentido a nuestro voto. ¿Monederos de piel humana? Con mi voto, no.

(*) Catedrático de la Universidad de Granada

Causas y soluciones para una crisis civilizatoria / Daniel Gómez Cañete *

Las crisis globales no son accidentes del sistema, sino la consecuencia lógica de la política económica global. 

¿Es posible que las diversas crisis que amenazan el bienestar de los habitantes del planeta estén relacionadas entre sí? ¿Tienen que ver la crisis climática, la crisis energética, la crisis alimentaria y la crisis financiera? ¿Es posible que el terrorismo, especialmente el de origen islamista radical y la militarización de la política estén también relacionados con las demás crisis? 

Al menos un autor así lo piensa. Nafeez Mosaddeq Ahmed, director ejecutivo del Institute for Policy Research and Development en Londres ha publicado recientemente un libro, User's Guide to the Crisis of Civilization (Pluto Press, 2010), en el que plantea un completo argumento sobre el carácter sistémico de las crisis globales y su interrelación.

Según Mosaddeq, las crisis globales no son aberraciones de un sistema global que se puedan solucionar con ajustes menores, sino que son crisis surgidas directamente de la ideología y estructura de la política económica global. Por tanto, este autor no cree que las reformas sean la solución a estas crisis, sino que será necesario una drástica reconfiguración del sistema mismo.

La relación entre las diferentes crisis es fácil de identificar. Como hemos comentado antes, la crisis climática y la crisis energética son en realidad una sola crisis: la crisis de un modelo energético basado en más de un 80% en los combustibles fósiles, cuya combustión produce emisiones que desestabilizan el clima y cuyo uso exponencial tendrá con toda probabilidad fecha de caducidad en este mismo siglo.

La dependencia del sistema agroindustrial mundial de los combustibles fósiles incide directamente en la seguridad alimentaria. El encarecimiento de los insumos fósiles presentes en forma de fertilizantes y combustibles para el trabajo agrícola hace subir los precios de los alimentos, al mismo tiempo que se destinan tierras de cultivo a los biocombustibles (o peor, se desforestan zonas que dejan de fijar el CO2 atmosférico). 

El cambio en los usos del suelo refuerza el cambio climático, y los efectos de este, especialmente los cambios en el régimen de precipitaciones, empeoran las perspectivas de la producción agrícola.

Otra de las consecuencias del encarecimiento de la energía es el de poner de manifiesto las debilidades del sistema financiero internacional. Diversos autores han identificado la crisis petrolera de precios de 2008 como uno de los detonantes de la crisis financiera. Pero esta crisis no ha sido causada por los problemas energéticos, sino más bien por un conjunto de políticas como el llamado Consenso de Washington, que no solo fueron incapaces de predecir y evitar la crisis, sino que fueron los principales promotores, favoreciendo la generación de riesgo y la proliferación de la deuda.

Como se ha explicado aquí otras veces, bajo la idea de que la deuda no es solo ya el último recurso para generar crecimiento, sino el principal instrumento para conseguirlo, se esconde otra que impregna casi todos los aspectos de la cultura económica predominante, a saber, que los recursos, al ser siempre sustituibles son en la práctica infinitos, y que los mercados, gracias a los avances tecnológicos y los sistemas de precios, se encargarán de resolver cualquier problema, incluidos los medioambientales.

En lo tocante al terrorismo internacional, Nafeez Mosaddeq afirma que la globalización del terrorismo internacional es una consecuencia de la dependencia de los estados occidentales del petróleo, y recuerda cómo las redes terroristas de Al Qaeda han sido financiadas por países como Arabia Saudí, estados del Golfo Pérsico, Argelia, Azerbaiyán, entre otros. Regimenes autoritarios que violan sistemáticamente los derechos humanos y que a cambio de su petróleo y gas reciben ingentes divisas y ayuda militar.

Y si nuestra dependencia del petróleo y el gas nos hace cómplices de dictaduras religiosas y sátrapas de todo tipo, el efecto del terrorismo internacional además pone en riesgo las libertades dentro y fuera de las fronteras de Occidente. Mientras se proyecta la fuerza militar en Oriente Medio, se recortan las libertades civiles dentro de nuestras fronteras, ¡para protegernos de una amenaza terrorista que nosotros mismos hemos ayudado a alimentar consintiendo la existencia de petrodictaduras!

Ante una situación tan compleja no hay otra solución que promover cambios radicales: una auténtica democratización de la política y la economía. Mosaddeq ofrece algunas recetas: ampliar el acceso y control sobre los recursos productivos, una mayor governanza liderada por la comunidad, una reforma monetaria basada en la abolición del interés, mecanismos para una mayor distribución de la riqueza, inversiones a gran escala y a nivel comunitario en energías renovables descentralizadas, empresas agrícolas más pequeñas, localizadas y orgánicas, y una profunda revisión de la condición humana basada en la ciencia y no reduccionista ideológicamente.

¿Les parece radical? Más radicalmente negro parece un futuro de crisis sistémicas que se alimentan unas a otras.

(*)  President de l'Associació per a l'Estudi dels Recursos Energètics (AEREN) en Catalunya 

Petróleo: ¿Es 2011 el nuevo 2008? / Daniel Gómez Cañete *

Después de dos años de tregua por la crisis económica, el petróleo vuelve a repuntar y amenaza la débil recuperación económica. 

Al escribir estas líneas, el precio del petróleo Brent ha alcanzado los 97$ el barril, amenazando la frágil recuperación económica y contribuyendo (junto con una climatología especialmente adversa) a una nueva y fuerte alza del precio de los alimentos en todo el mundo. 

Pese a que la Agencia Internacional de la Energía ya ha dejado claro en varias ocasiones que el mercado petrolero internacional está sujeto a importantes riesgos, no se observan iniciativas políticas destinadas a reducir el consumo y la dependencia (en el caso de los importadores) del oro negro.

A pesar de haber pasado por un lance tan extremo como un precio del barril de 147$ en julio de 2008, parece que estamos empeñados en repetir la experiencia tan pronto como sea posible. Y es que si el empeño de todos los gobiernos es que el PIB vuelva a crecer, poco están haciendo para que este crecimiento no implique un aumento del consumo de petróleo. 

Se trata de crecer a toda costa y postergar los ajustes estructurales, dado que la prioridad es evitar que el edificio financiero mundial se venga abajo de manera definitiva. Pero la extracción de petróleo continúa, y con ella vamos pasando páginas de un guión cuyo final está ya escrito.

En la ecuación del mercado petrolero, las buenas noticias de los aumentos de la producción siempre se tienen que contrastar con las realidades del agotamiento. Así, algunas áreas especialmente prometedoras, como África y Brasil, están incrementando su producción. En África, después de una caída en la producción durante 2009 se están volviendo a los niveles máximos alcanzados en noviembre de 2007, casi 11 millones de barriles diarios (mbd). Brasil sigue su camino ascendente, con un aumento de la producción de 600.000 barriles diarios (bd) desde 2007, y aporta 2,7 mbd a la producción mundial. 

Pero al mismo tiempo, otros países están instalados ya en la parte descendente de su curva de producción. Noruega, entre 2007 y 2010, perdió 642.000 bd de producción, mientras que México, con su yacimiento gigante Cantarell en caída libre, ha perdido 782.000 bd.

No obstante, aún restando las pérdidas de capacidad de producción de los países en declive o con problemas varios, el resto de la producción mundial ha podido crecer en un 1,2 mbd durante esos cuatro años, pero no hay que olvidar la variable del consumo: de 2005 a 2009, China ha aumentado su consumo en 1,5 mbd. El problema es que, pese a los aumentos de precio del petróleo, la capacidad de producción no parece responder con la misma fuerza. 

En el periodo 1995 - 2004, se invirtieron 180.000 millones de dólares en el sector de la exploración y la extracción, y como resultado la producción aumentó en 1 mbd. Pero a partir de 2005 algo cambió de manera profunda, y de repente hacer crecer la producción se convirtió en algo mucho más difícil: en el periodo 2005 - 2010 se necesitó invertir 1 billón de dólares (seis veces más) para obtener un aumento de la producción de 1 mbd.

Según un informe reciente del Deutsche Bank, el crecimiento de la demanda en 2010 (2,2 mbd) fue el segundo más rápido en 30 años, y puede causar que la capacidad ociosa desaparezca por completo en 2012 con la consecuente escalada de precios. 

Las causas de esta situación son variadas y no solamente atribuibles a las condiciones geológicas: las reservas están quedando progresivamente en manos de compañías nacionales cuyos intereses van más allá de satisfacer un mercado que parece insaciable, y por otro lado, la crisis ha afectado a las inversiones que deben asegurar el suministro de mañana. 

Sea como sea, las advertencias se repiten y nada parece indicar que las tendencias a las que apuntan las políticas pertinentes (de transporte, especialmente) vayan a conseguir reducir la demanda de petróleo.

Quizás suceda lo mismo que en 2008: solamente una nueva caída en la recesión aliviará la tensión del mercado petróleo. Pero eso no es, evidentemente, ningún consuelo.

(*)  President de l'Associació per a l'Estudi dels Recursos Energètics (AEREN) en Catalunya