domingo, 6 de marzo de 2011

No hay castigo / Joaquín Estefanía

Los partidos políticos cuyos alcaldes se ven envueltos en casos de corrupción no se ven penalizados en las urnas. Todavía peor: los partidos implicados en conductas irregulares pueden contar con que no sufrirán castigos electorales en los comicios, incluso en el caso de que se inicien diligencias judiciales. Este es el resultado de un reciente estudio elaborado para la Fundación Alternativas (Las consecuencias electorales de los escándalos de corrupción municipal 2003-2007) por los investigadores Gonzalo Rivero y Pablo Fernández-Vázquez.

Con estos mimbres, los ciudadanos acuden a las elecciones municipales y autonómicas del 22 de mayo. La cuestión que se suscita es si conclusiones tan pesimistas podrían extenderse desde los municipios a las comunidades autónomas y, más allá, a la Administración central; aunque no hay evidencias empíricas que lo demuestren, es difícil pensar que el comportamiento electoral podría ser, en esos últimos casos, esencialmente distinto.

Conclusiones pesimistas porque suponen un serio revés para el control de los políticos por los procesos electorales y porque ponen en cuestión la capacidad del mecanismo electoral para discriminar ya no entre buenos y malos candidatos, sino incluso para cumplir la función más básica de expulsar de la arena política a aquellos que podrían haberse aprovechado irregularmente de los bienes comunes. En la investigación no se analizan las razones que llevan a los ciudadanos a exonerar en las urnas a los candidatos deshonestos, sino que se limita a constatar este fenómeno que, sin duda, debilita la calidad de la democracia en España.

El estudio, que examina el impacto electoral de los escándalos de corrupción que han tenido lugar en los Ayuntamientos de Andalucía y la Comunidad Valenciana entre las elecciones municipales de 2003 y 2007, contribuye al debate sobre la existencia o no de castigo por parte de los votantes a los políticos implicados en casos sospechosos. Los términos de la polémica son, básicamente, si la corrupción no es castigada en las urnas por cuestiones de tipo cultural o si el castigo es asimétrico, por lo cual únicamente algunos partidos políticos se verían exonerados mientras que los demás sí sufrirían una penalización electoral.

El estudio de la Fundación Alternativas (que incorpora un rastreo exhaustivo de los casos de corrupción y no se basa en una selección determinada de ejemplos) demuestra que la aparición de escándalos en los Ayuntamientos sigue un cierto patrón: estos tienden a concentrarse en municipios costeros con un nivel de población superior a la media y con una mayor disponibilidad de suelo urbanizable. Y que no existen diferencias significativas entre los principales partidos en la proporción de sus alcaldes que se ven afectados por escándalos; en cambio, sí parece que los independientes son más propensos a ser investigados judicialmente.


Crisis y paro / Josep Ramoneda

Si, como dice Jorge Wagensberg, progreso es ganar independencia respecto de la incertidumbre, España no avanza. Otro mes, otra subida del paro. Pocas cosas generan más incertidumbre que no tener trabajo. La coyuntura no ofrece a la ciudadanía ninguna señal de mejora. Más ajustes, menos inversión y la amenaza de una crisis energética de envergadura apuntan a más desempleo.

Cuatro millones trescientos mil parados es un desastre absoluto. Incluso el discurso economicista dominante, con su insoportable tendencia a reducir las personas a números de una estadística, debería considerar inaceptable el dispendio que significa tener tal volumen de fuerza de trabajo en fuera de juego. Ya sé que, para la ortodoxia económica, un alto paro es útil porque regula los salarios a la baja. 

Pero también es un despilfarro de capacidad productiva que un país no puede permitirse. La receta oficial que emana de esta doctrina es muy simple: bajar más los salarios, recortar más las prestaciones sociales y facilitar más el despido. En ninguna parte está demostrado que por esta vía no aumente la pobreza y la desigualdad.

El paro es un sinfín de dramas personales y familiares. Es un empobrecimiento extraordinario de la vida colectiva en todas sus dimensiones (cultural, política, económica). Y es un mecanismo de exclusión de una generación de jóvenes (el paro juvenil está por encima del 40%) cuyas expectativas se asemejan cada vez más a las de los jóvenes árabes que han explotado sencillamente porque quieren acceder a la modernidad. 

Nuestros jóvenes pensaban que esta estaba ya adquirida y la máquina de exclusión se ha disparado contra ellos. El paro crece, las desigualdades aumentan exponencialmente, los jóvenes no consiguen entrar en la carrera, los mayores son enviados a la cuneta. ¿Es esto un sistema sostenible? Se sostiene por el miedo. La gente siente que el precipicio es enorme y que aún se puede caer más abajo.

En este contexto, el optimismo de Zapatero, siempre dispuesto a la obscenidad de decir que estamos mejor que el año pasado, y el oportunismo de Rajoy, afirmando alegremente que él no toleraría algo así, suenan a sarcasmo. 

La sociedad aguanta, de momento, gracias a un sistema asistencial, precisamente el que ahora quieren recortar, que todavía funciona como colchón protector; gracias a unas estructuras familiares y de proximidad, que pronto amenazarán ruina, pero que de momento ejercen cierto amparo; gracias a un montón de instituciones asistenciales privadas y religiosas que llegan donde el Estado ya ha claudicado; gracias a una importante economía sumergida que si por un lado quita recursos al sistema, por otro está ayudando a que la burbuja de la miseria no estalle. 

Pero una sociedad anclada sobre estos pilares no es sostenible indefinidamente. Dicen los científicos que la crisis es la manera que la incertidumbre tiene de avisarnos de que tenemos que cambiar de modelo. No hay ninguna señal de cambio. El miedo sigue ejerciendo de pegamento que impide la ruptura social y sigue empujando a la ciudadanía hacia la sordidez de la indiferencia.

Cuando Felipe González abandonó el poder, España era el país con menor diferencial de rentas de Europa. Curiosamente, los socialistas, imbuidos ya de la quimera del oro, nunca hicieron bandera de ello. Desde entonces las distancias no han cesado de crecer exponencialmente, gobernando la derecha y gobernando la izquierda. ¿Alguien ha visto alguna propuesta política que apunte en otra dirección? Todo lo contrario: a la desaparición de las cajas, que representará una caída enorme de los recursos dedicados a sus obras sociales, seguirá la privatización de algunos servicios básicos, por ejemplo, en el ámbito de la sanidad. Madrid, Valencia y ahora Cataluña quieren ser pioneras en esta tarea. Como si ensanchar la brecha fuera la solución.

He visto en las últimas semanas cómo los dibujantes de viñetas de los periódicos vuelven a caricaturizar a los banqueros y a los empresarios. El burgués gordo y con puro era un icono de la crítica social hace más de 40 años. A partir de los ochenta, el papel de chivo expiatorio pasó a los políticos. Las gentes de dinero se convirtieron en los referentes sociales del éxito. Si las cosas siguen como ahora, desahuciados los políticos, los empresarios volverán al papel de malos de la película. Se está jugando a llevar a la sociedad al límite de lo soportable. Y algún día habrá un incendio. Salvo que el miedo acabe con todo, incluso con la posibilidad de que las jóvenes generaciones sepan sacarnos de este desastre.

El «jazmín árabe» asusta a China


Para pedir reformas, los chinos quedan en las calles más transitadas y pasean de arriba a abajo, sin pancartas ni gritos. Pero el Gobierno reprime también estas protestas con una masiva presencia policial.

En horas punta, en la estación norte de Pekín y aledaños se concentran cerca de medio millón de chinos. Se abren paso, a empujones, en una de las tantas aglomeraciones cotidianas de las grandes ciudades. En el gigante asiático viven, apretados, uno de cada cinco habitantes del planeta, y cualquier dato demográfico viene con un mínimo seis ceros. Por eso, una agrupación silenciosa de pocas decenas de personas resulta insignificante y tiende a pasar desapercibida. A no ser que el motivo de la cita sea pedir reformas políticas, incitar un levantamiento popular inspirado en la «revolución Jazmín» y encender la mecha de la «primavera democrática» que arde estos días en los países árabes y del norte de África. En este caso, la cosa cambia; y el Gobierno chino se ha esforzado en dejarlo bien claro.

Reaccionando de manera desproporcionada a una serie de convocatorias «on-line» a las que acudieron más policías que manifestantes, el régimen ha lanzado una campaña de control y represión como no se recordaba: ha apretado las tuercas de la censura (sobre todo en internet, donde han llegado a bloquear palabras como «Egipto» o «jazmín»), ha agredido y amenazado a decenas de periodistas extranjeros acreditados en el país, ha detenido a potenciales manifestantes y ha desplegado a miles de agentes en uniforme, de paisano e incluso disfrazados. Pero, ¿a qué le tiene miedo la dictadura más sofisticada y mejor engranada del planeta, que sostiene ya la segunda economía mundial? ¿Qué teme un Partido Comunista que se enorgullece de estar afinando un modelo social y económico capaz de competir con las democracias occidentales?

Persecución
En el reservado de un restaurante junto al Lago Houhai, el abogado Zhang Zhiqiang está preocupado por si alguien nos sigue. «Ayer estuvieron detrás de mí. La Policía me llamó el viernes y hoy me ha vuelto a llamar para pedirme que no tome parte en las protestas. La situación es mucho más seria que nunca por la ola expansiva de la revolución jazmín, que coincide con la reunión anual de la Asamblea Nacional (Parlamento chino)», comenta esta voz crítica, que no se siente un «activista». Zhang se presenta como uno de los escasos abogados dispuestos a defender a los perseguidos o damnificados por los abusos del régimen. Bajando el tono de voz, asegura que en los últimos días han detenido a 20 amigos. No sabe dónde están: «No somos activistas y no estamos organizados. Somos sólo un grupo de gente que queremos cambios», insiste, opinando que todas las convocatorias que han aparecido son espontáneas.

Zhang asegura que él y sus amigos no han participado en las protestas porque sería contraproducente. «No sé quién habrá ido, pero creo que grupos muy reducidos. No es el momento. Somos más útiles libres que en la cárcel». Desde que las revueltas triunfaron en Túnez, el «activismo pekinés» (una minoría de intelectuales sin tirón) ha centrado sus esfuerzos en internet. «Hemos colgado información sobre Egipto y convocatorias de falsas manifestaciones para tener a la Policía entretenida», comenta otro de ellos, que escoge el anonimato y que añade que «con su reacción desproporcionada, el Gobierno demuestra que no tienen confianza en su propio sistema y es consciente de los problemas».

Y es cierto que estos días en la Red china la actividad política ha aumentado: a pesar de los esfuerzos redoblados de la censura, no es difícil encontrar comentarios, blogs y análisis que comparan China con el mundo árabe, preguntándose si no ha llegado el momento de pedir reformas en la calle o, directamente, de quitarse de encima al Partido Comunista.

Pero volvamos a los hechos. Hace tres semanas, una página web en Estados Unidos, censurada y desconocida en el país asiático (www.boxun.com), convocó concentraciones silenciosas en las principales ciudades, inspirándose en los ejemplos árabes. No se trataba de manifestaciones al uso (resulta suicida) sino en «paseos de protesta»: un formato con cierta tradición aquí que consiste en deambular por un determinado lugar y en un determinado momento. Sin más. Para llamar todavía menos la atención, se escogieron como escenarios algunos de los lugares más transitados de las respectivas metrópolis, como la calle comercial de Wangfujing. Para entendernos, la equivalencia sería pasear un domingo en hora punta por Callao, en Madrid, calle arriba y abajo, sin gritar eslóganes ni mostrar pancartas.
Barrenderos como policías

La idea era «sembrar una semilla» y ver cómo reaccionaba el Gobierno. A la cita acudieron cientos de policías, algunos de paisano y periodistas extranjeros. Entre medias, y sin que quedase claro quién estaba manifestándose y quién curioseando, transitaron cientos de chinos. Hubo alguna detención, algún enfrentamiento violento contra los reporteros, y la constatación de que una mayoría de la población ni había oído hablar de la marcha.

A las pocas horas, desde la misma web, se pidió que la protesta continuase «cada domingo» y en los mismos lugares. La semana pasada volvió a repetirse. La Policía acordonó varias manzanas, impidiendo la entrada a miles de personas, la mayoría de las cuales no entendían lo que estaba ocurriendo. También taponaron varios accesos de centros comerciales con salida a Wangfujing, improvisaron andamios de construcción en plena calle, grabaron con cámaras a los viandantes y desplegaron una extravagante e hiperactiva legión de barrenderos municipales conectados con pinganillos y sospechosamente preocupados por la actitud de la gente: «servicios especiales» de limpieza que interrumpían con sus frenéticas escobas a quien quisiera acercarse, o documentar, unas protestas que, si no fuera por la parafernalia policial, no hubiera resultado posible localizar.

Decenas de reporteros extranjeros, la única presencia reconocible por la Policía, fueron retenidos, algunos con relativa violencia, empleada sobre todo contra los cámaras televisivos. Algunos, incluidos varios españoles, han sido llamados al orden por la Policía posteriormente, acusados de «participar» en las protestas y amenazados con «castigos» si vuelven a acercarse por la calles en cuestión, que ahora quedan vetadas a la prensa.

Más presión social
El profesor Zhang Ming, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad del Pueblo y otra de las escasas voces críticas dentro de China, cree que «la ansiedad del Gobierno es evidente porque muchos de los problemas de los países árabes los tiene también China». Entre otros, Zhang cita la corrupción y la desigualdad social, donde el gigante asiático ha superado a Egipto, al menos según los listados de Transparencia Internacional y el coeficiente Gini. «También es cierto», matiza el profesor, «que hay diferencias: China es un país mucho más grande y su Gobierno es más fuerte. Aquí sería necesaria una presión social mucho más potente para una revolución».

Por el momento nadie cree que vaya a suceder nada. Incluso el abogado Zhang Zhiqiang es consciente de que la mayoría de la población no quiere un cambio. Dice que incluso entre aquellos que sí lo buscan («que son más de lo que parece»), sólo una diminuta minoría está dispuesta a hacer sacrificios. «En Pekín hay más de 10.000 abogados y sólo 50 aceptamos defender a gente con problemas con las autoridades», recuerda con tristeza. «Luego están esos millones, sobre todo en el campo, que siguen contentos por la fase de crecimiento. Sienten que la vida es mejor que antes».

La esperanza del abogado y de sus amigos es que la mentalidad de la población china cambie, aunque sea lentamente. «Cada vez más gente quiere algo mejor, incluso dentro del Partido, y además los problemas sociales son más graves», y enumera la lista de las fuentes de descontento: los precios de la viviendas, la burbuja inmobiliaria, la inflación alimentaria, los campesinos que pierden sus tierras, la corrupción, el desempleo, la falta de seguro médico, la «falta de mujeres» provocada por el hecho de que nacen 117 hombres por cada 100 mujeres por el aborto selectivo.

Protestas sin libertad
Muchos creen que los chinos nunca se levantarán contra el Partido por la mentalidad conservadora de su cultura confuciana, más preocupada por la estabilidad y la prosperidad económica que por la libertad. También se cita el peso de las traumáticas experiencias revolucionarias que han tenido a lo largo del siglo XX, empezando por el propio maoísmo y siguiendo por la revuelta estudiantil de 1989, zanjada con los tanques en Tiananmen. «Pero como todos los pueblos del mundo, los chinos puede estallar. Personalmente creo que si el Gobierno no toma partido e inicia reformas a medio plazo, es bastante posible que vivamos para ver aquí algo parecido a lo de Egipto», concluye el profesor Zhang. A lo largo de 2008, en toda China se produjeron 127.000 protestas, algunas extremadamente violentas, en las que participaron 12 millones de ciudadanos. Todas por cuestiones concretas y en ninguna se escucharon palabras como «libertad» o «democracia».

La presencia casual del embajador americano

El pasado domingo 20 de febrero, en medio a la discreta manifestación que tuvo lugar en Pekín frente al McDonalds de la avenida Wangfujing, alguien reconoció el rostro del embajador de Estados Unidos en China, John Huntsman, acompañado de su familia y ataviado con unas gafas de sol y una chupa negra, adornada con las barras y estrellas. Le acusaron en el acto de estar instigando las protestas, algo que él ha negado, insistiendo en que «pasaba por allí casualmente». Su presencia fue grabada y en la red puede verse. Hay quien lo presenta como prueba irrefutable de que Washington está detrás de las convocatorias, «para hundir a China».A Huntsman, un político mormón que habla un mandarín fluido, le queda muy poco como embajador. Presentó su renuncia en junio y se rumorea que está preparando una candidatura a la Casa Blanca para 2012, con el Partido Republicano.

Algo se fragua ya en China

 
En China se aprietan uno de cada cinco habitantes del planeta y cualquier dato demográfico viene con un mínimo de seis ceros. Por eso, una agrupación silenciosa de pocas decenas de personas resulta insignificante y tiende a pasar desapercibida.

A no ser que el motivo de la cita sea pedir reformas políticas, incitar un levantamiento popular inspirado en la "revolución Jazmín" y encender la mecha de la "primavera democrática" que arde estos días en el mundo árabe.

Reaccionando de manera desproporcionada a una serie de convocatorias "online" a las que acudieron muchos más policías que manifestantes, el régimen ha lanzado una campaña de control y represión como no se recordaba desde hacía algún tiempo.

Las Fuerzas del Orden han apretado las tuercas de la censura (sobre todo en internet, donde han llegado a bloquear en los buscadores palabras como "Egipto" o "jazmín"), agredido y amenazado a decenas de periodistas extranjeros acreditados en el país, detenido a potenciales manifestantes y desplegado a miles de agentes en uniforme e incluso disfrazados.

Pero ¿a qué le tiene miedo la dictadura más sofisticada y mejor engranada del planeta, la que no para de crecer y sostiene ya la segunda economía mundial?

"La ansiedad del Gobierno es más que evidente porque muchos de los problemas de los países árabes los tiene también China, hay muchas analogías", dijo al diario 'Reforma' el profesor Zhang Ming, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad del Pueblo y una de las escasas voces críticas dentro de China.

Entre otros factores de análisis, Zhang compara la corrupción y la enorme desigualdad social, categorías en las que el gigante asiático ha superado en los últimos años a Egipto, al menos según los listados de Transparencia Internacional y el coeficiente Gini, respectivamente.

"También es cierto que hay diferencias: China es un país mucho más grande y su Gobierno es más fuerte, de modo que aquí sería necesaria una presión social mucho más potente para que estallase una revolución", matizó el profesor.

En un restaurante situado junto al Lago Houhai, el abogado Zhang Zhiqiang está preocupado por si alguien nos ha venido siguiendo.

"Ayer estuvieron todo el día detrás de mi. Están muy nerviosos. La Policía me llamó el viernes y hoy para pedirme que no tome parte en las protestas. La situación es mucho más seria que nunca por la ola expansiva de la revolución jazmín que, además, coincide ahora con la reunión anual de la Asamblea Nacional (Parlamento chino)", dijo esta voz crítica, que no se siente cómodo con la etiqueta de "activista".

Zhang prefiere presentarse como uno de los escasos abogados de la capital dispuestos a defender en un tribunal a los perseguidos o damnificados por los abusos del régimen.

Bajando el tono de voz, asegura que en los últimos días han detenido a 20 amigos suyos, sin que nadie sepa dónde han ido a parar.

"No somos activistas y no estamos organizados. Somos sólo un grupo de gente que queremos cambios", insistió, opinando que todas las convocatorias que han aparecido son espontáneas.

Zhang asegura que él y sus amigos no han participado en las protestas porque sería contraproducente.

"No sé quién habrá ido, pero creo que grupos muy reducidos. No es el momento todavía y somos más útiles si estamos libres que si nos meten en la cárcel", dijo.

Desde que las revueltas triunfaron en Túnez, añaden sus compañeros, el "activismo" pequinés ha centrado sus esfuerzos en internet.

"Hemos colgado información sobre Egipto y convocatorias de falsas manifestaciones para tener a la Policía entretenida y hacerles pensar que se fragua algo importante. No dan abasto", comentó otro de ellos, escogiendo el anonimato.

"Con su reacción desproporcionada, el Gobierno demuestra que no tiene confianza en su propio sistema y son conscientes de los problemas que tienen", añadió.

Siembran la semilla con 'paseos'

Hace tres semanas, una página web alojada en Estados Unidos, censurada y prácticamente desconocida en China (www.boxun.com), convocó concentraciones silenciosas en las principales ciudades, inspirándose en los ejemplos árabes.

No se trataba de las usuales manifestaciones, sino de "paseos de protesta": un formato con cierta tradición que consiste en deambular por un determinado lugar sin gritar eslogans ni mostrar pancartas.

Para llamar todavía menos la atención, se escogieron como escenarios algunos de los lugares más transitados de las respectivas metrópolis, como la calle comercial de Wangfujing.

La idea era "sembrar una semilla" y ver cómo reaccionaba el Gobierno.

A la cita acudieron cientos de policías y un nutrido grupo de periodistas extranjeros. Sin saber quién se manifestaba y quién curioseaba, algunas personas fueron detenidas.

A las pocas horas, desde la misma página web, se pidió que la protesta continuase "cada domingo" y en los mismos lugares.

Así, la semana pasada volvió a repetirse. Pero esta vez la Policía acordonó varias manzanas, bloqueó accesos de centros comerciales, improvisó andamios de construcción y desplegó una extravagante e hiperactiva legión de barrenderos.

Necesidad contra codicia / Jeffrey D. Sachs *

El gran líder moral de la India Mohandas Gandhi dijo la famosa frase de que hay suficiente en la Tierra para las necesidades de todos, pero no suficiente para satisfacer la avaricia de todos. Hoy la visión de Gandhi se está poniendo a prueba como nunca antes.

El mundo está alcanzando límites globales en su uso de los recursos. Estamos sintiendo los golpes cada día en forma de inundaciones, sequías y tormentas catastróficas y en el consiguiente aumento de los precios en el mercado. Nuestro destino depende ahora de si cooperamos o somos víctimas de una codicia autodestructiva.

Los límites a la economía mundial son nuevos y se derivan del tamaño sin precedentes de la población mundial y la expansión nunca antes vista del crecimiento económico en casi todo el planeta. Hoy siete mil millones de personas habitan la Tierra, en comparación con sólo tres mil millones hace medio siglo. Hoy en día, el promedio de ingreso per cápita es 10.000 dólares; en mundo desarrollado es de alrededor de 40.000 y 4.000 en los países en desarrollo, eso significa que la economía mundial está produciendo alrededor de 70 billones de dólares por año, en comparación con alrededor de 10 billones en 1960.

La economía de China está creciendo en torno al 10 por ciento anual. La India está creciendo casi a la misma velocidad. África, por largo tiempo la región de crecimiento más lento del mundo, muestra ahora un promedio de crecimiento de aproximadamente el cinco por ciento del PIB anual. En general, los países en desarrollo están creciendo en torno al siete por ciento anual y las economías desarrolladas en torno al dos por ciento, lo que da un promedio mundial de alrededor del 4,5 por ciento.

Ésta es una muy buena noticia en muchos aspectos. El rápido crecimiento económico en los países en desarrollo está ayudando a aliviar la pobreza. En China, por ejemplo, la pobreza extrema se ha reducido de más de la mitad de la población hace 30 años a alrededor del 10 por ciento o menos en la actualidad.

Sin embargo, hay otra cara de la historia de crecimiento global que debemos entender con claridad. La economía mundial crece a un 4,5 por ciento por año y, a ese ritmo, se encamina a duplicar su tamaño en menos de 20 años. La economía mundial de 70 billones de dólares de hoy llegará a los 140 billones de dólares antes de 2030 y a 280 billones antes de 2050 si extrapolamos a partir de la tasa de crecimiento actual.

Nuestro planeta no podrá sustentar físicamente este crecimiento económico exponencial si dejamos que la codicia tome la delantera. Incluso hoy, el peso de la economía mundial ya está aplastando la naturaleza, agotando rápidamente los suministros de recursos energéticos de combustibles fósiles creados hace millones de años, mientras que el cambio climático resultante ha conducido a una gran inestabilidad en términos de precipitaciones, temperatura y tormentas extremas.

Vemos estas presiones todos los días en el mercado. Los precios del petróleo han subido a más de $us 100 por barril, a medida que China, India y otros países importadores de petróleo se unen a los Estados Unidos en una lucha masiva por comprar suministros, especialmente de Oriente Próximo. También los precios de los alimentos se encuentran en máximos históricos, lo que contribuye a la pobreza y la inestabilidad política.

Por un lado, hay más bocas que alimentar, y con mayor poder adquisitivo en promedio. Por otro lado, las olas de calor, sequías, inundaciones y otros desastres provocados por el cambio climático están destruyendo cultivos y reduciendo la oferta de cereales en los mercados mundiales. En los últimos meses, las regiones productoras de cereales de Rusia y Ucrania se han visto afectadas por graves sequías y enormes inundaciones han afectado Brasil y Australia. Otra sequía amenaza la zona productora de cereales en el norte de China.

Hay algo más, muy peligroso y que no se advierte con facilidad. En muchas áreas populosas del mundo, incluidas las regiones productoras de cereales del norte de la India, el norte de China y el Medio Oeste estadounidense, los agricultores están recurriendo a aguas subterráneas para el riego de sus cultivos. Los grandes acuíferos que abastecen de agua para el riego se están agotando. En algunos lugares de la India, el nivel freático ha descendido varios metros al año en los últimos años.

Algunos pozos profundos se están acercando al punto de agotamiento y se prevé un aumento de la salinidad a medida que el agua del océano se infiltre en el acuífero.

El desastre es inevitable, a menos que cambiemos. Y aquí es donde Gandhi entra en juego. Si nuestras sociedades se rigen por el principio de la avaricia, con los ricos haciendo todo lo posible para enriquecerse aún más, la creciente crisis de recursos producirá una brecha cada vez mayor entre ricos y pobres, y muy posiblemente a una lucha cada vez más violenta por la supervivencia.

Los ricos intentarán utilizar su poder para obtener más tierras, agua y energía para sí mismos, y muchos de ellos apoyarán medios violentos para hacerlo, si es necesario. EEUU ya ha seguido una estrategia de militarización en Oriente Próximo con la ingenua esperanza de que este enfoque pueda garantizar un abastecimiento seguro de energía. Ahora se intensifica la competencia por los suministros, a medida que China, India y otros compiten por los mismos recursos que, además, se están agotando.

Una toma de poder similar se intentó en África. El aumento de los precios de los alimentos está llevando a la apropiación de tierras, a medida que políticos poderosos venden a inversionistas extranjeros grandes extensiones de tierras de cultivo, dejando de lado los derechos tradicionales de tierras de los pequeños agricultores pobres. Los inversionistas extranjeros esperan utilizar grandes explotaciones mecanizadas para generar productos destinados a la exportación, dejando poco o nada para las poblaciones locales.

En los países de mayor peso --EEUU, Reino Unido, China, India y otros-- los ricos han disfrutado de cada vez más altos ingresos y un creciente poder político. La economía de EEUU es rehén de los multimillonarios, la industria petrolera y otros sectores clave. Las mismas tendencias amenazan a las economías emergentes, donde la riqueza y la corrupción van en aumento.

Si la codicia prevalece, el motor del crecimiento económico agotará nuestros recursos, marginará a los pobres y nos llevará a una profunda crisis social, política y económica. La alternativa es un camino de cooperación política y social, a nivel nacional e internacional. Habrá recursos suficientes y prosperidad para todos si convertimos nuestras economías para que hagan uso de fuentes de energía renovables, prácticas agrícolas sostenibles y un régimen tributario razonable para los ricos. Éste es el camino a la prosperidad para todos a través de tecnologías mejoradas, justicia política y conciencia ética.

(*) Profesor de Economía y Director del Earth Institute de la Universidad de Columbia

Kurt N. Schacht: "Las instituciones financieras volverán a meternos en problemas"

VIGO.- El estadounidense Kurt N. Schacht se licenció en Químicas, pero orientó su carrera hacia las instituciones financieras y los fondos de inversiones. Dio un giro para centrarse en la promoción de estándares éticos en las finanzas, al frente del CFA Institute, y asesora a la comisión del Mercado de Valores estadounidense. Este experto que visita España para difundir sus ideas, asegura en 'Faro de Vigo' que el mundo no está económicamente mejor que hace tres años.

–Para que se haga cargo del tipo de entrevista: “¿La crisis acabará cuando la banca vuelva a ser una actividad aburrida?”

–Me gusta eso. No veo una voluntad política firme de arreglarlo. Los bancos siguen aislados y con una decidida voluntad de volver a la situación previa a la crisis. Insisten en involucrarse en todas las líneas de negocio, y no estamos en mejor situación que hace tres años.

–“Demasiado grandes para caer” significa que hay instituciones financieras más poderosas que los estados.

–Así parece. No hemos resuelto el problema de las instituciones financieras demasiado grandes para caer, por lo que volverán a meternos en problemas y asistiremos a otro efecto dominó.

–Paul Volcker, asesor de Obama y ex presidente de la Reserva Federal, sostiene que la última innovación bancaria de alguna utilidad fue el cajero automático.

–Estamos muy próximos a él y a la regla Volcker, que se opone a las inversiones altamente especulativas de los bancos como vía para prevenir una recaída en la crisis.

–Usted predica la “integridad de los mercados”, un oxímoron.

–Esperamos que no, pero atravesamos un terreno difícil y los servicios financieros gozan de la reputación más baja de su historia. Se necesita un cambio dramático, para que no se centren en el sueldo y las compensaciones de sus ejecutivos.

–Esa obsesión por la paga no ha cambiado.

–Hemos de imponer controles para que los ejecutivos trasladen la obsesión por sus percepciones a la preocupación por las ganancias de sus clientes.

–¿Cuál debería ser la diferencia ética de salarios entre la cúpula y la base de una empresa?

–Los consejos de administración deberían prestar una atención especial a esa diferencia y estrecharla, pero no me atrevo a dar porcentajes.

–Los mejores cerebros se van al mundo financiero, lejos de la economía real.

–Los fondos de inversión son la gallina de los huevos de oro, y sus cargos ejecutivos atraen a las mentes más brillantes. Estamos pagando cinco o seis veces más a un ingeniero financiero que a un ingeniero real, que crea algo tangible. Hay que abordar la motivación.

–¿Cómo sabe un inversor que su dinero no va a la industria de armamento o algo peor?

–Esta pregunta nos conduce a un grave problema: la alfabetización de los inversores. Hasta la fecha, esa cultura se mantiene a niveles atroces a escala global. El inversor debería preocuparse por los fundamentos de su actividad; la información sobre el destino de su dinero está a disposición del público.

–¿A qué empresa concreta se refiere cuando habla de ética?

–Hay un montón de empresas éticas por el mundo. Por desgracia, los servicios financieros han extendido el manto de la sospecha sobre compañías manufactureras, sin nada que ver con los excesos a que hemos asistido.

–¿Todo el mundo habla de gobernanza de las empresas porque nadie sabe lo que es?

–La gobernanza es el equilibrio entre el triángulo de poder conformado en una empresa por los ejecutivos, el consejo de administración y los accionistas. Todos ellos comparten la responsabilidad en el funcionamiento.

–Madoff no fue el único culpable del hundimiento de los mercados.

–Tiene la misma conexión con lo ocurrido que otras personas, que no serán responsabilizadas ante los tribunales. No hay demasiados ejemplos de personas juzgadas por la crisis, y también aquí deberíamos preguntarnos por qué.

–¿Ve a España necesitada de un rescate?

–No estoy familiarizado, pero sé que atraviesan ustedes una situación dura, no muy diferente a la de Estados Unidos. Nos enfrentamos al dilema del huevo y la gallina, porque la confianza de los consumidores es la clave y, cuando se recupere, se crearán puestos de trabajo. Sin embargo, no crecerá hasta que no haya empleos, y sumen a ello los precios disparados del petróleo.

–Se educó usted como científico. ¿La economía es una ciencia?

–Se trata más bien de un arte. La economía es mucho más imprecisa de lo que piensan los ciudadanos, y también más inexacta que las ciencias físicas.

–¿Necesitamos otra crisis para espabilar?

–Cuando nos golpea la crisis, tratamos de comportarnos a la altura de la situación, por lo que esa caída puede propiciar una reforma de los sistemas de regulación. Es preferible a confiar en que el Dow Jones suba cuatro mil puntos, para que todo vuelva a ser como antes.

–¿Un inversor confiaría en alguien como Obama?

–El jurado todavía no se ha pronunciado, pero Obama no puede hacerlo solo, y las instituciones financieras se opondrán a la reforma con uñas y dientes.

Manifiesto por un Impuesto a las Transacciones Financieras y la supresión de los paraísos fiscales

Las organizaciones de la sociedad civil abajo firmantes instamos al Gobierno de España a impulsar, junto a otros gobiernos europeos, la adopción de medidas alternativas contra los ajustes fiscales, como la aprobación y puesta en marcha inmediata de un Impuesto a las Transacciones Financieras (ITF), junto con un marco regulatorio que ponga coto a los paraísos fiscales:

Debido a la fuerte presión social de estas organizaciones y otras 200 redes de 23 países, la implantación mundial del ITF fue incluida en la agenda de la reunión del G20 en Seúl. Lamentablemente, la propuesta no fue ni tan siquiera tomada en consideración en la cumbre, por lo que es más necesario que nunca incrementar las acciones tendentes a conseguir su implantación efectiva.

La profunda crisis global en la que ahora nos encontramos, ha llevado al paro a 32 millones de trabajadores, y está extendiendo el hambre y la pobreza en el mundo, principalmente en los países del Sur, incrementando los déficits fiscales, recortando los gastos sociales y aumentando la desigualdad.

Lo que resulta socialmente inadmisible es que se trata de una crisis con responsables claros, a los que no afectan las medidas adoptadas por los Gobiernos. Estos responsables son las personas e instituciones que controlan los mercados financieros, apoyados por unos gobiernos que, sin cuestionar en ningún momento la actual hegemonía de las finanzas sobre la economía productiva, les han permitido alcanzar un volumen de actividad desmesurado, escasamente gravado e insuficientemente sometido a control o regulación.

Los gobiernos de la Unión Europea no han dudado en aplicar a la ciudadanía de sus países dolorosos planes de ajuste basados en recortes sociales – con un significativo retroceso del Estado de bienestar en materia de pensiones, derechos laborales y salarios- y de la Ayuda Oficial al Desarrollo, y en dar prioridad a la lucha contra el déficit sin abordar la necesidad de gravar adecuadamente al sector financiero ni revisar la fiscalidad de las grandes fortunas, ni menos aún tratar de evitar la evasión fiscal practicada por las compañías multinacionales a través de los precios de transferencia.

Ante este escenario insostenible, social, económica y ambientalmente, los firmantes de este Manifiesto exigimos la implantación inmediata de un Impuesto a las Transacciones Financieras (ITF, o FTT en su acepción inglesa), y la lucha decidida contra la evasión fiscal, desarmando el entramado de los paraísos fiscales de modo que se recuperen recursos que legítimamente pertenecen a los ciudadanos y se generen otros adicionales suficientes para combatir las desigualdades sociales.

IMPUESTO SOBRE LAS TRANSACCIONES FINANCIERAS (ITF)
Desde Keynes hasta Stiglitz, pasando por James Tobin, numerosos economistas han advertido de que la falta de regulación de los mercados financieros lleva a la economía hacia la deriva especulativa estrangulando la economía productiva, que es la que genera bienes y servicios para satisfacer las necesidades sociales a la vez que crea empleo.

Para hacer frente a esta situación, tanto los movimientos sociales como otras organizaciones de la sociedad civil vienen reclamando desde hace más de 10 años el establecimiento un impuesto global que regule estos mercados, y sirva a la vez para obtener recursos financieros que, penalizando fiscalmente las transacciones especulativas, impulsen el desarrollo de los países del Sur, ayuden a la financiación de la lucha contra el cambio climático y permitan establecer, mantener o fortalecer los sistemas de protección social en todos los países.

Este impuesto, tendría además un efecto estabilizador sobre los precios de los activos financieros, favoreciendo el crecimiento económico y el empleo.

El ITF es una propuesta para gravar las transacciones financieras en un sector que favorece esencialmente la especulación a gran escala sobre las divisas y otros activos de la economía no productiva, pero también sobre los recursos energéticos e incluso sobre los alimentos -mientras 1.000 millones de personas no saben si podrán comer cada día- y el agua potable.

Su viabilidad técnica está fuera de toda duda, como reconoce el estudio del FMI y la reciente comunicación de la Comisión Europea al Parlamento y Consejo de Jefes de Estado. La dificultad no se encuentra en las barreras técnicas, que pueden abordarse y resolverse, sino en la voluntad política. Diferentes Jefes de Estado y de gobierno de la UE ya se han manifestado por su implantación, como es el caso de Merkel, Sarkozy y el propio Rodríguez Zapatero en la reciente cumbre de la ONU sobre los Objetivos del Milenio. Pero a estos gobernantes hay que exigirles no sólo la aplicación inmediata del impuesto, sino también la fijación de unos tipos impositivos que disuadan a los especuladores de seguir apostando en el casino financiero.

Aunque el alcance del impuesto ha de ser preferentemente global, se resalta la oportunidad de comenzar su aplicación en primer lugar en la UE o, por lo menos, en la zona euro, por ser un importante espacio económico desde donde podría después generalizarse. Su implantación es urgente porque favorece una salida de la crisis que antepone el interés de las personas al de las finanzas.

Establecer un impuesto a las transacciones financieras especulativas es un instrumento que puede contribuir a hacer recaer los costes de la crisis en sus verdaderos culpables y servir al mismo tiempo para financiar otros objetivos de interés planetario, tales como el suministro de bienes públicos globales, la lucha contra la pobreza y sus causas, frenar el cambio climático y cumplir con el resto de los Objetivos del Milenio en España, en Europa y en el mundo.

PARAÍSOS FISCALES
Los firmantes de este Manifiesto exigimos también a los gobiernos de la UE la adopción y promoción de medidas legales y administrativas concretas y eficaces para favorecer la transparencia financiera y combatir la evasión, el fraude fiscal y el lavado de dinero de todo tipo de delitos realizados a través de los paraísos fiscales o centros financieros para no residentes. La erradicación de los paraísos fiscales es perfectamente posible y es una exigencia política y moral que alcanza el más amplio consenso social.

Los paraísos fiscales son el auténtico agujero negro de las finanzas internacionales, facilitando que cada año salgan de forma ilícita un billón de dólares de los países en desarrollo. No existe justificación alguna para permitir marcos fiscales desiguales y la elusión de la responsabilidad fiscal de unos pocos (multinacionales y grandes fortunas) frente a los esfuerzos soportados por el resto de la ciudadanía.

Primeros firmantes:
Alianza Española contra la Pobreza
Asociación de Usuarios de Bancos, Cajas y Seguros de España (ADICAE)
ATTAC España (Asociación por una Tasa sobre las Transacciones Financieras para Ayuda a los Ciudadanos)
Confederación General del Trabajo (CGT)
Confederación Sindical de Comisiones Obreras (CCOO)
Cristianos de Base
Ecologistas en Acción
Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid (FRAVM)
INTERSINDICAL
Izquierda Anticapitalista
Izquierda Unida
Observatorio de la RSC
Plataforma 2015 y más ()
Socialismo 21
Unión General de Trabajadores (UGT)
Unión Sinical Obrera (USO)
- Para adherirse al manifiesto, por favor escribir un correo a: campana.itf.ya@gmail.com