lunes, 23 de mayo de 2011

15M: el peligro ciudadanista / Manuel Delgado *

Todo el mundo parece interesado en esclarecer qué tipo de fenómeno se está produciendo estos días en las ciudades españolas, en plazas como estas, en las que personas como nosotros expresamos nuestro descontento ante la situación que padecemos. Me gustaría profundamente decir y creer que estamos ante un movimiento cuya característica principal, y la fuente de la inquietud que parece generar, tiene que ver con la dificultad a la hora de someterlo a una tipificación clara, resultado de su renuncia a los principios de identidad e identificación propios de un sistema que exige que sus interlocutores se presenten siempre como instancias orgánicas inconfundibles con las que se posible negociar. 

Un poco, si se me permite, a la manera de aquella canción de La Polla Records que seguro que muchos conocéis: “¡No somos nada! / ¡No somos nada! / Quieres identificarnos, tienes un problema”. Pero eso es lo que me gustaría pensar y decir, pero no estoy seguro de poder hacerlo sin sentir que estoy haciéndoos una concesión injusta, cuyo objetivo sería sólo el de obtener vuestro aplauso.

En realidad, lo que pienso –y temo– es que esta movilización se pueda homologar como un episodio más de lo que podríamos llamar el movimientismo ciudadanista. El ciudadanismo es la ideología que ha venido a administrar y atemperar los restos del izquierdismo de clase media, pero también de buena parte de lo que ha sobrevivido del movimiento obrero. El ciudadanismo se concreta en un conjunto de movimientos de reforma ética del capitalismo, que aspiran a aliviar sus efectos mediante una agudización de los valores democráticos abstractos y un aumento en las competencias estatales que la hagan posible, entendiendo de algún modo que la explotación, la exclusión y el abuso no son factores estructurantes, sino meros accidentes o contingencias de un sistema de dominación al que se cree posible mejorar moralmente. El ciudadanismo no impugna el capitalismo, sino sus “excesos” y su carencia de escrúpulos.
 
El ciudadanismo suele concretarse en movilizaciones masivas destinadas a denunciar determinadas situaciones consideradas injustas, pero sobre todo inmorales, y lo hace proponiendo estructuras de acción y organización lábiles, basadas en sentimientos colectivos mucho más que en ideas, con un énfasis especial en la dimensión performativa y con frecuencia “artística” o festiva. Prescindiendo de cualquier referencia a la clase social como criterio clasificatorio, remite en todo momento a un difusa ecumene de individuos a los que unen no sus intereses, sino sus juicios morales de condena o aprobación.
 
Los movimientos sociales ciudadanistas no dejan de ser revitalizaciones del viejo humanismo subjetivista, pero aportan como relativa novedad su predilección un circunstancialismo militante, ejercido por individuos o colectivos que se reúnen y actúan al servicio de causas muy concretas, en momentos puntuales y en escenarios específicos, renunciando a toda organicidad o estructuración duraderas, a toda adscripción doctrinal clara y a cualquier cosa que se parezca a un proyecto de transformación o emancipación social que vaya más allá de un vitalismo más bien borroso, acuerdo de heterogeneidades inconmensurables que, no obstante, asumen articulaciones cooperativas momentáneas en aras a la consecución de objetivos compartidos.
 
Esas formas de movilización prefieren modalidades no convencionales y espontáneas de activismo, protagonizadas por individuos conscientes y motivados, pero desafiliados, que viven la ilusión de que han podido escapar por unos momentos de sus raíces estructurales, desvinculados de las instituciones, que renuncian o reniegan de cualquier cosa que se parezca a un encuadramiento organizativo o doctrinal,  que proceden y regresan luego a una especie de nada aestructuda y que se prestan por unos días u horas como elementos primarios de uniones volátiles, pero potentes, basadas en una mezcla efervescente de emoción, impaciencia y convicción, sin banderas, sin himnos, sin líderes, sin centro, movilizaciones alternativas sin alternativas que se fundan en principios abstractos de índole esencialmente moral y para las que la conceptualización de lo colectivo es complicada, cuando no imposible.
 
No sé si será casual que una de las figuras predilectas para ese individualismo comunitarista o de ese comunitarismo individualista, basado en la sintonía sobrevenida entre sujetos, sea la de la red. Entonces uno piensa en las virtudes de internet y las formas de sociabilidad que propicia, paradigma de relación reticular, paraíso donde se ha podido hacer palpable por fin la utopía de una sociedad de individuos desanclados y sin cuerpo, en un universo de instantaneidades, una solidaridad empática basada en el diálogo y el acuerdo sincrónico entre personas individuales con un alto nivel de exigencia ética consigo mismas y con el mundo. 
 
Entre otros efectos, este tipo de concepciones de la acción política al margen de la política se traduce en la institucionalización de la asamblea como instrumento por antonomasia de y para los acuerdos entre individuos que no aceptan ser representados por nada ni por nadie. Esta forma radical de parlamentarismo se conforma como órgano inorgánico cuyos componentes  se pasan el tiempo negociando y discutiendo entre sí, pero que tienen graves dificultades con negociar o discutir con cualquier instancia exterior, porque en realidad no tienen nada que ofrecer que no sea su autenticidad comunitaria y que es más intralocutora que interlocutora.
 
            El activismo de este tipo de movimientos se expresa de modo análogo: generación de pequeñas o grandes burbujas de lucidez e impaciencia colectivas, que operan como espasmos en relación y contra determinadas circunstancias consideradas inaceptables, iniciativas de apropiación del espacio público que pueden ser especialmente espectaculares, que ponen el acento en la creatividad y que toman prestados elementos procedentes de la fiesta popular o de la performance artística. 
 
Se trata, por tanto, de movilizaciones derivadas de campañas específicas, para las que pueden establecerse mecanismos e instancias de coordinación provisionales que se desactivan después..., hasta la próxima oportunidad en la que nuevas coordenadas y asuntos las vuelvan a generar poco menos que de la nada. Cada oportunidad movilizadora instaura así una verdad comunicacional intensamente vivida, una exaltación en la pesadilla de las relaciones de producción, las dependencias familiares o de los servilismos estructurales que conforman nuestra realidad se han desvanecido por unos momentos o incluso días.
 
Se genera así, durante el lapso en que la movilización se producem una especie de refugio en que vivir una emancipación en última instancia ilusoria de la gravitación de las clases y los enclasamientos, una victoria momentánea de la realidad como construcción interpersonal sobre lo real como experiencia objetiva del mundo.
 
Lo que intenté en mi intervención es advertir del peligro de que, en efecto, la gran movilización en marcha estos días devenga un ejemplo de este tipo de grandes convulsiones colectivas inspiradas y orientadas por lo que en la práctica puede ser una mera crítica ética del orden económico y político que padecemos, estructurado vagamente en torno a una no menos vaga denuncia de una entidad abstracta, casi metafísica, que es “el sistema”. En Barcelona hemos conocido varios ejemplos de este tipo de movilización tan potente como efímera, que se han desvanecido en la nada en cuanto los medios de comunicación han dejado de atender el colorista espectáculo que deparaban. 
 
Desde luego el movimiento contra la guerra de Irak en el 2003 sería un paradigma de ello, pero también lo serían las movilizaciones estudiantiles contra el plan Bolonia en marzo de 2009, que alcanzaron puntas importantes de dramatismo social, pero que, al cabo de unas semanas de su algidez en el desalojo del rectorado de la Universitat de Barcelona, se extinguieron sin dejar tras de sí otra cosa que un vacio y una inanidad de la que todavía somos víctimas en las universidades catalanas.
 
Así pues se plantea como urgente la cuestión de qué hacer cuanto la intensidad de la emoción colectiva que nos reúne ahora y aquí se vaya amortiguando y cuando –y no quepa duda de que esto ocurrirá dentro de unos días– los medios de comunicación dejen de considerarnos “interesantes” y los políticos de expresar una cierta simpatía y comprensión ante el malestar que nos congrega esta mañana aquí. Es la discusión política y la imaginación colectiva a las que, estos días y en esta y otras plazas, les corresponde concebir y organizar un camino que convierta este escándalo ante lo real en energía histórica.
 
(*) Profesor titular de antropología religiosa en el Departament d'Antropología Social de la Universitat de Barcelona

Hörður Torfason, cantautor, activista y líder de las protestas islandesas: “El éxito de una revuelta es tener objetivos”


Sábado 24 de enero de 2009, Hörður Torfason irrumpía azorado en el Café París de Reikiavik. Fuera, riadas de gente fluían hacia el centro de la plaza Austurvöllur. Un vistazo rápido al gentío del local para localizar al periodista español y al equipo de tele inglesa con los que se ha comprometido a charlar. Toma asiento, extiende sobre la mesa tres teléfonos móviles y apaga los tres. “Me gusta dedicar a cada tarea toda mi atención y energía. Sin interrupciones”, asegura. Con esta perseverancia Hörður se convirtió en el cabecilla del movimiento que echó a sartenazos al gobierno que llevó Islandia a la bancarrota. 

El primer fin de semana de octubre de 2008 se plantó frente al parlamento islandés con una cacerola y cincuenta amigos, los paseantes estaban perplejos. Meses más tarde, aquel sábado 24 de enero, esa plaza reventaba con 7.000 almas al grito de “Vanhaef Ríkisjórn!” (“¡Gobierno incompetente!”). Dos días más tarde, el gobierno dimitía. 

Hörður, autor de una veintena de discos, poeta y actor, se define como un trovador islandés y aborrece cualquier relación con la política. Fue el primer homosexual que reconoció en la isla su condición en una polémica entrevista hace 30 años. Causó tanto revuelo que se marchó a Dinamarca al “autoexilio”. Regresó en 1991 y desde entonces es un popular activista de los derechos humanos. Un hombre carismático, tranquilo y excelente orador que lideró con eficacia la plataforma de protestas. “La clave es dormir bien, pensar claro y ser insistente”, confiesa. 

En mayo de 2009, tras las elecciones y la promesa de una nueva constitución que ahora está en marcha, se retiró, desapareció de la escena pública. Ahora, refugiado en su estudio de Reikiavik, lejos del bullicio, sigue las retransmisiones de las protestas de la Puerta del Sol con emoción: “Es impresionante”. 

¿Vio que algunos de los cánticos de los concentrados en Madrid corean que quieren ser como Islandia?
Sí, sí. La sensación que me da es que en España el espíritu de descontento y hartazgo con la clase política es exactamente el mismo que hubo aquí. No confiábamos en los sindicatos, tampoco en el gobierno ni en los políticos porque esa gente simplemente no hizo su trabajo. 

¿Y ha mejorado ese descontento?
El parlamento aún es un jardín de infancia. Los políticos no tienen respeto y tampoco se hacen respetar. Pero creo que conseguimos que ellos sí nos respeten a nosotros, creamos conciencia de que están para servir a los ciudadanos. Y creo que la población se ha vuelto más responsable.

La situación de Islandia era catastrófica. ¿Se puede hablar en las mismas claves o aplicar la misma estrategia en España?
Creo que otros pueblos pueden aprender de lo que hicimos. Aunque no es fácil repetirlo. Protestar es sencillo, pero las protestas son efímeras, perecen en seguida; lo complicado es permanecer. Personalmente creo que fue mi empeño y el de unos pocos individuos lo que arrancó la revuelta. No sé si existe un Torfason español (risas). También es cierto que somos una sociedad pequeña y el shock fue grande. Han pasado dos años y poco a poco mejoramos. Y esto es porque reaccionamos a tiempo y de forma contundente, por la revolución. Así nos hemos ahorrado muchos disgustos y unos cuantos millones. En España, en cambio, estáis empezando algo ahora… Hay que ser paciente.

¿Cuál fue el germen de aquellas protestas? ¿Cómo empezó todo?
Mi primera idea fue crear un parlamento en la calle para vencer el silencio, denunciar la injusta manera de gobernar este país y proponer ideas. El primer día que estuve frente al parlamento, la gente nos preguntaba qué estábamos haciendo. Hoy parece increíble. Pero ocurrió. Los islandeses no estaban acostumbrados a manifestarse. Tuvimos que enseñarles.

¿Es que no había manifestaciones en Islandia?
Por supuesto, pero sin molestar. Yo he vivido en Copenhague, en Londres e Italia, he visto protestas allí y no era lo mismo. Esta situación fue nueva, enseñamos a los islandeses a ser persistentes y continuar con lo que uno ha comenzado. Muchos creían que era inútil. Yo insistía en esperar. Lo único extraordinario fue continuar siempre a la misma hora, en el mismo sitio y el mismo día todas las semanas. Cada vez veíamos a ciudadanos más dispares hombro con hombro.

Bueno, ¿y cuál es la primera lección en el manual del nuevo revolucionario?
Lo primero que hicimos fue instruir a gente en el uso de Internet: Facebook, email, lo que fuese para difundir el mensaje…

Una vez más la ‘revolución de Twitter’, las redes sociales… ¿Tan importante es la incidencia de Internet?
¡Claro! Es la clave del asunto. Hace 20 años si querías convocar una manifestación tenías que elaborar un anuncio, empapelar las calles o enviarlo a un periódico. Hoy haces todo eso en Internet y en una hora congregas a un millar de personas. Además la difusión es libre, en Islandia los dueños de los medios y empresas editoras eran los mismos banqueros y empresarios que nos robaban.

Pero a menudo todo queda en el mero clic en el botón de ‘me gusta’ en Facebook, luego hay que sacar a la gente a la calle… ¿Cómo se hace eso?
Sin duda, conozco muy bien ese problema. Muchos jóvenes no transforman ese ‘clic’ en salir a la calle. Por eso lo que hay que hacer es ser inteligente y emocionar a la gente.

De acuerdo, pero ¿cómo?
Siendo creativo. Si yo fuese un político y actuase como ellos, esencialmente, iría a la plaza, levantaría el puño y gritaría que mi idea es mejor que la de otros. Eso es lo que hace mucha gente mal cuando protesta: tratan de poner su idea por encima de las demás. Ese tiempo caducó, es un fracaso. El éxito está en tener un objetivo claro, escuchar a la gente y aunar diferentes. Yo tengo 40 años de experiencia en teatro, conozco a la audiencia y estoy acostumbrado a trabajar con ideas creativas. Me es más útil ese bagaje teatral para protestar que el político. Un éxito de la revuelta islandesa fue desligarnos de los partidos políticos: ni banderas, ni colores, ni personas que se mezclasen con ellos.

¿Y cuando la gente empieza a cansarse y no ve resultados?
Como en el teatro, hay que cambiar el cartel. Ofrecer algo nuevo. En las Navidades de 2008 empezó a bajar el número de asistentes. Aquello se consumía, así que noqueamos a “la audiencia”. Enviamos un mensaje diciendo que respetábamos el deseo de permanecer en casa con sus familias, que era importante, pero ya que trataban de silenciarnos, hiciésemos una concentración silenciosa. Esto rompió la dinámica de las caceroladas y refrescó la convocatoria.

¿Cuáles son los ingredientes para una exitosa receta de revolución a lo vikingo?
Principalmente: haz lo que quieras pero pacíficamente. La gran regla de este juego es nunca utilices la violencia, pase lo que pase. Porque si eso ocurre, las autoridades tienen el poder, el equipo y la excusa perfecta para usar la fuerza, y la usarán. Es el pretexto para acallarnos. Los jóvenes a menudo creen que hay que ser enérgicos y violentos. Un error de pleno. No hay nada más inútil que gente cabreada. Después, lo importante es convocar al mayor número posible de personas para participar y, lo más importante, para permanecer. Y sobre todo, tener demandas claras: pocas, sencillas y claras.

Uno de los reproches a la ‘Spanish revolution’ es carecer de un mensaje u objetivos definidos.
Es esencial para triunfar tener claridad de ideas. Si los políticos ven miles de personas en una plaza o frente al parlamento demandando algo muy claro, se asustan. Pero deben ser pocas demandas y muy claras. Hay que ser contundente. Las nuestras eran tres: la dimisión del gobierno, la reforma de la constitución y relevar a los responsables del banco central. De otra manera, si las peticiones o el mensaje no es claro, el beneficio es para los políticos, al ver a esas 10.000 personas lo primero que exclaman es: “Oh, 10.000 posibles votos”. Es fácil mangonear

Mejor al revés: ¿cuál es la alternativa real al Movimiento del 15 de Mayo? / Antoni Domènech *

Al cumplirse un año de la explícita y radical sumisión del gobierno socialista del señor Zapatero a los mercados financieros internacionales, y en plena campaña electoral para distintos comicios locales y autonómicos, el sonoro aldabonazo del movimiento del 15 de mayo ha eclipsado en un abrir y cerrar de ojos la aburrida y huera publicidad comercial que los partidos políticos españoles venían formulariamente presentando como genuina propaganda política.

Bastaron tres jornadas de masivas acampadas en Puerta del Sol, Plaça de Catalunya y otras plazas emblemáticas de las grandes y menos grandes ciudades españolas hermanadas en una formidable protesta, para barrer de un seco escobazo y sacar de la atención pública al energuménico hooliganismo futbolístico, a los vulgares lugares comunes de tertulianos de toda laya, al mediocre oportunismo rutinario de los columnistas de cámara, al cansino degoteo mediático de los habituales peritos académicos en legitimaciones varias o al involuntario humorismo de los histriones partidistas de turno, agitadores de las pasiones más feas: las insinceras.  Y por supuesto, a los máximos dirigentes de los dos partidos mayoritarios, Zapatero (PSOE) y Rajoy (PP), que baten todas las marcas posibles de impopularidad: cerca del 75% de la población española declara desconfiar de ellos.

La inopinada irrupción del movimiento del 15 de mayo se ha convertido en el centro indiscutible de la vida política española, colocando a nuestro pais en la portada de todos los grandes medios de comunicación internacionales y suscitando, según todas las encuestas formales e informales, un caudal irrepresable de simpatía entre las más amplias capas de la población.

Su radicalidad no ofrece duda: "Error del sistema. ¡Reiniciar!", "No somos antisistema; el sistema es antinosotros".

Su vocación política y democrática, tampoco: "¿Apolíticos? ¡Superpolítcos!", "¡Democracia real, ya!", "Basta de falacia; queremos democracia", "La democracia no está muerta", "Nosotros tenemos el poder, no los políticos", "Reforma de la antidemocrática ley electoral", "Tu voto vale mucho, no lo regales".

De su capacidad para identificar con precisión al adversario, queda cumplida y humorística constancia: "No son humoristas; son empresarios", "No hay pan para tanto chorizo", "Violencia son 600 euros al mes", "Que no nos engAAAñen, que nos digan la verdad", "Tu Botín, mi crisis", "Juntos y organizados, podemos contra los mercados", "Queremos un pisito, como el principito".

Y sobre todo y ante todo, ese profundo, certero y demoledor:  "¡No somos mercancía en manos de políticos y banqueros!".

Muchos analistas y comentaristas que buscaron denodadamente al comienzo ningunear con estudiada displicencia al movimiento, cuando no –como los recrecidos medios de comunicación de la extrema derecha neofranquista madrileña— difamarlo groseramente, se preguntan farisaicamente ahora por la "alternativa" que el 15-M ofrece a la desastrosa situación política, social y económica de la que ha nacido. Huelga decir que la pregunta es retórica: sirve sólo para sugerir que no la tiene.

Sin embargo, dado que –como es ya unánimente reconocido— sólo en las multitudinarias acampadas en las ciudades españolas hermanadas en la indignación insumisa se ha hablado y discutido de verdad de política; dado que sólo en ellas, mejores o peores, se han hecho verdaderas propuestas políticas, en vez de las hueras declamaciones, rutinariamente urdidas con técnicas de engañosa publicidad comercial, características de las vallas y de los mítines plebiscitarios para forofos y clientes de los partidos establecidos. Dado eso, el movimiento del 15 de mayo se ha ganado sobradamente el derecho a que la pregunta pertinente sea precisamente la inversa, y es a saber: ¿cuál es la alternativa al movimiento democrático del 15 de mayo?

Crisis económica y abdicación de la democracia: 
a qué responde el movimiento del 15-M

La crisis que hundió al capitalismo financiarizado mundial en 2008 se ha enquistado; lejos de debilitar a las elites económicas, sociales, políticas y espirituales propiciadoras del desastre, parece estar terminando en Europa por robustecerlas y aun situarlas en una posición de ofensiva.

Se ha consolidado una coalición de intereses espurios resueltos a poner jaque a la pervivencia de los restos del Estado Democrático y Social de Derecho en el espacio económicamente integrado más grande del mundo.

A veces irresponsable, si no taimadamente: como cuando se propone desmantelar ese Estado so pretexto de defenderlo o aun de garantizar su "futuro a largo plazo". Otras, abierta y expresamente: como cuando se declara que en un mundo "globalizado" y "ferozmente competitivo" ya no podemos permitirnos el "lujo de un Estado de Bienestar".

Los pretendidos visionarios que sostienen hoy eso desde todos los foros y altavoces que interesadamente les proporcionan en régimen de práctico monopolio los grandes medios de comunicación del sistema –privados y públicos— son exactamente los mismos que fueron incapaces de predecir y no digamos comprender y manejar la gran crisis que estalló ante su atónita mirada en el verano de 2008. Salvo en Islandia –y contra el criterio del grueso de su "clase política": verdes, liberales, conservadores y socialdemócratas—, no sólo nadie les ha exigido responsabilidades por sus yerros y por sus delitos, sino que siguen al mando. Y ahora pretenden aprovechar políticamente la ocasión que les brinda una catástrofe económica de la que ellos mismos son o cómplices o desencadenantes principales.

Sean cuales fueren sus limitaciones históricas y sus insuficiencias normativas, no puede dejar de verse la construcción del Estado Social y Democrático de Derecho en la Europa de la postguerra como uno de los logros capitales de las fuerzas democráticas que derrotaron política, social y militarmente a unos fascismos europeos que habían buscado la destrucción física del movimiento obrero organizado y la erradicación de los grandes valores republicanos, laicos y racionalistas de la Ilustración, paradigmáticamente encarnados en Europa por ese movimiento. 

Se puede recordar que el socialista y resistente francés Pierre Mendès France identificó en 1957 dos formas de posible abdicación de la democracia republicana antifascista de postguerra:

"La abdicación de una democracia puede tomar dos formas: o bien recurre a una dictadura interna, sometiendo todos los poderes a un hombre providencial, o bien delega sus poderes a una autoridad externa que, en nombre de la técnica, ejercerá en realidad el poder político, porque en nombre de una economía sana se llega muy fácilmente a dictar una política monetaria, presupuestaria, social y, finalmente, una política en el sentido más amplio de la palabra, nacional e internacional". [1]

Cuando tantos y tantos participantes en el movimiento del 15 de mayo dicen con inequívoca claridad: "nosotros no hemos votado a los mercados financieros a los que se someten los políticos", están precisamente refiriéndose a esa segunda forma de abdicación de la democracia, anticipada hace más de 50 años por el gran resistente antifascista. Que los indignados son perfectamente conscientes de eso, lo prueba, por ejemplo, este estupendo guiño de los acampados en Puerta del Sol al antifascismo histórico español: "Madrid será la tumba del neoliberalismo. ¡No pasarán!"

¿Cómo se ha llegado hasta aquí?

Paralelamente a la construcción de una Unión Europea mal concebida políticamente, hemos asistido más o menos pasivamente en la Europa de las últimas tres décadas al progresivo desmoronamiento de la gran alianza política y cultural antifascista de postguerra y a la estupefaciente quiebra de unos consensos básicos que hasta anteayer parecían conquistas civilizatorias históricamente irreversibles. No por casualidad, ha tenido que ser un nonagenario resistente antifascista, Stéphane Heyssel, quien tocara a rebato en un librito que en pocas semanas se ha convertido en un superventas europeo: ¡Indignaos!

Hemos aistido a la cristalización de fuerzas económicas, políticas e intelectuales inconfundiblemente herederas de aquellas que sembraron el terror y buscaron por todos los medios acabar con la democracia republicana y con la soberanía de los pueblos en la Europa de la primera postguerra del sigo pasado: parasitarios rentistas inmobiliarios, despóticos "monarcas financieros" –como atinadamente  los llamó en su día Roosevelt—, megaempresarios ventajistas, mediocres políticos melifluamente sometidos al gran dinero, politizadísimos magnates de los medios de comunicación y manipulación de masas, jueces banderizos, académicos irresponsables ofrecidos al mejor postor e intelectuales convenientemete repartidos entre la enésima pataleta reaccionaria contra la supuesta decadencia moral de nuestra sociedad y de nuestros jóvenes y el narcisista coqueteo con el abismo. Como en la Europa de los años treinta.

A eso se añade en nuestro país la gazmoña involución de la jerarquía eclesiástica, así como el acelerado regreso, en cierta prensa abiertamente reaccionaria, no menos que en determinados sectores del poder judicial, de la más soez y desvergonzada deriva españolista conscientemente separadora de pueblos, naciones y nacionalidades históricamente hermanados, entre muchas otras cosas, por siglos de común resistencia a la opresión de un mediocre centralismo monárquico, apenas mitigado en su despótica arbitrariedad política por una inveterada ineficiencia burocrática. La transición política hacia un régimen de libertades públicas que siguió a la extinción del franquismo no logró cambiar eso en lo substancial: pues el único motivo inteligible por el que todavía hoy – más de 35 años después de muerto el dictador, 30 años después del 23F— no se permite a vascos, catalanes, gallegos, canarios o quienquiera ejercer el elemental derecho democrático de autodeterminación es que ese mismo derecho les ha sido radicalmente negado a sus hermanos del conjunto de los pueblos de España con la imposición incontestable y pretendidamente irreversible de una forma de Estado tan arcaica como la monárquica. 

También como en los años 30 del siglo pasado, crece día a día hoy en Europa el descrédito de la política y de los representantes políticos profesionales. Como entonces, la ciudadanía se percata con mayor o menor claridad de la cada vez más evidente impotencia de la política politizante establecida ante fuerzas económicas y sociales ciegas, que no anónimas –ahora las llaman "mercados"—, a las que el grueso de los políticos se han ido paulatinamente allanando como si de furias mitológicas inexorables se tratara. (Su símbolo animado, mira por dónde, ha sido esta misma semana Dominique Strauss Kahn, el maníaco sexual al volante de un Porsche, con pensión vitalicia del FMI.) Y eso, cuando no se someten a esas fuerzas de grado, o aun con notorio beneficio particular gracias a las fluidas puertas giratorias que se han ido abriendo en las últimas décadas "globalizadoras" y "desreguladoras" entre la política profesional y el exclusivo pequeño mundo de los grandes negocios privados: Berlusconi, claro, pero no sólo; en su medida, también Aznar, Felipe González, Pedro Solbes, Joschka Fischer, Gerhard Schröder, Tony Blair, Sarkozy...

El programa alternativo al movimiento del 15 de mayo, condensado en 10 puntos

El creciente divorcio entre la política institucional y las angustiosas realidades sociales de nuestro tiempo es innegable; las encuestas de opinión son unánimes al respecto: la gente se percata. Lo que explica en buena medida la inmensa simpatía espontáneamente despertada entre la población española y europea por el movimiento del 15 de mayo, la #spanishrevolution.

Felipe González, que de eso debe de saber mucho, ha dejado dicho que el parecido entre Puerta del Sol y la Plaza Tahrir es que en esta última luchaban porque no podían votar, mientras que en la primera luchan porque "su voto no sirve para nada". Pues bien; esa tendencia, percibida como crisis extrema de la representatividad, anuncia, de proseguir, todo un programa político. Y a decir verdad, el programa que es la única alternativa real al desarrollo del movimiento del 15 de mayo.

¿Cuál es ese programa?

De la publicidad comercial vestida de propaganda política oficial, no hay forma de colegirlo. Así que es mejor atenerse a las obras de los autosatisfechos "representantes", siguiendo en eso el sabio consejo metodológico del "no lo saben, pero lo hacen" de Marx, aventajado discípulo en ésta y otras varias cosas de nuestro Calderón de la Barca:

"sueña el que a medrar empieza, / sueña el que afana y pretende, / sueña el que agravia y ofende, / y en el mundo, en conclusión, / todos sueñan lo que son, / aunque ninguno lo entiende."

De seguir todo igual, de no existir el movimiento del 15-M, y lo entiendan o no quienes "agravian y ofenden", sus hechos, sus obras, dibujan nítidamente un programa que se puede formular contrafácticamente en 10 puntos:

1) Mantenimiento de una ley electoral obscenamente antidemocrática.- Se mantendría la actual ley electoral antidemocrática, condenando definitivamente a la marginalidad, entre otras voces políticas disidentes, a la tercera fuerza política española (Izquierda Unida e ICV, que, conservando milagrosamente todavía un millón de votos, tiene ahora mismo sólo dos diputados, tres veces menos que el minúsculo PNV socialcristiano.) [2]. En el mejor de los casos, asistiríamos a la conversión definitiva de la política profesional en el perverso arte "antipopulista" de llevar a unos pueblos inermes adonde manifiestamente no quieren ir. En el peor, a la aparición de nuevas fuerzas políticas "populistas" de derecha –dentro o fuera de los partidos políticos existentes— que busquen quebrar la resistencia de los pueblos y llenar aquel hiato con mensajes demagógicos atizadores de las peores pasiones que puedan despertarse en unas poblaciones sin horizonte de futuro, más y más hundidas en la desesperación, el abandono, la impotencia, la segregación y el desconcierto. Y en ambos casos, ya incruenta, ya cruentamente, el camino a la defintiva liquidación en nuestro país –y en nuestro continente— del grueso de los modestos logros históricos de la democracia europea, hija del antifascismo, quedaría expedito.

2) Eclipse definitivo de los sindicatos y de la izquierda social y política tradicional.- Los sindicatos obreros prosegurían su autodestructiva táctica del mal menor, y crecientemente desacreditados, el destacado papel que el antifacsismo de postguerra les reconoció en la vida pública democrática resultaría finalmente pulverizado y aventado. Los partidos de izquierda perjudicados por la antidemocrática ley electoral, condenados más y más a la marginalidad política, seguirían perdiendo votos (razonablemente percibidos como "inútiles" por sus votantes habituales), adentrándose más y más en un ambiente anóxico, autodestructivamente cocido en su propio jugo, prisioneros de consignas tan acartonadas como fratricidamente esgrimidas. El volumen de la abstención consciente del electorado de izquierda crecería vigorosamente, y a tal punto, que terminaría por dañar grave y acaso irreversiblemente al propio PSOE como partido con remotas posibilidades de gobierno.

3) Un infierno privatizador que convertiría a nuestra economía en un denso mosaico de puestos de peaje a mayor gloria y ganancia de una improductiva pandilla de rentistas parasitarios.- Triunfaría un vigoroso asalto a los bienes públicos y comunes de tamaña extremidad, que para buscar un precedente histórico habría tal vez que remontarse al violento movimiento cercador y privatizador de tierras que se registró en la Europa tardomedieval e incipientemente moderna. La demencial Ley Sinde, impuesta por la diplomacia norteamericana al gobierno de España –como han revelado las filtraciones de Wikileaks—y servilmente aprobada con los votos de PSOE, PP y CiU, quedaría en una simple anécdota. Nuestra economía se convertiría entonces, y por lo pronto, en un acúmulo de puestos de peaje, en donde habría que pagar precios innecesariamente caros, no ya para estudiar o para recibir asistencia médica, sino hasta para beber agua potable y respirar aire puro: todo a mayor gloria y ganancia de una pandilla de banqueros, compañías aseguradoras, especuladores inmobiliarios y financieros y todo tipo de empresarios rentistas improductivos "globalizados", usurpadores privados de monopolios públicos naturales o morales. La "competitividad" internacional de la economía española quedaría gravemente comprometida por el incremento del coste general de la vida dimanante de la conversión de nuestro país en el infierno privatizador de ese denso mosaico de peajes rentistas parasitarios, por lo mismo que públicamente concedidos, prontos a generar todo tipo de corrupciones y clientelas políticas a escala nacional, regional y local. Y todo eso, en un duradero contexto de salarios reales o estancados o a la baja.

4) Una desigualdad económica sin parangón.- Nuestra vida social proseguiría su actual rumbo aproado a una creciente desigualdad económica sin ejemplo desde los años 20, polarizándose ulteriormente hasta la práctica desaparición de las clases medias trabajadoras. (Ya hoy, el 63% de la población española que tiene trabajo –más de un 20% ni siquiera lo tiene— es mileurista, el paro juvenil pasa del 43% y la tasa de precariedad laboral rebasa holgadamente el 30%.) Y la presión a la baja sobre las condiciones laborales y sobre los salarios reales directos, presentes o diferidos (pensiones), e indirectos (prestaciones sociales públicas) seguiría creciendo irreversiblemente y sin freno divisable.

5) Atrapados ya en la pérdida de soberanía monetaria, vendría la pérdida completa de la soberanía fiscal.- Atrapados en la pérdida de soberanía monetaria que significa la pertenencia a la eurozona y sumisos a unas suicidas políticas de austeridad fiscal impuestas a Europa –incluso contra los interereses de la industria exportadota teutona— por la banca privada alemana, avanzaría incontenible la idea de que las únicas políticas económicas posibles son políticas procíclicas de deflación competitiva, agravadoras del marasmo económico, y de que la única política fiscal concebible es la que pasa por contraer el gasto público y social dejando intacta, o aun radicalizándola ulteriormente, la injusticia de una fiscalidad regresiva que libra de cargas a los archirricos y a los megarentistas inmobiliarios y financieros para echarlas a las espaldas de los trabajadores asalariados y de las fuezas productivas de la economía.

6) Políticas públicas segregacionistas.- Proliferarían y se radicalizarían, señaladamente en la sanidad y en la educación, unas políticas públicas segregacionistas variamente "privatizadoras" y "externalizadoras" –extremista y audazmente experimentadas ya con cierto éxito en la corrupta y sectaria Valencia de Gürtel y de Camps y en el sectario y corrupto Madrid de Aguirre y del "Tamayazo"— tendentes a mercantilizar los servicios públicos. Tendentes, esto es, a convertir la satisfacción de las más básicas necesidades de las gentes en fuente de corruptos "negocios" rentistas privados políticamente concedidos y aun directa o indirectamente –verbigracia, con cesiones de terrenos públicos— subvencionados con dineros del contribuyente. Y por lo mismo, tendentes a segregar a la población entre quienes pueden permitirse, pagando o "copagando", un buen servicio y los aherrojados a una mediocre asistencia pública mínima, prácticamente benéfica. 

7) La población trabajadora española, arrojada a la servidumbre por deuda.- La población trabajadora española, terriblemente endeudada en estos últimos años, entre otras cosas, para poder compensar el duradero estancamiento del salario real y –sometida como está a una de las leyes hipotecarias más injustas del mundo— subvenir a unos disparatados costes de la vivienda ("Pisos de mierda, precios de oro"), quedaría todavía más a merced de sus irresponsables acreedores, un selecto grupo de gestores de dinero y banqueros privados nacionales y extranjeros. 

8) Entrega de más de la mitad del ahorro nacional a la especulación financiera internacional.- Lo poco que queda de social y público en nuestro sistema bancario –las cajas— sería definitivamente puesto en almoneda, convertida más de la mitad del ahorro de la población trabajadora de nuestro país en pasto para la especulación financiera nacional e internacional.

9) La deuda soberana española, más expuesta aún a los ataques especulativos de los mercados financieros internacionales.- Lejos de "calmarse", los distintos mercados financieros internacionales que especulan con la deuda soberana española (primarios, secundarios, CDS), seguirían acosándola, atrapada como está en la trampa del euro y de un BCE que, incapaz hasta de emitir eurobonos, apoya las suicidas medidas procíclicas de austeridad fiscal neoliberal impulsadas por la Comisión Europea con los resultados que a la vista están: Irlanda y sobre todo Grecia, a pique de reestructrar su deuda, Portugal, hundido, España, de nuevo en el punto de mira de los CDS. Pero España no es Grecia: es la quinta economía europea, y representando cerca del 13% del PIB, puede perfecta y realistamente plantarse y resistir las políticas suicidas de austeridad fiscal impuestas por la Comisión Europea, forzando una reestructuración ordenada de su deuda, como ha hecho valientemente la pequeña Islandia: con razón los indignados acampados en la Plaza de España de Palma de Mallorca la han rebautizado como "Plaza de Islandia".

10) La mercantilización del patrimonio natural y ulterior devastación ecológica del país.- La destrucción de nuestras costas, de nuestros montes, de nuestros bosques de ribera, de nuestros más hermosos paisajes, la esquilmación de nuestros sistemas acuíferos, la inaceptable degradación del aire de nuestras ciudades y el descarado imperio de bien engrasados lobbies que, como el de la energía nuclear, resultan más peligrosos aún por su desapoderada codicia que por su patológica mendacidad, se mantendrían y aun afianzarían bajo el aplauso atronador de los consabidos gacetilleros negacionistas, alargando su negrísima sombra sobre el porvenir ecológico de nuestro país.

Tal es, sobre poco más o menos, el programa alternativo al movimiento del 15 de mayo. Así que:

- Los conscientes de la perentoria necesidad de romper las atomizadoras dinámicas de desaliento y pasividad que se han ido sorda y paulatinamente apoderando de un ánimo ciudadano consternado ante las repetidas manifestaciones de impotencia de la política profesional;

- Los conscientes de los terribles peligros que entrañaría el centrifugador vacío dejado por un posible descrédito definitivo de la política y de la representación política democrática;

- Los conscientes de la terriblemente difícil situación de acoso y práctica soledad en que se hallaba hasta ahora la resistencia más o menos firme del mundo del trabajo organizado, los convencidos de la absoluta centralidad de ese mundo en cualquier proyecto democrático de futuro concebible para nuestras sociedades:

Ésos, que somos millones, no tenemos hoy sino participar, apoyar y contribuir a desarrollar el movimiento del 15 de mayo. Ese movimiento responde a necesidades tan vivas y tan hondas de nuestra sociedad, que difícilmente pasará. Lo más probable es que esté aquí para quedarse. Como principio de rectificación democrática de la degeneración de nuestra vida política y económica, si no, incluso, como germen de un proceso aún más ambicioso, constituyente. Y es lo cierto que, por decirlo en las certeras palabras de los jóvenes que lo han echado a andar, la única alternativa real a eso es convertirse en mercancía de los banqueros y de los políticos adocenadamente dispuestos a servirles.

Y por cierto: hoy ha habido elecciones autónomicas y municipales. Con los primeros resultados provisionales ofrecidos por las autoridades competentes (a las 22h), y como auguraban todas las encuestas, el PSOE se ha desplomado. Tanto en los municipios –pierde muy probablemente Barcelona, Sevilla y Zaragoza, entre otras muchas capitales—, como en en las autonomías en dónde había convocadas elecciones: tres tradicionales feudos socialistas, Asturias, Castilla y la Mancha y Extremadura, además de Baleares, pasan muy probablemente a manos del PP. IU-ICV sube algo, pero de ninguna manera se muestra capaz de recoger el caudal de votos que han desertado del PSOE para ir a la abstención, no mucho más, en cualquier caso, que la neoespañolista UPyD en Madrid y Zaragoza, y muy por detrás de lo ganado por la nueva gran coalición democrática de la izquierda vasca, Bildu, que se estrena democráticamente con grandes victorias, sobre todo en Guipúzcoa. Lo más probable es que mañana el Comité Federal del PSOE organice un ritual sacrificial público de Zapatero, el frívolo zascandil suicida al que no han de tardar los suyos en convertir en chivo expiatorio de un desastre sin ejemplo histórico. Un desastre cargado de consecuencias para el futuro, político y organizativo, del Partido Socialista. Si ocurre como conjeturamos, lo más seguro es que haya elecciones anticipadas. Pero incluso en ese caso, quedarían unos cuantos meses para la elecciones generales, porque hay que salvar el escollo de la aprobación de los presupuestos de 2012.

Los acampados en Plaça de Catalunya convocan a una gran manifestación en Barcelona para el próximo 15 de junio. Los acampados en Puerta del Sol, a una gran manifestación en Madrid para el próximo 28 de mayo. Comienza la resistencia popular de base contra el tsunami catastrófico de la derecha y a favor de una reconfiguración total de la izquierda social y política en nuestro país.

NOTA: [1] Quien quiera leer el celebrado discurso de reafirmación de la democracia republicana antifascista de Mendes France, puede descargarlo aquí: http://www.xn--lecanardrpublicain-jwb.net/spip.php?article163. [2] Los parlamentarios de IU-ICV, junto con los pequeños partidos nacionalistas de izquierda Esquerra Republicana de Catalunya y Bloque Nacional Galego, han votado sistemáticamente –y perdido— en contra de acuerdos y propuestas de ley que contaban también con un amplísimo rechazo por parte de la población española: congelación de pensiones, reforma del mercado de trabajo, retraso de la jubilación hasta los 67 años, la llamada Ley Sinde, la intervención de las tropas españolas con la OTAN en Libia (en este último caso, sólo IU y Bloque), etc.

(*) Antoni Domènech es el editor general de SinPermiso y catedrático de Filosofía de las Ciencias Sociales y Morales en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Barcelona.

La Revolución será feminista o no será / Manifiesto feminista de Sol

Estamos en la plaza porque:

-Queremos una sociedad en la que el centro sean las personas y no los mercados. Por eso decimos: servicios públicos gratuitos y vitales como la educación, la salud, la atención y cuidado a la infancia y a las personas con necesidades especiales de atención frente a los recortes sociales, la reforma laboral y de las pensiones.
-Queremos el compromiso de todas y todos para la construcción de una sociedad donde no tengan cabida las violencias machistas en todas sus expresiones: económica, estética, laboral, física, psicológica, sexual, institucional, religiosa, en forma de trata con fines de explotacion laboral y sexual ...
-Queremos decidir libremente sobre nuestro cuerpo, disfrutar y relacionarnos con él y con quien nos dé la gana.
-Queremos aborto libre y gratuito y educación afectiva y sexual.
-Queremos una sociedad diversa donde se respeten las multiples formas de vivir el sexo y la sexualidad (lesbianas, gays, intersexuales, bisexuales, transexuales, transgéneros ...) y se reconozca el derecho a la sexualidad en todas las etapas de la vida. Exigimos la despatologización de las identidades trans.
-Exigimos que el estado y la iglesia dejen de interferir en nuestras vidas.
-Para hacer un cambio real en la sociedad hay que tomar las decisiones por consenso y que las mujeres participen de forma decisiva.
-Es imprescindible incorporar un enfoque feminista en la transformación del modelo económico y social al servicio de las personas y el planeta, en los servicios públicos, en la creación de otro modelo de ciudad y gestión del territorio y, en las políticas ambientales y agroalimentarias.
-Es imprescindible que las mujeres sean protagonistas en dichos procesos de transformación social, política y económica y en las decisiones que se tomen para este fin. Y también en el diseño, ejecución y evaluación de las políticas resultantes.
-Los temas que afectan a las mujeres afectan a toda la sociedad y queremos que estén en el corazón de la agenda política, económica y social.
- Exigimos que las trabajadoras domésticas y empleadas del hogar se incluyan en el régimen general de la seguridad social y tengan derecho a negociación colectiva.
-Exigimos que se contabiliceel trabajo doméstico como parte de la riqueza de los países.
-Exigimos el reconocimiento de las tareas de cuidado de las personas, los hogares, la vida y su socialización completa: también, el derecho a decidir libremente si queremos o no cuidar, el derecho a ser cuidadas y cuidados en condiciones y el derecho al autocuidado. En resumen, el derecho a la Cuidadanía.
- Exigimos el reparto de los trabajos y la riqueza. Trabajar menos para trabajar todas y todos. Condiciones laborales y profesionales dignas. Reparto igualitario del trabajo productivo y reproductivo, igual remuneración y reconocimiento por los trabajos entre mujeres y hombres. Y que la riqueza esté al servicio de las clases populares.
-Exigimos el reconocimiento de los derechos de las trabajadoras sexuales.
-Exigimos que se reconozca la ciudadanía de las personas sin condiciones legales ni normativas, la eliminación de la Ley de Extranjería y de los Centros de Internamiento de Extranjeros.
-Exigimos el uso de un lenguaje que nombre a todas las personas y esté libre de homofobia, machismo, clasismo y racismo.
-Reivindicamos que se valore y reconozca los saberes y conocimientos de las mujeres y su función primordial como transmisoras de cultura.
-Queremos una escuela coeducativa.
-Queremos una sociedad donde tengan cabida todo tipo de familias y grupos de convivencia.
-Rechazamos la heteronormatividad y feminidad obligatoria.
-Estamos contra las guerras, rechazamos el uso del cuerpo de las mujeres como arma de guerra y no creemos que ninguna intervención militar garantice la paz. No a la militarización de las sociedades, a la producción y al comercio de armas. Invitamos a hacer objeción fiscal.
- Reivindicamos la solidaridad transnacional feminista como herramienta para cambiar el mundo. En todas las plazas hay feministas indignadas, nos sumamos a sus reivindicaciones y les damos todo nuestro apoyo.

¡Sin las mujeres no hay Revolución!
¡La Revolución será feminista o no será!