jueves, 26 de mayo de 2011

¿Y ahora? / Felipe González *

La derrota electoral ha sido muy dura y hay que reconocerlo sin paliativos. Hay que felicitar al PP, aunque no haya tenido un comportamiento responsable ante ninguno de los problemas de España. Incluso en el día de hoy, cuando hago esta reflexión, llevan al Parlamento la grave situación del empleo juvenil sin hacer ninguna propuesta constructiva, algo que sea creíble y dé una cierta tranquilidad en que cambiarían de posición, para ser responsables ante la crisis, después de su victoria electoral.

Tengo la impresión de que el castigo severo al Gobierno y a los responsables de ayuntamientos y autonomías ha ido más allá de lo que propios y ajenos podían imaginar. Así se abre un nuevo escenario en el que serán decisivas las reacciones de unos y de otros.No se puede esperar que cambie de posición el PP. Sus dirigentes, eufóricos, seguirán pensando que la estrategia basada en el mientras peor mejor les ha dado resultado y ha dañado gravemente al Partido Socialista. Siempre lo han hecho así en los últimos 20 años, sea en la lucha antiterrorista o sea frente a la crisis mundial más grave conocida.

¿Por qué habrían de cambiar? Sería tanto como pedirles que antepusieran los intereses de España a su deseo incontenible de ocupar el poder: incluso todo el poder, como lo esperan. En lo que reste de legislatura van a ocultar lo que quieren hacer con ese poder. Por dos razones: porque piensan que así les va mejor y porque, realmente, dudo que lo sepan. La insistente apelación a la confianza es poco compatible con la que inspira su líder, según muestran todas las encuestas.

Pero lo que me importa hoy es la reacción de los socialistas, para ver si somos capaces de remontar sobre estos resultados convenciendo a los ciudadanos de las necesidades que tiene nuestro país frente a la crisis y en el contexto europeo y global en el que estamos.

Zapatero no se presenta. Ha reconocido errores en el tiempo para afrontar la crisis, pero ha tomado decisiones muy duras de reformas estructurales y mantiene su voluntad de proseguirlas. También ha asumido la derrota, él mismo, directamente, en un gesto que le honra, aunque las elecciones no eran generales.

Por tanto, la primera cuestión es decidir quién y con qué propósito se hace cargo del liderazgo frente a las elecciones generales. Mejorar la valoración personal de Rajoy como líder no es un problema. Entre los dirigentes conocidos del Partido Socialista hay varios que cumplen de sobra ese requisito. 

Y plantear un programa frente a la vaciedad del mundo en la oquedad de sus cabezas tampoco. Importa decidir pronto y mirando hacia los ciudadanos, sin tentaciones endogámicas de partido tan propias de las circunstancias que vivimos. Y hablo de los ciudadanos, de lo que seamos capaces de percibir de la opinión pública, más que a la opinión publicada tan propensa en estos tiempos a la intriga y la confusión de intereses.

El procedimiento para designar a esa persona está previsto. Yo me inclino por una reflexión interna en el Comité Federal que nos conduzca a una sola candidatura de consenso. Eso evitará peleas internas incomprensibles para los ciudadanos ante los problemas a los que nos enfrentamos y con los escasos tiempos de nuestro calendario político. Ante un desacuerdo, que no deseo, en el Comité Federal, Rodríguez Zapatero tiene la llave. Puede convocar congreso extraordinario para elegir candidato y secretario general. Camino algo más largo pero posible, como he oído decir a algunos dirigentes del partido.

La segunda cuestión, que parece suscitar dudas y debates incipientes, es el discurso programático ante la ciudadanía. Hay fórmulas participativas fáciles de articular para que todos vayamos unidos a la campaña de las generales.

Nadie espera de mí que no me moje en cuanto a contenidos, como saben que no entraré en un debate de primarias que no veo oportuno, aunque estaré, con mi criterio, siempre disponible para este partido al que he dirigido y contribuido a que sea la alternativa de poder desde criterios socialdemócratas durante gran parte de mi vida.

Por eso me atrevo a reiterar que la realidad a la que nos enfrentamos como país es crítica y exige reformas en profundidad. Estas han empezado y hay que seguirlas, reorientarlas y explicarlas clara y abiertamente a la ciudadanía. No estaré por oportunismos de cambios radicales de orientación que nos lleven a un desastre que, como mínimo, estamos evitando si vemos con claridad las derivas de otros países que no han sabido o podido afrontar esas reformas.

Sé por experiencia, dentro y fuera de nuestras fronteras, que la crisis global que padecemos marcará un antes y un después y que las cosas no volverán a ser como antes, aunque haya cantos de sirena que lo anuncien. Por eso huyo de los mensajes simplistas de los que dicen que hay que volver a la senda de la prosperidad perdida, típicos de las derechas en la oposición, porque es esa senda la que nos ha llevado a esta crisis tan dramática. Algunos no quieren ver que sin correcciones de fondo podemos estar incubando la siguiente crisis, antes incluso de salir de esta.

Temo las voces que proponen utopías regresivas, que han demostrado hasta la saciedad que llevan al fracaso. Las hay de izquierdas y de derechas. Radicalizaciones que pretenden que el Estado sustituya a la sociedad, a los actores económicos o, por el contrario, los que van a seguir defendiendo (lo están haciendo con éxito) que funcionemos de acuerdo con la mano invisible del mercado como elemento de autorregulación, sin intervención del Estado.

El Estado tiene que ser eficiente y austero; tiene que regular el funcionamiento del mercado, en particular del mercado financiero, al servicio de los intereses generales; tiene que preservar la distribución del ingreso garantizando y haciendo sostenible la sanidad pública, educación para todos y pensiones; tiene que estimular la iniciativa y facilitar el emprendimiento y la innovación, etcétera. Nos vamos a jugar mucho como sociedad, como país, en esta difícil situación nacional, europea y global. Por eso tenemos que tener proyectos claros y sostenidos de salida de la crisis que preserven valores, bienes sociales que hemos ido conquistando con esfuerzo y que pueden estar en peligro. 

Además, los dirigentes de hoy tienen que saber que los grandes desafíos ante la crisis global se juegan en un campo que trasciende las fronteras del Estado nación al que pertenecemos. Por eso es tan importante, tan decisivo, el papel de Europa ¡y tan decepcionante que no lo esté cumpliendo o lo haga con tan poca visión de conjunto! Nadie puede creer que los agentes financieros globales que nos han llevado a esta crisis puedan ser regulados desde un solo país.

Tenemos que actuar dentro de nuestras fronteras en aquello que podemos y debemos corregir para ganar productividad, competitividad y empleo. Los agentes sociales y económicos tienen que empujar en la misma dirección.

Tenemos que hacer propuestas claras y sostenidas en la Unión Europea, para reforzar los elementos de gobernanza económica en el espacio monetario que compartimos; para emplear la potencialidad del Banco y del Fondo Europeo de Inversiones; para completar una buena regulación igual para todos del funcionamiento del sistema financiero.

Ya pasaron las elecciones y no podemos parar la marcha del país para salir de la crisis. Para España, lo mejor es continuar las reformas, agotando ese tiempo democrático que resta de legislatura. En menos de un año los ciudadanos decidirán en qué manos ponen esa salida y con qué propósitos. Es la hora de la verdad. Demostremos que somos la mejor respuesta para nuestra sociedad.

(*) Ex presidente del Gobierno de España

El escándalo de las obras públicas en España / Edmundo Fayanas Escuer *

A lo largo de los últimos años, hemos vivido la explosión de las obras públicas al calor del dinero europeo. Todas ellas, mayoritariamente a cargo del Estado y con la finalidad de satisfacer las apetencias del politiquillo de turno. Todas las ciudades españolas tenían que tener autopistas, Aves, pantanos, aeropuertos, universidades… si no era un fracaso político. 

El franquismo supuso para este país un atraso en todos los conceptos tanto, político, social como económicos. Carecíamos de unos medios de comunicación escasos y malos. Como consecuencia, esto lastraba las posibilidades de desarrollo en todos los aspectos del país. 

En vez de hacer un análisis serio de lo que hacía falta al país y plantear planes para un desarrollo lógico y equilibrado, teniendo en cuenta los costes económicos, medio ambientales, sociales, etc., los políticos tanto del PSOE como del PP, desarrollaron una política del cemento, sin ningún tipo de evaluación de lo que significaba cada obra a realizar, ni su viabilidad económica posterior ni su impacto social ni medio ambiental de dichas obras.

Como pueden ver, cuando se acercan las elecciones, asistimos a la fiesta de las inauguraciones de obras públicas: aeropuertos sin aviones, AVES completamente ruinosos, autopistas en bancarrota, pantanos que no cumplen su finalidad cual es la prevención de riadas (cuenca del Guadalquivir como último ejemplo), universidades que ya no tienen alumnos…

Veamos algunos ejemplos de aeropuertos, en los que se ha gastado grandes cantidades de dinero en construirlos y en mantenerlos y cuya utilidad es nula: Lleida, Huesca, Salamanca. León, Castellón etc. Así no es de extrañar que las empresas públicas sean deficitarias. En total en el país hay 48 aeropuertos.

Sirva como ejemplo de la irresponsabilidad económica en muchas obras públicas, que por cada pasajero que ha aterrizado en el aeropuerto de Huesca ha costado a la Hacienda pública unos 700 euros por pasajero

¿Cabe mayor despilfarro?

Esta fiebre por el cemento en los aeropuertos, tienen claros beneficiarios, las constructoras. Estas, además de obtener beneficio por la construcción, han especulado con los terrenos cercanos, donde han obtenido grandes plusvalías a cuenta de polígonos industriales y urbanizaciones.

AENA ha invertido 16.000 millones de euros en los aeropuertos en los últimos ocho años, pensando que el número de pasajeros pasaría de los 165 millones de 2008 a 311 millones en el año 2020. Sin embargo, las pérdidas que presenta AENA, en 2009, son de 468 millones de euros.

Los expertos consideran que, para que un aeropuerto sea rentable, es necesario un tránsito de cuatro millones de pasajeros anuales. Sólo quince aeropuertos superan los tres millones de pasajeros en el año 2009.

Las perspectivas de los tres aeropuertos privados, Ciudad Real, Castellón y Murcia son tan negras que se duda de su continuidad, incluso antes de inaugurarse. A pesar de ser privados, ya saben quién pagará estos despropósitos, el Estado. Las cajas de ahorro de la zona, tienen mucho que ver, si no que se lo pregunten a la antigua Caja de Castilla la Mancha, que ha quebrado y el FROB ha tenido que salir a su rescate. En la quiebra de esta caja, mucho tiene que ver este aeropuerto.

Como analiza Germán Bel en su libro, acusa a la política llevada por Fomento, planteando que se ha tirado el dinero en aeropuertos, así como en el AVE. Tenemos la red más larga del mundo con el menor número de viajeros. No se ha hecho una política de transporte, sino una política de marca: deslumbramos al mundo con las mejores terminales. Hemos querido maravillar y esto nos ha llevado a la mayor tasa de paro de la Unión Europea y con AENA como la empresa aeroportuaria que más dinero pierde del mundo.

El problema actual ya es muy grave, pero lo peor está en el futuro, pues tanto AENA (aeropuertos) como ADIF (ferrocarril) usan unos criterios contables con amortizaciones a largo plazo crecientes, de tal manera que apenas amortiza al principio. Dentro de unos años, las facturas serán de escalofrío y eso tendrá consecuencias en nuestro futuro económico.

El presupuesto del AVE, ronda actualmente los 97.000 millones de euros, entre lo construido y lo que ya está aprobado para su realización. Tendremos la mayor red de AVE del mundo, pero un pésimo sistema ferroviario, tanto de pasajeros, transporte y de cercanías. Si se hubiera invertido en estos sectores estas cantidades que se ha hecho en el AVE, nuestro futuro sería muchísimo mejor. Por ejemplo, si se hubiera invertido en los sistemas ferroviarios urbanos de las grandes ciudades, se generaría muchísima más ocupación, se habría democratizado el transporte público, evitando de paso el caos urbano actual y los grandes problemas medio ambientales (ruido, aire….) que genera el coche en las ciudades.

Mientras un km de ferrocarril cuesta tres millones de euros, el km del AVE ronda entre los 12-35 millones según la orografía.

El AVE español es el mayor desastre económico en el último siglo y supone una carga insoportable para los presupuestos actuales y futuros del Estado. ¿Por qué? Los ingresos que se obtiene por la venta de billetes, no llegan a cubrir un tercio del coste real del billete, así que los dos tercios restantes van a cuenta de los presupuestos del Estado. Por cada euro que paga el viajero del Ave, significa que el Estado añade dos más.

¿Es el AVE sostenible económicamente? 
¿Es de justicia social el AVE?
 
Paremos ya los AVES, pues hacen peligrar nuestro futuro.
Según los estudios de la Unión Europea, la alta velocidad no es rentable por debajo de los nueve millones de pasajeros anuales por línea. El recorrido más utilizado en España es el de Madrid-Barcelona que en el año 2009 llegó sólo a los 5,3 millones de pasajeros.

Sirva como ejemplo que la línea París-Lyón tiene 25 millones de pasajeros anuales y los billetes son mucho más caros que los de España y esto hace de esta línea que sea rentable.

Como dice Antón Costas “El peso de las consideraciones políticas centralistas en el diseño y financiación de las estructuras de transporte ha creado un capitalismo con sobredosis de negocios subsidiados, que son un pesado lastre para la competitividad de la economía española, así como para el control de déficit público”.

En necesario y con carácter urgente el replanteamiento de todo el desarrollo del AVE.

La primera consecuencia debería ser parar todo su actual desarrollo y pasa por no empezar nuevas obras. El segundo paso, sería abordar de una forma sería una reconversión económica de todo el transporte, ver carencias y posibles soluciones. Hay que rentabilizar socialmente las infraestructuras ya existentes, potenciando el mundo del transporte ferroviario para intentar recuperar parte de la inversión ya realizada y disminuir el transporte por carretera, para evitar los costes medio ambientales y económicos que representa, e intentar solucionar los problemas que padecen millones de españoles en sus desplazamientos diarios en las grandes ciudades.

(*) Profesor de Historia