domingo, 26 de junio de 2011

¿Crisis terminal del capitalismo? / Leonardo Boff *

Vengo sosteniendo que la crisis actual del capitalismo es más que coyuntural y estructural. Es terminal. ¿Ha llegado el final del genio del capitalismo para adaptarse siempre a cualquier circunstancia?. Soy consciente de que pocas personas sostienen esta tesis. Dos razones, sin embargo, me llevan a esta interpretación.

La primera es la siguiente: la crisis es terminal porque todos nosotros, pero particularmente el capitalismo, nos hemos saltado los límites de la Tierra. Hemos ocupado, depredando, todo el planeta, deshaciendo su sutil equilibrio y agotando sus bienes y servicios hasta el punto de que no consigue reponer por su cuenta lo que le han secuestrado. 
Ya a mediados del siglo XIX Karl Marx escribía proféticamente que la tendencia del capital iba en dirección a destruir sus dos fuentes de riqueza y de reproducción: la naturaleza y el trabajo. Es lo que está ocurriendo.

La naturaleza efectivamente se encuentra sometida a un gran estrés, como nunca antes lo estuvo, por lo menos en el último siglo, sin contar las 15 grandes diezmaciones que conoció a lo largo de su historia de más de cuatro mil millones de años. Los fenómenos extremos verificables en todas las regiones y los cambios climáticos, que tienden a un calentamiento global creciente, hablan a favor de la tesis de Marx. ¿Sin naturaleza cómo va a reproducirse el capitalismo? Ha dado con un límite insuperable.

Él capitalismo precariza o prescinde del trabajo. Existe gran desarrollo sin trabajo. El aparato productivo informatizado y robotizado produce más y mejor, con casi ningún trabajo. La consecuencia directa es el desempleo estructural.

Millones de personas no van a ingresar nunca jamás en el mundo del trabajo, ni siquiera como ejército de reserva. El trabajo, de depender del capital, ha pasado a prescindir de él. En España el desempleo alcanza al 20% de la población general, y al 40% de los jóvenes. En Portugal al 12% del país, y al 30% entre los jóvenes. Esto significa una grave crisis social, como la que asola en este momento a Grecia. Se sacrifica a toda la sociedad en nombre de una economía, hecha no para atender las demandas humanas sino para pagar la deuda con los bancos y con el sistema financiero. Marx tiene razón: el trabajo explotado ya no es fuente de riqueza. Lo es la máquina.
La segunda razón está ligada a la crisis humanitaria que el capitalismo está generando. Antes estaba limitada a los países periféricos. Hoy es global y ha alcanzado a los países centrales. No se puede resolver la cuestión económica desmontando la sociedad. Las víctimas, entrelazas por nuevas avenidas de comunicación, resisten, se rebelan y amenazan el orden vigente. Cada vez más personas, especialmente jóvenes, no aceptan la lógica perversa de la economía política capitalista: la dictadura de las finanzas que, vía mercado, somete los Estados a sus intereses, y el rentabilismo de los capitales especulativos que circulan de unas bolsas a otras obteniendo ganancias sin producir absolutamente nada a no ser más dinero para sus rentistas.

Fue el capital mismo el que creó el veneno es el que lo puede matar: al exigir a los trabajadores una formación técnica cada vez mejor para estar a la altura del crecimiento acelerado y de la mayor competitividad, creó involuntariamente personas que piensan. Éstas, lentamente van descubriendo la perversidad del sistema que despelleja a las personas en nombre de una acumulación meramente material, que se muestra sin corazón al exigir más y más eficiencia, hasta el punto de llevar a los trabajadores a un estrés profundo, a la desesperación, y en algunos casos, al suicidio, como ocurre en varios países, y también en Brasil.

Las calles de varios países europeos y árabes, los “indignados” que llenan las plazas de España y de Grecia son expresión de una rebelión contra el sistema político vigente a remolque del mercado y de la lógica del capital. Los jóvenes españoles gritan: «no es una crisis, es un robo». Los ladrones están afincados en Wall Street, en el FMI y en el Banco Central Europeo, es decir, son los sumos sacerdotes del capital globalizado y explotador.

Al agravarse la crisis crecerán en todo el mundo las multitudes que no aguanten más las consecuencias de la superexplotación de sus vidas y de la vida de la Tierra y se rebelen contra este sistema económico que ahora agoniza, no por envejecimiento, sino por la fuerza del veneno y de las contradicciones que ha creado, castigando a la Madre Tierra y afligiendo la vida de sus hijos e hijas.
 

(*) Leonardo Boff es teólogo y filósofo brasileño

Porque España no sale de la recesión / Vicenç Navarro *

¿Cómo un país sale de una recesión? Primordialmente a base de dos intervenciones públicas. Una es seguir políticas expansivas de gasto público que estimulen la economía mediante el crecimiento de empleo y aumento de la demanda de bienes y servicios. Las recesiones que existieron durante el siglo XX se resolvieron a través de grandes inversiones públicas, tanto en infraestructuras físicas como en transferencias y servicios públicos (sobre todo servicios públicos del estado del bienestar). 

Así, en EEUU, la Gran Depresión se terminó a base de una enorme expansión del gasto público –el New Deal y la II Guerra Mundial- que se invirtió en la infraestructura del país, en los servicios públicos y en el establecimiento del estado del bienestar (la creación de la Seguridad Social). 

Tal expansión del gasto público fue acompañada de un estímulo por parte del gobierno federal de EEUU a la sindicalización de la fuerza laboral como medida de estimular el crecimiento de los salarios a fin de aumentar la demanda. El estado federal no contrataba a ninguna empresa que no estuviera sindicalizada. La burguesía financiera e industrial estadounidense se opuso a cada una de estas medidas, atacando al Presidente Roosevelt, al cual definieron como “un traidor a su clase” (el Presidente Roosevelt procedía de una de las familias más ricas de EEUU), calificación que era motivo de orgullo por su parte. 

La otra gran recesión (casi depresión) fue el fin de la II Guerra Mundial en Europa. El desempleo era masivo y las economías europeas estaban en una situación muy precaria. Las salvó una enorme expansión del gasto público, junto con el Plan Marshall, que estimuló la demanda y con ella la economía. Es más, la influencia de las izquierdas en los gobiernos europeos facilitó el aumento de los salarios y la notable expansión del estado del bienestar.

Ahora, sin embargo, se está intentando salir de la crisis a base de austeridad del gasto público, reducción del estado del bienestar y disminución de los salarios, todas ellas medidas que retrasarán todavía más el crecimiento económico y la creación de empleo. La evidencia de ello es abrumadora, siendo Grecia el caso más claro. A más recortes, mayor recesión, mayor déficit y mayor necesidad de endeudamiento. 

Las políticas que se están siguiendo en la Unión Europea son las contrarias a las que las economías necesitan para salir del agujero en el que se encuentran. Esto debería ser obvio para cualquier persona que mantuviera la capacidad de analizar la realidad económica sin estar imbuida por el dogma neoliberal promocionado por la banca, que es, por cierto, el único grupo fáctico que se beneficia de esta situación en que los países están profundamente endeudados.

En realidad, toda la austeridad impuesta a los estados es para asegurarse que la banca no pierda su dinero prestado, y continúa recibiendo enormes cantidades de dinero como forma de pago de los elevados intereses de los bonos del estados, elevados com consecuencia de la percepción de gran riesgo que las agencias de evaluación de bonos (que son meros instrumentos de la banca) promueven. De ahí que todas las políticas de austeridad se justifiquen bajo el argumento de “dar confianza a los mercados financieros”.

La otra intervención que un estado debe hacer para salir de la recesión es el cambio monetario. Es decir, que el país en recesión disminuya el precio de su moneda, con lo cual los productos y bienes que produce son más baratos y pueden exportarse más competitivamente. Ahí, el centro de la estrategia es hacerse más competitivo a base de reducir los precios, incluyendo el precio de la moneda. 

Así, cuando Argentina estaba en una profunda recesión en el año 2001, decidió abandonar su moneda desligándola de la paridad con el dólar que le había impuesto el Fondo Monetario Internacional (FMI) como medida de garantizar los intereses de la banca y que habían tenido un impacto muy negativo en su economía, sumergiéndola en una profunda recesión, algo semejante a lo que le está pasando a Grecia. Cuando Argentina “salió del dólar”, los productos argentinos se abarataron y Argentina se recuperó, creciendo un total del 63% en seis años.

Ahora bien, esto no lo pueden hacer los países miembros de la eurozona, pues la política monetaria es responsabilidad del Banco Central Europeo, que en realidad es un lobby de la banca. De ahí que los países PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España) tengan un problema gravísimo, impuesto por la manera como funciona la eurozona y el control que las derechas (y la banca) tienen sobre tales instituciones. Por un lado no pueden seguir políticas expansivas, y por otro no pueden reducir el precio de la moneda para poder salir de la recesión. Es imposible que tales países puedan salir de la recesión a base de tales políticas. Así de claro.

La solución que dan las derechas es que, si no pueden reducir el precio de la moneda, deben reducir dramáticamente los salarios. Es lo que se llama la “devaluación doméstica”, lo cual contribuye todavía más a la recesión. Y así estamos. La situación actual, además de indignante, es insostenible.

(*)  Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University

Auditorías de la deuda pública: una alternativa a los planes de ajuste / Enric Llopis *

El dogma neoliberal impone indefectiblemente planes de ajuste y recortes sociales a los países con dificultades para afrontar su deuda, pública o privada, como condición para acceder a nuevos préstamos. Estos principios de la ortodoxia liberal, defendidos a ultranza por instituciones como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Central Europeo, son bien conocidos en países dependientes de África y América Latina, cuya población los ha sufrido en sus carnes. La disciplina social ligada a la crisis de la deuda se extiende ahora a los países de la periferia europea: Grecia, Irlanda y Portugal, por el momento. 

Para los economistas del sistema no hay alternativa. Sin embargo, organizaciones como el Comité por la Anulación de la Deuda Externa del Tercer Mundo (CADTM) llevan más de dos décadas trabajando en propuestas socialmente más justas, como las Auditorías de la Deuda, de gran potencial transformador en el actual contexto europeo de crisis de las deudas soberanas. El grupo valenciano del CADTM ha explicado estos planteamientos habitualmente ignorados por los medios de comunicación oficiales en el local de Ca Revolta (Valencia). 

Las Auditorías parten del análisis del origen y composición de la deuda pública de un país con el fin de determinar si es “ilegítima” u “odiosa”. En caso de serlo, debería procederse a su anulación. Según Laura Pérez, del CADTM-Valencia, “se trata de un derecho democrático esencial como es el derecho a la información pública, además de una apuesta decidida por la participación y movilización ciudadana en las cuestiones de estado; es, en definitiva, un instrumento de control de la transparencia y la conducta democrática de los poderes públicos”. 

Yves Julien, también miembro del CADTM-Valencia, insiste en la excelente oportunidad que supone la actual crisis financiera para realizar Auditorías como alternativa a los planes de austeridad. “Permiten abrir un nuevo espacio de reflexión y participación democrática frente a los rescates de la banca privada, el Pacto del Euro y todo tipo de reformas neoliberales frente a las cuales, nos dicen, no hay alternativa”, subraya, y añade una idea primordial: “Los gobiernos utilizan a menudo la deuda pública como argumento para imponer planes de austeridad”. 

El estudio de la deuda contraída por un país ha de incluir un conjunto de variables: contexto histórico y social; quién contrajo los créditos; quiénes fueron los acreedores y su comportamiento; el destino de los recursos; las disposiciones del contrato; evolución de las tasas de interés; porcentaje de presupuesto público y del PIB dedicado al pago de la deuda; políticas de privatización realizadas; y la relación entre la deuda y la distribución de la riqueza, entre otros aspectos. 

Además del CADTM, organizaciones sociales como Jubileo Sud, Jubileo 2000, Quien debe a Quien, Observatori del Deute de la Globalització y la Red Ciudadana por la Abolición de la Deuda Externa (RCADE) vienen trabajando en la idea de la Auditoría que, en definitiva, trata de responder a tres preguntas: ¿Cuánto se debe? ¿Por qué se debe? (en esta cuestión radica la esencia del problema) y ¿A quién se debe? 

El análisis del débito para comprobar su legitimidad tiene una función eminentemente práctica, ya que el recorte de derechos básicos que implica el endeudamiento afecta directamente a la vida cotidiana de las poblaciones. Pero todo este trabajo parte de unas premisas teóricas bien elaboradas y conceptos netamente definidos. La deuda ilegítima sería la derivada de un préstamo cuyos fondos se hubieran empleado, por ejemplo, para la violación de los derechos humanos o la destrucción del medio ambiente. La otra noción clave, la deuda odiosa, requiere tres condiciones: préstamo asumido por un régimen despótico; utilizado contra el bienestar de la población y todo ello con el conocimiento de los acreedores. 

No resulta difícil encontrar ejemplos de los dos conceptos. Entre otros casos, se considera deuda ilegítima la contraída para la construcción del embalse de Inga (Congo-Zaire); la central nuclear de Bataan (Filipinas) o el proyecto de embalse hidroeléctrico de Yacireta (Argentina-Paraguay); puede catalogarse asimismo como deuda odiosa el gasto militar de la dictadura ruandesas entre 1990 y 1994, los desfalcos de Fernando Marcos en Filipinas o la deuda de la dictadura griega de los coroneles, que se cuadruplicó en siete años. 

Pero el modelo más acabado y paradigma de aplicación de las Auditorías lo constituye Ecuador durante la presidencia de Rafael Correa. Entre 2007 y 2008 el gobierno canceló deudas consideradas ilegítimas contraídas por entidades públicas con bancos privados, con un ahorro de 300 millones de dólares a lo largo de 20 años que podrían invertirse en mejorar la sanidad pública, educación y creación de puestos de trabajo. 

También se decidió en noviembre de 2008 suspender el reembolso de bonos de deuda que vencían en 2012 y 2030. Todo ello tras un análisis del origen de la deuda a la que se calificaba de “eminentemente especulativa y fuente de una pérdida de la capacidad soberana del estado”. 

Al hilo, entre otros, del ejemplo ecuatoriano, se están impulsando iniciativas similares en otros países, sobre todo los más afectados por la denominada crisis del endeudamiento. En Grecia, algunos parlamentarios, intelectuales y organizaciones ciudadanas han formado una comisión independiente para estudiar las cuentas públicas del país, cada vez más asediadas por los especuladores internacionales. En mayo de este año Grecia también acogió una Conferencia Internacional de Promoción de Auditoría de la Deuda. En Túnez e Irlanda, organizaciones ciudadanas trabajan en la misma línea. 

Las Auditorías, en todos los casos, se vinculan a un frontal rechazo de los planes de ajuste y recortes sociales. Así lo explica Jerome Duval, del CADTM: “La reducción de los déficits públicos ha de realizarse mediante un incremento de los ingresos fiscales, gravando en mayor medida tanto a las empresas y al capital financiero, como a la renta, el patrimonio de las familias más ricas y las transacciones financieras; para conseguir esto, resulta imprescindible romper con la lógica capitalista e imponer un cambio radical de sociedad”. Y añade que actualmente “las instituciones financieras, culpables de la crisis, se enriquecen y especulan con las deudas de los estados, y esto con la complicidad activa del BCE y el FMI”. 

Por ello, dado que el endeudamiento público se inserta en una ofensiva capitalista global, el CADTM plantea un conjunto de medidas que acompañen a las Auditorías de la deuda: prohibición de los paraísos fiscales; lucha contra el fraude fiscal masivo de las grandes empresas y de los más ricos; reducir drásticamente el tiempo de trabajo para crear empleo al tiempo que se aumentan los salarios y las pensiones; y socializar las numerosas empresas y servicios privatizados en los últimos 30 años. Todo ello con la esperanza de que otro mundo es posible y está en construcción. 

(*) Periodista

Urgencias alimentarias / Ana Etchenique y Gustavo Duch Guillot *

¿Qué sucedió con la gripe A? Son ya muchos meses después del tremendo susto, del agotamiento de las mascarillas y la fiebre vacunal. Como es habitual en estos casos, se pasó de jarreadas de información al más absoluto de los silencios, un cóctel que acaba desorientando por completo a la población consumidora. 

Por ejemplo, ¿recuerdan si dicha gripe estaba originada o no en la producción porcina? Y lo más preocupante, ¿conocemos si se han tomado las medidas apropiadas para evitar situaciones similares? Parece como una película de cine donde te dejan sin conocer quién es el malo y qué se hace con él. Es por esta razón, ahora que la crisis del E.coli empieza amainar, que debemos exigir no sólo mejor información en las fases críticas, sino también un seguimiento completo hasta el final. Hasta que salgan todos los créditos. Veamos. 

Respecto a la información, realmente, ¿qué sabemos la población consumidora de este rompecabezas? Pues por mucho que nos esforcemos en leer, preguntar y exigir, la sensación final no deja de ser inquietante. De entrada, y recordando otras crisis alimentarias como las vacas locas o la propia gripe porcina, ¿es proporcionado el nivel de alarma generado? O incluso, ¿qué intereses se esconden detrás de cada alarma? Las vacas locas dieron lugar a un tremendo negocio para la soja transgénica, la gripe porcina fue el rescate público de muchas farmacéuticas… No es que seamos mal pensados, es que hay antecedentes.

Por otro lado, esta crisis alimentaria y la hemeroteca que junto a ella se genera, alimenta nuevas preocupaciones. La bacteria en cuestión, nos han explicado que es resistente a muchos antibióticos, de ahí su malignidad. Esta capacidad de ser inmune frente a los antibióticos, nos ha parecido entender, puede originarse en su hábitat natural, las granjas animales. Allí, para evitar que los animales enfermen, puede darse un abuso de antibióticos que poco a poco va provocando el desarrollo de estas super-bacterias. ¿Lo hemos entendido bien? Es decir, ¿tenemos un sistema de producción de alimentos que degrada el arsenal médico qué tantas vidas ha salvado?

Por último, el dispositivo de control alimentario, eso que llaman ‘la trazabilidad’ ha tenido un gravísimo desliz. Algunas reacciones insisten en que debemos mejorar el sistema de control, otras apuntan a que es el sistema productivo en sí lo que debemos cambiar. Entonces, ¿es un problema de antivirus y cortafuegos que ya no son suficientes y debemos actualizarlos o mejor sería reinstalar de nuevo todo el sistema operativo?

Durante el clímax de la película se acusó a los pepinos españoles, luego a los brotes verdes de soja que parece han vuelto a la rueda de reconocimiento. Pero se siguen oyendo voces de algunos investigadores que recomiendan que se analicen las granjas intensivas de la zona o incluso otros que apuntan a un origen en alguno de los múltiples uso de la E.coli en procesos de laboratorios alimentarios (esta bacteria es una herramienta común en muchas investigaciones, desde la cura del cáncer a la producción de transgénicos). Pero ya aparece el mensaje más peligroso de todos: -el origen, dice Merckel, puede que nunca se sepa. Lo que nos temíamos, película ‘interruptus’.

La confianza que tan a menudo nos reclama la clase política va ligada a la transparencia y ante este caso, otra vez, la población consumidora nos hemos visto sorprendidos por ‘lo que hay detrás’ de nuestros alimentos, cómo se fabrican, qué rutas viajan y quiénes ganan en este monopoly nutritivo; y nos hemos alarmado por los sucesivos cambios en las declaraciones de los responsables y en los titulares de los medios. Quizás todo esto nos pasa, a la simple clase consumidora, por pura ignorancia personal. Pero pareciera que juegan con nosotras.

En cualquier caso hay que hacer una reflexión en profundidad que encontramos a faltar. Una reflexión por parte de todos los actores de este sistema formado por la gente del campo; la distribución, el transporte y el comercio; responsables de controles sanitarios, la administración y también claro, la población consumidora. Estamos todos en el mismo barco pero en camarotes separados. 

Unos en primera clase, otros en las bodegas. Así que es necesario charlar, pensar y repensar en cómo organizarnos, conocer las características y necesidades de cada sector, para que la confianza y la capacidad de resolver problemas sea la característica de este nuevo modelo alimentario que vamos necesitando. Y esto sí es una urgencia.

(*) Vicepresidenta de CECU. Confederación de Consumidores y Usuarios / Coordinador de la revista SOBERANÍA ALIMENTARIA, BIODIVERSIDAD Y CULTURAS

Insolidaridad y crisis de la Unión Europea / Carlos Taibo *

Tras tanto hablar de la cohesión social para afirmar que el proyecto de la UE trascendía de la mera unión mercantil originaria, la crisis ha venido a aclarar sin tapujos que es la Europa del capital, y no la de los ciudadanos, la que prima en la toma de decisiones. Los recientes movimientos de protesta vienen a recordar las promesas violadas de esa Europa unida y solidaria a la que hacía mención el Tratado de Lisboa. 

Para contentar a la mayoría, se presentó la adhesión a la UE de los países hoy llamados “periféricos” como la entrada en un club de ricos que, guiado por el objetivo de la cohesión social, iría construyendo un espacio cada vez más homogéneo en derechos, retribuciones y prestaciones sociales. 

Sin embargo, al cebarse precisamente en los “países periféricos” las agresiones a las retribuciones, derechos y prestaciones sociales de los trabajadores, practicadas al calor de la crisis, se hundió el sueño de esa Europa de ciudadanos libres e iguales, llamados a participar en instituciones que, se suponía, irían reforzando la unidad política y la cohesión social en un espacio heterogéneo.

Por ejemplo, según las estadísticas de la UE, el coste laboral por hora de trabajo en Rumanía era antes de la crisis sólo el 15% de la media de los 27 y el gasto social y las pensiones per cápita apenas alcanzaban a ser el 4 y 5% de la media comunitaria; pese a ello, se han acordado drásticos recortes en aras de una supuesta mejora de la competitividad. Lo mismo ha ocurrido en Grecia, Portugal y España.

Cuando en nuestro país el coste laboral por hora de trabajo, el gasto social y las pensiones a duras penas llegan a ser la mitad que en Alemania y se sitúan bien por debajo de la media de la UE de los 27, se vienen imponiendo más y más recortes en retribuciones, cotizaciones y derechos sociales. 

Es vergonzoso que se juegue a salvar la UE hundiéndola como proyecto socio-político, pues ya no se habla de igualar por arriba, ni siquiera de igualar por abajo, sino de degradar más y más la precaria situación de los de abajo, ampliando la grave polarización social del espacio europeo, a la vez que se corre un tupido velo sobre los factores que de verdad sesgan la productividad y los ingresos a favor de los ricos.

(*) Profesor de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Autónoma de Madrid