martes, 5 de julio de 2011

Las voces del 15-M en el libro 'Nosotros, los indignados'

MADRID.- Cuatro miembros del #15-M, todos ellos indignados y comprometidos desde las primeras reivindicaciones presentan un libro sobre el movimiento titulado, 'Nosotros los indignados'. Sus nombres son Klaudia Álvarez, Pablo Gallego, Fabio Gándara y Óscar Rivas y cuentan sus motivos para estar indignados, con un prólogo de Stéphane Hessel.

Klaudia es profesora en Barcelona. Tiene 35 años, una gata, un trabajo que le gusta, buenos amigos, una familia y hasta su propia casa, que habrá logrado pagar cuando cumpla los 70. Pero, está indignada. Y lo está porque su padre hace demasiado que está en paro, y sus amigas encadenan contratos precarios, incluso su propio trabajo sigue siendo temporal después de ocho años.
Klaudia abrió una cuenta en Twitter y como dice ella misma, "la semilla del diablo se instaló en mi cabeza". Seguía activamente las revoluciones árabes a través de la red social. Poco a poco, esta maestra encontró también en Facebook a otros contrarrevolucionarios con los que marcó ilusionada un día en el calendario: el 15 de mayo de 2011. En tres meses escasos la idea de una movilización ciudadana asindical y apartidista cobró cuerpo en sesenta ciudades. La #spanishrevolution estaba en marcha.
El #pásalo surgió su efecto y el 15 de mayo, tras un invierno de trabajo y aprendizaje continuo, Klaudia se vio subida a un camión, en la plaza de Catalunya de Barcelona, micrófono en mano, delante de 15.000 personas indignadas que estallaron al grito de: "¡Sí se puede!".
Klaudia Álvarez (Barcelona, 1976), licenciada en Comunicación Audiovisual y con un posgrado en Gestión y Producción Cultural, ha trabajado para el Instituto Cervantes en Lisboa y el Ayuntamiento de Barcelona. En la actualidad es profesora de Imagen y Sonido en Terrassa y estudia Bellas Artes en la Universidad de Barcelona. Coordina el equipo de comunicación de Democracia Real Ya.
"Soy un joven hastiado de la situación de España y sé que no estoy solo". Con estas palabras, Pablo Gallego arrancó el 9 de febrero de 2001 en su blog el post titulado Mayo del 68 en España. Ese mismo día posteó su entrada en el perfil de Juventud en Acción y poco después se incorporaba al germen de Democracia Real Ya (DRY), la Plataforma de Coordinación de Grupos Pro-Movilización Ciudadana.
Pablo se autoproclama un sí-sí. Sí estudia y Sí trabaja. Preocupado por su futuro y por el de sus amigos, siente que hay mucho por denunciar. Pablo tiene dos carreras, habla inglés y alemán y ha estudiado en el extranjero. Se planeta marchar fuera a trabajar, a buscar su oportunidad. Justamente, esta oportunidad es la que Pablo cree ha empujado a miles de personas a salir a la calle para pedir un sistema "más justo, solidario y libre".
Pablo empezó a investigar sobre el origen de la crisis y sobre sus consecuencias y comprendió que había muchos motivos por los que indignarse "la corrupción, el gasto público, la especulación inmobiliaria, la privatización de las cajas, la inacción de la ciudadanía y el abismo entre los políticos y los ciudadanos".
Pablo Gallego (Cádiz, 1988) es diplomado en Ciencias Empresariales por la Universidad de Cádiz y cursa el segundo ciclo de la licenciatura de Investigación y Técnicas de Mercado en ICADE, en Madrid. Actualmente realiza prácticas de empresa en una multinacional alemana del sector de la automoción y participa en el concurso del Proyecto Empresarial ICADE.
Fabio Gandara se autodefine como un #indignado más, pero no lo es. Él prendió la mecha en febrero de 2011 cuando en un chispazo de inspiración creó un grupo en Facebook y envió un mensaje a sus amigos en la red: *Únete*. De aquella plataforma surgió Democracia Real Ya. Sorprendido, vio como, en pocas semanas, la decena de internautas desorientados que charlaban en Twitter se transformó en una auténtica comunidad de #indignados.
Fabio es gallego, tiene 26 años y cumple con todos los estándares educativos: licenciado en Derecho y Políticas, cursando un máster, experiencia laboral, idiomas... Sin embargo, se siente parte de la supuesta "generación perdida" española.
"Para que muchos despertásemos -dice Fabio-, fue necesario que un valiente hombre de 93 años, luchador incansable a lo largo del siglo XX, nos hiciera esa exhortación: la sociedad civil debe diferenciarse de la política para garantizar una democracia real". Este hombre era Stéphane Hessel y sus palabras, recogidas en el libro ¡Indignados!, las inspiradoras de este fenómeno que encontró en las redes sociales su altavoz.
Fabio Gándara (Santiago de Compostela, 1984) se trasladó a Madrid con 18 años para estudiar las carreras de Derecho y Ciencias Políticas y de la Administración. Ha trabajado dos años en el bufete Cuatrecasas y cursó un máster de especialización en Política Territorial y Urbanística. Compagina la preparación de unas oposiciones estatales con las labores de activismo en la plataforma ciudadana Democracia Real Ya.
Óscar Rivas fue un indignado más el pasado 15-M. Acudió a la convocatoria de Democracia Real Ya en Madrid para participar en la fiesta popular, así como para documentar audiovisualmente el evento. Este periodista de 38 años, que ha encadenado trabajos precarios con diversos intentos de proyectos empresariales, sintió que ese día, no sólo él sino miles de personas, estaban dando fe de cómo el sistema ha tratado a los jóvenes en este país.
Adscrito a la comisión de comunicación, llegó a pasar 32 horas seguidas al pie del cañón para dar vida Ágora Sol Radio, la emisora que emitió desde la misma plaza y que dio voz a las miles de personas que se acercaban a diario y contaban su historia de indignación.
La experiencia en Sol no sólo dio a Óscar una nueva visión sobre la posibilidad de un cambio social y la sorpresa de sentirse apoyado por tantos ciudadanos que mostraban su acuerdo con los acampados, sino que le mostró la dificultad por llegar a acuerdos y pensar en colectivo.
Óscar Rivas (Madrid, 1972) estudió sonido y ha trabajado en el ámbito de la producción musical y en RNE. Ha desarrollado varios proyectos relacionados con el mundo de la comunicación, entre ellos la creación de RESER Escuela de Comunicación. Trabaja como freelance en proyectos de comunicación, además de impartir clases de radio.

Esclavos en Europa / Ignacio Ramonet

Dos siglos después de la abolición de la esclavitud, regresa una práctica abominable: la trata de personas. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que 12,3 millones de personas en el mundo se ven sometidas, por redes ligadas a la criminalidad internacional, a la explotación de su fuerza de trabajo en contra de su voluntad y en condiciones inhumanas.

Tratándose de mujeres, la mayoría son víctimas de explotación sexual mientras muchas otras son específicamente explotadas en el servicio doméstico. También se da el caso de personas jóvenes y en buen estado de salud que, bajo diversos engaños, son privadas de su libertad con el fin de que partes de sus cuerpos alimenten el tráfico ilegal de órganos humanos.

Pero la trata se está extendiendo cada vez más a la captura de personas que sufren explotación de su fuerza de trabajo en sectores de la producción muy necesitados de mano de obra barata como la hostelería, la restauración, la agricultura y la construcción.

A ese tema preciso, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) dedicó en Viena, los días 20 y 21 de junio pasado, una Conferencia internacional con la participación de autoridades políticas, organismos internacionales, ONGs y reconocidos expertos (1).

Aunque el fenómeno es mundial, varios especialistas subrayaron que la plaga del trabajo esclavo está aumentando imparablemente en el seno mismo de la Unión Europea. El número de casos revelados por la prensa, cada vez más numerosos, sólo constituyen la punta del iceberg. Las organizaciones sindicales y las ONGs estiman que hay en Europa centenares de miles de trabajadores sometidos a la execración de la esclavitud (2).

En España, en Francia, en Italia, en los Países Bajos, en el Reino Unido y en otros países de la UE, numerosos migrantes extranjeros, atraídos por el espejismo europeo, se ven atrapados en las redes de mafias que les obligan a trabajar en condiciones semejantes a las de la esclavitud de antaño. Un informe de la OIT reveló que, al sur de Nápoles, por ejemplo, unos 1.200 braceros extracomunitarios trabajaban 12 horas diarias en invernaderos y otras instalaciones agrícolas sin contrato de trabajo y por sueldos miserables. Vivían confinados en condiciones propias de un campo de concentración, vigilados militarmente por milicias privadas.

Este “campo de trabajo” no es el único en Europa. Se ha descubierto, por ejemplo, en otra región italiana, a centenares de migrantes polacos explotados del mismo modo, a veces hasta la muerte, esencialmente para la recogida de tomates. Se les había confiscado su documentación. Sobrevivían subalimentados en una clandestinidad total. Sus “propietarios” les maltrataban hasta el punto de que varios de ellos perdieron la vida por agotamiento, o por los golpes recibidos, o empujados al suicidio por desesperación.

Esta situación concierne a miles y miles de inmigrantes sin papeles, víctimas de negreros modernos en los más diversos países europeos. Según varios sindicatos, el trabajo clandestino en el sector agrícola representa casi el 20% del conjunto de la actividad (3).

En esta expansión de la trata de trabajadores esclavos, el modelo económico dominante tiene una gran responsabilidad. En efecto, la globalización neoliberal –que se ha impuesto en los tres últimos decenios gracias a terapias de choque con efectos devastadores para las categorías más frágiles de la población– supone un coste social exorbitante. Se ha establecido una competición feroz entre el capital y el trabajo. En nombre del libre-cambio, los grandes grupos multinacionales fabrican y venden en el mundo entero. Con una particularidad: producen en las regiones donde la mano de obra es más barata, y venden en las zonas donde el nivel de vida es más alto. De ese modo, el nuevo capitalismo erige la competitividad en principal fuerza motriz, y establece, de hecho, la mercantilización del trabajo y de los trabajadores.

Las empresas multinacionales, al deslocalizar sus centros de producción a escala mundial, ponen en competencia a los asalariados de todo el planeta. Con un objetivo: minimizar los costes de producción y abaratar los salarios. En el seno la Unión Europea, eso desestabiliza el mercado del trabajo, deteriora las condiciones laborales y hace más frágiles los sueldos.

La globalización, que ofrece tan formidables oportunidades a unos cuantos, se resume para la mayoría de los demás, en Europa, a una competencia sin límites y sin escrúpulos entre los asalariados europeos, pequeños empresarios, y modestos agricultores, y sus equivalentes mal pagados y explotados del otro lado del mundo. De ese modo se organiza, a escala planetaria, el dumping social.

En términos de empleo, el balance es desastroso. Por ejemplo, en Francia, en los dos últimos decenios, ese dumping causó la destrucción de más de dos millones de empleos únicamente en el sector industrial. Sin hablar de las presiones ejercidas sobre todos los salarios.

En semejante contexto de desleal competencia, algunos sectores en Europa, en los que existe una carencia crónica de mano de obra, tienen tendencia a utilizar a trabajadores ilegales. Lo cual estimula la importación de migrantes sin papeles, introducidos en el seno de la UE por traficantes clandestinos que en muchos casos les obligan al trabajo esclavo. Numerosos informes evocan claramente la “venta” de braceros agrícolas migrantes.

En el sector de la construcción, muchos trabajadores jóvenes extracomunitarios, sin papeles, se hallan bajo el control de bandas especializadas en la trata de personas, y “alquilados” a empresas alemanas, italianas, británicas o griegas. Estos trabajadores esclavos se ven forzados por las bandas que los explotan a pagar sus gastos de viaje, de alimentación y de alojamiento cuyo total es en general superior a lo que ganan. De tal modo que pronto, mediante el sistema de la deuda, pasan a “pertenecer” a sus explotadores (4).

A pesar del arsenal jurídico internacional que sanciona esos crímenes, y aunque se multipliquen las declaraciones públicas de altos responsables que condenan esa plaga, hay que reconocer que la voluntad política de poner fin a esa pesadilla resulta más bien débil. En realidad, las patronales de la industria y de la construcción  y los grandes exportadores agrícolas influyen en permanencia sobre los poderes públicos para que hagan la vista gorda sobre las redes de importación de migrantes ilegales.  

Los trabajadores sin papeles constituyen una mano de obra abundante, dócil y barata, una reserva casi inagotable cuya presencia en el mercado del trabajo europeo contribuye a calmar los ardores reivindicativos de los asalariados y de los sindicatos.

Los partidarios de una inmigración masiva siempre han sido las patronales. Y siempre por el mismo motivo: abaratar los sueldos. Los informes de la Comisión Europea y de Business Europe (la patronal europea), desde hace decenios, reclaman siempre más inmigración. Los patronos saben que cuanto mayor sea la oferta de mano de obra, más bajos serán los salarios.
Por eso ya no sólo los negreros modernos explotan a los trabajadores esclavos; ahora se está desarrollando una suerte de “trata legal”. 

Véase, por ejemplo, lo que sucedió en febrero pasado en Italia, en el sector de la industria del automóvil. El grupo Fiat colocó al personal de sus fábricas ante un chantaje: o los obreros italianos aceptaban trabajar más, en peores condiciones y con salarios reducidos, o las fábricas se deslocalizaban a Europa del Este. Enfrentados a la perspectiva del paro y aterrorizados por las condiciones existentes en Europa del Este donde los obreros están dispuestos a trabajar sábados y domingos por salarios miserables, el 63% de los asalariados de Fiat votaron a favor de su propia sobreexplotación...

En Europa, muchos patronos sueñan, en el marco de la crisis y de las brutales políticas de ajuste, de establecer esa misma “trata legal”, una especie de esclavitud moderna. Gracias a las facilidades que ofrece la globalización neoliberal, amenazan a sus asalariados con ponerlos en competencia salvaje con la mano de obra barata de países lejanos.

Si se quiere evitar esa nociva regresión social, hay que empezar por cuestionar el funcionamiento actual de la globalización. Es hora de comenzar a desglobalizar.

(1) Bajo el título: "Preventing Trafficking in Human Beings for Labour Exploitation: Decent Work and Social Justice", la Conferencia fue organizada por la Representante especial y Coordinadora para la lucha contra la trata de seres humanos, Maria Grazia Giammarinaro, y su equipo, en el marco de la Alianza contra la trata de personas.
(2) Léase el informe: Combating trafficking as modern-day slavery: a matter of rights, freedom and security, 2010 Annual Report, OSCE, Viena, 9 de diciembre de 2010.
(3) Léase el informe: The Cost of coercion, OIT, Ginebra, 2009.
(4) Cf. No trabajar solos. Sindicatos y ONG unen sus fuerzas para luchar contra el trabajo forzoso y la trata de personas en Europa, Confederación sindical internacional, Bruselas, febrero de 2011.

José Manuel Naredo, economista y estadístico español: "La burbuja devoró los ahorros del país"


PALMA DE MALLORCA.- José Manuel Naredo (1942), economista y estadístico, fue uno de los primeros investigadores en hablar en España de 'economía ecológica'. En 2010 codirigió para el Ministerio de Vivienda el  ́Libro Blanco de la Sostenibilidad en el Planeamiento Urbanístico Español ́. Ahora analiza el modelo inmobiliario en un libro.

—¿Haremos honor a nuestra condición y tropezaremos con la misma piedra del boom inmobiliario cuando pase esta crisis?␣
—No me parece bien meter en un mismo saco a toda la gente. Habrá algunos que estén deseando tropezar muchas veces con esa piedra, porque se han forrado. Sin embargo, otros seguirán pagando durante decenios las hipotecas con unos valores inflados. Y el Estado tiene que salvar cajas de ahorros con el dinero de los españoles. Unos pagan los platos rotos y otros han sacado tajada. Habría que hacer un diagnóstico acertado para que la ciudadanía tuviera información de lo que ha ocurrido y de los problemas que ha generado la burbuja inmobiliaria.
La finalidad del libro ́El modelo inmobiliario español ́ es elaborar el diagnóstico de lo que ha ocurrido, sus consecuencias y los posibles remedios y alternativas.

—¿Cómo ha funcionado la burbuja inmobiliaria y quién se ha beneficiado de ella?␣
—Se han beneficiado los que han conseguido añadir varios ceros al valor de determinados terrenos y obtener unas plusvalías jugosas, por la varita mágica de las recalificaciones y reclasificaciones que les permitía pasar las hectáreas de suelo rústico a metros cuadrados de superficie construida. En este proceso hay colectivos que se han lucrado masivamente, algunos sin invertir y sin riesgo, como los gestores de suelo. Buscaban por los municipios suelo para reclasificar, meter volumen construido y ofrecerlo a promotores y constructores.
Pero cuando ya han sacado la plusvalía, las viviendas se han quedado en el esqueleto. La burbuja funciona de sacar plusvalías. Al mismo tiempo se piensa que van a subir los precios inmobiliarios y la gente compra porque piensa que va a subir. Y sube porque la gente compra y cada vez compra más a crédito, gracias a la bajada de tipos de interés y la ampliación de los plazos... Se ha financiado esta burbuja que ha devorado el ahorro de los españoles y que, después, se ha financiado con el endeudamiento exterior de la economía española, que es lo que ahora lastra la crisis. Y todo esto con unos riesgos superconcentrados de las entidades financieras y muy en particular de las cajas de ahorro que han concentrado su exposición al riesgo inmobiliario de forma espectacular.
—Y parece que los especuladores esperan volver a las andadas.␣
—La crisis no ha durado todavía lo suficiente para que aún piensen que se puede volver a las andadas. Sin duda, pueden esperar sentados. Si la financiación de la burbuja ha devorado el ahorro del país una vez, no lo puede devorar otra vez de inmediato. Cuando España ha pasado de ser el país con menor porcentaje de endeudamiento respecto a la renta disponible de nuestro entorno a estar por encima de todos, incluido EE UU... En los años finales del boom los hogares pedían más dinero a los bancos de lo que aportaban... Todo esto no podía prolongarse indefinidamente, era imposible, aunque nuestros políticos miraran para otro lado.
Ha sido un boom de precios pero también de construcción pues se ha sobredimensionado el parque inmobiliario y se ha producido un stock inmobiliario muy potente en busca de compradores. Es lo que lastra el mercado, que tardará al menos un lustro en digerirlo.
—¿Qué ha influido más en la burbuja el ansia de los especuladores por sacar tajada o que nadie renuncia al beneficio de comprar un piso y venderlo por el doble?␣
—Son las dos caras de la misma moneda. Se generan expectativas de subidas de precios y se desata la burbuja, que hace que los particulares que compran pisos vean cómo se revalorizan, y se induce a la gente a comprar viviendas en propiedad, porque trae a cuenta. Es la simplificación total del modelo inmobiliario el que empuja a comprar vivienda en propiedad. Y también la falta de diversificación financiera. ¿Qué hacen los hogares? O ingresan su ahorro a plazo, con una rentabilidad bajísima o se lo juegan en la bolsa o lo invierten en ladrillo. En otros países hay más diversificación financiera, hay entidades especializadas en alquiler que emiten en los mercados financieros, ofreciendo productos de gran seguridad y apreciable rentabilidad. Esta posibilidad no existe en este país.
—Además de engullir las viviendas vacías habrá que decidir qué hacer con las proyectadas.␣
—Ése es el problema: si se añaden las viviendas en venta a las que están en construcción y las que están con licencia pero no iniciadas, nos topamos con más de dos millones de viviendas. Esto es lo que lastra cualquier repunte en el sector inmobiliario, porque es absurdo iniciar nuevas viviendas cuando ya existen tantas pendientes de venta. Se intentan terminar viviendas en construcción y rematar operaciones de suelo para hacer que luzcan mejor en el activo de las empresas. Es el caso de la ́Operación Chamartín ́ en Madrid con 17.000 viviendas. No tiene sentido construirlas ahora, pero si consolidar la operación para que luzca en el balance de la inmobiliaria -del Grupo BBVA-, en el que figura y que ya no sea una entelequia. Es el forcejeo en el que la crisis de liquidez ha pasado a ser crisis de solvencia.

—¿Se podría renunciar a construir las viviendas pendientes?␣
—Hay que tomar conciencia de que sufrimos las consecuencias de un modelo inmobiliario agotado, que no permite resolver los principales problemas que tiene planteados el país y pide a gritos su reconversión. ¿Cuál es el primer problema? Que hay un exceso e infrautilización del suelo urbanizable, de infraestructuras y viviendas. ¿Cuál sería el principal objetivo del planeamiento? Gestionar en régimen de escasez los dos grandes stocks patrimoniales que son el suelo y el patrimonio construido, reconvertirlos y reutilizarlos para paliar la carga excesiva de la deuda inmobiliaria. Esta opción debería plantearse en un plan, donde se reorientara el modelo hacia las antípodas del actual. ¿Cómo sería eso? Habría que ir desde privilegiar la vivienda como inversión a hacerlo como bien de uso. Desde la realización de plusvalías hacia el cobro de rentas, desde la construcción de nuevas viviendas a la rehabilitación, reutilización y ocupación del patrimonio construido, de la vivienda libre a la vivienda social. Pero lo que no tiene sentido es dar dinero a las cajas de ahorro y que se coman ellas los stocks de vivienda que tenían. Se deberían canjear esos stocks y reconvertirlos en vivienda social.


—Su propuesta para salir de la crisis es firmar un Pacto de Estado de la reforma del modelo inmobiliario. ¿Qué incluiría?␣
—Un diagnóstico claro para plantear los objetivos: reconvertir o reutilizar los stocks de suelo, infraestructuras, vivienda, paliar la carga de la deuda, etc. Un problema es que se han cedido las competencias en urbanismo a los gobiernos autonómicos y locales. Aunque el Estado mantiene competencias de mínimos en medio ambiente, y si se vincula el urbanismo a la sostenibilidad, como es de cajón, el estado podría recuperar la posibilidad de coordinar ese giro. Pero los gobiernos regionales y locales están con unos problemas de financiación tremendos al haber vinculado buena parte de sus ingresos y a la burbuja. Habría que replantear la financiación de los ayuntamientos y las comunidades, pero no sin contrapartidas.
No tiene sentido un Plan E de dar dinero a tontas y a locas sin contrapartida alguna a los ayuntamientos. Tiene que haber exigencias. Hay una cuestión que es básica. Debería establecerse un protocolo de mínimos, en el que exista una estrategia de reconversión del modelo. Ese protocolo debería tener un núcleo administrativo responsable de la gestión a nivel regional, municipal o de mancomunidades. Este núcleo sería responsable de normas e instrumentos e incluiría un sistema de información que abarque todo el territorio y que incluya un proceso de participación ciudadana. Serían las tres patas sobre las que tendría que apoyarse esta reconversión del modelo. Sin ellas no debería dárseles financiación.
Habría que hablar más de metabolismo económico, con todas sus dimensiones, con visión integrada y un cambio de lógica... Es lo que dicen los documentos de la Unión Europea. Que se asegurara esa visión integrada, ese cambio de lógica que supondría ver el proceso como proyecto urbano, con todo su metabolismo, y su incidencia territorial. Implantar los sistemas de información, los núcleos administrativos responsables y el proceso de participación, que concretaría el compromiso público institucional hacia esa reconversión.