lunes, 19 de septiembre de 2011

¿Y qué puede pasar aún? / Claudi Pérez *

“Empieza a ser peligroso dejar Europa en manos de políticos, economistas y banqueros. Muy peligroso”. El escritor irlandés John Banville resume ese estado de estupefacción en el que se encuentra la ciudadanía de la UE, con el europeísmo desfalleciendo en los países que tienen que poner dinero por la crisis fiscal, como Alemania, pero también en los rescatados o en dificultades: Grecia es un polvorín cada vez más eurofóbico.

Tras resistirse a reflexionar sobre la crisis -”soy novelista, no banquero”-, Banville da rienda suelta a su indignación y apunta al peligro de desmantelamiento de la UE, uno de esos escenarios inimaginables que la tragedia griega ha convertido en peligro real: “Como apasionado creyente en las tradiciones de la cultura europea, me impresiona la amenaza que la crisis representa para el proyecto de unidad que impulsaron humanistas que van desde Erasmo hasta Jean Monnet. La ruptura del euro, que llevaría a otro tipo de fractura, ya no es impensable. El lamentable e irresponsable rumbo que van tomando las cosas nos conduce hacia un perfecto desastre”.

Ese “perfecto desastre” al que alude el autor de la fascinante El mar equivale política y económicamente a la salida de Grecia del euro: eso supondría abrir una caja de Pandora de consecuencias imprevisibles. No es sencillo hacer prospectiva con la que está cayendo, pero el economista alemán Daniel Gros, del think tank de Bruselas CEPS, cree que la situación actual ya equivale prácticamente “a un impago ordenado del que participa voluntariamente la banca: es el mejor de los escenarios posibles”. Y es el mejor porque ya no se pueden excluir alternativas más peliagudas: “Grecia no puede cumplir sus compromisos y eso hace que una quiebra desordenada sea cada vez más posible. Incluso una salida del euro podría llegar y provocar una situación política y social explosiva, aunque es improbable porque Alemania va a evitarla a toda costa: es mejor pagar que ese tremendo caos”. Los capítulos finales de la tragedia griega están muy abiertos. Son, básicamente, estos:

- Impago selectivo: castidad y continencia, pero no ahora. “No hay ninguna posibilidad de que Grecia suspenda pagos. Cero. Porque nadie sabe qué podría pasar. Y porque probablemente no podríamos gestionarlo”, asegura un alto funcionario de la UE. Ese negacionismo contrasta con las informaciones que aseguran que varios países preparan ya planes de contingencia por si eso sucede. Los economistas dan por hecho algún tipo de impago selectivo. Pero no ahora: lo más probable es que el BCE siga comprando bonos y la UE siga trampeando para dar tiempo a probar el nuevo fondo de rescate (el denominado EFSF), con armamento de más calibre y de más largo alcance. Es decir, con: más dinero y más competencias. Pero aún con el acuerdo de la cumbre de julio en la mano ese impago selectivo ya es un hecho: la banca se ha comprometido a asumir parte del agujero.
 
- Más quita… dentro de un orden. Si los Parlamentos aprueban el nuevo fondo de rescate (a lo largo del próximo mes), lo más probable es que se amplíe la base de la deuda griega sujeta a reestructuración: de la quita del 21% pactada en julio hasta una cifra que podría estar “en el entorno del 50%”, opina José Carlos Díez, de Intermoney. Esa sería la factura para los bancos. Paralelamente, la UE podría activar fondos estructurales para tratar de que la economía vuelva a crecer cuanto antes. A más largo plazo la figura de los eurobonos podría desatascar las cosas: los nuevos bonos griegos reestructurados deberían tener el respaldo del equivalente al bono europeo, a imagen y semejanza de lo que ocurrió en América Latina hace unos años. Todo ese proceso, en la jerga imposible de las finanzas internacionales, vendría a ser un impago selectivo y ordenado.

Por si todo eso no fuera ya lo suficientemente difícil en las arenas movedizas de la política europea, la amenaza de recesión complica un poco más las cosas. La banca ha vivido semanas de tensión ante la desconfianza por el volumen de deuda pública que acumula la banca en sus tripas, y la intervención conjunta de los bancos centrales del pasado jueves demuestra que la crisis europea se ha intensificado con ese nuevo frente. La UE avanzó ayer que va a ser necesario más capital: esa es la señal inequívoca de que un accidente en Grecia está ahí, sobre la mesa, hasta el punto de que los mercados especulan con una bancarrota caótica. Los mercados han puesto de manifiesto lo que Huw Pill, execonomista del BCE y ahora en el todopoderoso Goldman Sachs, define como “dudas existenciales acerca del futuro del euro”.

- Bancarrota desordenada. Grecia no es precisamente un país enorme: 11 millones de habitantes, el 2% del PIB europeo, apenas el 0,5% del mundial. Tampoco lo era Tailandia y en su día provocó un auténtico huracán financiero en el sureste asiático. Los huracanes son menos habituales en Europa que en la costa asiática del Pacífico, pero vienen días tormentosos: Charles Wyplosz, del Graduate Institute, asegura que el impago de Grecia “está asegurado” a corto, quizá a medio plazo. “Y no va a ser nada parecido a un impago ordenado, aunque tampoco hay ninguna opción, como han apuntado incluso algunos políticos de la UE, de una salida de la eurozona porque eso sería un desastre pare Grecia, para Europa, para el mundo entero”.

Wyplosz ataca duro el acuerdo de julio, por el que los bancos pueden ir voluntariamente a la reestructuración de Grecia: “Eso es, en una palabra, un fraude: otra tentativa de socializar las pérdidas y la prueba definitiva de que los Gobiernos están capturados por los bancos”. En esa tesitura, Wyplosz apunta que la clave de la situación la tiene el BCE, la única institución que más allá de gestionar la crisis tiene aún poderío para encontrar una salida. Pero ese desorden tendrá consecuencias: sobre la banca, sobre otros países del euro -más subidas de los intereses de la deuda- y quién sabe si también sobre EE UU. Un auténtico vendaval. Aunque hay escenarios aún más huracanados.

- Salida del euro: el caos. Goldman Sachs ve como “un caso extremo” el escenario de una fractura de la eurozona: “Los costes de una salida del euro de Grecia serían enormes, y no solo para Atenas: los costes derivados del contagio sobre la economía europea y global hacen que se trate de un suceso sumamente improbable”. En todo caso, ese escenario extremo ha dejado de ser imposible: varios grandes bancos han estudiado ya esa salida del euro e incluso apuntan algunas cifras al respecto, en una especie de ciencia ficción económica que, visto lo visto, no conviene descartar.

Saxo Bank considera que esa solución supondría de dos a tres billones de euros solo en recapitalizaciones bancarias. UBS ha llegado a calcular el coste de que un país del euro abandone la moneda única en unos 10.000 euros por persona durante el primer año, más unos 3.500 euros adicionales los años siguientes. En el caso de Grecia, el Gobierno alemán calcula costes suntuosos para Atenas si eso ocurre, con un retroceso del PIB del 50%. En cuanto a los costes políticos, los analistas ni siquiera descartan “Gobiernos autoritarios o militares, incluso guerras civiles”, según Citigroup. Y según el ministro de Finanzas polaco, que ha vaticinado “una guerra” a lo largo de la próxima década si eso ocurre.

Abandonar el euro provocaría en Grecia una fortísima devaluación del dracma, la bancarrota del sistema financiero, la imposibilidad de empresas y particulares de devolver las deudas en euros, corralito bancario a la argentina y controles de capital: probablemente, en suma, una depresión. Pero también graves efectos en el resto de países periféricos. Una vez abierto el melón de las salidas del euro, otros países pueden tomar la misma puerta, lo que supondría el fin del euro y probablemente de la UE. Aunque Grecia fuera el único país en volver al dracma, los tipos de interés de la deuda pública se irían a las nubes, y toda la banca europea estaría en el centro de la diana.

Grecia no es el único país que puede protagonizar una espantada. Hans-Olaf Henkel, exjefe de la patronal industrial alemana, aboga por un abandono en bloque del euro por parte del norte de Europa: Alemania, Holanda, Austria y Finlandia. En Berlín, el golpe provocaría una apreciación fulgurante del marco (con el consiguiente daño para la exportación), una enorme necesidad de capital para su banca y caídas del 25% del PIB el primer año, según UBS. En el sur de Europa, esa opción sería catastrófica. Nadie en sus cabales apuesta por algo parecido.

- ¿El abismo se puede saltar? Emergen dos escuelas de pensamiento sobre el futuro del euro: la de quienes consideran, con los anglosajones a la cabeza, que la ruptura del euro está cerca, hasta quienes piensan que Europa se mueve en la dirección correcta en momentos de tensión, que apuestan por soluciones realistas a corto plazo (pero caras: al final los bancos van a necesitar más capital, y los intereses de la deuda van a subir) para ir transitando paulatinamente hacia una mayor unión fiscal, los eurobonos, un ministro de Hacienda europeo o el Tesoro único. Más allá del abismo que algunos ven como insalvable, otra Europa está a la vista.

(*) Corresponsal del diario El Pais en Irlanda