viernes, 28 de octubre de 2011

La deuda soberana y el refuerzo del sector financiero / Ángel Tomás Martín *

En un artículo publicado recientemente, exponía lo que podría ser una buena solución para liberar al sistema bancario de sus activos inmobiliarios no deseados y actualmente sensiblemente depreciados, sustituyéndolos por tesorería con destino obligado a la creación y expansión de empresas como única solución para la regeneración de la crisis. 
 
Alemania sigue buscando la solución para inyectar al sistema financiero el capital necesario para evitar la espiral creciente de deterioro generalizado de sus balances, que de no materializarse en un plazo relativamente corto, llevaría al mayor desajuste económico jamás conocido. 
 
Carecer de la liquidez necesaria crea desconfianza y paralización económica, dejando a España prisionera del endeudamiento público, (incluyendo a las Comunidades Autónomas y a las Corporaciones Locales) y del endeudamiento privado (personal, empresarial y del sistema bancario).

Inyectar tesorería a la banca a través de cualquiera de los sistemas posibles, crearía los cimientos necesarios para iniciar el crecimiento de la economía comunitaria; pero el monumental nivel de la deuda soberana, ya con difícil colocación, forzaría de nuevo su suscripción utilizando los nuevos fondos de recapitalización, y por tanto, seguiríamos con estancamiento y posiblemente recesión.

Ayudar y agilizar las entidades de crédito saneando sus balances, sin acometer antes o en paralelo la solución del endeudamiento de todos los Estados asociados, nos llevará a un círculo vicioso de resultado letal.

La situación de endeudamiento público se ha intentado paliar de forma desordenada y con parches, sin aplicar todos los recortes necesarios ni la austeridad a que obliga una práctica presupuestaria proporcional a las posibilidades de recaudación reales. Los administradores públicos han derrochado sin tasa y han prescindido de todos los sistemas administrativos de control e intervención legalmente establecidos, relajando y desoyendo a los Órganos Supervisores Oficiales del sistema financiero.

Ciertos gobiernos europeos, sin el nivel de conocimientos de economía suficientes, se olvidaron de estudiar “la desviación de la continuidad”, y de revisar la recurrencia de la etapa de auge, y así le ha ido a Europa, sin que se salve tampoco EEUU. Nuestra prepotencia y presunción no ha ido acorde con la dimensión de los desequilibrios larvados.

La eurozona se construyó por medio de adhesiones desordenadas y con ausencia de intereses privados; estamos pues, en el “coste de oportunidad de la utilización de los recursos financieros”. Algunos estadistas deberían imitar a tantos buenos y ejemplares empresarios, verdaderos emprendedores y creadores de puestos de trabajo, que cimentan su gestión siendo eficaces, previsores y éticos, operando sobre expectativas y observando los cambios de tendencias.

Los esfuerzos separatistas y nacionalistas contribuyen a la desunión de la política y la economía en Europa. Sirva de ejemplo la llamada muerte lenta de Bélgica y de algún otro país
de la Unión, que invitan a reflexionar sobre la importancia de unificar las políticas económicas, financieras y fiscales. La gestión indisciplinada siempre conduce al mismo recorrido: gastar desordenadamente y contraer un endeudamiento creciente con dificilísima posibilidad de amortización, eso sí, recurriendo al préstamo exterior y a la subida de impuestos que acabarán soportando las familias y las empresas. No reconocer los errores, ni dar paso a otros con más preparación y valía es la gran pesadilla que se ha de soportar.

La incompatibilidad de financiar la banca sin resolver el endeudamiento soberano, es la duda y paralización en que se encuentra la Comisión Europea ante el temor de ver frustrado el intento posiblemente absorbido por las inevitables nuevas emisiones carentes de la suficiente garantía estatal. La amenaza de quitas a determinados países periféricos, no solo desprestigiaría por muy largo tiempo, sino que dañaría de nuevo la tesorería de los bancos que fueron inducidos a suscribir en anteriores emisiones.

En la nueva etapa que hemos de emprender, no debemos repetir errores básicos anteriores.
Citemos algunos sin pretender ser exhaustivos:

– Aprobar presupuestos irreales o falsos.

– Falta de análisis y fijación de techo a los presupuestos de las distintas Administraciones

– Ausencia de auditorías profundas y fiables de las contabilidades Públicas.

– Suprimir Intervenciones Generales del Estado, ejemplares y necesarias siempre.

– Falta de adopción de todas las medidas exigidas por Bruselas a fin de alcanzar el 3 por ciento del PIB para el 2013, sin cuya consecución no recibiremos el apoyo necesario.

– Atrasar la publicación de “las previsiones reales de la economía” (pospuesta recientemente para después del 20N con grave perjuicio para las comunidades autónomas).

– Prescindir de las “aportaciones participativas en empresas patrimoniales”.

Hemos perdido mucho tiempo y la estabilidad del euro necesita con urgencia un gran liderazgo capaz de aunar voluntades y esfuerzos, de promover regulaciones obligatorias y de establecer los controles y sanciones concretas aplicables a los Miembros de tendencias personalistas e insolidarias.

(*) Economista y empresario