lunes, 14 de noviembre de 2011

“Mercados financieros”, dioses de la democracia / Adolfo Orive *

En días pasados, los mercados financieros europeos, cual dioses del destino de los pueblos, cancelaron el referendo que el primer ministro Giorgios Papandreou había propuesto para que el pueblo griego decidiera cuál de dos escenarios negativos era el menos malo para su sobrevivencia: 1) la aprobación de cuotas adicionales de sacrificio vía nuevos recortes presupuestarios; o 2) la eventual quiebra del gobierno como resultado del retiro de las ayudas financieras otorgadas por la Unión Europea. No es un problema de la inmoralidad del neoliberalismo, como dijo La Jornada, porque, entre paréntesis, el neoliberalismo no tiene moral; es un asunto de correlación de fuerzas entre el “Uno por ciento” —que maneja los mercados financieros— y por otra parte los gobiernos y los pueblos, es decir, lo que llamamos democracia representativa.

Los integrantes del G20, cómodamente reunidos en la Riviera Francesa —mientras la mayoría de los pueblos del mundo se debaten entre la sobrevivencia del desempleo y la pobreza, o se levantan como Indignados—, no hicieron más que aplaudir a los que verdaderamente representan el “Uno por ciento”; salvo, por supuesto, la ejemplar presidenta de Argentina —Cristina Fernández de Kirchner—, que llamó a lo que está sucediendo en el mundo anarco-capitalismo y, supongo yo, la presidenta de Brasil Dilma Rousseff con una trayectoria de lucha social por todos conocida. El señor Felipe Calderón, que en días pasados fue de los pocos que se opuso al ingreso del Estado Palestino a la UNESCO, tan ha de haber aplaudido ejemplarmente la medida del “Uno por ciento”, que en la foto oficial del G20 lo colocaron en primera fila.

La dominación del “Uno por ciento” en Europa, no se reduce a Grecia: ex ejecutivos de Goldman Sachs —gran banco de inversión de Estados Unidos—han copado instituciones clave en la crisis por la que atravesamos. Desde 2001 a 2009, Goldman Sachs ayudó al gobierno griego a ocultar parte de su deuda. Desde 2006 lo hizo con la ayuda del Banco Nacional de Grecia, que es privado.

Al menos tres ex directivos de Goldman Sachs dirigen ahora tres instituciones públicas que desempeñan un papel clave en la crisis de la eurozona: 1) el señor Mario Draghi —ex vicepresidente de Goldman Sachs Internacional, de 2002 a 2005— es ahora el presidente del Banco Central Europeo; 2) el señor Antonio Borges —vicepresidente de 2000 a 2008 y managing director de Goldman Sachs Internacional de 2000 a 2008— es desde 2010 director del Fondo Monetario Internacional Europa; y 3) Petros Christodoulou —financiero formado en Goldman Sachs— es desde 2009 responsable de la Agencia de Deuda Pública de Grecia.

La simbiosis entre Goldman Sachs y las instituciones europeas también se da de estas últimas hacia la primera. Eurostat nunca validó las cuentas que presentó Grecia para incorporarse al euro, pero los dirigentes de las instituciones europeas miraron hacia otro lado. Peter Sutherland —Comisario Europeo de Competencia de 1985 a 1989— es presidente de Goldman Sachs Internacional. Mario Monti —Comisario Europeo del Mercado Interno de 1994 a 1999 y de Competencia de 1999 a 2004— es desde 2005 asesor internacional de Goldman Sachs. Otmar Issing —Economista en Jefe del Bundesbank de 1990 a 1998 y Economista en Jefe del Banco Central Europeo de 1998 a 2006— es asesor internacional de Goldman Sachs desde 2006. Y Huw Pill —Economista Senior del Banco Central Europeo— es desde mayo de 2011 uno de los principales economistas en Goldman Sachs.

Como dice Pere Rusiñol en el prestigioso periódico español Público (de cuyo artículo he obtenido la información expuesta), “con Draghi al frente del Banco Central Europeo es como tener al zorro guardando el gallinero”. Es decir, los que han recibido el encargo de apagar el incendio son los mismos integrantes del “Uno por ciento” que ayudaron a provocarlo. Un incendio que inició formalmente la crisis europea en Atenas, seguida por Irlanda y Portugal y que infectó tanto a la Unión Europea que aún amenaza con llevarse por delante hasta la construcción misma de sus principales instituciones.

El economista Simon Johnson, profesor del Massachusetts Institute of Technology, acaba de publicar un libro que en español se intitularía Trece banqueros. La toma por parte de Wall Street y la próxima implosión financiera, en el que describe muy bien el fenómeno de los vasos comunicantes entre la esfera política y el poder económico —siempre dirigida por este último— que cuenta con piezas muy bien colocadas en los gobiernos. El problema es gravísimo porque, como lo hemos comprobado en México, muchos políticos deciden acciones y políticas públicas pensando que su destino final será una gran empresa financiera.

En 2011 se han publicado dos libros sobre Goldman Sachs surgidos de ámbitos casi antagónicos, pero con la misma conclusión: el enorme poder oculto de Goldman Sachs, portaestandarte del “Uno por ciento”. Por un lado, Marc Roche —del periódico Le Monde— publicó El banco. Cómo Goldman Sachs dirige el mundo, y William D. Cohan, cuyo libro podría traducirse como Dinero y poder. Cómo Goldman Sachs llegó para dirigir el mundo.

(*) Economista mexicano y coordinador Grupo Parlamentario del Partido del Trabajo en la ALDF

Bancos, gobiernos e indignados en la crisis europea / Orlando Delgado Selley *

Los últimos acontecimientos en la Europa del euro muestran las enormes dificultades existentes. Los jefes de Gobierno europeos lograron un acuerdo para que bancos acreedores de Grecia aceptaran una reducción voluntaria de 50 por ciento del valor de las obligaciones de ese gobierno, lo que supuestamente resolvía la crisis griega. Después, el socialista Papandreou propuso un referéndum para que los griegos aceptaran el enésimo programa de ajuste, que retiró forzado por Merkel y Sarkozy, conjurando el cataclismo. Finalmente, tras la incapacidad del gobierno italiano para instrumentar un plan de ajuste fiscal suficientemente serio, el epicentro crítico se ha desplazado a Roma.

En esta etapa de la crisis del capitalismo contemporáneo, los gobiernos de los países con dificultades para refinanciar sus pasivos, han ido cayendo uno a uno. En Grecia, primer país en reconocer la situación de sus finanzas públicas y solicitar apoyo financiero, tras 20 meses de agonía Papandreou ha anunciado su dimisión. Meses antes el gobierno irlandés, que aceptó un duro plan de austeridad a cambio de que sus socios europeos destinaran los recursos necesarios para cumplir con obligaciones derivadas del rescate a los bancos irlandeses, también cayó.

En Portugal, luego de tres programas de austeridad fiscal, el gobierno del socialista Sócrates tuvo que aceptar elecciones anticipadas, en las que ganó la derecha. En España, aunque no se ha demandado apoyo financiero si se han instrumentado severos planes fiscales de austeridad, el gobierno del PSOE tras una rotunda derrota en las elecciones pasadas aceptó elecciones anticipadas que se celebrarán el 22 de noviembre, en las que nadie duda que será barrido. En Italia, Berlusconi dimitirá tan pronto logre que el parlamento italiano acepte un programa de austeridad supervisado por el FMI.

De modo que los gobiernos van cayendo, pero los otros actores de esta tragedia clásica: los banqueros, se mantienen incólumes aunque promovieron un endeudamiento extraordinario con la garantía del euro. Promovieron, además, instrumentos financieros para ocultar niveles de endeudamiento por encima de los que registraban ante las autoridades europeas. A ellos, verdaderos causantes de la crisis, no les pasa nada.

Las cuentas fiscales griegas antes de la llegada de Papandreou son reveladoras: el gobierno griego, asesorado por Goldman Sachs, contrató pasivos por encima de los que declaró al Banco Central Europeo y al Ecofin, a través de un procedimiento financiero en el que contrató swaps respecto de la tasa de interés de la deuda pública apostando a la estabilidad de esas tasas. Si ganaba la apuesta, el swap le permitía intercambiar el valor del contrato por préstamos. En el registro financiero estas operaciones no aparecían como pasivos, sino como activos. En realidad eran una forma de ocultar temporalmente deuda adicional. Las dificultades griegas resultan de esta trampa financiera y sus autores debieran pagar por ello.

Los banqueros que diseñaron esta operación, que engañó al FMI, BCE y al Consejo de Ministros europeo, ganaron mucho dinero y si participaran en la reducción voluntaria del valor de las obligaciones griegas serían apoyados financieramente por sus gobiernos. Así las cosas, como ha escrito Stiglitz: tenemos un sistema donde a los banqueros se les rescató y a sus víctimas se les abandonó para que se arreglen como puedan. Un sistema que día con día renueva la negativa idea de que importa más salvar bancos que a la parte más necesitada de la población de los países en crisis.

Por fortuna han aparecido protestas que apuntan al corazón del problema: a la desigualdad. El uno por ciento del uno por ciento es el beneficiario del funcionamiento de una banca totalmente desregulada. Al mismo tiempo la democracia está atrapada entre una excesiva regulación que le impide actuar oportunamente y conflictos políticos promovidos justamente para proteger los intereses de ese 0.01 por ciento de la población. Democracia que impide que una población sacrificada sea consultada, como en Grecia. En esas poblaciones, el otro 99.99 por ciento, por fin, ha empezado a actuar. Hay esperanza en el horizonte.

(*) Profesor en la UACM y economista

Al hilo de la deuda la tecnocracia neoliberal toma el poder político / Antonio Fuertes Esteban *

Los acontecimientos se han precipitado en Europa esta semana, ya nadie puede mirar para otro lado. Las dimisiones se suceden y los gobiernos, de momento de Grecia y de Italia, cambian al dictado de “los mercados”. La presión especulativa sobre la deuda de estos países ha supuesto proporciones dramáticas, llevando la prima de riesgo a unos niveles inasumibles para los estados griego y pronto al italiano. El pacto sobre la quita de la deuda griega unido a dictadas reformas estructurales en Grecia, que supuso el gesto airado de Papandreu y el anuncio de referéndum, duró lo que estaba previsto, dos telediarios. Merkel, Sarkozy y la Comisión dieron buena cuenta del gesto y recordaron, apelando a los mercados, la disciplina económica y presupuestaria a Papandreu haciendo ver quién manda aquí.

Desde el poder directo y sin intermediarios esta semana Goldman Sach se comprometía a dejar de presionar a Italia a través de su deuda en vertiginoso ascenso en su diferencial, si  a “il Cavaliere”  Berlusconi lo sustituía como primer ministro Mario Monti, ex comisario europeo y ex empleado de Goldman Sach, el gran banco de inversión de Wall Street más activo por estos lares europeos en la última década. La fortaleza europea ya se derrumba y ahora ya directamente los mercados ponen a sus validos en los gobiernos. Otro tecnócrata Lukas Papademos conforma en Grecia un gobierno breve de concentración, con entrada en él hasta de la extrema derecha. Otro italiano, Mario Draghi, también ex empleado de Golman Sach, ha sustituido a Trichet al frente del BCE.

Y no podemos sino llegar a una indignante conclusión. La banca está tomando el poder político en Europa. Los bancos de inversión tenedores de bonos de Francia y Alemania y la banca financiera de Wall Street con intereses espurios en Europa. Nuestros gobiernos cobardes y/o vendidos hicieron la cama a los plutócratas financieros, después cohabitaron con ellos y ahora el Poder desnudo, el del dinero, ya no necesita a los políticos, los echa de la cama y planta a sus validos. Uno recuerda la fábula de la rana que ayuda al escorpión a cruzar el río subiéndolo en su dorso, en mitad del río el escorpión le pica, es su naturaleza. Los políticos han estado vendiendo a los ciudadanos adoptando políticas neoliberales y sirviéndose para la gestión de los tecnócratas de la doctrina neoliberal que se reclama única y objetiva, cuando es la brida con la que someter al pueblo, ahora pagaremos todos por ello.

La deuda es el punto de mira, es el leitmotiv de la política en este momento y es hacia ella hacia donde se vuelven todas las miradas, incluso las de los movimientos sociales y organizaciones comprometidos con la ciudadanía. Pero sin embargo en Europa la crisis de la deuda no es sino el escenario final de una muerte anunciada.

La primera pregunta que hemos de hacernos sobre la deuda española y europea es: ¿Qué las hizo posibles y cómo se conformaron? La deuda no es sino la punta del iceberg de la crisis europea, favorecida ésta por un bloque prolijo de políticas económicas, desplegadas por los gobiernos europeos de diversos signos, desde los años 80 hasta el presente. Tirar del hilo de la deuda nos lleva a cuestionar el trasvase continuo de las rentas del trabajo a las del capital, el predominio de la economía especulativa sobre la economía productiva y la socialización de las pérdidas y apropiación de las ganancias por el sistema financiero y eso a través de políticas que han significado:

- La pérdida continua de poder adquisitivo de los trabajadores desde los 70, pérdida que ha servido para aumentar los activos del capital financiero.
- El absoluto descontrol financiero en la globalización mediada por los gobiernos para goce del capital. Ello a través de:
La libertad absoluta de los mercados de capital y de cambio. La desregulación aduanera, tarifaria y de los intereses. La falta de supervisión y control financiero y bancario. La opacidad asociada a los paraísos fiscales. La ingeniería financiera con sus productos derivados, sus vehículos financieros, sus CDS, su permisividad al apalancamiento indefinido…etc.
Siendo los episodios más próximos y que más afectan a la deuda española y europea: la participación de bancos europeos en la crisis de las hipotecas basura y la extensión por todo el mercado de estos productos, siendo que en este momento los bancos no pueden calcular sus activos reales. Más específicamente la nula supervisión del BE en el desarrollo de la burbuja inmobiliaria en España y el consecuente desarrollo de la burbuja especulativa.
- La regresión fiscal, elusión, evasión y fraude que impiden que los gobiernos puedan hacer frente a las necesidades económicas y sociales y es esta falta de ingresos la causa más directa de que los estados hayan de endeudarse.
- La falta de fiscalidad internacional ante los negocios mercantiles y financieros globales. También las políticas neoliberales son las responsables de promover y mantener las dos armas de destrucción masiva que suponen los paraísos fiscales: la opacidad consecuente al secreto bancario y la competencia fiscal, que en todo el mundo se asocia a la atracción de capitales y empresas. En este aspecto es necesario tener en cuenta que estos territorios llamados paraísos fiscales o centros financieros para no residentes, ocultan la acción criminal de evasores y fraudulentos, delincuentes internacionales, corruptos políticos y sociales, grandes fortunas, las ganancias de las multinacionales, el dinero del narcotráfico y el terrorismo,…. Promueven al mismo tiempo la desigualdad ante la ley al acoger y proteger el delito de los capitales móviles, los grandes capitales.
- Las políticas de salvamento de la gran banca y la conversión de deuda privada de la banca en deuda pública. Siendo que una buena parte de la deuda pública se ha gestado por el propio sistema bancario, por su endeudamiento para hacer negocio especulando en la construcción u otros activos. Otra parte por la deuda de las familias, en muchos casos para poder tener acceso a los recursos financieros necesarios para comprar un piso o simplemente para poder llevar un nivel de vida necesario, esto ante la paulatina pérdida adquisitiva de los salarios. También por los autónomos, pequeñas y medianas empresas, muchas de las cuales han entrado en crisis ante la falta de crédito y de consumo y han tenido que cerrar.
- La falta de una banca pública que pueda servir a los intereses de la ciudadanía de los países y que sea administrada social y éticamente. En estos momentos esta banca haría que la economía no estuviera detenida, proporcionando créditos a PYMES y familias.
- La absoluta falta de democracia en los órganos de decisión internacionales y la falta de autoridades financieras democráticas en todos los niveles, desde el estatal hasta el global (ejemplos: FMI, BM, BCE, OMC, OCDE, G-20, BIP, Comisión Europea…)
- La gran influencia en los mercados financieros de supervisores y auditores privados, que están subvencionados y al servicio del capital financiero internacional: agencias de supervisión bancaria y de rating…
- Las políticas económicas basadas en la competencia que impiden la colaboración y se fundamentan en la riqueza de los países más competitivos y la pobreza de los menos preparados o capacitados.

Y así un sinfín de políticas neoliberales, al servicio de los poderes plutocráticos, han ido implementándose en las últimas décadas. Hemos de ser conscientes de que combatir la deuda es combatir el régimen de competencia, es combatir la liberalización y desregulación de los mercados económicos, es combatir y negar a los poderes no democráticos decididores, es decidir sobre la economía y las finanzas democráticamente, es negar el Tratado de Lisboa hecho a la medida del gran capital. Pero sírvanos la presión insoportable de los poderes financieros, ejercida sobre los Estados y su ciudadanía, para rebelarnos. Hemos de decir basta, la deuda es la gota que colma el vaso, mediante la trampa de la deuda quieren acabar con la democracia definitivamente, poner a los validos del dinero a gobernar directamente y sin intermediarios políticos elegidos por el pueblo. La dictadura de los mercados se institucionaliza.

Auditar la deuda es necesario, pero los ciudadanos han de tener presente en todo momento que la punta que emerge del iceberg puede hacerlo porque la gran masa de este está sumergida. Tirar del hilo de la deuda nos llevará ineludiblemente a demostrar la necesidad perentoria de rebelarse contra este sistema injusto.

(*) Presidente de ATTAC ACORDEM

¿Dónde está la izquierda en esta tormenta económica? / Serge Halimi *

Mientras el capitalismo vive su crisis más grave desde los años 30, los principales partidos de izquierda parecen mudos y confusos. Como mucho prometen remendar el sistema. Más a menudo intentan demostrar su sentido de la responsabilidad y recomiendan, ellos también, una purga liberal. ¿Cuánto tiempo puede durar este juego político cerrado mientras se inflama la cólera social? 

Los estadounidenses que se manifiestan contra Wall Steet también protestan contra sus representantes del Partido Demócrata y de la Casa Blanca. Sin duda ignoran que los socialistas franceses siguen invocando el ejemplo de Barack Obama. Al contrario que Nicolás Sarkozy, el presidente de Estados Unidos ha sabido, según ellos, actuar contra los bancos. Quien no quiere (o no puede) atacar a los pilares del orden liberal (financiarización, globalización de los flujos de capitales y mercados) intenta personalizar la catástrofe, imputar la crisis del capitalismo a los errores de concepción o gestión de su adversario interior. Así, en Francia echarán la culpa a Sarkozy, en Italia a Berlusconi y en Alemania a Merkel. Muy bien, ¿y en otros sitios? 

En otros sitios, y no solo en Estados Unidos, los dirigentes políticos presentes durante mucho tiempo como referencias de la izquierda moderada también se enfrentan a las manifestaciones de indignados. En Grecia Georges Papandreu, presidente de la Internacional Socialista, lleva a cabo una política de austeridad draconiana que combina privatizaciones masivas, supresión de empleos en la función pública y entrega de la soberanía de su país en materia económica y social a una «troika» ultraliberal (1). De la misma forma los gobiernos de España, Portugal o Eslovenia también nos recuerdan que el término «izquierda» se ha depreciado hasta el punto de que no se asocia a un contenido político en particular. 

Uno de los grandes fiscales del atolladero de la socialdemocracia europea es el portavoz… del Partido Socialista (PS) francés. «Dentro de la Unión europea, revela Benôit Hamon en su último libro, el Partido Socialista Europeo (PSE) está asociado históricamente al compromiso que le une a la Democracia Cristiana en la estrategia de la liberalización del mercado interior y sus consecuencias sobre los derechos sociales y los servicios públicos. Son los gobiernos socialistas los que han negociado los planes de austeridad que gustan a la Unión Europea y al Fondo Monetario Internacional (FMI). En España, Portugal y Grecia, por supuesto, la protesta contra los planes de austeridad se dirige contra el FMI y la Comisión Europea, pero también contra los gobiernos socialistas nacionales (…). Una parte de la izquierda europea solo critica los fallos, igual que la derecha europea, sacrificar el Estado del bienestar para restablecer el equilibrio presupuestario y halagar a los mercados (…). En algunos lugares del mundo fuimos un obstáculo para el avance del progreso. Yo no me resigno» (2). 

En cambio otros consideran que esa transformación es irreversible porque tendría su origen en el aburguesamiento de los socialistas europeos y su alejamiento del mundo de los trabajadores. 

Aunque también bastante moderado, el Partido de los Trabajadores (PT) brasileño considera que la izquierda latinoamericana debe tomar el relevo de la izquierda del Viejo Continente, demasiado capitalista, demasiado atlantista y cada vez menos legítima cuando pretende defender los intereses populares: «En la actualidad existe un desplazamiento geográfico de la dirección ideológica de la izquierda en el mundo, señalaba el pasado mes de septiembre un documento preparatorio del congreso del PT. En este contexto, Sudamérica se diferencia (…). La izquierda de los países europeos, que tanto ha influenciado a la izquierda de todo el mundo desde el siglo XIX, no ha logrado aportar las respuestas adecuadas a la crisis y parece capitular frente a la dominación del neoliberalismo» (3). El declive de Europa probablemente es también el declive de la influencia ideológica del continente que vio nacer el sindicalismo, el socialismo y el comunismo –y que parece resignarse más voluntariamente que otros a su desaparición-. 

¿Entonces, hemos perdido la partida? Los electores y militantes de izquierda que se aferran a los contenidos más que a las falsas etiquetas, ¿pueden esperar, incluso en los países occidentales, combatir a la derecha con los compañeros conquistados por el liberalismo aunque sigan disfrutando de una hegemonía electoral? El baile, en efecto, se ha convertido en un ritual: la izquierda reformista se diferencia de los conservadores durante la campaña por un efecto óptico. Después, cuando llega el momento, dicha izquierda se dedica a gobernar igual que sus adversarios, sin alterar el orden económico y protegiendo el dinero de las personas del entorno del poder. 

La necesidad, e incluso la urgencia de transformación social que proclaman la mayoría de los candidatos de izquierda en el ejercicio de las responsabilidades gubernamentales exigen, obviamente, que vayan más allá de una retórica electoral. Pero también… que accedan al poder. Y es en ese punto concreto donde la izquierda moderada imparte la lección a los «radicales» y a los demás «indignados». La izquierda moderada no espera la «grand soir» [ruptura revolucionaria donde todo es posible, n. de t.] ( Il y a un siècle aux Etats-Unis, un débat fondateur ); no sueña con acurrucarse en una «contra-sociedad» aislada de las impurezas del mundo y poblada de seres excepcionales ( Des gens formidables …). Para retomar los términos empleados hace cinco años por Françoise Hollande, no quiere «obstaculizar en vez de hacer. Frenar en vez de avanzar. Resistir en vez de conquistar». Y considera que no combatir a la derecha es protegerla, y por lo tanto elegirla» (4). En cambio la izquierda radical, según él, prefiere «montar en cólera por todo» en vez de «optar por el realismo» (5). 

La izquierda que gobierna, esa es su jugada maestra, dispone «aquí y ahora» de tropas electorales y ejecutivos impacientes que le permiten asegurar el relevo. «Vencer a la derecha», sin embargo, no es un programa o una perspectiva. Una vez celebradas las elecciones, las estructuras establecidas –nacionales, europeas o internacionales- amenazan con impedir la voluntad de cambio expresada en la campaña. Así, en Estados unidos, Obama puede pretender que los lobbies industriales y la obstrucción parlamentaria de los republicanos han socavado su voluntad y su optimismo (Yes, we can) aunque estaba respaldado por una amplia mayoría popular. 

Por otra parte, los gobernantes de izquierda se excusan por su prudencia o su cobardía invocando las «obligaciones», una «herencia» (falta de competitividad internacional del sector productivo, los niveles de la deuda, etc.) que serían obstáculos para su margen de maniobra. «Nuestra vida pública está dominada por una extraña dicotomía, analizaba Lionel Jospin ya en 1992. Por un lado, se reprocha al poder (socialista) el desempleo, los problemas de los suburbios, las frustraciones sociales, el extremismo de la derecha y la desesperanza de la izquierda. Por otra parte se añade el hecho de no disponer de una política económica y financiera, lo que vuelve más difícil el tratamiento de lo que se denuncia» (6). Veinte años después, la formulación de esta contradicción no ha envejecido nada. 

Los socialistas señalan que la derrota electoral de la izquierda generalmente desencadena la puesta en marcha por parte de la derecha de un arsenal de «reformas» liberales –privatizaciones, reducción de los derechos sindicales, recorte de los gastos públicos- que destruirían las herramientas potenciales para hacer otra política. De ahí el «voto útil» en su beneficio. Pero su derrota también puede conllevar virtudes pedagógicas. Por ejemplo Hamon concede que en Alemania «las elecciones legislativas (de septiembre de 2009) que dieron al SPD su peor resultado (23% de los votos) desde hacía un siglo, convenció a los dirigentes del partido de la necesidad de un cambio de orientación» (7). 

Los socialistas griegos se vanaglorian de actuar más rápido que Margaret Thatcher…
Un «restablecimiento doctrinal» , aunque de una amplitud modesta, se dio en Francia tras la derrota legislativa de los socialistas en 1993 y en el Reino Unido tras la victoria del partido conservador en 2010. Y sin duda bien pronto aparecerán escenarios similares en España y Grecia, ya que no parece probable que los gobernantes socialistas de esos países puedan imputar sus próximas derrotas a una política excesivamente revolucionaria… Para defender la causa de Papandreu, la diputada socialista griega Elena Panaritis se ha atrevido incluso a recurrir a una referencia asombrosa: «Margaret Thatcher necesitó once años para llevar a cabo sus reformas en un país que tenía problemas estructurales menos importantes. ¡Nuestro programa sólo lleva en marcha catorce meses!» (8). En resumen, «¡Papandreu mejor que Thatcher!». 

Para salir de esta trampa es necesario establecer la lista de las condiciones previas para meter en vereda la globalización financiera. Sin embargo inmediatamente surge un problema: teniendo en cuenta la abundancia y sofisticación de los dispositivos que se han incrustado desde hace treinta años en el desarrollo económico de los Estados y la especulación capitalista, incluso un programa de reformas relativamente fácil (menos desigualdad fiscal, progresión moderada del poder adquisitivo de los salarios, mantenimiento de los gastos de educación, etc.) ahora implica un número significativo de rupturas. Rupturas con el actual orden europeo y también con las políticas a las que los socialistas están alineados (9). 

Son necesarios, por ejemplo, un cuestionamiento de la «independencia» del BCE (los tratados europeos garantizan que su política monetarista escape de cualquier control democrático), una flexibilización del pacto de estabilidad y crecimiento (que en períodos de crisis asfixia la estrategia voluntarista de lucha contra el desempleo), denuncia de la alianza entre liberales y socialdemócratas en el Parlamento Europeo (que ha llevado a estos últimos a apoyar la candidatura de Mario Draghi, exbanquero de Goldman Sachs, como director del Banco Central Europeo), sin hablar del libre comercio (la doctrina de la Comisión Europea), de una auditoría de la deuda pública (con el fin de no reembolsar a los especuladores que han apostado contra los países más débiles de la Eurozona); sin todo eso, la partida empezará mal de entrada. 

E incluso estará perdida de antemano. En efecto, nada permite creer que Hollande en Francia, Sigmar Gabriel en Alemania o Edward Miliband en el Reino Unido triunfarán donde Obama, Zapatero y Papandreu ya han fracasado. Imaginar que «una alianza que hace de la unión política de Europa el centro de su proyecto» garantiza, como espera Massimo D’Alema en Italia, «el renacimiento del progresismo» (10) se parece (en el mejor de los casos) a soñar despierto. En el actual estado de las fuerzas políticas y sociales, una Europa federal solo puede cerrar más los mecanismos liberales ya asfixiantes y despojar un poco más a los pueblos de su soberanía al confiar el poder a oscuras instancias tecnócratas. Por otra parte, ¿la moneda y comercio no son ámbitos ya «federalizados»? 

Sin embargo, en tanto que los partidos de izquierda moderados continúen representando a la mayoría del electorado progresista –sea por adhesión a su proyecto o por el sentimiento de que esa constituye la única perspectiva de una alternancia aproximada- las formaciones políticas más radicales (o los ecologistas) se encontrarán condenados al papel de figurantes, de fuerzas de apoyo o para hacer ruido. Incluso con el 15% de los sufragios, cuarenta y cuatro diputados, cuatro ministros y una organización que agrupa a cientos de miles de adeptos, el Partido Comunista Francés (PCF), entre 1981 y 1984, nunca influyó en la programación de las políticas económicas y financieras de François Mitterrand. El naufragio de Refundación Comunista en Italia, presa de su alianza con los partidos de centro izquierda, no constituye un precedente más emocionante. Entonces se trataba de recordar, prevenir a cualquier precio la vuelta al poder de Silvio Berlusconi. Lo cual pasó de todas formas, pero después. 

El Frente de Izquierda francés (perteneciente al PCF) quiere contradecir esos augurios. Presionando al Partido Socialista espera que este se libere de «sus atavismos». A priori la apuesta parece ilusoria, incluso desesperada. Sin embargo, si integra otros factores aparte de la relación de fuerzas electorales y las obligaciones institucionales, puede prevalerse de precedentes históricos. Así, ninguna de las grandes conquistas sociales del Front populaire (vacaciones pagadas, semana de 40 horas, etc.) estaba inscrita en el programa (muy moderado) de la coalición victoriosa de abril-mayo de 1936; fue el movimiento de huelgas de junio el que se las impuso a la patronal francesa. 

La historia de ese período no se resume sin embargo en la presión irresistible de un movimiento social sobre los partidos de izquierda tímidos o asustados. Fue la victoria del Front populaire la que liberó un movimiento de revolución social y dio a los trabajadores el sentimiento de que no se enfrentarían al muro de la represión policial y patronal. Envalentonados, también sabían que los partidos a los que acababan de votar no les darían nada si no les retorcían la mano. De ahí esa dialéctica victoriosa –pero tan rara- entre elección y movilización, urnas y fábricas. Un gobierno de izquierda que no afrontase una presión semejante se encerraría rápidamente en una cámara cerrada con una tecnocracia que desde hace mucho tiempo ha perdido la costumbre de hacer cualquier cosa que no sea liberalismo. Tendría como única obsesión seducir a las agencias de calificación, de las que nadie ignora que «rebajan» inmediatamente a cualquier país que se compromete a una verdadera política de izquierda. 

Como una estrella muerta, la República Central lanza sus últimos rayos
Entonces, ¿audacia o estancamiento? Desde el amanecer hasta el crepúsculo nos machacan con los riesgos de la audacia –aislamiento, inflación, degradación-. Sí, pero ¿y los riesgos del estancamiento? Al analizar la situación de la Europa de los años 30, el historiador Karl Polanyi recordaba que: «el callejón en el que se ha metido el capitalismo liberal», en varios países desembocó entonces en «una reforma de la economía de mercado realizada al precio de la extirpación de todas las instituciones democráticas» (11). ¿Pero de qué soberanía popular pueden todavía valerse las decisiones europeas tomadas a remolque de los mercados? Incluso un socialista tan moderado como Michel Rocard se alarma: todo nuevo endurecimiento de las condiciones impuestas a los griegos podría provocar la suspensión de la democracia en ese país. «Dada la situación colérica en la que se va a encontrar ese pueblo, escribía el mes pasado, se puede dudar de que algún gobierno pueda mantenerse sin el apoyo del ejército. Esta lamentable reflexión sirve, por supuesto, para Portugal, Irlanda y otros más grandes. ¿Hasta dónde?» (12). 

A pesar de estar apuntalada por toda una quincallería institucional y mediática, la República Central se tambalea. Se está poniendo en marcha una carrera de velocidad entre el endurecimiento del autoritarismo liberal y el desencadenamiento de una ruptura con el capitalismo. Todavía parece lejana. Pero cuando los pueblos dejan de creer en un juego político mentiroso, cuando observan que se despoja a los gobiernos de su soberanía, cuando se obstinan en reclamar que se meta en vereda a los bancos, cuando se movilizan sin saber adónde les conducirá su ira, eso significa, a pesar de todo, que la izquierda todavía sigue viva. 

NOTAS:
(1) Compuesta por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
(2) Benoît Hamon, Tourner la page. Reprenons la marche du progrès social, Flammarion, Paris, 2011, páginas 14-19.
(3) Agence France-Presse, 4 de septiembre de 2011.
(4) François Hollande, Devoirs de vérité, Stock, París, 2006, páginas, 91 y 206
(5) Ibid., páginas 51 y 43.
(6) Lionel Jospin, «Reconstruire la gauche », Le Monde, 11de abril de1992.
(7) Benoît Hamon, op. cit., página 180.
(8) Citado por Alain Salles, «L’odyssée de Papandréou », Le Monde, 16 de septiembre de 2011.
(9) « Cuando la izquierda renuncia en nombre de Europa », Le Monde diplomatique, junio de 2005.
(10) Massimo D’Alema, «Le succès de la gauche au Danemark annonce un renouveau européen», Le Monde, 21de septiembre de 2011.
(11) Karl Polanyi, La Grande Transformation, Gallimard, París, 1983, p. 305.
(13) Michel Rocard, « Un système bancaire à repenser», Le Monde, 4 de octubre de 2011.

(*) Serge Halimi es un analista político francés que escribe en Le Monde Diplomatique