viernes, 9 de diciembre de 2011

Las aterradoras intenciones de los tecnócratas de la eurozona / Ann Pettifor y Douglas Coe *

A medida que la economía mundial trata sin éxito de recuperarse, pues de lo contrario amenaza con implosionar, estamos siendo testigos de un desarrollo político y social en Europa profundamente alarmante, aunque fuera inevitable. Es importante que entendamos y nos preparemos para las implicaciones que deparan los acontecimientos recientes.

La buena noticia es que los políticos y los responsables políticos en la OCDE y la UE están forzados finalmente a reconocer la escala del desastre económico que amenaza la estabilidad social y política. La mala noticia es que esto no está conduciendo a una mejor comprensión de la crisis, o al menos a admitir sus causas.

Contrariamente, se sigue representando la crisis estrictamente como una crisis de deuda soberana, y no como una crisis del privado y liberalizado sistema bancario. En lugar de reconocer que el aumento de deuda soberana es resultado y síntoma de una crisis en el sector financiero privado, los responsables políticos de la UE continúan culpando a la deuda pública como la causa. Las defectuosas políticas para reducir la deuda pública, que incluso la están incrementando, son ahora la constante en el discurso público. Mientras tanto, la crisis en el sistema bancario privado se sigue ignorando –así como la amenaza inminente de bancarrotas.

Como resultado, la crisis económica y financiera global que comenzó en agosto de 2007 se ha intensificado. Sigue lejos de resolverse justamente porque sigue estando sin explicación. El 14 de noviembre de 2011, como prueba ante la comisión de finanzas del parlamento alemán, el presidente del Bundesbank Jens Weidmann "atribuyó la culpa a la crisis de confianza de los políticos de la Eurozona" según Der Spiegel.

Debido al errado diagnóstico y al mal punto de enfoque de los influyentes tecnócratas y responsables políticos, los 'remedios' económicos aplicados solo sirven para prolongar y agravar esta crisis.

No hay que dejarse engañar, la situación se está deteriorando severamente. De acuerdo con The Economist, el número de desempleados de entre 15 y 24 años dentro de la OCDE –los países más ricos del mundo- es más alto que nunca desde que la organización comenzó a recoger datos en 1976:

•    En España, el desempleo está en 5 millones, o el 21,5% de la fuerza de trabajo (a pesar de la repatriación de miles de inmigrantes latinos sin trabajo). Entre los jóvenes, el desempleo representa un asombroso 46,2%.

•    En Irlanda, encumbrada como historia de un éxito, la tasa de desempleo se ha triplicado hasta el 14,2% desde la peor crisis bancaria en Europa y el subsiguiente colapso del boom inmobiliario en 2008. Y ello a pesar del hecho de que la emigración es ahora la más importante desde el siglo XIX, con una estimación de 100 irlandeses dejando el país cada día.

•    La tasa de desempleados en Grecia alcanzó el récord del 18,4% en agosto, cuando el número de desempleados creció casi un 50% durante el año, a 907.953. Los jóvenes griegos continúan siendo los peor parados, con un desempleo del 43,5% para la categoría de 15 a 24 años, el doble que hace tres años.

•    En EEUU, a pesar de una menor vigorosidad en la aplicación de la austeridad, la tasa oficial de desempleo es del 9%, más del doble que la anterior a la crisis, en 2007, que fue del 4,4%. Pero estas estadísticas no incluyen los trabajadores que se han desanimado en la búsqueda de empleo, o los que trabajan a tiempo parcial cuando preferirían trabajar a tiempo completo. Si esos se incluyeran, según la Oficina de Estadísticas del Trabajo (citado en la web de Bond Vigilantes) "11,4 millones de estadounidenses no tienen ingresos, no pagan impuestos sobre la renta y no contribuyen en la producción de bienes y servicios". Casi el 15% de los ciudadanos de EEUU (45,8 millones) utilizan cupones de alimentos. 


Ahora mismo la atención está puesta en la Eurozona. Su mal concebida unión monetaria –modelada como el patrón oro de los años 20, que imponía similares restricciones a la soberanía de los gobiernos– ha comenzado a desmoronarse. Simultáneamente proliferan las crisis de deuda soberana. Pero esas son, repetimos, meros síntomas, no causas.

Afirmamos una vez más: la crisis no es de deuda soberana. En lugar de eso se trata fundamentalmente de la bancarrota del sistema financiero privado globalizado, y la implosión de las impagables deudas contraídas a lo largo de treinta años por bancos privados y otras instituciones financieras.

Como consecuencia, la globalización –un sistema financiero liberalizado que ha favorecido a los poderosos– está implosionando. Y la culpabilidad de ello se centra –tanto por parte de los tecnócratas como de políticos– no sobre los bancos centrales, los creadores de las políticas y los banqueros privados, sino en los débiles. Del mismo modo en que los países ricos de la Eurozona culpan a las economías de la periferia más pobres, nos viene a la cabeza un paralelismo: el Capitán del Titanic aferrado a los restos de barco, culpando por su destino a las víctimas que se están ahogando.

Con este erróneo enfoque viene la aparente y aterradora intención de las autoridades de hacer tragar la mala "medicina" –la austeridad– en las gargantas de la victimas europeas, y hacerlo a expensas de la democracia.

Este proceso comenzó, por supuesto, en Grecia. Si damos crédito a los rumores, ante la amenaza de un golpe militar, el Primer Ministro Papandreu puso el destino de su país en las manos de su gente a través de un referéndum, siguiendo la línea trazada por el Presidente de Islandia. Los "mercados" y los políticos del oeste se subían por las paredes. Se sacó a Papandreu y se nombró a ese constructo orweliano llamado gobierno de unidad nacional. El gobierno lo conduce Lucas Papademos, un antiguo banquero del BCE quien dijo una vez que "los beneficios macroeconómicos y microeconómicos por introducir el euro en Europa y Grecia son numerosos". La coalición que el señor Papademos dirige "incluye cuatro autoproclamados racistas, entre los cuales algunos neo-fascistas y un neo-nazi de cierto renombre" según escribe Yanis Varoufakis.

Como hemos argumentado y predicho repetidamente, particularmente en nuestro reportaje The economic consequences of Mr Osborne (julio 2010), la austeridad o "consolidación fiscal" no rebaja la deuda, más bien la incrementa. La austeridad no estimula la actividad económica, la deprime –tal y como se hace evidente allá donde se practica. La peligrosa imposición de políticas de austeridad ha intensificado la crisis financiera y puede conducir finalmente a una forma moderna de fascismo, como Gideon Rachman advirtió recientemente en el Finantial Times:

"Marine Le Pen, del partido de extrema derecha National Front, tendrá un gran impacto en las elecciones presidenciales de Francia en 2012, aunque probablemente no gane. En Holanda el gobierno está apoyado por votos del Freedom Party (Partido de la Libertad) liderado por Geert Wilders, que está situado en segunda posición en las encuestas. La extrema derecha austríaca Freedom Party está empatada con el partido gobernante People's party (Partido Popular). En Finlandia el nacionalista True Finns (Verdaderos Finlandeses) continúa ganando terreno y obtiene fácilmente el 20% en las encuestas.

Imaginen que el panorama político europeo se pareciese a un comienzo de colapso bancario, que la gente perdiera sus ahorros y sus trabajos, y que hubiese otra profunda depresión. En este punto los votantes estarían suficientemente desesperados y desilusionados como para votar a partidos extremistas en amplio número."

La idea de "tecnócrata" está concebida para tranquilizar. Nos quieren hacer creer que estos individuos tienen una maestría sobre asuntos económicos que está más allá de las habilidades e inteligencia de las víctimas de la crisis financiera privada –la gente ordinaria y sus representantes democráticos. Con la aceptación del gobierno de los "tecnócratas", debemos tener por seguro que se aplicarán políticas para estabilizar los mercados, para evitar la destrucción de empleo, las quiebras bancarias o la pérdida de ahorros. Sin embargo estos son precisamente los mismos funcionarios y autoridades responsables de la liberalización financiera en curso que desencadenó la quiebra bancaria en 2007, el aumento del desempleo y la pérdida de ahorros. Estos son los desprevenidos tecnócratas que no fueron capaces de predecir el colapso global, que han actuado sólo en interés de los amos financieros a expensas de las víctimas, y que ahora se están instalando en las más altas esferas políticas europeas prescindiendo del mandato del pueblo.

En realidad estos tecnócratas han operado en la maquinaria de la Haute Finance (altas finanzas) a todo nivel, tanto en el sector privado financiero como en las estructuras de gobierno correspondientes. Ahora, en el nivel más alto, están representados los intereses de los banqueros, incluyendo Goldman Sachs, el banco conocido por el "Vampire Squid" ("calamar vampiro"), su codicia y su control sobre las mentes de responsables políticos.

•    Mario Monti, nombrado apresuradamente senador vitalicio para que pudiese tomar el puesto como Primer Ministro italiano, ha co-dirigido la Comisión Trilateral, siendo un miembro destacado del exclusivo Bilderberg Group de economistas y asesor de Goldman Sachs y Coca Cola.

•    Mario Draghi, gobernador del Banco Central Europeo es un ex-ejecutivo de Goldman Sachs. 


•    Lucas Papademo, primer ministro griego, es ex-vicepresidente del BCE y dirigió el Banco Central de Grecia, trabajando con Goldman Sachs para idear complejos instrumentos derivados que disimulasen el tamaño de la deuda de su gobierno y permitirle así entrar en el euro.

La idea que esta gente sirve al bien común de la sociedad es una clase de engaño de lo más peligroso e injusto. Peligroso debido a la probable reacción del público como resultado de su errado diagnóstico de la crisis y su determinación para imponer la "medicina" equivocada de la austeridad a víctimas inocentes de la crisis.

Con el fracaso de la austeridad completamente patente, los tecnócratas continuarán desviando toda responsabilidad o culpa. Pese al reconocimiento del fracaso del diagnóstico y la estrategia de los banqueros y economistas, los tecnócratas seguirán culpando a los políticos, pensionistas y sindicatos por no implementar la estrategia de la austeridad con suficiente contundencia.

Entretanto se van armando de argumentos en contra de quienes cuestionan la valía de las políticas de austeridad. La más reciente es la idea de los problemas "estructurales" inherentes, que no es otra cosa que el sistema de bienestar social, un razonable horario laboral, salarios y condiciones de vida de los países de la UE. Todo ello se sostiene, por lo que parece, por estar en camino de resolver una crisis bancaria privada con una deuda excesiva e impagable: una crisis que amenaza ahora con la bancarrota de bancos por todo el mundo. En el caso de Grecia e Italia, la retórica dirigida a los pensionistas, los desempleados y los pobres es el racismo y el imperialismo.

Como Lord Skidelsky nos recordaba, la misma ortodoxia que conducía las políticas de austeridad al comienzo de los años 30 en occidente orientaron las acciones del gobierno de 1931 en la Alemania de Bruning. Estas políticas cimentaron el camino al ascenso del nazismo. Las políticas de austeridad –con la vigorosa oposición de Keynes– fueron el último golpe para una Alemania aplastada por la derrota y el desastroso ciclo de auge y depresión que siguió al país tras la vuelta al patrón oro entre 1924 y 1931. Las reparaciones fueron fácilmente sorteadas por una ingente cantidad de préstamos provenientes de instituciones financieras de todo el mundo, de una manera que ni el mismo Keynes pudo anticipar. Fueron estas políticas financiera y fiscal las que llevaron a Hitler al poder. Él fue la elección de los tecnócratas y fue asesorado en cada paso por Hjalmar Schacht, el Presidente del Reichbank y ministro de economía hasta 1937. Schacht fue el amigo cercano y confidente del equivalente a lo que hoy sería el "grupo de Frankfurt": Monstagu Norman, luego gobernador del Banco de Inglaterra, y Benjamin Strong, el jefe de la Reserva Federal.

A pesar de este precedente histórico alarmante, hay otro paralelismo más esperanzador.

Quizás podría ser igualmente instructivo, para el día de hoy, la suspensión de la democracia británica en septiembre de 1931, cuando el Gobierno Nacional reemplazó a la coalición laborista de 1929. Este gobierno abandonó silenciosamente la austeridad y procedió a adoptar lentamente medidas promovidas por las fuerzas progresistas –sin olvidarnos de Keynes– que ignoraban o renegaban de las políticas del anterior gobierno. El Gobierno nacional liberó a Gran Bretaña de las cadenas del patrón oro, procediendo a una política de expansión monetaria y más silenciosamente a expandir la política fiscal.

Es posible que los tecnócratas gobernantes en Grecia e Italia sigan estos ejemplos y hagan lo mismo, distanciándose gradualmente de sus propias recetas fallidas de austeridad. Sin embargo, a la vez que ellos mismos deben darse cuenta de que el presente curso es un desastre –y ya hemos visto horrendas contorsiones políticas por parte, por ejemplo, de la OCDE– los tecnócratas no quieren exponerse a un desprestigio ante la situación, permitiendo políticas progresistas lideradas por una verdadera oposición democrática, porque esto alteraría el status quo.

Después de todo, la mayor amenaza para el orden establecido es que las verdaderas fuerzas representativas tomen el control de su propio destino en la calles de Atenas, Milán, Nueva York o Londres. Esto pondría en marcha una reinstauración democrática, políticas para una sociedad más próspera y justa, y el desmantelamiento del orden establecido actual.

Mientras esperamos esa reinstauración, el demonio debe ser servido a toda costa, llevando al mundo si ninguna duda por una senda peligrosa.
(*) Ann Pettifor y Douglas Coe son especialistas en temas económicos relacionados con la deuda. Ambos escriben en primeeconomics.org