domingo, 26 de febrero de 2012

Una grieta en La Zarzuela / Ana Romero *

Decía una veterana corresponsal real que escribir sobre la Jefatura del Estado en España era lo más parecido a hacer "una tortilla sin huevos". O, como afirmó ayer una persona muy cercana a la Casa, a redactar "entre algodones" la crónica de una Familia Real idílica con un Rey vital para la restauración de la democracia en España; una Reina definida como una "gran profesional"; el Príncipe heredero "mejor preparado de la Historia", y dos infantas que simplemente no producían noticias. Así, durante 37 años, en Zarzuela imperó la máxima del 'No news, good news'.

El estallido del caso Urdangarin, con el epicentro hoy de la declaración en Palma de Mallorca, ha actuado como catalizador de un proceso que se inició a la vuelta del siglo XXI y que estalló el pasado 7 de noviembre como una bomba de relojería. Fue el día en el que la policía acudió a registrar la sede en Barcelona del Instituto Nóos, el ya más que famoso organismo sin ánimo de lucro presidido por el marido de la infanta Cristina.

La grieta que poco a poco se había ido formando en la prístina fachada de La Zarzuela se abrió ese día en canal. Ajenos a la gravedad del asunto, los fontaneros de la Casa actuaron como habían hecho hasta entonces: guardaron silencio. Un mes y cinco días más tarde , todos los hombres del Rey se vieron obligados a convocar a la prensa para hacer algo inaudito: anunciar que Urdangarin quedaba oficialmente apartado de la agenda oficial de la Familia por su comportamiento "no ejemplar".

El inesperado anuncio lo hizo personalmente el jefe de la Casa, el diplomático Rafael Spottorno, un hombre afable que echó los dientes como fontanero real durante diez años de trabajo en La Zarzuela. El pasado septiembre , cuando reapuntaba judicialmente el caso Urdangarin, Spottorno regresó a la Casa ajeno a lo que se le venía encima.

Pero cuando el 12 de diciembre, y siguiendo las órdenes directas del Rey, Spottorno convocó a la prensa, el daño ya estaba hecho: el caso Urdangarin había ocupado día tras día las portadas de los periódicos españoles, de todos. Muy al principio, en febrero de 2006, El Mundo fue el primer y el único medio en informar de los primeros indicios del caso. En el otoño de 2012, la veda se abrió para todos. Zarzuela no había sabido reaccionar a tiempo a pesar de que a lo largo de esos seis años el propio Rey había ordenado a su yerno que abandonara los negocios y que se marchara a trabajar fuera de España. Así fue. En 2009 , los duques de Palma y sus cuatro hijos se instalaron en Washington DC, donde Urdangarin comenzó a trabajar para Telefónica Internacional.

El caso Urdangarín, cuyo final aún queda lejos, según las distintas fuentes consultadas, ha obligado a La Zarzuela a orearse de una manera a la que no estaba acostumbrada. Hay un antes y un después, y un punto de no retorno. El pasado 28 de diciembre, los hombres del Rey, forzados por el 'tsunami' Urdangarin, volvieron a convocar a la prensa para hacer algo también nunca visto: dar publicidad a las cuentas reales, como llevaban pidiendo desde hace años algunos partidos políticos del Parlamento español.

Ese miércoles 28 de diciembre , a las doce en punto del mediodía, la Casa Real colgó en su página web toda la información. Seis mil personas intentaron acceder al mismo tiempo. El servicio de comunicación de palacio tuvo que duplicar el número de servidores (tiene dos) para evitar la caída del sistema. A lo largo de la jornada, las ocho mil personas que normalmente se interesan por la web www.casareal.es se convirtieron en 100.000.

Este dato, ofrecido ayer por la oficina de prensa de la Casa, da una idea de cuánto ha crecido el interés de los españoles por los asuntos de la Jefatura del Estado. El escrutinio había comenzado antes del caso Urdangarín. El pasado mes de octubre, por primera vez en la Historia, las encuestas del CIS suspendieron a la Corona. Los españoles sólo otorgaron un 4.8 a la Familia Real, un grave contraste con los notables que solían obtener a principios de la pasada década.

Los jóvenes abanderan esta batalla. España ya no es el país en el que don Juan Carlos comenzó a reinar el 22 de noviembre de 1975. Los españoles quieren saber cuánto les cuesta su monarquía, para qué les sirve y cuál es el comportamiento- personal y profesional- de los miembros de la Familia. La grieta que ha abierto en la fachada de palacio el caso Urdangarin tiene que ser convenientemente reparada. De no ser así, volverá a reaparecer en otras partes del palacio enclavado en el madrileño monte de El Pardo.

(*) Periodista

lunes, 20 de febrero de 2012

¿Volvemos a los tiempos del miedo? / Santiago Carrillo *

El 60% de los españoles estima que el juez Garzón es víctima de una persecución. Yo estoy entre ellos y aunque yo no lo soy tengo la satisfacción de saber que muchos reputados juristas piensan lo mismo. Pero lo más extraordinario es que más allá de nuestras fronteras, en Europa y América, por no decir en el mundo entero, la opinión pública también protesta la sentencia de nuestro Tribunal Supremo y los más prestigiosos medios de comunicación extranjeros la comentan con sorpresa y reserva.

En el caso del juez Garzón, se ha hecho un montaje sumamente aparatoso, tres juicios seguidos con cargos de lo más diverso, dando la impresión de que si no se le hundía en el primero lo sería en el segundo o en el tercero, no había escapatoria.

Consumado lo que tiene todas las apariencias de un error judicial, de una especie de caso Dreyfus a la española, comienza a levantarse una campaña en la que participan autoridades políticas y judiciales que pretenden cerrar la boca ahora a los que exponen dudas o críticas a esa sentencia. Se dice que estamos arruinando el crédito y la autoridad de uno de los poderes del Estado y que esto es un ataque a la Democracia como si se tratase de hacernos callar, de intimidarnos. ¿Es que acaso los ciudadanos no tenemos derecho a criticar la sentencia de un tribunal o cualquiera de las decisiones de uno de los poderes del Estado?

Eso es lo que sucedía en tiempos del juez Eymar, pero no lo propio de un Estado auténticamente democrático. Hasta ahora en este país hemos tenido amplia libertad para criticar a los poderes públicos. Cierto que las leyes aprobadas por el Parlamento, las sentencias de los tribunales, se han aplicado, pero unos y otros las hemos criticado con toda libertad y hemos reclamado su anulación en el ejercicio de un derecho ciudadano. Hasta aquí nadie ha ocultado sus opiniones. Hemos censurado seriamente, desde la derecha y desde la izquierda, lo que considerábamos errores del Gobierno de Rodríguez Zapatero sin que nadie se escandalizase.

Hemos puesto verde a la llamada clase política. Hemos denunciado el peligro del alejamiento entre las instituciones, los partidos políticos y el ciudadano en el curso de la crisis económica que tan intensamente sufre España. Hemos criticado algunas decisiones del Tribunal Constitucional. Últimamente, el CIS, en su encuesta de opinión, ha hecho público que el 70% de los españoles tienen poca o ninguna confianza en el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Un miembro de la familia real está bajo la seria imputación de un juez, y prensa y ciudadanos lo comentan libremente.

Y de repente se intenta cerrar la boca a los que consideran injusta la condena del juez Garzón, el hombre que procesó a Pinochet precipitando su caída, que apoyó a las víctimas de la opresión fascista en Argentina, que impulsó la causa de la rehabilitación de las víctimas del franquismo y a la vez persiguió eficazmente al terrorismo etarra, al narcotráfico, e hizo lo necesario para impedir prácticas de terrorismo de Estado defendiendo el Estado de derecho.

Se dice que Garzón violó la ley que solo admite las escuchas en los casos de terrorismo. Pero hay otros juristas, la Fiscalía del Estado, el juez Pedreira y muchos hombres de ley que aprobaron y aprueban la conducta de Garzón. Yo no soy abogado, pero pienso que la corrupción de la política por negociantes como los de la trama Gürtel ha hecho más daño al sistema democrático en España que el lacerante terrorismo de ETA. En definitiva, el Estado democrático se fortaleció luchando contra el terrorismo y ETA fue derrotada por las fuerzas de seguridad y, en definitiva, por la unión de todos los demócratas. Mientras que la corrupción ha hecho que los ciudadanos pierdan el respeto a los partidos políticos, a las instituciones y a la misma moral política, sin las cuales la democracia no funciona, suena a escándalo que la primera condena sea la del juez que inició la investigación de la trama Gürtel, que comprometió gravemente a miembros del partido que ahora gobierna.

Si se acepta generalmente que los políticos pueden llegar a corromperse, ¿cómo negar la posibilidad de que algunos abogados se dejen corromper y terminen colaborando con la trama de un delito de blanqueo de dinero, que fue la sospecha que originó la decisión de Garzón? Y por cierto, la experiencia de este proceso, a juzgar por su desarrollo hasta hoy, en absoluto ha impedido la labor de las defensas.

En las circunstancias que atravesamos, la condena del juez Garzón es también un síntoma de que la salud de nuestra democracia está tocada. Hay otros datos que acentúan la inquietud. En este país está creciendo el miedo y los españoles tenemos una larga experiencia de lo que puede ser el miedo como paralizante del espíritu cívico. Con más de cinco millones de parados, el Gobierno lanza una nueva reforma laboral que solo va a aumentar las rentas del capital para satisfacción de los bancos y a debilitar el poder sindical. Se engaña deliberadamente a los ciudadanos cuando se dice que a la larga eso creará empleo. Cualquier persona sensata sabe que una mayor rebaja de los sueldos reduce la demanda y eso provoca más paro. Pero se trata de crear la idea de que esto es una fatalidad contra la que a los ciudadanos no les queda más remedio que resignarse, lo que genera más miedo entre los que se sienten débiles.

Sobre ese estado de ánimo, el Gobierno piensa que será más fácil imponer medidas como las que la Iglesia dicte, las reglas de moral del Estado, aunque eso anule derechos humanos importantes.

Que la trama Gürtel y otras puedan quedar en la impunidad, como ha comenzado a suceder en el reciente juicio de Valencia, añade la sensación de desamparo.

Que la Academia de Historia, que parecía resignarse a corregir el diccionario de personalidades que negaba el carácter de totalitaria a la dictadura de Franco y justificaba su colaboración con el Eje fascista, de improviso anuncia que va a mantener la redacción primitiva, aumenta la sensación de que estamos retrocediendo.

Que se anuncia que criticar una sentencia como la impuesta a Garzón es una amenaza para la democracia o las intervenciones de la policía en la Puerta del Sol contra el 15-M, que hasta ahora no se habían producido, tiene que poner en guardia a la ciudadanía contra un posible peligro de involución. Hay que impedir que vuelvan los tiempos del miedo.

(*) Santiago Carrillo fue secretario general del PCE y es comentarista político.

El dedo en la llaga / José Manuel Naredo *

Por fin se empieza a poner oficialmente el dedo en la llaga de problemas de fondo de la banca española que nuestros políticos gobernantes han venido soslayando con empeño digno de mejor causa. Pues nuestros políticos han venido reiterando su solvencia cada vez que superaba, con crecientes excepciones, los test de estrés de la UE –que daban por buena la valoración de los activos que figuraba en los balances de las entidades– y criticando que los malignos mercados y agencias de calificación pusieran en duda esa valoración y esa solvencia.

Las exigencias unidas al nuevo paquete de ayudas a la banca, aprobado en el último Consejo de Ministros, han revisado drásticamente a la baja la valoración de los cuantiosos activos inmobiliarios que figuran en los balances bancarios, dando implícitamente la razón a quienes dudaban de ella por considerarla inflada. 

Ahora se reconoce que la banca tendrá que provisionar en el año en curso pérdidas de valor del 80% en los terrenos, del 60% en las promociones y del 35% en las viviendas. Esta caída del 35% en el precio de la vivienda se acerca por fin a la realidad, pero va camino de quedar pequeña cuando el índice de precios de los anuncios de venta de inmuebles elaborado por Fotocasa acelera su caída acumulada, próxima al 30%, y cuando las operaciones se realizan hoy bien por debajo de los precios de los anuncios.

Ante semejante reconocimiento de la realidad, la patronal de los promotores brama pidiendo nuevas ayudas, desgravaciones y créditos para la compra de vivienda, a fin de evitar que los precios sigan bajando. La encrucijada actual exigiría un plan de reconversión y saneamiento inmobiliario-financiero que evite la usual contradicción de objetivos y políticas. 

Por ejemplo, la reconversión inmobiliaria orientada a dar salida al sobredimensionado stock de suelo e inmuebles, está reñida con el afán de destinar los escasos recursos del Estado a animar nuevas promociones. O el deseo de acelerar el ajuste inmobiliario, se contradice con el habitual empeño de frenar u ocultar la caída de los precios. Al igual que la contracción de los balances de la banca, unida al recorte del valor de los activos inmobiliarios, no casa con la prometida abundancia de crédito.

(*) Economista y estadístico

domingo, 19 de febrero de 2012

El drama de Grecia / Juan Hernández Vigueras *

El pasado domingo en el parlamento griego, el ministro de finanzas Venizelos (anterior ministro de Defensa) presionó a los diputados con el argumento de que la opción planteada tenía que ser aprobada antes de que abran los mercados el lunes. Una vez más la amenaza de “los mercados”, los reverenciados mercados financieros, obligaba a los representantes de la soberanía nacional a renegar de los compromisos con los electores. 

El periodista Ignacio Escolar sintetiza muy bien los datos de la dramática situación que viven los griegos.

“Los cirujanos de hierro de la UE y el FMI llevan casi dos años aplicando a Grecia sus recetas de austeridad. Los resultados de esta operación sin anestesia, de este encarnizamiento terapéutico, ahí están. Desde que Grecia fue “rescatada”, el paro se ha duplicado, los sueldos han bajado entre un 20% y un 30%, un 13% de las familias ha perdido todos sus ingresos y la economía no ha parado de menguar. En 2010, el PIB cayó un 3,5%. En 2011, perdió un 5,5% más; ya es el cuarto año de recesión. Los que pueden, los más ricos, están evadiendo el dinero del país: unos 200.000 millones de euros se han fugado a Suiza. Es una cifra equivalente al 60% del PIB.

¿Se ha conseguido al menos contener el déficit público? Tampoco. Desde que la UE –o, más bien, Alemania– es quien manda en Atenas, apenas ha bajado un punto y medio; en 2011 incluso subirá. Es sencillo de explicar: lo que se ahorra con la tijera, se pierde porque los ingresos caen aún más al desangrarse la economía del país.

El último plan de ajuste aprobado el domingo es otra vuelta de tuerca en la misma dirección. Mientras las calles de Atenas ardían y Wall Street suspiraba aliviado, el parlamento griego aprobó un nuevo tijeretazo brutal: despide otros 15.000 funcionarios, reduce un 20% el salario mínimo –de 751 euros a 600 al mes – y recorta las pensiones para ahorrar 3.330 millones de euros. Dicen que no hay dinero para más. No es del todo verdad. El presupuesto militar griego sube en 2012: son 7.000 millones, un 18,2% más que el año anterior. Gran parte de esos fondos servirán para pagar otros 243 tanques Leopard y dos nuevos submarinos U31 a Alemania; o 15 helicópteros y seis fragatas a Francia. ¿Queda claro cuál es la prioridad?”

Añadamos que, en junio de 2011, para ultimar el segundo rescate fue designado el actual ministro de hacienda Evangelos Venizelos que había acordado con Alemania y Francia esas compras de armas como ministro de defensa. Y a este cuadro dramático se ha llegado gracias a las trampas financieras de los bancos Goldman Sachs, JP Morgan, Deutsche Bank y otros que embellecieron los presupuestos de los gobiernos conservadores, escondiendo la deuda pública tras los contratos de derivados de tipos de interés que a la Comisión europea se le presentaban como operaciones con divisas, uno de tantos ejemplos de juegos y trampas financieras de los que relato en el libro El casino que nos gobierna para entender lo que está pasando.

(*) Miembro del Consejo Científico de ATTAC España

Situación pre-revolucionaria en Grecia / Alan Woods *

La crisis griega ha alcanzado el grado de situación pre-revolucionaria. El domingo vimos la mayor manifestación en la historia de Grecia. Cientos de miles de personas se reunieron ante el Parlamento de Atenas para protestar contra el acuerdo reaccionario. Aquí estaba la verdadera cara del pueblo griego: trabajadores y estudiantes, jubilados y comerciantes, jóvenes y viejos. Todos salieron a las calles para expresar su rabia.

La represión estatal

Las protestas callejeras comenzaron en Atenas, pero de inmediato se extendieron a otras ciudades griegas, incluyendo Salónica, Patras, Rodas, Corfú y Creta. En Creta diez mil personas marcharon hacia el centro de Heraclion, donde ocuparon los estudios de televisión, coreando consignas.

El gobierno y las fuerzas del Estado reaccionaron con una violencia sin precedentes, atacando a los manifestantes con cargas policiales, granadas detonadoras y asfixiantes gases lacrimógenos. Los manifestantes se defendieron con bravura, lanzando los botes de gas lacrimógeno de vuelta a la policía y tirando piedras y cócteles molotov improvisados. No todos eran anarquistas, como los medios de comunicación afirmaron. Muchos de ellos eran jóvenes normales y corrientes, enfurecidos por la conducta provocadora de la policía, que incluso condujeron sus motos contra la multitud.

El ambiente era de furia. Las manifestaciones y las protestas se llevaron a cabo en diferentes ciudades y pueblos, acompañadas por la ocupación de ayuntamientos y edificios de los gobiernos regionales. La situación en las calles era insurreccional. En la noche del lunes, el día después de las grandes manifestaciones, la gente atacó las oficinas de un viceministro del PASOK en Patras, y una oficina de LAOS (el partido de derecha) en Agrinio.

Los 4.000 policías antidisturbios asaltaron brutalmente a los manifestantes en Atenas el domingo. Al final del día, el centro era como una zona de guerra. Las calles estaban cubiertas de vidrio y piedras. Alrededor de 45 personas resultaron heridas y algunos edificios en el centro de Atenas, incluyendo cafés y cines, fueron incendiados por las bombas de gasolina lanzadas por manifestantes enmascarados. Esto ha sido aprovechado por el Gobierno, que está tratando de justificar su apoyo al plan de austeridad, alegando que la alternativa es el "caos".

Lucas Papademos, el no electo Primer Ministro, dijo al Parlamento: "El vandalismo y la destrucción no tienen cabida en una democracia y no serán tolerados. Hago un llamamiento al público para mostrar calma. En estos momentos cruciales, no podemos permitirnos el lujo de este tipo de protesta. Creo que todo el mundo es consciente de la gravedad de la situación".
Estas declaraciones apestan a hipocresía. Es evidente que la violencia en las calles ha sido deliberadamente provocada por las fuerzas represivas del Estado, precisamente con el fin de crear un clima de miedo e inestabilidad. El propio Gobierno es responsable de esto.

El ministro de Finanzas, Evangelos Vénizelos, emitió un desesperado llamamiento de ayuda antes de la votación de la medianoche: "Tenemos que demostrar que los griegos, cuando son llamados a elegir entre lo malo y lo peor, eligen lo malo para evitar lo peor".

Pero ninguna de las llamadas soluciones de la burguesía puede detener la caída. Grecia no puede pagar sus deudas. Ahora está pagando un 33% de interés sobre los préstamos extranjeros. Esto significa que ha entrado en una espiral descendente, un proceso imparable en el que causa se convierte en efecto y efecto en causa: más recortes se traducirán en una crisis más profunda, más desempleo y niveles de vida más bajos.

Esto, a su vez, significa menos impuestos y un mayor déficit público, que sólo puede ser cubierto por nuevos rescates, lo que conducirá a nuevas exigencias de recortes, y así sucesivamente. Es como caer en un Agujero Negro del cual nada puede escapar –ni siquiera los rayos de luz–.

La crisis política

En un discurso televisado a la nación la noche del sábado, el Primer Ministro Papademos precisó el costo de rechazar el paquete. Dijo que sería "lanzar al país a una desastrosa aventura" y "crear condiciones de caos económico y explosión social descontrolada".

Y agregó: "El país se vería arrastrado a una vorágine de recesión, inestabilidad, desempleo y miseria prolongada y esto tarde o temprano, sacaría al país del euro".

Todo esto es probablemente cierto, pero no sirvió para convencer al pueblo griego de que se corte su propia garganta con el fin de que no sean otros los que lleven a cabo dicha operación dolorosa.

Hay una oposición masiva al plan de austeridad. Según las encuestas de opinión, el 90% de la gente se opone a él. A pesar de ello, el gabinete griego aprobó el paquete el viernes, pero sólo después de que seis miembros hubieran renunciado.

LAOS, el pequeño partido nacionalista de derechas encabezado por Giorgios Karatzaferis, retiró su apoyo, pero con los dos principales partidos continuando su respaldo a las draconianas medidas, el primer ministro, Lucas Papademos, preveía ganar la aprobación parlamentaria.

Al final, todos los partidos de la coalición se han escindido y se encuentran en crisis. Veintidós diputados fueron expulsados del PASOK por votar en contra del plan, y otros nueve que se abstuvieron han sido sancionados. Veintiún  diputados fueron expulsados del partido conservador Nueva Democracia, ND. El segundo grupo más numeroso en el Parlamento lo componen ahora los 64 miembros expulsados "independientes".

¿Qué demuestra todo esto? Solamente que este Parlamento desacreditado no representa al pueblo. Las encuestas muestran fuertes caídas en el apoyo tanto para el PASOK como para Nueva Democracia. El apoyo al PASOK, incluso antes de la votación del domingo, era sólo del 8 al 9%. Ahora habrá caído aún más.

Nada ha sido resuelto por esta votación. El Gobierno todavía tiene que cumplir con las duras condiciones vinculadas al préstamo y debe cumplir con la fecha límite de este viernes para llegar a un acuerdo con los tenedores de bonos y devolver un bono pendiente de 14.400 millones de euros para la fecha límite del 20 de marzo.

Todo comentarista serio da por hecho que al final Grecia se verá obligada a abandonar la zona del euro –y, probablemente, la Unión Europea–. Los planes de contingencia para el retorno a la dracma ya se han elaborado en Atenas, Berlín y Bruselas. Es sólo una cuestión de tiempo.

Las cifras revisadas para el año 2011 muestran que la economía se contrajo un 6,8%, más de lo que se pensaba al principio, un 7% en el último trimestre de 2011 en términos anualizados.

Incluso si todas las disposiciones del último plan de austeridad se aplicaran, no van a resolver el déficit. Las previsiones iniciales eran que estas medidas reducirían el déficit, del 160% del PIB (el nivel actual) a (un todavía muy alto) 120%. Sin embargo, los cálculos más recientes indican que incluso si el plan se lleva a cabo (lo cual es improbable), el déficit aún se situaría en el 136% en el año 2020.

A pesar de ello, los jefes de la UE, liderados por Angela Merkel, siguen siendo implacables. Incluso los profundos recortes acordados por el gobierno de Atenas no les satisface. El Ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, declaró en una entrevista al periódico Welt am Sonntag: "Las promesas de Grecia ya no son suficientes para nosotros".

Y agregó: "Grecia necesita hacer sus propios deberes para volverse competitiva, sea en conjunción con un nuevo programa de rescate o por otro camino que en realidad no deseamos tomar".

Los líderes de Alemania no aceptan las últimas medidas como buena moneda. Ellos quieren un acuerdo firmado por los partidos del gobierno de que estas medidas se llevarán a cabo independientemente de los resultados de las elecciones que se han convocado para abril. Ellos también quieren que parte del dinero del rescate se deposite en un fondo especial fuera del control de Grecia, de manera que los acreedores sean pagados primero y, sólo si después queda dinero, el Estado pueda gastarlo.

También exigen que los griegos realicen unos recortes adicionales de 325 millones de euros. Berlín también está exigiendo una mayor clarificación sobre cómo Grecia reducirá sus costos laborales en un 15%. En otras palabras, quieren exprimir sangre de una piedra.

Estas amistosas intervenciones alemanas no hicieron nada para ayudar al Sr. Papademos, cuyo gobierno es ahora como un buque zozobrando contra rocas en alta mar. La infame Troika quería que su Gobierno durara hasta el final de este año. En su lugar, ya se está haciendo aguas por todos los lados.

Al igual que todos los planes de los líderes de la UE, la coalición de "unidad nacional" está llegando a un desenlace rápido. La burguesía ya no controla los acontecimientos. Más bien, los eventos les controlan a ellos.

Las nuevas elecciones tendrán que ser convocadas en abril. No sabemos quién va a ganar, pero sí podemos decir quién va a perder. Hay un estado de ánimo airado dirigido contra todos los partidos de la coalición actual. Todos los partidos están en crisis. Las elecciones, en el mejor de los casos, producirán otro gobierno de coalición débil a favor de la austeridad, probablemente encabezado por el conservador ND. Esto no va a resolver nada y va a dar lugar a más agitación. Una coalición inestable tras otra caerá.

Una situación prerrevolucionaria

Lenin señaló hace mucho tiempo que hay cuatro condiciones para una situación revolucionaria: 1) la clase dominante debe estar dividida y en crisis, 2) la clase media debería estar vacilando entre la burguesía y la clase obrera, 3) las masas deberían estar dispuestas a luchar y hacer los mayores sacrificios para tomar el poder y 4) un partido y una dirección revolucionaria que esté dispuesta a dirigir a la clase obrera a la conquista del poder.

En Grecia, en la actualidad, todos estos factores están presentes, excepto el último. La clase dominante griega está en crisis. No tiene soluciones al actual callejón sin salida. Sus principales figuras son una imagen de la impotencia y la indecisión. Están siendo molidos entre dos piedras de molino gigantescas: por un lado, la presión despiadada del capital internacional, por el otro, la feroz resistencia de las masas.

La crisis de la clase dominante se refleja en las crisis y escisiones en cada uno de los partidos gubernamentales. Ya han sido expulsados más de cuarenta parlamentarios por no votar por el plan de austeridad. Sin embargo, las medidas disciplinarias no van a resolver nada. Es como tapar con papel de empapelar las grietas de una pared causadas por un masivo movimiento sísmico de las placas tectónicas. El actual gobierno carece de toda legitimidad ante los ojos de las masas. Se trata de un gobierno de los banqueros que nunca fue elegido por nadie.

El odio hacia los banqueros y los ricos en general es universal. El estado de ánimo general de rebelión se ha extendido a las clases medias que han visto su nivel de vida reducido: las pequeñas empresas que han sido empujadas a la bancarrota; los funcionarios públicos que han perdido sus puestos de trabajo; los taxistas que se enfrentan a la ruina… No es cierto que la clase media esté vacilante entre la burguesía y el proletariado. La clase media griega se ha visto obligada por cruel necesidad a tomar el camino de la revolución.

¿Qué pasa con la clase obrera? Durante los últimos dos años, el proletariado de Grecia ha mostrado una enorme combatividad y determinación. Ha habido 17 huelgas generales y numerosas manifestaciones y protestas masivas de todo tipo. Hay que preguntarse: ¿Qué más podemos exigir de la clase obrera? ¿Qué más podemos esperar?

Es cierto que la huelga general de 48 horas convocada por los dirigentes sindicales la semana pasada no fue un gran éxito. ¿Acaso esto indica que el estado de ánimo de la clase obrera se está enfriando? ¿Significa que las masas se han reconciliado con lo inevitable, y que la burguesía ha logrado restablecer el equilibrio necesario? Por el contrario, el viejo equilibrio político y social ha sido completamente destruido en Grecia. No va a ser restablecido fácilmente o rápidamente.

¿Cómo se puede explicar la disminución de la respuesta a la convocatoria de una huelga general de 48 horas? La contestación es muy simple: los trabajadores griegos han entendido que las huelgas de uno o dos días no resuelven nada. Hay ciertas situaciones en que las huelgas y manifestaciones masivas pueden obligar a un gobierno a cambiar sus políticas. Pero esta no es una de ellas.

La crisis es demasiado profunda para que le permita a la burguesía cualquier margen de maniobra. No van a abandonar el curso tomado que, en cualquier caso, está siendo dictado desde Berlín y Bruselas.

Los dirigentes sindicales en Grecia – al igual que sus homólogos de otros países– no entienden la gravedad de la situación. A pesar de que se consideran a sí mismos como realistas supremos, en realidad son los más ciegos de los ciegos. Están viviendo en un pasado que ya ha retrocedido a las brumas de la historia.

Los dirigentes sindicales se imaginaron que con una pequeña muestra de oposición, podrían persuadir a la burguesía para llegar a algunos compromisos con ellos. "Después de todo, nosotros somos moderados, no revolucionarios". Pero en lugar de compromisos, todo lo que reciben es una patada en los dientes.

La verdad es que los dirigentes sindicales utilizaron la táctica de un día de huelga general como una manera conveniente de permitir desahogarse a las masas. Una huelga general de un día en realidad es sólo una manifestación. Puede ser útil en la movilización de la clase, atrayendo incluso a las capas más atrasadas e inertes. En las calles, los trabajadores sienten su poder colectivo y crece su confianza.

Ese es el lado positivo de una huelga general de un día. Pero si lo mismo se repite sin cesar, sin mostrar ningún resultado concreto, los trabajadores se cansan de ella. Pueden ver que todas estas huelgas les han supuesto perder mucho dinero, pero no han logrado su objetivo. Llegan a la conclusión de que se requiere alguna forma de acción más fuerte. Pero, ¿Qué tipo de acción es esa?

Aquí la cuestión de la dirección adquiere una importancia candente. Puros métodos sindicales no pueden resolver el problema, porque la naturaleza del problema no es sindical sino política. Se trata de una cuestión de clase contra clase, de trabajadores contra jefes, ricos contra pobres: en última instancia, se trata del poder del Estado.

La táctica de las huelgas generales de uno o dos días se ha agotado por completo. La única posibilidad ahora es la de una Huelga General Indefinida para derrocar al Gobierno. Pero una Huelga General Indefinida ya no es una manifestación. Plantea a quemarropa la cuestión de ¿Quién es el dueño de la casa? ¿Quién gobierna: usted o nosotros? En otras palabras, se plantea la cuestión del poder.

Ninguno de los actuales dirigentes de la izquierda está dispuesto a plantearse esta cuestión. Tienen miedo de explicar a la gente de Grecia lo que necesita saber: que no hay solución a los problemas de Grecia siempre y cuando el poder esté en manos de un puñado de ricos parásitos: los banqueros, los capitalistas, los terratenientes y los magnates navieros.

No es posible curar el cáncer con una aspirina. Lo que se necesita es un genuino gobierno de izquierda, un gobierno obrero que esté dispuesto a expropiar a los banqueros y a los grandes capitalistas –tanto griegos como extranjeros– e introducir una economía nacionalizada y planificada, bajo el control democrático y la administración de la clase obrera.

Con el fin de liberar a la economía griega del dominio del capital extranjero, todas las deudas deben ser repudiadas y debería haber un monopolio estatal del comercio exterior. Se deben tomar medidas drásticas revolucionarias contra los especuladores y las personas que envían su riqueza al extranjero.

Estas son las condiciones previas, sin las cuales no hay solución posible. Sin embargo, incluso estas medidas no serán suficientes. Bajo condiciones modernas, ningún país puede salvarse en base a líneas puramente nacionales. El socialismo en un solo país es una utopía reaccionaria, como la experiencia de la URSS y China muestran claramente. Una Grecia socialista debería hacer un llamamiento a los trabajadores de Europa a seguir su ejemplo: sacudirse el yugo del capital y unirse en una Federación Socialista Europea, construida sobre los cimientos sólidos de la igualdad y la solidaridad.

Lo único que se interpone entre la clase obrera y el poder es la falta de dirección. Las encuestas de opinión indican que los partidos de izquierda (Synaspismos, el KKE y la Izquierda Democrática) tienen más del 40%. Esto demuestra que la clase obrera está mirando a la izquierda para resolver sus problemas. Pero las tácticas sectarias les impide unirse en la acción. El KKE se niega a colaborar con otros partidos de izquierda. Incluso convocaron una manifestación el domingo por separado.

Eso es un error fatal ¡La clase obrera exige una acción conjunta contra la clase capitalista y una política genuinamente socialista! Lo que se requiere es la aplicación de la política leninista del Frente Unido. Tales políticas y programa serían suficientes para barrer a los partidos burgueses al basurero de la historia al que pertenecen.

Que nuestra bandera sea la del socialismo y del internacionalismo proletario. Esta es la única salida para los trabajadores de Grecia, Europa y el mundo entero.

(*) Swansea (Gales) en 1944, es licenciado en filología rusa por la Sussex University, Moscú y Sofía. Ha jugado un papel relevante en la defensa de las ideas del marxismo en el seno del movimiento obrero británico e internacional. Ha escrito numerosos artículos y documentos sobre el marxismo en inglés y en castellano, y es coautor, con Ted Grant, del polémico libro “Lenin y Trotsky, qué defendieron realmente” y de “Razón y Revolución. Es además editor la web “www.marxist.com" y es Co-Fundador junto con Ted Grant de la Tendencia Marxista Internacional que en estos momentos agrupa a marxistas de los cinco continentes y esta presente en aproximadamente 30 países. Es el impulsor de la campaña de solidaridad con la revolución venezolana "Manos Fuera de Venezuela".

jueves, 16 de febrero de 2012

Precarizando la precariedad: una reforma contraria a los derechos de los trabajadores / Adoración Guamán *

El 10 de febrero el gobierno de Mariano Rajoy aprobó la mayor mutilación de derechos laborales, individuales y colectivos de nuestra historia. Con un vergonzante ejercicio de cinismo y fabulación en la justificación de la norma, que se afirma como garante de la estabilidad en el empleo, el Partido Popular ha sometido absolutamente a nuestro ordenamiento laboral al dictado de las exigencias de la patronal y de los mercados desbocados.
Con el Real Decreto Ley 3/2012 el Gobierno ha impuesto una reforma que dinamita el principio de estabilidad en el empleo y ataca a los pilares fundamentales de la regulación de las relaciones laborales, situando al empresario en el centro del sistema y multiplicando sus capacidades de decisión unilateral sobre las condiciones de trabajo, prescindiendo del interés de los trabajadores, precarizando a los precarios y amputando gran parte del contenido del derecho al trabajo así como cercenando espacios de decisión propios de la acción colectiva de los trabajadores para someterlos al poder empresarial.
Pero la brutalidad de la reforma no nos resulta del todo desconocida. De hecho, la misma comparte con las reformas anteriores, llevadas a cabo por el PSOE, tanto las irregularidades de forma y justificación como las aberraciones de fondo, aun cuando el nivel de barbarie sea más alto. 
En cuanto a la vía para la realización de la reforma, y al igual que las anteriores, el Real Decreto Ley constituye un claro ejercicio del autoritarismo normativo del Gobierno del PP, acogiendo la idea del Profesor Baylos, que ha prescindido de la opinión del Parlamento y de los agentes sociales y que carece de justificación suficiente para acometer por “urgencia y necesidad” las profundas modificaciones que contiene. Por añadidura, siguiendo la ya práctica habitual, la norma se justifica con argumentos falsos, claramente manipuladores de la realidad normativa europea e internacional. Así, no puede afirmarse simplemente que esta norma nos “acerca a la realidad europea” al rebajar la cuantía de la indemnización o al eliminar la autorización de la Administración en los procesos de despido colectivo. Los sistemas de regulación de las relaciones laborales son productos complejos que no resisten la comparación por segmentos estancos. Allí donde hay indemnizaciones más reducidas suelen haber procedimientos más complejos o garantistas para la extinción del contrato, igualmente, donde no hay autorización suelen existir mayores garantías de recolocación de los trabajadores y de control de la decisión empresarial.  
 Igualmente, y como ocurriera en las dos reformas que la han precedido, la de 2010 y la de 2011, el gobierno pretende diluir su responsabilidad afirmando que actúa atendiendo a una continua reclamación de “todas las instituciones económicas mundiales y europeas que han analizado nuestra situación, por los mercados internacionales que contemplan la situación de nuestro mercado de trabajo con enorme desasosiego”,  para ceder absolutamente a las presiones de la Patronal, que ha obtenido un texto entregado a sus intereses. 
El fondo de la reforma también sigue con una senda pergeñada por las reformas acometidas por el gobierno del PSOE. Así, aun siendo la reforma más agresiva de la historia del derecho del trabajo español en democracia, no se trata de una contra-reforma sino de una profundización en la senda de involución de los derechos laborales, compartiendo con las reformas anteriores un punto fundamental de partida: utilizar las normas laborales como un elemento de amortiguación de las consecuencias de la crisis financiera y del modelo de producción, vinculando la creación de empleo con la desregulación normativa del mercado de trabajo, la bajada de los salarios y la práctica eliminación del derecho de los trabajadores a la estabilidad en el empleo.
Pero, sobre estos mimbres, el gobierno del PP ha traspasado las líneas rojas del ordenamiento laboral desestabilizando el mismo y rompiendo los últimos vestigios de potencial reequilibrador del mismo. Dos cuestiones fundamentales, la devaluación del coste de la mano de obra (abaratando despido y sobretodo salarios) y la exaltación del poder empresarial individual sobre las decisiones colectivas convierten a esta reforma en una suerte de refundación del derecho del trabajo, que pasa a convertirse en una mera regulación del mercado de trabajo, perdiendo su potencial equilibrador y tuitivo.
En estos momentos, más allá de los argumentos de rechazo en conjunto de la reforma, es necesario descender, poco a poco, en el contenido de las medidas concretas, para ir destilando de cada una de ellas el elenco de derechos que las mismas vulneran. De entre las medidas que conculcan claramente los derechos de los trabajadores y que van a provocar un ascenso todavía mayor de precariedad, temporalidad y un retroceso de los salarios de los segmentos ya precarizados de la clase trabajadora (jóvenes, mujeres y mayores de 45 años) deben destacarse por su especial brutalidad los siguientes:
1. En cuanto a la destrucción del principio de estabilidad en el empleo y el ataque al derecho al trabajo
- La reforma facilita el despido de manera general: abarata la indemnización por despido improcedente, de 45 días con un límite de 42 mensualidades a 33 días con un límite de 24, aplicándola parcialmente a los contratos ya vigentes de manera que va a provocar una reducción real de las indemnizaciones ya generadas; elimina los salarios de tramitación, retomando lo dispuesto en el Decretazo de 2002, que fue ampliamente contestado con la Huelga General del 20J y declarado posteriormente inconstitucional, permitiendo al empresario recurrir sin necesidad de consignar la indemnización al despido improcedente sin causa, derivando el pago hasta la sentencia judicial sin verse penalizado por ello; amplía los supuestos en los que el empresario puede despedir por causas objetivas (económicas, técnicas, organizativas y de producción) y elimina el vínculo entre este despido y la reducción de puestos de trabajo, convirtiendo así el despido en una herramienta normal de la gestión de la empresa y no en una opción excepcional ligada al mantenimiento de la viabilidad de los puestos de trabajo; elimina la autorización administrativa en los procesos de despido, suspensión y reducción colectiva de trabajo, con la consiguiente reducción de la protección de los trabajadores en estos supuestos y del control del fraude y de las causas alegadas por las empresas.
- La reforma crea un nuevo contrato para “indefinido” para “emprendedores” con despido libre durante un año e incentivos fiscales y bonificaciones si se suscribe con colectivos ya precarizados, como son los jóvenes, mujeres o mayores de 45 años: pese al nombre utilizado, no puede llamarse indefinido a un contrato con un periodo de prueba, de despido libre, de un año de duración. Con este contrato se invierte la lógica del derecho del trabajo que atendía a las características de los trabajadores o de la prestación a realizar a la hora de diseñar contratos de trabajo, ahora se diseñan en función de las supuestas necesidades de los empresarios según el número de trabajadores que tenga la empresa, sin atender ni al capital de la misma a la hora de otorgar bonificaciones ni a las características de los trabajadores que son contratados por esta modalidad.
- La reforma precariza, aún más, la situación de los jóvenes menores de 33 años, ampliando las posibilidades para la utilización, incluso encadenada, del contrato para la formación y aprendizaje, que permite abonar salarios por debajo del SMI. A partir de ahora, la formación podrá ofrecerse en la misma empresa, abriendo así la puerta a deficiencias formativas en estos contratos.
- La reforma facilita la modificación de las condiciones de trabajo por voluntad del empresario, incluyendo el salario y la jornada: el empresario tendrá que alegar causas, más concretas y sencillas, pero no justificar la razonabilidad del cambio, sea geográfico, funcional o de condiciones de trabajo, por lo que el control judicial de la causa queda limitado.
- La reforma impone al trabajador una “flexibilidad”, introduciendo la posibilidad de realizar horas extraordinarias en el contrato a tiempo parcial, que permitirá una mayor disponibilidad del tiempo del trabajador al servicio del empresario y que impedirá de facto la conciliación entre la vida personal, laboral y familiar así como la formación continua.
2. Dada a la inclusión de múltiples incentivos fiscales y bonificaciones, lo que la reforma va a producir de facto es una transferencia de las prestaciones sociales para provecho del empresario.
3. En cuanto a la mutilación de espacios propios de los convenios colectivos y el ataque a la libertad sindical:
- La reforma permite el descuelgue en la empresa sobre cualquier condición de trabajo pactada en un convenio colectivo, incluyendo jornada. Las causas para justificar esta modificación a la baja en el ámbito empresarial se aligeran y por añadidura se impone un arbitraje obligatorio para el caso de que no se alcance un acuerdo entre la empresa y la representación de los trabajadores.
- La reforma impone la prioridad de la aplicación del convenio de empresa sobre los de nivel superior, sin que pueda modificarse esta prioridad por acuerdos interprofesionales, los convenios colectivos de ámbito superior a la empresa carecen ya por tanto de aplicabilidad asegurada en este ámbito, es decir, no regularán de facto las relaciones de trabajo.
- La reforma elimina la ultractividad normativa de los convenios colectivos, pasados dos años desde la finalización del convenio éste perderá vigencia, pasando a aplicarse los convenios superiores si los hubiere o, en su defecto, los mínimos del Estatuto de los trabajadores.
Por todo lo antedicho, por lo injustificado de la adopción mediante un Real Decreto, sin el acuerdo de los actores sociales y sin el debate parlamentario, por la falsedad de las razones que justifican la medida, por su ataque frontal a los pilares fundamentales que configuran el derecho del trabajo, por el contenido contrario a los derechos a los derechos de negociación colectiva y huelga (art. 37 y 29 CE), y por las medidas contrarias a los derechos de los trabajadores a un empleo estable y de calidad y en particular de los jóvenes, no nos cabe otra salida que la movilización social continuada hasta conseguir la retirada del texto. 
Junto con las movilizaciones, y en apoyo de las mismas, los juristas críticos debemos agotar todas las vías posibles para conseguir que la reforma sea objeto de control constitucional, así como mantener una denuncia documentada y formativa constante para evidenciar día a día las mentiras que fundamentan la invasión bárbara que ha acabado con lo poco de tuitivo y reequilibrador que tenía nuestro derecho laboral.
(*) Adoración Guamán, profesora de Derecho del Trabajo, Universitat de València

miércoles, 15 de febrero de 2012

Evolución o revolución / Federico Mayor Zaragoza *

Ignacio Ramonet, en un artículo reciente titulado Generación sin futuro, citaba una frase de André Gide que es ahora especialmente pertinente: “El mundo será salvado, si puede serlo, sólo por los insumisos”.
 
La inercia es el gran obstáculo para la evolución, es decir, para cambiar oportunamente lo que debe cambiarse y conservar lo que debe conservarse. La reticencia a la modificación y adaptación, la tentación de dejar todo como está y utilizar fórmulas de ayer para resolver los problemas de hoy es una actitud particularmente negativa cuando las transformaciones son inaplazables, porque pueden derivar en revolución. Lo más peligroso de la inacción es que se extiende la impresión de que las cosas son como son, de forma inexorable, como el propio destino. Y se reduce y atenúa la facultad creadora distintiva de la especie humana.
Como bioquímico preconizo desde hace años imitar a la naturaleza, seguir su consejo, ya que la evolución, aun la más apremiante, no conlleva violencia. Tensión creadora –“la dificultad aguza el ingenio”– sí, pero usando el intelecto y no la fuerza. Recientemente José Monleón ha publicado La evolución pendiente, libro en el que analiza las posibilidades de evolución a escala local y planetaria. Llevarla a término sin dilación constituye uno de los grandes desafíos del presente. Para esclarecer los horizontes hoy tan sombríos se requieren nuevos enfoques. Se trata de una crisis sistémica que afecta particularmente a Occidente, porque es Occidente la que la ha provocado.
En el año 1991 escribí que el “coloso soviético se ha derrumbado porque, basado en la igualdad se había olvidado de la libertad. El sistema capitalista, basado en la libertad, se desmoronará igualmente si se olvida de la igualdad”. El presidente Reagan y la primera ministra Thatcher pensaron que había llegado el momento de la hegemonía “de Occidente” y no sólo marginaron totalmente a la ONU y la sustituyeron por grupos plutocráticos de 6, 7, 8… 20 países prósperos, sino que sustituyeron, también, y esta es la causa real del fracaso de la globalización neoliberal, los principios democráticos por las leyes del mercado.
Frente a la crisis de 2008, con considerables burbujas inmobiliarias en algunos casos, se acentúa progresivamente una reacción implacable de la zona del dólar en relación a la eurozona. Sobre todo en los últimos meses, el presidente Obama ha logrado emitir fondos para incentivar las grandes obras públicas y la creación de empleo a través del fomento de la pequeña y mediana empresa, y ha iniciado no sólo una política de desarme muy considerable, sino que ha vuelto decididamente la vista hacia el Pacífico. Europa, en cambio, sigue sin tener un sistema autónomo de seguridad, sigue sin federarse fiscalmente, al menos, y sin emitir incentivos para aumentar el empleo, basando toda su política en los recortes y la austeridad. Política que alcanza límites muy peligrosos ya en algunos países.
Los “mercados” –emanación del gran dominio financiero, militar, energético y mediático– no sólo condicionan, una vez rescatados, los acontecimientos económicos y acosan a los gobernantes europeos, sino que han llegado al colmo de forzar la designación de primeros ministros y de gobiernos sin comicios electorales. Su influencia alcanza una gravísima patología social, frente a la que debemos reaccionar rápidamente.
Grecia está que arde. Se cometieron muchos excesos… pero quienes los pagan, como siempre, son los más vulnerables. La troika exige ahora reducir 15.000 funcionarios más, lo que provocará no sólo más recesión sino que pueden alcanzarse situaciones en las que los efectos sociales lleven a colmar el vaso de la ponderación y de la mesura. Hay que evitar el estallido social en Grecia, que podría tener, además, efectos “contaminantes”.
“Europa debe darse cuenta –ha escrito Joseph Stiglitz– de que la austeridad por sí misma no resolverá sus problemas. Por el contrario, exacerbará la desaceleración económica. Mientras tanto, los programas a largo plazo –incluidos el cambio climático y otras amenazas ambientales y la creciente desigualdad en la mayoría de los países del mundo– continúan intactos… o empeoran”. El BCE, el FMI y la Comisión Europea deberían captar estos mensajes, a los que hacen oídos sordos.
Hubo grandes manifestaciones en Portugal el pasado noviembre, donde las aguas siguen turbias. Protestas masivas y heridos en Grecia. A estas se añaden múltiples manifestaciones presenciales en Catalunya, en la Comunidad de Madrid, y los miles de indignados de la Puerta del Sol, trasladados después al ciberespacio, con miles también de activistas en EEUU. “¿Qué mejor lobby de influencia que el 99% de la población sojuzgada por el 1% que incluye a todos los poderes del sistema?”, apuntaba Rosa María Artal (Público, 07-11-11).
Hoy, por primera vez en la historia, los ciudadanos pueden dejar de ser súbditos, obedientes, atemorizados, pusilánimes. La posibilidad de la participación no presencial abre, junto a una mayor influencia femenina en la adopción de decisiones y una conciencia global que nos permite apreciar lo que poseemos y atender solidariamente las precariedades del prójimo, extraordinarias posibilidades de movilización popular.
Estos son los grandes desafíos. Este es el mañana que tenemos que inventar. Me gusta repetir la frase de John Fitzgerald Kennedy: “No existe ningún reto que se sitúe más allá de la capacidad creadora de la especie humana”. Se trata en suma de la transición de la fuerza a la palabra. Gente educada, libre y responsable, que actúe en virtud de sus propias reflexiones y nunca más al dictado de nadie. Sí, la diferencia entre evolución y revolución es la “r” de responsabilidad.
(*) Miembro del Comité de Apoyo de ATTAC -España y ex director general de la UNESCO

lunes, 6 de febrero de 2012

Desglobalización, ¿un debate prohibido? / Michel Rogalski *

La amplitud del control que se opone al término des-mundialización o des-globalización proporciona la justa medida de su lado intolerable para todos aquellos que, desde hace décadas, se ufanaban de la maravilla de la globalización, aunque los hechos acumularan, día tras día, síntomas de su fracaso. Es posible juzgarlo por la proliferación de burlas: absurda, irrealista, reaccionaria, subalterna, acusada de propagar una ilusión demagógica, de ser un concepto superficial y simplista, una fábula, un tema provocador, de alentar un retroceso nacional que solo puede conducir al modelo de Corea del Norte. 

No se ha ahorrado nada.
La movilización de los "think tanks" y de los políticos emergentes en el "Círculo de la razón" no puede menos que asombrar. Cumplen con su papel para que la alternancia se mantenga en alternancia y sobre todo, no se transforme en alternativa. Las fuerzas que participan de ese Círculo, como un disco rayado, repiten circularmente, a pesar de las evidencias, las ventajas de la globalización. Por el contrario, uno no puede dejar de sorprenderse que otros, en nombre de la ideología altermundista, cuyo balance luego de diez años tiende a desvanecerse, por miedo a perder lo poco que les queda de sus "fondos de comercio", juntan sus voces a las de los primeros con bastante mala fe. 

Pero el debate no se halla ya confinado a la izquierda de la izquierda puesto que ha sido invitado a la pugna presidencial. Lo que es normal por cuanto implica el necesario análisis de los últimos treinta años. Querer sofocar ese debate sería un gran error político. Sería ocultar la riqueza potencial inherente a todo debate sobre una salida ordenada del túnel de la austeridad fabricado a golpes de deflación salarial, de las deslocalizaciones, de la invención de "limitaciones externas" buscadas por nuestras élites y cimentadas sobre una susodicha racionalidad superior de esencia mundial, de construcción europea a partir de la importación de las formas más exacerbadas de la globalización, a menudo bajo el pretexto de resistir y considerándose incapaz de proteger, de promover al sector social o de controlar las finanzas.

Es lo de lo que se trata actualmente, retomar y profundizar la oposición a la bifurcación planteada en 1983 que sacrificó los adelantos sociales en aras de la construcción europea. Magnífico debate cuyo desafío no se centraba ni sobre personas ni sobre puestos y que ha sido relanzado hoy en día por las crisis de 2008 y su actual contragolpe alimentado por las deudas soberanas, la incertidumbre sobre el euro y las preguntas sobre las formas de imaginar la construcción europea. Y si la des-mundialización interpela fuertemente a Europa, es porque está región del mundo se ha convertido en un concentrado,  un laboratorio de la des-globalización y que en lugar de ser apacible concentra todos sus excesos. No hay lugar para el asombro. 

Es en ese espacio adonde se ha desarrollado más el comercio de cercanías. En el que la interdependencia es mayor, en el que han sido transferidos fragmentos íntegros de la soberanía nacional, en el que una gran parte de los países decidieron adoptar una misma moneda y un Banco central independiente de los gobiernos y finalmente en el que han sido acumulados numerosos instrumentos de configuración económica (Acta única, Tratado de Maastrich, Pacto de Estabilidad, etc.) para ser finalmente encorsetados en el Tratado de Lisboa. Ampliándose a 27 países, Europa modificó brutalmente las condiciones de competencia, importó también brutalmente la diversidad de la globalización y se marginó de la posibilidad de asegurar la menor protección a los pueblos sobre los que planea la sombra de la austeridad.

Es por todo eso que los debates que suscita el tema de la des-mundialización son esenciales. Están simplemente relacionados con las condiciones necesarias para llegar a una ruptura con el neoliberalismo globalizado de los últimos treinta años que como una aplanadora destruye todo a su paso.. Porque ¿es posible soportar durante más tiempo la estrategia deliberadamente establecida por el capital de instalar trabajos precarios y no protegidos y huir de quién había impuesto la "coacción" de las conquistas sociales?. 

Todo se intentó con las consecuencias conocidas, desde las deslocalizaciones masivas hasta la organización de flujos migratorios, pasando por la libre circulación de los capitales especulativos y desestabilizadores, el generalizado libre comercio de las mercaderías, la deflación salarial y su corolario con el endeudamiento de los hogares, la sumisión a las señales de los mercados, de preferencia internacionales. De este debate surgen con fuerza algunas cuestiones centrales cuya riqueza se querría sofocar.

- Se nos explica que es necesario ser pacientes y que nuestros males procederían de una situación de entre dos en las que estaríamos inmersos. El Estado-Nación se halla herido, pero aún respira mientras que la economía mundial no habría llegado aún a establecerse y estaría haciendo esfuerzos para dotarse de un gobierno global (o europeo) De modo que acumularíamos los defectos de la erosión de las fronteras sin estar aún en condiciones de beneficiarnos con las ventajas de haberlas superado. Esta "transición" que se viene desarrollando desde hace treinta años por el momento solo ha alumbrado crisis y cada vez se encuentra menos en condiciones de probar que la expansión del neoliberalismo a escala mundial sería salvadora. La expectativa de un gobierno mundial para resolver los problemas engendrados por su búsqueda corre el riesgo de hundirse. Y es evidentemente insoportable para los pueblos. Salir de este carril proponiendo una verdadera opción, significa para todos los países entrar en un proceso de desmundialización. ¿Es necesario esperar que esto cambie en Europa o en el mundo, para que cambie entre nosotros? O en todo caso ¿es necesario emprender la acción de modo unilateral considerando su aspecto conflictivo y prepararse para ello? No olvidemos que la Europa que se ha construido ha servido siempre de ganga viscosa destinada a reducir la amplitud de la oscilación de la balanza de las alternancias y jugar así el papel de Santa Alianza, reemplazando al Muro de dinero de los años 20. De modo que rechazar la antimundialización, vendría a subordinar todo cambio en Francia a eventuales e improbables evoluciones europeas y mundiales. Este planteo conduce a abordar la inevitable cuestión del ejercicio de la soberanía, es decir sobre la necesaria superposición entre el perímetro donde se practica la democracia y el del dominio de la regulación de los flujos económicos y financieros. Se impone el marco nacional. ¿Por qué la "relocalización" en la región sería el límite aceptable, deseada la Europa federal y la soberanía nacional vilipendiada? ¿Porqué el odio al Estado-Nación que habría que atenazar por arriba y por abajo?. La izquierdas latinoamericanas han demostrado que el marco nacional podía permitir sustanciales avances sociales, como una mancha de aceite y hacer posible la cooperación.

- La sumisión tiene una racionalidad considerada superior porque es mundial, lo que nuestras élites llaman el "condicionamiento exterior". Que no es otra cosa que la consecuencia de lo que fue querido y buscado. La mundialización que cae sobre nuestras cabezas es la que se difundió a golpes de desregulaciones, de libre comercio furioso, de privatizaciones, de deslocalizaciones, de circulación descontrolada de capitales y mercancías, de financierización, de endeudamiento de los pueblos y de los estados. Choca con las conquistas sociales históricamente logradas que se convierten así para nuestros globalizadores en "condicionamientos internos" que ponen frenos a sus objetivos y de los que por lo tanto deben desembarazarse para responder a las órdenes de los mercados. La competencia internacional se convierte en el arma de lo antisocial y desbasta territorios. El mérito del debate sobre la des-mundialización es mostrar los lógicos enfrentamientos de las lógicas de las dos condicionantes, una fabricada para luchar mejor con la otra e identificar a los ganadores (los factores móviles: capital y finanzas, grandes empresas, mafias) y a los perdedores (los factores fijos: pueblos y territorios).

- La consecuencias sobre las políticas económicas que se deben adoptar se ubican en el corazón del debate. El aumento del pedido de protección concierne prioritariamente al conjunto de las conquistas sociales archivadas durante los Treinta Gloriosos, agregadas las del capital nacional maltratado por la competencia salvaje. Un período que conoció las protecciones tarifarias, algunos controles de cambio, innumerables devaluaciones que no significaron repliegue nacional, cierre o adopción de un modelo norcoreano. Crecimiento, elevación del nivel de vida, pleno empleo estuvieron bien en el centro de lo que se nos querría hacer ver hoy en día como un horror "nacional proteccionista" La crisis actual convoca el regreso del estado como principal actor económico. No existe protección posible si no se le confía un papel acrecentado, tanto en cuanto al perímetro de sus intervenciones como de la naturaleza de las mismas. En fin, es necesario ¿volver a satisfacer las necesidades del mercado interno o a la errática deriva del mercado mundial? ¿a donde se ubican las fuentes del crecimiento de nuestro país? ¿En nuestro territorio o en la exportación? Un país puede intentarlo pero si todos lo hacen al mismo tiempo las ventajas desaparecen. Fue esta estrategia que no se puede generalizar la que les fue propuesta a los países del tercer mundo en los años 70 y provocó las crisis de la deuda y las políticas de austeridad que sobrevinieron.

Se argumentará que existe una forma de globalización deseable, la de los intercambios culturales, el turismo, el conocimiento, los saberes, la cooperación entre los pueblos, la de todo lo que hace a la densidad de la vida internacional o de un espacio público de ese nivel en construcción. Pero no la mezclemos con lo que es el objeto de nuestro actual debate, el necesario bloqueo de la expansión del neoliberalismo a la esfera mundial. No matemos a los mensajeros que nos traen la mala nueva, miremos en cambio los diferentes signos que atestiguan los límites de la actual fase, comenzando por el anuncio realizado por la CNUCED sobre una reducción del 8% en el comercio mundial en el primer trimestre de 2011.

(*) Michel Rogalski es economista del CNRS, y director de la revista Recherches International.  investigador en el CIRED - Centro Internacional de Investigaciones sobre Ambiente y Desarrollo (Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales) y director de la revista Recherches International , París.