Albert Einstein no sabía exactamente cómo sería la tercera guerra mundial, pero vaticinó cómo sería la cuarta: con piedras y palos. Ya en su época, cuando los problemas del siglo XXI parecían lejanos, pudo vislumbrar lo que había del otro lado de una posible catástrofe inminente, que para él era la guerra nuclear.
A partir del historiador renacentista italiano Flavio Biondo de
Forli, se habla de “Edad Media” para referirse al periodo milenario
entre los años 500 y 1500 como “edad oscura”, entre la ruina final del
imperio romano y el renacimiento europeo.
Desde entonces, “Edad Media” es sinónimo de oscurantismo, torpeza,
embrutecimiento, sinrazón, atraso, barbarie y esclavitud, en fuerte
contraste con las luces que se propagaron sobre el mundo a partir del
1500. Del brillo sin igual de tales luces pueden dar fe los pueblos
originarios de América, los orientales, los africanos y todos los que
asistieron al derrame sobre el mundo de la civilización europea.
Actualmente, quizá debido a los cuestionamientos que las crisis
sucesivas obligan a hacerse, hay una reconsideración académica de la
leyenda medieval. Se discute la politización de lo medieval con ojos
modernos, la relación entre la modernidad y lo medieval y la creación
imaginaria del espacio y el tiempo medieval.
La complejidad tecnológica, la nueva barbarie encarnada en los nazis y
los que los continúan, la globalización financiera y la creciente
interdependencia mundial vienen haciendo cada vez más frágiles los
fundamentos de nuestra civilización.
Un terremoto muy fuerte, una erupción volcánica catastrófica, una
erupción solar desacostumbrada, el cambio climático o la degradación de
la tierra por sobreexplotación, o meramente el paro de las máquinas por
falta de combustible, nos ponen frente a una realidad que no quisiéramos
ver.
La razón falla, el mito también
Con el problema admitido, la necesidad de explicación acude a un mito: el de la Edad Media europea, fundado por los renacentistas muy poco tiempo después del fin de aquella época, al punto que no habían pasado tres décadas cuando ya el legado medieval era ignorado y desconocido casi por completo.
Sobre la base de esta sorprendente ignorancia se fundó una leyenda
que persiste, la de un pozo sin fondo en que se puede volcar cualquier
basura sin que se llene nunca.
La ilustración europea perfeccionó el mito en nombre de la razón. Uno
de sus representantes más prominentes, Voltaire, da en su siglo, el 18,
esta breve y contundente caracterización: “cuando el Imperio romano fue
destruido por los bárbaros se formaron muchas lenguas con los despojos
del latín, como se elevaron muchos reinos sobre las ruinas de Roma. Lo
conquistadores llevaron por todo el Occidente su ignorancia y su
barbarie. Todas las artes perecieron: hasta ochocientos años después no
comenzaron a renacer. Lo que desgraciadamente nos resta de la
arquitectura de la arquitectura y de la escultura de aquellos tiempos,
es un grotesco conjunto de groserías y de baratijas. Lo poco que
escribían era del mismo mal gusto. Los monjes conservaron la lengua
latina para corromperla…”.
En este espejo creemos ver una verdad indiscutible, pero unas décadas
después otro movimiento cultural trató de forjarse otra imagen de la
edad oscura. Enrique Heine ofrece este pasaje a la admiración: “tenía la
arquitectura de la Edad Media igual carácter que las otras artes, pues
entonces todas las manifestaciones de la vida se armonizaban entre sí de
una manera maravillosa. Cuando se examinan desde fuera esas catedrales
góticas, esos edificios inmensos de forma tan fina, tan transparente,
tan aérea, que parecen recortados imitando los encajes de Brabante en el
mármol, sólo entonces se siente plenamente el poderío de aquellos
tiempos que sabían agilizar la piedra, animarla con una vida de
fantasmas y hacer expresara esa materia los impulsos del espiritualismo
cristiano”.
¿Cómo es posible que hombres casi bestiales, o más que bestiales,
fueran capaces de abandonar un momento sus aborrecibles costumbres
cotidianas para hacer edificios donde la piedra parece bordada, para
imitar encajes en el mármol y elevarse a cimas nunca igualadas de
espiritualidad?
No se pueden sostener dos versiones más diferentes de la misma cosa,
por mucho que cambie el punto de vista del racionalismo al romanticismo,
salvo que sobre ella pese un velo intencionado que haya tergiversado su
sentido y nos haya dejado la tarea de rehacer la verdad como podamos.
En realidad, lo que conocemos como “Edad Media” es una imagen más que
un período histórico, un modelo de forma de ser y de vivir apto para
ser condenado en contraste con los modelos posteriores. Ahora, sirve
como término de comparación para dibujar mejor el futuro de retroceso y
regreso a la barbarie que nos esperaría como fruto de los desmanes del
neoliberalismo.
La investigación posterior ha desarmado en buena medida la leyenda
montada por los renacentistas y perfeccionada por el racionalismo
ilustrado; pero nuestros contemporáneos, sin hacerse muchas cuestiones
de mito y verdad sobre la Edad Media, toman por buena la imagen que les
ha sido transmitida y la comparan con nuestros tiempos.
Concluyen que nos estamos aproximando a otra Edad Media, sobre todo
después del gobierno de Bush hijo y los mastines que lanzó sobre el
mundo, de los desmanes que viene haciendo el neoliberalismo, de la poca
oposición que encuentra y de las crisis que se suceden sin solución,
cada vez peores.
Roberto Vacca, en su libro “Vamos al encuentro de una próxima Edad
Media inminente”, propone que los grandes sistemas de la era tecnológica
son demasiado vastos y complejos para ser coordinados por una autoridad
central y también para ser controlados individualmente por un aparato
directivo eficiente, y están condenados al colapso y a producir un
retroceso de toda la civilización industrial. Un regreso a la
feudalización.
Otro autor que ha estudiado la Edad Media, Umberto Eco, cuya novela
“El nombre de la Rosa” se desarrolla en un convento medieval, advierte
una tendencia creciente a la disolución de los vínculos sociales, a la
privatización o feudalización del poder y a conflictos entre grupos.
Estas características que ve en la humanidad actual lo hacen prever
que estamos volviendo a una nueva Edad Media, sin escapar mucho de la
caracterización de Voltaire, por los paralelismos que se puede trazar
con aquella “edad oscura”, tal como viene presentada con el sello de la
verdad en el cuerpo de la leyenda.
Para Eco, como en la Edad Media “histórica” crece entre nosotros la
sensación de inseguridad, además de otros detalles más sutiles, ya
mostrados por Mashall Mac Luhan: el carácter visual de la cultura “de la
imagen”, la constitución de sectas y pandillas de marginados por la
“civilización” y el gusto por el formalismo en la reflexión intelectual.
Por otra parte, han concentraciones tecnológicas muy fuertes que ya
disputan el poder el Estado y están estableciendo estados propios,
neofeudales. Los países industriales, los desarrollados que se proponen a
sí mismo como meta a los demás, enfrentan la amenaza de la decadencia,
ya que miren para donde miren, el porvenir que debía ser venturoso
aparece como una pared, cerrado y sin puerta de salida.
La memoria informática es débil
Otros estudiosos, sobre todo en los Estados Unidos y Europa, entrevén que hemos entrado en una “era de oscurantismo digital”, donde la capacidad de preservación, la memoria efectiva de datos que puede ofrecer la civilización, es inferior a la medieval y a la de la Era Gutenberg.
Otros estudiosos, sobre todo en los Estados Unidos y Europa, entrevén que hemos entrado en una “era de oscurantismo digital”, donde la capacidad de preservación, la memoria efectiva de datos que puede ofrecer la civilización, es inferior a la medieval y a la de la Era Gutenberg.
En una reciente subasta en los Estados Unidos se remataron objetos
relacionados con los orígenes del ciberespacio: una biblioteca sobre la
historia de la computación, las redes informáticas y las
telecomunicaciones, una cinta magnética de 1951; 12 números de la
primera revista dedicada a programación televisiva de 1928; un boceto
del 1843 de una máquina calculadora programable y un manuscrito de ocho
páginas, escrito en 1946.
El problema es que el cambio vertiginoso de la tecnología hizo
reflexionar al propietario de los objetos: “con algo nuevo saliendo cada
semana nadie piensa en preservar esos materiales”.
Esa falta de interés por la preservación es justamente el síntoma de
la edad oscura digital. En la Edad Media, la “edad oscura” por
antonomasia, la cultura se preservó mediante monjes que copiaban
manuscritos que duran hoy todavía. Sin los monjes medievales copiando
manuscritos nuestros actuales conocimientos de las culturas antiguas no
existirían.
Cuando alguien desecha un disco rígido, no mantiene ni el recuerdo de
los diskettes “grandes” de antes y también los más chicos que
aparecieron luego, cuando advierte que los discos de musicales de pasta
desaparecieron, que los compactos seguirán en breve el mismo camino, que
los pen drive tienen poca vida, ¿sabe dónde fue a parar la información
que contenían? ¿Cuánto durará la mejor conservada en soporte
electrónico?
El material que se guarda en formato digital se vuelve inaccesible a
los pocos años por obsolescencia o por el avance tecnológico. La pérdida
de esa información recuerda a la que se produjo durante la memorable
quema de la biblioteca de Alejandría, esta vez sin fuego ni reprobación
debido a la costumbre bien establecida de aprobar todo lo “moderno”.
Los historiadores actuales disponen de textos muy anteriores a
Cristo, desde la leyenda de Gilgamesh a la piedra de Roseta, pero los
del futuro no tendrán nada de nosotros, porque nuestra memoria no va más
allá de algunas décadas. Por ejemplo, hay correspondencia mantenida en
cintas magnéticas que se ha perdido porque las cintas se han degradado.
Nuestra propia memoria humana parece atrofiada si la comparamos con
la que algunos ponían en acción pocos siglos antes. En la época de
Shakespeare las obras de teatro apenas se editaban. Pero había
encargados de asistir a la representación, recordarla entera, volver a
casa y escribirla sin olvidar ni agregar nada. Una memoria tal parece
imposible, pero solo porque hemos dejado de ejercitarla al punto de
perderla.
Un libro importante suele imprimirse hoy en día, cuando los editores
creen que vale la pena, en papel especial, que dura unos cinco siglos.
La alternativa son los microfilms, que duran lo mismo, pero con los
documentos digitales es preciso cambiarlos a cada nuevo “adelanto”
tecnológico que aparezca, lo que es muy caro y engorroso.
Lo que fue, será
Cierto regreso de características anteriores que estarían afectando la civilización actual, ya fueron predichas en “Una Nueva Edad Media” por el escritor ruso Nicolás Berdiaeff, pero luego el fenómeno se hizo más visible y constatable.
Cierto regreso de características anteriores que estarían afectando la civilización actual, ya fueron predichas en “Una Nueva Edad Media” por el escritor ruso Nicolás Berdiaeff, pero luego el fenómeno se hizo más visible y constatable.
Berdiaeff no predijo la vuelta al pasado de los datos empíricos del
presente sino de una teoría de los ciclos, basada en la idea del tiempo
circular, una de las tantas sepultadas por el racionalismo, que vuelve
hoy a ella en medio de una creciente desconfianza y desorientación.
Mucho antes, en la misma Edad Media, el abad Joaquín de Fiore trazó
en Calabria una predicción sobre las eras que vendrán y otro tanto
hicieron un siglo después los alemanes Heinrich Seuse y Johannes Tauler.
Berdiaeff escribía alrededor de 1930; algunas décadas después el
francés Alain Minc interpretó las guerras de los Balcanes, las de
Afganistán y de Iraq como una ruptura de esquemas, una vuelta a las
guerras que precipita una crisis que se ve venir mucho más rápido que lo
esperado.
Más allá del impacto del primer momento que puede causar la
constatación de que las cosas no toman el rumbo hacia un futuro
venturoso de acuerdo con las promesas que creímos, los estudiosos han
vuelto a la idea del tiempo circular, o cíclico, visto que el lineal
propio del racionalismo y apto para contener el progreso sin fin, ha
dado un giro que no esperaban.
Ahora hurgan en la Edad Media para tratar de encontrar en ella alguna
clave que permita enfrentar la nueva realidad que descuenten llevará a
un estado de cosas más cercano al pasado que al futuro, es decir, el
tiempo no seguiría más indefinidamente hacia adelante sino que se
invertiría en un regreso que ya se estaría produciendo.
Si partimos del momento actual hacia atrás recorriendo los hechos
históricos en Europa, bien conocidos, veremos una sociedad menos dotada
técnicamente, más sencilla, con menos poder sobre la naturaleza, cada
vez menos a medida que nos alejamos del presente.
En cierto momento, en el siglo 6 en Roma, advertiríamos vagabundos
retirando el mármol de ruinas cuyo origen desconocían para calentarse en
el invierno. Pero si seguimos hacia atrás el sentido se invierte y
veríamos aparecer una civilización más compleja y refinada hasta llegar a
la cumbre del imperio en los tiempos de Augusto. Es decir, el
“progreso” en ese caso se encuentra yendo hacia atrás.
De la misma manera, es posible que las civilizaciones más avanzadas
que encontraron los españoles en América a fines del siglo 15 estuvieran
en decadencia, de modo que retomando el viaje imaginario hacia atrás en
ellas encontraríamos rastros de civilización más acentuados y ricos a
medida que retrocedamos en el tiempo, no que avancemos.
La Edad Media tan vilipendiada desde la Ilustración europea nos
enseña, entre otras cosas, que el tiempo es curvo, que la historia no
avanza linealmente sino más bien siguiendo una hélice, donde cada punto
contenido en la misma generatriz de la curva no está en el mismo lugar
que en el anterior, sino a cierta distancia (la imagen es de Lenin).
Por eso, la historia no se repite sino que solamente en cada ciclo
toma aspectos que se relacionan analógicamente pero no son nunca
iguales. No existe el “eterno retorno de lo idéntico” a pesar de
Nietzsche.
Entre la ruina de Roma y el Renacimiento hubo una severa
despoblación, causada por el hambre y las epidemias. Ahora hay
superpoblación, amenazada también por el hambre y las epidemias, sobre
todo en el tercer mundo, ya que el primero tiene medios para demorar los
efectos, pero no para evitarlos permanentemente.
En la Edad Media el mundo se volvió otra vez rural y las ciudades
casi dejaron de existir, salvo las sedes episcopales, que sobrevivieron
con dificultad. Hoy el campo tiende a deshabitarse y las ciudades a
volverse inviables por superpoblación. Son problemas que parecen en
polos opuestos, pero tienen una simetría que llama la atención, no son
meramente diferentes.
En la Edad Media las comunicaciones eran escasas, las noticias
tardaban en llegar, había reinos desconocidos en lugares lejanos que
tenían costumbres y civilización sorprendentes para los viajeros que se
aventuraban en ellos. Las perspectivas eran estrechas; el horizonte,
limitado. Hoy (otro contraste) la comunicación es excesiva, apabullante,
tanto que se usa para mantener el enorme engaño en que se basa la
civilización occidental actual, que no persistiría si aflojara siquiera
por unos instantes la continua tormenta de información en que obliga a
vivir a sus miembros. Con ella induce el miedo, el consumismo, la
inercia, el conformismo, limita las perspectivas, cierra el horizonte.
En la Edad Media, la mayoría de la población era analfabeta, tanto
que las escuelas episcopales se deben a que los obispos necesitaban
educar a los curas para que pudieran leer los evangelios en la misa.
Actualmente se está produciendo una nueva desalfabetización
informática. La rapidez de los cambios es tal que buena parte de las
innovaciones son desaprovechadas por la mayoría, que se encuentra con un
cambio antes de haber asimilado el anterior. Finalmente, hay quienes
están en la “cresta de la ola” y conocen todas las innovaciones y otros
que van quedando más y más rezagados, por no poder acceder a los cambios
debido a falta de recursos económicos o intelectuales. Son los nuevos
analfabetos informáticos.
No hay objeciones para hablar de “contaminación” al referirse al
efecto de los adelantos tecnológicos, como las ondas electromagnéticas
que inundan el aire y en algunos casos, como las de los celulares
suscitan protestas de tanto en tanto. Un expositor de estos problemas
señala que el autor de “El fin de la Historia y el último hombre”,
Fujuyama, plantea el hecho de que si hoy un país quisiera hacer una
experiencia de laboratorio y dejar de utilizar los mecanismos
científicos o los adelantos de la tecnología para trabajar en un medio
totalmente descontaminado, al principio podría parecer fácil conseguir
ese aislamiento, pero la experiencia estaría condenada al fracaso.
Hoy el aislamiento es inviable, pues los medios de comunicación hacen
que todo esté interconectado e interdependiente. Tendría que haber un
consenso mundial que permitiera a un país pequeño hacer ese experimento,
lo cual es una utopía. La Aldea Global padece de contaminación
creciente.
En la Edad Media europea, durante el renacimiento carolingio, no
había especialistas para tallar las piedras y construir edificios y hubo
que buscarlos en lugares más civilizados porque las técnicas necesarias
se habían olvidado.
En la Nueva Edad Media la mano de obra especializada está dirigida a
la alta tecnología, y cada vez más, sobre todo en los países
desarrollados, los que trabajan produciendo objetos con sus manos son
escasos, una elite. Aparece gente que no sabe cómo resolver los
problemas de aparatos tecnológicos cada vez más complejos ni como crear
algo más simple que los sustituya. Están siendo marginados de su propia
civilización.
Los peligros en los caminos durante la Edad Media serían hoy
comparables a los que tenemos en nuestros caminos, dentro y fuera de las
ciudades, y que producen un sentimiento generalizado de inseguridad,
que es otra de las características de esta época.
De igual manera que el hombre medieval, cuando se ponía en camino, no
sabía lo que podía ocurrirle, ni siquiera si iba a volver, poco a poco
respondemos a las nuevas condiciones y no nos atrevemos a planificar con
la racionalidad de antes, pues todo se ha vuelto mucho más inseguro y
aleatorio.
El catastrofismo milenarista de la Edad Media pretendía que cuando
llegara el año 1000 se iba a terminar el mundo. Todos se preparaban para
el fin de los tiempos. Ahora tenemos un catastrofismo “profano” en la
amenaza nuclear, y en el temor a la destrucción del planeta por abuso de
sus sistemas ecológicos con miras productivistas.
Hoy tenemos también cierto catastrofismo milenarista, a pesar de la
era presuntamente racional en que creemos vivir. Cada vez más gente se
pregunta qué pasará mañana, se indagan las profecías, se buscan los que
adivinan el futuro. El fantasma del fin de los tiempos atrae a la gente
más de lo que parece.
Otras similitudes son la imposibilidad de moverse dentro de las
ciudades gigantescas si no es con planos de lugares “seguros”, pocos y
estrechos, por miedo a salteadores, tal como en la Edad Media había
salteadores de caminos.
La queja es hoy que salimos al trabajo y no sabemos si vamos a
volver, lo mismo que la del hombre medieval cuando se ponía en camino.
El resultado es que todo es azaroso y no vale la pena planificar, que es
tanto como aplicar la razón al tiempo, que aparece como una potencia
extraña fuera de control.
El milenarismo, el catastrofismo medieval, la creencia del fin del
mundo en el año 1000, vuelve multiplicado en la amenaza de la guerra
nuclear que Einstein tenía en mente. Pero además hay gente obsesionada
con el fin de los tiempos, con diciembre del 2012 y las profecías mayas,
los platos voladores, el planeta Tyché y otras amenazas apocalípticas
“naturales”.
Si bien nuestros intelectuales suelen sentir una confortable
superioridad sobre sus propios coetáneos menos afortunados y sobre la
crasa ignorancia de la Edad Media, son en un punto tan medievales como
ellos: cuando la Edad Media moría, el ambiente intelectual era de
disputas escolásticas incesantes por naderías, había grupos divididos y
enfrentados, guerras por una sílaba, por una letra, por un acento,
disputas sobre cuantos ángeles cabían en la cabeza de un alfiler, etc.
Pero ahora, nuestros intelectuales se enfrascan en mini y
microespecialidades y practican dentro de ellas el formalismo menos
inteligente.
Discuten cuestiones aparentemente muy profundas que muy pocos
entienden, posiblemente ni ellos mismos, pero que los apasionan y los
mantienen tan entretenidos y belicosos como a los monjes medievales.
El neoliberalismo echa sombras terribles
Una angustiada constatación de que nos arrimamos de la mano del neoliberalismo a otra edad de sombras, con similitudes sin duda más forzadas por el temor que dictadas por la objetividad, es la siguiente enumeración de paralelismos, titulada “Puntos comunes entre la Edad Media y el periodo actual, que enumera características medievales con otras que no lo son:
- el fantástico desfase entre ricos y pobres
- una sociedad gobernada por una élite resultado de castas hereditarias
- el poco valor concedido a la vida humana
- el retorno de la esclavitud
- el retorno de la ley del más fuerte
- el retorno de los imperios totalitarios (Estados Unidos de Bush)
- el retorno del obscurantismo (musulmanes y americanos neo-cristianos evangelistas)
- el retorno de las guerras de la religión
- retroceso de la cultura y la educación, retorno del analfabetismo, acceso a la educación reservada a los más ricos
- reaparición de los “bandidos de grandes caminos” y de los piratas del mar. Retorno a una inseguridad de los transportes.
Una angustiada constatación de que nos arrimamos de la mano del neoliberalismo a otra edad de sombras, con similitudes sin duda más forzadas por el temor que dictadas por la objetividad, es la siguiente enumeración de paralelismos, titulada “Puntos comunes entre la Edad Media y el periodo actual, que enumera características medievales con otras que no lo son:
- el fantástico desfase entre ricos y pobres
- una sociedad gobernada por una élite resultado de castas hereditarias
- el poco valor concedido a la vida humana
- el retorno de la esclavitud
- el retorno de la ley del más fuerte
- el retorno de los imperios totalitarios (Estados Unidos de Bush)
- el retorno del obscurantismo (musulmanes y americanos neo-cristianos evangelistas)
- el retorno de las guerras de la religión
- retroceso de la cultura y la educación, retorno del analfabetismo, acceso a la educación reservada a los más ricos
- reaparición de los “bandidos de grandes caminos” y de los piratas del mar. Retorno a una inseguridad de los transportes.
- retorno de las epidemias y de los males que han sido eliminadas
hace un siglo. La tifoidea, la tuberculosis, la difteria, y la sarna
hicieron su reaparición en occidente a causa del desarrollo de la
miseria. La peste y el cólera están seguramente de nuevo en avance
dentro de los países del tercer mundo.
- retorno de las prácticas tribales (piercings, tatuajes, organizaciones en tribus de los excluidos…)
- la moda “gótica” (las modas actuales muestran a menudo reveladoras tendencias sociales por venir)
- retorno de la hechicería y de los ritos de magia negra
- influencia predominante de los ordenes ocultos y de las sociedades secretas esotéricas entre las élites dirigentes (Skull and Bones, Bohemians Club…)
- población miserable e inculta cuyo sola función es proporcionar esclavos a la élite. Tanto más que con la superpoblación, la esclavitud es finalmente el modo de producción más apropiado y el menos costoso, sobre todo si las máquinas deberían ser un día paralizadas por las carencias de energía.
- retorno de las prácticas tribales (piercings, tatuajes, organizaciones en tribus de los excluidos…)
- la moda “gótica” (las modas actuales muestran a menudo reveladoras tendencias sociales por venir)
- retorno de la hechicería y de los ritos de magia negra
- influencia predominante de los ordenes ocultos y de las sociedades secretas esotéricas entre las élites dirigentes (Skull and Bones, Bohemians Club…)
- población miserable e inculta cuyo sola función es proporcionar esclavos a la élite. Tanto más que con la superpoblación, la esclavitud es finalmente el modo de producción más apropiado y el menos costoso, sobre todo si las máquinas deberían ser un día paralizadas por las carencias de energía.
Un Apocalipsis imaginario
Roberto Vacca propuso un ejercicio sobre el advenimiento del fin, un “proyecto de Apocalipsis” sin contenido religioso sino derivado de las debilidades y de la fragilidad de la complicada civilización que nos toca vivir. El panorama tétrico está sugerido por las dificultades reales que afronta la gente y punza en sus temores secretos. Notablemente, sugiere que el mundo por venir, aunque muy degradado, será la herencia de los marginados del mundo actual.
Roberto Vacca propuso un ejercicio sobre el advenimiento del fin, un “proyecto de Apocalipsis” sin contenido religioso sino derivado de las debilidades y de la fragilidad de la complicada civilización que nos toca vivir. El panorama tétrico está sugerido por las dificultades reales que afronta la gente y punza en sus temores secretos. Notablemente, sugiere que el mundo por venir, aunque muy degradado, será la herencia de los marginados del mundo actual.
“Un día, en Estados Unidos, la coincidencia de un atasco en la
carretera y de una parálisis del tráfico ferroviario impedirá que el
personal de relevo llegue a un gran aeropuerto. Los interventores, sin
relevar, vencidos por la tensión mental, provocan la colisión entre dos
aviones a reacción, que se precipitan sobre una línea eléctrica de alta
tensión, cuya carga, repartida por otras líneas ya sobrecargadas,
provoca un apagón como el que ya conoció Nueva York hace unos años.
Sólo que esta vez es más grave y dura varios días. Como nieva y las
calles permanecen bloqueadas, los automóviles crean desórdenes
monstruosos; los empleados de oficinas encienden fuegos para calentarse y
se declaran incendios que los bomberos no pueden sofocar por no poder
llegar hasta ellos.
La red telefónica queda bloqueada a consecuencia del impacto de
cincuenta millones de aislados que intentan comunicarse telefónicamente
unos con otros. Inician marchas por las calles nevadas y llenas de
muertos.
Los viandantes, privados de toda clase de suministros, intentan
apoderarse de refugios y artículos, entran en acción las decenas de
millones de armas de fuego vendidas en América, las fuerzas armadas se
hacen cargo de todos los poderes, pero ellos también son víctimas de la
parálisis general.
Se producen saqueos de supermercados, en las casas se acaban las
reservas de velas, aumenta el número de muertos de frío, de hambre, de
inanición en los hospitales. Cuando se restablezca la normalidad
trabajosamente algunas semanas después, millones de cadáveres dispersos
por la ciudad y el campo comenzarán a difundir epidemias y a producir
nuevos azotes de proporciones semejantes a las de la peste negra que en
el siglo XIV acabó con las dos terceras partes de la población europea.
Surgirán psicosis parecidas a las que se habían producido en el
pasado con respecto a los “untadores” y se consolidará un nuevo
maccartismo mucho más cruento que el primero. La vida política, presa de
una crisis total, se subdividirá en una serie de subsistemas autónomos o
independientes del poder central, con milicias mercenarias y
administración autónoma de justicia.
Mientras dure la crisis, los habitantes de las zonas
subdesarrolladas, preparados ya para subsistir en condiciones de vida y
de competencia elementales, serán quienes consigan superarla con mayor
facilidad, y se producirán amplias migraciones con fusiones y amalgamas
raciales, importaciones y difusiones de ideologías.
Al declinar la fuerza de las leyes y haber quedado destruidos los
catastros, la propiedad se apoyará exclusivamente en el derecho de
usurpación; por otra parte, la rápida decadencia habrá reducido las
ciudades a una serie de ruinas alternadas con casas habitables y
habitadas por quien se las adueñe, mientras que pequeñas autoridades
locales podrán conservar cierto poder constituyendo recintos y pequeñas
fortificaciones.
En ese momento, la estructura será ya totalmente feudal, las alianzas
entre los poderes locales se apoyarán en el compromiso y no en la ley,
las relaciones individuales se basarán en la agresión, en la alianza por
amistad o comunidad de intereses, renacerán costumbres elementales de
hospitalidad para el viandante.
Frente a esa perspectiva no queda más remedio que empezar a pensar en
planificar instituciones equivalentes a las comunidades monásticas que,
en medio de una decadencia tan grande, se ejerciten para mantener con
vida y transmitir los conocimientos técnicos y científicos útiles para
el advenimiento de un nuevo renacimiento.”
El camino a un futuro sin ventura
La estudiosa española María Dolores Figaris desecha la leyenda negra de la Edad Media. La considera un período activo, de iniciativas y tendencias positivas que sirvieron para superar la postración que siguió al fin de Roma y a la disolución de las estructuras que supo construir.
La estudiosa española María Dolores Figaris desecha la leyenda negra de la Edad Media. La considera un período activo, de iniciativas y tendencias positivas que sirvieron para superar la postración que siguió al fin de Roma y a la disolución de las estructuras que supo construir.
Pero se hace pocas ilusiones sobre nuestro futuro, sobre todo desde
la rotura del precario equilibrio que hubo mientras existió la Unión
Soviética: “Había un cierto entente entre las dos grandes potencias, que
Umberto Eco llama la “pax americana”, rememorando la “pax romana” del
antiguo Imperio. Pero ahora el conflicto se generaliza.
Su enumeración de desventuras temibles y esperables, resumida, es la siguiente:
-Invasiones e inmigración. “Bárbaros” presionan tratando de integrarse en el sistema: son los migrantes, refugiados sin fines bélicos que huyen de las guerras y presionan las fronteras de los países “civilizados”, gentes que buscan un lugar donde sobrevivir.
-Invasiones e inmigración. “Bárbaros” presionan tratando de integrarse en el sistema: son los migrantes, refugiados sin fines bélicos que huyen de las guerras y presionan las fronteras de los países “civilizados”, gentes que buscan un lugar donde sobrevivir.
-Descentralización de la estructura social y crisis del control
central de los sistemas. El Estado pierde cada vez más capacidad de
control y se produce una feudalización. Las instituciones se vacían cada
vez más de contenido y son mantenidas de manera artificial. El poder se
va desplazando hacia grupos laterales que no están integrados dentro de
los aparatos constitucionales.
- Las ciudades se fragmentan. Cita a Alain Minc: “espacios inmensos
regresan a un estado salvaje, la ilegalidad se reinstala en el corazón
de las democracias más avanzadas, las mafias no aparecen como arcaísmos
en vías de desaparición, sino como una forma social en plena expansión.
Una parte de las ciudades se escapa a la autoridad del Estado y se
sumerge en una inquietante extraterritorialidad. Millones de ciudadanos
en el corazón de las sociedades más ricas y más sofisticadas se mueven
en la oscuridad y en la exclusión; nuevas bandas armadas, nuevos
ladrones, nuevas tierras incógnitas, ahí están todos los ingredientes de
una Nueva Edad Media”.
-Sentimiento generalizado de inseguridad ante el futuro.
-Tendencia a traducir a imágenes los datos del saber, como se decía
en la Edad Media que las ilustraciones talladas en piedra de las
catedrales eran los “libros de los iletrados”. Cada vez proliferan más
las enciclopedias o videos donde se cuenta, de manera sencilla y
comprensible, todo el acervo del conocimiento.
-Gusto por la recopilación y el inventario, por la tendencia a
acumular objetos, unos por simple coleccionismo y otros por un sentido
más profundo.
- Cultura de la readaptación continua, de la transición permanente.
La Edad Media se caracteriza por un estado de confusión y de deseo. Los
sistemas actuales de la sociedad están cayendo cada vez más en puntos de
desequilibrio, y a pesar de sus esfuerzos por defenderse de esa
inestabilidad, van inexorablemente hacia un estado general de caos.
De ahí que, curiosamente, los estudios más avanzados en las ciencias
contemporáneas sean precisamente sobre el caos y el principio de
incertidumbre: hay una relación muy directa entre la motivación de los
pensadores o científicos y las tendencias que tiene la humanidad. No
deja de ser significativo que en un momento en que se está produciendo
ese estado de confusión cada vez más generalizado, sean precisamente los
estudios de la física del caos los más vanguardistas.
(Permítase acá una observación: en realidad, la física del caos no
tiene en mira el estado anterior a la aparición de la inteligibilidad,
el caos propiamente dicho, sino que trata de encontrar pautas en estados
muy desordenados, de entropía muy elevada, pero inteligibles).
Antes como ahora
María Dolores traza, para reforzar su tesis, algunos paralelismos quizá un poco forzados, sobre todo porque se trata de hechos que se producen en cualquier época, pero algunos resultan inquietantes:
María Dolores traza, para reforzar su tesis, algunos paralelismos quizá un poco forzados, sobre todo porque se trata de hechos que se producen en cualquier época, pero algunos resultan inquietantes:
- El deterioro de las calzadas romanas como causa de decadencia se
pone en relación con la contaminación del medio ambiente. Nuestro
entorno se va deteriorando hasta el punto de que los elementos
naturales, los bosques, las aguas y hasta el aire que respiramos están
amenazados debido a la contaminación cada vez mayor.
- La escasez de alimentos de la Edad Media se está produciendo
también ahora en los países del Tercer Mundo, además del deterioro
creciente que experimentan los alimentos desnaturalizados y convertidos a
veces en productos cancerígenos en los países más desarrollados.
- El fenómeno de las peregrinaciones y viajes en la Edad Media, el
ponerse en camino, ir a los Santos Lugares, a Santiago de Compostela, a
las ermitas y romerías, los compara Umberto Eco con el auge que tiene en
nuestro días el turismo de masas, los movimientos de población en busca
de conocer otras tierras y otros mundos.
- En la antigua Edad Media había pseudo místicos mendicantes que iban
por los caminos predicando y buscando adeptos. Hoy hay “predicadores”
que prometen un mundo maravilloso, que enseñan doctrinas que ofrecen
salvaciones mesiánicas, tal como entonces.
- Las epidemias de enfermedades incontrolables constituyen otro de
los síntomas visibles de una estructura medieval que amenaza volver. Hoy
aparecen virus que se renuevan con continuas mutaciones produciendo
enfermedades contagiosas, para las que la medicina moderna no encuentra
curación. Este hecho produce un estado de confusión y temor ante lo
desconocido, similar al que vivieron los antepasados medievales.
- La pobreza y la mendicidad fue tan grande en la Edad Media que los
artistas de comienzos del Renacimiento las reflejaron. Estas “bolsas de
pobreza”, existen hoy en todas las grandes ciudades, y poco a poco, el
nivel de pobreza crece en todas partes. En la actualidad existen países
enteros, naciones consideradas pobres.
- La amenaza del Islam, utilizada como elemento propagandístico, es
otra coincidencia. El avance del Islam fue vivido como una amenaza en el
Medioevo. En este momento, el integrismo islámico se hace aparecer como
una amenaza directa al sistema.
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