domingo, 30 de septiembre de 2012

Un rey castigado busca la redención, por España y por su monarquía

NUEVA YORK.- Con España sumida en una recesión económica, muchos españoles se están cuestionando su rey, durante mucho tiempo reverenciado por su papel en la democratización de la nación, pero ahora objeto de escrutinio por su lujoso estilo de vida y su opaca fortuna, se escribe en el diario de referencia mundial 'The New York Times'.
"La monarquía continuará mientras la gente quiera una monarquía", dijo el rey en su gira por Nueva York la semana pasada, parte de una estrategia de palacio para reunirse con los principales líderes de opinión para ayudar a promover la confianza en España.
El rey es muy valorado en los círculos empresariales por actuar como embajador económico y atraer contratos para su país, pero la forma en que ha amasado su considerable fortuna personal permanece en secreto. La riqueza de la familia real española se ha estimado en 2.300 millones de dólares, una suma que sus partidarios afirman que está inflada por la inclusión de bienes del Estado.
Los partidarios y asesores de palacio insisten en que el rey no recibe comisiones por los contratos en los que media o promociona.
España vivió sin rey durante 38 años después de que la rama española de los Borbones fuera enviada al exilo en 1931 y expropiadas sus propiedades. Franco, dictador desde el final de la Guerra Civil española desde la década de 1930 hasta su muerte, eligió al rey en 1969 para que le sucediera.
Antes de acceder al trono, el rey se vio favorecido por asesores financieros que crearon una campaña de suscripción cuando se casó para ayudar a crearle un colchón financiero. Durante ese período, el futuro rey "se obsesionó con la creación de una fortuna personal", dijo José García Abad, autor de dos libros sobre el monarca.
En sus viajes, el monarca puede aceptar regalos en nombre del Gobierno español, pero no hay una lista pública de los regalos. A lo largo de los años, ha recibido yates, una isla con una casa y los automóviles de lujo para sumar a su gran colección de coches, provocando cáusticos mensajes de Twitter como: "Los españoles van en zapatillas y su rey con 70 coches".
"El control sobre las actividades del rey y su familia es absolutamente cero", dijo Joan Tardà, diputado nacional de Esquerra Republicana, partido catalán que quiere que España celebre un referéndum sobre la monarquía.
En la expedición había una princesa alemana, Corinna zu Sayn-Wittgenstein, de 47 años, su joven hijo y ex marido. La prensa española del corazón dijo que se trata de la amante del monarca desde hace mucho tiempo -lo que ella negó en una entrevista. También negó haberse beneficiado de ninguna manera de su asociación con Juan Carlos a través de un fondo de inversión hispano-saudí ya desaparecido.
"El rey es un tesoro nacional", según ella. "Cuando entra en una habitación, irradia calidez y carisma y conecta con todo el mundo. Nadie se salva. "

25S, no violencia y desobediencia civil / Ricardo J. Royo-Villanova y Martín*

Estos días, a cuenta de los sucesos del 25S se está discutiendo bastante por la red sobre la legitimidad del uso de la violencia. En este enlace hay un debate interesantísimo sobre el tema en el que he intervenido. Corrijo y amplío un poco mi intervención allí para traerla aquí, ya que creo que es un tema importante. Además, con esta entrada pretendo iniciar una serie de ellas en las que quiero explicar cuales son mis ideas sobre el #25s y todo el debate que ha generado. También quiero responder con esas entradas a quienes nos acusan de frívolos, de no saber lo que estamos haciendo, de no tener una hoja de ruta y de plantear objetivos totalitarios. Es evidente que no hablo por el movimiento, sino por mí mismo, y para explicar por qué me sumo incuestionablemente a él, a pesar de que no soy frívolo, tengo hoja de ruta, sé lo que hago y mis objetivos no son totalitarios, ni mucho menos. Quiero, además, que estas entradas sirvan también para contribuir al debate interno en el propio movimiento.

El que ha dado ya en llamarse movimiento 25S plantea un hecho que a mi juicio es cierto: la Constitución de 1978 no es democrática, porque no garantiza un estado social y democrático de derecho, en la medida en que los derechos de la minoría que ha provocado la crisis están blindados, mientras que los de la mayoría que la sufre apenas son meras declaraciones con escaso valor jurídico, y papel mojado, de forma que, a la menor brisa, decaen, como está sucediendo en este momento en que vemos constantes ataques a los sistemas de protección social, a la sanidad y a la educación públicas, a derechos sociales que creíamos garantizados, e incluso a nuestros derechos políticos.

Ante esta evidencia, constatamos -porque nos lo dicen PSOE y PP- que la constitución no se puede reformar para corregir todas esas cosas, pero, en cambio, sí se puede modificar, en un procedimiento oscuro, casi secreto y pactado por dos personas, y a petición de “los mercados” que es como ahora se denomina al capital, para garantizar un techo de gasto que, de hecho, hace inviable el estado del bienestar.

A todo esto hay que añadir que la Constitución de 1978 ha dado lugar a todo un sistema electoral y político que falsea el sentir político reflejado en el voto y que, mediante el sistema de listas cerradas y bloqueadas, entrega el poder político a unas estructuras, los partidos políticos, cuyo funcionamiento describió tan bien don Alfonso Guerra: “El que se mueva no sale en la foto”, de modo que el poder político real están en manos de tres o cuatro dirigentes de los dos principales partidos políticos, y sólo muy puntualmente intervienen los de alguno de los pequeños. Los diputados, a quien pomposamente se llama “representantes del pueblo” y cuya protección es estos días la principal preocupación de nuestra sufrida Policía, son en todo esto invitados de piedra que miran y dan tabaco cuando se les pide. Es decir, que votan lo que les mandan sus camarillas dirigentes, y callan para seguir saliendo en la foto.

En esta situación, quienes pensamos que sin estado del bienestar no hay democracia real, y que una Constitución que no es capaz de garantizar lo que ella misma proclama, a saber, que España es un estado social y democrático de derecho, y quienes creemos que esa Constitución es el principal problema y no aporta soluciones, no tenemos otra salida que ponernos al margen de ella y comenzar a trabajar para su destrucción y la proclamación de una nueva. No pretendo explicar cómo entiendo yo el proceso constituyente, cosa que haré en otra entrada. Aquí pretendo sólo reflexionar sobre la violencia y la no violencia cómo instrumentos de lucha política revolucionaria.

Dado que el propio sistema cierra todas las puertas a quienes plantean su superación, como estamos viendo estos días, debemos considerar que el movimiento 25S es un movimiento revolucionario en lo político, ya que debe alcanzar sus objetivos con métodos de lucha que, en muchos casos, están al margen de la ley.

Llegados a este punto, hay que señalar que no hay una sola revolución en la historia que, en un momento u otro, no haya hecho uso de la violencia, y gracias a todas ellas hoy podemos estar defendiendo los derechos y libertades que nos quieren robar. Y por cierto, nos los intentan robar haciendo uso de la violencia, tengamos eso bien claro.

Sin embargo, la no violencia debe ser admitida como una herramienta más en la lucha revolucionaria. Aunque no por razones éticas o ideológicas, sino de eficacia política. En cada momento habrá que considerar sí es la herramienta adecuada y útil o no. Por eso, debemos preguntarnos si ahora es útil o no es útil la no violencia como instrumento de lucha política. Yo creo que sí lo es, y mucho.

Actualmente estamos en un proceso de acumulación de fuerzas. Es evidente que no tenemos ni legitmidad ni apoyo suficientes para hacer caer al régimen, por mucho que llenemos la Plaza de Neptuno: no debemos caer en la tentación de olvidar que, al menos, 17 millones de personas han votado a PSOE y PP, que son los principales partidos que sostienen al régimen. Ahora nuestra principal tarea es ganar apoyos. Hay que convencer a toda esa gente que está dentro del régimen de que todo esto que está pasando no es una película ni una tormenta: es decir, les está pasando a ellos y es consecuencia de una serie de decisiones políticas y económicas que podían no haberse tomado, pero que ya, dentro de este sistema, son irreversibles.

Y para la consecución de ese objetivo, la no violencia y la desobediencia civil consciente -es decir, asumiendo las consecuencias de nuestra actitud como parte inevitable de la lucha- son armas muy poderosas porque nos ayudan a poner en evidencia las contradicciones de un sistema político que se autoproclama democrático, pero que intenta encarcelar durante 5 años a personas que se manifiestan ante el Parlamento acusándoles de delitos contra la nación, y es sólo un ejemplo. Además, la desobediencia civil puede bloquear en ocasiones, si es masiva, el propio funcionamiento del aparato represivo del estado, lo que la convierte en especialmente útil.

No coincido con quienes plantean que haya que usar la violencia en este momento, por lo que acabo de decir, pero sí coincido con algunas posiciones que manifiestan desde dentro del movimiento que estamos siendo algo irresponsables. No porque usemos a “manifestantes inexpertos”, como señalan algunos, para conseguir imágenes de represión, sino porque me da la sensacion de que nos sentamos demasiado alegremente ante los guardias, pero no sabemos, en realidad, a lo que nos exponemos cuando ponemos en marcha una campaña de desobediencia civil.

La desobediencia civil consiste en desobedecer leyes para cambiar situaciones injustas, y asumir la represión como parte imprescindible de la lucha para usarla como una especie de boomerang contra el régimen. El otro día asistí a un debate que me pareció kafkiano en una asamblea, donde alguien planteaba iniciar una campaña de autoinculpaciones legales en solidaridad con las ocho personas a las que se acusa de ser los organizadores del 25S y de haber cometido delitos contra las altas instituciones del estado. Alguien planteó que, si no había hecho nada, por qué iba atener que inculparse de nada. Esa actitud denota un desconocimiento absoluto de lo que es la desobediencia civil.

La desobediencia civil busca la represión, y no la evita. Hay que ASUMIR LA REPRESIÓN COMO PARTE DE IMPRESCINDIBLE DE LA LUCHA, ya que puede servir desde como elemento de propaganda hasta para bloquear el propio funcionamiento del aparato represivo. Visualizar ante la sociedad que el sistema democrático acusa de “sedición” -y pretende llevar cinco años a la cárcel- a personas cuyo único delito es haber asistido a una manifestación o haber participado en una asamblea en un parque público, es una poderosa imagen que debe ser explotada. Llenar el Juzgado de Pedraza con varios cientos de autoinculpaciones de personas que aseguran ser organizadores del 25S, que a juicio del régimen es un atentado contra las altas instituciones del estado es, sencillamente, obligarle a archivar las diligencias. Es decir: imposibilitar la ejecución de la ley.

Por eso decía antes que quizas estamos siendo un poco ingenuos cuando lanzamos una campaña de desobediencia civil, debemos ser conscientes de a qué nos exponemos, y valorar si podemos o no hacerlo. No nos sentemos pacíficamente ante los guardias si no asumimos que nos puden saltar los dientes de un porrazo, porque nuestra actitud va a ser interpretada por el estado como un grave ataque y va a tener consecuencias. Si no queremos o no podemos asumirlas, es mejor buscar lugares secundarios para la batalla. No es malo: hacen falta activistas desobedientes, pero también agitadores, médicos, abogados, diseñadores, programadores.

En este sentido, creo que estos días en que hemos tenido 35 compañeros y compañeras detenidas por participar en una manifestación, y a los que el régimen ha intentado inculpar de graves delitos, debíamos haber tenido una actitud más activa no sólo de apoyo, sino de agitación y de mostrar ante la sociedad la cara más antipática del régimen supuestamente democrático. No basta con el apoyo jurídico a los presos. Creo sinceramente que el movimiento debe reflexionar sobre la represión y articular formas de explotarla para, sin caer en el víctimismo, darle la vuelta contra quien la ejerce, que no es la policía, ni los jueces, sino el régimen de 1978 en su conjunto.

La desobediencia civil y la no violencia pueden ser instrumentos extremadamente útiles y poderosos para la acumulación de fuerzas, especialmente cuando se dan dos circunstancias que se están dando: existe la ilusión generalizada de que vivimos en democracia, y se están produciendo ataques contra derechos que creíamos que ya eran incuestionables. Esta combinación, puede ayudarnos a que cada vez más gente se convenza de que es necesario superar no régimen político que nos cierra todas las puertas.

Pero no nos engañemos, ni el 25S, ni el 26S, ni el 29S va a caer el sistema, por muy formalitos que nos quedemos todos sentados ante los guardias. Insisto en que no tenemos aún ni fuerza ni legitimidad para hacerle caer, y renunciamos a ser vanguardia de nada, porque somos demócratas. Los que piensan que el régimen vale son todavía más que nosotros. Hay que ganárselos, y en todo ese proceso, al final, el régimen caerá por su propio peso, aunque no lo hará sin resistencia, por lo que finalmente, la mayoría deberá imponerse por la fuerza a la minoría, en mi opinión con un límite: el de no usar nunca la violencia para causar daños irreversibles a las personas. Lo de que el Rey se vaya por su propio pie con los pantalones manchados, a pesar de haber ganado los monárquicos las elecciones, ya pasó una vez, en 1931, y no creo que vuelva a ocurrir.

En resumen: hoy por hoy, nuestras herramientas deben ser la no violencia y la desobediencia civil, el uso de la represión como un arma de ida ida y vuelta y la correcta asunción de los riesgos. La violencia, hoy por hoy, va en contra de nuestros intereses, y eso lo sabe bien el régimen. Por eso, intentan empujarnos hacia ella.

(*) Periodista

viernes, 28 de septiembre de 2012

Danilo Zolo: Fin de la democracia con la llegada de la tele-oligarquía


FLORENCIA.- Danilo Zolo es profesor de filosofía del derecho y de filosofía del derecho internacional en la Universidad de Florencia. Ha sido profesor visitante en las universidades de Cambridge, Harvard, Princeton y Oxford e impartió cursos en universidades de Argentina, Brasil, México y Colombia. En el año 2000 fundó Jura Gentium: Journal for Philosophy of International Law and Global Politics. Sus publicaciones incluyen: Reflexive Epistemology, Boston 1989; Democracy and Complexity, Cambridge 1992; Cosmopolis, Cambridge 1996; Invoking Humanity, Londres 2001; Globalization, Colchester 2007; Victors' Justice, Londres 2009. 

Claudio Gallo: Primero Kosovo, después Libia y ahora tal vez Siria: La “guerra humanitaria se está convirtiendo en un paradigma consolidado que usted ha criticado desde su primera aparición como “subversión del derecho internacional”. ¿Por qué, según el título de un libro suyo, que es una cita de Pierre-Joseph Proudhon y Carl Schmitt, sucede que “Quienquiera dice ‘humanidad’ quiere engañar”? 

Danilo Zolo: A principios de los años noventa la “intervención humanitaria fue un elemento clave en la estrategia internacional de EE.UU. Afirmaba que la “seguridad global” requería que las grandes potencias responsables del orden mundial sintieran que el principio westfaliano de la no interferencia en la jurisdicción interior de Estados nacionales era obsoleto. Por ello EE.UU. consideró que no solo tenía el derecho sino sobre todo un deber moral de intervenir con medios militares para resolver crisis internas en países individuales, en particular para asegurar el respeto a los derechos humanos.
La guerra iniciada por EE.UU. contra la República Federal de Yugoslavia –la guerra en Kosovo en 1999– estableció finalmente la práctica del intervencionismo humanitario. Por lo tanto la motivación humanitaria fue tomada explícitamente como una justa causa para una guerra de agresión. Y EE.UU. ha declarado que el uso de la fuerza por razones humanitarias es legítima, aunque esté en contraste con la Carta de las Naciones Unidas, los principios del estatuto y el juicio del Tribunal de Núremberg, así como el derecho internacional en general.
Frente a esta sangrienta subversión del derecho internacional, la reacción del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas fue de sustancial inercia y subordinación, si no complicidad categórica con las potencias occidentales. En realidad se impuso la pena de muerte a miles de ciudadanos yugoslavos sin tener en cuenta ninguna investigación de su posible culpabilidad.
Miles de personas inocentes han muerto en bombardeos terroristas de aviones estadounidenses, británicos e italianos. El militarismo humanitario de las potencias occidentales condujo a un colapso del orden internacional. Por lo tanto la doctrina y la práctica de la “guerra humanitaria” fueron el primer paso hacia el uso sistemático de la fuerza militar por una superpotencia “imperial” que se proponía y se sigue proponiendo imponer su hegemonía económica, política y militar a todo el mundo por medios terroristas. Por ello, las “guerras humanitarias” han sido el preludio para las siguientes “guerras preventivas” contra Afganistán, Irak y Libia. Por lo tanto el aforismo de Pierre Proudhon, posteriormente utilizado por Carl Schmitt, “Wer Menschheit sagt will betrügen” ("Quienquiera dice ‘humanidad’ quiere engañar”, vuelve a confirmarse. 

CG: La Declaración de Bangkok de 1993 opuso los “valores asiáticos” a la concepción universalista de derechos humanos difundida desde Occidente. Se argumentó que la universalidad de los derechos humanos es una suposición racional que solo tiene sentido al referirse a la tradición liberal occidental. ¿Es por ello solo una ideología entra otras?
DZ: En 1948 la Declaración Universal de los Derechos Humanos otorgó a todos los seres humanos una serie de derechos individuales, incluido el “derecho a la vida”. Esperaban erradicar las violentas prácticas del pasado y borrar para siempre la tragedia de la Segunda Guerra Mundial. Pero la formalización de derechos humanos básicos, incluido el “derecho a la vida” no logró los resultados esperados. En particular, en recientes décadas ha habido fenómenos como la masacre de miles de soldados y de inocentes civiles, el bombardeo de ciudades completas y el asesinato sumario de cientos de personas supuestamente responsables de actos terroristas.
Todo esto prueba, a mi juicio, que el proceso de globalización tiende a contradecir los principios afirmados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y tiende a destruir el principio mismo del “derecho a la vida”. Por lo tanto la Declaración de Bangkok que opuso “valores asiáticos” al universalismo occidental no es infundada.
Como prueban informes de Amnistía Internacional, la violación de los derechos humanos ocurre en crecientes proporciones. Afecta a una gran cantidad de Estados, incluidos todos los Estados occidentales. Organismos y agencias que deben velar por el respeto a los derechos humanos –primordialmente el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas– carecen de todo poder ejecutivo. Y sistemáticamente sus decisiones se ignoran y se dejan de lado.
Hay que pensar en los crímenes cometidos por EE.UU. en Abu Ghraib, Bagram, Guantánamo, Faluya, fuera de los cometidos por Israel en los territorios palestinos, particularmente en Gaza y en la masacre de diciembre de 2008 a enero de 2009. Los responsables de esos crímenes han gozado y siguen gozando de la más absoluta impunidad, gracias a la connivencia del Tribunal Penal Internacional en La Haya. Luigi Ferrajoli escribió con autoridad: “La era de los derechos humanos es también la era de su más masiva violación, donde la desigualdad es más profunda e intolerable”.
Se necesitan muy pocos datos para confirmar dramáticamente que el sol se pone sobre la “Era de los derechos” en la era de la globalización. La Organización Internacional del Trabajo calcula que 3.000 millones de personas viven ahora bajo la línea de pobreza, fijada en 2 dólares diarios. John Galbraith, en el prefacio al Informe de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas en 1998, documentó que un 20% de la población del mundo se apodera de 86% de todos los bienes y servicios producidos a escala mundial, mientras el 20% de los más pobres solo consume 1,3%. Hoy en día, después de casi 15 años, esas cifras han cambiado para peor: El 20% más rico de la población consume un 90% de los bienes producidos, mientras el 20% más pobre consume 1%. También se calcula que un 40% de la riqueza del mundo es de propiedad del 1% de la población mundial, mientras las 20 personas más ricas del mundo poseen recursos iguales a los de los mil millones de gente más pobre. 

CG: Críticos del mundo occidental dicen que EE.UU. utiliza su influencia sobre la ONU para transformarla en un instrumento de su poder. ¿Piensa que es un argumento creíble?
DZ: No me cabe duda de que EE.UU. utiliza su poder absoluto militar y nuclear para influenciar las decisiones políticas y militares del Consejo de Seguridad de la ONU. Después del colapso de la Unión Soviética, EE.UU. se convirtió en la única autoridad capaz de controlar o impedir las decisiones del Consejo de Seguridad. Por otra parte, EE.UU. toma decisiones que infringen seriamente la Carta de la ONU sin siquiera tomar en cuenta las provisiones de la Carta. Basta con pensar en las guerras declaradas y realizadas por EE.UU. contra países como Serbia, Afganistán, Irak y Libia sin la menor reacción de los Estados miembros del Consejo de Seguridad. 

CG: Usted escribió que es escéptico respecto a intelectuales a los cuales Hedley Bull llamó, con un asomo de ironía, globalistas occidentales (Richard Falk, David Held, Ulrich Beck, Zygmunt Bauman, Juergen Habermas). ¿Por qué no cree que un gobierno del mundo sería el único antídoto para la guerra?
DZ: La idea de un gobierno del mundo que pueda asegurar la paz en el mundo es un concepto vacío de contenido. No tiene sentido porque, ante todo, un gobierno del mundo debería expresar la voluntad de todos los países del mundo mediante un parlamento universal, jerárquico y unipolar, en el cual las grandes potencias deberían vivir lado a lado con los países más pobres. No tiene sentido porque los llamados países del BRICS – Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica– están emergiendo para competir con las principales potencias occidentales, eliminando cualquier posibilidad militar-política-económica de un pacifismo cosmopolita. Un gobierno del mundo, de continuidad con las instituciones internacionales existentes e inspirado por un modelo cosmopolita, sería necesariamente un Leviatán, despótico y totalitario, y se opondría a la propagación del terrorismo mediante el uso generalizado de armas. 

CG: Usted no cree, como Pierre Bourdieu, que la globalización es solo retórica capitalista. Usted la define también como un cambio en las relaciones humanas determinado por la revolución tecnológica. ¿Cuál es a su juicio, el aspecto positivo de la globalización?
DZ: No estoy de acuerdo con Bourdieu, quien niega la necesidad misma de utilizar el término “globalización”. Desde mi punto de vista, la globalización muestra aspectos muy diferentes. Por una parte, pienso que deberíamos rechazar firmemente la retórica occidental de globalización que la convierte en la principal ruta hacia la unificación de la humanidad, y al advenimiento de la ciudadanía universal. Al mismo tiempo, tiendo a desconfiar de las posiciones radicalmente escépticas que explican la globalización como retórica capitalista.
No niego la retórica y no subestimo la manipulación ideológica. Sin embargo, argumento que la retórica y la ideología se desarrollan desde algunos fenómenos empíricos de los cuales sería muy miope ignorar la innovación y relevancia.
En este sentido, la bien conocida propuesta de la definición de Antony Giddens, a mi juicio, identifica un elemento que tenemos que aclarar: Lo que llamamos globalización es de muchas maneras el resultado de una serie de compresiones de espacio y tiempo, originadas por la gran reducción del tiempo y del coste en el transporte y las comunicaciones, y la eliminación de muchas barreras (ciertamente no todas) en el movimiento internacional de bienes, servicios, capital y conocimiento. Sostener que el proceso de globalización es irreversible no significa que se considere cómo un fenómeno natural o el resultado de que “fuerzas anónimas” aleatorias y desordenadas operen en una “tierra de nadie nebulosa y encenagada”, como escribe Zygmunt Bauman. Por otra parte, Luciano Gallino tiene toda la razón cuando dice que los resultados políticos, comunicacionales y económicos de la globalización corresponden a un proyecto diseñado y construido conscientemente por las principales potencias del mundo y las instituciones internacionales que controlan. Por ello es necesario distinguir, como argumenta Joseph Stiglitz, entre los procesos de globalización como tales y su administración política por las principales potencias económicas y políticas del planeta. Y esa administración no puede ser considerada de ninguna manera “irreversible”. 

CG: Su próximo libro, que está a punto de ser publicado por Laterza en Italia llevará el título Democracy without a Future. ¿Piensa que nuestro futuro será verdaderamente muy sombrío?
DZ: No cabe duda, a mi juicio, de que en Occidente las instituciones que llamamos “democráticas” están en serio peligro, especialmente en Europa e Italia. La soberanía política y legal de las naciones Estado ha sido considerablemente debilitada, mientras la función de los parlamentos es limitada por el poder de burocracias públicas y privadas, incluyendo la burocracia judicial y los tribunales constitucionales. Al mismo tiempo, el poder ejecutivo tiende a asumir una función hegemónica sin tomar en cuenta la división de poderes que ha sido el sello distintivo del Estado constitucional europeo continental y del Estado de derecho anglo-estadounidense.
La democracia parlamentaria cede el paso a la “telecracia”. Los canales de televisión públicos y privados son instrumentos muy efectivos de propaganda política. Como señaló Norberto Bobbio, el enorme poder de la televisión ha causado un cambio de rumbo de la relación entre ciudadanos que controlan y ciudadanos que son controlados. La minoría limitada de representantes elegidos controla a las masas de votantes y no viceversa. Por ello estamos en un régimen al que no es retórico calificar de “tele-oligarquía post democrática”, en el cual la vasta mayoría de la gente no “escoge” y no “elige” sino ignora y obedece.
Cientos de miles de jóvenes, mujeres y ancianos no tienen trabajo, ni siquiera los más insignificantes, y viven en la pobreza. ¿Significa que nos espera un mañana “muy sombrío”? No es fácil responder esa pregunta. Lo que parece absolutamente seguro es el progresivo debilitamiento de las funciones políticas y económicas de Estados individuales y la dominación de algunas elites económicas y políticas que sirven intereses privados intocables. Es la así llamada “nueva clase capitalista transnacional” que domina los procesos de globalización desde la punta de torres de vidrio en ciudades como Nueva York, Washington, Londres, Frankfurt, Nueva Delhi, Shanghái. 

Claudio Gallo es editor de noticias del mundo del diario italiano La Stampa.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Europa 2012 / Santiago Niño Becerra *

Otra vez vuelve a hablarse de la 'W'. Ya saben lo que pienso: se estaba cayendo porque el modelo se agotó; entonces se vio que aún podía hacerse el último negocio a la vez que se daba esperanzas a la clase que está desapareciendo: la media, y se inventaron los planes E; pero un año y medio despues la bola de esos planes ya era ingobernable, y se les puso fin y se sacó del cajón la motosierra; y nos pusimos a trampear hasta que ya na-de-na.
 
Pienso que no es una 'W' sino una 'L' en la que ha habido una pequeña inflamación. Alemania está estirando lo que ya no  da más de sí, otros ya ni eso. Y por aquí diciendo que la solución está en las exportaciones a pesar de que todo el mundo está peor y el endeudamiento agotado. Como no vendamos a Marte ...

Ahora alguien (además del Profesor Krugman) volverá a hablar de reactivación, de la necesidad de reactivar: para que aumente el consumo, y las empresas contraten factor trabajo, y la recaudación crezca y los Estados puedan atender sus necesidades que son las de sus ciudadanías. Y hasta tal vez haya alguien que resucite a 'los brotes verdes'.

Vamos a ver, no se puede reanimar algo que ya está muerto, y en el caso del PIB es imposible fabricar cosas que nadie puede comprar porque no tiene con qué pagarlas. El crecimiento de los años que median entre 1992 y el 2006, y sobre todo en el período 02 - 06 se consiguió porque no se miraron los recursos que se gastaban y porque nadie se preocupó en averiguar si quienes consumían iban a poder pagar lo que se les estaba suministrando. Cuando la capacidad de endeudamiento de Estados, empresas, familias, regiones y ayuntamientos llegó a su límite físico, se acabó. Y en estas estamos.

Quienes aún tiran, lo hacen porque se les sigue sosteniendo (USA), porque aún tienen pedidos de fuera (Alemania), porque no han agotado aún la capacidad de endeudamiento que se les concedió (Brasil), porque su diversificación les permite seguir con un zapato y una alpargata (Francia). Expectativas tienen cuatro: los países que deben poco, no dependen financieramente del exterior y tienen pasta (países árabes con petróleo, gas y fondos soberanos), Escandinavos, Japón, e Inglaterra por su capacidad de inventar filosofías y descubrir caminos, y poco más.

No es una 'W', es la continuación de la caída que se manifestó en el 2007 y a la que se quiso poner remedio haciendo cheques de una cuenta en la que ya no quedaba saldo y creyendo que aún era posible el café para todos. Y no.

El ajuste fino pone de manifiesto lo que siempre se ha sabido: que habían varias Europas, al menos dos, y que eso va a seguir yendo a más hasta que se el paso a la Europa de los clusters: una nueva estructura para un nuevo modelo.

Pero para eso aún falta y mientras hay que seguir manteniendo la ficción que con ajustes  y recortes se va a poder pagar lo que se debe. (¿Quien se extraña de que en España no descienda el déficit a pesar de recortar y recortar lo ya recortado y a pesar de que se siga recortando?. España decrece, por lo que cada vez genera menos).
Y continúa sin hablarse de la deuda. (Será que aún no toca).

(*) Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.

Por qué nos encanta llamarlos Generación Ni-Ni / Andrés Pedreño *

Cuando se habla de la problemática social del empleo a menudo se movilizan categorías que ocultan los criterios político-ideológicos que las animan. Por ejemplo, la categoría de personas ´inactivas´ de la Encuesta de Población Activa designa a aquellas que no disponen de un empleo formal (de mercado), pero oculta que esas personas realizan un trabajo (o trabajos) al margen del mercado (atención a labores domésticas, cuidado de personas dependientes, trabajos informales, etc.) indispensable socialmente. Al calificarlo de ´inactivo´ queda inmediatamente desvalorizado, estigmatizado e inhábil para generar derechos públicos (prestaciones, de Seguridad Social, desempleo, etc.).

Estos días los medios de comunicación se han hecho eco del Informe de la OCDE que revela entre otros datos que el 23,7% de los españoles entre 15-29 años no están trabajado ni tampoco estudiando en 2010. Y de nuevo se ha sacado la categoría o etiquetaje Generación Ni-Ni (jóvenes que ni estudian ni trabajan). ¿Cuál es la génesis de este término y por qué tiene tanto éxito en su uso mediático-político e incluso entre algunos académicos?

La Generación Ni-Ni es un término que ha tenido una notable capacidad de circulación social. Su éxito se debe a que permite (presuntamente) explicar actitudes juveniles de desánimo para estudiar y trabajar. Así, un reportaje del diario El País (publicado el 22-VI-2009) afirmaba que «los sociólogos detectan la aparición de un modelo de actitud adolescente y juvenil: la de los Ni-Ni, caracterizada por el simultáneo rechazo a la hora de estudiar y trabajar» como respuesta a una pregunta previa: «¿Ha surgido una generación apática, desvitalizada, indolente, mecida en el confort familiar?». 

También se han promovido muchos estudios sobre esta generación que se aprecia como una ´degeneración´. «Se está produciendo una gran quiebra cultural. Los componentes identitarios de los jóvenes no son ya las ideas, el trabajo, la clase social, la religión o la familia, sino los gustos y aficiones y la pertenencia a la misma generación y al mismo género; es decir: elementos microespaciales, laxos y efímeros», escribe el catedrático de sociología José Felix Tezanos en su estudio sobre Juventud y Exclusión Social (2010).

Recientemente tuve ocasión de participar en un informe para el Consejo Económico Social sobre el mercado de trabajo de los jóvenes de la Región de Murcia (2012) en el que dedicamos un amplio capítulo a analizar esta problemática denominada Ni-Ni. Algunas conclusiones: 

1. Se trata de un fenómeno que ha sido cuantificado estadísticamente de forma muy confusa: no es lo mismo decir que «no encuentra trabajo» que decir «tiene actitudes de desánimo o de rechazo para trabajar o para estudiar» (este segundo significado es lo que realmente quiere expresarse con el atributo Ni-Ni). 2. Estudiando, a través de entrevistas, las trayectorias de jóvenes se comprobó la heterogeneidad de condiciones materiales de vida que está detrás de los proyectos de vida de los jóvenes entrevistados „diferencias de clase o de situación socioeconómica, o incluso diferencias de origen étnico o de género invalidan la posibilidad de englobar su realidad en una única categoría sociológica o existencial (Generación Ni-Ni).

La experiencia compartida de la precariedad laboral y vital no hace, desde luego, a una generación, pero sí a una posición social, la del ´precariado´: «Puedo citar con los dedos de una mano los días que he trabajado con contrato desde marzo hasta aquí» (joven entrevistado en la investigación). Si observamos las trayectorias de los entrevistados, aparece un itinerario absolutamente errático, en el cual ningún trabajo proporciona una carrera coherente, sino que, por el contrario, apreciamos continuos obstáculos y caídas entremedias de los saltos que se van dando de un fragmento de trabajo a otro.

 ¿Acaso las brújulas que las sociedades han diseñado son capaces de orientar a alguien en esa errancia en la que está el ´precariado juvenil´ de nuestras sociedades hoy? Perder la orientación es fácil, y no digamos ya la esperanza y la ilusión. Cuando Julián o Eladio relatan en sus respectivas entrevistas la crisis personal vivida en su fase Ni-Ni „y utilizan expresiones como «por gandulería», «una época mala», «dejadez», etc. para representar su falta de voluntad para continuar estudiando o para insertarse en el mundo laboral, están tratando de verbalizar el síntoma del malestar de todo un estrato de jóvenes que ha perdido las certezas necesarias para sentir que pueden coger las sendas de sus vidas de forma coherente. 

Pero ¿qué sucede cuando todo tu entorno vital emite señales desalentadoras que cuestionan el gran relato de la escuela y el trabajo como vehículos de integración social? Pues sucede lo que Richard Sennet anuncia en La corrosión del carácter (1998): «Sé que un régimen que no proporciona a los seres humanos ninguna razón profunda para cuidarse entre sí no puede preservar por mucho tiempo su legitimidad».

Todo apunta a que el éxito del término Ni-Ni se debe a la construcción de un atributo estigmatizante para esos estratos del ´precariado´ juvenil. Se trata de marcar con el atributo de Ni-Ni lo que se concibe como rasgos de ´degeneración´ de la juventud de hoy. El problema de esta construcción estereotipada de comportamientos anómicos bajo la lógica de la socioestigmatización es que termina responsabilizando a ellos mismos de la situación difícil que viven muchos jóvenes. No parece este un camino muy alentador para abordar la crisis social del empleo que vulnerabiliza a un buen número de jóvenes.

(*) Profesor titular de Sociología en la Universidad de Murcia

miércoles, 19 de septiembre de 2012

España tiene solución / José Ignacio Torreblanca *

Sólo hay dos maneras de situarse frente a la actual crisis: una, racional, basada en la autocrítica, y otra, irracional, basada en la autoflagelación. La primera aspira a comprender lo sucedido e introducir las reformas que eviten su repetición. La segunda, puramente emotiva, se construye sobre el victimismo y el deseo de desagravio, sea individual, profesional, de clase, territorial o colectivo (lo que me han hecho a mí, a los míos, a mi grupo, a mi identidad colectiva). Una, intenta entender qué normas hay que introducir y qué diseños institucionales hay que modificar para lograr que los agentes políticos, económicos y sociales se comporten de forma éticamente correcta y socialmente útil. 

La otra, se conforma con atribuir la crisis a las motivaciones individuales de políticos (corruptos), empresarios (rentistas), sindicalistas (anquilosados), y así sucesivamente. Adoptar la primera posición obliga a abrir un debate que permita atribuir las responsabilidades de forma adecuada y diseñar los mecanismos e instituciones correctores. Adoptar la segunda significa consumirse en un debate estéril sobre los defectos de un supuesto carácter nacional que, al parecer, explicaría toda nuestra historia. La primera posición nos sacará de la crisis, la segunda nos hundirá aún más en ella. Y, sin embargo, a decir que lo que vemos y escuchamos, no parece en absoluto evidente que estemos embarcados en el camino del reformismo, sino más bien en el de la melancolía.

¿Por dónde comenzar el rearme? Dejando bien claro que esta crisis no la explica el carácter nacional, los Austrias o la guerra de Cuba. Estados Unidos también ha tenido una burbuja inmobiliaria que ha dejado cientos de miles de trabajadores sin empleo y decenas de miles de casas vacías, por no hablar de la captura de la política por parte del dinero, que ha superado todas las cotas de obscenidad democrática. Suecia, que sin duda representa una de las formas de vida más avanzadas de este planeta, también tuvo que crear un banco malo, colocar allí los activos tóxicos y sanear el sector financiero. Alemania, a quien parece que tan sucesiva como esquizofrénicamente admiramos, envidiamos y odiamos, tampoco se ha librado de la lacra de la corrupción, especialmente de la mano de sus grandes empresas, del fraude fiscal entre los más adinerados o de los ministros plagiadores de tesis doctorales. En el Reino Unido, cuna de la democracia, la transparencia y el buen gobierno, los diputados han demostrado ser unos caraduras capaces de pasar sus gastos de jardinería a la Cámara de los Comunes mientras que la prensa amarilla se ha hinchado a pisotear los derechos fundamentales de los ciudadanos con escuchas telefónicas ilegales. ¡Vaya con el planeta anglosajón, escandinavo y protestante!

¿Qué lecciones extraemos de todos estos casos? (además de que el casticismo se cura con política comparada). Que las reglas del juego importan más que las motivaciones individuales y la psicología colectiva. Sean ángeles o demonios, les mueva el altruismo o el afán de lucro, políticos, empresarios y ciudadanos basan sus decisiones en los costes y beneficios que anticipan o sufren por esas acciones. La España nacida de la Constitución de 1978 acometió transformaciones de enorme calado que han alcanzado todos los ámbitos de la vida política, económica y social. Desde fuera de España, muchos han observado con admiración esos cambios y señalado con qué naturalidad los españoles han hecho cosas que muy pocos países han sido capaces de hacer, y menos de forma simultánea. Pocos países del mundo se han democratizado, descentralizado y abierto al exterior de una manera tan profunda, tanto en lo político como en lo económico en un periodo tan breve de tiempo. En España, además de todo ello, se construía a la vez un Estado social avanzado, con un sistema de pensiones, desempleo, sanidad y educación pública de primera clase, se vertebraba el territorio y se ponía en marcha un amplísimo marco de derechos y libertades personales.

Pese a la profundidad de la crisis actual, es indudable que este sistema político nos ha dado los mejores años de la historia de España. Cierto que los políticos de la transición y sus sucesores dejaron tareas pendientes y cometieron errores de bulto pero, con todo, sus logros, que son también los de la sociedad en su conjunto, son admirables. En una sociedad abierta se parte del supuesto de que el conocimiento humano es limitado y, por tanto, se acepta con naturalidad que las instituciones deben cambiar en paralelo a cómo lo hacen las circunstancias y las personas que las vieron crecer. Por eso, lo que toca ahora es retomar el impulso reformista que ha inspirado estas últimas tres décadas, no el pesimismo antropológico de los escritores de la generación del 98 que algunos tan empeñados están en poner de actualidad.

Todo ello requiere identificar cuidadosamente las reformas que se quieren acometer. Y no se trata tanto de reformar radicalmente el sistema electoral, que parece haberse convertido en el mantra que todo lo explicaría, pues la experiencia comparada nos dice que sistemas electorales distintos consiguen resultados muy iguales y al revés (piénsese en Reino Unido y Dinamarca, que tienen Parlamentos que funcionan y políticos responsables a pesar de tener uno un sistema mayoritario y el otro uno proporcional), sino de retocarlo para corregir algunos de sus defectos más señalados, como el excesivo número de circunscripciones de muy pequeño tamaño, que provoca un efecto mayoritario muy acusado.

Claramente, necesitamos una reforma política, pero más que tirarlo todo abajo, se trataría de cambiar las estructuras de incentivos existentes actualmente para: primero, forzar una mayor independencia de los cargos electos y militantes frente a las cúpulas de sus partidos, lo que podría lograrse condicionando las subvenciones públicas a los partidos a la existencia de una verdadera democracia interna; segundo, acometer la despolitización de la administración pública, lo que requiere separar claramente las estructuras políticas y administrativas que coexisten en la actualidad dentro de ella; tercero, lograr que el Parlamento y sus comisiones se conviertan en el lugar donde efectivamente se controle la acción de gobierno, no el lugar donde se amplifique esa acción; cuarto, garantizar la independencia de las instituciones y poderes de del Estado que tienen que controlar a los políticos, lo que se puede lograr combinando mandatos largos o vitalicios con renovaciones parciales; quinto, implantar el máximo de transparencia en la gestión de lo público, de tal manera que los gastos y contratos de cada administración pública pueda ser controlados de forma efectiva y en tiempo real por cualquier ciudadano o institución; sexto, completar el Estado autonómico con un sistema fiscal que, independientemente de si lo llamamos federal o no, deje bien claro ante los ciudadanos quién hace qué, con qué recursos se paga y, por tanto, a quién han de pedir cuentas.

Entre otras cosas, esta crisis nos obliga a revisar las competencias y recursos de los que disponen los tres niveles de gobierno que tenemos: el europeo, el nacional y el autonómico. Unas competencias se recentralizarán, otras se descentralizarán, otras se coordinarán con mecanismos distintos y todas deberán financiarse de forma sostenible. Ello requiere un debate y una negociación, que no ha de ser dramática ni existencial. Incluso, si a pesar de ello, algunos quieren optar por la independencia, es una opción legítima con la que, como muestran Canadá y otras democracias, se puede convivir, eso sí, dentro de unas reglas del juego y normas tan democráticas como esas mismas aspiraciones, no con apelaciones a agravios históricos, las esencias o la identidad.

Las soluciones a todos los problemas que tiene España son, por naturaleza, imperfectas e incompletas, difíciles de alcanzar, complejas de mantener y requerirán ajustes posteriores. Pero hay, al menos, dos razones para el optimismo: una, que su solución no exige el heroísmo ni el sacrificio sino el concurso colectivo de todos y cada uno de nosotros, cada uno en su ámbito de responsabilidad; dos, que los problemas que nos acosan hoy no son, objetivamente, más difíciles que aquellos que hemos resuelto en nuestro pasado más inmediato de forma satisfactoria. Si España tiene solución es porque, afortunadamente, ya no es el problema ni tiene un problema, sino, como todos los demás países de su entorno, muchos problemas a cuya solución dedicarnos.

(*) José Ignacio Torreblanca es profesor de Ciencia Política en la UNED.

martes, 18 de septiembre de 2012

¿Es EEUU una democracia? / Vicenç Navarro*


Esta pregunta parece, a primera vista, una provocación, pero no lo es. En un momento como el actual con una extensa cobertura mediática de las elecciones a la Presidencia y al Congreso de EEUU, en la que aparece un debate vivo e intenso entre dos posturas distintas representadas por dos opciones claramente diferenciadas, el Partido Republicano y el Partido Demócrata, cuyos candidatos a la Presidencia del país han sido resultado de unas primarias, especialmente intensas en el caso del Partido Republicano, tal pregunta será interpretada por la sabiduría convencional que tales medios reproducen, como una “frivolidad” en el mejor de los casos, o como un indicador más del supuesto “antiamericanismo” que supuestamente caracteriza a las izquierdas europeas. 

Puesto que tal acusación ya se ha hecho en más de una ocasión, me siento en la necesidad de aclarar que he vivido durante muchos años en EEUU y que me siento comprometido emotiva y políticamente con el bienestar de las clases populares de aquel país a las que he intentado servir durante mis años de trabajo en EEUU (desde las aulas de la academia hasta los despachos de la Casa Blanca), siendo mis críticas a las instituciones representativas de aquel país fruto de tal compromiso, pues comparto la percepción generalizada que tiene la mayoría de la población estadounidense de que tales instituciones representativas no representan en realidad sus intereses. 

El 85% (repito, el 85%) de la población estadounidense, por ejemplo, no considera que el Congreso de los EEUU represente sus intereses. Y cuando se les pide a quién creen que representa, la respuesta mayoritaría (el 82%) es la Corporate Class (los componentes de las élites empresariales de las grandes compañías o empresas del país).

La mayoría de la población lleva razón. Los debates de la vida política se hacen dentro de unos márgenes muy limitados definidos precisamente por tal Corporate Class, que es la que financia el proceso electoral y las campañas electorales de la gran mayoría de los políticos. 

Ni que decir tiene que existe diversidad en el abanico de propuestas hechas por los dos partidos mayoritarios –el Partido Republicano y el Partido Demócrata-, diversidad que es la que alimenta el debate político y mediático en el país. Pero tal diversidad está muy limitada debido a las fronteras ideológicas definidas por la Corporate Class. Existen miles de ejemplos de esta falta de diversidad. 

 Por ejemplo, todas las ofertas de cambio en el sistema de sanidad, eminentemente privado (aunque financiado públicamente en un 48% de todo el gasto sanitario) no cuestionan el protagonismo de las compañías de seguro privadas en la gestión del sistema, y ello a pesar de que según las encuestas de opinión popular, una mayoría de ciudadanos en aquel país preferiría un sistema (como existe en Canadá) en que el papel de tales compañías sería muy inferior.

 En realidad, la aplicación del sistema canadiense en EEUU permitiría la extensión de la cobertura sanitaria a toda la población (medida deseada por la mayoría de la población) a un coste mucho menor que el actual de EEUU (que alcanza a ser un 16% del PIB). Tal posibilidad, sin embargo, ha sido descartada, incluso por el Presidente Obama. Las compañías de seguros privadas han financiado extensamente las campañas de todos los candidatos (tanto de los demócratas como de los republicanos) a la Presidencia de EEUU, impidiendo que tal alternativa sea incluso discutida. Y ello, repito, a pesar de su popularidad.

La baja calidad democrática de los sistemas mayoritarios
El sistema bilateral mayoritario, sin ningún sesgo de proporcionalidad, favorece esta captura de los partidos por los componentes de la Corporate Class. Es paradójico que EEUU, el prototipo del sistema electoral mayoritario sea tomado como ejemplo por algunas voces en España. El reciente artículo en El País “Una teoría de la clase política española” (14.09.12) proponiendo el sistema mayoritario muestra un claro desconocimiento de su autor, César Molinas, de la realidad política estadounidense, el sistema mayoritario “por excelencia”.

 En realidad las graves limitaciones que existen en la democracia española se basan precisamente en la escasa proporcionalidad de su sistema electoral. El protagonismo de la vida política y mediática del país por parte de dos opciones mayoritarias (favorecido por tal sistema electoral) en España ha empobrecido enormemente la vida política del país, facilitando, a su vez, su adaptación (cuando no coaptación) a los poderes financieros y económicos dominantes en España. No es extraño, por cierto, que los movimientos a favor de cambios profundos en sus sistemas democráticos –como el Occupy Wall Street y el 15M- hayan ocurrido en dos de los países con menor proporcionalidad en su sistema político (EEUU y España).

La privatización del sistema electoral
El otro problema de la democracia estadounidense es la privatización del sistema electoral. Las elecciones son financiadas predominantemente por fondos privados provenientes en su gran mayoría de las grandes empresas y de los grupos fácticos que donan su dinero con el objetivo (exitoso) de influenciar a aquellos que reciben el dinero. La gran mayoría de fondos que financian a los candidatos (incluyendo a Barack Obama en las últimas elecciones presidenciales y en las presentes) procedían y proceden de grandes empresas o asociaciones comerciales o profesionales.

Esta situación ha alcanzado su máxima dimensión con la aprobación por parte del Tribunal Supremo de EEUU, de una sentencia, en el caso Citizens United vs Federal Electoral Commission, permitiendo que las empresas pudieran dar tanto dinero como quisieran a los candidatos políticos a fin de influenciar las elecciones y/o las decisiones políticas. Estas empresas pueden, incluso, ser extranjeras. 

Hemos visto así como el Instituto Americano del Petróleo (IAP), el portavoz de las compañías petrolíferas, se ha gastado 7.3 millones de dólares para oponerse (exitosamente) a cualquier legislación federal que previniera el calentamiento ambiental, resultado de la utilización de petróleo. Uno de los dirigentes más activos ha sido Tofiq Al-Gabsani, el representante de las empresas petrolíferas basadas en Arabia Saudí, hoy uno de los mayores financiadores del candidato republicano Romney.

La participación activa del IAP en la financiación del Partido Republicano fue la causa de que el 86% de los nuevos miembros republicanos en las últimas elecciones al Congreso de EEUU firmaran un manifiesto, redactado por IAP, en el que se comprometían a oponerse a cualquier tipo de legislación que regulara el comportamiento de la industria petrolífera para prevenir el cambio climático. El IAP ha negado que el obvio cambio climático tenga nada que ver con la utilización del petróleo, financiando estudios de nula credibilidad científica que supuestamente muestran que tal cambio climático se deba a causas naturales (ver Lee Fang “How Citizens United unleashed millions in secretive spending by US and foreign firms”. The Nation. 27.08.12).

Otro ejemplo es la Asociación de la Industria Farmacéutica, que ha gastado 10 millones de dólares para evitar (exitosamente) que el gobierno federal sea el que defina el precio de los fármacos que éste compra, con lo cual el precio de tales fármacos los dicta la propia industria farmacéutica en lugar del gobierno federal. EEUU es el único país que no utiliza su enorme poder de compra de fármacos para dictar los precios de los productos farmacéuticos que compra. Tiene que comprarlos al precio marcado por la industria.

¿En qué se gasta el dinero?
Esta cantidad de dinero se utiliza sobre todo para comprar tiempo televisivo y radiofónico, abierto al mejor pagador sin ninguna regulación en la distribución de tal espacio. Y el contenido de los anuncios políticos, cuyo número y tiempo de exposición depende del dinero del candidato político, tampoco tiene ningún tipo de regulación. Un anuncio puede mentir descaradamente –como lo hacen los candidatos Romney y Ryan- sobre sus adversarios políticos sin que haya ninguna capacidad de respuesta, excepto comprando otro anuncio que lo rebata. 

El que tiene menos fondos puede aparecer y rebatir menos. De ahí que el objetivo de Romney sea conseguir varias veces más dinero que el candidato Obama, hoy Presidente, pues está seguro (y lleva razón en sus predicciones) que con tal abundancia de fondos puede derrotarlo. Y estos fondos proceden, de nuevo, en su gran mayoría de la Corporate Class. 

Como ha reconocido nada menos que el Senador Republicano John McCain, candidato republicano a la presidencia de EEUU en 2008, “las elecciones en EEUU son un juego de poder en el que ambos partidos políticos –el Republicano y el Demócrata- compiten para permanecer en sus cargos, vendiendo el país al mejor postor” (citado en Bill Moyers, Money in Politics: where is the outrage?). 

¿Es esto una democracia? Imagínense que esto ocurriera en Venezuela. El follón que se armaría en los medios sería enorme. Ocurre en EEUU, y tales medios dedican horas y horas a lo que llaman proceso democrático en aquel país, sin cuestionar, ni una sola vez, si es, en realidad, un proceso democrático.

(*) Vicenç Navarro ha sido Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Barcelona. Actualmente es Catedrático de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Pompeu Fabra (Barcelona, España). Es también profesor de Políticas Públicas en The Johns Hopkins University (Baltimore, EEUU) donde ha impartido docencia durante 35 años. Dirige el Programa en Políticas Públicas y Sociales patrocinado conjuntamente por la Universidad Pompeu Fabra y The Johns Hopkins University. Dirige también el Observatorio Social de España.

lunes, 17 de septiembre de 2012

El único nuevo estado europeo se diseña en Berlín, Bruselas y Francfort / Andy Robinson *

La defensa acérrima del estado nación actualmente existente, se extendió ayer desde Madrid y Valladolid hasta Washington. En uno de los momentos mas  surrealistas de esta crisis, se produjo,  durante una teleconferencia de la revista Foreign Affairs en la capital estadounidense, un intercambio de ideas sobre  la secesión de Catalunya del estado español. Participaba Robert Rubin, ex secretario del Tesoro de Bill Clinton y ex presidente de Goldman Sachs, uno de los tres mosqueteros de la crisis global hace dos décadas, ahora, a los 74 años, menos  valorado tras conocer su complicidad en la manipulación financiera del gran banco “calamar vampiro” de inversiones.  Otros participantes eran Fred Bergsten, el veterano defensor del dólar barato  del Peterson Institute, y  Sebastian  Mallaby, euroescéptico británico del Consejo de relaciones extranjeros.

“Was the question about the secesión of Catalonia?” (“Nos han preguntado por el impacto de la secesión de Catalunya) preguntó  Rubin tras una pregunta telefónica de un compañero de Catalunya Radio.  El moderador del debate de  Foreign Affairs le ofreció al ex secretario la opción de contestar genéricamente sobre la posibilidad de que la crisis europea desatase fuerzas centrifúgales en los viejos estados naciones europeos. Pero Rubin  insisistió en responder sobre  Catalunya sin que quedase muy claro si sabía donde estaba: “I’d say a Catalonian  (sic) secesión would be noticeable (“Yo diría que el impacto de una secesión catalana no pasaría desapercibido”), dijo con el understatement irónico del judío neoyorquino,  utilizando un termino algo gris (noticeable) para dar a entender que el impacto sería algo así como una bomba atómica.

Es curiosa esa insistencia en la importancia critica de la integridad  del viejo estado nación en un momento en el cual una transferencia  de soberanía desde el estado nación ya se produce a ritmo de vértigo. Y no hacia abajo aproximando el poder al pueblo sino hacia arriba. El  pacto fiscal europeo acordado este año transfiere todos los poderes fiscales desde las capitales de los estados naciones de la zona euro a Berlín, Bruselas y Fráncfort. Fráncfort ya se había hecho hace años con la capacidad de hacer política monetaria y pronto será el centro neurálgico de una unión bancaria  europea que restará soberanía nacional de supervisión y resolución bancaria.. ¿Pero qué queda para la gestion macroeconómica si los estimulos monetarios, fiscales o crediticios ya son la resposnabilidad de algun comite de hombres trajeados en Francfort?

Estas transferencias se suman a todas las competencias ya cedidas por los estados naciones europeos en las uútimas décadas, desde el derecho de apoyar  a sus industrias estratégicas, de adoptar políticas agrícolas que evitan al destrucción de su campo, o de usar aranceles para proteger industrias y empleo, medidas que siempre han sido las herramientas básicas de desarrollo del estado nación. Todas se han trasferido a Bruselas en  la construcción del supèr estado europe. Y ahora la transferencia se acelera para evitar el colapso.

Es la ironía trágica de todos los debates apasionados que  se llevan a cabo en bares y restaurantes en Madrid , Barcelona Dublín, Atenas, Lisboa protestando contra o defendiendo los ajustes o los nacionalismos: lo cierto es que  la única manera de que podemos salvarnos de la tortura de la austeridad eterna y la depresión con la probable fragmentación catastrófica de la zona euro, es mediante la transferencia de casi todos los poderes  económicos ( por tanto sociales y políticos también) a un nuevo súper estado nación europeo. Eso lo saben ya todos los lideres europeos. Para la ciudadanía solo queda hacer todo lo posible para transferir algunos controles democráticos también. (No me preguntes cómo).

Este desesperante callejón sin salida es la consecuencia de la decisión desastrosa de los lideres españoles y catalanes -pongamos Felipe González, Jordi Pujol, José maría Aznar, para empezar-  de apoyar la creación de la unión monetaria con catastróficos fallos de diseño. Ninguno pareció entender los principios elementales de macroeconomía que demostraban que la unión parcial no era viable. Un shock externo convertiría inevitablemente (era solo cuestión de tiempo)  a España y Catalunya en sociedades sin defensas. Cualquier país deudor caería en la trampa pero la unión estaba diseñada de tal manera que la acumulación de deuda era necesaria para la convergencia bajo la lógica imposible de los disñadores de la unión,  tal y como se vio en Irlanda y España.

Antes de crear la unión monetaria se debería haber celebrado un debate amplio y abierto sobre si se quería de verdad ceder soberanía a Europa. ¿Qué medio de comunicación planteó alternativas en los ochenta y noventa? De existir ese compromiso por la inevitable desaparición del estado nación , se debería haber realizado las transferencias de las instituciones democráticas a Europa asi como la construcción de las instituciones necesarias para una unión económica  antes de iniciar la construcción de una unión monetaria. . Ningún líder resposable y amante de su pais bien sea  español bien catalán habria permitido la creación de una unión que dejara tan vulnerable a su pueblo. Pero nadie en el poder (político o mediatico) hace 20 años en España planteó esta necesidad . España se había sucumbido a  un europeísmo intolerante que identificaba la democracia y la modernidad con Europa y suprimía todo debate sobre el euro. Tengo conocimiento de causa porque sé lo que era publicable y no publicable en los medios de Madrid en aquel entonces.

Por eso, la paradoja de la crisis europea es que cuando Artur Mas insiste en que Catalunya necesita un estado propio es que podría decirse lo mismo de Grecia, Portugal, Irlanda, y , hay que decirlo, España también. Lo poco que queda de la soberanía de estos antiguos estados naciones de la vieja Europa, esta a punto de desaparecer para siempre.  Quizas el motivo por el que Mas puede revindicar de manera tan contundente un estado nación catalán sin preocuparse demasiado por las consecuencias es que los estados naciones en Europa están en vías de desaparición.

Curiosamente  Fred Bergsten ,  veterano defensor de la unión monetaría  entendió instintivamente la verdadera dinámica que destruye y reconstruye el estado en Europa en estos momentos.  “La secesión de  Catalunya sería un paso político enorme y un indicio de que Europa se estuviera cayendo a pedazos; este peligro  de desintegración tendría implicaciones gigantescas porque recordaría el bad, old Europe que una vez amenazó la paz no solo del Europa sino del mundo”, dijo . Y continuó: ” De modo que los lideres europeos no lo podrían permitir ; reforzaría su empeño para hacer lo necesario para que este edificio se mantenga  íntegramente en pie mediante la creación nuevas instituciones europeas y la ampliación del fondo de rescate”, dijo.

Dicho de otro modo, cuanto más las fuerzas centrifúgales de protesta amenazan los estados naciones existentes, mas se tendrá que acelerar la transferencia de soberanía a Bruselas y Fráncfort. “No creo que Catalunya vaya a dar la espalda a Bruselas y Fráncfort si es de donde van a conseguir el dinero para mantener sus pensiones y protección social”, añadió Bergsten.

Rubin y Bergsten seguramente no se han fijado en que algunos en EE.UU. quieren secesión también.   Me ha comentando mi amigo Thomas Naylor del grupo secesionista del estado de Vermont, Second Vermont republic que hoy  viernes se leerá el llamado Manifiesto de Montpelier delante del sede de gobierno de Vermont. El manifiesto ha aparecido en 6.500 paginas web en EE.UU. Es una defensa  de la pequeña nación económicamente independiente y un ataque apasionado contra la tiranía de los grandes superestados. Arremete contra “un gobierno demasiado grande, demasiado centralizado , demasiado injusto, demasiado poderoso, demasiado intrusivo, demasiado negligente ante las necesidades de los ciudadanos individuales y las comunidades pequeñas”. Se refiere al super estado de Estados Unidos pero valdría aún mas  para un nuevo   súper estado  en ciernes que  ni tan siquiera cuenta con  los checks and balances de  EE.UU.. Es el nuevo estado europeo.

(*) Nacido en las afueras de Liverpool (1960), Robinson ha vivido en Londres, Sabadell, Barcelona, Nueva York y Madrid. Es licenciado por la London School of Economics en Ciencias Económicas y Sociología y en Periodismo por El País UAM. Ha sido corresponsal de La Vanguardia en Nueva York. Ha trabajado en España para Cinco Días, Business Week, The Guardian, The New Statesman, Ajo Blanco. Ahora escribe para La Vanguardia y The Nation ( Nueva York). Sigue a los flujos globales de capitales que desestabilizan el mundo desde Reikiavik a Los Angeles, La Paz a Dubai y descubre que -como dice el geógrafo marxista David Harvey- "el capitalismo jamás resuelve sus problemas; se limita a desplazarlos a otros lugares".

domingo, 16 de septiembre de 2012

El dogma económico de la “austeridad expansiva” / Vicenç Navarro *

 Por definición, dogma es un sistema de creencias basadas en la fe y no en la evidencia científica. Y mientras que hay conciencia de las consecuencias, muchas de ellas negativas, que los dogmas religiosos han tenido a lo largo de la historia, hay poca percatación de los impactos sumamente negativos que los dogmas económicos han tenido en nuestra realidad, como lo demuestra la aplicación del dogma neoliberal en la situación presente. La aplicación de las políticas derivadas de tal dogma está llevando a España, a Europa y al mundo a un desastre. Y la evidencia científica de que esto es así es robusta y abrumadora, lo cual no es un obstáculo para que tales políticas continúen promocionándose en los medios y aplicándose por las autoridades públicas.

Un principio básico de tal dogma neoliberal es lo que éste define como “austeridad expansiva” (en inglés, Expansionary Austerity). Los generadores de tal principio son dos profesores de la Harvard University, Alberto Alesina y Silvia Ardagna que, a través de sus escritos sostienen que las políticas de austeridad (la manera como definen los recortes de gasto público y muy en especial del gasto público social, así como las medidas orientadas a reducir los salarios) estimulan el crecimiento económico, pues, según ellos, tales políticas de rectitud fiscal y ortodoxia económica dan confianza a los mercados financieros, que son los que en definitiva juegan un papel clave en la provisión de fondos invertidos en un país. Que la deuda pública de un país tenga unos intereses altos o bajos depende primordialmente –según tales autores- de la famosa confianza de los mercados financieros (que quiere decir de la Banca, de las compañías de seguros, de los capitales de alto riesgo y de otras entidades financieras) en la capacidad de los Estados de poder pagar los intereses de su deuda pública.

Y la reducción de los salarios es –de nuevo, según ellos- buena, pues facilita la competitividad y las exportaciones, que son el motor de la economía. Esta bajada de salarios (facilitada por las reformas laborales, cuyo objetivo, casi nunca explicitado en sus propuestas, es precisamente bajar los salarios) y la eliminación o reducción de la protección social y del Estado del Bienestar, que protege primordialmente a las clases populares, incluyendo a los trabajadores, es parte de lo que se llama la devaluación doméstica. Al no poder reducir el precio de los productos mediante la devaluación de la moneda, los países de la Eurozona tienen que conseguir la reducción de los precios de los productos y servicios que produce, a fin de hacerlos más competitivos, a base del descenso de los salarios.

Hasta aquí el dogma. Y las políticas que del dogma se derivan (recortes de gasto público y bajada de salarios) se han implementado en los países de la Eurozona durante estos años de crisis bajo el supuesto de que, a más recortes, habrá mayor crecimiento económico y, a más reducción de los salarios, habrá más crecimiento de las exportaciones y más estímulo y crecimiento económico. Este dogma tiene sus sacerdotes –los economistas que gozan de gran proyección mediática, algunos con llamativas chaquetas que ayudan a dar visibilidad a tales argumentos, otros con la pomposidad de autodefinirse como los guardianes de la ortodoxia económica-. Todos ellos gozan, no sólo de amplias cajas de resonancia en los medios, sino de amplio apoyo financiero de la banca y de las grandes empresas en el país. Existe así toda una retahíla de centros llamados de investigación económica (FEDEA, IESE, y centros de estudios del BBVA y del Banco de España, entre otros) financiados o próximos a la banca que promueven el dogma.

El hecho de que, a pesar de que la evidencia científica muestra lo erróneo de sus supuestos, se continúe promoviendo es porque, como todo dogma, sirve a unos intereses financieros y económicos: la banca y la gran patronal, que lo financian y promueven. La gran mayoría de medios de información están profundamente endeudados y son dependientes de la banca. De ahí la gran visibilidad mediática de tales economistas, visibilidad que se debe a su función apologética del poder financiero y empresarial y no a su fortaleza argumentativa que es escasa, cuando no nula.

Hoy la Eurozona está en una crisis profunda, muy acentuada en los países GIPSI (Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia). Tras cuatro años de aplicación de tales políticas, ¿dónde está la expansión económica prometida? En realidad, no está, pues el dogma es profundamente erróneo. Estos recortes han contribuido a crear la recesión. Han creado un problema gravísimo de falta de demanda. El enorme endeudamiento de las familias (endeudamiento que benefició a la banca) limita las posibilidades de reavivar la economía, problema agravado todavía más con la reducción salarial. En estos momentos, el único sector que puede reavivar la economía es el público, que precisamente está siendo también recortado, creando la enorme recesión (ver “El euro no tiene problemas; las clases populares sí que los tienen”. Social Europe Journal. 17.08.12, en www.vnavarro.org).

Lo que estamos viendo es un ataque frontal al mundo del trabajo (la mayoría de la población) por parte del mundo del capital especulativo (una minoría de la población) que controla las instituciones europeas, incluyendo el BCE, que no protege a los Estados frente a la especulación de los mercados. Es la lucha de clases, no sólo de la burguesía frente al mundo obrero (que existe y continúa), sino de una minoría frente a la gran mayoría de la población.

Una última observación. En 2010, veinte economistas escribieron una carta en el Sunday Times de apoyo a las propuestas de austeridad del Ministro de Economía del gobierno conservador, el Sr.George Osborne (medidas llevadas a cabo al poco de proponerse), indicando la urgencia y necesidad de que se tomaran tales medidas para reavivar la economía de Gran Bretaña. Tales economistas eran economistas de universidades europeas de gran prestigio o miembros de grandes empresas financieras. Este Agosto, más de dos años después, y en la economía británica casi en recesión, la revista semanario News Statesman les ha entrevistado preguntándoles si, a la luz del fracaso de tales políticas de austeridad, cambiarían de opinión (“Even the economists who endorsed the Chancellor are abandoning him” New Statement. 20.08.12). La revista ha publicado algunas de las respuestas. Y es interesante que algunos (como el profesor Danny Quah, de la London School of Economics, y el economista de Capital Economics, el Sr. Roger Bootle) tienen ahora dudas de la utilidad de tales medidas.

Los economistas españoles firmantes de la carta mostrando la intensidad de su fe en el dogma vigente, no admiten ningún error ni ninguna duda. La mayoría, sin embargo, sí que manifiestan reservas. Está claro que se encuentran incómodos.

Es una lástima que ningún diario o semanario español haya hecho la misma pregunta a los casi cien economistas, la mayoría académicos, que firmaron la carta, promovida por Fedea, pidiendo políticas de austeridad (que incluiría las reformas del mercado laboral) a fin de –según su discurso- facilitar la creación de empleo y disminución del desempleo. A la luz del fracaso de tales medidas, uno esperaría un mínimo de autocrítica. Pues no, aunque ninguna revista española les ha preguntado si se arrepienten de su firma, es predecible que la respuesta sería un rotundo no, afirmando que llevaban y continúan llevando razón. 

En realidad, la gran mayoría de firmantes continúan promoviendo tales políticas. Los dogmas en España, sean religiosos o económicos, siempre han dominado la vida política, económica y cultural del país. Y así nos va.

(*)  Vicenç Navarro ha sido Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Barcelona. Actualmente es Catedrático de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Pompeu Fabra (Barcelona, España). Es también profesor de Políticas Públicas en The Johns Hopkins University (Baltimore, EEUU) donde ha impartido docencia durante 35 años. Dirige el Programa en Políticas Públicas y Sociales patrocinado conjuntamente por la Universidad Pompeu Fabra y The Johns Hopkins University. Dirige también el Observatorio Social de España.