sábado, 22 de septiembre de 2012

Por qué nos encanta llamarlos Generación Ni-Ni / Andrés Pedreño *

Cuando se habla de la problemática social del empleo a menudo se movilizan categorías que ocultan los criterios político-ideológicos que las animan. Por ejemplo, la categoría de personas ´inactivas´ de la Encuesta de Población Activa designa a aquellas que no disponen de un empleo formal (de mercado), pero oculta que esas personas realizan un trabajo (o trabajos) al margen del mercado (atención a labores domésticas, cuidado de personas dependientes, trabajos informales, etc.) indispensable socialmente. Al calificarlo de ´inactivo´ queda inmediatamente desvalorizado, estigmatizado e inhábil para generar derechos públicos (prestaciones, de Seguridad Social, desempleo, etc.).

Estos días los medios de comunicación se han hecho eco del Informe de la OCDE que revela entre otros datos que el 23,7% de los españoles entre 15-29 años no están trabajado ni tampoco estudiando en 2010. Y de nuevo se ha sacado la categoría o etiquetaje Generación Ni-Ni (jóvenes que ni estudian ni trabajan). ¿Cuál es la génesis de este término y por qué tiene tanto éxito en su uso mediático-político e incluso entre algunos académicos?

La Generación Ni-Ni es un término que ha tenido una notable capacidad de circulación social. Su éxito se debe a que permite (presuntamente) explicar actitudes juveniles de desánimo para estudiar y trabajar. Así, un reportaje del diario El País (publicado el 22-VI-2009) afirmaba que «los sociólogos detectan la aparición de un modelo de actitud adolescente y juvenil: la de los Ni-Ni, caracterizada por el simultáneo rechazo a la hora de estudiar y trabajar» como respuesta a una pregunta previa: «¿Ha surgido una generación apática, desvitalizada, indolente, mecida en el confort familiar?». 

También se han promovido muchos estudios sobre esta generación que se aprecia como una ´degeneración´. «Se está produciendo una gran quiebra cultural. Los componentes identitarios de los jóvenes no son ya las ideas, el trabajo, la clase social, la religión o la familia, sino los gustos y aficiones y la pertenencia a la misma generación y al mismo género; es decir: elementos microespaciales, laxos y efímeros», escribe el catedrático de sociología José Felix Tezanos en su estudio sobre Juventud y Exclusión Social (2010).

Recientemente tuve ocasión de participar en un informe para el Consejo Económico Social sobre el mercado de trabajo de los jóvenes de la Región de Murcia (2012) en el que dedicamos un amplio capítulo a analizar esta problemática denominada Ni-Ni. Algunas conclusiones: 

1. Se trata de un fenómeno que ha sido cuantificado estadísticamente de forma muy confusa: no es lo mismo decir que «no encuentra trabajo» que decir «tiene actitudes de desánimo o de rechazo para trabajar o para estudiar» (este segundo significado es lo que realmente quiere expresarse con el atributo Ni-Ni). 2. Estudiando, a través de entrevistas, las trayectorias de jóvenes se comprobó la heterogeneidad de condiciones materiales de vida que está detrás de los proyectos de vida de los jóvenes entrevistados „diferencias de clase o de situación socioeconómica, o incluso diferencias de origen étnico o de género invalidan la posibilidad de englobar su realidad en una única categoría sociológica o existencial (Generación Ni-Ni).

La experiencia compartida de la precariedad laboral y vital no hace, desde luego, a una generación, pero sí a una posición social, la del ´precariado´: «Puedo citar con los dedos de una mano los días que he trabajado con contrato desde marzo hasta aquí» (joven entrevistado en la investigación). Si observamos las trayectorias de los entrevistados, aparece un itinerario absolutamente errático, en el cual ningún trabajo proporciona una carrera coherente, sino que, por el contrario, apreciamos continuos obstáculos y caídas entremedias de los saltos que se van dando de un fragmento de trabajo a otro.

 ¿Acaso las brújulas que las sociedades han diseñado son capaces de orientar a alguien en esa errancia en la que está el ´precariado juvenil´ de nuestras sociedades hoy? Perder la orientación es fácil, y no digamos ya la esperanza y la ilusión. Cuando Julián o Eladio relatan en sus respectivas entrevistas la crisis personal vivida en su fase Ni-Ni „y utilizan expresiones como «por gandulería», «una época mala», «dejadez», etc. para representar su falta de voluntad para continuar estudiando o para insertarse en el mundo laboral, están tratando de verbalizar el síntoma del malestar de todo un estrato de jóvenes que ha perdido las certezas necesarias para sentir que pueden coger las sendas de sus vidas de forma coherente. 

Pero ¿qué sucede cuando todo tu entorno vital emite señales desalentadoras que cuestionan el gran relato de la escuela y el trabajo como vehículos de integración social? Pues sucede lo que Richard Sennet anuncia en La corrosión del carácter (1998): «Sé que un régimen que no proporciona a los seres humanos ninguna razón profunda para cuidarse entre sí no puede preservar por mucho tiempo su legitimidad».

Todo apunta a que el éxito del término Ni-Ni se debe a la construcción de un atributo estigmatizante para esos estratos del ´precariado´ juvenil. Se trata de marcar con el atributo de Ni-Ni lo que se concibe como rasgos de ´degeneración´ de la juventud de hoy. El problema de esta construcción estereotipada de comportamientos anómicos bajo la lógica de la socioestigmatización es que termina responsabilizando a ellos mismos de la situación difícil que viven muchos jóvenes. No parece este un camino muy alentador para abordar la crisis social del empleo que vulnerabiliza a un buen número de jóvenes.

(*) Profesor titular de Sociología en la Universidad de Murcia

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