lunes, 9 de enero de 2012

Recuperación y normalidad / Alejandro Nadal *

Los pronósticos para la economía mundial en 2012 no son buenos. La crisis en Europa se intensifica y la economía en Estados Unidos no ha terminado su ciclo depresivo. Y hasta China, la economía más dinámica del mundo, terminará con una tasa de crecimiento inferior para el año que acaba de comenzar. Todo indica, pues, que el nuevo año no será fácil.

Las opciones de política aplicadas en la mayoría de los países afectados por la crisis colocarán a la economía mundial en la trayectoria de una recesión prolongada. Una parte de la discusión en Europa sigue centrada sobre el papel del Banco Central Europeo (BCE) y la necesidad de convertirlo en prestamista de última instancia. De esta manera se busca reconstruir el vínculo entre política monetaria y fiscal al permitirle intervenir directamente en los mercados de deuda soberana. Pero este camino parece cerrado y no hay indicios de que en un futuro cercano se pudieran establecer las bases de un arreglo diferente. Lo último que se decidió en la cumbre del 9 de diciembre pasado fue iniciar un proceso en el que a la larga se fortalecería el control sobre la política fiscal de los países miembros de la Unión Europea (UE). El objetivo final en ese caso sigue siendo la imposición de una más intensa austeridad fiscal, lo que no es un buen augurio para la economía europea dado que no ataca las causas de la crisis.

Antes de la debacle del mercado de bonos de Italia ya se pronosticaba un débil crecimiento económico en todo el mundo para los próximos años. Eso es normal debido al problema que representa la recapitalización de los bancos europeos. Así, para las economías de la eurozona el Fondo Monetario Internacional (FMI) pronostica una expansión de apenas uno por ciento este año. La previsión de la Unión Europea es todavía más pesimista: 0.6 por ciento. La profundización de la crisis en Europa tendrá repercusiones duraderas sobre la economía mundial. Para el conjunto de las economías desarrolladas, la tasa de crecimiento será de 1.9 por ciento a lo largo de 2011.

La crisis actual ha recibido en Estados Unidos el nombre de Gran Recesión, con lo que se quiere evitar la referencia dolorosa a la Gran Depresión. Pero la historia económica de los últimos 45 años demuestra una propensión hacia la mediocridad en la recuperación después de cada ciclo de negocios. Y la actual crisis, o como se le quiera llamar, no hace sino confirmar esa tendencia.

Los modelos del Instituto de Investigaciones Sobre Ciclos Económicos (ECRI, por sus siglas en inglés) indican que dentro de pocos meses la tasa de desempleo abierto podría volver a aumentar y a rebasar el temido umbral de 10 por ciento. Eso podría coincidir con la elección presidencial y causar problemas adicionales a la campaña de Barack Obama en un momento en el que los candidatos republicanos compiten por ver quién es más conservador.

Más grave todavía es el hecho de que la amplificación de la recesión en Europa tendrá el efecto de un choque externo en la economía estadounidense, anulando cualquier posibilidad de recuperación. Aun cuando apenas 16 por ciento de las exportaciones estadounidenses se dirigen hacia Europa, la recesión prolongada en la UE afectará el mercado laboral en Estados Unidos.

Además, la crisis financiera en Europa también afectará el valor de los activos financieros que los agentes estadounidenses mantienen en la eurozona y eso tiene un efecto importante sobre su riqueza y, por tanto, sobre su poder de compra. Además, una buena parte de los bancos estadounidenses se encuentra seriamente expuesto frente al riesgo de una moratoria de la deuda de varios países europeos debido a swaps o seguros de deuda.

A pesar de todos los avisos, hoy el mundo capitalista desarrollado se encierra en una histeria de austeridad, mientras que ninguno de los problemas que provocaron la crisis recibe la atención que merece. Como todas las recetas de política económica que se aplican están equivocadas, uno acaba por preguntarse ¿cuál es ese estado de normalidad hacia el cual nos debería llevar la recuperación (si es que existe)?

Al buscar respuesta comienza a ser menos sorprendente la ceguera de los responsables de la política económica en los centros de poder. Claro, porque la normalidad a la que se quiere regresar es la pesadilla neoliberal.

Desde hace 30 años la economía mundial desciende por una espiral hacia una mayor desigualdad, más desempleo, menos crecimiento y una destrucción ambiental sin paralelo en la historia. ¿De qué se sorprenden los hacedores de la política económica y sus acólitos en la prensa internacional de negocios? Desde hace dos décadas, por lo menos, le impusieron a los países pobres del mundo llamado subdesarrollado un modelo económico basado en la privatización y la desregulación financiera. Como resultado, las crisis se hicieron más profundas y frecuentes en esos países. Pero si los países ricos siguieron el patrón del mismo modelo, ¿por qué habría la crisis de perdonarlos?

(*) Del Consejo Científico de ATTAC España y doctor en Economía (Université de Paris-X). También es profesor-investigador del Centro de Estudios Económicos de El Colegio de México y miembro del SNI nivel III

Autocrítica virtual de Rodríguez Zapatero, ex presidente del Gobierno de España

MADRID.- En el Comité Federal del PSOE de ayer, Rodríguez Zapatero pidió un debate ejemplar a los candidatos y autocrítica al partido. Él mismo había preparado un escrito con la suya pero, no queriendo restar protagonismo a los dos candidatos, renunció a leerlo en público y se lo envió virtualmente a algunos líderes de opinión, autorizándolos a darlo a la luz pública. Este es el texto literal del expresidente, según la versión del profesor Ramón Cotarelo:

Compañeras y compañeros: en líneas generales el balance de las dos legislaturas de nuestro gobierno ha sido positivo a pesar de las circunstancias sumamente adversas. Aunque yo fui el presidente, el mérito es colectivo y debemos felicitarnos. Pero hemos tenido fallos; nos han costado las elecciones y es el momento de de considerarlos y hacer la oportuna autocrítica.

El talante. Trajimos un espíritu nuevo a la política española, bronca y crispada, animado de las concepciones del republicanismo cívico. Quedó patente nuestro compromiso con la democracia en medidas pensadas con ánimo de Estado antes que de partido. Lo más notorio fue la regulación de la RTVE con la cual ésta dejó de ser un aparato de propaganda del gobierno para convertirse en un medio público neutral y de alta calidad. También se vio en la política de nombramientos, en la que atendimos ante todo a la competencia y el interés general en vez del partidismo. Gracias a ese criterio fue presidente del Tribunal Supremo un católico a machamartillo como Carlos Dívar. Quizá nos pasamos un poco, como cuando indultamos a un banquero condenado por los tribunales de justicia. Lo atribuyo a ese prurito de la izquierda de no ser clientelistas como la derecha. Pero una cosa es que no nos confundan y otra pecar de excesivamente generosos o ingenuos. Admitido. No se debe imitar a la derecha pero tampoco darle más cancha de la merecida. Y mucho menos atizar estopa a los nuestros. Muchos de estos que han protestado por el trato recibido, en realidad, están escocidos por no haber sido nombrados nada. Desde luego la política de nombramientos no fue mi punto fuerte. Quizá fui demasiado presidencialista a fuer de seguro en mí mismo. Debe tenderse más al espíritu de equipo y a contar con tod@s; no sólo con l@s amig@s.

Los derechos civiles. Son mi mejor recuerdo. Lo hicimos de cine. Animados por el republicanismo avanzamos mucho en la igualdad de género, luchamos contra la violencia machista, profundizamos en las garantías del aborto, igualamos a l@s homosexuales en materia de derechos civiles, protegimos a los dependientes, consolidamos la educación para la ciudadanía y aprobamos la así llamada Ley de la Memoria Histórica. La sociedad española se puso a la vanguardia de las europeas en cuanto a la igualdad de derechos de los ciudadanos. No obstante, fallamos en el asunto de la Memoria Histórica pues la ambigüedad y falta de audacia de nuestra norma ha hecho que el asunto esté paralizado, que el único juez con valor para aplicarla en un sentido progresista se vea hoy ante los tribunales, y que sea la Argentina quien, para nuestra vergüenza, haya empezado a investigar los crímenes del franquismo. Algo parecido nos sucedió con la basílica de Cuelgamuros. Encomendamos el asunto a una comisión de expertos (ya he comprendido que esto no funciona nunca) que, al final, hace depender la solución de una decisión de la iglesia católica.

Autonomías. Conseguimos la reforma satisfactoria de los estatutos de muchas de ellas, pero tropezamos en Cataluña. Probablemente me precipité al afirmar que en Madrid se aprobaría el texto que enviara el Parlament, pero lo hice de buena fe, tratando de llegar a un acuerdo. No calculé el obstrucionismo del PP al embarrancarlo en el Tribunal Constitucional y no supimos desactivar el chantaje de la derecha al negarse a la renovación durante años, aunque me gustaría saber quién hubiera sido capaz de hacerlo, cuando Rajoy recorría España pidiendo firmas en contra del Estatuto que muchos consideraban en contra de Cataluña.

El terrorismo. Bien está lo que bien acaba y el terrorismo etarra se ha acabado en España. No reconozco error alguno en las negociaciones iniciadas en 2004 y abruptamente rotas por culpa de ETA en 2006. Si acaso otro exceso de buena fe. Pero no me arrepiento de él. El Estado jugó limpio; los terroristas, sucio. Por eso se desprestigiaron incluso a ojos de los suyos. Luego, nuestra acción antiterrorista fue decisiva y la lacra del terrorismo se ha acabado.

Crisis económica. Oigo a menudo que tardé demasiado en reconocer la gravedad de la crisis. Palinuro me lo ha dicho muchas veces. Es verdad, pero comprensible: me resistía a creer que la tormenta financiera alcanzara caracteres tan destructivos. Nos pilló, además, embarcados en políticas neopopulistas, con la inercia de la anterior coyuntura alcista, de bajar los impuestos, otorgar subvenciones como el cheque-bebé o los 400 euros de devolución a todo el mundo. No se debe ceder nunca a las tentaciones populistas. La izquierda lucha y conquista derechos, no dádivas, y menos debe otorgarlas cuando está en el gobierno. Una vez lamentablemente clara la situación de peligro excepcional de España adopté las medidas que eran obligadas para el interés del país. Tampoco me arrepiento. Esas medidas no significaron un giro neoliberal del PSOE, como dijeron quienes dicen situarse a nuestra izquierda, sino que venían impuestas por la necesidad. Fui libre de adoptarlas y las adopté en libertad porque ya Hegel dice que ésta, la libertad, es el conocimiento de la necesidad. Con ello sabía que perderíamos las elecciones. Así queda desmentida esa afirmación en un cable secreto del embajador de los Estados Unidos que filtró WikiLeaks en su día según el cual soy un político "cortoplacista" que sólo pienso en términos electorales. Sin embargo he de reconocer que las medidas de recortes atacaban a los más débiles y no hicimos lo suficiente por compensarlas exigiendo sacrificios a los más ricos: no tocamos las grandes fortunas, no aumentamos en el IRPF (ese que ahora sube el PP), no aligeramos sustancialmente la situación de los asfixiados por las hipotecas y no perseguimos suficientemente el fraude fiscal ni sus paraísos.

Política exterior. De nuevo balance positivo. Sacamos nuestras tropas del Irak, de una guerra injusta, ilegal, criminal, de rapiña. Hubimos de soportar la grosería y la falta de educación de un presidente Bush, acostumbrado a que sus "aliados" le laman las botas, y que sólo es capaz de entenderse con gente tan tosca como él. Pero afianzamos el principio de autonomía e independencia de nuestra política exterior que luego hemos ejercido con sujeción estricta a los mandatos de las Naciones Unidas. Mi propuesta de la Alianza de las civilizaciones sigue siendo válida. Es más, es la única forma razonable de administrar la multiculturalidad de nuestras sociedades. Pero no está el tiempo maduro para ella.

La iglesia católica. En este campo de la religión no hemos estado muy afortunados, si bien tampoco hemos sido tan catastróficos como sostiene Palinuro. Hay que tener en cuenta no solamente la inmensa fuerza de la organización eclesiástica y sus apoyos en la sociedad sino también la gran cantidad de beatos y meapilas que pululan entre nosotros. No me gusta citar nombres, pero todos los conocen. En todo caso, es verdad que no nos atrevimos a denunciar el Concordato de 1953, claramente inconstitucional, ni los ignominiosos Acuerdos con el Vaticano de 1979. No tocamos ninguno de los privilegios de la iglesia y, de hecho, incrementamos al 0,7 la casilla de la iglesia en el IRPF, verdadero expolio a todos los ciudadanos, al tiempo que jamás llegamos a ese mismo 0,7 del PIB en Ayuda Oficial al Desarrollo, a pesar de ser un compromiso de hace veinte años. Por último es asimismo cierto que dejamos morir nuestro proyecto de Ley de Libertad Religiosa. Las vociferantes y multitudinarias manifas de la jerarquía católica nos acobardaron. En este campo Palinuro exagera pero, en verdad, cedimos ante la iglesia. Sugiero a las compañeras y compañeros que no cometan nuestro error.

He hecho una autocrítica justa; no complaciente pero tampoco masoquista. Espero sirva de base para parte del debate de ideas que habrán de llevar adelante los dos candidatos.

Por una huelga general ciudadana / Carlos Martínez *

En estos momentos tenemos ya análisis más que certeros en nuestras criticas a la política desarrollada por los neoliberales desde el Gobierno, sea cual sea su etiqueta y el fracaso al que estas políticas así como las de la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI conducen.

Sabemos que lo único que tienen en mente es salvar a la banca y sus negocios e intereses de los ricos. Constatamos como cada vez hay más paro, pobreza y desazón popular.

El Gobierno del PP supone un golpe de tuerca, aún más dañino, contra las clases populares. Es más demagogo en su venta y más hábil, pues tiene el desparpajo y la desfachatez de los que están destinados a mandar, por que son de derechas y al fin y al cabo, defienden lo suyo con total tranquilidad y desvergüenza.

Tenemos alternativas, el libro de Garzón, Torres y Navarro, las da y argumenta y además se llama HAY ALTERNATIVAS. Es muy simple, justicia fiscal es decir introducir impuestos a grandes fortunas y empresas; perseguir de verdad el fraude fiscal y prohibir las SICAV e implantar la banca pública. Sí, una banca pública que haga fluir el crédito, o no hay nada que hacer. Claro, imprescindible incrementar también el gasto público en lugar de ahogarlo.

No estamos locos, hemos acertado en todas y cada una de nuestras predicciones. Estamos mucho peor que en 2008 y peor que estaremos. Lo único que estas políticas están consiguiendo es una gran transferencia de rentas de los trabajadores y trabajadoras, autónomos y pobres, a los ricos.

El panorama es sin embargo al menos intranquilizador. La izquierda transformadora captó poco voto descontento, algo más, pero poco. Los sindicatos mayoritarios están en estado de shock o desaparecidos, traumatizados, solo alguna declaración y una preocupante disposición a “negociar” con una patronal envalentonada y agresiva, que sabe han vencido los suyos y va a por todas. Los movimientos cívicos, en armonía entre sí y dispersos a la vez. Muchas iniciativas, todas muy interesantes, pero que hay que conjuntar. Hay que converger y ya, opino.

Este Gobierno, no merece ningún respiro. La agrupación de fuerzas solo se dará en la acción. Advierto seriamente, si algunos están eufóricos por algún pequeño éxito y no calibran su fuerza real, aún siendo una estructura con cierta fuerza e importancia. Se equivocan y nos retrasarán. La búsqueda de la convergencia, es plural y no hay nadie más importante que nadie. Hay distintos frentes de lucha y hay que lograr, creo, la coordinación entre la acción, la movilización, la política y las plazas. Incluso los y las que están en el Parlamento y la calle. Pero en convergencia, no en convocatoria. Autoconvoquémonos, es más difícil, pero mejor.

El objetivo debe ser no ya resistir, sino vencer. Hay que frenar la derecha en Andalucía. Tenemos que volver a movilizarnos. Hay que ser comprensivos y abiertos de mente. Es el momento de las grandes alianzas, el gran frente antineoliberal de las clases populares. Es el momento del compañerismo y la solidaridad frente a la derecha conservadora e incluso neofranquista y también de no dejarse engañar por cantos de sirena. Es el momento de un gran polo de los pueblos de Reino de España, para defender la democracia y conquistar el futuro. El programa ilusionante de que hay otra forma de hacer política y de auto gobernarnos.

Pero esto exige movilizarnos. Por eso propongo el ir hacía una Huelga General Ciudadana, de todos y todos los que sufrimos una crisis que no generamos pero estamos pagando y vamos a pagar. El sistema capitalista está podrido y lo quieren salvar a nuestra costa.

No perdamos la perspectiva del mundo. El imperio decadente occidental cada vez está más belicoso y agresivo, hace de la paz una exigencia ya imprescindible. Hay movimientos sociales, populares y políticos amigos en todo el mundo, por eso cuando preparemos nuestra huelga cívica, sepamos que no estamos solos.

¿Que cómo se prepara? Emplazando a Activos contra la crisis, a las Mesas Ciudadanas de Convergencia y Acción, a Attac, a los sindicalistas y las sindicalistas de clase y dispuestos a dar la cara, a las fuerzas políticas comprometidas con los de abajo, a los diputadas y diputados de izquierdas del Parlamento, que están con la gente golpeada por la crisis, a DRY, a las Asambleas del 15M: a verse, sentarse y convocar la acción imprescindible ya.
Cuanto antes, es tarde.

(*) Carlos Martínez es miembro de las Mesas Ciudadanas y ex presidente de Attac España como miembro de Attac-Andalucía

Las verdaderas intenciones del Banco Central Europeo y las élites financieras / Eduardo Garzón Espinosa *

Tras la reforma fiscal propuesta por el equipo de Rajoy la semana pasada, legiones de analistas y periodistas se han lanzado de lleno a difundir mensajes apocalípticos sobre la evolución económica del país con motivo de estos nuevos recortes y estas nuevas subidas de impuestos. Muchos de ellos lo harán motivados por razones de desgaste político, otros por razones ideológicas, y otros porque de verdad estén convencidos de ello. Sin embargo, independientemente de sus motivaciones personales lo cierto es que –lo sepan ellos o no– sus afirmaciones son correctas.

Ya en los primeros años de cualquier curso sobre Economía se estudia que una política económica basada en un aumento de los impuestos y simultáneamente una contracción del gasto público es conocida como una “política fiscal contractiva”. Y una política fiscal contractiva no es más que eso: una serie de medidas que buscan la contracción de la actividad económica. Su objetivo es enfriar la economía, provocando una ralentización en el crecimiento económico y colateralmente un aumento del desempleo. Este tipo de política económica es recomendada en épocas de boom económico, en el que un rápido crecimiento puede provocar serios problemas de inflación.

Sin embargo, a la vista está que no nos encontramos actualmente en una situación de crecimiento económico acentuado. Entonces, ¿por qué se aplican estas medidas que ralentizan la economía y provocan un aumento del paro? Pues porque la principal preocupación ahora no es el crecimiento económico ni la tasa de empleo, sino el déficit y la deuda pública. Los gobernantes de los países europeos aplican medidas para reducir el déficit y la deuda pública acatando las imperiosas exigencias que provienen de las instituciones de la Unión Europea. La idea que quieren trasladar es que no puede existir crecimiento económico mientras no exista estabilidad fiscal; por lo tanto para generar riqueza a un ritmo adecuado primero es necesario reducir el déficit y la deuda de los países.

Pero esta reflexión es falsa. El desproporcionado déficit y la elevada deuda pública existentes no son la causa de que no haya crecimiento económico, sino que son la consecuencia. Y demostrar esto último es bastante sencillo. Basta con analizar la evolución de la deuda pública y el déficit público de los países para observar que los desequilibrios graves empezaron a originarse a partir de 2007, justo con el estallido de la crisis financiera global. En los siguientes gráficos se expone la evolución de ambos indicadores como proporción del Producto Interior Bruto desde el año 1999 hasta el año 2010 para los países de la Eurozona.


Fuente: Eurostat

Fuente: Eurostat

Como se puede comprobar, tanto el aumento explosivo de la deuda pública como el vertiginoso descenso de los déficits se produjeron como consecuencia de la crisis económica (el inicio queda representado en el gráfico por la línea naranja). Esto fue debido a una caída importante de los ingresos públicos como consecuencia de la ralentización de la actividad económica (a menor actividad económica, menor cantidad de impuestos que van a parar a las arcas públicas), y como consecuencia del aumento de gasto público (se aumentaron las partidas destinadas a proteger a los desempleados, se aumentó la inversión pública como intento de relanzar la economía, y se rescataron las instituciones financieras más dañadas por la crisis). 

Por lo tanto, combatir el déficit y la deuda no solucionará el problema porque no son las causas del mismo. Más al contrario, combatir el déficit y la deuda mediante políticas fiscales contractivas sólo hará que el crecimiento económico se vea aún más dañado y que el desempleo aumente aún más. Por otro lado, estas políticas fiscales o ajustes ni siquiera sirven para reducir exitosamente el déficit y la deuda, tal y como se ha comprobado en los países PIIGS durante los últimos meses, dado que estas medidas contraen la economía y con ella también los ingresos que obtienen los estados.

Pero si esto es así, ¿por qué son éstas las medidas que se recomiendan desde la Unión Europea? ¿Acaso ellos no han estudiado o no saben nada de economía? ¿O es que sencillamente son muy torpes? Pues ni una cosa ni otra. Ellos saben perfectamente cómo funciona la economía y también saben perfectamente qué es lo que están haciendo. Las personas que dirigen las instituciones de la Unión Europea prefieren solucionar los problemas de deuda y déficit antes que los problemas de crecimiento económico porque desean ante todo una estabilidad financiera plena que no altere el particular mundo de las finanzas. 

Durante los últimos años la Unión Europea ha dado prioridad al mundo financiero frente a cualquier otra dimensión económica, política o social en Europa. Prueba fehaciente de ello es la definición del principal objetivo que tiene el Banco Central Europeo: mantener la estabilidad de precios, salvaguardando así el valor del euro. Es decir, el banco central y más importante de Europa tiene como objetivo prioritario controlar la inflación y el valor del euro mucho antes que cualquier otro asunto. Merece la pena destacar que, por ejemplo, el banco central de Estados Unidos (la Reserva Federal) tiene dos objetivos principales con la misma importancia: controlar la inflación pero también fomentar el pleno empleo.

Otra prueba que demuestra el apego que tiene la Unión Europea por el mundo financiero es el artículo del Tratado de Maastricht en el cual se prohíbe expresamente que el BCE financie a los estados de la moneda única. El BCE no puede prestar dinero a los países europeos, pero sí puede prestárselo a los bancos privados.

En su origen, se buscó que el BCE fuese un organismo independiente. Se argumentaba que ésa iba a ser la forma más adecuada para desvincular un poder tan sobresaliente de los intereses particulares de los políticos europeos y así evitar favoritismos. Y desde luego que lo ha sido. Los políticos o representantes públicos –aquellas personas elegidas por el pueblo mediante sufragio– no tienen acceso a las decisiones que en este organismo se adoptan, y además se ven obligados a cumplir las órdenes que de él provienen. 

Sin embargo, no se puede olvidar que siguen siendo personas y no robots los que ostentan el poder en el BCE, y por lo tanto los favoritismos y los intereses particulares no están fuera de toda sospecha. De los políticos se ha pasado a los banqueros y personas relacionadas con el mundo financiero: recordemos que el actual presidente del BCE –Mario Draghi – fue vicepresidente, por Europa, de Goldman Sachs, el cuarto banco de inversión más importante del planeta; o que el primer presidente del BCE, Wim Duisenberg, fue vicepresidente  del banco privado Rabobank, una de las entidades bancarias más fuertes de Europa. Por lo tanto, si hemos de sospechar que las decisiones del BCE están favoreciendo a algún determinado sector, ya sabemos de qué sector estaremos hablando.

Y ya hace tiempo que las sospechas aparecieron. Desde que estalló la crisis hemos visto cómo se han rescatado instituciones financieras inyectando en torno a 880.000 millones de euros con dinero público mientras al resto de la población se le ha limitado el crédito (el crédito a las pequeñas y medianas empresas se ha reducido a la mitad en tan sólo cuatro años; y el crédito a los hogares ha caído hasta alcanzar un ritmo negativo del 4% en términos anuales y a precios reales). 

Hemos visto cómo la estructura financiera de Europa permite a los especuladores financieros actuar a sus anchas incluso hasta poner contra la pared a economías tan importantes como Italia, Francia o Reino Unido; o cómo esta misma estructura ha permitido que los bancos comerciales abandonen poco a poco su actividad tradicional de conceder préstamos para pasar a especular en los casinos financieros. Hemos visto cómo desde la Unión Europea se ha obligado a los países integrantes a incluir en la Constitución que el pago a los acreedores financieros tiene que ser prioritario frente a otros pagos como salarios o pensiones.  

Hemos visto cómo los dirigentes europeos fueron cómplices de la falsificación contable que el banco de inversión Goldman Sachs realizó con las cuentas de Grecia a pesar de los problemas que le acarrearía a la población griega y sólo para evitar desprestigiar a la moneda única. Y hemos visto cómo el BCE concedió liquidez con condiciones históricamente favorables por valor de 489.000 millones de euros a la banca privada europea, y cómo estos mismos bancos en vez de prestar el dinero a familias o empresas los han vuelto a depositar en el propio BCE para obtener rentabilidades.

Demasiados “errores” cometidos por el BCE y la Unión Europea. Da la impresión de que las instituciones financieras le están tomando el pelo –y de forma muy exagerada– a los dirigentes europeos. Pero la realidad es que ninguna persona con unas mínimas nociones de economía y dispuesta a solucionar los problemas pasaría por todo lo que están pasando los responsables de las instituciones de la Unión Europea. No se trata, por tanto, de errores en política económica. Se trata de decisiones meditadas que anteponen los intereses de los financieros a los intereses de los estados y, por ende, del resto de la ciudadanía. 

Y no son pocas las personas que ya ven evidente esta alianza entre los altos círculos europeos y la élite financiera: Joseph Stiglitz (Premio Nobel de Economía 2001) denuncia que “el BCE está anteponiendo el interés de los bancos al de los países y los ciudadanos”.  Otro experto economista como Mike Whitney resume este hecho así: “Draghi (presidente del BCE) quiere impulsar su llamado pacto fiscal que consagra por ley la disciplina presupuestaria y las medidas de austeridad contrarias a los trabajadores a fin de que los presupuestos nacionales sean controlados por las élites financieras (es decir, los “tecnócratas” designados por el BCE.) 

Naturalmente, los países no van a entregar ese tipo de autoridad sin oponer resistencia, por lo que Draghi está dejando que la crisis se escape de la mano para tener menos resistencia.” Por su parte, el economista Dean Baker sostiene que “la gente que nos trajo la crisis de la Eurozona está trabajando sin descanso para redefinirla a fin de beneficiarse políticamente”. 

Además, añade: “la crisis de la eurozona, definitivamente, no es una historia de países con el gasto fuera de control que estén recibiendo su merecido en el mercado de bonos… Es una historia de países víctimas de la mala gestión del BCE… La opinión pública debe reconocer este proceso como lo que es: guerra de clases. Los ricos están utilizando su control del BCE para desmantelar las protecciones del Estado de bienestar que disfrutan de un enorme apoyo popular”.

Corren tiempos difíciles. En épocas de prosperidad, los grupos de presión financieros podían realizar sus operaciones sin perjudicar demasiado la dinámica de los estados nacionales y sin perjudicar demasiado la vida de la mayoría de los ciudadanos. Ahora, con la crisis, esta especie de equilibrio no es posible, y el coste de superar las dificultades económicas inevitablemente hará que la balanza se incline principalmente hacia uno de los dos lados. 

Y en la toma de decisiones que diseñarán el curso de los acontecimientos los grupos que tienen el poder son aquellos que están estrechamente vinculados con el mundo financiero. A estas personas del mundo de las finanzas, cuyas vidas y profesiones dependen de la salud de los mercados financieros, no les importa la situación social de sus países. No les importa el estado de la educación pública, de la sanidad pública, de las pensiones públicas, ni tampoco de los salarios. 

Lo que les importa es seguir manteniendo un clima estable en las finanzas para poder seguir operando con la misma naturalidad con la que lo han hecho siempre. Y en la medida en que puedan, influirán sobre las decisiones políticas para que nada cambie en los mercados financieros, sin importarles en absoluto el coste que ese camino pueda significar para otros segmentos de la población.

(*)  Economista crítico

Raúl Zibechi: “La lógica imperialista se mantiene pero ya no está focalizada exclusivamente en EEUU”


SANTIAGO DE CHILE.- Coincidiendo con la primera cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), el pensador uruguayo Raúl Zibechi, un referente imprescindible para el análisis de los movimientos populares latinoamericanos, visitó Santiago de Chile para participar en el encuentro “América Latina Desde Abajo”.

Nacido el 25 de enero de 1952 en Montevideo, es un escritor y pensador-activista uruguayo, dedicado al trabajo con movimientos sociales en América Latina.
Entre 1969 y 1973 fue militante del Frente Estudiantil Revolucionario (FER), agrupación estudiantil vinculada al Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros. Bajo la dictadura militar, iniciada en 1973, fue activista en la resistencia al régimen hasta que en 1975 se trasladó a Buenos Aires (Argentina) para exiliarse en 1976, después del golpe militar en ese país, en Madrid, España, donde estuvo vinculado durante más de diez años al Movimiento Comunista en tareas de alfabetización de campesinos y en el movimiento antimilitarista contra la OTAN.
Hacia mediados de la década de 1980 comenzó a publicar artículos en revistas y periódicos de izquierda (Página Abierta, Egin, Liberación) y en medios latinoamericanos (Página /12, Argentina) y Mate Amargo (Uruguay). Al regresar a Uruguay, publicó en el semanario Brecha, del cual se convirtió en editor de Internacionales y ganó el Premio José Martí de Periodismo por sus análisis del movimiento social argentino en el entorno de la insurrección del 19 y 20 de diciembre de 2001. También trabajó en la revista ecologista Tierra Amiga, entre 1994 y 1995.
Desde 1986, como periodista e investigador-militante ha recorrdio casi todos los países de América Latina, con especial énfasis en la región andina. Conoce buena parte de los movimientos de la región, y colabora en tareas de formación y difusión con movimientos urbanos argentinos, campesinos paraguayos, comunidades indígenas bolivianas, peruanas, mapuche y colombianas. Todo su trabajo teórico está destinado a comprender y defender los procesos organizativos de estos movimientos.

Estamos asistiendo a cambios geopolíticos muy profundos, se está alterando la correlación de fuerzas entre las potencias mundiales, están apareciendo en escena otras nuevas que reivindican mayor protagonismo en las instituciones internacionales y menor unilateralidad y se gestan nuevos bloques económicos o se redefinen los ya existentes. ¿A qué obedece este proceso y qué relación tiene con la crisis económica actual?

El proceso, a mi modo de ver, se debe al agotamiento de la hegemonía de los Estados Unidos: de la hegemonía unipolar vamos a una multipolaridad.
¿Cuáles serían las causas de esto? Bueno, son varias, una de las principales es la superposición de tres clases de conflictos sociales en la década de los 60 y 70: movimientos obreros, movimientos de liberación nacional, con independencias en Asia y África y revoluciones en la periferia, y movimientos de las minorías, los derechos civiles en EEUU, feministas, afrodescendientes, pacifistas, juveniles…
Eso lleva al sistema a trasladar progresivamente el centro de acumulación desde la producción a las finanzas y luego a trasladar el eje de sus políticas, por esta evolución del sistema financiero, al abandono progresivo de los estados de bienestar. Finalmente, el sistema financiero adquirió cierto nivel de desregulación sobre todo con las privatizaciones de los fondos de pensiones básicamente en el mundo anglosajón, Estados Unidos, Reino Unido, también en Japón, Países Bajos… que llegó a generar tal cantidad de dinero virtual, acelerado con las nuevas tecnologías, que acabó creando una multiplicidad de burbujas y de dinero virtual circulando por el mundo que supera en varias veces el PIB mundial.
Antes el sistema financiero suponía una fracción del PIB mundial, a día de hoy un solo banco tiene en derivados financieros el equivalente al PIB mundial. Eso es como una máquina que gira enloquecida y que va depredando primero a los países del tercer mundo, por ser los más frágiles, luego a los intermedios y finalmente a los países más ricos, al propio EEUU, generando burbujas, generando niveles de especulación inimaginables en nuestras cabecitas simples que ven una cosa real y que no se imaginan que con una botella de agua se puede especular generando millones de dólares a partir de lo que puede rendir este producto en 20 años más.
Los derivados financieros son un delirio creado para enriquecer artificialmente a un pequeño sector y creo que la crisis mundial actual tiene que ver con esto, con una sucesión de mutaciones que ha hecho el sistema capitalista de lo productivo a lo financiero empujado porque desde lo productivo, que es el arraigo de la gente real a nivel de productor y consumidor, las sublevaciones y las resistencias de la gente lo han ido llevando a un lugar aparentemente más seguro pero que luego se demostró muy inseguro para todo y finalmente los propios capitalistas se acaban devorando entre ellos. En este momento la guerra del dólar contra el euro es una guerra intercapitalista en el cual unos se quieren apoderar de partes de otros, ya no es sólo una guerra contra los pobres, contra los trabajadores, es una guerra entre ricos. Y la guerra que se adivina entre los países emergentes también es una guerra entre los de arriba.
Hay varias peleas simultáneas.
Por un lado, hoy las multinacionales tienen mucho más poder que muchos estados. Los bancos también tienen un poder enorme y han obligado a los Estados Unidos, al gobierno más importante del mundo, a salvarlos, y lo mismo ha pasado en Europa. Ellos no tenían ganas de salvarlos porque es poner en riesgo la gobernabilidad de sus países.
Por otro lado, hay una pelea entre los países emergentes. Que son países que se han venido fortaleciendo frente a los Estados Unidos, Japón y Europa. Aparecen una serie de potencias emergentes sobre todo en Asía, que indican que también estamos en una transición desde la hegemonía occidental a la hegemonía oriental. Son insospechadas las consecuencias que esto pueda tener, porque occidente, desde que existe como tal, mantiene cinco siglos de hegemonía mundial, pensar en una hegemonía oriental es algo que desafía nuestra imaginación, la mía por lo menos.

¿Sigue siendo pertinente, en este nuevo escenario, un enfoque anti-imperialista centrado exclusivamente en los Estados Unidos y las antiguas potencias colonizadoras o habría que actualizarlo?
Actualmente estoy terminando un libro sobre Brasil, justamente porque me he dado cuenta de que sobre todo para los países pequeños de Sudamérica y también para los medianos como Argentina, Colombia, y quizás Chile también, en el futuro el impacto de Brasil como potencia va a ser muy fuerte, desafiando la tesis de Ruy Mauro Marini de hace 30 años del sub-imperialismo.
Hoy Brasil ya no es un país sub-imperialista, hay multinacionales brasileñas con un nivel de acumulación de capitales muy fuerte, ha habido cambios en las clases dominantes de Brasil en la cual se han insertado algunos sindicatos como el de los bancarios, se han insertado gerentes que vienen del PT, del Banco Nacional de Desarrollo (BNDES), en fin, tiene una capacidad de acumular capital muy grande.
Los fondos de pensiones y el BNDES son las 2 fuentes de acumulación más potentes a día de hoy en Brasil, y Brasil es de los países que más acumula en el mundo y ya no sólo porque vayan capitales a Brasil, que siguen yendo, sino por la acumulación interna.
Brasil se convirtió en un país exportador de capitales. ¿Adónde? A Argentina, Bolivia, Uruguay, Paraguay… Brasil ya es una potencia regional y tiene muy claro que para ser una potencia mundial tiene que unir a toda Sudamérica. Eso es UNASUR, que es más importante que la CELAC y que el MERCOSUR, porque es la unidad de toda Sudamérica, que es su patio trasero. Brasil está construyendo un patio trasero.
Esto quiere decir que la lógica imperialista se mantiene pero ya no está focalizada exclusivamente en Estados Unidos, les recuerdo que en Paraguay se han quemado banderas brasileñas por parte de los campesinos, en Bolivia durante las marchas en defensa del TIPNIS y contra el trazado de una carretera que la construye una empresa brasileña (dirigida por un cuñado de Lula), la gente gritaba “Evo lacayo de los brasileños”, en Haití también se han producido este tipo de reacciones. El ejemplo de Brasil es uno solo. Entonces estamos en un escenario distinto.

Todos los países latinoamericanos, sin excepción, están tomando parte, con diferente velocidad, niveles de promoción e intencionalidad, en un proceso cada vez más amplio de integración latinoamericana, abarcando cada vez más rubros. En estos días se marca un nuevo hito en este camino con la cumbre inaugural de la CELAC.
¿Cómo evitar que ese proceso de integración, como ha sucedido en el proyecto europeo, amplíe las desigualdades nacionales y esté al servicio de las potencias más fuertes de la región? ¿cómo evitar que la integración acabe concretando un “capitalismo andino-amazónico” que concentre la riqueza, excluya a los pueblos y destruya el medio?
¿Cómo concretar una integración desde, por y para los pueblos? ¿cómo valoras las iniciativas tomadas hasta el momento en el marco de la ALBA? ¿crees que van en ese sentido?

Todo el escenario está colocado para que Brasil sea la potencia hegemónica en Sudamérica y para que el Amazonas y toda Sudamérica sea llenada de hidroeléctricas, porque Brasil necesita mucha energía. Se están construyendo muchas represas y las está construyendo Brasil. El proyecto IIRSA lo está desarrollando Brasil con préstamos del BNDES.
Yo creo que hay dos caminos.
Uno es que los países de la región le hagan frente a Brasil, pero no confío mucho en ello. Hoy no hay burguesías nacionalistas, hay burguesías que utilizan la celeste o la roja para adormecer a sus pueblos, pero eso no es una burguesía nacionalista. Las burguesías a día de hoy no tienen mayor interés que el crecimiento económico y no van a oponer ninguna resistencia al imperialismo brasilero. Yo creo que la soberanía nacional va a ser patrimonio de los estados fuertes. Y hay estados fuertes en el mundo. Estados Unidos pese a todo es un estado fuerte, Brasil es un estado fuerte, China es un estado fuerte. Alemania es un estado fuerte, pero incluso dentro de la Unión Europea ¿quién más? Un poco Francia o el Reino Unido, pero éste juega para otro lado.
Desde luego que un mundo multipolar es mejor que un mundo unipolar, porque a los pueblos la multipolaridad les abre una brecha porque hay equilibrios más frágiles: la unipolaridad es como una losa que pesa mucho. Ahora bien, yo no voy a luchar por la multipolaridad, yo voy a describirla e incluso a decir que me parece bien que emerjan potencias que desplacen a Estados Unidos, pero yo no voy a luchar para que Brasil sobrepase a Estados Unidos, voy a tomar nota de eso y voy a tratar de acomodar nuestra lucha, la de los pueblos, para enfrentar ese nuevo escenario. Un mundo multipolar es mejor, pero yo no voy a animar a los pueblos a luchar por ese mundo multipolar, porque ese mundo multipolar es neoliberal, capitalista, depredador.
Una integración latinoamericana me parece que es buena si se hace en pie de igualdad. En ese sentido, no tengo muchas esperanzas en la ALBA porque es muy desde los estados, pero creo que en el marco de la integración regional, la ALBA empuja a Brasil a hacer más concesiones. Creo que está bien que exista la ALBA, pero no es mi proyecto. Creo que está bueno que exista el Banco del Sur para joder al Fondo Monetario Internacional, creo que está bueno que exista el Fondo del Sur si se hacen obras dentro de América Latina no para importar, como la IIRSA, sino obras de integración de verdad. No voy a luchar por eso, no voy a poner mis pocas fuerzas en luchar por eso, pero me parece que son procesos interesantes que nos abren puertas o pueden abrirnos puertas.
Por otro lado, si observamos finamente las cosas veremos que en Brasil hay una resistencia muy fuerte a una gigante hidroeléctrica como Belo Monte, en donde hay muchos actores, desde la Iglesia hasta pueblos indígenas, pasando por ambientalistas. O que en Jirau, una represa sobre el río Madeira, a principios de año hubo una gran revuelta, los 20.000 obreros que había trabajando en su construcción se levantaron y lo quemaron todo (N.d.R. ver un artículo de Zibechi al respecto: http://www.anarkismo.net/article/19253). Son luchas que se parecen mucho a las que hubo en Cajamarca estos últimos días contra la minería de oro, a la del TIPNIS en Bolivia, a la de Hidroaysén en Chile…, ese camino alternativo pasa porque seamos capaces de coordinar y complementar estas luchas para que de alguna manera le pongan un freno a este capitalismo tan depredador. Yo a largo plazo soy optimista.

Eres uno de los críticos más reconocidos del llamado “extractivismo”, el modelo de crecimiento económico mediante la explotación y exportación de recursos naturales que predomina en América Latina a día de hoy ¿cuáles son los efectos económicos, sociales, políticos y culturales de este modelo?
Los efectos ambientales los conocemos, son depredación y contaminación. Los efectos económicos son expropiación de recursos, agua, tierra, minerales. Y los efectos sociales son dramáticos, porque el extractivismo tiene un problema respecto al modelo fabril, y es que aunque éste fuera capitalista necesitaba productores y consumidores, entonces la patronal tenía que dialogar con sus obreros para que no le pararan y tenía que ofrecerle a los consumidores algo interesante. Ahora una minera que saca un mineral de Pascua Lama y lo manda a China necesita muy pocos trabajadores en Chile, ningún consumidor y además de dejar toda la contaminación que deja, genera cada vez más polarización social, da empleo a muy pocas personas, técnicos y poco más, porque hoy la minería es como una plataforma petrolífera, con un centenar de personas que se rotan y aisladas de las comunidades, ni siquiera hay posibilidad de resistir ahí.
Se ha hablado mucho de los efectos ambientales del extractivismo, eso está muy bien, pero apenas hemos hablado de los efectos sociales, del sinnúmero de pobres que genera, a los cuales se les aplica posteriormente esas políticas focalizadas del progresismo.

¿Cómo se podría hacer para atraer a una alternativa al extractivismo a sectores sociales que están cabalgando sobre él o que en cierta medida se están beneficiando de la redistribución que se hace de sus regalías desde estos gobiernos progresistas?
Acá hay un problema que, creo, tenemos todos los que estamos en contra de esto. Yo tengo claro que estoy contra el extractivismo, pero no tengo una alternativa para ofrecer al extractivismo. Es decir, tengo una alternativa para que en un barrio los vecinos tengan una huerta ecológica y no pasen tanta hambre, eso sí. Pero para los estados no hay una alternativa a la vuelta de la esquina. Y es que el lucro de las commodities es tan alto que no tenemos una alternativa.
Está claro que esto puede ser un hándicap, pero hay que reconocerlo claramente, “señor, esto no me gusta, pero no sé qué hacer con esto” porque las fábricas del patrón, como durante la revolución catalana, podías expropiarlas y ponerlas bajo control obrero y funcionar en régimen de autogestión. Después podías plantearte que para que el trabajo no fuera tan alienante se implantara en lugar del taylorismo algo más flexible, pero la producción estaba ahí. Ahora nosotros no podemos hacer un extractivismo bueno, un extractivismo bajo control obrero, que es lo que sostiene García Linera cuando dice que si el extractivismo es hecho por el estado no es extractivismo. Y sí, lo es, el problema es que no tenemos una alternativa y esto hay que mirarlo de frente: “no tengo alternativa”. Bueno, vamos a ver cómo la construimos.

¿Qué herramientas de análisis les recomendarías a los movimientos populares que pretendan generar una lectura propia, anticapitalista, alternativa, de la geopolítica de América Latina?
Tienen que mirar los principales emprendimientos que hay en su país y ver a qué sectores pertenecen, te pongo el ejemplo de Uruguay. En Uruguay se ha vendido en 10 años el 40% de la tierra, casi la mitad de la tierra ha cambiado de manos. Y ha ido a parar a brasileños, a argentinos y a multinacionales, entre ellos a la papelera española ENCE. La producción de soja es toda argentina, la carne es la mitad brasileña y el arroz es todo brasileño.
Esa es una lectura geopolítica. Las principales exportaciones nuestras son a Brasil y a China, antes eran a Estados Unidos y a Europa. Hay mecanismos relativamente sencillos que no implican el análisis geopolítico. China es entre el primero y el segundo importador de América Latina y está siendo uno de los principales inversores en minería y en hidrocarburos.
Entonces, yo creo que a través de esos indicativos sencillos o relativamente sencillos un movimiento puede darse cuenta que estamos transitando un cambio de hegemonías. En Brasil es muy claro, durante toda la colonia española todas las exportaciones de Brasil iban a Portugal, desde la independencia hasta 1920 era Inglaterra, de 1920 a 2010 era EEUU y hoy es China, y ése es un cambio que llegó para quedarse.
Hay algo está cambiando, y muy pesado está cambiando. Yo creo que a través de esos indicadores podemos ver cambios geopolíticos. La gente tiende a plantearse la teoría del paréntesis, “EEUU era el hegemón y después de este paréntesis seguirá siéndolo”, y no es así, hay un giro. Convencer a la gente de que hay un giro es importante para que aprendamos a mirar lo nuevo, lo que está pasando.
Y la hegemonía china en el mundo, yo no sé desde el punto de vista político cómo puede ser, pero desde el punto de vista económico significa un desastre, está siendo un desastre. Desde el punto de vista cultural ¿puede implicar cambios? Pensémoslo un momento desde el punto de vista de los movimientos populares. Celebramos el Primero de Mayo, una fecha que se creó en EEUU, en Chicago. Celebramos el 8 de marzo, que se generó en Nueva York. Celebramos el 28 de junio, que es el día del orgullo gay, que nace en EEUU. Que es la misma cultura que la europea, y también celebramos la revolución francesa en Uruguay, los obreros cantaban “La Marsellesa”, los obreros entonaban canciones de la revolución española. Ahora bien, culturalmente, ¿qué nos une a los chinos? Puede que los aymaras dirían otra cosa o los mapuches, por ejemplo, que tienen una filosofía que es la del tercero incluido, al igual que las filosofías orientales no hay dialéctica de contrarios.
Lo que estoy queriendo decir es que es un escenario abierto, queda muy claro que la hegemonía occidental está tocando su fin, incluso culturalmente. Hay que estudiar, hay que aprender. Capaz que hay más sintonía entre los pueblos indígenas y los pueblos orientales que entre nosotros y ellos, no lo sabemos pero se abren interrogantes muy fascinantes para pensar y para estudiar.

Asumamos que la crisis no es planetaria / Eduardo Punset *

Me apetece aprovechar estos días para enunciar varias cosas que debemos desaprender. Es mucho más importante desaprender que aprender las monsergas que suelen soltar los predicadores de fuera y de dentro.

En primer lugar, es imprescindible de cara al futuro aceptar, de una vez por todas, que el origen de nuestros desasosiegos y dudas actuales no es el resultado de una supuesta crisis internacional o planetaria. Los expertos, portavoces de instituciones y, en menor medida, la gente de la calle suelen referirse a la crisis como la responsable de todos nuestros males, a sabiendas de que no existe ninguna crisis internacional o planetaria, sino crisis muy específicas y concretas de países individuales.

Ni China, ni América Latina, ni la India ni los propios Estados Unidos de América, si me apuran, están en crisis; países como la India apenas han abordado la redistribución de la riqueza en su seno, pero en términos globales están aumentando sus índices de crecimiento del producto y empleo a tasas muy alejadas de la precariedad en la que estamos sumidos.

Sé que cuesta admitir algo que he reafirmado hasta en mis libros; a saber: que, si padeciéramos una crisis planetaria, nuestro déficit solo podría explicarse porque todos o alguno de los restantes planetas, como Urano, Neptuno, Marte o Saturno, hubieran generado el correspondiente excedente. Estamos muy lejos de descubrir vida en otros planetas y bastante lejos de que alguien desde allí nos preste dinero para seguir viviendo por encima de nuestros medios.

Es preciso recordar que, en lo referente al planeta, las cuentas están equilibradas por definición: los excedentes de unos países son idénticos a los déficits de otros. Alguien nos tiene que seguir prestando dinero cuando se ha vivido demasiado tiempo por encima de nuestros medios. Se puede hacer así durante un tiempo; durante bastante tiempo. Pero tarde o temprano llega un momento en el que los que estaban dispuestos a prestar dinero pedirán una prima de riesgo que irá alcanzando límites insoportables. Lejos de darse una crisis universal o internacional, lo que se dan son crisis específicas de países determinados, como el nuestro, Italia, Portugal o Irlanda.

Las instituciones públicas y privadas debieran dedicar parte de su tiempo a dejar esto bien claro. ¿Por qué? Porque la primerísima pauta para salir de la crisis es no engañarse sobre las causas de la misma. Cuando se sabe la razón de lo que nos pasa por dentro, se ha avanzado la mitad en el camino de solventar la crisis. Es mucho más útil esto tan sencillo –como que dos y dos son cuatro– que lamentarse del impacto cruel del desempleo sin aportar soluciones concretas.

Por favor, yo invito a todos los que no lo sabían, pero que ahora lo empiezan a tener claro, a comunicárselo a sus amigos. El primer peldaño para salir de esta crisis sería afirmar en los blogs, Twitter, Google, Facebook y por email que la crisis no es planetaria, sino nuestra. Que los que decían lo contrario no lo mantenían para salir de la crisis, sino por motivos distintos.

En segundo lugar, es indispensable que al desmenuzar los procesos necesarios para salir de la crisis no se insista únicamente en eliminar los efectos nefastos del desempleo –algo en lo que se regodea todo el mundo–, sino en la necesidad previa de restablecer otros equilibrios no menos indispensables: evitar el desnivel mundial de precios, así como restablecer los niveles necesarios de productividad para poder generar empleo. Esto último requiere reducir determinados gastos.

Por último, será preciso desaprender lo que nuestro gran cineasta Pedro Almodóvar llamó La mala educación –la película suya que pasó sin gloria ni reconocimiento–; porque casi nada de lo que nos enseñaron sirve para algo.

(*) Ex ministro de España y divulgador

Alertas contra la degradación de la democracia / Ignacio Sánchez-Cuenca *

La crisis económica ha puesto de manifiesto la degradación de las democracias europeas. Las libertades y los derechos civiles se respetan, el principio de igualdad política sigue funcionando, pero el principio de autogobierno (la capacidad de una sociedad para determinar políticamente su destino) ha quedado muy rebajado. 

Los gobiernos serían hipócritas si se lamentaran, pues son ellos quienes han cedido soberanía y han renunciado a instrumentos decisivos de política económica. Nuestro futuro está en manos de un Banco Central Europeo que no responde ante nadie por sus decisiones.

El BCE ha impuesto una política de austeridad extremadamente dañina, de la que se aprovecha la derecha para erosionar el Estado del bienestar en toda Europa.

Uno de los aspectos más llamativos de la crisis consiste en que los gobiernos se hayan llenado de tecnócratas y economistas que extienden la idea de que nos merecemos los recortes porque hemos vivido "por encima de nuestras posibilidades": todos, menos los altos ejecutivos, consejeros y banqueros que siguen aumentando sus ingresos. 

Pero lo más curioso es que, como han demostrado los esclarecedores reportajes de Público al respecto, muchos de los que ahora están en los gobiernos provienen del mundo financiero, de Goldman Sachs o de Lehman Brothers. 

Es un sarcasmo, que demuestra la pertinencia de la queja de los indignados sobre la naturaleza formal de la democracia.

(*) Ignacio Sánchez-Cuenca es profesor de sociología y autor de 'Más democracia, menos liberalismo'