miércoles, 11 de enero de 2012

Por qué la salida del euro es muy improbable / Juan Hernández Vigueras *

La desintegración del euro no es impensable sino únicamente muy costosa, aseguraba el semanario británico The Economist en diciembre de 2010 con la foto adjunta como portada bajo el rótulo Don´t do it. What breaking up the euro would mean (No lo hagas. Lo que significaría la desintegración del euro). Y con el apoyo de un pormenorizado análisis afirmaba que un colapso del euro traería consigo costes políticos, económicos y técnicos sin precedentes.

Esa misma conclusión podemos encontrarla un año más tarde en el libro-crónica de Josep Borrell y Andreu Missé (La crisis del euro. De Atenas a Madrid. Turpial, 2012), que resume unas extensas conversaciones entre el político europeo y el periodista de El País analizando con claridad y bastante solvencia los problemas del euro durante los casi dos últimos años. No digo que sea imposible que ocurra la salida del euro; pero sí que el remedio sería peor que la enfermedad, afirma el ex presidente del Parlamento europeo.

Los riesgos que exponen son evidentes y se resumen así.

El primero es el vacío jurídico. No está previsto en los tratados europeos que un país salga del euro. El tratado de Lisboa únicamente prevé la salida de la UE. Por tanto, un país tendría que salir primero de la Unión y renunciar a las ayudas de los fondos estructurales, de la política agrícola, etc. Después vendrían los problemas prácticos.

El segundo es cómo se hace la salida del euro. Si la decisión de la salida es unilateral, por sorpresa, los riesgos serían imprevisibles. Si es preparada o negociada provocaría una grave fuga de capitales. Y se podría repetir la experiencia del “corralito” como en Argentina. Habría que imponer un control de los movimientos de capitales (sin salir de la UE no podría porque el tratado de Lisboa lo prohíbe) con fuertes costes sociales y económicos. La teoría de la salida dulce y tranquila es una pura ficción.

El tercero es la indefinición de la cuantía de la devaluación de la nueva moneda, algo que olvidan quienes proponen la salida del euro como solución a la crisis. Y esa cuantía la decidirían los famosos mercados y no habría forma de controlarla. Lo más probable sería encontrarnos con una híper devaluación. El ejemplo es Argentina, que en 2001 rompió su cambio fijo con el dólar (1 peso=i dólar USA). El gobierno decretó un cambio de 1,4 pesos/dólar pero, seis meses después, el cambio estaba en 4 pesos/dólar. Es el riesgo de la caída descontrolada del tipo de cambio de la nueva moneda.

El cuarto es el grave problema financiero. La deuda pública y la privada están denominadas en euros y tras la salida seguirán estando en euros. Y su valoración habría aumentado en la misma proporción que se devaluara la nueva moneda. Como el problema de los países, propuestos para la salida del euro, es el excesivo endeudamiento, este problema se habría agravado., aunque la devaluación llevara consigo una reestructuración de la deuda pública en euros, de manera que no se pagara una parte de la misma. 

Tanto en ese caso como sin ese acuerdo, una salida del euro llevaría consigo el riesgo del default o suspensión de pagos de los intereses o del principal. Como el país que abandonara el euro seguiría teniendo un fuerte déficit primario (descontando los intereses de la deuda externa), al día siguiente de la salida del euro, el país tendría que pedir financiación exterior. Y añadimos a su pérdida de credibilidad, el riesgo del tipo de cambio ¿a qué tipo de interés lo obtendría?

Los problemas de salir del euro no serían menores para Alemania, que exporta el 45 % de su PIB y es el mayor acreedor de la zona del euro. El análisis de The Economist –conocido por su escasa simpatía por el euro – los exponía crudamente. Los exportadores alemanes sufrirían un alza considerable del cambio del nuevo marco, que reduciría su capacidad para vender fuera. A los bancos alemanes afluiría el dinero y crecerían sus depósitos, pero se devaluarían sus grandes activos de la zona del euro; y hay que tener presente que Alemania es el mayor acreedor del sistema.

Por consiguiente, como ya tenemos escrito, la solución a la crisis europea tiene que lograrla la política y vendrá de los bancos que la han creado, cuyos problemas ahora van parejos a los de los gobiernos. Entretanto y al final, el problema para los ciudadanos es que, dado el consenso neoliberal imperante, el reparto de los costes es y será injusto tanto más cuanto más tarde la respuesta social o el renacer de una izquierda de nuevo cuño.

(*) Miembro del Consejo Científico de ATTAC España y doctor en Derecho, que lleva años investigando sobre la opacidad del sistema financiero y su falta de regulación.

Para entender las crisis del capitalismo / Alberto Garzón Espinosa *

Aunque la noción de crisis se ha convertido en un lugar común, pues todo el mundo quiere salir de la crisis, es dominante aún la confusión general acerca de lo que es realmente una crisis económica. Y por más que se publican libros y libros sobre las diferentes crisis que se están dando (crisis financiera, crisis económica, crisis de la deuda, crisis ecológica, etc.) la incertidumbre se mantiene. No es tampoco extraño, pues las distintas escuelas de pensamiento -a la que nos adscribimos cada uno de los economistas- ofrecen diferentes interpretaciones de lo que está pasando y, por consiguiente, también de lo que habría que hacer para acabar con la crisis.

Mi intención es ofrecer aquí un mínimo pero solvente marco de análisis que permita clarificar el significado último de lo que es una crisis, sin entrar a valorar cuál es mi propia interpretación, con el objetivo de ayudar al lector a situar la situación actual.

Crisis es interrupción. Y, concretamente, interrupción del ciclo productivo. Esto quiere decir que se han detenido los mecanismos por los cuales nuestras economías producen bienes y servicios. Estos mecanismos son los mismos que nos permiten crear puestos de trabajo y producir bienes materiales que cada vez son mejores en términos técnicos. Es decir, lo que se ha detenido ha sido el proceso de avance económico, de crecimiento económico. Y sin él, ni tenemos empleo ni avance técnico -al menos bajo el sistema económico actual.

Para Marx y Keynes la forma más útil de entender el ciclo productivo era a partir de los esquemas que elaboró el primero de estos autores. En una economía capitalista el ciclo productivo está descrito por el proceso D-M-D’. Es el llamado ciclo del capital, y representa en abstracto el proceso por el cual un capitalista obtiene dinero (D), produce mercancías (M) y luego las vende por una cantidad de dinero superior a la inicial (D’). La diferencia entre D’ y D es el llamado excedente económico. Esto significa que cuando el capitalista recibe D’ dedica ese dinero a reiniciar el ciclo productivo de forma que ahora es D’-M-D”, donde ahora D” es mayor que D’. Esa reinversión del dinero es lo que permite, entre otras cosas, los desarrollos tecnológicos y los nuevos empleos. Y, por supuesto, el hecho de que las expectativas de lo que será D’ sean mayores que D es una condición necesaria para que el ciclo funcione. La aceptación de que este es el proceso que mueve la economía capitalista conlleva aceptar que es un sistema dinámico y siempre en evolución (1) (2).

Es este ciclo productivo el que se ha roto para la economía en su conjunto. Pero puede haberse roto por muchos sitios diferentes, ya que como proceso real no es ni homogéneo ni atemporal. Vamos a ver algunas posibilidades.

En primer lugar, este ciclo puede romperse en la obtención de las materias primas o los trabajadores necesarios para producir. Imaginemos que antes de comenzar a reproducir el ciclo, el empresario se da cuenta de que los materiales que necesita no están disponibles o se han encarecido demasiado. Por ejemplo, el trigo o el petróleo. En el caso de que falten, el ciclo no puede reproducirse de ninguna forma (crisis). En caso de que sean demasiado caros, la expectativa de ganancia será menor y por lo tanto es posible que el capitalista no quiera arriesgarse a iniciar el ciclo (crisis). Las soluciones históricas que se han dado a este tipo de crisis, analizadas desde las teorías del imperialismo, son invasiones militares a las zonas geográficas donde se encuentran los recursos necesarios. Por otra parte, también podría faltar el número de trabajadores, por ejemplo porque estamos en una economía de pleno empleo o porque sencillamente no hay gente que quiera trabajar en determinados sectores (crisis). Históricamente se han dado en determinados países, y se han resuelto siempre con inmigración o represión.

En segundo lugar, puede romperse el ciclo en el ámbito de la producción, es decir, cuando ya hay dinero invertido en la empresa. En estos casos las huelgas, los boicots, los sabotajes, etc. pueden interrumpir el proceso productivo e impedir que se complete (crisis). Históricamente se han resuelto con represión o con procesos de negociación entre las partes enfrentadas en el conflicto laboral.

En tercer lugar, puede darse al comienzo del ciclo por falta de financiación. Cuando las economías están desarrolladas lo normal es que los capitalistas individuales no tengan dinero suficiente para acometer proyectos de gran envergadura. En ese caso se recurre a los mercados financieros (desde el préstamo -también para capitalistas individuales- hasta los títulos financieros, pasando por las acciones). Cualquier crash financiero, o ruptura del canal que permite que llegue D al ciclo productivo, llevará a una interrupción del ciclo (crisis). Estamos entonces en una crisis financiera que se traslada a la economía real por lo que vulgarmente llamamos “cierre del grifo crediticio”. Otra cuestión distinta será entender por qué se produce la crisis financiera.

En cuarto lugar, puede que el ciclo se rompa al final, es decir, a la hora de vender la producción. En este caso podría pasar que no hubiera nadie a quién venderle la producción. En este caso se puede decir que el mercado se ha cerrado o ha dejado de existir. Si por ejemplo nuestra economía basa su crecimiento en vender a un país que ahora está en guerra, o se ha aislado internacionalmente, no vamos a poder vender nuestra producción. Como no podemos venderla no podemos transformar M en D’, y entramos en crisis. Lo mismo ocurre si nuestra economía depende del mercado interno, esto es, fundamentalmente de los salarios de la gente que vive en el país en cuestión. Si los salarios caen y la gente se empobrece, no se podrán vender las mercancías y se llegará a la crisis. (Una explicación más técnica de esta posibilidad la comenté aquí) Históricamente estas crisis se han resuelto de dos formas. La primera es la expansión a nuevos mercados -lo que ha hecho al capitalismo expandirse por todo el globo, y casi nunca pacíficamente- y la segunda a través del incremento del poder adquisitivo de los trabajadores.

Estas cuatro opciones generales nos señalan diferentes aspectos que pueden estar combinados en un momento histórico concreto. Como el actual, por ejemplo. Pero más allá de las interpretaciones, este marco de análisis nos permite entender que el sistema económico es el que está en crisis y que la resolución de la crisis (que no necesariamente del sistema) depende de que se haga un buen diagnóstico de lo que va mal.

Porque de lo contrario podría ocurrir que al intentar resolver un problema determinado (por ejemplo la falta de crédito) estuviéramos empeorando otro problema (por ejemplo, la falta de mercado nacional como consecuencia de rebajar los salarios). Aunque eso supone que la crisis es un problema para todos y que los que gobiernan de verdad quieren solucionarla. Lo que es mucho suponer.

Notas:
(1) Los economistas neoclásicos consideran, por el contrario, que el ciclo productivo es M-D-M. En este sistema el dinero es neutral. Esta polémica, que une a marxistas y keynesianos frente a los neoclásicos, es crucial y tiene que ver con la aceptación o no de la llamada Ley de Say. Tiene que ver también, por cierto, con la definición de lo que es el dinero. Una explicación de qué es el dinero desde una perspectiva heterodoxa puede leerse aquí
(2) Otra forma de ver el ciclo del capital, esta vez con notación que hace referencia a las mangnitudes contables actuales, está aquí.

(*) Profesor de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, así como miembro del colectivo Economía crítica y crítica de la economía, militante de Izquierda Unida y, desde las elecciones generales de 2011, diputado en el Congreso por dicha formación. Licenciado en Economía por la Universidad de Málaga, máster en Economía Internacional y Desarrollo por la Universidad Complutense de Madrid. También es miembro de ATTAC (organización que promueve el control democrático de los mercados financieros) y de Izquierda Unida, así como de la Unión de Juventudes Comunistas de España.