jueves, 3 de mayo de 2012

Reflexiones sobre la Universidad / César García *

Una de las pruebas irrebatibles que se ha hecho imprescindible a la hora de denunciar la falta de calidad de las universidades españolas es la baja clasificación que obtienen en los rankings internacionales, donde siempre aparecen del puesto 200 para arriba. Aunque la metodología que utilizan estos rankings, basada fundamentalmente en la publicación de artículos en revistas académicas de ciencias y tecnología en detrimento de las humanidades o de otros aspectos relacionados con la enseñanza, pueda ser discutible, son una buena orientación. Llorar y lamentarse, como hace la Comisión Europea, de que estos criterios siempre favorecen a las universidades norteamericanas, no sirve de mucho cuando el resto del mundo los sigue a pies juntillas.
Sin embargo, en esta ocasión, me gustaría hablar de otros aspectos que se suelen dejar de lado acerca de la experiencia universitaria en España y que contribuyen activamente a su desprestigio.

El primero de ellos tiene que ver con el escaso interés que tiene como experiencia vital. Mientras, por ejemplo, en Estados Unidos, ir a la universidad supone un rito de paso, ya que suele implicar abandonar el hogar paterno y enfrentarse a los desafíos de la vida cotidiana (convivencia con otras personas, sexo, alcohol, trabajo, etcétera) en solitario, en España ir a la universidad apenas supone para una mayoría de estudiantes trasladarse a otro barrio y bajarse en otra parada de autobús o estación de Metro. El resto de las constantes vitales, como seguir viviendo en casa de los padres o salir con los mismos amigos, permanecen inalterables. El riesgo en términos monetarios o coste de oportunidad también es mínimo, ya que los alumnos españoles sólo vienen a pagar el 15% de la matrícula (desde ahora el 30%). Un hieratismo que se traslada a una enseñanza que empieza y termina en el aula y fundamentalmente basada en atender a las explicaciones del profesor, realizar exámenes y quizá escribir algún trabajo.

Esta capacidad de decidir por parte del universitario también se manifiesta dentro del aula, donde la percepción de la autoridad del profesor no liquida la posibilidad de un intercambio de ideas u opiniones acerca de un determinado tema. El estudiante no siente complejo de recoger el guante de una determinada pregunta del profesor en voz alta y existe en general una buena predisposición a embarcarse en el método socrático de búsqueda de la verdad, algo lejano en la universidad española en la que el estudiante protege su libertad marcando distancias con los profesores.

El escaso entusiasmo que en España suscita la experiencia universitaria se agudiza por la inexistencia de un auténtico mercado universitario y la ausencia de competencia entre los centros, ya que los estudiantes no encuentran ningún motivo para ir a una universidad fuera de su ciudad o región, ya que todas ofrecen más o menos lo mismo. Los campus tienen todos más o menos la misma estética y el marketing y la construcción de marca huelgan por su ausencia al tener una clientela cautiva. No deja de llamarme la atención, en una de las universidades con más estudiantes del mundo como es la Complutense, no ver ni una sola sudadera con su logotipo por las calles o que en la facultad de Ciencias de la Información la librería todavía tenga un formato de ventanilla en el que los estudiantes ni siquiera tienen la oportunidad de tener contacto físico con los libros.

La creación de universidades a la puerta de casa ha promovido el localismo hasta niveles inimaginables hace décadas cuando al menos había universitarios que se desplazaban a Madrid, Barcelona u otras ciudades a ampliar horizontes. Este localismo también es favorecido por la disponibilidad de fondos públicos de carácter regional que hacen que el profesorado se centre en no pocas ocasiones en investigaciones de ámbito muy local como requisito para acceder a los mismos.

En Estados Unidos la competencia se manifiesta en varios aspectos fundamentales: la existencia de un mercado de profesores dispuestos a moverse y que pueden contratarse con la misma libertad con la que una empresa contrata a cualquier tipo de empleado; un mercado de estudiantes que buscan recibir la mejor educación posible; y un mercado de empresas y agencias que, en su mayoría con dinero privado, desarrollan actividades investigadores en campos diversos.

Frente al complejo entramado burocrático que requiere la contratación de profesores en la universidad española, la estadounidense se caracteriza por la libre contratación de docentes. Enviar un currículum y unas publicaciones, pasar una serie de entrevistas y realizar una demostración docente son los requisitos para optar a una plaza de profesor en cualquier universidad. La contratación es al 100% realizada a gusto de los departamentos y el porcentaje de doctores que suelen terminar en la misma universidad en la que realizaron el doctorado es mínimo, justo al contrario de lo que sucede en la universidad española donde la endogamia y las relaciones personales siguen poseyendo un alto valor añadido. Mientras que en España la vida universitaria se asemeja a la de un árbol, es decir, nacer, desarrollarse y morir en el mismo sitio, en Estados Unidos el aperturismo genera una dinámica de competencia entre las universidades por contratar a los mejores profesores y entre profesores por realizar los méritos suficientes para trabajar en los mejores centros.

La burocracia afecta fundamentalmente a la función pública, donde la política de ascensos y los plazos están fijados de antemano. Me pregunto qué motivación puede tener un profesor titular de universidad si tiene garantizada una plaza de por vida y unos suplementos salariales que se perciben en función de la antigüedad y con independencia de la calidad de las clases o el número de publicaciones. Es, como casi todo en España, una cuestión de dejar que pase el tiempo. Ello sin entrar en el tema del tipo de incentivos que se ofrecen: las promociones una vez que se tiene la plaza suponen 200 o 300 euros mensuales de diferencia. Al no existir mercado por las altas barreras burocráticas se da la circunstancia de que todos los profesores titulares cobran más o menos lo mismo en cualquier universidad. ¿Se imaginan un profesor laureado de la Universidad de Berkeley cobrando igual que otro en la Universidad estatal de West Virginia?

Al igual que sucede en el mundo de la empresa, en el mundo de la educación las universidades americanas tratan de ofrecer los mejores productos, es decir, programas más interesantes y la mayor cantidad y calidad de actividades posibles para captar los mejores estudiantes. Es un fenómeno que se retroalimenta y recíproco, cuanto más prestigio tienen los profesores de los departamentos, atraen mejores estudiantes y viceversa. El resultado es una alta capacidad innovadora y gran flexibilidad para adaptar los programas académicos a las necesidades de los estudiantes y de toda la sociedad .

No en vano, en Norteamérica existen multitud de rankings que establecen el prestigio de cada universidad según un conjunto de parámetros como relación calidad-precio, atención al alumno, la calidad del profesorado e incluso la calidad de vida en el campus. A diferencia de España, los universitarios americanos no saben en qué universidad van a terminar después de acabar high school (bachillerato). Lo normal es solicitar plaza en varias universidades al mismo tiempo teniendo como único criterio la calidad y no necesariamente la cercanía a su domicilio. De hecho, toda aquella familia que puede permitírselo suele enviar a sus hijos a estudiar a universidades fuera del área normal de residencia al entender que favorece el crecimiento individual.

Una experiencia vital más rica y un mercado más abierto redundaría en una mayor diversidad de estudiantes y de profesores que elevaría el nivel académico general. España, gracias al idioma, al clima y a la calidad de vida, podría tener opciones de atraer talento académico como sucede en EEUU, donde no siempre el salario es lo más importante para atraer a los mejores profesores. Pero para ello hay que tener el liderazgo necesario para hacer reformas de verdad y no sólo recortes.

(*) César García (Madrid, 1970), doctor en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid, es actualmente profesor de comunicación en la Central Washington University

Debate (o algo parecido) con la extrema derecha / Juan Carlos Monedero *

... con lo que está cayendo podemos tener PP para dos años (si se generan contramovimientos de resistencia social) y si no es así los tendremos veinte años (pues habrán conseguido remodelar tan profundamente el cuerpo social q se garantizarán las condiciones de su propia reproducción ampliada)...

En este debate extraido del blog del profesor de Ciencias Políticas de la UCM  Juan Carlos Monedero (véase más abajo), se puede apreciar cómo los contertulios de la derecha extrema  han conseguido imponer una hegemonía en la construcción del debate público ante la cual la izquierda se muestra a la defensiva en el mejor de los casos... Seguimos sin tener respuestas para una angustiante pregunta: ¿Cómo conseguir levantar hegemonías de resistencia y crítica?

http://www.comiendotierra.es/

Dejo aquí un buen ejemplo de cómo la TDT Party (los canales de televisión digital terrestre, en manos de todo el arco de la extrema derecha, de la liberal-corrupta a la nacional-católica) va construyendo hegemonía. El lenguaje y las formas son de aniquilamiento del otro (en los intermedios suele ser aún peor), de desprecio e intentos de linchamiento a cualquier discrepancia. No aparecen aquí (lo cual ustedes agradecerán, pues el programa duró más de dos horas), los insultos a Venezuela, a la Universidad pública, a la izquierda ciudadana y política, al derecho de huelga, al derecho de manifestación, a los sindicatos, al 15-M, a la España de las autonomías… 

El discurso simple es: hay que sacrificarse por España. Y quien no compra ese “sacrificio” (entre otras cosas porque sólo es para los más necesitados), es un “antiespañol” y, por tanto, prescindible. Como los argumentos utilizados por esta gente son fascistas en casi todos los casos (definen como enemigos a los que no piensan como ellos y la necesidad de excluirlos de la ciudadanía) necesitan envolverlos en muchas cifras (siempre repetidas y elaboradas por equipos con ese fin. Llamaba la atención que los tres manejaban los mismos esquemas con las mismas argumentaciones). 

Pese al trabajo previo, buena parte de esas cifras son delirantes (el profesor de economía de la Universidad Politécnica, y asiduo tertuliano de Intereconomía, manejaba cifras de empleados públicos en España del triple de las reales). Pero el argumento se repetía y repetía: ¡Si se cierra el Estado de las autonomías desaparece la crisis! Pero ¿dónde está el ahorro si el Estado central se hace cargo de sanidad y educación, las partidas realmente grandes del sistema? No se dice, pero se piensa: es que después desaparece la educación y la sanidad públicas.

Un momento interesante fue cuando afirmé que presentarse a las elecciones con un programa e incumplirlo cabalmente, esto es, mentir a la ciudadanía, genera derechos de resistencia frente a las mentiras. Algo que aparece en, por ejemplo, la Constitución alemana de 1949 o la Italiana de 1947. Ahí volvió a empezar la guerra civil. Alborotadores, jaraneros, rebeldes… Y es que hay una parte de este país llamado reino de España que sólo juega  a la democracia si ganan. Bien preocupante…

(*) Licenciado en ciencias políticas y sociología en la Universidad Complutense de Madrid .Hizo sus estudios de posgrado en la Universidad de Heidelberg (Alemania), y ha sido profesor invitado en el Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Humboldt de Berlín (dirigido por el profesor Claus Offe).Igualmente, ha sido profesor visitante en la Universidad Nacional de Quilmes (Argentina), la Universidad Nacional de Medellín (Colombia), la Universidad Iberoamericana de Puebla (México), la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina) así como las Universidades Bolivariana y Central de Venezuela, donde ha impartido conferencias, seminarios y cursos regulares. Su tesis doctoral sobre el hundimiento de la República Democrática Alemana recibió la calificación de sobresaliente cum laude.Es director del Departamento de Gobierno, Políticas Públicas y Ciudadanía Global del Instituto Complutense de Estudios Internacionales, y ha sido responsable de Formación del Centro Internacional Miranda de Caracas (Venezuela).Actualmente es profesor titular de ciencia política y de la administración en la Universidad Complutense de Madrid. Entre sus publicaciones destacamos: Disfraces del Leviatán: el papel del Estado en la globalización neoliberal; El gobierno de las palabras: política para tiempos de confusión.  

¿Es el 15-M un movimiento generacional? / Marcos Roitman *

Para quienes miran desde la barrera, la emergencia del 15-M tiene su origen en el descontento juvenil. Un mayo de 1968 incrustado en el siglo XXI, cuya identidad se cuela por las rendijas del capitalismo más abyecto, profundamente desigual, concentrador y excluyente. Las promesas de movilidad social ascendente, trabajo estable, emancipación familiar, salud y educación pública de calidad se desvanecen. En su lugar tenemos un futuro incierto, con trabajos precarios, contratos basura, salarios de hambre y sobre-explotación. La juventud sería el segmento social más damnificado. Su horizonte histórico se hace trizas, el capitalismo no tiene esa cara amable y bonachona preconizada por el poder político, al contrario, proyecta una imagen grotesca y monstruosa. 

Seis de cada diez jóvenes, entre 18 y 30 años, vive con sus padres y el paro alcanza a un 50% de ellos. Bajo esta realidad se rompen las barreras del silencio y la juventud toma la calle. En un tiempo record las movilizaciones conquistan plazas, y son merecedoras de atención y halagos. Los tópicos comienzan a circular y juegan un papel en la caracterización posterior del 15-M. Lo primero, conseguir una etiqueta fácil y reconocible, así, se les bautiza como "indignados". Su aparición no deja a nadie indiferente y se les considera hijos de las nuevas tecnologías de la comunicación. Es la revolución de los internautas. Mensajes a móviles, twitter, correos electrónicos, web. "Spanishrevolution", nace asimilada como rebeldía juvenil. El 15-M sería un movimiento de protesta incrustado en la recesión y crisis del capitalismo cuyos integrantes son fundamentalmente jóvenes.

En sus comisiones de trabajo no se diferencia por edad, sexo o condición socio-económica
Pero esta interpretación resulta insuficiente cuando no manipuladora. Sin restar importancia a la participación de la juventud, el 15-M no puede ser descontextualizado. Su originalidad requiere un análisis profundo y menos ligado a la sociedad espectáculo. Es un nuevo movimiento social ciudadano, heterogéneo donde se reúnen multitud de referentes y confluyen tradiciones de luchas democráticas y políticas, anarquistas, socialistas, comunistas, libertarias, autogestionarias y también apartidistas. En sus comisiones de trabajo no se diferencia por edad, sexo o condición socio-económica. En ellas participan sin discriminación aquellos que desean trabajar en sus propuestas y debates. 

Cuando se reivindica democracia, libertad y justicia, y se protesta contra la corrupción de los partidos políticos, el poder omnímodo de los banqueros, el capital financiero, las políticas de ajuste, los recortes sociales, el paro juvenil, el sistema electoral, la privatización de la salud, la enseñanza o el calentamiento global se desnudan sistemas políticos donde prima la injusticia y la explotación, la edad no es handicap. En estas reivindicaciones hay historia, un largo camino que han recorrido los movimientos sociales ciudadanos, sean de clase, culturales, genero o étnicos. La memoria colectiva les une y es el punto de inflexión que facilita comprender el desarrollo de movimientos tan desiguales y contradictorios como los que constituyen los mal llamados "indignados". No son ni espontáneos ni exclusivamente generaciones. 

Los actuales movimientos sociales son parte de un proceso de rescate de la política, hoy secuestrada por los mercados, en ellos confluyen parados de larga duración, trabajadores, mujeres, estudiantes, profesionales, jubilados, intelectuales, amas de casa, gay, lesbianas y desde luego jóvenes, pero no es el eje generacional lo que marca su agenda. Expresan un momento constituyente, articulador de ciudadanía donde las nuevas formas del pensar y del actuar construyen ciudadanía política como una práctica plural de ejercicio del poder, al tiempo que demandan democracia real ya, libertad, justicia social y dignidad. Si aceptamos estos principios explicativos, podemos argumentar que el 15-M es uno de los movimientos sociales ciudadanos que está en la brecha de un proyecto democrático. Su presencia despierta conciencias. Sólo por ello debe dársele la bienvenida. 

Sin embargo, el 15-M no es el todo, es parte de la solución, pero no es la solución. Su emergencia debe integrarse al acerbo de las luchas democráticas que trata de sobrevivir en tiempos de involución política donde el capitalismo salvaje pone en cuestión el propio devenir de la humanidad. A un año de su aparición, su futuro es incierto, depende de contrarrestar la nueva realidad jurídica abierta con el Partido Popular en el poder, que decide criminalizar las reivindicaciones democráticas de los movimientos sociales. Esta decisión, sin referentes en la historia contemporánea del postfranquismo, puede tener consecuencias impensables, entre otras la emergencia de un régimen totalitario, siendo la destrucción del 15-M un objetivo prioritario. 

(*) Profesor titular de Sociología de la UCM