Hace un par de años España venció a Alemania en las semifinales del
mundial de Sudáfrica por un gol a cero. La euforia se desató por todo
nuestro país, y las celebraciones se dejaron ver durante semanas gracias
a un nuevo sentimiento de patriotismo. Aquella sensación de
superioridad deportiva, cristalizada en la primera copa mundial de la
selección española, no tenía, sin embargo, relación alguna con la
competencia económica entre ambos países. Aquél otro enfrentamiento
mostraba un marcador completamente opuesto; allí recibíamos una enorme
paliza.
El esquema siguiente refleja la naturaleza de las relaciones
económica entre ambos países, y es una herramienta útil para analizar
cuáles son los problemas de la economía española y cuáles son las
opciones de política económica que se abren tras la larga y dolorosa
crisis económica que padecemos.
Podemos
comenzar por un hecho contable básico: España ha tenido un descomunal
déficit por cuenta corriente desde la entrada en vigor del euro.
Alemania, por el contrario, se ha comportado a la inversa, con un
creciente superávit desde el año 2000. Ambas relaciones se muestran
gráficamente a continuación.
Esto
significa, en esencia [1], que España exporta menos de lo que importa y
que a Alemania le ocurre al revés. Como se puede comprobar en el
gráfico, son dinámicas que se han propulsado enormemente tras la llegada
del euro. Eso significa que la estructura de la Unión Europea y la
moneda común profundizan los desequilibrios internos y pueden estar
detrás de la crisis actual.
Este hecho contable refleja, en última instancia, una menor capacidad
competitiva de la economía española, es decir, del capital productivo
español. Las empresas productivas españolas son incapaces de competir en
el mercado internacional y, más concretamente, en el mercado europeo.
Todo ello supone que el capital productivo alemán obtiene ingresos que son compartidos con el capital financiero alemán. Como vimos en otro post,
el sistema financiero funciona sobre la base de establecer una punción
sobre la ganancia productiva, es decir, que sus beneficios dependen de
la capacidad de obtener beneficios de las entidades a las que presta
dinero. Dicho de otra forma, el sistema financiero que ha prestado
dinero al capital productivo alemán se beneficia también de la buena
marcha de las exportaciones alemanas. En este punto, número 2 en nuestro
gráfico, el capital financiero alemán se encuentra con nuevos ingresos y
dinero ocioso.
¿Y qué hace el capital financiero alemán con ese dinero nuevo y
ocioso? Pues por la lógica capitalista no tiene más remedio que moverlo
para hacer más ganancias, de modo que lo presta a otros sujetos
económicos. En nuestro gráfico ya vemos a quién: al capital financiero
español (punto 3). Esta transferencia de dinero es la que explica que la
balanza de pagos cuadre: el superávit de la cuenta financiera compensa
el déficit de la cuenta corriente. Dicho de otra forma, la economía
española importa más que exporta y necesita dinero con que pagar esa
diferencia y ese dinero es el que le presta el capital financiero
internacional (y en nuestra explicación el alemán). Puede comprobarse en
el siguiente gráfico.
Ha
de tenerse presente que la forma por la que el capital financiero
alemán presta a la economía española (a través del capital financiero
español o directamente al capital productivo o a los hogares) es
múltiple. Pueden prestar a través de inversiones extranjeras directas
(llegada de empresas), a través de inversión en cartera (compra de
acciones o títulos como bonos y obligaciones) o a través de préstamos.
En España han sido determinantes las dos últimas formas (la inversión
extranjera directa española era fundamentalmente positiva gracias a la
internacionalización del capital español).
En todo caso el capital financiero español (bancos y cajas de ahorro)
se endeuda porque necesita dinero para prestar al capital productivo
español. Y el capital productivo español necesita tener una actividad
productiva que realizar porque de lo contrario entra en crisis y el
sistema no puede mantenerse. Como hemos dicho más arriba, el capital
productivo español es poco competitivo de modo que tiene que buscar una
actividad productiva en la economía interna. Si tenemos en cuenta que la
desigualdad en España –medida como participación salarial en la renta-
es muy alta (véase aquí), el
capital productivo además enfrenta una crisis de demanda interna. Por
esa razón recurre a una actividad relativamente ficticia: la burbuja
económica.
El capital productivo encuentra la burbuja inmobiliaria como vía de
escape para poder seguir generando beneficios (esquivando los dos
obstáculos: la falta de competitividad y la insuficiencia de demanda
interna). Dicha burbuja inmobiliaria es favorecida gracias a la
regulación legal y a los bajos tipos de interés de la eurozona (que
proporcionan crédito barato). De esa forma, el capital productivo
español puede alimentarse de una actividad muy lucrativa. Pero una
actividad que es también muy inestable y que depende del endeudamiento
(puntos 4 y 5). Desglosado por actores, el endeudamiento de los sujetos
económicos españoles es el siguiente.
Mientras
la burbuja inmobiliaria opera el sistema funciona correctamente y el
ciclo del gráfico se mantiene sin interrupción. Evidentemente las
asimetrías comerciales se profundizan cada año más, pero los economistas
convencionales y los ministros de economía como Solbes aseguraban que
esas cuestiones ya no importaban en el marco de la zona euro. Grave
error.
Con la burbuja funcionando el empleo se creaba gracias a que el
capital productivo que se movía alrededor de la construcción generaba
miles de trabajos nuevos cada mes, proporcionando un salario a los
trabajadores que utilizaban para seguir importando productos del
exterior. Esas importaciones favorecían a Alemania, entre otros socios
comerciales, lo cual alimentaba el ciclo. El dinero circulaba por el
ciclo correctamente, si bien distribuyéndose de forma desigual (aspecto
que veremos más adelante).
El estallido de la burbuja
Hasta que… estalla la burbuja inmobiliaria y el ciclo se interrumpe.
El consumo y la inversión caen y el capital productivo español no tiene
forma de generar nuevos beneficios. Los trabajadores españoles se quedan
sin trabajo y tanto ellos como el capital productivo y financiero
español se encuentran enormemente endeudados con el capital financiero
alemán e internacional.
El capital financiero español sortea la crisis como puede, pero sus
beneficios dependen de que exista actividad productiva. En un primer
momento los planes de estímulo del gobierno (Plan E) permiten volver a
ver beneficios en la actividad productiva, gracias a un desembolso de
dinero público. Pero posteriormente la actividad productiva termina por
caer y el sistema financiero ve secarse sus ingresos. El capital
financiero se queda con los negocios del capital productivo
inmobiliario, que ya es en sí mismo un activo tóxico, y sigue incapaz de
remontar la situación. Sólo los bancos internacionalizados (como BBVA y
Santander) encuentran una forma de obtener beneficios para ir salvando
la situación. Las cajas de ahorro se hunden irremediablemente en
pérdidas, al secarse sus ingresos y permanecer endeudadas.
El Estado al rescate, secuestrado por el capital financiero alemán
Entonces aparece el Estado de nuevo, que se presta a salvar al
capital financiero español a costa de una mayor exposición propia al
capital financiero internacional, especialmente alemán. Por mecanismos ya comentados en otro lado,
el Estado va transformando las deudas privadas en deudas públicas. La
exposición del capital financiero español se va transformando en
exposición del Estado español. Lo que fueron beneficios privados, ahora
son pérdidas públicas.
De esa forma el ciclo analizado, ya interrumpido, se recompone en una
relación de dominio del capital financiero alemán sobre el Estado y los
sujetos económicos españoles. El capital financiero alemán,
aprovechando su control político sobre las redes institucionales (la
llamada troika: comisión europea, BCE y Fondo Monetario Internacional) y
un contexto ideológico favorable a sus tesis (el neoliberalismo) se
presta a condicionar toda política económica a un solo objetivo:
garantizar que va a recibir el dinero comprometido. La devolución de las
deudas, privadas y públicas, prioridad absoluta.
Dado que las deudas privadas no pueden devolverse porque no hay
capacidad de ingresar, el capital productivo español va quebrando (sobre
todo el pequeño capital productivo: PYMES; el gran capital productivo
sortea la crisis exportando como puede). El capital financiero español
también se encuentra en la misma situación, pero su quiebra está
prohibida de facto por la ideología dominante (la tesis de “demasiado
grande para caer”) de modo que el Estado se hace cargo de su actividad y
de sus pérdidas.
De una forma u otra (y siempre a través de mecanismos financieros),
el Estado se va haciendo cargo de las deudas privadas. Se socializan las
deudas y las pérdidas, de modo que toda la carga del coste de la crisis
recae sobre los contribuyentes.
Ante la presión del capital financiero alemán, los partidos políticos
dominantes en los países periféricos (pues estos procesos se repiten en
Portugal, Grecia e Italia) ceden y ponen al Estado de Bienestar al
servicio del pago de la deuda al capital financiero alemán (en España
con la reforma de la constitución que hicieron en agosto de 2011 el
gobierno del PSOE y el PP). Dicho de otra forma: el desmantelamiento de
la sanidad, la educación y los servicios públicos pagará al capital
financiero alemán.
Ese es el estadio actual de la crisis: la no modificación de la
estructura institucional europea y la subordinación de toda política
económica de los países periféricos al pago al capital financiero
alemán. Por esa razón no hay salida de la crisis sin romper con el marco
actual de Unión Europea y con el dominio financiero alemán.
NOTAS:
[1] La cuenta corriente está formada por la balanza comercial, la
balanza de servicios, la balanza de rentas y las transferencias
corrientes. En todo caso, la que marca el sentido en ambos casos es la
balanza comercial.
(*) Miembro del Consejo Científico de ATTAC España y diputado de Izquierda Unida