jueves, 19 de julio de 2012

Rajoy no tiene derecho a dejar en la miseria a millones de españoles / Roberto Centeno *

Hace tres semanas, con motivo de un viaje a EEUU, me despedía de ustedes hasta septiembre. Pero al volver me he encontrado con que, después de seis meses de tomar decisiones, casi todas en sentido contrario a lo que necesitaba el país, Mariano Rajoy decide superar los límites de lo tolerable y, de una manera tan vil como irresponsable, llevar a sectores enteros de población, a millones de españoles, a una situación de pobreza y exclusión social intolerables. Y todo ello no para salir de la crisis, ya que estas medidas hundirán aún más el crecimiento y el empleo, sino para mantener los privilegios de una casta política incompetente y corrupta que no está dispuesta a sacrificio alguno.

Con una cobardía poco común, elude su compromiso más esencial, el de gobernar, y lanza la mentira más escandalosa de toda su amplia trayectoria de embustes y falsas promesas: “Los españoles no podemos elegir si hacemos o no sacrificios. No tenemos esa libertad”.
 

 Es decir, que los españoles no podemos elegir entre que nos arruinen a impuestos y nos recorten salarios y prestaciones o acabar con el despilfarro de 120.000 millones de euros anuales que supone, en conjunto, el modelo de Estado impuesto por la casta política. Que los españoles no tenemos la libertad para elegir entre acabar con las duplicidades entre AAPP (34.000 millones tirados por la fregadera) y cerrar las 3.000 empresas públicas inútiles creadas para ocultar deuda y colocar a 450.000 parientes, amigos y correligionarios a dedo con sueldos un 35% superiores a la media de los funcionarios, o que nos bajen las prestaciones de desempleo, las pensiones, la dependencia o la reinserción social. 

También que los españoles no tenemos la libertad para elegir que se devuelvan al Estado las competencias de Justicia, Educación y Sanidad (lo que supondría un ahorro de 47.000 millones de euros, según cálculos de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, porque desde que Aznar cometió el error histórico de transferirlos a las CCAA el coste por alumno y enfermo ha aumentado más del doble en términos reales) y debemos aceptar sin rechistar recortes brutales en Sanidad y Educación y copago a todo lo que se mueve porque, para nuestro presidente, “eso ni se plantea”. Los niveles de irresponsabilidad y miseria moral de Rajoy resultan inauditos.

Dice no tener la libertad para decidir, pero sí para llevar a la ruina a la nación. Si es cierto que no la tiene porque es un cobarde y los
barones no le dejan, debe dimitir. Que no diga que es una imposición de Bruselas, porque Draghi se lo dejó bien claro: “Menos impuestos y más recortes de gasto”. Rajoy, al igual que cuando estaba en la oposición -cuando Valencia, Murcia o Madrid capital estaban a la cabeza del despilfarro sin que moviera un dedo para evitarlo- es incapaz de recortar nada. Su ineptitud, elevada a escala nacional, no sólo está llevando a la miseria y a la exclusión social a millones de personas, está arruinando a varias generaciones de españoles con una deuda y unos tipos de interés inasumibles.  El jueves pasado la Asociación de Empresas de Trabajo temporal dio a conocer una cifra pavorosa: el número de familias españolas que vive por debajo del umbral de la pobreza asciende ya al 26,5%, mucho más que en Grecia. Y la opción de Rajoy es empobrecernos todavía más.

Una conversación en Washington
Hace dos lunes, en el hotel Fairmont en Washington, y gracias a un amigo común, tuve la suerte de poder exponer a un
primera espada del FMI el que, en mi opinión, es el principal problema de España: el modelo de Estado. Le dije: “O ustedes nos ayudan acabar con las CCAA o las CCAA acabarán con España, es así de simple”. Naturalmente, esto hay que demostrarlo con cifras y a ello dediqué todo el tiempo del que dispuse. El FMI, al igual que la UE y al igual que Alemania, sabe que el problema de España radica en las regiones. Sabe también que Rajoy miente, y que miente en todo: en la situación del sistema financiero, en la situación macroeconómica y en el déficit público. Pero lo que no conoce bien es la dimensión real del problema. Me quedo corto si afirmo que mi interlocutor se quedó asombrado. Y es lógico, porque cuesta creerlo.

¿Cómo puede creer nadie que partiendo en enero de una situación de quiebra del sistema autonómico (que representa los dos tercios del gasto público de la nación) el Gobierno, en lugar de intervenir a las CCAA, les transfiere cerca de 30.000 millones de euros sin condición alguna? Un dinero que ya han despilfarrado, porque ahora necesitan 25.000 millones más. ¿Cómo puede nadie creer que un Gobierno renuncie a intervenir en la asignación correcta de dos tercios de los recursos de la nación?; ¿o que en los cinco primeros meses de 2012 el déficit del Estado se haya incrementado en un 31% y la extrapolación a fin de año nos lleve a un déficit de las AAPP del 11,6% del PIB (porque el supuesto adelanto a CCAA jamás será recuperado (1)?
 
Cuando conté, a modo de ejemplo, que la alcaldesa de Madrid y sus concejales tienen 1.500 asesores con un sueldo medio de 47.000 euros y 183 coches oficiales de uso personal, no me creyó. Así de simple. Tuve que pedirle que tecleara en Google “Asesores ayuntamiento Madrid”. Se quedó boquiabierto. El alcalde de Washington, al igual que el de Nueva York, ni siquiera tiene coche oficial y va en metro cada día a su trabajo. Cuando le expliqué que en España hay más de 30.000 coches oficiales, que desde 1978 se han contratado dos millones de empleados públicos
a dedo, entre amigos y correligionarios, que las CCAA tienen más de 200 embajadas en el extranjero o que disponen de casi 50 canales de TV con una pérdida anual de 2.400 millones no se lo podía creer.
 
“Es obvio -me dijo- que ningún gobierno del mundo tiene derecho a empobrecer de ese modo a los ciudadanos si tiene alternativas de reducción de gasto tan claras, pero ni el FMI ni la UE pueden imponer un cambio del modelo de Estado. Son ustedes, los españoles, quienes deben hacerlo”. Le expliqué que eso era imposible porque España no es una democracia formal, algo que requiere un sistema representativo del electorado y la separación de poderes en origen; España no tiene ni lo uno ni lo otro. Los españoles carecemos de cauce legal alguno para cambiar el modelo de Estado. Ni diez millones de firmas servirían para ello. Lo entendía pero no era un tema del FMI me dijo, de todas formas “si esas son las cifras reales el rescate es inevitable, y eso obligaría a cambiar el modelo de Estado o algo equivalente”.
 
España necesita un rescate de 500.000 millones ya.
¿Alguien se ha molestado en sumar los vencimientos de deuda? En julio, los vencimientos del Tesoro eran de 19.000 millones y sólo se ha cubierto una tercera parte; 13.000 en agosto y septiembre; 27.600 octubre y, el resto, 9.000. Total: 62.000 millones. Las CCAA necesitan 28.000 y los bancos, descontando Santander y BBVA, han emitido 80.000 millones de euros con aval del Estado, de los que 38.000 vencen este año. Total: 128.000 millones. Unos 6.000 los sacarán saqueando la caja de las Loterías, y los bancos parte del BCE, pero aún quedan 100.000. 
 
La liquidez que tenía el Tesoro la han transferido de forma casi íntegra a las CCAA y al pago a proveedores; con el déficit 2012 hay unas necesidades de financiación de 150.000 millones de aquí a fin de año (unos 27.000 millones al mes), que con la prima y los intereses desbocados son imposibles de lograr. Y, después, 175.000 millones en 2013 -vencimientos y déficit - y 250.000 en 2014. España necesita ya un rescate de  500.000 millones.
 
Sin embargo, eso no es lo único. España no puede seguir siendo el cortijo de una casta política parasitaria, cuyo pensamiento real sobre el conjunto de los ciudadanos es el expresado por la indigna
palmera del PP: “Que se jodan”. Es lo que piensan los 17 presidentes autonómicos y su inmensa corte de parásitos sociales, es lo que piensan los 8.160 alcaldes y 68.578 concejales,  los miles de presidentes de empresas públicas y los miles de diputados, senadores, asesores o sindicalistas de pesebre completamente inútiles. ¿Acaso uno, uno sólo de ellos, o de los casi dos millones de empleados públicos nombrados a dedo, estaría dispuesto de renunciar a su prebendas para evitar la ruina de los españoles?
 
Las nuevas medidas no sólo son una chapuza absoluta, son un expolio sin precedentes a las clases medias y trabajadoras, mientras la casta política se niega a aplicarse a sí misma el menor recorte. Los 65.000 millones en dos años y medio no solo son falsos, son clamorosamente insuficientes. El conjunto, y con las valoraciones oficiales, supone 48.000 millones, no 65.000, o 19.000 millones año, o 6.300 millones en el cuatrimestre que queda. Se necesitarían 50.000 para cumplir el compromiso de déficit 2012. Además, las valoraciones oficiales son falsas, la recaudación estimada por IVA y otros impuestos se ha calculado sobre la base de que el consumo se mantiene. La teoría económica explica que eso no es así mientras la experiencia demuestra que se queda en la mitad. 
 
La reducción de gasto por el número de concejales, valorada en 3.500 millones, es tres veces la real, pero como hay que esperar a las nuevas elecciones acaba en cero. Si se ponen las cifras reales, los 19.000 al año, se quedan en 12.000 escasos o 4.000 en 2012. Y, aunque van a reducir pensiones y subir la tarifa eléctrica, apenas llegará a la décima parte de lo necesario. Nada a cambio de una deflación brutal y de condenar a la miseria y a la exclusión social a millones de personas. Adicionalmente, el efecto sobre el sistema financiero de la caída de la venta de viviendas y la subida de la morosidad llevará a muchas entidades a la insolvencia. La buena noticia es que ni Rajoy ni el modelo de Estado sobrevivirán al inevitable rescate. La sustitución de estos irresponsables por profesionales es nuestra única posibilidad de salvación.

(*) Catedrático de Economía de la UPM
 
(1) La cifra del déficit del Estado correspondiente al mes de mayo es del 3,4% del PIB, que se compara con el 2,6% en el mismo periodo 2011. A partir de aquí, dos estimaciones son posibles: elevar el 3,4% a tasa anual (8,6%) y sumarle el 2% del objetivo de déficit de CCAA, ayuntamientos y Seguridad Social (10,6%), algo poco realista porque ese objetivo es una quimera. O, segunda, suponer proporcionalidad entre el 2,6% del Estado a mayo y el 8,9% total al final de 2011, y el 3,4% actual y el total a fin de año, lo que nos llevaría a una estimación de déficit de 2012 del 11,6% .

Tragedia, farsa, apocalipsis / Santiago Alba Rico *

Todos los ingredientes parecen combinarse para producir un inquietante déjà vu: una crisis económica global, el retroceso de la democracia, la búsqueda de un chivo expiatorio, una fractura europea de la que resurge la imagen aún borrosa de un Reich alemán. Son ya legión los analistas que establecen paralelismos bastante acertados entre la época actual y el período de entreguerras del siglo pasado.

Semejanzas hay muchas, pero lo cierto es que, más allá de la decadencia ecológica del planeta y la amenaza nuclear, conviene señalar también una diferencia cultural que excluye cualquier repetición mecánica: el fascismo fue la respuesta al triunfo de la gran revolución rusa y su ascenso se produjo en un marco denso de ideologías fuertes en el que la mayor parte de los europeos se alinearon conscientemente de uno u otro lado.

Seamos optimistas. Tras cincuenta años de Estado de Bienestar y “hedonismo de masas”, las víctimas de la crisis no son trabajadores explotados, aunque la explotación del trabajo se haya intensificado brutalmente, ni tampoco parados harapientos, aunque no dejen de aumentar el número de parados y de harapos: son -por usar la expresión de Bauman- “consumidores fallidos”.

En tiempo de crisis”, se nos alerta, se puede llegar a creer cualquier disparate. La combinación de mercancías y nuevas tecnologías ha generalizado un modelo antropológico que debilita casi todas las adhesiones fiduciarias, hasta el punto de que el innegable aumento de las filiaciones religiosas no puede ocultar el pragmatismo consciente de los que escogen, en el menú variado de las doctrinas de salvación, la que más se ajusta a su perfil social o laboral. Si una ideología es una convicción universal cuya raíz misma implica el paso al acto, podemos decir que el compromiso ideológico es hoy residual en el mundo: el crecimiento de Amanecer Dorado, del Frente Nacional o de UKIP (o el del islamismo político radical), que debe sin duda preocuparnos, está limitado en cualquier caso por el “nihilismo de mercado”.

Frente a estos movimientos agresivos y frente al retroceso de democracia, la dificultad para creer nos salva de los fascismos clásicos, pero inhabilita también, como alternativa viable, a las izquierdas tradicionales. La reacción “natural” en el interior de este modelo, la más saludable, la única posible, es el 15-M y sus indignados descreídos y solidarios, reverso ético de la mercancía y sus hechizos.

Seamos pesimistas. Tras cincuenta años de Estado de Bienestar y “hedonismo de masas”, las víctimas de la crisis no son trabajadores explotados, aunque la explotación del trabajo se haya intensificado brutalmente, ni tampoco parados harapientos, aunque no dejen de aumentar el número de parados y de harapos: son -por usar la expresión de Bauman- “consumidores fallidos”.

En tiempos de crisis, ¿se puede creer cualquier disparate? La derecha, porque es realmente disparatada, puede tener más éxito que la izquierda, pero ni una ni otra va a conseguir ideologizar, ni para mal ni para bien, a la mayor parte de la población. El peligro procede hoy de un nuevo populismo mucho más nietzscheano y risueño que el fascismo, mucho más escéptico en términos de actitud vital, mucho más "situacionista", si se quiere, incluso en medio de la catástrofe económica y social que se avecina. Creer, aunque se trate de un disparate (los extraterrestres o la superioridad racial), es un vínculo. Y hay que abordar más bien la perspectiva de un fascismo sin vínculos, seguido por gente que "no puede creer" y que, por tanto, no va a necesitar ninguna cobertura de legitimidad para defender sus intereses.

Me cuesta poco trabajo imaginar a millones de personas siguiendo a un líder al que no rinden ningún culto y al que, aún más, desprecian; o votando un programa que saben radicalmente injusto; millones de prevaricadores que, tras décadas de hedonismo de masas y nihilismo de la mirada, se sienten hoy legitimados, como en la balsa de la Medusa, a no ocuparse más que de salvar su pellejo, sin necesidad de rendir cuentas a ningún sacerdote ni de pedir justificaciones a ningún emperador. Esa es la imagen, sí: millones de prevaricadores enfrentados entre sí, en una lucha a muerte, mientras algunos indignados buenos, sin un recambio ni una organización, tratan de recordar los principios de una civilización minada por los propios soportes materiales que los han forjado, soliviantado y reprimido.

Seamos optimistas: ningún Amanecer Dorado ganará nunca las elecciones. Seamos pesimistas: todo puede ser aún peor. La conocida frase de Marx según la cual la historia se repite primero como tragedia y luego como farsa admite distintas variaciones. Empujados hacia una decadencia ecológica irreversible y con los arsenales llenos de armas de destrucción masiva, lo que hace cien años fue tragedia hoy puede repetirse como apocalipsis. Con ideología o sin ella, pongamos algunos parches, por favor.

(*) Escritor, ensayista y filósofo español