martes, 4 de septiembre de 2012

La movilización social permanente / Ramón Cotarelo *

Acabo de escribir una columna para maspublico, un periódico "libre y profesional" con el que colaboro y que recomiendo, claro, sobre la accidentada apertura solemne de curso de las Universidades públicas. La he puesto en relación con el Estado de movilización permanente. Esto es con lo que el gobierno ha de lidiar, él tan amante de los toros. Estará encantado. Tiene prácticamente el país entero en contra, excepción hecha de los curas, aunque supongo que los cristianos de base ya estarán preparando alguna de sus llantinas colectivas acerca de qué mala es la jerarquía que no se pone del lado de los pobres como ordena Cristo.

Los mineros, los funcionarios, los parados, los activos, los enfermos, los sanos, los jubilados y los por jubilar, los científicos, las mujeres, los gays, los jornaleros, los médicos, los catalanes, los vascos y ahora, por tener, tiene en contra su propio partido, en el señero tanto monta monta tanto Esperanza como Oreja. A los etarras, desde luego, no se los ha ganado y las asociaciones de víctimas están en pie de guerra. Y él, por su lado, ha fingido ignorar las reiteradas ofertas del PSOE de compartir el peso de la cruz. Con lo cual está literalemte solo ante el peligro. 
Se le ha sublevado la sociedad cada cual por su lado. El nacionalismo no español cobra nuevos bríos y esos mismos han conjurado de nuevo a la vida a un espadón del XIX que amenaza con invadir Cataluña o bombardear Barcelona si hay intento de secesión. 
Bajo su infeliz apariencia de hombre sin atributos, al estilo de Musil, Rajoy ocultaba un temperamento autoritario, inclinado a gobernar por decreto-ley, a no escuchar a nadie ni a dar explicaciones de nada, tendente a escurrir el bulto y consagrar sus apariciones públicas a ceremonias de Estado. Es un autoritarismo positivista: las normas valen porque son normas, no porque sean justas. En aplicación de este lamentable criterio, la mayoría absoluta de que dispone Rajoy le permite prescindir del Parlamento sin faltar a la ley. Y lo hace.
Pero de lo que no puede prescindir es de la sociedad, porque solo cuenta con el 30 por ciento del voto (ahora, seguramente menos por la oposición interna que también padece) frente al 70 por ciento que no lo ha votado. Un treinta por ciento del voto no autoriza a cambiar por decreto la legislación del aborto, ni el sistema educativo de raíz, sino que obliga a consensuar y negociar. Salvo que lo que se busque sea precisamente una situación de oposición generalizada que conduzca al caos y permita justificar una solución de Espadón. A este, en concreto, convendría mandarlo allí en donde no pueda hacer daño.
La sociedad española está polarizándose en exceso. La crisis, ya prolongada, fomenta la crispación, el nerviosismo, la agresividad. Y todo eso no ayuda a salir del hoyo sino al contrario. La polarización es porque aumenta la radicalidad en los dos polos a través de una conocida dinámica de acción-reacción muy peligrosa. El gobierno no puede seguir siendo tan descaradamente el gobierno de una minoría en contra de la mayoría de la sociedad porque la movilización social permanente puede acabar en un estallido social.
Hasta el PSOE, la pesada galera de la izquierda, parece salir del letargo o del noqueo del tortazo del 20N y largar vela. Ocho meses ha llevado a Rubalcaba entender que a su colega diputado se le ha subido el laurel a la cabeza, ya se ve como césar invicto y no tiene por qué negociar con la plebe. Veloz no es el chaval; pero será seguro. Ahora, un puñado de díscolos conmilitones está escorando la nao a la izquierda y hacia ahí parece orientarse. Menos mal. Aunque conviene que se pongan rápido al día porque venir ahora quejándose de que Rajoy no es un hombre de palabra no dice mucho sobre la rapidez de juicio de quien lo hace. Efectivamente, no es es de palabra; de una sola palabra; es de muchas, infinitas, según sople el viento. 

La función del PSOE no es explicar al mundo lo que el mundo ya sabe, sino exponer qué entiende en concreto por una alternativa socialdemócrata de izquierda tanto dentro como fuera del país, cómo piensa llegar a ella y cuáles son las capacidades con que a su juicio cuenta el PSOE ahora mismo para conseguirlo. Muy sencillo.

Un Estado moderno / Salvador Sostres *

Rajoy continúa sin hacer lo que tiene que hacer, que es crear las bases de un Estado moderno y verdaderamente útil a sus ciudadanos, y no este insalvable lastre. Sobra el 40% de los funcionarios, pero no sólo por la crisis, sino porque un Estado no puede ser esta demencial maquinaria de burócratas. Ni los maestros ni los médicos tienen que ser funcionarios, ni que la Sanidad y la Educación sean servicios universales significa que la red que los provee tenga que ser pública. Sobran 15 autonomías, con sus 15 parlamentos y sus 15.000 cargos duplicados. 

La paga extra de los funcionarios, que según Rajoy se ha suprimido de forma temporal, tiene que suprimirse para siempre y como concepto, porque nadie tiene que recibir nada extra por realizar bien su trabajo; y tiene, en cambio, que poder ser despedido si su rendimiento no es satisfactorio. Del mismo modo, la prestación por desempleo no sólo tiene que reducirse a siete meses, sino que tendría que quedar como un mero cojín de emergencia -uno o dos meses para parar el golpe- y que ir al paro no fuera una opción como lo ha sido hasta ahora para muchos caraduras, que trabajaban lo mínimo para poderse pasar luego largas temporadas cobrando del Estado sin hacer nada. 

Las subvenciones anulan la voluntad, el esfuerzo y la tensión que nos hacen vivir despiertos y aprovechar cada oportunidad como si fuera la única. Cuando perder el empleo no sea visto por tantos gandules como una ocasión de tomarse un descanso pagado, y todos tengan claro que sin su trabajo no son nada, tal vez lo cuiden con más responsabilidad y menos días personales, y entonces seremos una sociedad mucho más dinámica y competitiva. 

Hay que eliminar también el concepto de las vacaciones pagadas, y que nadie vuelva a creer nunca más que va a cobrar sin trabajar. Es justo que nos paguen por nuestro trabajo, pero si tenemos la ocurrencia de querer vacaciones, que sea por nuestra cuenta (y, sobre todo, riesgo, tal como están las cosas). 

He de decir igualmente que me sorprende escuchar tantas voces preocupadas por la crisis, y tantos discursos sobre la solidaridad, y que ningún trabajador haya tenido el gesto de renunciar a sus vacaciones para arrimar el hombro y emplearse a fondo en el propósito de ayudar a su empresa y de proteger su puesto de trabajo. Cuando en septiembre te encuentres en la calle, no digas que no te lo esperabas y pregúntate si hiciste algo para salvarte. Estoy harto de los que tantos discursos dan sobre la solidaridad sin que nadie vaya nunca a reclamársela. 

Tampoco es suficiente reducir un 20% las subvenciones a partidos políticos y sindicatos. Tanto unos como otros tendrían que vivir de las cuotas de sus militantes y afiliados, y de las contribuciones privadas que recibieran. Si no hay suficientes afiliados para mantener a los sindicatos es porque ya no representan a nadie, ni defienden a nadie más que a sus cuadros de secretarios, agitadores profesionales y liberados. Ésta es la única verdad de unos sindicatos que viven fuera de la realidad y que son contrarios a la prosperidad. 

No se trata sólo de ahorrar, sino de establecer un nuevo contrato entre el Estado y el ciudadano basado en la libertad y en la iniciativa personal, en nuestras cualidades de hombres y nuestra misión de desarrollarlas. Se trata de aceptar el reto, de recuperar el espíritu explorador y el sentido del honor, de alzarnos y de alargar los dedos hasta tocar la cara de Dios. 

(*) Columnista de El Mundo

Respuestas al cataclismo / Jérôme Duval *

“Quien siembra vientos, recoge tempestades”. En ésas estamos. Ahora que el espectro del comunismo se ha alejado paulatinamente desde la caída del muro de Berlín, el capitalismo, erigido sistema globalizado, ya no tiene necesidad de hacer concesiones como las que hizo Roosevelt en su época con el New Deal. Puede rematar el trabajo comenzado en la era Reagan-Thatcher para echar por tierra el Estado del bienestar.

El estado de choque en que se ha sumido Europa con la “crisis de la deuda” ofrece la oportunidad de acelerar ese ataque contra los derechos que adquirimos luchando. La precariedad se extiende dentro de los propios países considerados ricos. El sobreendeudamiento y la pobreza masiva ya no es propiedad exclusiva de los países del Sur: esos ingredientes inherentes al capitalismo radical ya no tienen fronteras.

Nos dirigimos hacia el mismo camino que ya tomaron algunos países de América Latina por los mismos motivos cuando la “década perdida” y las revueltas del hambre, un camino que ya ha recorrido Grecia. España está llevando a cabo un rescate bancario enorme, nacionalizando las deudas privadas en beneficio de los detentores del capital pero, ¿a qué precio?

(*) Activista del grupo Patas Arriba
Tras haber ofrecido cerca de un millón de euros a cada uno de los despachos privados de auditores Oliver Wyman y Roland Berger, el Gobierno de Rajoy abona alrededor de dos millones de euros a la empresa privada Álvarez & Marsal para crear la entidad que gestionará los activos tóxicos de los bancos nacionalizados. Así pues, son cuatro millones de euros que salen de las arcas del Estado para pagar a empresas privadas.

No olvidemos que los bancos privados españoles se financian en el BCE al 1%, al tiempo que perciben intereses sobre la deuda pública del país del que son acreedores. Unos jugosos beneficios que parecen insuficientes para colmar las pérdidas debidas a una corrupción endémica, a unos salarios prohibitivos y a una gestión desastrosa en el sector inmobiliario. ¿De modo que no basta con conceder dinero barato por vía del BCE para que esos bancos especulen y se enriquezcan con la deuda pública? ¿Es preciso también que la población venga en su auxilio?

En Grecia, donde el paro alcanzó el nuevo récord histórico del 23,1% de la población activa en mayo de este año, el nuevo Gobierno de Antonis Samaras se está preparando para reducir el gasto público en 11.500 millones de euros para 2013 y 2014 para satisfacer a la Troika de acreedores (Unión Europea, BCE y FMI). Las pensiones ya se han reducido en un 40% en dos años. El desbloqueo o no del siguiente tramo de préstamos de la UE y del FMI esperado por Atenas, de un montante de 31.500 millones de euros, depende de la aplicación de esta nueva ola de austeridad. Grecia acaba de embolsarse en agosto 4.063 millones de euros en bonos del tesoro a tres meses, a una tasa del 4,43%, para poder hacer frente a un vencimiento de 3.200 millones de euros del BCE. Afectada por un sobreendeudamiento crónico cuidadosamente mantenido, Grecia no se beneficia de sus entradas de capital, que desaparecen inmediatamente en forma de reembolsos; sólo una ínfima parte del dinero permanece en las arcas del Estado.

Otros países están entrando en la espiral infernal del ajuste estructural, en el que el endeudamiento sirve como pretexto para imponer la austeridad. Después de Chipre, las tres principales agencias privadas de calificación han bajado la nota de la deuda soberana de Eslovenia, donde los tipos de interés para préstamos a largo plazo están por las nubes. El gran plan de austeridad votado a principios de julio por el Parlamento para reducir el déficit público al 4% del PIB de aquí al final de 2012, frente al 6,4% actual, no basta. En los próximos meses debería hacerse público un segundo plan destinado a recortar aún más el gasto público, so pena de que la Troika envíe una misión de expertos a investigar las cuentas públicas.

El FMI ha suspendido un desembolso a Ucrania, que se niega a aumentar el precio del gas, al igual que hizo con Grecia cuando esperaba los resultados de las últimas elecciones. Impera el dictado de los acreedores. Ante los mayores retrocesos sociales desde la guerra, es hora de reclamar justicia, soberanía popular y democracia real. Es necesario rechazar radicalmente esta política de austeridad que no ofrece ninguna salida de la crisis, sino que, por el contrario, incrementa el déficit y la deuda. Ha llegado la hora de que las fuerzas de la izquierda se unan, sin concesiones con el capitalismo, para hacer frente a este ataque sin precedentes contra la democracia.

(*) Activista

Un modelo que conduce al desastre / Juan Francisco Martín Seco *

El INE ha hecho pública la revisión de los datos macroeconómicos de los años 2010 y 2011 que empeoran significativamente los que hasta ahora se habían facilitado, y que muestran que ha sido principalmente el consumo el causante de tal desviación. Las expectativas para los próximos años no son mejores. Los propios organismos internacionales que recomiendan los ajustes, basándose en los efectos que van a causar esas medidas, agravan las previsiones macroeconómicas, con lo que el círculo se cierra: un deterioro de la economía imposibilitará el cumplimiento de los objetivos del déficit, dando nuevos pretextos a los halcones de Berlín, Frankfurt y Bruselas para recomendar nuevos ajustes, y vuelta a empezar.

El objetivo de déficit público (ingresos menos gastos) se fija como porcentaje del PIB. Un empeoramiento de la actividad económica influirá sobre su cumplimiento por distintas vías. La primera es meramente matemática, aun cuando se alcanzase la cuantía del déficit en valores absolutos se rebasaría el objetivo al haberse reducido el denominador (el PIB). Pero la contracción de la economía afectará también vía numerador a través de los llamados estabilizadores automáticos, mayores gastos en prestaciones de desempleo y sobre todo una menor recaudación. 

Conviene recalcar el nombre, “estabilizadores automáticos”, con el que tradicionalmente se quería expresar el efecto beneficioso que en épocas de recesión tenían al incrementar automáticamente el déficit y así reactivar la economía. El objetivo que impone Alemania y que tan fielmente cumplen los otros gobiernos es el opuesto, reajustes y recortes; los podríamos denominar “desestabilizadores discrecionales” porque tienen poco de automatismo. Hay otro factor que influye negativamente en el cumplimiento del objetivo de déficit, los gastos financieros. Cuanto más se deteriora la actividad, más desconfían los mercados y mayor tipo de interés exigen en la compra de la deuda pública, y mayores gastos financieros, por lo tanto, tiene que soportar el presupuesto.

Es sumamente ilustrativo contemplar el gráfico de la evolución de la prima de riesgo desde mayo de 2010. Da perfecta idea de que -prescindiendo de las lógicas variaciones a corto plazo de todo mercado, ocasionadas por las diversas manifestaciones, rumores o acontecimientos puntuales- la tendencia es claramente alcista, y que hoy saludamos como buena noticia el que los tipos de interés hayan descendido a un nivel que hace unos meses nos parecía intolerable. A pesar de los múltiples sacrificios a los que se ha sometido a la sociedad española, lo único que se ha logrado ha sido empeorar la economía e incrementar la prima de riesgo. Continuar por este camino conduce al desastre más absoluto. Ante los nuevos rescates, deberíamos mirar a Grecia.

El modelo de la austeridad impuesto por Alemania carece de consistencia. Está basado únicamente en un ilusorio incremento de la competitividad, deprime el consumo interno y se orienta en exclusiva al sector exterior, lo que puede favorecer a un país, mientras los otros países no apliquen o no puedan aplicar la misma política. Es un modelo tendente no tanto a agrandar la tarta sino a robar un trozo al vecino. A la economía alemana le va medianamente bien gracias a que esquilma las economías del resto de países de la Eurozona; se financia a interés negativo, debido a que los demás Estados se ven obligados a soportar una elevada prima de riesgo, y el fundamento de su crecimiento se encuentra en el exceso de exportaciones sobre sus importaciones, que tiene su contrapartida en los déficits de la balanza de pagos por cuenta corriente de otra serie de países como Grecia, Portugal, España o Italia.

Esa política, que está siendo desastrosa para los habitantes de muchos países de la Eurozona, tampoco resulta demasiado beneficiosa para la mayoría de los alemanes, sometidos a un proceso de ahorro forzoso, ahorro que, como ocurre casi siempre, se termina acumulando en pocas manos. Muchos trabajadores alemanes, aun cuando gocen de una situación relativamente mejor que la de sus homólogos de los países del sur, han visto empeoradas sus condiciones laborales y sociales. Recordemos la agenda 2000 que Schroeder dejó de regalo a Merkel, y consideremos los empleos a tiempo parcial y los tan cacareados minijobs que, como siempre, se justifican afirmando que es mejor un empleo malo que ninguno.

El ahogamiento financiero y la recesión económica de los países del sur tienen que terminar por influir negativamente en la economía alemana. Alemania ha fundamentado su modelo de crecimiento en las exportaciones, y destrozar las economías de sus clientes por fuerza debe afectar a su actividad y a la de toda la Eurozona.

(*) Economista