Por definición, dogma es un sistema de creencias basadas en
la fe y no en la evidencia científica. Y mientras que hay conciencia de
las consecuencias, muchas de ellas negativas, que los dogmas religiosos
han tenido a lo largo de la historia, hay poca percatación de los
impactos sumamente negativos que los dogmas económicos han tenido en
nuestra realidad, como lo demuestra la aplicación del dogma neoliberal
en la situación presente. La aplicación de las políticas derivadas de
tal dogma está llevando a España, a Europa y al mundo a un desastre. Y
la evidencia científica de que esto es así es robusta y abrumadora, lo
cual no es un obstáculo para que tales políticas continúen
promocionándose en los medios y aplicándose por las autoridades
públicas.
Un principio básico de tal dogma neoliberal es lo que éste define
como “austeridad expansiva” (en inglés, Expansionary Austerity). Los
generadores de tal principio son dos profesores de la Harvard
University, Alberto Alesina y Silvia Ardagna que, a través de sus
escritos sostienen que las políticas de austeridad (la manera como
definen los recortes de gasto público y muy en especial del gasto
público social, así como las medidas orientadas a reducir los salarios)
estimulan el crecimiento económico, pues, según ellos, tales políticas
de rectitud fiscal y ortodoxia económica dan confianza a los mercados
financieros, que son los que en definitiva juegan un papel clave en la
provisión de fondos invertidos en un país. Que la deuda pública de un
país tenga unos intereses altos o bajos depende primordialmente –según
tales autores- de la famosa confianza de los mercados financieros (que
quiere decir de la Banca, de las compañías de seguros, de los capitales
de alto riesgo y de otras entidades financieras) en la capacidad de los
Estados de poder pagar los intereses de su deuda pública.
Y la reducción de los salarios es –de nuevo, según ellos- buena, pues
facilita la competitividad y las exportaciones, que son el motor de la
economía. Esta bajada de salarios (facilitada por las reformas
laborales, cuyo objetivo, casi nunca explicitado en sus propuestas, es
precisamente bajar los salarios) y la eliminación o reducción de la
protección social y del Estado del Bienestar, que protege
primordialmente a las clases populares, incluyendo a los trabajadores,
es parte de lo que se llama la devaluación doméstica. Al no poder
reducir el precio de los productos mediante la devaluación de la moneda,
los países de la Eurozona tienen que conseguir la reducción de los
precios de los productos y servicios que produce, a fin de hacerlos más
competitivos, a base del descenso de los salarios.
Hasta aquí el dogma. Y las políticas que del dogma se derivan
(recortes de gasto público y bajada de salarios) se han implementado en
los países de la Eurozona durante estos años de crisis bajo el supuesto
de que, a más recortes, habrá mayor crecimiento económico y, a más
reducción de los salarios, habrá más crecimiento de las exportaciones y
más estímulo y crecimiento económico. Este dogma tiene sus sacerdotes
–los economistas que gozan de gran proyección mediática, algunos con
llamativas chaquetas que ayudan a dar visibilidad a tales argumentos,
otros con la pomposidad de autodefinirse como los guardianes de la
ortodoxia económica-. Todos ellos gozan, no sólo de amplias cajas de
resonancia en los medios, sino de amplio apoyo financiero de la banca y
de las grandes empresas en el país. Existe así toda una retahíla de
centros llamados de investigación económica (FEDEA, IESE, y centros de
estudios del BBVA y del Banco de España, entre otros) financiados o
próximos a la banca que promueven el dogma.
El hecho de que, a pesar de que la evidencia científica muestra lo
erróneo de sus supuestos, se continúe promoviendo es porque, como todo
dogma, sirve a unos intereses financieros y económicos: la banca y la
gran patronal, que lo financian y promueven. La gran mayoría de medios
de información están profundamente endeudados y son dependientes de la
banca. De ahí la gran visibilidad mediática de tales economistas,
visibilidad que se debe a su función apologética del poder financiero y
empresarial y no a su fortaleza argumentativa que es escasa, cuando no
nula.
Hoy la Eurozona está en una crisis profunda, muy acentuada en los
países GIPSI (Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia). Tras cuatro
años de aplicación de tales políticas, ¿dónde está la expansión
económica prometida? En realidad, no está, pues el dogma es
profundamente erróneo. Estos recortes han contribuido a crear la
recesión. Han creado un problema gravísimo de falta de demanda. El
enorme endeudamiento de las familias (endeudamiento que benefició a la
banca) limita las posibilidades de reavivar la economía, problema
agravado todavía más con la reducción salarial. En estos momentos, el
único sector que puede reavivar la economía es el público, que
precisamente está siendo también recortado, creando la enorme recesión
(ver “El euro no tiene problemas; las clases populares sí que los
tienen”. Social Europe Journal. 17.08.12, en www.vnavarro.org).
Lo que estamos viendo es un ataque frontal al mundo del trabajo (la
mayoría de la población) por parte del mundo del capital especulativo
(una minoría de la población) que controla las instituciones europeas,
incluyendo el BCE, que no protege a los Estados frente a la especulación
de los mercados. Es la lucha de clases, no sólo de la burguesía frente
al mundo obrero (que existe y continúa), sino de una minoría frente a la
gran mayoría de la población.
Una última observación. En 2010, veinte economistas escribieron una
carta en el Sunday Times de apoyo a las propuestas de austeridad del
Ministro de Economía del gobierno conservador, el Sr.George Osborne
(medidas llevadas a cabo al poco de proponerse), indicando la urgencia y
necesidad de que se tomaran tales medidas para reavivar la economía de
Gran Bretaña. Tales economistas eran economistas de universidades
europeas de gran prestigio o miembros de grandes empresas financieras.
Este Agosto, más de dos años después, y en la economía británica casi en
recesión, la revista semanario News Statesman les ha entrevistado
preguntándoles si, a la luz del fracaso de tales políticas de
austeridad, cambiarían de opinión (“Even the economists who endorsed the
Chancellor are abandoning him” New Statement. 20.08.12). La revista ha
publicado algunas de las respuestas. Y es interesante que algunos (como
el profesor Danny Quah, de la London School of Economics, y el
economista de Capital Economics, el Sr. Roger Bootle) tienen ahora dudas
de la utilidad de tales medidas.
Los economistas españoles firmantes de la carta mostrando la
intensidad de su fe en el dogma vigente, no admiten ningún error ni
ninguna duda. La mayoría, sin embargo, sí que manifiestan reservas. Está
claro que se encuentran incómodos.
Es una lástima que ningún diario o semanario español haya hecho la
misma pregunta a los casi cien economistas, la mayoría académicos, que
firmaron la carta, promovida por Fedea, pidiendo políticas de austeridad
(que incluiría las reformas del mercado laboral) a fin de –según su
discurso- facilitar la creación de empleo y disminución del desempleo. A
la luz del fracaso de tales medidas, uno esperaría un mínimo de
autocrítica. Pues no, aunque ninguna revista española les ha preguntado
si se arrepienten de su firma, es predecible que la respuesta sería un
rotundo no, afirmando que llevaban y continúan llevando razón.
En
realidad, la gran mayoría de firmantes continúan promoviendo tales
políticas. Los dogmas en España, sean religiosos o económicos, siempre
han dominado la vida política, económica y cultural del país. Y así nos
va.
(*) Vicenç Navarro ha sido Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Barcelona. Actualmente es Catedrático de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Pompeu Fabra (Barcelona, España). Es también profesor de Políticas Públicas en The Johns Hopkins University (Baltimore, EEUU) donde ha impartido docencia durante 35 años. Dirige el Programa en Políticas Públicas y Sociales patrocinado conjuntamente por la Universidad Pompeu Fabra y The Johns Hopkins University. Dirige también el Observatorio Social de España.