Vamos a hablar del proyecto europeo, de porqué esta Unión
Europea, tal como está diseñada, es inviable e inútil para afrontar los
retos del siglo. Por “retos del siglo” entiendo el
calentamiento global, el auge demográfico, el “pico” petrolero y los
problemas globales de dominio de unos países sobre otros, de pobreza y
de desigualdad, combinados con una mentalidad caduca que tiende a
seguir “resolviendo” todas esas cuestiones con métodos militares en un
mundo atiborrado de armas de destrucción masiva capaces de anular toda
vida en el planeta. Esos retos claman una “nueva civilización” y una
Europa como la que tenemos es un claro impedimento a ella.
Así que vamos a hablar primero de las razones que hacen inviable
desde ese punto de vista a la actual Unión Europea, luego, de la
respuesta ciudadana que habría que dar a esa realidad y acabaremos con
una reflexión sobre la violencia y los riesgos que tal respuesta
comporta para quienes la asumen. Pero antes de entrar en esa crítica,
quisiera subrayar la importancia de que haya en Europa algún tipo de
pacto y estrecho vínculo internacional.
El motivo es que, desde el punto de vista de la historia universal
de la guerra y la paz, Europa es la parte más guerrera y violenta del
mundo. En los últimos quinientos años la historia europea salta de una
guerra a otra, especialmente en los dos siglos que van de 1615 al fin
de las guerras napoleónicas en 1815. En ese periodo las naciones
europeas estuvieron en guerra una media de sesenta o setenta años por
siglo. Luego hubo un poco más de paz hasta 1914, si olvidamos la guerra
de Crimea o la franco-prusiana, pero en ese periodo Europa continuó
culminando la exportación de guerra y genocidio hacia fuera de sus
fronteras con el holocausto colonial- imperial que fue la conquista del
mundo no europeo. Además, en ese periodo de relativa paz interna Europa
inventó la industrialización y con ella industrializó la guerra lo que
la convirtió en algo mucho mas destructivo. Dos guerras mundiales de
inusitada mortandad e incubadas en y por Europa, fueron el resultado.
La Unión Europea se creó, precisamente, para remediar la crónica
pelea continental, que después de la Segunda Guerra Mundial ha dado
lugar a 67 años de paz, una paz, sin embargo, tutelada por dos
superpotencias en tensión nuclear, es decir una paz bajo vigilancia y
presidida por un factor, el de la destrucción masiva, que representa el
escalón superior de la estupidez humana.
Así que tengamos bien presente este dato sobre la Europa guerrera
violenta y dominante a la hora de criticar el actual proyecto europeo.
I) Todavía en 2003 Jürgen Habermas, el principal
filósofo alemán vivo, pudo escribir un libro titulado “El occidente dividido”
y ser tomado en serio. Su contexto era la desavenencia entre una parte
de la Unión Europea, su matriz franco-alemana, y la administración Bush
durante la segunda guerra de Irak. Y su fundamento era la exaltación de
los “valores diferentes” –y por supuesto mejores-
que Europa decía representar comparada con Estados Unidos.
En esa comparación, Europa era un continente de paz y de cultura,
con apego a la nivelación social y al estado asistencial, regido por el
derecho internacional y no por la ley del mas fuerte, es decir centrado
en la diplomacia y no en la guerra, y tolerante y no fundamentalista en
materia religiosa.
En países como China, esa desavenencia de 2003 estuvo en el centro
de la discusión internacional de los dirigentes de Zhongnanhai, el
Kremlin de Pekín. La posibilidad de que Occidente, aquel bloque que
crucificó a China en el XIX, pudiera partirse en dos y se convirtiera
en dos polos con intereses globales y recetas diferentes, es decir en
algo más débil que lo anterior, era sumamente interesante por
las mayores posibilidades y márgenes de acción que podía reportar en la
multipolaridad a los países emergentes.
Ahora sabemos que aquella desavenencia, con su discurso narcisista y
embellecedor de la Unión Europea sobre sí misma, es un fraude y que las
esperanzas de una divergencia trasatlántica que tanto interesaron en
China fueron un espejismo. La actual crisis nos ofrece una perspectiva
mucho más real y un espejo mucho más fiel de la realidad europea.
Constatamos que esa Europa “autónoma y mejor” y
preconizadora de “otros valores”, ha apoyado, colaborado y participado
en casi todo lo que reprochaba a su pariente histórico de ultramar. Es
decir Europa sigue siendo imperialista y sus debilitadas naciones se
unen, precisamente, para poder seguir siéndolo. Veamos la lista:
-Durante veinte años se ha excluido a Rusia de cualquier esquema de
seguridad continental. Es decir se ha impedido cerrar la relación de
guerra fría con el extremo oriente de Europa, tal como quería el
malogrado proyecto de Gorbachov. La ampliación al Este de la UE se hizo
sobre un guión supervisado en Washington, según el cual el ingreso en
la OTAN era la antesala de la Unión Europea.
- En cuanto la URSS dejó de ser percibida como amenaza, Europa se
lanzó a la guerra. Doce días después del ingreso de Polonia, Hungría y
Chequia en la OTAN, comenzó la campaña de Kosovo para acabar con Serbia
como estado regional anómalo para la nueva disciplina continental. El
belicismo y la manipulación mediática adquirieron en Europa niveles que
se creían exclusivos de Estados Unidos. Por primera vez desde Hitler,
tropas alemanas participaron, en los Balcanes, en un conflicto, y nada
menos que en nombre de la prevención de nuevos Auschwitz y “genocidios”.
-En Irak la divergencia franco-alemana con Bush no impidió una
colaboración en toda regla a nivel de logística, servicios secretos,
torturas y centros secretos de detención de la “guerra contra el
terror” que impide considerar como exclusivamente americanos asuntos
como el de Guantánamo: los vuelos de la CIA atravesaron Europa desde
Polonia hasta Rota, las cárceles secretas, las torturas y los
secuestros implicaron complicidades de todo el mundo. Francia cedió su
espacio aéreo para la campaña iraquí, los servicios secretos alemanes
identificaron sobre el terreno en Bagdad los objetivos de los misiles
del Pentágono y las bases alemanas fueron el principal nudo logístico
de la guerra.
-En Palestina, la UE ha sido incapaz de trabajar para la creación de
un Estado Palestino, sin duda la medida más eficaz contra el
radicalismo islámico en todo el mundo y un imperativo moral
incontestable. Por el contrario, ha ido incrementando unas relaciones
privilegiadas con Israel y ha incrementado su complicidad con esa
comedia que llaman “proceso de paz” en Oriente Medio, basada en el
apoyo al país ocupante y agresor.
- En Afganistán, la misma Europa que durante la guerra fría protestó
y se negó a participar en Vietnam, se ha volcado con decenas de miles
de soldados europeos metidos allá once años en esta guerra infame de
treinta que no registra protestas. Aún más: los despliegues en el
cuerno de África, la intervención militar en Libia y ahora en Mali,
demuestran que el intervencionismo militar europeo no es una excepción
puntual sino una tendencia consolidada.
-En Oriente Medio vivimos ahora las sanciones y amenazas contra
Irán. Un intervencionismo creciente en la guerra civil de Siria que
contribuye claramente a hacerla más sangrienta, que usa a fondo la
habitual manipulación mediática y que da por completo la espalda a toda
acción diplomática. El horizonte estratégico de este intervencionismo
va más allá de Siria: complicar la vida a su aliado, Irán –objeto de
sanciones por la sospecha de una ambición nuclear que, convertida en
hecho conocido en el caso israelí se tolera sin problemas- y de paso
complicar también el aprovisionamiento energético de China.
-Y todo esto está perfectamente interiorizado en el discurso europeo
de la política exterior y de seguridad. En Alemania imponer el “acceso”
(Zugriff) a los recursos energéticos globales es lo que da
sentido a las misiones internacionales del Bundeswehr, afirma
el discurso oficial. Hoy día no hay experto y analista de cualquier
“centro de estudios estratégicos” del estáblishment, de
Bruselas, Berlín o Londres, que no mencione el tema como algo
rutinario, dando por supuesto que el militarismo es la respuesta a los
retos del siglo. Lo llaman “nuevos desafíos” y la doctrina de la OTAN
los quiere contrarrestar con acciones militares “preventivas” y
“proactivas”, es decir agresiones, en todo el mundo.
Es decir, y concluyendo esta lista: en su relación con EE.UU, la
Unión Europea desempeña en el mundo el papel que un primer ministro
australiano definió para su país en Asia: el del “ayudante del Sheriff”.
Siendo imperialista y practicando un manifiesto vasallaje hacia
Estados Unidos, la actual Europa no puede ser un polo de poder
independiente y autónomo en el mundo multipolar y muchos menos un polo
benévolo por otras razones.
En primer lugar, como ha apuntado Samir Amin, porque Europa no puede
ser unos Estados Unidos de Europa. Por un lado carece de recursos
naturales comparables a los de grandes países como Estados Unidos o
Rusia. Por el otro, a causa de su manifiesta falta de unidad interna,
porque en Europa están presentes las tensiones y conflictos de
intereses centro-periferia propios del desarrollo desigual. Europa
contiene zonas y países que son Norte -Alemania y compañía- otros que
son Sur -España, Italia, Portugal- y otros que son patio trasero y
tercera categoría: la Europa oriental y balcánica con Grecia incluida.
(1)
En segundo lugar Europa no puede ser ni siquiera una federación
unitaria porque no existe un “pueblo europeo”. La identidad
europea no existe ni se la espera. Haciendo un gran esfuerzo,
españoles, italianos, griegos y franceses, pueden alcanzar cierta
afinidad identitaria apelando a aspectos de su común tradición
(ibérica, católica, la herencia latina-románica, o al mediterráneo). A
partir de ahí, y como dicen los chinos, “con la perspectiva de varias
generaciones”, quizá pudieran embarcarse en algo juntos hasta el punto
de borrar sus diferencias. Es una cuestión de imaginación. Pero
imaginar eso mismo conjuntamente con los finlandeses, los alemanes, los
húngaros o los británicos, es decir metiendo juntos a mediterráneos,
vikingos y hunos, es superar los límites de la fantasía más atrevida.
Y en tercer lugar, la Unión Europea no puede funcionar como proyecto
que valga la pena por el motivo que todos percibimos: porque su
burocracia ha tenido la osadía de pretender que un billete de banco,
asistido por un sistema sanguíneo-circulatorio compuesto por intereses
empresariales multinacionales generalmente dominados por países del
Norte europeo, podía ser el corazón de esa identidad de fantasía.
El resultado de esa osadía ha sido una especie de monstruo del
Profesor Frankestein que ha acelerado la gran desposesión de soberanía
que toda Europa siente hoy. Si la democracia en las naciones europeas,
en el sentido genuino de “poder del pueblo”, ya era caricatura -en unas
naciones más que en otras-, ahora resulta que nuestros imperfectos
parlamentos ni siquiera tienen soberanía para decidir sobre
presupuestos, o que las sacrosantas constituciones deben reformarse en
veinticuatro horas por dictámenes que vienen precocinados desde
Bruselas o Berlín y que son decididos por instituciones, como el BCE o
la Comisión, que ni siquiera son electas.
Casi todas las propuestas que no parten de la propia burocracia de
Bruselas para dar un aspecto humano a este monstruo son alemanas: la
canciller Merkel desde la Alemania institucional y otros con
pretensiones democratizantes e incluso rebeldes proponen lo mismo: más
Europa, más integración europea para superar estos defectos.
Habermas y otros quieren una Europa federal que resuelva
internacionalmente esa devaluación de soberanía y democracia. Quieren
convocar una “Asamblea constituyente europea” de hunos,
vikingos y mediterráneos. El diputado verde Daniel Cohn-Bendit propone
una Europa totalmente integrada compuesta por estados nacionales
reducidos a la insignificancia. Es la única manera, dice, de afrontar
el pulso mundial con las potencias emergentes. De lo contrario,
advierte, “la influencia de nuestra civilización de dos milenios
corre el riesgo de esfumarse”. El ex ministro de exteriores,
Joshka Fischer, propone dar poderes dictatoriales a la Unión Europea…
Los únicos que insisten en “más Europa” como fórmula para salir del
hoyo son los alemanes. Hay que recordar que históricamente el discurso
europeo de Alemania ha sido siempre entendido como el de una Europa
germánica con los alemanes en el papel de dominante “Herrenvolk”. Una
quimera hoy manifiestamente imposible.
Así que por todas estas razones (imperialismo, falta de autonomía y
recursos, desigualdad interna, ausencia de un pueblo europeo y de
identidad común, y por ser un androide empresarial) esta Europa es, a
la vez, imposible e inservible para los retos del siglo.
Una vez constatado esto, y recordando aquello que hace importante y
necesario un proyecto europeo común (impedir la pelea secular de sus
miembros), no hay más remedio que plantearse la pregunta del qué hacer.
II) De lo que se trata es de realizar una refundación
ciudadana del proyecto europeo.
De puertas afuera, esa refundación debe impedir la pelea europea. El
proyecto europeo no debe tener más ambición mundial que una negación:
la de no contribuir al imperio. Si el proyecto europeo ha de ser
imperialista, no lo queremos.
De puertas adentro el marco de esta refundación no debe ser “más
Europa”, sino más soberanía popular-nacional.
Hay que dejar bien claro que el de la refundación ciudadana no es el
único escenario de la actual crisis. De lo que aquí se habla es de lo
que “habría que…”, no de algo que vaya a ocurrir
inexorablemente. Presentimos que en Europa se está incubando una
revuelta social mucho más importante de lo que hemos visto hasta ahora,
pero nos encontramos en plena divisoria y tenemos datos que pesan tanto
en la balanza de lo positivo y emancipatorio como de lo negativo y
regresivo.
Por un lado tenemos el avance, en toda Europa, del chovinismo, la
xenofobia y el desprecio por el débil y el emigrante, la ridiculización
de la solidaridad y el afán de justicia (resumido en ese miserable
concepto neocon que es el buenismo). Una
perspectiva de la Europa parda de 1930, podríamos decir.
Por el otro lado tenemos el progreso de la protesta social y
solidaria: Cuarenta sindicatos en 23 países participaron el 14 de
noviembre en una “Jornada de acción y solidaridad” sin precedentes en
Europa. Cotejado con el tamaño y la virulencia de la enorme involución
socio-laboral que sufre el continente aquello fue poco y desigual, muy
poco. Pero eso ya no es Europa 1930, sino una perspectiva 1848.
La “primavera de los pueblos” de 1848 tambaleó el orden de la
restauración absolutista del Congreso de Viena. Un orden absolutista en
quiebra es aquel en el que una pequeña casta que acapara el grueso del
poder la riqueza y los privilegios adopta decisiones que son vistas
como injustas y erradas por la gran mayoría. No se trata del popular 1%
contra el 99%, pero sí de algo muy polarizado como sugiere la creciente
concentración desigual de la riqueza en Europa. Eso es lo que tenemos
ahora.
¿Qué quiere decir una refundación ciudadana? Quiere decir una
reconquista de la esfera económica y financiera que la política ha ido
cediendo al capital en las últimas décadas. La UE ha sido diseñada
como una autopista de la mundialización neoliberal. Pues bien, ahora se
trata de combatirla con una desmundialización ciudadana que
devuelva todo eso arrebatado a la política en los últimos treinta años,
como dice Bernard Cassen.
Evidentemente todo esto plantea la pregunta del cómo.
Para eso es necesario crear un Frente Popular. Una gran
unión, una gran alianza y un gran encuentro entre el mundo sindical,
los subproletarios emigrantes y parados, la generación sin futuro y
deshauciada, la gente mayor estafada tras una vida de trabajo, los
sectores religiosos e intelectuales para los que la actual involución
es intolerable desde el punto de vista de los principios éticos y
morales.
Es fundamental la creación de nuevas fuerzas políticas y de
programas. Hacen falta líderes, personas de todos estos
ámbitos que representen y sean portavoces de esta refundación – de
momento por ejemplo en Catalunya no tenemos líderes obreros ni
sindicales dignos de tal nombre, pero curiosamente ha aparecido una de
esas personas en el ámbito más inesperado: una hermana benedictina…
Esta refundación solo puede ser (en Europa y en el mundo) internacional
e internacionalista, pero, a menos que queramos disolvernos en un
sueño idealista de hermandad universal, su marco solo puede ser
nacional.
Esa reconquista no puede hacerse en Bruselas, con su burocracia
mucho más dominada por el lobbysmo empresarial que la de los estados
nacionales, ni en el irrelevante Parlamento Europeo. El ágora, el punto
de encuentro y la articulación de ese Frente Popular debe lograrse
desde los respectivos marcos nacionales: entre comunidades de gente
cercana unida por su marco geográfico y socio-laboral, su lengua su
cultura y su común identidad integradora. La experiencia de los foros
mundiales, tan interesante pero al mismo tiempo tan etérea e
indeterminada, da mucho que pensar. Como ha dicho hace poco Oskar
Lafontaine, “La Europa democrática empieza en casa”. Este
marco nacional no es sustituto ni alternativa a lo internacional, sino
mas bien su condición primera. (2)
Para acabar, una reflexión sobre la violencia.
III) La Europa de hoy no es la del XIX, cuando
cualquier avance social pagaba el precio de enormes cantidades de
sangre y de violencia. En este continente mucho más rico, mucho más
culto y demográficamente mucho más envejecido que el del siglo XIX,
quien más quien menos tiene algo que perder. Eso sugiere que la no
violencia popular tiene un nuevo sentido y grandes espacios a su favor.
Al mismo tiempo, la rebelión civíl y pacifica, el movimiento social
transformador, no es ninguna broma postmoderna y on-line.
Exige lo de siempre: compromiso, voluntad, organización y sacrificio. Y
recoge represión y reacción. Es decir: hay que ser consciente de
lo que significa decir no a una oligarquía absolutista.
La experiencia histórica más reciente nos avisa del enorme potencial
de violencia y provocación que tiene el estáblishment. Los
dos principales líderes antibelicistas del 1968 en Estados Unidos,
Martin Luther King y Robert Kennedy, fueron asesinados. También lo fue
el líder estudiantil más notable del 68 alemán, Rudi Dutschke, muerto
de las secuelas de un atentado.
Hay que recordar también que la dictadura no es imposible ni
una lejana reliquia histórica. Hace menos de cuarenta años la
Europa del Sur, desde Portugal a Grecia pasando por España, estaba
gobernada por dictaduras. Hace poco más de veinte toda la Europa del
Este estaba gobernada por dictaduras comunistoides. Es decir: la mayor
parte de Europa eran dictaduras hasta hace muy poco.
Y hay que volver a leer todo lo que expone el Profesor suizo Daniele
Ganser en su libro de 2005 sobre Gladio, la cada vez más documentada
evidencia de la manipulación directa del terrorismo de los años setenta
y ochenta por grupos vinculados a la OTAN -los peores atentados en
Italia, Bélgica y Alemania lo fueron. Volver a escuchar la opinión de
algunos antiguos miembros de grupos alemanes violentos que hoy
confiesan que seguramente su labor estuvo policialmente manipulada
desde el principio. Analizar lo que sabemos de las protestas
antiglobalización de julio de 2001 en Génova. Lo que está ocurriendo
ante nuestros ojos con los apoyos policiales y empresariales a la
extrema derecha griega, o lo que se ha visto en España con los
indignados… (3)
Hay que tener claro que cualquier presión hacia esa necesaria
desmundialización ciudadana chocará, está chocando ya, con las
habituales reacciones, tramas negras, represiones, manipulaciones
mediáticas y juegos sucios. Repito: hay que ser consciente de lo
que significa decir no a una oligarquía.
(Este texto sigue las notas de una conferencia
pronunciada el 30 de noviembre en el Centre d´estudis Cristianisme i
Justicia de Barcelona).
(*) Rafael Poch-de-Feliu estudió historia contemporánea en Barcelona e historia de Rusia en Berlín. Corresponsal de Die Tageszeitung en España, redactor de la agencia Dpa en Hamburgo y corresponsal itinerante en Europa del Este entre 1983 y 1987, ha sido también corresponsal del diario barcelonés La Vanguardia en Moscú, China y, en la actualidad, en Berlín.
Notas
(1) Para la exposición de Samir Amin en castellano consultar Europa vista desde el exterior (en
www.mientrastanto.org)
(2) El concepto desmundialización lo emplea Bernard
Cassen. En L´heure de la démondialisation est venue,
Mémoire des Luttes agosto 2011.
(3) El libro de Daniele Ganser, La Operación Gladio y el
terrorismo en Europa Occidental, 2005. Sobre el brutal
aplastamiento de la protesta contra la cumbre de julio de 2001 en
Génova ver El atropello de Génova en este Diario de
Berlín.