lunes, 13 de enero de 2014

La baraja rota / Javier Marías

Yo ya no sé si, entre el grueso de la población, muchos se acuerdan de cómo nos regimos, ni de por qué. Cuando se decide convivir en comunidad y en paz, se produce, tácitamente o no, lo que suele conocerse como “contrato o pacto social”. No es cuestión de remontarse aquí a Hobbes ni a Locke ni a Rousseau, menos aún a los sofistas griegos. Se trata de ver y recordar a qué hemos renunciado voluntariamente cada uno, y a cambio de qué. Los ciudadanos deponen parte de su libertad de acción individual; abjuran de la ley del más fuerte, que nos llevaría a miniguerras constantes y particulares, o incluso colectivas; se abstienen de la acumulación indiscriminada de bienes basada en el mero poder de adquirirlos y en el abuso de éste; evitan el monopolio y el oligopolio; se dotan de leyes que ponen límites a las ansias de riqueza de unos pocos que empobrecen al conjunto y ahondan las desigualdades. Se comprometen a una serie de deberes, a refrenarse, a no avasallar, a respetar a las minorías y a los más desafortunados. Se desprenden de buena parte de sus ganancias legítimas y la entregan, en forma de impuestos, al Estado, representado transitoriamente por cada Gobierno elegido (hablamos, claro está, de regímenes democráticos). Por supuesto, dejan de lado su afán de venganza y depositan en los jueces la tarea de impartir justicia, de castigar los crímenes y delitos del tipo que sean: los asesinatos y las violaciones, pero también las estafas, el latrocinio, la malversación del dinero público e incluso el despilfarro injustificado.

A cambio de todo esto, a cambio de organizarse delegando en el Estado –es decir, en el Gobierno de turno–, éste se compromete a otorgar a los ciudadanos una serie de libertades y derechos, protección y justicia. Más concretamente, en nuestros tiempos y sociedades, educación y sanidad públicas, Ejército y policía públicos, jueces imparciales e independientes del poder político, libertad de opinión, de expresión y de prensa, libertad religiosa (también para ser ateo). Nuestro Estado acuerda no ser totalitario ni despótico, no intervenir en todos los órdenes y aspectos ni regularlos todos, no inmiscuirse en la vida privada de las personas ni en sus decisiones; pero también –es un equilibrio delicado– poner barreras a la capacidad de dominación de los más ricos y fuertes, impedir que el poder efectivo se concentre en unas pocas manos, o que quien posee un imperio mediático sea también Primer Ministro, como ha sucedido durante años con Berlusconi en Italia. Son sólo unos pocos ejemplos.

Lo cierto es que nuestro actual Gobierno del PP y de Rajoy, en sólo dos años, ha hecho trizas el contrato social. Si se privatizan la sanidad y la educación (con escaso disimulo), y resulta que el dinero destinado por la población a eso no va a parar a eso, sino que ésta debe pagar dos o tres veces sus tratamientos y medicinas, así como abonar unas tasas universitarias prohibitivas; si se tiende a privatizar el Ejército y la policía, y nos van a poder detener vigilantes de empresas privadas que no obedecerán al Gobierno, sino a sus jefes; si el Estado obliga a dar a luz a una criatura con malformaciones tan graves que la condenarán a una existencia de sufrimiento y de costosísima asistencia médica permanente, pero al mismo tiempo se desentiende de esa criatura en cuanto haya nacido (la “ayuda a los dependientes” se acabó con la llegada de Rajoy y Montoro); es decir, va a “proteger” al feto pero no al niño ni al adulto en que aquél se convertirá con el tiempo; si las carreteras están abandonadas; si se suben los impuestos sin cesar, directos e indirectos, y los salarios se congelan o bajan; si los bancos rescatados con el dinero de todos niegan los créditos a las pequeñas y medianas empresas; si además la Fiscalía Anticorrupción debería cambiar de una vez su nombre y llamarse Procorrupción, y los fiscales y jueces obedecen cada día más a los gobernantes, y no hay casi corrupto ni ladrón político castigado; si se nos coarta el derecho a la protesta y la crítica y se nos multa demencialmente por ejercerlo …

Llega un momento en el que no queda razón alguna para que los ciudadanos sigamos cumpliendo nuestra parte del pacto o contrato. Si el Estado es “adelgazado” –esto es, privatizado–, ¿por qué he de pagarle un sueldo al Presidente del Gobierno, y de ahí para abajo? ¿Por qué he de obedecer a unos vigilantes privados con los que yo no he firmado acuerdo? ¿Por qué unos soldados mercenarios habrían de acatar órdenes del Rey, máximo jefe del Ejército? ¿Por qué he de pagar impuestos a quien ha incumplido su parte del trato y no me proporciona, a cambio de ellos, ni sanidad ni educación ni investigación ni cultura ni seguridad directa ni carreteras en buen estado ni justicia justa, que son el motivo por el que se los he entregado? ¿Por qué este Gobierno delega o vende sus competencias al sector privado y a la vez me pone mil trabas para crear una empresa? ¿Por qué me prohíbe cada vez más cosas, si es “liberal”, según proclama? ¿Por qué me aumenta los impuestos a voluntad, si desiste de sus obligaciones? ¿Por qué cercena mis derechos e incrementa mis deberes, si tiene como política hacer continua dejación de sus funciones? ¿Por qué pretende ser “Estado” si lo que quiere es cargárselo? Hemos llegado a un punto en el que la “desobediencia civil” (otro viejo concepto que demasiados ignoran, quizá habrá que hablar de él otro día) está justificada. Si este Gobierno ha roto el contrato social, y la baraja, los ciudadanos no tenemos por qué respetarlo, ni que intentar seguir jugando.

Mucha coincidencia en que con 2014 comienza la recuperación económica / Francisco Poveda *

Más de la mitad de los ciudadanos del Planeta, encuestados en 23 países, cree que la economía será más sólida en 2014 y hasta un 76% que se reforzará la economía global. Suecos, franceses, japoneses e italianos (33%) no son tan optimistas aunque chinos, hindues, indonesios, brasileños y argentinos sí que lo son. Lo cierto es que, tanto norteamericanos como europeos de la Eurozona, experimentan índices de mayor confianza pese a que un 3% de la Humanidad seguía detentando el 20% de la riqueza a final de 2013.
Algunos indicadores confirman cierta tendencia a la recuperación económica aunque otros hacen augurar que será asimétrica y a diferente velocidad, según países y hasta bloques económicos. Por ejemplo, Alemania va hacia el endeudamiento cero desde la máxima solvencia. Mientras Francia se sigue endeudando, hasta niveles peligrosos, según su propio Tribunal de Cuentas, al tiempo que pierde solvencia su deuda soberana. Sigue creciendo el PIB pero el desempleo no remite pese a los incentivos sociales propuestos por el presidente Hollande.
La que sí parece un hecho constatable es la recuperación norteamericana pese a la retirada gradual de incentivos por parte de una Reserva Federal que verá en febrero un cambio en su presidencia. Los nuevos rectores auguran ya un crecimiento del 3% del PIB en 2014, pese a haber perdido el liderazgo mundial exportador en favor de China, cuando el sector manufacturero da síntomas de fuerte actividad frente a cierta ralentización del sector servicios. Obama ha elegido zonas deprimidas de EE UU y determinados sectores productivos para reducir esa masa de 50 millones de pobres en un país de 300. Hasta Canadá conoce hoy un insólito 7% de desempleados.
También existe una incipiente pero cierta recuperación de la economía española.  El PIB creció un 0,3% en diciembre. Y se espera, desde varias instancias internacionales neutrales, que siga creciendo trimestre a trimestre. Pero el alto desempleo, la débil demanda interna y la práctica ausencia de crédito para las pequeñas empresas suman muchas dificultades para afianzar esa recuperación, todavía muy lenta y casi imperceptible, que obliga a más reformas efectivas para acercanos a un Reino Unido, que anuncia recortes públicos de 25.000 millones de libras esterlinas en 2015, y alejarnos de una Francia con tendencia a la voracidad fiscal impuesta por su onerosa burocracia.
El vecino Portugal también ve ya algún horizonte al caer la presión sobre su deuda pública y quedar situado en la antesala de la salida del rescate, algo mucho más lejano en Grecia y que ha sido posible en Irlanda. Por contra, el desempleo sigue demasiado alto en España (donde han vuelto las inversiones extranjeras) y Grecia, que trata de hacer un paréntesis en las obligaciones con sus acreedores desde su presidencia semestral de la UE. Mientras el desempleo ha subido en la Eurozona un 0,8% hasta alcanzar un 12% (todavía quedan 15.600.000 desempleados en los países del sur en la Unión Europea) desciende en Alemania y Reino Unido, pese a la fuerte presión inmigratoria que ahora se trata de amortiguar intrafronteras comunitarias, incluso en Bélgica.
La crisis del euro (la moneda internacional de mayor rendimiento en 2013 por cierto) está en vías de superación. El riesgo-país de España e Italia (donde se ha alcanzado un récord de pobreza) se refuerza. Y, tanto el BCE como el BoE, mantienen al mínimo del 0,25% los tipos de interés del euro y la libra esterlina para conjurar un riesgo de 'estanflación' como el vaticinado por George Soros para la Eurozona, donde la inflación creció un 0,8% y dos décimas de media en los países de la OCDE.
Y para sostener tanta coincidencia sobre la recuperación económica que se aventa (en España parece que mucho mejor a partir del segundo trimestre) las bolsas europeas como la de Wall Street siguen al alza al igual que el petróleo por mayores demandas de capitales y energía; en el último caso porque las potencias emergentes lo precisan para su desarrollo cuando Rusia se alza como el primer productor mundial de petróleo y gas, en espera de que EE UU le arrebate ese liderazgo, y ya por encima de Arabia Saudita.
Para concluir, China sigue ahí reorientando su modelo económico, ahora hacia la satisfacción de su demanda interna, según las nuevas directrices del PCCh, en pleno liderazgo mundial exportador alcanzado en 2013. Sin embargo hay dos datos para la reflexión de los expertos: sus ayuntamientos tienen una deuda de dos billones de euros mientras la deuda fiscal de las empresas alcanza más de veinte billones de yuanes.