sábado, 6 de septiembre de 2014

China y el fracaso de la 'Doctrina Kissinger' / Germán Gorráiz López *

Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), la producción de petróleo en Rusia alcanzó su máximo histórico (11,41 millones de barriles diarios) en el año 1988 cuando todavía formaba parte de la Unión Soviética, pero tras el declive provocado por la crisis económica del 2008, la producción ha ido in crescendo. Así, según el diario ruso Vedomosti, la producción petrolera rusa se incrementó un 1,3 % en el 2013 hasta alcanzar los 10,59 millones de barriles por día (bpd) y el principal motor para el alza fue el nuevo campo petrolero Vankor, que desarrolla Rosneft, la mayor productora petrolera del país.


Éste alcanzó una producción de 18,3 millones de toneladas en el 2013 y espera alcanzar los 25 millones de Tm en el 2014, lo que le convierte en la principal fuente de la exportación rusa por oleoducto a China (conexión Siberia Oriental-Océano Pacífico (ESPO) y asimismo, los suministros de crudo ruso, conocido en los mercados internacionales como ESPO, podrían convertirse en un referente de precios regionales (principalmente para China, Japón y Corea del Sur ) a partir de 2015 y pasar a ser el estándar absoluto del mercado mundial, sustituyendo a los actuales petróleos de referencia (Brent y Texas) así como la sustitución del dólar como patrón de referencia en las transacciones comerciales por el yuan.

Putin habría iniciado además una política de diversificación de las ventas energéticas para no depender en exclusiva de la UE, pues la estructura económica rusa controla solo 2,5% de las exportaciones mundiales y adolece de una excesiva dependencia de las exportaciones de gas y petróleo (el 70 % de los ingresos provienen de estas vías), la devaluación del rublo respecto al dólar ( un 20% desde que comenzara la crisis de Ucrania) , una inflación galopante (7% en marzo del 2014) y un severo recorte de los Superávits ( un exiguo 0,3% del PIB en el 2014) y la obsoleta planificación estatal, pues el complejo militar,los proyectos espaciales y las subvenciones a la agricultura siguen acaparando la mayoría del presupuesto ruso condenando a la inanición financiera a la industria ligera y la producción de alimentos.

Así, según la agencia Reuters, Rusia y China habrían sellado un estratosférico contrato petrolero que se convierte en uno de los mayores de la historia de la industria energética por el que la empresa rusa Rosneft, (la mayor petrolera del país), suministrará petróleo al gigante asiático durante 25 años por valor de 270.000 millones de dólares (unos 205.000 millones de euros) lo que aunado con el megacontrato gasístico firmado por la rusa Gazprom y la china CNPC por el que Rusia suministrará al país asiático 38.000 milones de metros cúbicos de gas natural por un monto aproximado de 400.000 millones de dólares y con una vigencia de 30 años a través del gaseoducto Sila Sibiri (La Fuerza de Siberia), sentaría las bases económicas de la futura Unión Euro-Asiática que iniciará su singladura el 1 de enero del 2015 como alternativa económica y militar al proyecto de Obama de crear una Asociación Transpacífico (TPP por sus siglas en inglés), pieza central de EEUU en su política de reafirmación del poder económico y militar en la región del Pacífico, aunado con una posible ofensiva ruso-china junto con los demás países BRICS para cambiar de patrón monetario mundial y sustituir el papel del dólar como moneda de referencia.

China, por su parte, habría asumido el reto de construir un nuevo canal en Nicaragua (Gran Canal Interoceánico) similar al canal del istmo de Kra que tiene proyectado entre Tailandia y Birmania para sortear el estrecho de Malaca, convertido “de facto” en una vía marítima saturada y afectada por ataques de piratas e inauguró en el 2010el gasoducto que une a China con Turkmenistán y que rodea a Rusia para evitar su total rusodependencia energética al tiempo que diversifica sus compras. Así, México apuesta por duplicar sus exportaciones de petróleo hacia China y aumentar los embarques hacia la India en el 2014, y la petrolera estatal venezolana Pdvsa intenta redireccionar sus exportaciones hacia China e India para suplir la drástica reducción de ventas de crudo a EEUU. Así, el acuerdo chino-venezolano por el que la empresa petro-química estatal china Sinopec invertirá 14.000 millones de dólares para lograr una producción diaria de petróleo en 200.000 barriles diarios de crudo en la Faja Petrolífera del Orinoco, (considerado el yacimiento petrolero más abundante del mundo), sería un misil en la línea de flotación de la geopolítica global de EEUU, por lo que tras el golpe de mano del Ejército en Tailandia, asistiremos a sendos golpes de mano de la CIA en Venezuela y Nicaragua para defenestrar a Maduro y Ortega con el objetivo inequívoco de secar las fuentes energéticas de China, hecho que implicará el triunfo de las tesis de Brzezinski sobre la doctrina del G-2 de Kissinger.

La “doctrina Kissinger” abogaba por la implementación del G-2 (EEUU y China) como árbitros mundiales. Así, en un artículo publicado por el New York Times, titulado “La ocasión para un nuevo orden mundial”, Kissinger considera ya a China una gran potencia (felow superpower), desaconseja el proteccionismo o tratar a China como enemigo (lo que llegaría a convertirla en verdadero enemigo) y pide que se eleven a un nuevo nivel las relaciones entre Estados Unidos y China sobre la base del concepto de destino común,( siguiendo el modelo de la relación trasatlántica tras la segunda guerra mundial), con lo que asistiríamos a la entronización de la Ruta Pacífica (América-Asia) como primer eje comercial mundial en detrimento de la Ruta atlántica (América- Europa).

Sin embargo, el objetivo inequívoco de Brzezinski, ex-asesor de Carter y cerebro geopolítico de la Casa Blanca, sería la confrontación con la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), fundada en 2001 por los Cinco de Shanghai (China, Rusia, Kazajistán, Kirgistán, Tajikistán) más Uzbekistán y convertida junto con los países del ALBA e Irán en el núcleo duro de la resistencia a la hegemonía mundial de Estados Unidos y Gran Bretaña, teniendo a Xinjiang como escenarios para sus operaciones desestabilizadoras.

El Turquestán oriental o Xinjiang (“Nueva Frontera”), fue incorporado al imperio chino en el siglo XVIII y representa el 17% de la superficie terrestre del país y el 2% de su población) y la etnia uigur de Xinjiang (de origen turco-mongol y con un total de 8.5 millones de habitantes), conserva características étnicas e islámicas que les situarían muy próxima a sus parientes de Asia central y Turquía, por lo que sería el caldo de cultivo ideal para implementar la estrategia brzezinskiniana del “choque de civilizaciones”, consistente en lograr la balcanización de China y su confrontación con el Islam (cerca de 1.500 millones de seguidores) así como secar sus fuentes de petróleo de los países islámicos del Asia Central, pues varios de los más importantes gasoductos de China pasan por Xinjiang en procedencia de Kazajstán, Turkmenistán, Uzbekistán y Rusia, lo que explicaría la importancia estratégica de dicha provincia dentro de la estrategia brzezinskiniana de lograr la total rusodependencia energética china para en una fase posterior acabar enfrentándolas entre sí y finalmente someterlas e implementar el nuevo orden mundial bajo la égida anglo-judío-estadounidense. 

(*) Maestro de Enseñanza Primaria Pública en España

Nueva Guerra Fría / Serge Halimi *

En 1980, para resumir su visión de las relaciones entre Estados Unidos y la Unión Soviética, Ronald Reagan usó esta expresión: “Nosotros ganamos; ellos pierden”. Doce años más tarde, su sucesor inmediato en la Casa Blanca, George Bush, se congratulaba por el camino recorrido: “Un mundo antes dividido entre dos campos armados reconoce que sólo hay una única superpotencia: Estados Unidos de América”. Fue el fin oficial de la Guerra Fría.

Este periodo, a su vez, ya es pasado. La hora de su muerte sonó el día en que Rusia se cansó de “perder” y estimó que su programado descenso nunca tocaría fondo, dado que cada uno de sus vecinos se veía sucesivamente atraído –o sobornado– por una alianza económica y militar dirigida contra ella. Por otra parte, el pasado marzo, en Bruselas, Barack Obama recordó: “Los aviones de la OTAN [Organización del Tratado del Atlántico Norte] patrullan los cielos sobre el Báltico, hemos reforzado nuestra presencia en Polonia y estamos dispuestos a hacer más” (1). Frente al Parlamento ruso, Vladímir Putin asimiló tal disposición a la “infame política de la contención” que, según él, las potencias occidentales oponen a su país desde… el siglo XVIII (2).

Sin embargo, la nueva Guerra Fría será diferente a la anterior. Ya que, como ha señalado el Presidente de Estados Unidos, “a diferencia de la Unión Soviética, Rusia no lidera ningún bloque de naciones, no inspira ninguna ideología global”. La confrontación que se instala también ha dejado de oponer una superpotencia estadounidense que basa en su fe religiosa la seguridad imperial en un “destino manifiesto” a un “Imperio del Mal” que Ronald Reagan maldecía además por su ateísmo. En cambio, Vladímir Putin corteja –no sin éxito– a los cruzados del fundamentalismo cristiano. Y cuando se anexiona Crimea, recuerda de inmediato que es el lugar “donde fue bautizado San Vladímir (…), un bautismo ortodoxo que determinó los fundamentos básicos de la cultura, los valores y la civilización de los pueblos rusos, ucranianos y bielorrusos”.

Tanto como decir que Moscú no admitirá que Ucrania se convierta en la base de operaciones de sus adversarios. Candente por una propaganda nacionalista, que incluso excede el lavado de cerebro occidental, el pueblo ruso se opondría a ello. Ahora bien, en Estados Unidos y en Europa, los partidarios del gran rearme superan la apuesta: proclamaciones marciales, avalancha de sanciones heteróclitas que sólo fortalecen la determinación del campo contrario. “Quizás la nueva Guerra Fría será aún más peligrosa que la anterior –ya advirtió uno de los mejores expertos estadounidenses sobre Rusia, Stephen F. Cohen–, porque, contrariamente a su predecesora, no encuentra ninguna oposición –ni en la Administración, ni en el Congreso, ni en los medios de comunicación, las universidades, los think tanks (3)–”. La receta comprobada de todos los engranajes…

(*) Director de 'Le Monde Diplomatique'

(1) Discurso de Barack Obama en Bruselas, 26 de marzo de 2014.
(2) Discurso de Vladímir Putin en el Parlamento ruso, 18 de marzo de 2014.
(3) Pronunciada en la conferencia anual Rusia-Estados Unidos, Washington, 16 de junio de 2014. Retomada en The Nation, Nueva York, 12 de agosto de 2014.

Reflexión sobre Podemos / Ramón Cotarelo *

La fulgurante aparición de Podemos ha sembrado el desconcierto en el sistema político, lo cual es una muestra de lo lentos que somos en nuestras percepciones y nuestra poca capacidad para explicar las novedades. Hace lustros que se teoriza sobre la "sociedad de la información y la comunicación", la "sociedad mediática", las democracias de los medios. Pero seguimos sin entender cómo funcionan. Los partidos ya no se fundan en modestas tascas de barrio o en los mullidos despachos de abogados y banqueros y en relaciones personales. Surgen de una realidad abigarrada, fragmentada, que llamaría "postmoderna" si supiera qué quiere decir eso. De una comunicación que trasciende el orden personal, mediada por las TICs. Incluso algún adelantado del análisis político académico, como Rospir, propuso llamarlos media parties hace años. Podemos tiene algo de esto, pero no se agota en ello. Ni mucho menos.

Sentado, pues: la reacción mayoritaría del establishment político mediático ha sido hostil. Eso que antes se llamaba el sistema, un término similar al de casta de Podemos y también muy conveniente porque permite identificar un enemigo y hacerlo de un modo suficientemente vagaroso para incluir o excluir de él a quien nos parezca en cada momento. Ese pronombre "nos" es la clave del concepto, la clásica e implícita contraposición entre "nosotros " y "ellos". Aclaro que me refiero a la vieja idea de sistema. Esta reciente que se trasluce de las acusaciones de "antisistema" en boca de gentes conservadoras es un contrasentido que no cuaja, pues usan el término sistema como sinónimo de "orden constituido", el que las beneficia a ellas.

La reacción ha sido muy hostil. La derecha no ha parado en barras y tanto sus políticos, diputados como sus innúmeros portavoces en los medios y tertulias han ido al ataque en todos los frentes, político, ideológico, social, personal. Con tanta saña que algunos se preguntan si no se conseguirá el efecto contrario de ensalzar la formación a ojos de la opinión pública. Porque esa opinión es muy contundente. Pablo Iglesias es el líder mejor valorado en los sondeos; Mariano Rajoy, el peor. Ya no gana ni al socialista.

El PSOE ha sido más moderado, pero su reacción es igualmente hostil. Podemos es antisistema, populista y neobolchevique. Alfonso Guerra propone una alianza entre PP y PSOE frente al resurgir de neofascismos y neocomunismos. Es comedido. No menciona Podemos, pero no hace falta. Felipe González sí se desmelena más y compara Podemos con Chavez, Le Pen, Beppe Grillo y Syriza. Otro que tampoco entiende la sociedad mediática en la que vive y sobre la que teoriza. Si algo tienen en común Chavez, Le Pen, Beppe Grillo y Syriza es que salen por la tele. Pero eso le pasa a él también, así que habría que incluirlo en la lista de no ser porque esta lista es una tontería, con todos los respetos.

La reacción de IU es cautamente ambigua. Los resultados electorales recientes y el sentido común indican que la federación ha sido el principal caladero de votos de Podemos. De ahí esa actitud ambivalente de sí pero no, somos lo mismo pero no somos lo mismo y otros sofismas que no dejan mucha salida a ninguno de los dos porque tampoco Podemos puede permitirse ir a una alianza con una fuerza tradicionalmente perdedora y ahora debilitada precisamente por su presencia. Es una situación cruel, pero no tiene otra salida que la hegemonía de Podemos à tout hazard.

Porque, efectivamente, contra pronósticos, Podemos supone una alteración sustancial del sistema político. Al día siguiente de las elecciones europeas (que hicieron trizas la autoestima de los sondeos) hubo una cascada de dimisiones en otros partidos y fuerzas; hubo primarias, secundarias, terciarias y hasta tercianas. Incluso ha amanecido un proyecto de reforma de la Ley Electoral General, dentro de un plan pomposamente llamado de "regeneración democrática". Lo suficiente para que, al margen de consideraciones más o menos coyunturales, se intente un análisis, siempre provisional, pero imparcial del fenómeno. Confieso de antemano que mi imparcialidad es compatible con mi simpatía por el movimiento y sus dirigentes, a algunos de los cuales conozco personalmente y de los que me siento cercano, especialmente Iglesias, Errejón o Urbán.

Podemos tiene una faceta inmediata, práctica, contingente. A ocho años de una crisis sistémica, aguda y que parece no tener fin; a tres años de un gobierno especialmente antipopular, autoritario y corrupto de la derecha; con una sociedad civil desmoralizada, después de una experiencia de fracaso del último gobierno de Zapatero, el terreno estaba baldío pero en barbecho. La aparición de un movimiento nuevo, fresco, joven, sin vínculos con el oscuro pasado, dirigido por una personalidad fuertemente carismática, popularizada en los medios de comunicación, viralizada en las redes sociales, iconografiada ya hasta en videojuegos, tenía que despertar una oleada de simpatía popular, adhesión y, por supuesto, esperanza. Porque todo eso se da en un contexto social caracterizado por un paro juvenil masivo que hace hablar de una "juventud sin futuro", una contradicción en los términos porque la juventud es el futuro.

Pero Podemos tiene una faceta mediata, de más peso teórico, menos transitorio. Tiempo habrá de estudiar hasta qué punto el movimiento se fragua en las asambleas del 15-M, pero la relación entre ambos, 15-M y Podemos es evidente. Es más, hasta cabe decir que esta fuerza es la forma que adquiere el debate algo atascado en el 15-M, acerca de cómo alcanzar eficacia en la acción política, si manteniendo la asamblea u organizándose en partido. De ahí que Podemos tenga todavía pendiente esta cuestión organizativa, que ya se verá cómo se soluciona. 

Al margen de ello, sin embargo, sí parece claro que la organización de los círculos acepta el principio democrático de que al poder se llega ganando elecciones. Eso del neobolchevismo es un golpe bajo. Ahora bien, las elecciones tienen unas condiciones, unos requisitos, formales y materiales que, de siempre, han sido fuerte escollo para las aspiraciones de las izquierdas en todo el mundo. El primero de todos, dictado por la experiencia, es que en las sociedades occidentales (a falta de nombre mejor) la mayoría, que es lo que se precisa para ganar, es centrista. Las opciones, en consecuencia, moderan su lenguaje y sus programas para no verse arrinconadas. Ahí tiene poca cabida la disyuntiva crasa izquierda-derecha que, sin embargo, sigue siendo real, de forma que se multiplican las anfibologías, los eufemismos: clases medias, los de arriba y los de abajo, etc.

Hay más, mucho más en los procesos electorales (listas, escutinios, etc), pero nos quedamos con la cuestión esencial: cómo obtener la mayoría electoral para una opción de izquierda hoy. Hay dos pasos: a) coalición de la izquierda (preelectoral o postelectoral) en sentido estricto; b) coalición de la izquierda en sentido amplio. 

Respecto a a) no es exagerado decir que Podemos se perfila como el eje en torno al cual quizá pueda fraguar una unidad de la izquierda. Si frentista o no es cosa de terminología. El problema no es terminológico, sino de contenido. Se trata de saber si las demás izquierdas, IU y sus constelaciones, aceptarán formar parte de una alianza hegemonizada, quieran o no, por Podemos. Doy por supuesto que esta coalición por sí sola no daría el gobierno a esta unión de la izquierda. Si no fuera así y se la diera, podríamos ahorrarnos considerar el paso b).

Respecto a b) y en el supuesto de que a) salga adelante. Se trata de saber si en la coalición entra o no el PSOE y cómo. Cuestión la más peliaguda por las murallas de reticencias por todas partes. Según unos, es pronto para decidir y conviene esperar los resultados de las municipales de mayo de 2015 y ver cuáles son los del PSOE. Si este va en una senda de pasokización o si mantiene su segundo (y puede que hasta primero) puesto en la dualidad de partidos dinásticos. Desde luego, las proporciones que se decanten serán decisivas para las opciones que adopten los dirigentes. Y es probable que, al final, la decisión recaiga sobre Podemos y el PSOE ex-aequo.  

Y aquí es donde hay que pensar si la sociedad española se merece otros cuatro años de gobierno de esta derecha.
 
(*) Catedrático de Ciencia Política en la UNED