domingo, 17 de octubre de 2010

La crisis y el fin de Bretton Woods II / Alejandro Nadal *

La asamblea anual del Fondo Monetario Internacional (FMI) concluyó con la persistencia de desacuerdos básicos, que son un mal presagio. Ninguna de las dificultades fundamentales de la economía mundial pudo resolverse en estos días. La guerra de las divisas está a la vuelta de la esquina y los peores días de la crisis podrían estar de regreso en unos meses. Hasta se dice que 2008 podría ser un día de campo, comparado con lo que viene en 2011.

En Washington nadie esperaba milagros. Después de todo, el FMI perdió la brújula desde el 15 de agosto de 1971. Ese día Nixon ordenó cerrar la ventanilla de compra-venta de oro y terminó el mundo de los tipos de cambio fijos para el que fue creado el FMI en la conferencia de Bretton Woods en 1944. Al cabo de unos años, el Fondo redefinió su misión como promotor de la liberalización financiera a escala global. Y en este nuevo papel pudo presidir sobre una larga lista de crisis financieras, cada vez más frecuentes y profundas. Como se sabe, en numerosos casos la medicina recetada por el FMI resultó peor que la enfermedad.

Poco a poco se fue consolidando un sistema que recibió en los años noventa el nombre de Bretton Woods II. Al igual que antes, el dólar seguía siendo el referente monetario en la economía mundial, pero en el nuevo esquema, Estados Unidos mantenía una posición de consumidor en última instancia y era subsidiado por China y los países exportadores de petróleo interesados en mantener su propio tren de exportaciones. Mientras hubo crecimiento, las cosas marcharon más o menos de manera estable. Claro, los gigantescos desequilibrios se fueron acumulando y adoptaron la forma de un astronómico déficit en las cuentas externas de Estados Unidos y su dual, las gigantescas reservas del banco central en China.

Este esquema podía durar mientras las tasas de crecimiento hicieran pensar a todos que el porvenir era brillante y siempre lo sería. Pero ese tipo de expectativas terminan por ser desmentidas por la dura realidad. Siempre se supo que Bretton Woods II era un sistema insostenible y que terminaría por reventar. Pero mientras dura el carnaval, nadie se preocupa por la cruda del día siguiente.

Al estallar la crisis, el conocido dilema de Triffin se manifestó con una claridad deslumbrante. El desplome en la demanda efectiva en Estados Unidos dejó un vacío que había que llenar. El caos en el sector financiero imposibilitó a los bancos estadunidenses fungir como intermediarios entre el ahorro y el consumo, y el gobierno tuvo que entrar al quite con sus estímulos fiscales y rescates de las hipotecarias semioficiales.

Pero el estímulo fiscal y la inyección de la Reserva Federal de más de un billón (castellano) de dólares para adquirir bonos del Tesoro terminaron por sacudir al mundo entero. Para colmo, aunque el estímulo fiscal permitió una especie de recuperación, resultó insuficiente. En lugar de mantenerlo y aumentar su volumen, la clase política estadunidense dejará que expire este otoño. La política monetaria, en su esquema de flexibilización cuantitativa, seguirá inyectando liquidez a un sistema que permanece estancado y con altas tasas de desempleo. Encima de todo, la pérdida de valor del dólar no fue suficiente para corregir el déficit comercial.

Hoy las principales economías del mundo están a punto de sufrir una recaída de proporciones alarmantes. En Estados Unidos el sistema bancario no acaba de digerir el desastre del sector hipotecario. El incremento en los costos de operación de los bancos debido a la ejecución de hipotecas vencidas es la peor amenaza del sector bancario. Esta es la cicatriz que dejarán las hipotecas subprime en los estados financieros de los bancos. Lo importante es que para un banco con problemas en la línea de flotación, el incremento en los gastos de operación puede ser el tiro de gracia.

Europa está amenazada por el regreso a la austeridad fiscal de su absurdo Tratado de Maastricht y Japón porque, en el fondo, nunca superó la crisis de los años noventa. La recesión en forma de W para la economía global es casi inevitable. Para las llamadas economías emergentes el problema se agrava porque sus exportaciones se verán afectadas.
Los desequilibrios acumulados en los últimos 20 años tocan a la puerta hoy para reclamar atención. A China se le exige disciplina cambiaria y mayor énfasis en la demanda interna. 

Pero la percepción en Pekín es que el gigante asiático no puede darse el lujo de perder competitividad en los mercados internacionales. Eso sucedería si aumentan sus costos laborales y se permite la apreciación del renminbi. Por eso China reclama a su vez disciplina monetaria al país que emite los papelitos verdes, que otrora fueron la piedra de toque del sistema monetario internacional.

Es la terminación del sistema de Bretton Woods II. No será un final tranquilo. Y sí, 2011 puede muy bien ser el peor año de la crisis.

(*) Alejandro Nadal – Consejo Científico de ATTAC España

Del mundo sensible al mundo insensible / Fernando Casares

Los burgueses son como los cerdos, decía  Jacques Brel.

Siempre resulta incómodo tener que escribir este tipo de artículos. Hay ocasiones en que resulta más fácil omitir verdades y redirigir energías hacia otros ámbitos. Sobre todo si hablamos del mundo artístico. Pero sería poco honesto de nuestra parte dejar de mencionar que estamos ante ejemplos que superan cualquier previsión comprensible.

Cuando hablamos del mundo artístico, hablamos por descontado del mundo sensible. El mundo sensible es acaso el ámbito más empático y humano de todos los que podamos abordar a priori. Es cierto que el mismo no está exento de representantes que no hacen gala de lo dicho anteriormente. Y es que el arte es una materia que domina las subjetividades y está sujeta a interpretaciones diversas y múltiples como diverso y múltiple es el mundo en que vivimos. Está bien que así sea por un lado.

¿Pero qué pensar del arte comprometido con las causas de la verdad y la justicia? ¿Qué pensar de los artistas que abogan por los derechos humanos más básicos y se comprometen con la sociedad y la justicia social denunciando y siendo al mismo tiempo protagonistas de su tiempo? ¿Cuál es nuestra lectura frente a los artistas que desinteresadamente claman justicia, denuncian infamias y se comprometen social y políticamente con la dignidad humana?

Nuestra lectura, si estamos comprometidos de igual forma, es la de apoyo y seguimiento, de admiración a esos artistas que lejos de las particularidades y ambiciones personales, se vuelcan colectivamente a favor de los que no tienen voz, de los marginados, de los explotados, de los humillados, de los oprimidos...de los nadie. No podemos sino aplaudir y emocionarnos con personas capaces de poner voz y denuncia al silencio cómplice de un sistema social y político que en muchas ocasiones calla y otorga, cuando no excluye.

Si hablamos, por ejemplo, de artistas argentinos, allí está una larga lista de personas que han devuelto la dignidad y humanidad a nuestra sociedad, cantando por los derechos humanos, desafiando el silencio de la última Dictadura genocida, reclamando por las familias de los desaparecidos y denunciando las atrocidades cometidas por el terror sistemático de un gobierno militar. Y más aquí en la Democracia han seguido aportando su compromiso con los desheredados de esta tierra, los oprimidos, los explotados, los humillados, los excluidos. 


¿Pero qué pensarían ustedes si les dijera que todos estos artistas han estado en Israel antes y después de la masacre en Gaza y el ataque y posterior asesinato de 9 activistas humanitarios de la Flotilla de la libertad, sin decir absolutamente nada sobre los crímenes de lesa humanidad contra el pueblo palestino desde 1948 a la fecha? ¿Qué pensarían ustedes si les dijera que nunca han ido a lo que queda de Palestina a tocar en favor de los derechos humanos de los palestinos? ¿Qué me dirían si les dijese que algunos sólo se han limitado a hablar de paz (sin justicia) tomando equidistancia y nivelando el Terrorismo de Estado de Israel a la resistencia palestina? Los que ayer cantaron contra la Dictadura genocida en Argentina, hoy cantan en el Estado Terrorista de Israel y les ríen las gracias.

¿Cómo entender este doble rasero, esta doble cara, este obsceno cinismo en artistas que se suponía eran sensibles a las causas justas? ¿Existen derechos humanos para unos pero no para otros? ¿Es lo mismo el Terrorismo de Estado del 4º ejército más poderoso del mundo con poder nuclear, que no cumple una sola resolución de las ONU, no ha firmado el Tratado de Proliferación Nuclear y tiene encarcelados a miles de palestinos en condiciones infrahumanas sin juicio previo, que los grupos de resistencia armados con piedras y cohetes de las fallas de Valencia?

El pueblo no tiene la culpa, nos dirán. ¿Qué pueblo, más del 90% que apoya y anima la limpieza étnica y la masacre? ¿El mismo que votó a Netanyahu y Lieberman? ¿El mismo que se mofaba de los asesinatos masivos de civiles palestinos de Gaza a través del programa humorístico más visto de Israel? ¿El pueblo que se expresa a través de los ex soldados de Breaking the Silence y deshumaniza a los palestinos tratándolos peor que a los perros? 

Sea por ignorancia (cosa bien difícil de entender en artistas tan comprometidos políticamente), sea por ser víctimas de la manipulación mediática (igual de difícil en personas contrarias a todo tipo de alienación), sea por complejos de culpa producto del chantaje histórico del sionismo en la instrumentación del Holocausto (probable que sea esto en parte), lo cierto es que los artistas argentinos que han ido y van a Israel son la vergüenza de muchos que dedican y arriesgan su vida en defensa de la dignidad, la justicia y la verdad, en defensa de TODOS los derechos y TODOS los humanos, y en particular en la justa causa y defensa del pueblo palestino.

Cuando uno se entera que también estuvo el dibujante Guillermo Mordillo en Tel Aviv hace poco y dijo barbaridades grandes como un templo, entonces uno empieza a preguntarse si no hay alguna particularidad en la cultura argentina capaz de desarrollar este tipo de vergonzosas actuaciones. 

No, no hay algo característico de los argentinos capaz de hacer del mundo sensible algo insensible. Son las personas. ¿Pero por qué tantas? Esta la pregunta que deberán responder ellos. ¿Será porque en realidad hay en Israel más de 85.000 argentinos, lo que significa un mercado interesante a explotar? ¿Será que estos artistas que ayer tenían un espíritu crítico antiburgués hoy se han aburguesado y olvidado todo por lo que ayer luchaban en su arte?

¿Se imaginan a Ernesto Guevara en Israel? Lo imaginamos sí... pero recuperando la tierra y la dignidad de los palestinos todos, como ayer caminó también por tierra argelina frente al colonizador imperialista y asesino.
http://rompiendo-muros.blogspot.com/2010/09/del-mundo-sensible-al-mundo-insensible.html

Xenofobia recupera terreno en Alemania / Michael Lawton y Vinicio Chacón

"Extremismo de derecha en Alemania 2010" es el título de la investigación que fue dada a conocer este miércoles y que sostiene que las posiciones extremas han penetrado el corazón de la sociedad alemana.

Entre un 10 y 20% de la población aprueba posiciones tradicionales de la extrema derecha, como la necesidad de un dictador, o dicen que los nazis no fueron "tan malos después de todo".

La encuesta fue realizada por un equipo de investigadores de la Universidad de Leipzig para la Fundación Friederich Ebert, allegada al Partido Social Demócrata. Ese equipo investigador ha llevado a cabo encuestas similares cada dos años desde el 2002 y para el 2008, cuando hubo una bonanza económica, las cifras se alejaron considerablemente de las posiciones de derecha extrema. Sin embargo este año, recesión económica de por medio, han regresado a los niveles anteriores.

Por ejemplo, el 32% dijo estar de acuerdo con la idea de que "cuando hay escasez de empleo, los extranjeros deberían ser enviados a casa"; el 34% dijo estar fuertemente de acuerdo con que "los extranjeros sólo vienen a explotar el sistema de seguridad social alemán"; y el 35% piensa que "Alemania tiene un peligroso nivel de influencia extranjera debido a la cantidad de extranjeros en el país".

En cada uno de esos casos, los porcentajes fueron considerablemente más altos en el Este que en el Oeste de Alemania.

Esta niña participó en el 2008 en una manifestación en Colonia contra el racismo.

La mayoría es crítica del Islam

La investigación encontró un alto nivel de chauvinismo, pues el 27% de la población piensa que la principal tarea del gobierno alemán debe ser "asegurarse de que Alemania tenga el poder y la influencia que le corresponde".

Las opiniones extremas se vuelven mayoría cuando se trata del Islam. El 55% dijo que puede entender que la gente encuentre a los árabes incómodos, y un 58% que la práctica de la religión musulmana debería ser "considerablemente restringida"

A pesar de que los investigadores sostienen que el estudio demuestra que las opiniones de extrema derecha han alcanzado el "centro" de la sociedad, sus propias cifras muestran que tales opiniones son mucho más persistentes entre la población adulta mayor, la de baja escolaridad y los desempleados.
http://bit.ly/cutted

¿Antisistema? Por supuesto / Josep Maria Antentas y Esther Vivas *

A raíz de los incidentes ocurridos en Barcelona el 29-S, la crítica a los “antisistema” ha inundado el debate en los medios de comunicación asociando, de forma reduccionista y descontextualizada, el concepto antisistema y la violencia urbana.

Lejos de esta imagen interesada, la práctica diaria de los “antisistema” se encuentra en las federaciones de vecinos opuestas a la especulación inmobiliaria, en el sindicalismo alternativo, en el activismo contra el cambio climático, en los foros sociales, en la defensa del territorio frente a las grandes infraestructuras, en los centros sociales autogestionados, en la generación de experiencias de consumo alternativo y de promoción de la agroecología, o en los intentos de abrir una brecha en el sistema político impulsando candidaturas alternativas.

Los movimientos sociales alternativos se caracterizan por ser motores del cambio social, generar propuestas rompedoras y fomentar nuevas formas de sociabilidad, de pensamiento crítico y de creación artística, liberando la creatividad humana encorsetada en las rutinas cotidianas.

En un contexto donde la credibilidad y la legitimidad del actual modelo económico está en entredicho, a pesar de que sus valores han penetrado profundamente en las conciencias de los de abajo, el poder establecido lucha para evitar que descrédito y malestar se transformen en movilización. Para conseguirlo es preciso que los trabajadores piensen que ésta no sirve para nada y que todo está perdido de antemano. De ahí los discursos oficiales sobre la imposibilidad de practicar otra política, de ir contra los mercados internacionales, de la inevitabilidad de las reformas anunciadas, y las tentativas de fabricar un mensaje mediático de fracaso del 29-S con fines desmoralizadores.

Se requiere también desacreditar al anticapitalismo emergente y a los movimientos sociales. Los intentos de criminalizarlos y estigmatizarlos pretenden abrir una fosa insalvable entre las minorías activistas y el grueso de los sectores populares. Lo vimos a comienzos de siglo en el momento de auge del movimiento “antiglobalización” y lo vemos ahora en medio de las resistencias a la crisis.

El sensacionalismo en torno a la violencia del 29-S ha buscado descalificar directamente a la huelga, en el caso de los sectores reaccionarios opuestos a la misma, o a los movimientos sociales alternativos, en el caso de la izquierda institucional, favorable a la convocatoria, pero contraria a una perspectiva de ruptura con el presente orden de cosas.

El tratamiento mediático de las acciones violentas cuando tienen lugar en manifestaciones y actos de protesta contrasta crudamente con el de la violencia de todo tipo que emana de las relaciones de poder, dominación y explotación del sistema actual, a menudo invisibilizada y naturalizada. Así, por ejemplo, el énfasis exagerado en los destrozos en inmuebles el día de la huelga sirve para esconder violencias mucho más graves sobre personas ocurridas durante la misma, como la represión policial a los piquetes sindicales y, sobre todo, las coacciones empresariales a los trabajadores para que no secundaran la huelga.

Ante un sistema sombrío y violento, incapaz de satisfacer las necesidades básicas de la mayoría de seres humanos y responsable de una crisis ecológica global que amenaza a la propia supervivencia de la especie, somos muchos quienes sin duda nos consideramos antisistema, aunque le veamos poca utilidad en utilizar un concepto fabricado por los mass media y de claras connotaciones peyorativas. Si el sistema al que nos oponemos es el capitalismo, nada mejor que definirnos simplemente como anticapitalistas.

A pesar de su aparente carácter negativo, el anticapitalismo, tal y como lo entendemos, desemboca directamente en la formulación de propuestas alternativas que apuntan hacia otro modelo de sociedad. “La indignación es un comienzo. Uno se indigna, se levanta y después ya ve”, señalaba el filósofo francés Daniel Bensaïd. Del rechazo inicial a lo existente se pasa después a la defensa de otra lógica opuesta a la del capital y a la dominación.

Los límites del término son, en cierta forma, los límites del periodo actual, todavía de resistencia y de (re)construcción, marcado por la dificultad para expresar una perspectiva estratégica en positivo y para afirmar tanto una perspectiva revolucionaria de transformación, como un horizonte de sociedad alternativo. Los grandes conceptos de la historia del movimiento obrero, como “socialismo” o “comunismo”, tienen hoy un significado equívoco debido al fracaso de los proyectos emancipatorios del siglo XX. Se precisan todavía nuevas experiencias fundacionales para imponer nuevos términos o recuperar los antiguos.

En vistas de cómo va el mundo, el anticapitalismo es hoy una apuesta perfectamente razonable y un verdadero imperativo moral y estratégico. No parece que sean los antisistema quienes deban justificarse, sino los pro-sistema quienes deberían hacerlo.

“No se puede ser neutral en un tren en marcha”, nos recordaba el historiador Howard Zinn en su autobiografía, y menos en un tren desbocado hacia el precipicio como lo es la humanidad, retomando la lúcida metáfora de Walter Benjamin. Hay que escoger entre dos lógicas antagónicas, la de la competencia y del todos contra todos o la de los bienes comunes y la solidaridad. Este es el dilema planteado por los movimientos anticapitalistas y antisistémicos de hoy en día.

(*) Josep Maria Antentas y Esther Vivas son autores de “Resistencias globales. De Seattle a la crisis de Wall Street”.

Reflexión en torno a un desfile / Alberto Piris *

Contemplando la exhibición de fuerza militar que tuvo lugar el pasado martes en el espectacular escenario del madrileño paseo de La Castellana, era inevitable entornar los ojos y dejarse arrastrar por una reflexión sobre el poder. No se trataba, claro está, de rememorar aquel poder militar de las legiones victoriosas que regresaban de luchar en tierras bárbaras y que, desfilando a través de Roma, no vacilaban en imponer por la fuerza un nuevo emperador, cuando esto placía a sus centuriones.

Mucho han evolucionado los ejércitos desde entonces, pero la Historia está repleta de intervenciones de la fuerza militar, que ha sido un factor hegemónico y preponderante incluso después de que la mayoría de los Estados modernos aceptara el reparto de poderes que sistematizó Montesquieu, reflejando en sus constituciones democráticas la sumisión de la fuerza militar a los legítimos poderes del Estado.

Era inevitable relacionar lo que nuestros ojos observaban aquella mañana con otros momentos de la Historia más reciente. Como el aplastante poder de aquellos cazabombarderos de la Fuerza Aérea chilena que con su fuego contribuyeron a deponer al presidente democráticamente elegido por el pueblo, cuando desde el aire que señoreaban sin enemigo a la vista atacaron el Palacio presidencial santiaguino en septiembre de 1973. 

Naturalmente, son muchas más imágenes las que suscita la imponente presencia de los carros de combate, esos monstruos acorazados, ruidosos y letales, que en numerosas ocasiones han exhibido sus poderosas armas frente a los ciudadanos inermes, como ocurrió en Praga (1968), en Valencia (1981), en Tiannamen (1989) y en otras lugares.

No son imprescindibles los tanques, como intentó mostrar el golpista Tejero, para cambiar el rumbo político de un país. A veces, basta con la Infantería a pie. En octubre de 1981, durante un desfile militar y mientras los aviones trazaban en el aire los colores de la bandera egipcia, desde un vehículo militar que estaba desfilando en su honor descendieron los soldados que asesinaron a tiros al presidente de Egipto, Anuar el Sadat.

Esas penosas imágenes se disipan con una sensación de alivio y esperanza en esta España de 2010, cuyas Fuerzas Armadas han encontrado su lugar apropiado en el entramado de un Estado democrático y de derecho, y han abandonado la vieja y enraizada tendencia, que muchos conocimos y vivimos desde dentro, de erigirse en columna vertebral de la Nación, en vez de ser, como corresponde a la legitimidad política, el “brazo armado del Estado”. 

Tras un largo y difícil proceso, no exento de conflictos, los ejércitos españoles han dejado de ser temidos, no generan desconfianza en el pueblo que los sostiene y han asumido, con plena naturalidad, una amplia gama de misiones inimaginables años atrás.

Sin embargo, allí mismo, junto a las tropas de la parada, se observaban elementos de otros dos poderes que, no incluidos en la trilogía tradicional, están llegando a ser más temibles que lo que fueron los ejércitos de nuestro país en el pasado. Dos poderes que de hecho configuran el mundo de hoy y que con frecuencia obligan a plegarse a sus deseos a quienes ostentan el poder ejecutivo, el legislativo o el judicial, como observamos que ocurre en España y en muchos otros países.

Unos grandes edificios que jalonaban la carrera del desfile, coronados por las siglas de establecimientos bancarios y financieros, nos recordaban dónde reside parte de otro poder que influye decisivamente sobre los tres poderes habituales. No era el poder financiero de las entidades allí representadas, al fin y al cabo, acólitos de otro poder superior, cuyas decisiones se toman en Nueva York, Tokio, Londres o Frankfurt, y cada vez más en Singapur y otros centros financieros del Este asiático. 

Es el mismo poder que ha desencadenado la actual crisis económica (la que ha obligado a reducir el número de tropas participantes en el acto motivo de estas reflexiones), un poder que apenas admite intromisiones sobre sus métodos y designios, y del que depende la suerte de millones de ciudadanos en todo el mundo, que poco o nada podemos influir en él. Los que comprobamos que las libertades democráticas no nos dan para mucho más que para votar a nuestros dirigentes políticos, situados a un nivel que, visto desde Wall Street o desde la City londinense, es meramente insignificante, cuando no subordinado.

El otro poder al que me refiero era más visible: los medios de comunicación y la profusión de periodistas, cámaras e informadores. Montesquieu no lo previó, y en El espíritu de las leyes no pudo imaginar que la televisión llegaría a decidir quién haya de gobernar un país; que una presentadora de un vulgar programa popular pudiera aspirar a una candidatura política o que las encuestas se erigieran en textos sagrados sobre los que basar trascendentales decisiones políticas. Ni que el perfecto maquillaje de un candidato o el sudor de otro contribuyeran a decidir el sentido del voto de un ciudadano teóricamente libre, pero degenerado en simple consumidor de información. O que un alto cargo político temiera más al director de un periódico que a un golpista militar.

Así pues, querido lector, opine usted mismo: ¿dónde están los ocultos poderes que desde lejos rigen nuestras vidas? Evidentemente, no entre los cañones y los sables que el cielo de Madrid iluminó ese día.

(*)  General de Artillería en la Reserva

Los impuestos, los archirricos y las finanzas públicas / Sam Pizzigati *

Un pequeño impuesto sobre las fortunas personales estadounidenses de más de 1.000 millones de dólares podría generar ingresos más que suficientes, con tan sólo las 400 de Forbes, para erradicar los déficits presupuestarios conjuntos de los estados que componen la nación norteamericana.

David Rockefeller sénior, el único nieto todavía vivo del primer milmillonario norteamericano, ha conseguido todavía otra distinción. A los 95 años es actualmente el milmillonario más anciano de la nueva lista anual de los 400 norteamericanos más ricos de la revista Forbes.

En la lista de este año, David Rockefeller está acompañado de cantidad de milmillonarios. Cada uno de los 400 grandes bolsillos de esta lista tiene una fortuna individual de al menos 1.000 millones $. En 1982, el primer año en que apareció la lista anual Forbes 400, solamente 13 norteamericanos podían alardear de un estatus de milmillonario.

Por aquel entonces, hace casi tres décadas, los Forbes 400 detentaban una fortuna conjunta de 91.800 millones $, el equivalente de unos 208.000 millones $ en dólares actuales. Los 400 primeros actuales, según publicó Forbes la semana pasada, poseen además, más de 3 billones de dólares en riqueza. Su fortuna conjunta total, actualmente: 1,37 billones $.

Los diez norteamericanos más ricos de la nueva lista Forbes poseen por sí mismos un valor neto conjunto de 270.000 millones $, más que el valor neto, descontada la inflación, de la lista Forbes completa de su inicio en 1982.

¿Qué impacto podría tener en nuestra atribulada nación que esta pasmosa acumulación masiva de riqueza fuera modestamente compartida o sujeta a tributación?

Una respuesta rápida: un "impuesto sobre la riqueza" del 15% sobre los activos personales de más de 1.000 millones $ generaría este año 145.500 millones $, más que suficiente para cubrir los 140.000 millones $ de déficits a los que se enfrentan los 50 estados de América del Norte en el actual año fiscal.

Después de pagar este impuesto, la riqueza neta personal de los 400 milmillonarios de la actual lista Forbes, sería todavía de 2.400 millones $ en promedio, más de 37.000 veces los 65.400 $ de riqueza neta personal que el economista neoyorquino Edward Wolff calculó a principios de este año para la típica familia norteamericana.

Pero los millonarios de Forbes no están precisamente corriendo a compartir su riqueza. Los más activos políticamente están corriendo en la dirección opuesta. Están financiando candidatos y causas dedicadas a recortar impuestos sobre los norteamericanos más ricos, y eliminando las regulaciones sobre las corporaciones que hacen ricos a estos ricos.

Un signo de nuestra época milmillonaria
 El antiguo jefe político de la Casa Blanca en tiempos de Bush, Karl Rove, está actualmente derramando millones de dólares en anuncios que atacan a los candidatos partidarios de los impuestos a los ricos para las elecciones del próximo noviembre. "American Crossroads", la organización de Rove para dirigir esta operación, obtiene de los millonarios la mayor parte de sus fondos, el 91% según los datos más recientes de la Comisión Electoral Federal.

Otro ejemplo: en California, los millonarios Charles y David Koch – ambos en los diez primeros lugares de la lista Forbes – se han aunado para ayudar a financiar una iniciativa legislativa dirigida a eliminar la legislación puntera sobre energía limpia que los legisladores estatales convirtieron en ley hace cuatro años.

Según detallaba una impactante reseña de la revista New Yorker del mes pasado, los hermanos milmillonarios también han suscrito generosamente el movimiento "popular" del Tea Party.

Los entusiastas de las grandes fortunas no se dedican a este tipo de politiqueo millonario. Hablan, en cambio, de la generosidad de los filántropos millonarios. La semana pasada, estos voceros de la concentración de la riqueza exaltaban al millonario de Facebook, Mark Zuckerberg, cuya riqueza neta se triplicó el año pasado hasta los 6.600 millones $, después de que anunciara sus planes para establecer un fondo de 100 millones $ para la reforma escolar.

Pero las iniciativas de los ricachones respecto a las políticas públicas, ya sea la reforma escolar o de cualquier otro campo, siempre van ligadas a ideologías. En educación, la filantropía millonaria empuja a las escuelas hacia enfoques basados en incentivos o en "reformas" probadas, que los investigadores en educación han demostrado que son tremendamente ineficaces.

Mientras tanto, señala Bob Peterson, maestro de Wisconsin, editor de uno de los principales periódicos progresistas sobre educación, las reformas que sí resultan eficaces –como permitir a los niños pobres un rápido acceso a los libros– están olvidadas o faltas de financiación.

Debido a dificultades presupuestarias, la escuela elemental de Peterson, en Milwaukee, ha tenido que rebajar el presupuesto de su biblioteca, el último golpe a una escuela que ya había perdido a sus profesores de música y de gimnasia –y a todos sus maestros asistentes– en anteriores recortes presupuestarios. El año próximo, observa Peterson, las casi 100 escuelas elementales y las 8 K, probablemente tendrán solo cinco bibliotecarios a tiempo completo.

¿Cual es el coste financiero de un bibliotecario a tiempo completo en las escuelas públicas de Estados Unidos? Peterson ha calculado esta cifra en tan sólo algo más de 7.100 millones $.

A título de comparación, un impuesto de un 1% sobre la riqueza personal de más de 1.000 millones $ en Estados Unidos, generaría 9.700 millones $.

(*) Sam Pizzigati edita Too Much, el boletín semanal online sobre exceso y desigualdad, publicado por el Institute for Policy Studies con sede en Washington D.C.