sábado, 22 de octubre de 2011

Crimen de lesa humanidad en Libia / Stella Calloni *

¿Se puede llamar  triunfo de la democracia, la libertad, la razón, a la ejecución brutal del líder de un país, capturado herido, en un territorio arrasado por una invasión colonial, bombardeado día por día desde el 19 de marzo pasado por la Organización del Atlántico Norte (OTAN) y por  los mercenarios y tropas especiales extranjeras llevados por esta coalición de la muerte?
 
¿A esto y al asesinato de más de 70 mil personas, al asedio y bombardeo  durante más de un mes sobre  una ciudad pequeña como Sirte le llaman democracia, libertad y razón, el presidente de Estados Unidos Barack Obama y otros europeos, entre ellos  el “socialista” José Luis  Rodriguez Zapatero de España, sin ningún pudor?. Sin olvidar las sonrisas de David Camerón. Nicolás Sarkozy o de Silvio Berlusconi, que hoy festejan en una Europa incendiada por la protesta  cuyo futuro es oscuro y trágico, como toda vuelta atrás en la historia
 
Obama dijo también que espera “la conformación de un gobierno interino”. Entonces ¿qué gobierno es el que reconoció junto a sus socios en la aventura colonial en agosto psado  y el que  instó a reconocer en la última Asamblea de la ONU?.
 
¿El mismo que estaba conformado por escasos hombres libios, como mascarón de proa, mientras que la  mayoría eran mercenarios de Al Qaeda y cuya bandera monárquica quedó flameando en ese recinto, para deshonra del mundo?.
 
Todo esto actuado bajo un falso “humanitarismo” para “proteger” los derechos humanos del pueblo libio, al cual los invasores masacraron sin piedad alguna, aplicando atroces torturas y asesinatos, incluyendo racistas, como lo  denunció  la propia Amnesty Internacional.
 
La calidad moral y humanitaria de los invasores ha sido claramente expuesta por los escasos seguidores de la verdad, mediante notas, videos, transmisiones directas  como lo hace Telesur de Venezuela desde el terreno de los acontecimientos, periodistas verdaderamente libres si la libertad es sinónimo de verdad y desafío al discurso único maniqueo y brutal del imperio.
 
Es posible que a la izquierda “moderna y “superada” no le guste la palabra “imperio”, aunque no se sabe como le llamen a esto o qué definición existe que reemplace incluso a lo establecido en los diccionarios del mundo.
 
Lo que sucede en Libia es una invasión imperial-colonial, aprobada por Naciones Unidas, resistida  con todo su derecho (universal por cierto) por el pueblo libio y su mejor dirigencia.
 
La inmoralidad quedaba asentada desde que el 23 de agosto pasado el llamado  Consejo Nacional de Transición (CNT) de Libia -organización no creada por el pueblo, al que dejaron fuera de toda decisión, sino por las potencias invasoras- ofreciera pagar  un millón 600 mil dólares y amnistiar a quien “mate o entregue vivo” al líder libio  Muammar El Khadafi.
 
Desde el momento en que el 19 de marzo pasado  Francia y Gran Bretaña comenzaron a bombardear Libia con la OTAN detrás. adelantado la intervención  en gran escala a partir del 31 de ese mes, la “mano extranjera” fue la ejecutora del plan maestro de Estados Unidos con el objetivo de apoderarse del petróleo, el gas, el oro, el agua, las reservas de más de 270 mil millones de euros, que ingenuamente Khadafi creyendo en la “decencia europea” depositó en sus bancos.
 
Y detrás también está el  proyecto estadunidense de golpear al euro, y de control de Africa, con la creación del Comando Africom, mediante un diseño absolutamente recolonizador y una extendida Doctrina Monroe, destinada a la colonización de América Latina en el siglo XIX (1823) y rescatada en pleno siglo XXI por el aspirante a candidato a la presidencia del Partido Republicano Mitt Romney, quien el  pasado 7 de octubre sostuvo que Dios había creado a Estados Unidos para dominar al mundo y advirtió que su país “debe conducir al mundo o lo harán otros”.
 
El pueblo europeo será también otro gran perdedor en esta y otras guerras. Los gobiernos de Europa sustentaron  el diseño fascista del control del mundo que reconocen dirigentes como Romney en Estados Unidos, que es a la postre el país que se quedará con lo mejor en el reparto criminal de los restos de un país arrasado con el silencio cómplice del mundo. Hoy mismo por CNN había quienes exigían una actuación similar a la de Libia contra Cuba, Venezuela y otros países. El fundamentalista Romney no está solo en el país del Ku klux Klan y del  Tea Party y los terroristas cubano- americanos de Miami que bien acompañan a los lobos aullantes del sistema.
 
Miles de bombardeos han arrasado la infraestructura moderna creada por  Khadafi en beneficio de su pueblo, al que  sacó de las tinieblas del colonialismo y cuyo nivel de vida-reconocido por organismos internacionales- era el más alto de la región.
 
Ahora las empresas de los aliados de la OTAN se disputan también la “reconstrucción” del país que destruyeron, lo que será pagado con el dinero robado y saqueado a los libios.
 
Durante más de ocho meses los bombardeos mataron a miles de personas, dejando gravemente heridos y mutilados a otros miles mientras los mercenarios  violaron a mujeres, torturaron y ejecutaron bajo atroces sufrimiento a una buena parte de la población negra y africanos que vivían en ese país. Y todo esto en una población de poco más de seis millones de habitantes.
 
¿Qué hará el fiscal de la Corte Penal Internacional, Luis Moreno Ocampo  ante los crímenes de lesa humanidad cometidos por los invasores de Libia?.
 
Quizás si accionara como corresponde  remediaría en algo  la ilegalidad de su actuación anterior al decidir el juzgamiento de Khadafi y sus hijos cuando la OTAN bombardeaba Libia matando a uno de éstos y su familia, entre ellos tres niños.
 
Moreno Ocampo acusó a Khadafi por un  supuesto bombardeo contra manifestantes en Trípoli que nunca existió, todo a pedido de la ONU para tratar de crear un justificativo falso a su resolución 1973.
 
El coro de periodistas e intelectuales que repitió este discurso falso no sólo provino de la derecha colonial y tradicional aliada del poder hegemónico sino de algunos sectores de izquierda “socialdemócrata” -si puede haberla- o centroeuropeístas y de otros tan radicales que su pureza está más allá del bien y el mal, lo que finalmente sirve a las peores causas.
 
El brutal asesinato de Khadafi televisado como un mensaje de terror demuestra de qué se trata la acción “humanitaria” del poder hegemónico en Libia.
 
El relato único para crear un consenso mundial sobre el tema Libia se desmorona, pero la impunidad que le aseguró  el aterrador silencio de la comunidad internacional, salvo dignas y honrosas excepciones hará que ahora sea uno de los “modelos de acción” que se intente imponer sobre aquellos países del mundo en proceso de liberación o desobedientes a las órdenes de Washington.
 
O de Wall Street,como sea que sea la verdadera esencia imperial que avance en esta expansión sin fronteras en el mundo soñada por el más delirante fundamentalismo de las últimas décadas, en lo que también se esconden las decadencias, las crisis morales y económicas, los cantos de sirenas, que finalmente sólo son cantos   fatuos y sirenas falsas.
 
En la lista de los “próximos” siguen  varios países  además de sus actuales intentos contra Siria y el burdo  complot que le atribuyen a Irán, que hace aguas por todas partes, tanto que hasta fue cuestionado  por congresistas de Estados Unidos,
 
Por lo pronto la alegría de los mercenarios que esperan repartirse el botín de la recompensa,que seguramente quedará en manos de sus jefes de las tropas especiales-tan criminales como ellos- de Estados Unidos, Francia Gran Bretaña y otros.
 
La realidad es que la OTAN ha creado un héroe, un mito, una leyenda que comenzará a andar por los caminos y las cuevas, por el desierto, por los silencios plagados de murmullos de un pueblo que llora a escondidas la muerte de su líder y de todos los que han perecido para que los invasores cumplan su objetivo de no dejar nada en pie, salvo los bienes por los que llegaron en nombre del “humanitarismo”.
 
La resistencia heroica obligó a los atacantes a mostrarse ante el mundo cada vez más como fuerzas invasoras y se hizo evidente el uso de mercenarios  llevados al lugar con la implicancia que esto tiene para el pueblo libio.
 
Khadafi ha pasado a la eternidad, porque su asesinato miserable, cobarde y cruel, ternina convirtiendo al líder libio  en un modelo de dignidad para la  resistencia que habrá de continuar sobre escombros y cenizas, como sucede en Afganistán e Irak (diez años después en el primer país y ocho en el segundo) pero esencialmente sobre la memoria del genocidio de un pueblo que nunca olvidará y que nos reclama  solidaridad.
 
(*) Periodista argentina, corresponsal en Cuba de 'La Jornada' de México

Movimiento 15-M. "No saben por qué protestan" / John Brown *

Las últimas afirmaciones de Zygmunt Bauman sobre el 15-M resultan cuanto menos sorprendentes. El sociólogo y pensador polaco considera en unas declaraciones recogidas por El País que este movimiento es fundamentalmente "emocional" y que “si la emoción es apta para destruir resulta especialmente inepta para construir nada. Las gentes de cualquier clase y condición se reúnen en las plazas y gritan los mismos eslóganes. Todos están de acuerdo en lo que rechazan, pero se recibirían 100 respuestas diferentes si se les interrogara por lo que desean”. La emoción sería, por lo tanto, inestable y fluctuante y haría que el actual movimiento, que el el 15 de octubre se manifestó como potencia política en las calles y plazas del mundo entero, sólo sirviera para destruir. Un movimiento fundado sobre la "emoción" carecería, a su juicio de capacidad constituyente y sólo podría configurarse como una desordenada multitud, una hidra de 100 o mil cabezas.

El problema de Bauman es tal vez que no ha participado nunca directamente en una asamblea ni un debate del movimiento. Basta acercarse a una asamblea para observar cómo el movimiento se ha dotado de un dispositivo de limitación de la "emoción" sumamente eficaz. Llaman, en efecto, la atención el tono y las maneras civilizados, resultado de una disciplina de debate colectivo muy particular, que proscribe los aplausos y las interrupciones verbales o sonoras de la palabra del orador. Un lenguaje gestual silencioso puntúa las intervenciones: las aplaude, las rechaza, critica el lenguaje agresivo o denigrante etc. Por otra parte, la palabra, en las asambleas abiertas del 15-M no tiene como origen ni como destinatario un grupo que afirma una identidad cerrada, sino el ciudadano "cualquiera" reunido con otros "ciudadanos cualesquiera". Ni las pasiones del liderazgo, ni las de la identidad colectiva tienen libre curso en este medio.

Lo que se afirma en su diferencia es la singularidad "cualquiera", pero se trata de un cualquiera positivo, no de aquel por el que no se opta y constituye un residuo, sino el que supone una opción abierta por un otro con quien se busca lo común. En latín este "cualquiera" se denominaría con la palabra "quislibet" que designa al "cual quiera", al "cual" que se acoge y que es causa de amor (el verbo
libeo que se encuentra en el componente libet, está directamente relacionado con la raíz del término libido). Tal vez la pasión política fundamental suscitada por el movimiento sea ese amor civil del otro cualquiera, del otro, distinto de mí con quien, sin embargo, estoy en comunidad. Sin duda, el reverso de este amor es la indignación, definida en el sentido de Spinoza como "el odio hacia quien ha hecho mal a otro". La indignación es fuente de antagonismo y de posible destrucción, pero su origen es el reconocimiento del otro cualquiera como un igual; un igual que no lo es por ser propietario, con igualdad de derechos en el mercado respecto de otros propietarios, sino como alguien que tiene igual acceso a lo común del lenguaje, del afecto, de la producción etc.

Difícilmente puede sostenerse, pues, que el 15-M sea un fenómeno meramente emocional desprovisto de pensamiento y que sólo sirva para destruir el orden existente. Sólo cabe suponer que Bauman se ha dejado llevar por un sentido "vulgar" de la palabra "indignación" definida por el Diccionario de La Real Academia como " Enojo, ira, enfado vehemente contra una persona o contra sus actos" y ha atendido más a la designación periodística del movimiento (los
indignados) que a su realidad. Efectivamente, lo que está ocurriendo en las calles y plazas de medio mundo en los últimos meses, y con particular intensidad en las de España, es un auténtico experimento de producción política de pensamiento que contrasta con el desierto intelectual y moral en que se mueve el agonizante discurso del poder. La palabra pública tal y como se profiere y se utiliza en las asambleas abiertas es un medio privilegiado de producción de "nociones comunes", de ideas adecuadas y verdaderas que van, precisamente, más allá de la pasión y de la emoción individual o colectiva. En los espacios del 15-M está renaciendo un espacio público que el neoliberalismo había destruido junto a la propia política. Un espacio público donde el contraste organizado de puntos de vista, la necesidad de argumentar lo que se afirma ante un auditorio diverso e imprevisible, la necesidad de contradecir mediante argumentos etc. generan racionalidad.

Esta racionalidad surge, sin embargo, a partir de una palabra que, al no ser proferida por grandes expertos ni sabios reconocidos podría considerarse de poco peso. Sabemos, no obstante, desde la antigüedad -y Hannah Arendt nos lo ha recordado en toda su obra- que no existe un saber de la política, una ciencia de la cosa pública que unos posean y que se imponga a todos como una verdad. Sólo han llegado a pretender gobernar sobre la base de este saber regímenes como el absolutismo y su avatar liberal; por lo demás sin demasiado éxito. La única racionalidad, la única verdad de la política surge del debate público entre singularidades cualesquiera. Esto es algo que Maquiavelo y Spinoza ponen en el centro de su teoría de la democracia: una asamblea siempre tiene menos posibilidades de equivocarse gravemente que un sólo individuo porque en ella las distintas pasiones se moderan y llegan a abrirse paso las nociones comunes. Por ello la democracia, o cualquier forma de gobierno que se rija por el principio democrático es más estable y menos pasional que una monarquía donde sólo el monarca tenga el poder decisorio. Por esta razón también el único régimen estrictamente absoluto, el más libre de influencias externas y menos propenso a las pasiones tristes, no es la monarquía mal llamada "absoluta" basada en la decisión exclusiva del monarca, esto es fundamentalmente en las emociones del monarca, sino la democracia, en cuanto es capaz de enraizar en una racionalidad colectiva. Frente a las teorías absolutistas de un poder basado en el saber trascendente de uno o de unos pocos, el Spinoza del
Tratado Teológico-Político sostenía lo siguiente a propósito de la potencia racional que es a la vez efecto y principio de la democracia: "en la democracia son menos de temer las órdenes absurdas que en otros gobiernos, pues resulta casi imposible que la mayoría de una gran asamblea dé su aprobación a un absurdo. Además, el fundamento y el objeto de este régimen es, como hemos demostrado también, poner coto a los desarreglos de los apetitos y mantener a los hombres cuanto sea posible en los límites de la razón, a fin de que vivan juntos en paz y concordia; pues si se retira este fundamento, todo el edificio acabará necesariamente por derrumbarse." La multitud, su supuesta liquidez, su insumisión a la regla de la uniformidad y del uno, que tanto parece temer Bauman, no son, así, causas de la irracionalidad ni del imperio de la emoción sino auténticos instrumentos de construcción de una racionalidad común.

Por la razón antes señalada, tampoco puede decirse que el 15-M carezca de organización ni de programa. Lo que ocurre es que su organización se genera y reproduce al ritmo mismo del debate y de la movilización colectiva. Su programa es perdurar como nueva figura de la democracia. No es proponer al poder que cambie tal o cual aspecto de su ejecutoria. A pesar de que las primeras reivindicaciones del movimiento proponían al poder un cambio en las formas de representación a través, por ejemplo, de una nueva ley electoral, el lema central del movimiento, "no nos representan", ha ido cargándose de un juevo contenido mucho más radical. Ya no se trata de pedir que nos representen mejor: lo que se ha comprobado es que el espejo de la representación está roto, hecho añicos y que es imposible recomponerlo. Al poder capitalista neoliberal ya no hay mucho que proponerle. Lo que queda es que el trabajador colectivo, cognitivo, precario, migrante que se congrega en las plazas haga lo que mejor sabe hacer: comunicarse y organizarse como nueva comunidad política en éxodo respecto del mando del capital. Las manifestaciones y ocupaciones del 15-M al 15 de octubre y las que seguirán son demostraciones de vida y de racionalidad frente a un poder vacío. Sorprende que un gran analista del presente como Zygmunt Bauman haya olvidado el pasado reciente de su propio país o el de la Alemania del Este donde el principio del fin de esa caricatura del capitalismo que fue el "socialismo real" lo marcaron unas grandes manifestaciones ignoradas por unos gobernantes que las consideraban carentes de pensamiento y de programa.

(*) John Brown es autor del libro 'La dominación liberal'