Neutralizada
Grecia, sometida España, intervenidos Portugal e Irlanda, ahora es
Francia quien está en el punto de mira de Berlín de cara al pulso de la
cumbre europea del jueves. Cambia la correlación de fuerzas y Alemania
enarbola su última arma secreta: la “unión política”.
Sin “unión política” la solidaridad europea no es posible, dicen en
Berlín. Para Francia, la unión política es imposible sin un largo
proceso y sin un amplio consenso popular, hoy más ausente que nunca. Y,
desde luego, no puede ser la condición para afrontar las urgencias
ineludibles del gran atasco europeo. Monti y Rajoy asienten. Las grietas
en el edificio de Merkel son manifiestas. Por eso en Alemania se dice
que Francia es el obstáculo para la “unión política”. La guerra de
Francia está servida y el objetivo alemán parece simple: salvar la cara.
Complicada marcha atrás
Para 2013 el efecto acumulado de las medidas de ahorro habrá restado al tesoro de la eurozona 600.000 millones. Así, sin la compensación que representan las exportaciones y otras aportaciones de crecimiento, el estricto efecto de esas medidas entre 2010 y 2013 representa una caída del 7% del PIB conjunto de la unión monetaria, del que un 2% corresponde al año en curso, calcula el instituto IMK alemán. En Grecia, la política de recortes ha destruido una cuarta parte del producto nacional. En España y Portugal el dictado ahorrador ha costado una séptima parte del rendimiento económico. Los países caen uno tras otro en el rescate. Se habla de Italia y Chipre como los siguientes. Este es el puerto de llegada al que ha conducido la receta alemana. Es obvia la necesidad de una marcha atrás. Pero es muy difícil.
Para 2013 el efecto acumulado de las medidas de ahorro habrá restado al tesoro de la eurozona 600.000 millones. Así, sin la compensación que representan las exportaciones y otras aportaciones de crecimiento, el estricto efecto de esas medidas entre 2010 y 2013 representa una caída del 7% del PIB conjunto de la unión monetaria, del que un 2% corresponde al año en curso, calcula el instituto IMK alemán. En Grecia, la política de recortes ha destruido una cuarta parte del producto nacional. En España y Portugal el dictado ahorrador ha costado una séptima parte del rendimiento económico. Los países caen uno tras otro en el rescate. Se habla de Italia y Chipre como los siguientes. Este es el puerto de llegada al que ha conducido la receta alemana. Es obvia la necesidad de una marcha atrás. Pero es muy difícil.
Difícil
porque el vehículo alemán carece de marcha atrás. Para ello Alemania
tendría que reconocer una equivocación de por lo menos dos años, lo que
equivaldría al suicido político de su canciller, sugiere Peter Bofinger,
uno de los cinco sabios, el grupo de economistas independientes que asesora al gobierno alemán.
“Alemania
es responsable del desastre pero políticamente no es nada fácil dar un
giro de 180 grados”, explica. El público alemán está, como ninguno en
Europa, convencido de la leyenda sembrada por su gobierno, según la cual
la crisis es una “crisis de deuda” de la que son responsables los mal
administrados y mal gobernados países de la periferia europea a los que
Alemania debe enseñar a vivir. Esa narrativa ha logrado convertir una
cuestión sistémica en un problema entre naciones, lo que está cargado de
ventajas para el sector financiero y sus valedores políticos porque les
retira del banquillo de los acusados para poner en su lugar a Zorba el
griego.
“El público alemán debería ser reeducado y eso exigiría mucho coraje y liderazgo político de parte de Merkel”, dice Bofinger.
Huida hacia adelante
Así que el fracaso de la austeridad debe ocultarse con otra leyenda bismarckiana, superior pero en la misma clave de Autoridad, Desigualdad, Austeridad. La salida de la crisis es “más Europa” sobre esos principios. Pero Francia no la quiere. Nosotros somos europeístas, queremos más solidaridad, siempre que haya garantías, pero para eso es necesaria una unión política que Francia no desea, se dice en Berlín. O sea, que el verdadero problema de la eurocrisis (antes Grecia, luego España) es Francia.
Así que el fracaso de la austeridad debe ocultarse con otra leyenda bismarckiana, superior pero en la misma clave de Autoridad, Desigualdad, Austeridad. La salida de la crisis es “más Europa” sobre esos principios. Pero Francia no la quiere. Nosotros somos europeístas, queremos más solidaridad, siempre que haya garantías, pero para eso es necesaria una unión política que Francia no desea, se dice en Berlín. O sea, que el verdadero problema de la eurocrisis (antes Grecia, luego España) es Francia.
Lo explica Hans-Werner Sinn, el presidente del Instituto Ifo de Munich: Para practicar una solidaridad, “los
países tienen que formar primero una nación común, una constitución,
una superestructura legal conjunta, un monopolio de poder que garantice
la obediencia a la ley y un ejército común para la defensa”. “Por desgracia, ninguna de esas condiciones serán alcanzadas en un futuro próximo, porque Francia no quiere ceder soberanía”, dice.
¿Es posible crear nada menos que una “unión política”
en pocos meses cuando no hay ni identidad europea, ni proyecto europeo,
ni consenso popular, sin destrozar lo poco que queda de democracia en
el continente? Intentarlo en condiciones de recesión y con recortes en
cada vez más países miembros es temerario, parece una receta segura
hacia la desintegración europea.
Una unión política, “implica
discusiones y trabajos profundos, no se puede plantear sin el apoyo de
los pueblos, y tal apoyo será imposible mientras la Unión Europea no
haya demostrado que está a la altura de la situación y que es capaz de
dar respuestas a la crisis económica y monetaria”, dice el ministro francés para asuntos europeos, Bernard Cazeneuve. “En
ausencia de esas respuestas, la crisis económica y la crisis financiera
se sumarán con el riesgo de destruir todos los esfuerzos conseguidos
hasta ahora en integración política”, dice. La reforma de la UE no
puede ser condición para las medidas urgentes que la crisis exige,
afirma Cazeneuve ¿Es qué se ha perdido todo sentido de la realidad?
El
euro, que, como ahora todos reconocen, ya fue un “más Europa” mal
hecho, debe ser remediado nada menos que por una “unión política”. Y
bajo el lema del “deprisa, deprisa, que nos pillan los mercados”.
“Los hombres no aceptan el cambio más que por necesidad, y no ven la necesidad más que en la crisis”,
dijo Jean Monet en la década de los cincuenta. La actual crisis
presenta la ocasión para imponer más de esa integración a la medida del
poder financiero y empresarial que ha llevado a Europa a la actual
situación.
Nuevo enemigo francés
Para el gobierno francés la unión política no es una condición necesaria para la solidaridad financiera, basta con ciertas precauciones y coordinaciones básicas. El FMI habla de “un sistema de pasos intermedios, con controles y supervisiones, con reglas claras, pero con la vista puesta en compartir riesgos”. Para el gobierno alemán la “unión política” es condición para cualquier mecanismo de solidaridad. Por eso Francia está ahora en el punto de mira de Berlín.
Para el gobierno francés la unión política no es una condición necesaria para la solidaridad financiera, basta con ciertas precauciones y coordinaciones básicas. El FMI habla de “un sistema de pasos intermedios, con controles y supervisiones, con reglas claras, pero con la vista puesta en compartir riesgos”. Para el gobierno alemán la “unión política” es condición para cualquier mecanismo de solidaridad. Por eso Francia está ahora en el punto de mira de Berlín.
La
beligerancia de la prensa alemana contra la mera posibilidad de que
François Hollande logre hacer aterrizar a Alemania y afirmar una línea
alternativa en Europa es manifiesta.
“Si
Hollande considera una buena idea convertirse en el líder de los países
económicamente tambaleantes del sur de Europa e ir a una confrontación
con Berlín, a Europa le esperan tiempos desapacibles”, advierte un observador de Die Welt. El presidente francés, “no debe sobreestimar la fuerza de su mandato”, dice, confiado en que al final Hollande abandonará sus veleidades “populistas” para plegarse al “realismo” de los mercados.
“Alemania
demuestra fuerza sin querer dominar, y aún así es castigada con
desprecio. Ya es odiada por griegos, despreciada por los franceses, y
seguramente también lo sea en breve por españoles e italianos”, se lamenta el Berliner Morgenpost. Pero, “si Merkel diese su brazo a torcer, no sería bueno para Europa ni para Alemania”, concluye.
El
alineamiento de la prensa alemana con su canciller es casi completo y
sin fisuras. Hay una unión sagrada nacional entorno al liderazgo alemán
en una cruzada neoliberal de resultados desastrosos. El cemento de esa
unión es la peregrina idea de que Alemania (30% de la economía de la
eurozona que aporta el 27% del Mecanismo Europeo de Estabilidad, menos
que la suma de España e Italia) es la única que paga en Europa. Francia
es el único país con entidad suficiente como para desmontar esa
mitología en las instituciones europeas, y por eso está en la picota.
El
problema del compromiso al que Francia y Alemania deben necesariamente
llegar el día 28 en Bruselas, no es su imposibilidad –es perfectamente
factible- sino que nadie debe perder la cara, especialmente Alemania
donde las elecciones son el año que viene. No debe notarse que Merkel se
apea del burro.
¿Unión política?
Pero, ¿qué entiende Berlín por “unión política”? Al principio parecía un acelerón hacia unos imposibles “Estados Unidos de Europa” federales en la línea apuntada por el Profesor Hans-Werner Sinn, pero cuando el miércoles una periodista holandesa le preguntó a Merkel que quería decir exactamente, la canciller redujo el asunto a dos aspectos tan banales como vagos: “una inspección bancaria común, con mayor papel de control para el Banco Central Europeo”, y “más cooperación entre países”. La sensación de que no hay concepto, más allá del querer quedar bien ante la mal informada opinión pública alemana y de afirmar una huida hacia adelante ante el naufragio práctico del absurdo “pacto fiscal”, que mete la política económica de los gobiernos dentro de un rígido corsé, es irresistible.
Pero, ¿qué entiende Berlín por “unión política”? Al principio parecía un acelerón hacia unos imposibles “Estados Unidos de Europa” federales en la línea apuntada por el Profesor Hans-Werner Sinn, pero cuando el miércoles una periodista holandesa le preguntó a Merkel que quería decir exactamente, la canciller redujo el asunto a dos aspectos tan banales como vagos: “una inspección bancaria común, con mayor papel de control para el Banco Central Europeo”, y “más cooperación entre países”. La sensación de que no hay concepto, más allá del querer quedar bien ante la mal informada opinión pública alemana y de afirmar una huida hacia adelante ante el naufragio práctico del absurdo “pacto fiscal”, que mete la política económica de los gobiernos dentro de un rígido corsé, es irresistible.
“Europa está sola”
Si los encuentros del G-20 del año 2009 parecieron lograr algún consenso, a partir de junio de 2010 comenzó el pulso entre medidas keynesianas y “austeridad”. El último G-20 en Los Cabos (México) ha sido completamente improductivo y si ha reflejado algo ha sido el aislamiento alemán. Alguna prensa alemana transformó “Alemania” por “Europa”, y tituló diciendo cosas como, “Europa está sola” (Handeslblatt) o “Los Cabos demuestra la unidad europea” (Frankfurter Allgemeine Zeitung). “Merkel es vista internacionalmente como la figura clave para superar la eurocrisis”, explicaba Der Spiegel. Y en el descanso del partido de la eurocopa entre Croacia y España, un telediario abreviado de 15 minutos soltaba sus tres mensajes: en Atenas, “se ha evitado lo peor” (la victoria de la izquierda), “el mundo entero espera de Alemania la solución de la crisis”, y en Europa, “todos quieren el dinero alemán”, explicó la presentadora. Desde Los Cabos el corresponsal del segundo canal (ZDF) tranquilizaba al público diciendo que, “el monedero alemán continua cerrado”, gracias a la “dura batalla defensiva” de nuestra firme canciller. Digno de la Italia de Berlusconi.
(*) Periodista corresponsal del diario español La Vanguardia en Berlín. Antes fue el corresponsal en Moscú y en Pekín. Previamente trabajó para el diario alemán Tageszeitung, la agencia de noticias alemana DPA y como periodista independiente en Europa central.
http://blogs.lavanguardia.com/berlin/?p=311
Si los encuentros del G-20 del año 2009 parecieron lograr algún consenso, a partir de junio de 2010 comenzó el pulso entre medidas keynesianas y “austeridad”. El último G-20 en Los Cabos (México) ha sido completamente improductivo y si ha reflejado algo ha sido el aislamiento alemán. Alguna prensa alemana transformó “Alemania” por “Europa”, y tituló diciendo cosas como, “Europa está sola” (Handeslblatt) o “Los Cabos demuestra la unidad europea” (Frankfurter Allgemeine Zeitung). “Merkel es vista internacionalmente como la figura clave para superar la eurocrisis”, explicaba Der Spiegel. Y en el descanso del partido de la eurocopa entre Croacia y España, un telediario abreviado de 15 minutos soltaba sus tres mensajes: en Atenas, “se ha evitado lo peor” (la victoria de la izquierda), “el mundo entero espera de Alemania la solución de la crisis”, y en Europa, “todos quieren el dinero alemán”, explicó la presentadora. Desde Los Cabos el corresponsal del segundo canal (ZDF) tranquilizaba al público diciendo que, “el monedero alemán continua cerrado”, gracias a la “dura batalla defensiva” de nuestra firme canciller. Digno de la Italia de Berlusconi.
(*) Periodista corresponsal del diario español La Vanguardia en Berlín. Antes fue el corresponsal en Moscú y en Pekín. Previamente trabajó para el diario alemán Tageszeitung, la agencia de noticias alemana DPA y como periodista independiente en Europa central.
http://blogs.lavanguardia.com/berlin/?p=311