domingo, 12 de julio de 2020

Setenta años de hartazgo / Guillermo Herrera *

Esta mañana me he despertado enojado con una frase en mi cabeza: “¡Es que tienen cojones estos setenta años!” Hartazgo significa fastidio o cansancio de algo que se ha producido en exceso, y mi vida ha sido un exceso. El camino del exceso conduce a la sabiduría. Algunas personas se agotan emocionalmente por una sobrecarga de exigencias o una acumulación de experiencias difíciles. Otros llegan quemados emocionalmente a la vida adulta a causa de una infancia traumática.

Cuando vine a este mundo tan difícil yo no quería nacer. Tuvieron que sacarme con ‘forceps’ con mi madre anestesiada, me pasaba llorando todo el día porque veía a los monstruos del bajo astral, me daba la sensación de estar entre personas ciegas que no me entendían por telepatía, y estuve varias veces en coma a causa del asma porque no quería respirar, y deseaba marcharme. Tuve la suerte de nacer en una familia adinerada, pero con muchos traumas.

No tengo nada que esconder porque no he hecho nada malo, salvo travesuras infantiles. El arma más poderosa de una persona es su propia sinceridad. Fui un niño muy enfermo de asma porque no podía ni quería respirar. Cuando estaba medio muerto visitaba mundos maravillosos, y cuando regresaba me parecía volver a una pesadilla. De niño tuve muchas experiencias mágicas en el cortijo de mi familia, y hasta aventuras parecidas a las de la película “Harry Poter” con mundos mágicos y a veces terroríficos, porque sentía que venían a secuestrarme.

Cada vez que iba al colegio La Salle me ponía enfermo, me daba diarrea, y me temblaban las piernas. Las clases eran terroríficas en los años cincuenta porque me obligaban a memorizar una serie de idioteces que no tenían sentido para mi. En el pupitre agachaba la cabeza porque el mayor terror era que me sacaran a la pizarra a demostrar lo que no sabía, y cuando fallaba me pegaban, y volvía llorando a mi pupitre.

RESENTIDOS

El castigo físico era común en los años cincuenta. Creo que los frailes estaban resentidos por la persecución religiosa que sufrieron en la guerra civil y, tras haberla ganado, se vengaban de ello ejerciendo crueldad y tiranía contra los niños.

Su ideología era de muy extrema derecha y nos decían a los niños que la revolución francesa fue lo peor de lo peor, y que Voltaire era el mismísimo Satanás. En cambio no dijeron ni una sola palabra de las atrocidades que cometió la Inquisición.

A mi me encantaba Rosseau sobre todo, pero no se lo decía a nadie para que no me acusaran de afrancesado. Me decían que era un ingenuo por creer que todos o casi todos los seres humanos son buenos por naturaleza, o que por lo menos tienen un fondo de bondad y nobleza.

Por cierto, tengo un antepasado francés que fue soldado de Napoleón y se enamoró de una española. No echo de menos el franquismo, pero tampoco me gusta lo que hay ahora, con estos políticos niñatos enchufados, que no han pegado un palo al agua en su vida, y que están vendidos al modelo oscuro del nuevo orden mundial.

Por la mañana formábamos en el patio del colegio para cantar “Isabel y Fernando el espíritu impera, moriremos besando la sagrada bandera.” El recreo era un descanso pero también una pesadilla, porque no veía sentido jugar a la pelota con los demás niños, y me quedaba a la sombra en un rincón del patio deseando que terminara el recreo. Nunca me ha gustado el fútbol ni los juegos de competición, porque mi alma viene de otro mundo diferente.

RELIGIÓN ABSURDA

Las misas y las novenas eran constantes entonces en la capilla del colegio. Todo se hacía en latín y el capellán era como una máquina con su voz metálica recitando latinajos vacíos con rapidez sin ser consciente ni de lo que decía. Los compañeros cantaban gritando el Salve Regina para presumir de su voz ronca los mayores. Llegó un momento en el que me di cuenta de que aquella religión del nacional catolicismo era una idiotez sin sentido, que no tenía nada que ver conmigo ni con Jesús. Sobraba miedo y faltaba espiritualidad.

Los llamados ejercicios de cristiandad eran un verdadero lavado de cerebro donde parecía que no existía otro pecado que fuera el sexo, y su máxima herramienta de chantaje era el miedo al infierno. El fuego del averno me provocaba muchas pesadillas. Luego me enteré de que los illuminati son los jesuitas. El confesor te preguntaba siempre “¿te has tocado?”

Los demás compañeros de la clase se metían conmigo con frecuencia porque me veían un poco ‘rarito’, diferente de ellos. Las humillaciones fueron constantes, y llegó un día en que hicieron un círculo a mi alrededor para recibir palos desde 360 grados. Desde entonces dejé de confiar en la gente, y me volví muy reservado.

INSTITUTO

Mis calificaciones empezaron a bajar en aquel ambiente opresivo e insoportable, y mi madre intentaba ayudarme pero lo único que hacía era agobiarme y no dejarme respirar, hasta que a los trece años conseguí que me pasaran del colegio a un instituto, y aquel ambiente fue una liberación comparado con el colegio.

Pero había tres profesores, el de Literatura, el de Dibujo y el de Ciencias Naturales, que eran unos huesos que no aprobaban a casi nadie, por lo que tuve que cambiarme de instituto para volver a la normalidad. Yo no sé si desde el otro barrio estos tres huesos impresentables se habrán dado cuenta de lo tarados que fueron entonces. Como no soportaba el control de mi madre todo el día, me iba a la oficina de mi padre a escribir a máquina mis cosas, y me salían obras literarias.

VIDA MILITAR

Tan mal iba en mis estudios que me alisté en el Ejército como voluntario, y la disciplina militar fue “pecata minuta” comparado con la dureza que había vivido, aunque me costó adaptarme a aquel ambiente y lloraba a escondidas al principio. Luego me adapté tan bien a la vida militar que llegué a lo máximo que se podía llegar como soldado que era cabo primero.

Entre los muchos servicios que me encasquetaron estaba el de suboficial de semana con una compañía de trescientos reclutas. Imagínense a un muchacho de 18 años imponiendo disciplina militar a trescientos jóvenes mayores que yo. Fue muy duro pero maduré, y llegué a ser temido por mi sentido de la disciplina, pero nunca falté el respeto a nadie.

Una vez metí en el calabozo a un soldado veterano que me faltó el respeto, y luego tuve remordimientos. Cuando salí del Ejército me dio una depresión, porque llegué a amar profundamente a las Fuerzas Armadas a pesar de su dureza. Fui militar en otra vida, pero yo quería ser periodista en ésta.

DE MADRID AL CIELO

Decidí estudiar Periodismo porque se me daba muy bien la literatura y porque ya iba retrasado en mis estudios para meterme en una carrera más larga. La etapa más feliz de mi vida fue en Madrid del 73 al 80, lejos de la interferencia autoritaria de mi madre. Mi mayor amigo fue Vicente Guzmán, cuyo padre dentista había sido amigo del mío.

Allí en Madrid me relacioné con la florinata intelectual y esotérica del momento, y fue una de las experiencias más maravillosas de mi vida. Tuve la suerte de ser compañero de clase de la entonces Princesa Sofía de Grecia, y una vez me saludó personalmente, y me dio un vuelco de emoción el corazón. ¡Qué le vamos a hacer! Siempre he sido un sentimental y no todos los días te saluda una princesa de hadas.

Soy hijo cultural del existencialismo francés de la posguerra y de la cultura hippy ‘underground’. Sólo la espiritualidad me salvó del pesimismo existencial. La vieja tradición del Yoga me ayudó a descubrir nuevos horizontes espirituales a través del profesor Ramiro Calle y de mis viajes a la India, la sabiduría de la tradición budista me ayudó a comprender muchas cosas, y la lectura de místicos españoles como San Juan de la Cruz fue lo más emocionante.

ILUMINACIÓN

En la calle Cea Bermúdez de Madrid experimenté un día una especie de iluminación espiritual espontánea que me hizo vivir el momento más feliz de mi vida, con una felicidad y un gozo profundo muy superior a cualquier droga o experiencia sexual amorosa. Los hindúes lo llaman Ananda.

Aquello fue inenarrable y mis lágrimas de felicidad fueron infinitas, pero no duró muchos días porque tuve que poner los pies en tierra para acabar mi carrera y cumplir mi misión en la vida, pero descubrí la importancia de obtener la iluminación espiritual, en la que he trabajado desde entonces. Pero era muy difícil hacerlo rodeado de lobos supresivos.

He añorado eso desde entonces. Voy en busca del tiempo perdido como Marcel Proust o como el Club de los Amores Perdidos en Buenos Aires. Los cangrejos tenemos el defecto de la nostalgia. Por eso Argentina y Uruguay son del signo Cáncer igual que Estados Unidos. Por cierto, me encantan los intelectuales argentinos y mejicanos, y amo la cultura hispana como alternativa al nuevo orden mundial anglosajón.

En Madrid trabajé en la agencia Efe hasta que algún mal nacido nos cortó la carrera a mi promoción con un reportaje impertinente en la revista ‘Reporter’ y el entonces director Luis María Ansón nos echó a todos a la calle sin comerlo ni beberlo. Fue la mayor injusticia de mi vida.

SUPRESIVOS

Luego regresé a Almería a trabajar en el nuevo diario La Crónica donde tuve la oportunidad de conocer la calaña de su director, un supresivo de libro, y de algunas personas impresentables de las que se rodeaba. Nunca le caí bien porque me veía íntegro. Crónica viene de Cronos, el dios Saturno que devora a sus propios hijos. En los años ochenta fundé y dirigí el primer periódico esotérico de España llamado “Universo Secreto” pero no duró más que un año a causa de los obstáculos que me pusieron.

En ese periódico sobreviví muchos años como redactor, redactor-jefe y hasta director, en condiciones laborales extremadamente duras, porque éramos cuatro gatos estresados para hacer muchas páginas de periódico cada día, y el jefe no paraba de exigir constantemente, y además se producían demoras constantes en los salarios. Hasta que ocurrió lo que tenía que ocurrir, que el periódico se fue a la quiebra debido a los muchos errores y disparates de su director, un mafioso que todavía sigue pululando por ahí con soberbia, arrogancia y prepotencia.

Salí tan quemado y estresado de aquel trabajo que monté una herboristería-parafarmacia para vivir más tranquilo con el dinero heredado de mi padre, un negocio que duró siete años hasta que se fue a la ruina, y yo me quedé con deudas, debido al escaso margen comercial de los productos dietéticos, pero luego me hice Técnico en Dietética y Nutrición porque siempre me ha gustado la medicina natural.

VOCACIÓN DE ERMITAÑO

Nunca me casé ni tuve descendencia, porque no era mi misión en este vida, y porque bastante saturado estaba del control autoritario de mi ‘mamma’ latina, y sólo buscaba independencia y libertad. Las pocas veces que estuve enamorado, me rechazaron como suele ocurrir a menudo. Bastante control tenía ya de mi madre, para luego buscar el control de una esposa. Me alegro de no haberme casado, porque no era mi destino.

No puedo remediarlo, pero me estorba la compañía humana, porque no me deja ser yo mismo. Como dijo Sartre, el infierno son los demás. Soy solitario, pero no huraño, sino amable y servicial. No siento la soledad porque tengo alma de ermitaño, y encuentro la felicidad en el aislamiento sin interferencias de nadie. Por eso vivo en el campo.

La muerte de un ser querido es una atrocidad, se mire por donde se mire. La desaparición de mi madre me ha producido un trauma emocional, como es natural, pero también me ha liberado de una gran carga, aunque sea cruel decirlo, y hasta me resulta extraña esta libertad porque todavía no me he acostumbrado a ella.

HERBORISTA Y MILITAR

Nunca dejé el periodismo porque en aquel tiempo fui admistrador de un periódico digital. También aprovechaba mi tiempo libre en la tienda para traducir y difundir diversos mensajes espirituales como los de la Federación Galáctica de Sheldan Nidle, pero no se me ocurrió entonces montar un canal de Youtube porque yo era un periodista de teclado que no estaba acostumbrado a las cámaras ni a los micrófonos.

Luego volví al periodismo como militar cuando me hice Oficial de Aviación Reservista Voluntario, ya que trabajé un tiempo en la “Revista de Aeronáutica y Astronáutica”. Siempre me ha apasionado la aviación, ya que cuando era estudiante pasaba muchas horas viendo despegar y aterrizar aviones en el aeropuerto de Barajas, y además he visto todas las películas de ciencia ficción. Mi vocación frustrada es no haber sido piloto de aviación o de nave estelar.

CONCLUSIÓN

He aprendido mucho a lo largo de mi vida, pero también he sufrido demasiado, como mucha gente. Dicen que este mundo es muy difícil pero enseña mucho. El problema es que no estoy de acuerdo con los métodos de enseñanza basados en el miedo, la humillación y el maltrato, y prefiero medios más civilizados. La mayor lección que he aprendido es a confiar en mi mismo.

Dicen que todos venimos a este mundo por voluntad propia, pero siento decir que yo me equivoqué al firmar el contrato vital, o no leí la letra chica, aunque ahora lo estoy cumpliendo al pie de la letra, porque mi misión es informar y despertar a mis hermanos. Puede que ésta no sea mi última vida sino mi penúltima en este planeta, porque me queda una misión muy grande de servicio a la humanidad que ahora escapa a mi entendimiento.

TIERRA PROMETIDA

Quisiera ver la tierra prometida como Moisés, pero también disfrutar de ella. Quisiera ver familias felices, niños jugando, animales retozando y pájaros cantando. Quisiera ver el planeta liberado de cualquier tipo de opresión, y de la gente mala que ama imponer sus pesadillas. ¿Es mucho pedir?

Mi mayor aspiración es regresar a mi mundo de origen con mi familia cósmica cuando llegue el momento, y es posible que hasta tenga un reservado un cuerpo glorioso original hibernado como en la película ‘Avatar’, pero ahora mismo que he aprendido tanto de la vida y he logrado amar a mis enemigos, darles las gracias por los servicios prestados y despedirme de ellos hasta nunca jamás, no tengo ninguna prisa por marchame porque me gustaría ver el despertar de la humanidad en la nueva tierra. Creo haber superado muchas dificultades y me gustaría disfrutar de la victoria.

Esto ha sido un resumen muy sucinto de mi vida en el que he omitido muchos detalles, por no alargarlo, con el que espero haber complacido a aquellos seguidores que me pedían que contara mi biografía. Agradezco la atención prestada a este humilde siervo del Creador, cuya mayor aspiración es contribuir a la liberación de la humanidad, de los animales y del planeta.



(*) Periodista español